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Tiranidos en la Era Indomitus

La Tercera Guerra Tiránida fue la mayor invasión Tiránida de la galaxia, protagonizada por la Flota Enjambre Leviathan. Iniciada en el 997.M41, se diferenció de las anteriores en que en lugar de asaltar la Franja Este, se deslizó sin ser detectada por debajo del plano galáctico y atacó a la vez los Segmentums Ultima, Tempestus y Solar. De esta forma, la Sombra en la Disformidad extendida por los tentáculos de la Flota Enjambre cubre una extensión mayor y dificulta la comunicación y el traslado de refuerzos de una región a otra. Aunque uno de sus zarcillos más grandes fue detenido en Tarsis Ultra cuando se dirigía directamente hacia Terra, la mayor parte de Leviathan apenas sí ha sido frenada y continúa sin ser derrotada definitivamente.

La nueva amenaza[]

A finales de 997.M41 se perdió el contacto con varios sistemas del Segmentum Tempestus. El Inquisidor Kryptman reconoció los signos de una invasión Tiránida mucho antes que el resto de sus camaradas de la Ordo Xenos. Tras combatir a los Tiránidos durante más de dos siglos y medio, Kryptman sabía muy bien que estas criaturas tenían una capacidad estupenda para adaptarse, mutar y conocían muy bien las estrategias de las razas de la galaxia. Esta es la razón por la que se llevó a cabo el Censo de Kryptman, un gran augurio astropático que contactó con todo planeta documentado que se hallase en las fronteras del Imperio. Este censo causó la muerte de docenas de Astrópatas de alto grado, cuyas mentes se quemaron en el intento de que el censo llegase a mundos más y más alejados con los que no se había establecido contacto en cientos de años. Pero cuando empezaron a pasar semanas y meses y los planetas que dejaban de responder empezaron a conformar un patrón, Kryptman confirmó el acercamiento de una nueva Flota Enjambre de gigantesco tamaño.

Este patrón consiguió que el imperturbable Kryptman se sumiera en un profundo estado de aprensión. Los planetas con los que se había perdido el contacto se encontraban en los Segmentum Tempestus, Ultima y Solar, indicativo de una ofensiva que pretendía abarcar toda la galaxia y que ya se había cobrado la vida de billones de seres. Lo peor de todo fue la confirmación de que esta flota estaba concentrada bajo el plano galáctico y que atacaba la parte baja del Imperio en vez de la Franja Este.

Pero eso no era todo. El ataque principal de la Flota Enjambre, llamada en clave Leviathan, tenía dos tentáculos separados varios cientos de años luz entre sí. Poco a poco, aunque cada vez más rápidamente, se perdía el contacto con todos los planetas situados entre los dos tentáculos de este ataque. Curiosamente, seguía habiendo tráfico espacial entre los planetas de las regiones más alejadas del Segmentum Tempestus, desconocedores como eran de su fatal destino. Solo había una explicación para esto: el vacío psíquico que acompañaba a los Tiránidos se había hecho tan fuerte que se extendía hasta abarcar todo el espacio comprendido entre ambos tentáculos, lo que bloqueaba completamente todo contacto con esta área de espacio y hacía imposible que los refuerzos navegasen por la Disformidad hasta los sistemas sitiados. Las mandíbulas de Leviathan estaban abiertas de par en par y devoraban grandes secciones del Imperio, al cual podrían devorar a voluntad en caso de llegar a cerrarse.

Kryptman sabía que era prioritario destruir uno de estos dos tentáculos para salvar las vidas de todos los que se encontraban en esta región espacial. De nada serviría el número de tropas y refuerzos que lograsen reclutar, pues, si no conseguían disipar la asfixiante sombra que se proyectaba sobre la directora luz del Astronomicón, no llegarían a tiempo. Y lo peor de todo es que el rumbo de esta nueva Flota Enjambre acabaría por encaminarse hacia el corazón del Segmentum Solar, el lugar de nacimiento del Imperio y el trono del propio Dios-Emperador: Terra.

Pero los sistemas atacados tampoco estaban completamente indefensos. Tarsis Ultra, un fértil y devoto planeta que se alzaba justo delante de uno de los tentáculos de Leviathan, acogía a toda una Compañía de Ultramarines, cuyos miembros aceptaron de buen grado el honor de defender el planeta. El Capítulo Astartes de los Mortificadores, con base en el cercano planeta nocturno de Posul, se unió a los Ultramarines durante las preparaciones para resistir el embate de la Flota Enjambre. Se enviaron al sector Tarsis equipos de Vigías de la Muerte dirigidos por el propio Inquisidor Kryptman para que este pudiera aprender más de su enemigo y derrotarlo no solo con fuerza sino con astucia.

Mapa21

La defensa de Tarsis Ultra[]

Marine veterano guerras tiránidas 02

Veterano de las Guerras Tiránidas

La mayor parte de los ejércitos Imperiales llegaron pocas semanas antes que los Tiránidos. Los veteranos de los Ultramarines se hicieron cargo del adoctrinamiento de la Guardia Imperial y las Fuerzas de Defensa Planetaria del sistema en las técnicas para combatir a los Tiránidos mientras el invierno empezaba a recrudecerse y las flotas en órbita comenzaban a repeler los ataques de las bionaves invasoras. Al poco tiempo empezó a caer la nieve y, junto con los copos, una torrencial lluvia de esporas.

Las fuerzas imperiales efectuaron una retirada ordenada ante un enjambre Tiránido inimaginablemente vasto y se dirigieron al planeta central del sistema, donde tuvo lugar una desesperada batalla final. Tarsis Ultra estuvo bajo asedio durante varias semanas y los defensores, a las órdenes de Uriel Ventris de la Cuarta Compañía de los Ultramarines y más tarde del propio Kryptman, tan solo conseguían aguantar el empuje de la amenaza alienígena. Sin embargo, y a pesar de la letalidad de su defensa, no paraban de llegar más y más alienígenas. Las tornas no empezaron a cambiar hasta que Ventris y su grupo de combate capturaron un Lictor de la oleada original.

El Magos Biologis Vianco Locard, un aventajado científico miembro del equipo de Kryptman, utilizó el código genético del Lictor capturado para diseñar una plaga biológica que podría acabar con los Tiránidos si pudiera ser liberada en el corazón del enjambre. El Capitán Ventris decidió encargarse de esta peligrosa labor personalmente y viajó hasta el corazón de la Flota Enjambre acompañado de un Equipo de Eliminación de Vigías de la Muerte. Ventris llegó hasta la propia Reina Norna del enjambre y liberó en su interior la plaga de toxinas. Al principio no sucedió nada y todas las tropas imperiales que aguardaban en el planeta pensaron que todo estaba perdido. Sin embargo, poco a poco los Tiránidos comenzaron a atacarse entre sí, puesto que el control sináptico que las dirigía había desaparecido. La contraofensiva imperial sobre la superficie de Tarsis Ultra destruyó miles de Tiránidos y la invasión fue rechazada de una vez por todas.

Avance imparable[]

Tras la destrucción de este tentáculo de Leviathan, que avanzaba hacia Terra, los planetas que antes quedaban entre ambos tentáculos empezaron a registrarse en los augurios imperiales nuevamente. El plan de Kryptman para restablecer el contacto y la comunicación había dado sus frutos. Pero esta alegría no duró mucho tiempo, pues las indicaciones de que sistemas enteros habían sido engullidos por la sombra que los había cubierto poco a poco llenaron las pantallas de datos de la Ordo Xenos.

Valedor, un planeta habitado en su mayor parte por peregrinos y monjes vestidos con túnicas de tela de saco, había sido engullido en cuestión de horas. Tras el paso de los Tiránidos, las naves de sus iglesias y catedrales se habían convertido en lagos de sangre. San Capileno, otro planeta controlado por la Eclesiarquía y defendido por las Hermanas de Batalla, había resistido heroicamente durante varias semanas, pero acabó por caer pocos días antes de que los Tiránidos fuesen expulsados de Tarsis Ultra. Ahora, su sacrosanta superficie pertenecía a los alienígenas, sus extraordinarias obras arquitectónicas habían sido derruidas y sus misioneros devorados y reconstituidos en bestias alienígenas. El mensaje inherente a estas nuevas conquistas se extendió por el Imperio como una plaga: la fe no servía de defensa ante los alienígenas.

Nave colmena

La moral de las fuerzas imperiales bajaba a medida que los planetas del Imperio eran consumidos. Kryptman y sus aliados no podían estar en todas partes al mismo tiempo y la Flota Enjambre se hacía más y más fuerte con cada mundo devorado. Además, no se podían enviar refuerzos desde el Este, pues un ¡Waaagh! Orko procedente del imperio de Charadon pretendía sacar partido de la ausencia de gran parte de los efectivos de los Ultramarines en las fronteras de su territorio.

El venerable Inquisidor Kryptman, muy a su pesar, ordenó que se estableciese un cordón galáctico. Su plan consistía en evacuar una serie de planetas que se encontraban en el camino principal del Leviathan y destruirlos para que la Flota Enjambre no dispusiera de materia prima para alimentar sus bionaves. De esta manera ralentizaría su avance lo suficiente como para que las Flotas de Batalla Solar y Tempestus llegasen hasta el lugar. Por tanto, todos los planetas al otro lado de este cordón serían objeto de un Exterminatus justo en el momento en que los Tiránidos descendiesen para alimentarse de ellos. Kryptman sostenía la teoría de que, de esta manera, el enjambre invertiría mucha energía en controlar un mundo, solo para acabar con todos los seres vivos que tuviese en él bombardeados por torpedos ciclónicos y bombas víricas. Al tomar esta cruel e insensible decisión, Kryptman había condenado a billones de seres vivos al exterminio. Hasta la fecha, este es el acto de genocidio de mayores proporciones que el Imperio se ha infligido a sí mismo desde la Herejía de Horus.

A la decisión de abandonar cientos de planetas ante el avance alienígena se opusieron muchos. Multitud de influyentes Inquisidores exigieron que Kryptman fuese declarado Excommunicate Traitoris. Los detractores de Kryptman le acusaron de Radical, traidor y estúpido cuando los mundos devastados fueron conquistados por los Orkos que avanzaban por delante de los Tiránidos. Se emitió una Carta Extremis mediante la que se le desposeía de su título y que le obligaba a ocultarse como si fuera un criminal de la peor calaña.

Sin embargo, la realidad es que el avance de la Flota Enjambre Leviathan empezó a ralentizarse hasta convertirse en un mero gateo. Entre los planetas abandonados a su suerte se encontraba Tesla Primus, un planeta antaño controlado por el Adeptus Mechanicus de Gryphonne IV en el que se probaban armas y que ahora se encontraba en manos de los Orkos. Los nuevos habitantes pielesverdes estaban contentísimos de poner sus manos en un planeta lleno de armamento extremadamente destructivo y poco fiable, y desde el espacio podían verse las grandes explosiones que se producían mientras los Orkos probaban sus nuevos "juguetes".

Cuando las enormes bionaves del Leviathan descendieron sobre Tesla Primus, el Imperio se encontró con una recompensa mucho mayor de la que podía esperar. La virulenta guerra entre Orkos y Tiránidos, que se aparecía en los sueños de los astrópatas que aún le eran leales a Kryptman, parecía estar cobrándose un gran porcentaje de víctimas en ambos bandos invasores. Incluso en el cercano mundo agrícola de Rigant, un planeta otrora pacífico cuya superficie estaba cubierta de campos dorados y poco más, se desarrollaba una guerra de grandes proporciones entre ambas razas alienígenas. Este descubrimiento, junto con lo aprendido sobre el avance de la Flota Enjambre Kraken, resultaron de vital importancia para la estrategia de Kryptman.

La batalla de Gryphonne IV[]

Mechanicus servidor batalla kataphron

Servidor Kataphron en combate

Hubo gente dentro del cordón dibujado por Kryptman que no quiso abandonar sus hogares ante el Exterminatus; aquellos con la influencia suficiente como para desobedecer la orden directa de un Lord Inquisidor. Aunque le causó gran pesar hacerlo, el Adeptus Mechanicus abandonó Tesla Primus y decidió defender Gryphonne IV hasta la muerte. Este era uno de los principales mundos forja de la galaxia, un gigantesco planeta recubierto de acero en el que había una profusa actividad mecánica. Se trataba también del planeta natal de la Legio Gryphonicus, una de las más poderosas Legiones Titánicas del Collegia Titanica. Gracias a las legiones de Skitarii, los servidores de combate pretorianos y el poder militar de las creaciones mecánicas de los Tecnosacerdotes, este planeta tenía muchas más posibilidades que cualquier otro de sobrevivir al ataque de Leviathan. El Adeptus Mechanicus, con la fría eficacia que le caracteriza, se preparó para la guerra en solitario en un sistema abandonado.

Una batalla de proporciones épicas se desató en cuanto las Esporas Micéticas empezaron a caer como la lluvia sobre la superficie de acero del planeta. Legión tras legión, los altamente sofisticados Skitarii marchaban al unísono y ponían fin metódicamente a progenies enteras de Gantes antes de que estos abandonasen siquiera sus esporas-cápsula. Cuando la lluvia de esporas arreció, las unidades de pretorianos de tracción total cobraron vida y empezaron a disparar sus pesadas armas, con lo que el brillante paisaje de metal se tornó oscuro con la espesa sangre del invasor.

Hierofantimages (4)

Hierofante, un Biotitán Tiránido.

En una hora la tierra empezó a temblar bajo los pasos de los Titanes, las temibles Deidades Mecánicas, que emergían de sus hangares catedral para trabarse en combate con las monstruosidades biológicas que oscurecían el manufactorum como si de gigantescas arañas se tratase. Pero el combate estaba muy igualado y por cada adversario de grandes proporciones que cada Titán conseguía abatir, una Deidad Mecánica caía derribada por gigantescas garras y enormes escupitajos de piroácido. La superficie terrestre sufrió las maniobras de los gigantes durante varios días en los que ni las fuerzas del Adeptus Mechanicus ni los enjambres Tiránidos dieron su brazo a torcer.

Sin embargo, a pesar de la férrea resolución de los Tecnosacerdotes y las grandes bajas que sus creaciones estaban causando en el invasor Tiránido, sus fuerzas acabaron por verse ampliamente superadas en número. Los potentes Titanes de los Grifos de Guerra fueron abatidos uno a uno hasta que no quedó ninguno para defender las forjas que los habían visto nacer. El planeta quedó desprovisto de toda vida en cuestión de días. La Flota Enjambre Leviathan había conseguido dar un paso más.

La jugada de Kryptman[]

Mapa22

A pesar de haber sido expulsado de la Inquisición, Kryptman no estaba dispuesto a abandonar la galaxia a su destino. La batalla por Tesla Primus y su captura de un Tiránido vivo en Tarsis Ultra le habían convencido de que había una manera de ralentizar, quizá incluso detener, el avance de la Flota Enjambre Leviathan sin sacrificar más vidas humanas.

Kryptman y un pequeño Equipo de Eliminación de Vigías de la Muerte que todavía le eran fieles volvieron a interponerse en el camino de la Flota Enjambre. Pero esta vez no tenían la intención de combatir ni de coordinar la defensa de ninguno de los planetas bajo asedio. Kryptman sabía que Leviathan tenía un tamaño tan grande que quizá fuera imposible detenerla, incluso con la ayuda combinada de las flotas imperiales de diferentes sectores.

El Equipo de Eliminación xenocida descendió al laberíntico planeta de Carpathia, declarado Perdita por los desesperados Inquisidores que usurpaban en aquel momento el papel de Kryptman. Allí efectuaron la mayor de las gestas que habían llevado a cabo hasta el momento: capturar con vida toda una progenie de Genestealers dentro de un campo de estasis y subirla desarmada a bordo de su navío. Kryptman y su equipo consiguieron su objetivo, aunque para ello tuvieron que hacer largos preparativos y sacrificar las vidas de alguno de los mayores héroes de los Guardianes de la Muerte. El anciano Inquisidor abandonó las catacumbas de Carpathia sin cambiar su adusto semblante y subió con una carga letal a su nave, la cual alimentó sus motores al máximo y huyó con premura de aquel planeta condenado.

Una semana después, la nave espacial Llama de la Perdición salió de la Disformidad justo delante de la Flota Enjambre. El equipo de Kryptman escondió a los Genestealers en las profundidades de la nave y rompió el campo de estasis cuando estuvo a salvo. A continuación, los Guardianes de la Muerte utilizaron el teleportarium del navío para lanzar megatones de potentes explosivos a la superficie de Gheist, una luna cercana. La explosión que provocaron no solo destruyó la estrella, sino que desvió el curso de la nave hasta lo más profundo del imperio que los Orkos habían construido en Octarius. Este salvaje imperio, aproximadamente del tamaño de Ultramar, era una constante molestia para el Imperio.

No pasó mucho tiempo hasta que los Korzarioz Orkos abordaron la nave espacial con la intención de saquearla. Los Orkos fueron emboscados y contaminados por los alienígenas que viajaban en la nave. Cuando los pielesverdes volvieron a sus bases, lo hicieron con una carga inusual. Los Genestealers se multiplicaron rápidamente en aquel lugar con una actividad frenética y no tardaron en infestar las colmenas de las que se habían apropiado los Orkos. Aunque la progenie de Genestealers original había sido exterminada, la infestación Genestealer no tardó en hacerse evidente en todo el imperio de Octarius. En poco tiempo, la marca psíquica de los Genestealers era lo suficientemente fuerte como para atraer la atención de la vanguardia de la Flota Enjambre Leviathan, que cambió su rumbo hacia aquel sistema lleno de vida y se olvidó de los planetas muertos que conformaban el Cordón de Kryptman.

Por suerte para el alto mando imperial, el camino seguido por la imparable horda Tiránida parecía alejarse del Imperio y adentrarse en el sistema Octarius. Ninguno de los integrantes de este alto mando podía explicarse el repentino cambio de rumbo del Leviathan; pero las flotas imperiales, que habían sufrido graves bajas en las últimas semanas, tuvieron la oportunidad de reagruparse y realizar reparaciones. La guerra entre el imperio Orko y los invasores Tiránidos, observada de cerca por intrépidos Equipos de Eliminación, se recrudecía por momentos y no parecía tener final.

Sucesión de hechos[]

  • Matanza de San Caspalen: La sangre mancha los claustros cuando Leviathan invade el mundo santuario de San Caspalen. Los líderes del mundo son asesinados y aterrorizados por un asesino Tiránido y, rendidas al pánico, las defensas del planeta son presa fácil. La única resistencia verdadera proviene de una fuerza de Hermanas de Batalla que resistieron valientemente durante semanas, pero incluso ellas fueron superadas cuando un Muerte Silenciosa atrajo Trigones que excavaron por debajo del bastión sagrado para que enjambres de Hormagantes surgieran de los túneles para inundar la fortificación. La pérdida de San Caspalen fue un duro golpe para el Imperio, y un mensaje advirtió de que solo la fe no es defensa contra los Tiránidos.
  • La estupidez del orgullo: El supuestamente impenetrable mundo fortaleza de los Guerreros de Hierro Forgefane cae ante los Tiránidos en menos de una semana.
  • Batalla de la Estrella Sangrienta: La Flota de Batalla Ultima termina una desastrosa campaña contra Leviathan, cuando es emboscada y acorralada por dos flotas tiránidas separadas en el Sector Estrella Sangrienta y el célebre buque insignia, Gloria Imperial, es destruido.
  • Defensa de Tarsis Ultra: Leviathan invade Tarsis Ultra cuando empiezan a caer las primeras nevadas del invierno. A pesar de la presencia de los Ultramarines y los Mortificadores, el curso de la batalla se vuelve contra los ejércitos del Imperio debido al gran número de Tiránidos. Tarsis Ultra no se salva únicamente por la fuerza de las armas, sino a través de una plaga biológica creada por el Magos Locard y enviada al mismo corazón de la Flota Enjambre por Uriel Ventris de la 4ª Compañía de los Ultramarines. Todos los intentos de replicar un contagio similar han resultado fallidos.
  • Exterminatus masivos: El Inquisidor Kryptman ordena el exterminio de toda la vida en cientos de mundos para crear un cordón que frene el avance de la Flota Enjambre Leviathan.
  • Batalla de Gryphonne IV: Las bionaves oscurecen los cielos sobre el Mundo Forja de Gryphonne IV, hogar de la Legión Titánica Grifos de Guerra. Combinado con las legiones Skitarii del planeta y las fuerzas militares de Tesla Prime, el Adeptus Mechanicus se prepara para la guerra. Cuando los organismos guerreros Tiránidos alcanzan la superficie del planeta, se desarrolla una batalla de escala verdaderamente épica. Los paisajes de metal y vigas se cubren de jugos negros mientras el armamento pesado se cobra un coste terrible con los invasores. En una hora, la tierra se tambalea por las pisadas de los Titanes, saliendo de sus hangares-catedral para enfrentarse a las enormes monstruosidades que acechan el Manufactorum. Sin embargo, por cada Biotitán que cae por la furia de las armas del Mechanicus, una de las gigantes máquinas de guerra del Imperio es destrozada por enormes garras afiladas, descargas de fuego de biocañones y chorros de siseante piroácido. El suelo reverbera al ritmo de los gigantes en duelo durante días y días, el Adeptus Mechanicus y las huestes de la Mente Enjambre se niegan a ceder. A pesar de la determinación de los Tecnosacerdotes y las bajas que sus máquinas provocan a los Tiránidos, la invasión Tiránida gana terreno. Lenta pero definitivamente, los defensores de Gryphonne IV se ven abrumados por el interminable enjambre, e incluso los poderosos Titanes de los Grifos de Guerra son derribados. En cuestión de días, el mundo es engullido. Aunque la pérdida de Gryphonne IV es una calamidad de una escala sin precedentes para el Imperio, los Tiránidos no se preocupan por su victoria y la Flota Enjambre Leviathan simplemente avanza en busca de lugares frescos de alimentación.
  • Cosecha sangrienta: Una solitaria Bionave lanza una invasión contra el planeta Stormvald. El Señor Fénix Maugan Ra resiste solo contra el enjambre, y triunfa.
  • Caída de Shadowbrink: La Flota Enjambre Leviathan desciende sobre el mundo cardenalicio de Shadowbrink, aniquilando a los defensores del planeta. La enorme escala de la carnicería rasga y abre una antigua falla demoníaca, y legiones de horrores generados por la Disformidad se agitan y caen sobre los enjambres Tiránidos. No dispuesta a abandonar las reservas de biomasa que han reunido, Leviathan da rienda suelta a su poder sobre los agresores demoníacos. Aunque la Mente Enjambre no está acostumbrada a luchar contra las criaturas del Empíreo, se adapta a estos nuevos enemigos con una velocidad sorprendente. Amplias hordas de Hormagantes y Termagantes chocan con legiones de Desangradores y Portadores de Plaga, mientras colosales biotitanes y Grandes Demonios se acosan en la refriega. En última instancia, incluso esta gran hueste demoníaca no puede vencer a los innumerables enjambres de los Tiránidos. Uno por uno, los Demonios de Shadowbrink son asesinados, y sus furiosos espíritus son desterrados a la Disformidad.
  • Atragantados: La Flota Enjambre Leviathan lucha contra los regimientos de la Guardia Imperial de Catachán en el mundo muerto de Jorn V. A pesar de ser inferiores en número, las Tropas de Jungla de Catachán, se muestran testarudamente llenos de recursos y, retrasan a los Tiránidos el tiempo suficiente para que refuerzos adicionales de la Guardia Imperial y Marines Espaciales lleguen al planeta y asesten un golpe mortal contra la flota enjambre.
  • Las tácticas de Kryptman: Kryptman está al mando de una peligrosa misión en el mundo laberíntico de Carpathia. Dirigiendo varios equipos de Vigías de la Muerte especialmente equipados al cavernoso corazón del planeta, Kryptman logra capturar una progenie de Genestealers en un campo de estasis, a pesar de que muchos Marines mueren en el intento.
  • El cruzado frustrado: El Gran Mariscal Helbrecht de los Templarios Negros, en persecución del Kaudillo Orko Ghazghkull Thraka, lidera una flota forjada a partir de quince Capítulos de Marines Espaciales contra una escisión de un tentáculo de la Flota Enjambre Leviathan, que arrasa a su paso. A pesar de utilizar todas las estrategias y estratagemas disponibles, la flota de Helbrecht es continuamente forzada a retroceder ante el avance Tiránido. Su cólera iguala el creciente número de Marines Espaciales perdidos frente a Leviathan.
  • Llama de perdición: Kryptman y sus aliados van a bordo del pecio espacial Llama de Perdición, custodiando la prole de Genestealers en su interior. Kryptman ordena la destrucción de la luna de Gheist, desviando el rumbo del pecio espacial hacia el sector Octarius, amplio Imperio Orko.
  • Guerra de Octarius: Octarius arde mientras los Tiránidos y los Orkos combaten en sangrientas batallas a lo largo del sector. La Flota Enjambre Leviathan se satura frente a los vastos depósitos de biomasa, cuando más y más pielesverdes embisten las líneas del frente, atraídos por la promesa de una buena batalla. Finalmente, las dos violentas especies prosperan en este escenario infernal de violencia sin fin. El plan del Inquisidor Kryptman puede haber dado al Imperio un tiempo valioso, pero a la vez forja a Leviathan como un adversario más fuerte y formidable.
  • El fin de Gorgo: Un tentáculo de Leviathan llega por debajo del plano galáctico para rodear el próspero mundo agrícola de Gorgo. Invaluable debido a sus preciosas cosechas de viñas-araña, Gorgo está protegido por una guarnición del 23º de Cadia, guerreros altamente experimentados y bien equipados. Sin embargo, incluso estos veteranos no están preparados para la pesadilla que se avecina. Los cañones de batalla y los misiles antiaéreos reducen las oleadas de organismos Tiránidos que se aproximan, pero los Cadianos son obligados a regresar rápidamente a la Línea Obsidiana, un anillo defensivo de Bastiones Imperiales. Es entonces cuando Leviathan libera sus enjambres de asalto: los Líderes de Progenie y sus manadas de Genestealers, acompañados por masivos arietes biológicos. Estos organismos especializados rompen grandes brechas en la Línea Obsidiana, abriéndose paso y masacrando a los defensores. En cuestión de horas, Gorgo cae.
  • La galaxia arde: Invocada por una serie de catástrofes diseñadas por el Caos, la colosal tormenta de Disformidad conocida como la Gran Fisura desgarra la galaxia por la mitad. Los Demonios se vierten en el espacio real, y civilizaciones enteras son devoradas. Engullidos por violentas tormentas etéreas, muchos tentáculos de las flotas enjambre Tiránidas son arrastrados hacia el Inmaterium. La mayoría se pierden para siempre en la locura de ese reino, pero otros son devueltos a la realidad a miles de años luz de distancia.
  • El regreso del primarca: A medida que la Gran Fisura desgarra la realidad, las tormentas empíricas asolan el Sistema. Sobre el mismo Baal, la batalla entre Ángeles Sangrientos y Tiránidos continúa, pero la gran flota Leviathan que orbita Baal es hecha trizas por tormentas empíricas y devorada por la Disformidad. Los Demonios invaden la luna de Baal Prime, aniquilando una gran porción de los enjambres invasores de Leviathan. Están liderados por Ka'Bandha, antiguo némesis de los Ángeles Sangrientos. El Devorador de Almas masacra a toda la hueste Tiránida en Baal Prime, y apila sus cráneos en alto formando su temible emblema, dejando un escalofriante mensaje para sus odiados enemigos antes de regresar a la Disformidad. A medida que la locura empírica comienza a menguar, la Cruzada Indomitus de Roboute Guilliman llega a Baal, ayudando a los pocos Ángeles Sangrientos supervivientes en el exterminio de las fuerzas terrestres Tiránidas aisladas. Baal se salva, pero a costa de casi todo el Capítulo de los Ángeles Sangrientos.
  • Dispersados por las estrellas: La enorme flota de Leviathan que invadía Baal es dividida en mil fragmentos, y escupida por la vasta extensión de la galaxia. Varios centenares de bionaves salen del vacío en el corazón del Torbellino, y allí caen sobre la flota pirata de Huron Blackheart, amo de los Corsarios Rojos. Otra hueste más grande emerge en medio del Sistema Velis, terriblemente cerca del corazón de Segmentum Solar. Confusas llamadas de socorro recibidas de Velis Prime hablan de frenéticos y aullantes enjambres de Tiránidos cubiertos de extraños crecimientos fungoides y blandiendo armas biológicas no registradas previamente. Se desconoce cuántos otros fragmentos de la flota sobrevivieron intactos al cataclismo de Baal.
  • La furia de Leviathan: A raíz de su derrota en Baal, Leviathan lanza una gran ofensiva a lo largo de la frontera sur del Segmentum Solar. El asalto Tiránido se adentra en el núcleo galáctico hasta Bloodfall, el planeta natal de los Lobos Rojos. Recientemente reforzados con Marines Espaciales Primaris, los Lobos Rojos demuestran ser unos adversarios tenaces y letales, hasta que Leviathan desata sus armas más temibles: progenies de monstruosos biotitanes, engendradas en el brutal horno de la Guerra de Octarius y saciados con una potente biomasa de pielesverdes. Replegados de la guerra en curso con los Orkos, estos monstruos son formidables organismos de asedio. Con extremidades colosales y ganchudas, hacen grandes aberturas en las fortificaciones de los Lobos Rojos, y enjambres de Genestealers se amontonan en las brechas. Con su Fortaleza-Monasterio comprometida sin esperanza de salvación y sus terribles pérdidas, los Lobos Rojos se ven obligados a retirarse, asegurando reservas vitales de semilla genética y evacuando sobre sus Barcazas de Batalla  restantes.
  • El último óbstáculo: A medida que Leviathan presiona cada vez más hacia la Sagrada Terra, el Primarca Guilliman envía docenas de Capítulos de Primaris recién fundados a las líneas del frente de la Tercera Guerra Tiránida.

Conclusiones[]

Hay algunos en la Inquisición que han estudiado las posibles consecuencias de esta manipulación de la amenaza alienígena. Aunque el plan de Kryptman tuvo éxito y los Tiránidos y los Orkos están ocupados en destruirse entre sí, también es cierto que ambas razas evolucionan con la guerra. Esto nos deja ante la posibilidad de que la Flota Enjambre Leviathan emerja aún más fuerte de este conflicto tras asimilar grandes cantidades del ADN que hace de los Orkos una raza capaz de sobrevivir en cualquier situación. De hecho, planetas cercanos han enviado fotoarchivos de organismos Tiránidos mucho mayores que los conocidos hasta ahora. Esta posibilidad resulta tan horrible que es mejor no pensar en ella.

El Imperio ha ganado algo de tiempo, lo mejor que le podía suceder, pero a costa de la defunción de cientos de planetas y la posibilidad de tener que enfrentarse a una amenaza mucho peor en el futuro.

Fuentes[]

  • Codex: Tiránidos (6ª y 8ª Edición).
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