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Veredicto del Certamen de Relatos Wikihammer + Voz de Horus ¡Léelos aquí!

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Sexto Clasificado en el II Certamen de Relatos. Escrito por Diego Concepción.

Año 39.675

Crucero Imperial Enterprise saliendo de la disformidad y llegando a la Zona del Velo, En Segmentum ultima para operación SZ.

Mando de la nave: Almirante Lee Cooper

Mando de la operación militar: Comisario Hofstadter

2º al mando: Comisario Wolowitz



Puente de la nave, reunidos el almirante y ambos comisarios.


Almirante: Comisario Hofstader, estamos en las coordenadas previstas para el desarrollo de la misión. Nos hemos colocado en la Orbita del planeta con más satélites, 5 en total. Los escáneres muestran que dos de ellos pueden albergar vida y su atmósfera y gravedad son compatibles con la vida humana.

Comisario Hofstader: De acuerdo, elegiremos el más pequeño para empezar con la misión de exploración. Comisario Wolowitz, prepare la compañía 34, como es habitual, la dirigirá usted en persona. Quiero que busque una zona fácilmente defendible y monte un campamento fuertemente armado. Exploraran las cercanías con patrullas y si en una semana no han tenido ningún problema, bajaran los equipos científicos a hacerles compañía. La base estará seis meses y luego les relevará otra compañía que desplegaremos en otra parte del satélite para seguir con la exploración.

Comisario Wolowitz: Si señor, ningún problema. No le decepcionaré.


El Comisario Wolowitz se cuadró y saludó. Esperó en posición de saludo, inmóvil a que sus dos superiores le devolvieran el saludo para poder retirarlo. Estos le hicieron esperar unos segundos y saludaron. Dio media vuelta y abandonó el puente de mando. Estaba algo confundido, no esperaba que le asignaran la misión de exploración inicial, había otros 5 comisarios con su misma antigüedad, al mando de compañías similares a la suya y todos tenían mejor expediente que él. Su compañía había llegado a ser acusada de rebeldía, por su baja predisposición a la disciplina militar, eran buenos muchachos, si, pero les faltaba algo. En los últimos combates su actuación había sido tildada de “cuestionable”, varios hombres había huido de sus posiciones y algunos otros se les encontró escondidos sin disparar contra el enemigo. Cuando el comisario pensaba que se iban a enfrentar a un pelotón masivo de fusilamiento, él incluido, habían llegado órdenes de que embarcaran en el Crucero Enterprise con destino a un mundo al que no había llegado la guerra … la guerra, la guerra estaba por todas partes y después de diez años de luchas en planetas lejanos a Terra, contra alienígenas de todo tipo, monstruos, humanoides y algunas veces contra otros destacamentos traidores al Emperador. Había dado muerte a cientos de seres extraños y a cientos de seres humanos. Aún así, durante su carrera no había logrado ascender, siempre había sido tenido por un comisario permisivo y benevolente, a pesar de que había ordenado varios fusilamientos en su compañía, pero era bueno con sus hombres, no muy estricto y no consentía que sus sargentos y oficiales golpearan o maltrataran a la tropa. La consecuencia de esto era que la desidia reinaba en la compañía 34 … todo el mundo sabia que era un deshonor que te destinaran a esta compañía. Al comisario Wolowitz no le importaba, para el era más importante salvar cuantas más vidas mejor, ya estaba harto de guerra y muerte, no le importaba su carrera si podía conseguir que muchos de sus hombres se licenciaran, aun con deshonor, y volvieran a sus casas. Pero esta vez era distinto, le estaban dando una segunda oportunidad, una misión inicial de exploración!!! Si encontraban algo que mereciera la pena, algún ser vivo que tuviera importancia para los científico o mejor aun, un mineral valioso… seguro que le valdría un ascenso y todos los errores del pasado quedarían olvidados, su expediente quedaría limpio y todos dejarían de mirarle como un cobarde… incluso podría ser que le nombraran Comisario de Crucero, sin nadie que le diera ordenes en la nave y podría tomar sus propias decisiones. Las cosas iban a cambiar.

Megafonía de la nave: Atención a todo el personal de combate de la compañía 34, prepárense para embarcar en las valkirias del muelle 14 a las 00:00 horas, lleven todo el equipo de combate. Atención a todo el personal de combate de la compañía 34, prepárense para embarcar en la valkirias del muelle 14 a las 00:00, lleven todo el equipo de combate.

El Comisario Wolowitz se reunió con sus oficiales, el capitán de la compañía y segundo al mando y tres tenientes, dos de ellos recién incorporados de la academia y con unos expedientes lamentables y las notas más bajas en todos los exámenes de esa promoción. El Capitán, Koothrappali, no compartía el credo del comisario. Pero no podía hacer nada. Era un buen capitán, pero mientras el comisario protegiera a las tropas, no podía poner en práctica la disciplina que a él le hubiera gustado en sus hombres. Simplemente esperaba su oportunidad, esperaba que de una vez fusilaran al maldito Comisario que le había tocado aguantar y le impedía prosperar en la vida, nunca lograría ascender a Comandante mientras estuviera en la Compañía 34. En varias ocasiones había estado a punto de asesinar al comisario, recogiendo del suelo el arma de algún enemigo abatido, había pensado matar con ella a su superior. Su sentido del honor, siempre lo había impedido. Y a veces se arrepentía amargamente de no haberlo hecho.

El Comisario dio las ordenes entusiasmado, lo que extrañó a los oficiales, siempre estaba cabizbajo y abatido antes de cualquier misión, esta vez se le veía contento y alegre. Hablaron sobre la logística, víveres, material necesario, armamento. El comisario ordenó llevar todo la equipación y armamento disponible, más de lo habitual, no sabían que podían esperar del satélite, decían que podía albergar la vida, pero de que clase, no lo sabían.

A las 23:30 el Comisario Wolowitz llegó al muelle 14. Su compañía estaba formada y todo el equipo preparado. Sus oficiales habían hecho un buen trabajo. Pasó revista rápidamente y comprobó la lista de materiales cargados. Todo parecía en orden y ordeno embarcar a las tropas. Todo se hizo en silencio y de manera muy militar. Sus hombres estaban entusiasmados con una misión de exploración y se habían esmerado en prepararlo todo. Ya se merecían un descanso de tantas misiones de combate, una tras otra, de amigos caídos, de compañeros muertos. Está vez, volvería con sus 81 hombres tras 6 meses de vacaciones en lo que esperaba fuera un paraíso vegetal y animal. Sin oír disparos ni explosiones, sin mancharse de sangre, sin tener que enterrar a nadie, sin tener que coger sus chapas identificativas de sus cuerpos fríos y sin tener que escribir los malditos informes de deceso. Odiaba esos informes, veía las caras de los hombres de los que hablaba mientras los escribía, pensaba en sus familias, en quien seria el siguiente, en la cuenta tiempo atrás perdida del número de informes que ya había escrito.

Valkiria de transporte 003 a puente: Valkirias cargadas y listas para el despegue. Autorización para iniciar el despegue.

Puente: Aquí puente, despegue autorizado. Buena suerte en la entrada Valkirias!!!

Las valkirias iniciaron un leve ascenso dentro del muelle. Todo el personal había abandonado la cubierta y las puertas al espacio exterior se abrían lentamente. Todo el aire contenido en la cubierta salió de golpe al espacio. Las valkirias fueron saliendo en orden y se alejaron despacio del crucero acercándose a la atmósfera del satélite más cercano. Al tomar contacto con la atmósfera, las turbulencias hacían que ni siquiera se pudiera hablar, la velocidad de descenso mantenía a los soldados paralizados de miedo. Algunos veteranos, dormían ante las atónitas miradas del resto de compañeros. Las turbulencias cesaron y el vuelo de las naves se estabilizó. Descendieron hasta un kilómetro del suelo. Siguieron sobrevolando durante más de treinta minutos.

Valkiria de transporte 003 a compañía 34: Hemos visualizado una zona óptima para tomar tierra, prepárense para el aterrizaje.

Las turbulencias se acentuaron, hubo varios giros de la nave y despacio, muy despacio, toco tierra. Los hombres se quitaron los cinturones y comenzaron a cargar sus equipos y armas. Los sargentos daban voces, los oficiales supervisaban. Las trampilla de las valkirias se abrieron y unos exploradores armados y sin equipo salieron deprisa de cada nave y formaron un perímetro defensivo alrededor de las valkirias. Todo se hizo rápido y minuciosamente. De dos de las valkirias de transporte salieron cuatro chimeras, cargados con víveres, armamento pesado y otros materiales para construir el campamento. Tras una señal del Comisario al Capitán de la valkiria 003, estas cerraron las trampillas e iniciaron un lento ascenso y volvieron al crucero.

Día 1.

El comisario indico una dirección y los oficiales pronto formaron una columna de viaje, con dos cimeras en vanguardia y dos en retaguardia, los soldados formaban tres secciones y avanzaban en columna de a dos soldados. En la segunda cimera iba el Comisario Wolowitz. Desde la valkiria había observado unas colinas en esa dirección y había tomado la decisión de montar encima de la más elevada la base, así sería mucho más fácil de defender en caso de ataque. Ataque que no esperaba, pero no estaba de más tomar las típicas precauciones y ceñirse al manual. La marcha les llevaría todo el día, a paso lento, para no cansar a los hombres. Ahora tenía tiempo para fijarse en el ecosistema del planeta. No veía ningún animal, pero era lo normal, con el ruido de los chimeras y el aterrizaje y el despegue de las valkirias debían haber espantado a toda forma de vida en 30 kilómetros a la redonda. La vegetación era extrañamente normal, una verde hierba cubría el suelo, había árboles de varios tipos, se veían bosques, montañas a lo lejos. La primera chimera se detuvo y el comisario miró al frente. Era un riachuelo. Parecía agua normal y corriente, clara, limpia. Un soldado que rápidamente se acerco a la orilla, introdujo un aparato alargado y espero, miro al comisario y levanto un pulgar hacia arriba. El comisario dio la orden de seguir y atravesarlo, tenia unos 80 centímetros de profundidad en la parte central y medía unos 4 metros de ancho, el agua fluía lentamente. El comisario creyó ver algunos peces, pero podían haber sido reflejos en el agua. Los soldados protestaron un poco por tener que mojarse y alguno se lo pensó dos veces antes de entrar en el agua. Esto molesto al comisario y ordeno a la chimera de vanguardia ir a “paso ligero”, obligando a correr al trote a toda la columna y a tragar el polvo de las dos chimeras de vanguardia. Dos horas después, ordenó volver al paso normal. Eso haría ver a sus hombres que quería una misión seria y disciplinada.

A la derecha, se elevaba una meseta, parecía cortada en su cumbre, de unos doscientos metros de altitud sobre el terreno colindante. La columna se dirigió hacia allí y comenzó la ascensión. Rápidamente los soldados quedaron atrás y los cuatro chimeras llegaron a la cumbre mucho antes. El Comisario vio que se trataba de un lugar ideal para un campamento defensivo, hizo un gesto de asentimiento al capitán de la compañía y este empezó a repartir órdenes a oficiales y sargentos. En unos minutos todos los soldados estaban ociosos como hormigas. La cumbre de la meseta era cuadrada y tenia unos 150 metros de lado aproximadamente. Primero se descargaron las chimeras en el centro del campamento y cada una de ellas ocupo una esquina del cuadrado. Encima de cada cimera se montaron unas pequeñas torretas de observación con focos que apuntaban al exterior del campamento. Las chimeras se unieron unas a otras con hileras de sacos terreros y alambres de espino. Salvo en uno de los lados en los que se instalo un control de accesos para entrar y salir de la base, con dos puestos de armas pesadas, uno a cada lado. Uno de ellos era un magnifico cañón automático, un arma de un alcance extraordinario. El otro, una ametralladora de apoyo. En el lado opuesto de la base, se montaron otros dos puestos de armas pesadas, ambas ametralladoras. Y en el centro de la base un grupo de 4 morteros. Se montó una tienda para el Comisario y el Capitán, otra para los oficiales. Otra para los sargentos y mandos intermedios y tiendas de campaña biplaza para la tropa. Se monto un almacén de armamento y equipo y otra tienda enorme que hacia las veces de comedor y zona de ocio cuando no era la hora de las comidas. Los tres tenientes se echaron a suertes la rotación de guardia, patrulla y descanso que empezarían de inmediato. El teniente que tuvo la suerte de sacar turno de descanso para si mismo y sus hombres, sorprendió poniendo a trabajar a los suyos en los últimos detalles del campamento base.

El Comisario Wolowitz se dirigió a su tienda, donde habían montado un equipo de comunicación con el crucero de batalla Enterprise. Era un sistema algo rudimentario de mensajes cifrados. Envió un mensaje con las coordenadas del campamento y un breve “Campamento operativo. Esperamos instrucciones”. Y se dispuso a cenar. Abrió su ración de campaña y como era habitual en una primera exploración, la primera ración contenía un paquete especial que contenía una pastilla roja. Se trataba de una mezcla de antibiótico de amplio espectro y otros contenidos, un acelerador de metabolismo. Siempre era roja, pero esta vez el Comisario observó que era distinta, color naranja con otra forma distinta y unas S y Z inscritas en su superficie. Revisó el envoltorio de la pastilla y era el de siempre, venia la inscripción: Pastilla de adaptación a ecosistemas diversos, y el contenido de la pastilla y sus posibles efectos secundarios. Lo de siempre. Se dirigió a la cocina y pregunto a los soldados encargados si habían notado algo distinto en las raciones. Todos coincidieron en el pequeño detalle de la pastilla. Algunos bromearon sobre sus efectos y otros simplemente comentaron que debía de tratarse de un cambio de fabricante o de una mejora genética o química en la pastilla.

Día 2.

Al día siguiente, en el desayuno, toda la tropa comentaba la mejoría de esta pastilla en lo referente a los efectos secundarios, ya que nadie había notado ninguno. Eran habituales los vómitos, las migrañas y alguna que otra erupción por el potente contenido de la pastilla. Todo iba increíblemente bien en esta misión, era de exploración y no de combate y ahora el pequeño detalle de la pastilla, la única pega a la exploración de nuevos mundos. La primera patrulla iba a salir de la base y el teniente pidió autorización al Capitán Koothrappali. Este le dio varias directrices en cuanto al tiempo y la distancia, que no abrieran fuego hasta que no fueran atacados y que mantuvieran un constante contacto por radio con la base. Le deseó buena suerte y le estrecho la mano. Al salir el teniente de la tienda de mando, entró otro oficial que estaba fuera esperando. Era el teniente encargado de la guardia de esa noche y vino a informar de que no había habido ninguna novedad en toda la noche. El cielo extraño y los raros colores del amanecer era lo único distinto al campamento de entrenamiento en su planeta natal, tan lejano en tiempo y en su memoria. El día pasó tranquilo, con los últimos preparativos en el campamento, todo estaba listo. La patrulla regresó sin novedad importante, se había registrado un sector completo, una zona de un kilómetro de ancho por cinco de largo, sin ningún contacto hostil. Tan solo vegetación extrañamente familiar, cursos de agua potable provenientes de las montañas muy similares a nuestros ríos, bosques en los que se había evitado entrar por ahora. Ningún mineral, ninguna muestra biológica interesante. El informe decepcionó levemente al Comisario. Toda la tropa cenó en la tienda destinada para ello menos los soldados en los puestos de guardia. Estaban muy animados y alegres, en un mundo acogedor, con seis meses por delante de férrea disciplina y trabajo, si, pero sin guerra.

Día 3.

La alarma sonó unas dos horas antes del amanecer. Todos los soldados se armaron y salieron a toda velocidad de sus tiendas buscando sus mandos y ocupando las posiciones preestablecidas de defensa. Todos vieron al Capitán cerca de uno de los puestos de guardia y los dos soldados encargados de la ametralladora estaban de rodillas delante de él. Todo el mundo que presenciaba la escena sabía lo que había pasado. El Capitán había sorprendido a los dos soldados dormidos en su guardia. El Comisario llegó frente al Capitán.

Comisario Wolowitz: ¿Qué es lo que pasa aquí Capitán? ¿Por qué ha hecho sonar una falsa alarma? (Aunque el Comisario sabia que había pasado y que iba a pasar ahora…)

Capitán: Al parecer Señor Comisario, tenemos una grave falta de disciplina entre nuestros hombres. Que esta sea una misión de exploración y no de combate no cambia nada. El reglamento es muy concreto en esta clase de faltas y estos hombres deben ser fusilados inmediatamente. Han puesto en peligro la vida de todos los hombres de esta compañía con su negligencia y deben pagarlo con la vida.

El comisario no podía salvarlos. No podía hacer nada por estos hombres sin someterse a un consejo de guerra inmediato por parte de sus oficiales. Una negligencia leve podría ser discutida, pero dormirse en la guardia y en un puesto armado. Vaciló unos segundos y el Capitán se impaciento.

Capitán: ¿¡Comisario!?

Comisario Wolowitz: Primer pelotón de la primera sección. Teniente Farrah Fowler. Ejecute a estos dos soldados.

El Capitán no pudo disimular una sonrisa de triunfo. Aunque había sido una victoria fácil y casi hubiera deseado que el Comisario cometiera el error de no fusilar esos dos hombres. Eso le hubiera dejado capacidad de maniobra para librarse del maldito Comisario.

El teniente Farrah Fowler hizo un gesto al sargento del primer pelotón. Este y un cabo cogieron a los prisioneros y los llevaron debajo de la colina. Les siguieron los soldados del primer pelotón, tristes, cabizbajos, con sus armas al hombro. Nadie quería que esto sucediera, nadie excepto el Capitán. El mismo Capitán sugirió que toda la base debería presenciar el fusilamiento como aviso a lo que el Comisario accedió de mala gana. Toda la base, menos los responsables de los almacenes y los soldados en los puestos de guardia de los nidos de armas pesadas y las chimeras (aunque algunos tenían visión desde su guardia, pero miraban para otro lado), se apiñó al borde de la base que daba a la zona donde iban a fusilar a los dos soldados. Todo se hizo rápido, fríamente y en silencio. No se oía nada. Y desde la colina los destellos de los rifles láser y el desplome de los cuerpos pareció algo irreal. El mismo pelotón cavó dos agujeros superficiales cerca de donde habían caído sus compañeros, arrancaron sus chapas identificativas y los taparon con una ligera capa de tierra. No era un gran agujero pues el olor no llegaría hasta la base y los soldados no quisieron tardar más de lo necesario en esa desagradable tarea. El teniente Farrah Fowler entregó en persona las chapas al Capitán, que las miró con desprecio. Satisfecho con su caza nocturna, el Capitán entrego las chapas al Comisario.

Capitán: Aquí tiene Señor Comisario, las chapas de esos dos aspirantes a Guardias Imperiales. En el nombre del Emperador se ha hecho justicia. Puede redactar el informe Comisario.

Comisario: Creo que es mejor que lo redacte usted, Capitán Koothrappali. Ya que fue usted el único testigo de lo que pasó exactamente, sabrá expresar mejor que yo su celo por las normas y el hecho de que con su presencia se cumplen a rajatabla.

La pulla del Comisario no fue bien recibida por el Capitán.

Capitán: No crea que he disfrutado con esto, quizás nos hagan falta esos dos soldados en un futuro cercano. Y preferiría que fuera otro el que hubiera estado en el lugar de esos dos muchachos. Yo redactaré esos informes, Señor.

El Capitán saludo, pero no espero el contra saludo, dio media vuelta y salió de la tienda deprisa. El Comisario pensó que esta vez el Capitán había ido demasiado lejos al expresar en su cara el desprecio que le profesaba y su deseo de eliminarle de su camino. Tendría que tener cuidado con el Capitán. Podría, incluso, intentar matarle.

La patrulla salió con las mismas premisas que la del día anterior. Todos los soldados parecían cansados, pues no habían dormido bien. El fusilamiento los había devuelto a todos a la dura realidad, en una misión de exploración en la que todos esperaban no tener que disparar en los seis meses, habían perdido dos compañeros nada más empezar y lo peor, que ningún enemigo los había matado. Habían sido ellos mismos. Nadie quería hablar. Todos querían olvidar. Los soldados de guardia miraban con recelo la tienda de mando, por si el Capitán salía en cualquier momento. Estaban tensos y vigilaban más hacia dentro de su propia base que hacia afuera. Y tenían miedo, pues sabían que el Capitán tenía más poder que el Comisario y que era un enemigo que dormía con ellos.

Pasó el día y la patrulla regreso. Los soldados rompieron filas y se dedicaron a reponer fuerzas, su aseo personal y cenar un poco. El teniente Farrah Fowler, jefe de la patrulla, entró en la tienda de mando a presentar su informe. Dentro de la tienda, por casualidad se encontraban ambos mandos, el Comisario y el Capitán. El teniente dudó de a quien dirigirse, pero para expresar su disconformidad con el fusilamiento se dirigió directamente al Comisario, dejando de lado al Capitán.

Teniente F.F.: Señor, sin novedad en la patrulla. Cero bajas. Sector explorado y mapeado sin nada reseñable que añadir. Los hombres respondieron perfectamente. Vimos algunos animales, Señor… de lejos… pero son extrañamente similares a los que hemos visto en video grabaciones del siglo XXV en Terra. Juraría que vi…. Un ciervo, señor-

Comisario: ¿Un ciervo? ¿Está usted seguro? ¿Qué posibilidades hay de que un animal extinto de Terra viva en un planeta al otro lado del universo? Eso seria muy interesante a nivel científico, sin duda. Creo que la prioridad para mañana sea la de capturar uno de estos animales para que lo vean los científicos en cuanto bajen al campamento.

¿Estaría ahí la salvación de mi carrera? Pensó el Comisario.

Teniente F.F.: Si señor, transmitiré las ordenes al Teniente de relevo, Señor.

Comisario: Excelente Teniente, retírese y vaya a descansar

Capitán: Si, teniente, retírese, buen trabajo.

El teniente, haciendo caso omiso del Capitán, se dirigió nuevamente al Comisario.

Teniente F.F.: Señor, puedo preguntarle por que han movido los cadáveres de los soldados fusilados, ¿señor?

Comisario y Capitán: ¡¿¡Qué!?!

Comisario: ¿Cómo dice Teniente? Nosotros no… ¿Qué es lo que ha visto? Explíquese.

Teniente F.F.: ¿No hemos sido nosotros? ¿No han dado la orden de retirar los cadáveres de sus tumbas? Señor, al regresar a la base pasamos cerca de ellas, la tierra estaba removida y las tumbas vacías. Había restos de sangre, pero nada más. ¿Dónde los han puesto, Señor?

El Comisario y el Capitán cruzaron las miradas sin decir nada.

Capitán: Teniente, organice una patrulla inmediatamente, bajaré yo mismo a ver que cojones está pasando aquí. Con su permiso, Señor Comisario, por supuesto.

Comisario: Si, Capitán. Bajaré yo también a ver que ha sucedido. ¿Cree usted que habrán sido nuestros hombres o habrán sido animales atraídos por el olor?

Capitán: Dudo mucho que hayan sido nuestros hombres, no, después del fusilamiento. Pero si han sido ellos, encontraré al responsable y arderá en el fuego sagrado de nuestro Emperador, lo juro.

Comisario: No se adelante Capitán, habrán sido animales, el Teniente dijo de haber visto varios. No quiero perder más hombres por suposiciones absurdas. Y si han sido nuestros hombres, yo personalmente me encargaré del escarmiento. No quiero perder más hombres, Capitán. Salgamos.

Capitán y Teniente: Si, señor!

En dos minutos un pelotón de nueve hombres y el Teniente Farrah Fowler estaban preparados para escoltar a los dos mandos fuera de la base.

Capitán: Señor Comisario, ¿cree necesario bajar usted también? No es sensato que ambos mandos de la Compañía bajen por este pequeño incidente, si es que es cierto que los cadáveres no están en sus fosas. Cosa que empiezo a dudar, el Teniente no habrá visto bien.

Comisario: Pues quédese Capitán, yo bajo.

El comisario empezó a andar y el teniente dio la orden de marcha, los hombres formaron un círculo alrededor de sus mandos y el teniente se puso en cabeza. En unos minutos llegaron a las tumbas. Ciertamente, parecían removidas, como si alguien hubiera escarbado en ellas. No había rastro de los soldados y un rastro de sangre apuntaba al bosque más cercano, como si alguien hubiera arrastrado los cadáveres hacia el refugio del bosque. Todos guardaban silencio. No estaban asustados ni mucho menos, parecía más una broma de mal gusto que una amenaza.

Capitán: Si tenemos más bajas, Comisario, habrá que hacer hoyos mucho más hondos, para que esto no vuelva a ocurrir. Deberíamos dejar algún señuelo y poner algunos hombres para cazar al animal que se llevo a estos traidores al Emperador.

Comisario: No. Hoy no. Ya anochece. Mañana la patrulla se encargara de registrar ese bosque palmo a palmo, aunque solo encontremos los huesos de esos soldados. Esta noche no encontraríamos nada.

Capitán: Como ordene, Comisario.

La noche pasó tranquila para los soldados de guardia, el resto, durmió plácidamente. Tan solo uno de los soldados habitualmente destinado en cocina tardo en conciliar el sueño y apenas durmió un par de horas.

Día 4.

La patrulla salió temprano, con la premisa de encontrar los cuerpos, seguramente destrozados de los soldados fusilados. El teniente al mando, Kripke, había quedado encantado con su tarea, se ahorrarían una caminata de más de veinte kilómetros a cambio de registrar el bosque cercano, podía desplegar a sus hombres en binomios por zonas y el quedarse en el centro y pasar todo el día sentado esperando los informes de los soldados. Se internaron como un kilómetro en el bosque y el teniente dio las órdenes de hacer patrullas por binomios, dos horas andando en una dirección cada patrulla y tres horas para regresar. El soldado más novato del pelotón se quedaría con el teniente. Unos veinticuatro hombres formaron por parejas y un suboficial marco las direcciones a seguir. Los suboficiales estaban confusos con las órdenes, no les caía muy bien su Teniente, era un vago, siempre delegaba, nunca entrenaba o hacia ejercicio con la tropa, nadie le había visto correr, ni hacer ningún esfuerzo físico. Solo daba órdenes. Los soldados empezaron a explorar el bosque.

Habían pasado más de cinco horas y no había vuelto nadie. El teniente, que había dormido una siesta y ahora comía una ración de campaña placidamente recostado contra el tronco de un árbol. Al terminar, comprobó su reloj y maldijo. Casi seis horas. Una hora de retraso y no había vuelto ninguno de los binomios, de los doce binomios. El teniente pensó que iba a tener que poner algunos castigos disciplinarios severos a sus hombres, quizás algunos latigazos al que no llegara antes de otra hora.

Teniente Kripke: Soldado!! Esperaremos otra hora, y luego nos marcharemos a la base. No pienso ponerme a buscar soldados perdidos cuando se haga de noche.

Soldado: A la orden, mi Teniente!

Las tres radios que llevaba la sección, habían quedado en poder del teniente, para que la base no supiera lo que había hecho, así que no podía comunicar con sus sargentos de ninguna manera. El teniente se puso nervioso. Si volvía solo con un hombre a la base, tendría problemas. Maldita sea! Con lo bien que había ido el día!

Un grito. Desgarrador. De pánico. Era un grito humano. Era un grito de uno de sus hombres. Voces. Confusión. Se acercaban. Jadeos. Seis hombres aparecieron por una dirección, unos no traían armas, otros estaban heridos, tenían sangre. Uno era llevado en brazos por un compañero, otros se daban la vuelta y abrían fuego.

Teniente Kripke: ¡¡¡ALTO EL FUEGO!!! ¿QUÉ COJONES ESTÁ PASANDO AQUÍ? ¿A quien coño estáis disparando y donde están los demás?

Soldados: Eran ellos, señor! Señor! Eran ellos…. Por el Emperador, eran ellos.

Más gritos provenientes del bosque interrumpieron la extraña conversación... Los soldados aterrados dispararon en esa dirección.

Soldados en el bosque: Alto el fuego, alto el fuego maldita sea, somos nosotros, habéis matado a Glavehauser malditos gilipollas!

Teniente Kripke: Alto el fuego!!!

El teniente no sabía que hacer, no podía pensar con claridad y no sabia quien era su enemigo. Cinco soldados más aparecieron en circunstancias similares, heridos, salpicados de sangre, alguno con disparos de armas láser en sus armaduras.

Teniente Kripke: ¿Y esos disparos? ¿Quién os ha disparado? Hablad. ¿Quién coño hay en el bosque?

Un soldado: ¿Qué? Señor! Lo siento señor! Nadie disparaba señor, ha sido entre nosotros, señor, todo ha sido muy confuso, señor. Pero juraría que nadie nos disparaba, señor, pero eran ellos, nos atacaron ellos señor y luego todo era confuso y solo pudimos correr hacia aquí.

Teniente Kripke: ¿Pero quienes son ellos?

Un soldado: Los soldados fusilados Señor, Kaley y Cuoco, señor, con todos los respetos. Debían ser adoradores del Caos, señor, no están muertos, son demonios, nos atacaron con sus manos, , … primero nos sorprendimos de verlos, pero sus caras eran horrorosas, se nos echaron encima y mordieron a algunos de nosotros, les disparamos, pero no morían, señor, no morían, por el Emperador, el caos estaba en ellos señor, o está en este maldito planeta. Conocíamos a esos soldados desde hace años, señor, como es posible, no lo entiendo, no adoraban al Caos, lo hubiéramos sabido.

Teniente Kripke: ¿Caos? ¿Aquí? ¿Ellos? Es imposible. Y hemos venido sin un maldito psíquico autorizado. ¿Por qué no hemos traído un psíquico como es habitual? Volvamos a la base, no podemos responder al ataque y ¿Dónde están los demás?

Otro soldado: Muertos señor, algunos cayeron por fuego amigo, todo era confuso, todos llevamos el mismo uniforme, unos atacaban a otros, les mordían, les arrancaban los órganos… sin duda es el Caos, señor, está aquí, en el planeta. Eran Kaley y Cuoco, señor, yo también los vi, aunque no los reconocerían ni sus familias, señor. Eran demonios, demonios le digo.

Teniente Kripke: Silencio!!! Callaros de una vez, ayudad a los heridos y volvamos a la base a informar.

Los trece supervivientes regresaron como pudieron a la base, los centinelas de la entrada les miraron horrorizados y rápido dieron la alarma. Todo el campamento se puso en alerta, encendieron los focos del perímetro y los hombres se pusieron en guardia en sus puestos. El Capitán y el Comisario salieron de su tienda rápidamente y se quedaron sin habla al ver lo que quedaba de una sección y del estado en que se encontraban.

Capitán: ¿Qué ha pasado? ¿Quién nos ataca?

Teniente: Nadie señor, estos hombres necesitan atención médica y será mejor que les informe en la tienda de mando.

Capitán: ¿Dónde están el resto de sus hombres?

Teniente: En el bosque señor, perdidos, puede que alguno esté muerto, como Glavehauser, murió por fuego amigo, señor.

Capitán: ¿Pero que ha hecho Teniente? ¿Fuego amigo? ¿Qué mierda de patrulla ha organizado usted Teniente?

Teniente: Señor, es el Caos, señor, puede estar en el planetoide Señor, los hombres dicen haber visto cosas muy raras, demonios, señor, dicen que los soldados fusilados Kaley y Cuoco estaban vivos…

Comisario: Imposible, todos vimos como morían!!!

Teniente: yo no los vi, señor, eso dicen varios hombres, los conocían bien y los cuerpos han desaparecido de sus tumbas, serian posible que fueran adoradores del Caos, señor?

Comisario: Atended a esos hombres, llevarlos a la enfermería. Entremos en el puesto de mando. ¿Cuántos no estáis heridos, soldados? Entrad con nosotros.

Soldado 1: yo señor, apenas es un rasguño.

Soldado 2: yo tampoco señor.

Soldado 3: ni yo.

Comisario: Bien, entrad con nosotros y contarnos que pasó.

Capitán: No, primero lávense y pónganse presentables, tienen 5 minutos para pasar revista en la tienda de mando. Lo van a poner todo perdido Señor Comisario.

Comisario: Bien, Capitán, como quiera, los demás que reciban asistencia medica. ¿Hay alguno grave?

Soldado 2: Ninguno señor, solo son mordiscos y magulladuras. Alguno tiene algún impacto de láser pero la armadura nos ha salvado, al menos a los que aquí estamos. Los que quedaron atrás, ellos si están muertos, muertos, muertos…

Comisario: Bien, ya lo veremos, entremos.

El teniente y el soldado que había quedado con el en el bosque entraron en la tienda de mando detrás del Capitán y del Comisario. Les contaron lo sucedido a la llegada de los soldados asustados, ellos no habían visto gran cosa y poco pudieron decir. El Comisario se incomodó en su silla al oír hablar del Caos y de que Kaley y Cuoco pudieran ser adoradores infiltrados en su unidad.

Capitán: Quizás se durmieron adrede en la guardia para que los fusiláramos y convertirse en demonios. Quizás… tiene que solicitar la presencia de un psíquico autorizado, señor.

Desde fuera de la tienda: Permiso para entrar, señor comisario.

Comisario: Entren. Pasen. En orden, Cuenten lo que paso.

Aunque estaban más tranquilos, los tres soldados pudieron decir poco más de lo que habían explicado al teniente en el bosque. Contaron lo mismo. Los sargentos habían caído. Algunos soldados confusos se dispararon entre ellos cuando vieron que soldados con el mismo uniforme les atacaban, nadie sabía quien disparaba, quien era el enemigo, quien era amigo. Todos huyeron.

Capitán: ¿Así que abandonaron a otros hombres que posiblemente estén heridos en el bosque? ¿Y ni siquiera pueden decir quien les atacó? ¿Quién es el enemigo? Deberían fusilarles a todos ustedes por su ineptitud militar. No es un delito militar perder un combate, pero informar de esta manera, cuentos, muertos que viven, demonios, caos en este sector, y ni una prueba, ni un prisionero. Se han disparado ustedes entre ustedes cuando nadie les disparaba. Teniente, queda usted degradado con efecto inmediato a Sargento, aunque conservará el mando de lo que queda de su sección. Por falta de otros oficiales. Es usted un militar nefasto y un incompetente. Por el Emperador le juro que pediré al Comisario Hofstadter que le haga a usted un consejo de guerra.

Comisario Wolowitz: ¡Ya está bien Capitán! Señores, vayan a descansar y a ver como están sus compañeros. Mañana se les informará de la línea de acción a seguir. Pueden retirarse. Vayan ustedes tres a la enfermería, por lo que veo, también tienen algunas heridas superficiales.

Teniente (Ahora sargento) y soldados: Si, señor.

El comisario estaba apenado, no por los hombres perdidos en si. Llevaba muchos años perdiendo hombres. No era eso. Es que su idea de seis meses idílicos en ese paraíso sin guerra y sin bajas se había ido al traste en solo 72 horas. Ahora todo era distinto, estaba en guerra y el problema es que no sabía contra quien. Y pensaba de cómo iba a informar al crucero. Que es lo que iba a decir. ¿Caos? Eso era ridículo. Dos fusilados que salen de sus tumbas? No. El comisario envió el siguiente mensaje cifrado:

-Fusilamiento disciplinario: dos soldados.

Y decidió no informar de nada más hasta saber que había pasado. Mañana buscarían supervivientes y encontrarían las respuestas. Y entonces ya informaría de lo que había pasado. El comisario buscó al teniente de guardia y le ordeno doblar los efectivos y estar muy atentos. Los soldados que tendrían que quedar de retén en sus camas pasaron la noche en las chimeras, mirando por las ventanas y apuntando con sus rifles. Los rumores de que el caos podría estar en ese planeta habían corrido por la tropa y ya había exageraciones y teorías sobre lo que había pasado. A partir de ahora, todos estaban sobre aviso, ya nadie estaba relajado en ese supuesto planeta sin peligro alguno.

El turno de descanso, los supervivientes de la sección de patrullaje y los mandos se fueron a dormir. La sección de guardia quedo en alerta completa, unos 25 hombres vigilaban el campamento, alerta, en todas direcciones, con visores nocturnos, infrarrojos, sensores de movimiento. Si algo se acercaba sufriría una cantidad de fuego suficiente para destrozar un knarloc mayor antes de que llegara a la puerta de la base.

La noche transcurría silenciosa y plácida. Unos soldados se paseaban por el centro de la base, era la dotación de los morteros, tres soldados y un cabo con experiencia en el uso de esa arma. No habían echo caso de los morteros desde que los instalaron al llegar, pero con la alerta para esa noche, el teniente de guardia, decidió poner una dotación con puesto de radio por si algo se acercaba desde el bosque, no darle ni una oportunidad. Había movimiento en la tienda comedor, se había dividido en dos y una parte se había habilitado como enfermería. Ocho soldados heridos estaban allí durmiendo con un enfermero de guardia, pero ahora había movimiento. Se oyó un pequeño golpe y un forcejeo. Unos gorgojos, como alguien que se ahoga. Los soldados de la dotación hablaron entre si, uno de los heridos más graves debía estar en las últimas. Volvieron la mirada hacia otro lado, pues no querían mirar hacia la muerte de uno de los suyos. Dejaron de oír ruido alguno. Suspiraron. Mañana tendrían que enterrar a otro compañero.

De la tienda comedor-enfermería salieron silenciosamente los soldados heridos en el bosque. Arrastraban los pies. Las miradas perdidas, las bocas manchadas de sangre. Se acercaron sigilosamente a la dotación del mortero. Cuando estos notaron su presencia quedaron impresionados, al ver a sus compañeros allí, no gritaron, no dieron la alarma, les cayeron encima y empezaron a morderlos y a comérselos vivos. Uno de ellos despertó del sopor de la escena y dio la alarma.

Soldado: Alarma!!! Alerta!!! Los enemigos están dentro de la base, dentro de la baaaaaaaaaagggghhhhhh….!!!!

Los focos de las torres apuntaron hacia el centro de la base. La escena era terrible. Soldados de la Guardia imperial, comiéndose entre ellos, como animales, como locos salvajes, inhumanos. La sirena de la base sonó, el teniente de guardia habló por megafonía.

Teniente de guardia: Alto o abriremos fuego. Si se mueven abriremos fuego. Pónganse de rodillas para ser detenidos e interrogados. Aléjense de los soldados heridos.

Los seres extraños estaban quietos, de pie, habían dejado de comerse a los soldados del mortero que yacían en el suelo, muertos. Los focos cegaban a los seres y estaban paralizados. Levantaban la cara, olisqueando el aire. En un mismo momento los soldados y mandos que estaban durmiendo salieron armados alertados por los gritos de alarma. Pararon en seco al ver esos guardias convertidos en monstruos carnívoros. El Capitán disparo con su pistola láser al que tenia mas cerca, tres disparos en el pecho. El ser, se miro el pecho y emitió una especie de grito terrorífico a la vez que avanzaba hacia el Capitán, el resto de seres avanzó hacia los soldados recién levantados. Los puestos de guardia no podían abrir fuego, pues hubieran abatido a muchos soldados. Los soldados petrificados por la escena, el miedo, viendo que el Capitán no había logrado abatir ni herir a uno de ellos con tres descargas láser no sabían que hacer. El Comisario grito: ¡FUEGO! Justo a tiempo y todos ellos abrieron fuego a la vez sobre los seres demoníacos. Nada los detenía. El comisario abatió a dos de sendos disparos en la cabeza. El resto de soldados, que disparaban a las piernas y el cuerpo no lograron detener a ninguno. Los seres llegaron a los soldados agarrándolos, arañándolos, mordiéndolos. Y el caos se desató por el campamento. Algunos soldados atacados por estos seres seguían disparando sus rifles en cualquier dirección alcanzando a centinelas y compañeros. El teniente de guardia dio la orden de ponerse a cubierto, pero fue alcanzado en el estomago y cayó doblado hacia delante. Los guardias de la puerta, en sus nidos de ametralladora no podían disparar hacia dentro del campamento, pues barrerían con todo con el calibre de sus armas. No se dieron cuenta que por la cuesta de entrada a la base venían por lo menos diez soldados de la guardia heridos, arrastrando los pies, gruñendo, olisqueando el aire. Cayeron sobre los soldados de los nidos de la entrada sin resistencia ninguna, los gritos en el campamento venían de todas partes. Los soldados de los chimeras cerraron las puertas de los vehículos y hacían disparos sueltos, pero no distinguían muy bien a amigos de enemigos. Varios disparos alcanzaron los focos de dos torres de vigilancia. Algún sargento grito: ¡Calen las bayonetas! ¡Disparen a la cabeza! ¡Cortarles las putas cabezas a estos demonios! Algunos soldados siguieron las órdenes y empezaron a obtener resultados. Esos monstruos morían, no eran inmortales. Los disparos en la cabeza, las decapitaciones eran efectivas. Delante de la tienda del armamento dos soldados estaban rodeados por varias de estas criaturas, los soldados cayeron y una dotación de ametralladora decidió barrer la zona con unas ráfagas. Los seres saltaron en pedazos, pero la munición alcanzo la tienda y una gran explosión destruyo esa parte de la base, pedazos de esos seres saltaron por toda la base. El Comisario y el resto de supervivientes, unos quince hombres, consiguieron abatir al resto de demonios que habían llegado a la puerta de la base desde el exterior. Y todo quedó en silencio. Había soldados en llamas en el suelo, brazos y piernas por todas partes. Quedaban un par de sargentos en pie, que escoltaban al Comisario. Bañados en sangre todos entraron en las chimeras y esperaron allí al amanecer.

Día 5.

Cuando la luz inundó la base, todos los hombres salieron. Aquello parecía la peor de las guerras que ninguno de ellos hubieran visto, porque solo había compañeros muertos y destrozados por todas partes, algunos calcinados. Con los hombres que ya había dentro de los chimeras y los del puesto de armas pesadas que habían sobrevivido encima de otro chimera sumaban un total de treinta supervivientes. Y el único oficial era el Comisario Wolowitz. Las órdenes se dieron rápido, se haría una pira con los seres muertos y todos sus pedazos, se eligió la zona donde había estado la tienda de munición y armamento. Un gran agujero en el suelo y todo destruido en treinta metros a la redonda era lo único que quedaba de ella. Los soldados llenaron el agujero con los restos de los guardias demoníacos. Vertieron todos los líquidos infalibles que tenían a mano, combustible de los chimeras, disolventes, líquido de los lanzallamas. Dos soldados con lanzallamas hicieron los honores y redujeron el montón de carne a cenizas. Las bajas, los compañeros caídos en el combate fueron colocados dentro de la tienda comedor y tapados con mantas. Habría unos veinte. El Comisario envió un mensaje al crucero:

-Catástrofe biológica. Solicitud de evacuación de supervivientes inmediata.

Algunos soldados dormían en los chimeras. Nadie se alejaba mucho de los vehículos. Nadie quería hablar. Nadie quería decir lo que todos pensaban. Todos pensaban que en ese planeta debía de habitar un demonio mayor del caos. Todos menos un sargento. Y fue el primero que habló, cuando todos estaban reunidos, comiendo, incluso el Comisario estaba allí.

Sargento Penny: Lo que aquí esta pasando no tiene nada que ver con el Caos.

Todos levantaron la cabeza y escucharon, pues todos pensaban lo contrario.

Sargento Penny: Había una fábula en Terra, que mi abuelo me contaba de niño. Me contó que hace miles de años, la raza humana estuvo a punto de desaparecer. Que inventaron un arma que casi los destruye. Un arma biológica. Un arma que convertía a las personas que morían en vivos otra vez, pero no estaban vivos, andaban, se movían y solo querían comer a otros vivos, como estos seres en los que se han convertido nuestros compañeros. Y los primeros fueron Kaley y Cuoco, y los fusilamos nosotros. Aquí no han intervenido poderes del Caos. He combatido otras veces al caos y no son como estos seres. El caos es cambio, son guerreros, disparan armas, tienen vehículos, flotas, son inteligentes, aunque demoníacos. Estos seres solo quieren comer, comernos. Nada más. He visto a acólitos y marines del caos suplicar por su vida, justo antes de morir. Estos seres no lo hacían, les daba igual morir. Es como una enfermedad, cuando te muerden, te conviertes en uno de ellos… zombies, creo que se llamaban, o así los llamó mi abuelo.

El resto de hombres rieron, algunos habían oído esas leyendas antiguas. Nadie creía en ellas. Todos conocían el caos, lo habían visto. Esto era distinto, en algunos aspectos. Pero esos seres parecían bersekers del khorne, también ignoraban el dolor y se enfrentaban a la muerte sin miedo. Como estos seres. Algunos soldados opinaron de esa manera, el sargento les mando callar.

Sargento Penny: Mi Comisario! Señor! Permiso para quemar los cadáveres de nuestros hombres, señor.

Todos miraron horrorizados al sargento. El comisario quedó pensativo y habló.

Comisario: Sargento Penny, en pocas horas nos evacuaran de aquí y el mando decidirá que hacer con esos hombres que han dado su vida por el Emperador en este planeta. Vendrán psíquicos autorizados que descubrirán lo que ha pasado aquí y volveremos a luchar, volveremos aquí y vengaremos a nuestros camaradas!!!

Resto de soldados: Au!!! Au!!! Au!!!

Sargento Penny: Pero Señor, y si se levantan esta noche y nos atacan, igual que han hecho los hombres perdidos en el bosque y los hombres que dejamos vivos en la enfermería. Al menos, deje unos hombres de guardia, yo mismo me quedaré velando los cadáveres por si se levantaran.

Esta vez no hubo risas. El miedo a que los muertos se levantaran se propagó entre los hombres. Y el sargento podía tener razón. Aunque nadie de los supervivientes que quedaban habían visto a Kaley y Cuoco en el bosque, y los hombres que les habían atacado estaban supuestamente vivos la última vez que les vieron, las patrullas perdidas en el bosque y los heridos de la enfermería. Podría tener razón, pero podría equivocarse. La mayoría de ellos estaban heridos, y eso significaba que si morían se convertirían en esos seres. Todos pensaban lo mismo, es era imposible, se encontraban bien. De hecho, se encontraban fenomenal, no estaban cansados, después de dos días sin dormir, después de horas de combate cuerpo a cuerpo con esos seres, de amontonar y quemar cadáveres, ninguno de ellos sentía cansancio o agotamiento. El Comisario se fijo en sus hombres, pensó que la adrenalina era la causante de esa euforia, de esa falta de cansancio y los había visto luchar sin cansarse hasta acabar con esos seres.

Comisario: No sargento, se quedaran donde están. Las leyendas son leyendas. Y esos zombies no están en las listas de los enemigos de nuestro amado Emperador. Vigile usted si quiere esta noche y organice el resto de la guardia, al menos debemos dormir medio día y media noche cada uno de nosotros. Creo que antes del mediodía de mañana estaremos a bordo de la Enterprise. Y todo esto quedará atrás. Créanme.

Los hombres quedaron más tranquilos, aunque su actitud era serena, casi con indiferencia frente al horror por el que acababan de pasar. Algunos fueron a descansar o comer y otros a sus puestos de vigilancia.

Rediseñaron el campamento defensivo. Movieron los chimeras, los sacos y las vallas de espino, dejando fuera la zona quemada donde ardieron los seres. Para que los animales no dañaran los cadáveres de los soldados caídos en la lucha, estos quedaron dentro del campamento. Apilaron las municiones y armas que lograron encontrar y que funcionaban correctamente y en otro montón depositaron los víveres y los medicamentos. Dejaron libres y vacías las chimeras, pues habían resultado ser el mejor refugio en los ataques. Debido a la explosión de la tienda de armamento habían perdido los generadores de energía y por lo tanto, los focos no funcionaban y la radio había agotado su batería por lo que no podían enviar más mensajes al crucero imperial. Algunas lámparas caseras y linternas era lo único que les quedaba para pasar la noche.

El día avanzaba. El día se acababa. Hubo relevos, soldados que descansaban, soldados que empezaban sus guardias. Sus últimas guardias en aquel maldito lugar.

Todo ocurrió en silencio. No hubo ni un disparo. Los guardias muertos tapados con mantas comenzaron a levantarse, mordieron la yugular del sargento Penny. Olisquearon el aire y en la oscuridad se movieron hacia los centinelas, algún grito alerto a los soldados dormidos. Pero los muchos heridos de entre los vivos ya se habían transformado y atacaron a los pocos compañeros que quedaban. El Comisario salio de uno de los chimeras y rugió, olisqueo el aire y busco un cuerpo vivo que morder. Un hambre atroz le empujaba y solo podía pensar en alimentarse.

Día 6.

Las valkirias de reconocimiento científico llegaron al amanecer y comenzaron a sobrevolar la base. El oficial científico, después de media hora de observar el campamento, la destrucción, a los seres que había dentro de el, comiendo restos humanos, inició una llamada por radio al crucero.

Oficial científico: Valkiria 007 llamando a Comisario Hofstadter en Crucero Enterprise.

Crucero Enterprise: Aquí Comisario Hofstadter. Informe, oficial.

Oficial científico: El experimento SZ ha fracasado señor, habrá que volver a empezar desde la formula original. No hemos conseguido soldados más fuertes y resistentes, sino que se transforman en seres que devoran a los vivos. Hay que destruir toda la fabricación de cápsulas SZ naranjas y volver a los laboratorios.

Comisario Hofstader: Entendido oficial. ¿Necesita coger muestras? ¿Le envío el equipo de karskins? Buscaremos otra compañía de la lista de prescindibles para el siguiente experimento. Cuando terminen con las muestras, ordenaremos la destrucción del ecosistema creado y lo volveremos a crear igual que estaba.

Oficial científico: No es necesario coger muestras, es mejor no arriesgarse. Ordene un ataque sobre la zona, con un área de quinientos kilómetros devastada será suficiente para asegurarnos de que ningún ser infectado escape de aquí.

Comisario Hofstader: Recibido. Salgan de ahí. En quince minutos el crucero Enterprise devastara la zona desde el espacio. Volvemos a los laboratorios. Volvemos a casa. Volvemos a Cadia. Fin de la transmisión.

Guiños[]

Este relato basado en el universo de Warhammer 40,000, concretamente en una compañía de la Guardia Imperial, hace un guiño y homenaje a la serie de ciencia ficción Star trek, a la serie de humor Big Bang Theory y al mundo de los zombies, en concreto al evento Survival Zombie (SZ) que tendrá lugar el 6 de octubre de 2012 en España.

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