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Lobos Lunares Esquema Mk2

Veterano Lobo Lunar con servoarmadura Mk. II Cruzada. La cabeza de rapaz de la hebilla indica que participó en las Guerras de Unificación, y la efigie en blanco y negro de la rodillera que tomó parte en la Primera Pacificación de Luna.

La Primera Pacificación de Luna la primera operación llevada a cabo por unidades de las Legiones Astartes más allá de los cielos de Terra. En ella participaron las Legiones VII, XIII y XVI.

Historia[]

Las Guerras de Unificación aún rugían por toda la superficie del mundo natal de la Humanidad. Las fuerzas del Cardenal Tang aún conservaban varias zonas fortificadas, y varios enclaves independientes más todavía no habían caído. Luna era el bastión de un conglomerado de cultos genéticos resurreccionistas, cuyos miembros creían que la naturaleza humana era al mismo tiempo fractal, fracturada y trascendente. Para ellos la auténtica naturaleza de la Humanidad era visible en la carne y la mente del individuo, pero cada persona era un eco de unos arquetipos que persistían a lo largo de la existencia humana. Cada culto se aferraba a un conjunto distinto de arquetipos: algunos los representaban como figuras antropomórficas, otros como números, y algunos como sistemas simbólicos. Impregnados de vulgar ocultismo, la mayoría suponían casi una deificación, pero todos perseguían el entendimiento a través de su arte de la genoforja. Cada cultista no era el producto de una concepción aleatoria, sino una creación de los genoartesanos basada en fórmulas nacidas en la Era Oscura de la Tecnología. Resucitados en cuerpo una y otra vez, intentaban alcanzar una auténtica personificación de un único arquetipo. En sus complejos subterráneos los cultos eran poderosos, aislacionistas y se resistían a la Verdad Imperial. Esa resistencia no era ninguna novedad, y normalmente habría sido respondida con la usual destrucción absoluta, pero el hecho de que los cultos genéticos tuviesen algo que el creciente Imperio necesitaba complicaba esa situación.

Por nublada que estuviera su comprensión por el ocultismo, la artesanía genética de los cultos selenitas de Luna no tenía rival salvo por las instalaciones del propio Emperador. Con Terra al borde de la unificación completa, la conquista del Sistema Solar y la galaxia llamaban. Para esa Cruzada se necesitarían más y más Marines Espaciales. Las instalaciones terranas no serían capaces de afrontar semejante aumento del ritmo de transformación de reclutas para las Legiones, así que el Imperio necesitaría absorber las capacidades y habilidades de los cultos de Luna. Pero los cultos genéticos selenitas no se inclinarían fácilmente ante el hambre del recién nacido Imperio, y habían rechazado las maquinaciones de los caudillos terranos y los Magi marcianos en el pasado. Los selenitas habían recibido a los embajadores imperiales con cortesía, pero su respuesta a sus ofertas, amenazas y tratos fue el silencio. Cuando las amenazas empezaron a ser más frecuentes que las ofertas, los cultos lunares empezaron a rechazar a los embajadores y a prepararse para la guerra. Normalmente muy divididos, la posibilidad de la dominación terrana superó todos los desacuerdos doctrinales entre las matriarcas de los cultos y los genoartesanos, haciendo que resistieran al Imperio juntos y sin límite. La última delegación imperial enviada a la Luna fue devuelta a Terra como una aún aullante sopa de carne licuada dentro del cascarón muerto de su lanzadera.

Así fue como el Emperador ordenó que los cultos lunares fuesen pacificados, sus creencias quebradas y su arte sometida a las necesidades del Imperio. No sería una simple conquista destructiva: las genoforjas tenían que permanecer intactas, al igual que los genoartesanos cultistas que los dominaban. Las creencias y la voluntad de resistir de los cultos debían ser segadas de un solo golpe. Para esta misión el Emperador envió a tres de sus Legiones más adecuadas a su propósito en lo que algunos cronistas llaman la primera auténtica batalla de la Gran Cruzada, y la fuerza combinada de la VII, la XIII y la XVI despegó de la superficie de Terra sobre llamas de cohetes.

La aún innominada XVI Legión había sido elegida como la vanguardia de la fuerza, operando con todas sus tropas. Una vez liberados de la gravedad de Terra, desconectaron totalmente sus naves de asalto para evitar ser detectados, y avanzaron silenciosos hacia el disco plateado de Luna como flechas disparadas en la noche. Solo los Marines Espaciales, revestidos como iban de servoarmaduras selladas, podrían haber llevado a cabo semejante plan y haber sobrevivido al frío del espacio. Dentro de los helados confines de cada nave, los guerreros de la XVI aguardaron en la oscuridad sin aire, con su armadura cubierta de escarcha. Bajo ellos vino una oleada menor de naves cargadas con unidades de la VII y la XIII. Con sus motores a plena potencia y sus cascos brillando por los escudos de vacío, esta segunda ola de atacantes era la demostración de poder que los cultos genéticos esperaban y la distracción perfecta para la primera. El fuego llenó el espacio entre Terra y su único satélite natural. Los sistemas de armas incrustados en la superficie de Luna azotaron a la fuerza de asalto que se aproximaba, pero mientras los cañones disparaban, las primeras naves de asalto de la XVI, inesperadas e invisibles, atacaron a sus objetivos como un puñal en la oscuridad.

Las misiones diplomáticas previas a Luna no habían sido un desperdicio absoluto. Los agentes imperiales del séquito de los embajadores habían llevado a cabo sutiles inspecciones de la superficie lunar, e infocitos encubiertos se habían infiltrado entre la población. Para cuando las naves de asalto de la XVI Legión escaparon de la gravedad de Terra, las localizaciones de cada batería de defensa y líder cultista era conocida a la perfección, y la XVI las golpeó con fuerza aplastante, derribando las defensas y abriendo brechas en los complejos de túneles sin importar qué monstruos semimecánicos creados por la artesanía genética selenita fueran arrojados contra ellos, y se dice que aquellos que miraron al cielo nocturno de Terra vieron la faz de Luna brillar con las llamas. Las baterías de defensa cayeron en segundos y los pasillos de sus silos se inundaron con la sangre de la matanza. De los cien o más líderes cultistas dispersos por toda Luna la mayoría murieron sin darse cuenta de que estaban bajo un asalto directo. Aquellos que no murieron, huyeron hasta que corpulentos guerreros de pálida armadura gris invadieron sus refugios y les arrancaron la vida. Sin sistemas de defensa ni la dirección de sus cabecillas, los cultos selenitas no pudieron hacer nada cuando la VII y la XIII desembarcaron y empezaron a romper sistemáticamente sus últimos reductos y a aislar las bolsas de resistencia. Seis horas después del primer disparo, Luna estaba pacificada. Afrontando una aniquilación completa, los selenitas supervivientes hincaron la rodilla, emitiendo un comunicado de rendición en el que pedían al Emperador que "retirase a sus lobos". Humillados y quebrados, los genoartesanos esclavizados de Luna ayudarían a forjar la siguiente generación de Astartes y alimentarían la conquista de las estrellas.

Fuentes[]

  • The Horus Heresy I.
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