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Veredicto del Certamen de Relatos Wikihammer + Voz de Horus ¡Léelos aquí!

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Khorne medio sin fondo

Cerberus el Rebañacráneos, mascota de los Poderes Ruinosos, patrocina este espacio para honrar a sus demoníacos señores. Pulsa sobre él y te introducirá en los misterios del Caos.

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Lorgar Aureliano boceto

Lorgar Aureliano, el Urizen, antes de la Herejía de Horus.

Lorgar Aureliano, también llamado "el Urizen" antes de la Herejía de Horus, es un Príncipe Demonio del Caos Absoluto y el Primarca de la Legión Traidora de los Portadores de la Palabra. Siempre determinado a elevar a la Humanidad a través de una profunda fe en lo divino; una vez que el Emperador de la Humanidad rechazó sus intentos de adoración, Lorgar descubrió nuevos dioses, los Poderes Ruinosos del Caos, más dignos de su devoción, durante su infame Peregrinaje. Fue el primer Primarca de las Legiones de Marines Espaciales en caer ante la corrupción del Caos antes de la Herejía de Horus y fue quien ordenó la corrupción del Señor de la Guerra Horus. Él y su gran Legión Traidora de Marines Espaciales del Caos, los Portadores de la Palabra, pueden ser encontrados hoy en el Mundo Demoníaco de Sicarus dentro del Ojo del Terror.

Orígenes

Primarca Lorgar

Retrato del Urizen listo para la batalla.

El joven Primarca desapareció del laboratorio genético bajo el Himalaya en Terra cuando aún era un niño, junto a los otros 19 Primarcas, quienes fueron transportados a través de la Disformidad y dispersados a diferentes mundos habitados por humanos en la Galaxia. Después de su secuestro por las fuerzas del Caos fue descubierto por los seguidores de la religión predominante, El Cónclave, una fe dedicada a entidades que de hecho eran los Dioses del Caos en apariencias más benevolentes, y Lorgar fue criado entre ellos. Estudiando dentro de un templo del Cónclave, se convirtió rápidamente en un devoto predicador, de tal forma que su habilidad para la oratoria y el poder de su carisma le ganaron muchos seguidores. Su más incondicional aliado y amigo era el Sumo Sacerdote del Cónclave, Kor Phaeron. Sin embargo, a medida que Lorgar crecía en popularidad entre la gente, los otros miembros de la jerarquía eclesiástica del Cónclave comenzaron a ponerse celosos de él.

La juventud del Primarca estuvo plagada de visiones de un poderoso guerrero en una brillante armadura de bronce que llegaba a Colchis, con un cíclope gigantesco vestido con una túnica azul junto a él. En cierto momento, las visiones llegaron a tal intensidad que Lorgar proclamó que el profetizado retorno del único y verdadero Dios de Colchis estaba cerca. Comenzó a predicar la noticia a la gente de Colchis, causando problemas al gobierno del Cónclave a medida que la gente se convertía a sus creencias disidentes. Sus enemigos en El Cónclave vieron en esto la oportunidad que habían estado esperando para eliminar la amenaza que Lorgar era para el status quo, declarándolo Hereje.

Aquellos que fueron a arrestar a Lorgar fueron asesinados por sus seguidores. El Cónclave se dividió en dos facciones y una guerra sagrada de inmensas proporciones estalló, lo que obligó a la población de Colchis a escoger bandos. Esta guerra duró seis años, terminando con Lorgar y sus seguidores asaltando el templo donde el Primarca se había entrenado, matando a los monjes en su interior y eliminando el corazón de la resistencia religiosa a sus ideas.

La Llegada del Emperador

Emperador Marines Espaciales Imperio Cruzada Warhammer 40k

Menos de un año después de la victoria de los seguidores de Lorgar, una nave que traía al Emperador y al Primarca Magnus el Rojo, junto con dos Escuadras Tácticas de Marines Espaciales de los Mil Hijos, descendió de la órbita y aterrizó cerca del templo. Se dijo que Lorgar los reconoció inmediatamente como las personas de sus visiones y juró su lealtad a su padre y creador.

Cada aspecto de la estructura de creencias del Cónclave fue reorganizada en la adoración del Emperador como el salvador de la Humanidad y la gente de Colchis se unió tras su nuevo dios viviente. Las elaboradas celebraciones y muestras de piedad duraron meses, aunque se dice que el Emperador no aprobaba esto, deseando reunirse con la Gran Cruzada tan pronto como fuera posible y rechazando a la religión organizada en general.

El Emperador no había comenzado la Gran Cruzada para atar otra vez a la Humanidad con las cadenas de la superstición y la ignorancia, sino para expandir la luz de la razón y la ciencia. Al término de las celebraciones, Lorgar fue nombrado comandante de la XVII Legión de Marines Espaciales, que llegó a ser conocida como Portadores de la Palabra. Kor Phaeron sobrevivió los procedimientos de aumentación y se convirtió en su principal consejero, su lugarteniente y el comandante de la Primera Compañía de los Portadores de la Palabra.


La Gran Cruzada

Lorgar1

Lorgar (en el centro) durante el Triunfo de Ullanor.

Lorgar lideró a su Legión a lo largo de la Gran Cruzada, mientras los Portadores buscaban eliminar toda blasfemia y herejía dentro del nuevo Imperio del Hombre. Textos e iconos de otras religiones fueron quemadas. La construcción de vastos monumentos y catedrales venerando al Emperador fueron supervisados. Los más grandes Capellanes de su Legión produjeron gran cantidad de trabajos acerca de la divinidad y virtuosidad del Emperador, y dieron grandes discursos y sermones a las masas. El progreso de los Portadores de la Palabra fue lento en traer nuevos mundos bajo el dominio imperial, pero la dominación de los derrotados era completa. En algún punto durante este período, Lorgar escribió la obra conocida como Lectio Divinitatus, en la que se establecía que el Emperador de la Humanidad era un ser divino y era merecedor de adoración como el justo Dios de la Humanidad. Este libro se convertiría más tarde, irónicamente considerando la identidad de su autor, en pieza fundamental en la fundación del Culto Imperial y la Eclesiarquía.


El Castigo de Khur

Bombardeo orbital 2

Los Ultramarines inician el bombardeo sobre Monarchia.

Durante este período, la lealtad absoluta de Lorgar y los Portadores de la Palabra al Emperador y su Imperio era incuestionable. Sus mundos leales entregaban regularmente diezmos en el nombre del Emperador y las órdenes de Terra eran aceptadas sin rechistar. Lorgar y su Legión habían participado exitosamente en la Gran Cruzada del Emperador durante casi un siglo, tiempo en el cual el Emperador jamás amonestó a su entusiasta hijo ni a su Legión por su ferviente adoración hacia Él, aun cuando su doctrina chocaba con la politíca del Emperador de difundir la atea Verdad Imperial.

Pero el Emperador, aunque amaba a su hijo, estaba profundamente perturbado por su comportamiento. Inicialmente toleró las creencias de su religioso hijo, pero a medida que la Gran Cruzada llegaba a su cénit, el Emperador se fue frustrando con el lento avance de las conquistas de Lorgar para el Imperio. El Emperador finalmente ordenó a los Portadores de la Palabra cesar en sus actividades religiosas, porque su misión era reunificar la galaxia bajo el estandarte de la secular Verdad Imperial y no predicar la divinidad personal del Emperador. El Emperador se había opuesto desde hacía mucho tiempo al esparcimiento de la religión organizada y estaba determinado a usar la creación del nuevo Imperio del Hombre para ensalzar a la razón y la ciencia, no a la religión, como la verdadera luz que guiaría a una nueva civilización interestelar humana. El Emperador estaba particularmente preocupado por cualquier noción de que Él debiese ser adorado como un dios y las masacres de los Portadores de la Palabra contra aquellos que se negaban a aceptar la divinidad del Emperador apestaban a los excesos religiosos que tan a menudo habían envenenado la historia humana.

El Emperador ordenó a una fuerza compuesta por la Legión de los Ultramarines, liderada por su Primarca Roboute Guilliman y acompañada por un grupo de elite de sus guardaespaldas personales, la Legio Custodes, y por el Regente Imperial, Malcador el Sigilita, arrasar la ciudad capital del planeta Khur, un mundo muy apreciado por los Portadores de la Palabra, quienes consideraban su capital Monarchia como la "ciudad perfecta" por la intensa devoción religiosa de sus ciudadanos y la enorme cantidad de catedrales y monumentos dedicados a la adoración del Emperador como un Dios. Tras la destrucción de la ciudad por los Ultramarines, toda la Legión de los Portadores de la Palabra, 100.000 Marines Espaciales, fue reunida en la superficie del planeta, a distancia visual de las humeantes ruinas de Monarchia, donde los Astartes fueron humillados y reprendidos por el mismo Emperador, quien psíquicamente los obligó, incluyendo a Lorgar, a arrodillarse frente a él; y les explicó que le habían fallado a la Humanidad y a Él.

Lejos de cambiar de idea, Lorgar se mantuvo colérico y desafiante frente a Malcador, Guilliman y al propio Emperador; llegando a agredir violentamente a los dos primeros y a contradecir sin cortapisas al último.

Tras el rechazo de su padre a aceptar su adoración, Lorgar entró en un profundo estado de melancolía.

Sintiéndose traicionado por el Emperador, se negó a recibir en audiencia a nadie excepto a Kor Phaeron, el Primer Capitán y Cardenal de los Portadores de la Palabra. Kor Phaeron era el padre adoptivo de Lorgar y lo había criado desde su infancia en Colchis como miembro del Cónclave. Kor Phaeron sirvió como el principal lugarteniente y consejero de Lorgar desde que este había gobernado como teócrata de Colchis. Lorgar también llamó a su lado al Primer Capellán de la Legión, Erebus, quien por largo tiempo había sido otro consejero de confianza. Ambos simpatizaban con los anhelos religiosos no correspondidos de Lorgar y sentían que los Portadores de la Palabra debían servir a dioses que merecieran verdaderamente su adoración. Ellos le explicaron que conocían a tales dioses, los seres divinos antaño adorados por la Vieja Fe de Colchis, y así, Lorgar conoció la existencia de los Dioses del Caos, que no solo aceptaban la ferviente adoración que ofrecía, sino que la exigían. Fue así como las semillas de la Herejía fueron sembradas entre los Portadores de la Palabra. Intrigado, Lorgar exigió que su Legión encontrara a estos dioses, y Kor Phaeron, junto a Erebus, quienes siempre habían sido seguidores secretos del Caos desde hacía décadas propusieron una peregrinación.

La Peregrinación de Lorgar

Cardenal oscuro Kor Phaeron(Hijos del emperador)

Kor Phaeron, Maestro de la Fe de los Portadores de la Palabra, durante la Herejía.

La idea de "La Peregrinación", un viaje a un legendario lugar donde los mortales podrían interactuar directamente con los dioses, era un antiguo tópico mitológico en muchos mundos habitados por humanos en la Galaxia, incluyendo el planeta natal de Lorgar y los Portadores de la Palabra, Colchis. Por supuesto, ese lugar, la Disformidad, existía, y uno podía descubrir la Verdad Primordial del universo ahí, es decir, que el Inmaterium era dominado por poderosas entidades espirituales conocidas como los Dioses del Caos.

Motivado por el Primer Capitán Kor Phaeron y el Primer Capellán Erebus, ambos devotos secretos de los Dioses del Caos a través de la Vieja Fe de Colchis, Lorgar viajó con el Capítulo del Sol Serrado de sus Portadores de la Palabra a lo que entonces eran los límites del espacio imperial conocido, como parte de la 1301ª Flota Expedicionaria de la Gran Cruzada. En este momento, Lorgar todavía no había sido corrompido por el Caos, pero había vuelto la espalda al Emperador de la Humanidad como deidad digna de su adoración. Creía que el Emperador estaba equivocado en condenar el instinto natural de la Humanidad de buscar lo divino como una indigna superstición, y pretendía descubrir si existían deidades verdaderamente dignas del respeto de la Humanidad. Con este fin, a pesar que Lorgar ya no amaba o respetaba al Emperador, él y su Legión XVII se reunieron con la Gran Cruzada, pero solo para que sus esfuerzos sirvieran como cobertura de su Peregrinación.

Los Portadores de la Palabra fueron acompañados en este Peregrinaje por 5 miembros de la Legio Custodes que habían sido enviados para vigilar todo lo que los Portadores de la Palabra hicieran y prevenir que erraran otra vez. La búsqueda por cualquier pedazo de información que pudiera ser encontrada sobre la Verdad Primordial o la naturaleza del lugar donde los hombres y los dioses pudieran mezclarse llevó a la 1301ª Flota Expedicionaria al Sistema Cadia, cerca de la tormenta de Disformidad permanente más grande de la Galaxia, más tarde conocida en el Imperio como el Ojo del Terror. El Maestro de Astrópatas de la Flota Expedicionaria advirtió a Lorgar de que unas "voces" inusuales se escuchaban en los alrededores de la gran fisura de Disformidad, "voces" que también se dirigían directamente al Primarca, las cuales eran voces de entidades del Caos dentro del Inmaterium. Sería en el Sistema Cadia donde Lorgar descubriría que sus sospechas estaban en lo cierto y que la forma de todas las religiones por toda la Galaxia que poseían tantas similaridades a la Vieja Fe de Colchis no eran producto del inconsciente colectivo de la Humanidad, sino expresiones de adoración a la verdad universal que era el Caos.

Primarca Lorgar Aureliano Portadores Palabra Herejía Horus Forge World

Miniatura oficial de Forge World.

Se tomó la decisión de mantenerse en órbita sobre Cadia, y de que elementos de la 1301ª Flota aterrizaran en el desconocido mundo, designado como 1301-12. La fuerza que descendió estaba compuesta por elementos del Ejército Imperial, los Portadores de la Palabra, el Adeptus Custodes y la Legio Cybernetica. Con Lorgar al frente, fueron recibidos por un gran número de tribus humanas bárbaras, tribus descritas como "vestidas en harapos y portando lanzas con punta de sílex... pero mostrando poco temor". Lo más notable eran los ojos púrpuras de los bárbaros, que reflejaban el color del Ojo del Terror en el espectro visible de la luz. A pesar de las protestas del Custodio Vendatha y sus peticiones de ejecutar a los paganos, los Portadores de la Palabra se acercaron a los nativos. Una extraña mujer emergió de la multitud y se dirigió directamente al Primarca, llamándole Lorgar Aureliano y dándole la bienvenida a Cadia. Esta mujer, la sacerdotisa del Caos Ingethel, llevaría al Primarca por un camino de iluminación espiritual que marcó el comienzo de la caída de Lorgar en la herejía y el Caos. Más tarde, la sacerdotisa Ingethel de Cadia iniciaría un ritual que la transformaría en una Princesa Demonio conocida como Ingethel la Ascendida, y luego guiaría la nave exploradora de la 1301ª Flota Lamento de Orfeo al interior del Ojo del Terror.

Dentro del Ojo del Terror, el Capítulo del Sol Serrado de los Portadores de la Palabra fue testigo de primera mano del fracaso del antiguo imperio Eldar en la forma de los Mundos Parca desprovistos de toda vida que salpicaban toda la región espacial del Ojo. Yngethel, por supuesto, mintió a los Portadores de la Palabra acerca de como el Dios del Caos Slaanesh había nacido verdaderamente, y les advirtió que los Eldar habían fallado como especie y sufrieron "La Caída" porque en el momento de su ascención fueron incapaces de aceptar la Verdad Primordial, la adoración al Caos. Ellos dieron vida a un Dios del Placer, pero no sintieron regocijo por su venida. Su nuevo Dios, Slaanesh, había despertado a la consciencia en el M29 para encontrar a sus adoradores abandonándole por ignorancia y miedo, y del dolor del Príncipe del Placer nació la infinita tormenta del Gran Ojo (el Ojo del Terror), un eco de los gritos de nacimiento del nuevo y rechazado dios de los Eldar. La naturaleza de la Verdad Primordial fue revelada a los Portadores de la Palabra en las cenizas del imperio Eldar, e Yngethel les advirtió que para que la Humanidad como especie sobreviviera no debían cometer los mismos pecados que los Eldar, y debían aceptar la adoración al Caos.

Los Marines Espaciales supervivientes del Capítulo del Sol Serrado de los Portadores de la Palabra regresaron finalmente a Cadia y relataron a Lorgar todo lo que había pasado y lo que aprendieron dentro del Ojo, el lugar donde los mortales y los Dioses interactuaban. Estos Astartes fueron cambiados por su experiencia, ya que todos ellos se convirtieron en fusiones de mortal y Demonio dentro del Ojo, formando una nueva unidad de Portadores de la Palabra conocida como los Gal Vorbak, "los Hijos Bendecidos" en la lengua de Colchis. Después de las visitas al Ojo del Terror, Lorgar ordenó un bombardeo ciclónico de Cadia, exterminando a los cadianos y dejando el planeta abandonado para que ningún otro pudiera encontrar la Verdad Primordial que había sido confiada solo a él por los Dioses del Caos. Sin embargo, la ubicación extremadamente estratégica del planeta hizo que fuese de gran utilidad al Imperio y en el M32 colonos imperiales fueron enviados a establecerse en el lugar, convirtiéndose así en los ancestros de la actual población de Cadia. Quizás como resultado de la proximidad al Ojo del Terror esta población tardía de cadianos también desarrollaría rápidamente la inusual coloración púrpura del iris que marcaba a los primeros habitantes del planeta.

Shanriatha

16A Aurelian

Lorgar se dispone a acabar con un Avatar de Khaine moribundo en el Ojo del Terror.

Pero la iluminación de Lorgar no había terminado. Después de escuchar el informe de los Astartes del Capítulo del Sol Serrado acerca de sus experiencias dentro del Ojo, Lorgar estaba determinado a encontrar a los mismos Dioses de la Verdad Primordial. Cuarenta y tres años antes de la Masacre del Desembarco en Istvaan V, Lorgar se dirigió al Ojo dentro de una nave Stormbird y descendió sobre el Mundo Ancestral de Shanriatha, ubicado en lo que sería conocido como el Ojo del Terror. Estaba acompañado en su búsqueda por su guía demoníaca Yngethel la Ascendida. La criatura preguntó al Primarca por qué había escogido ese mundo para investigar. Lorgar respondió que había visto las ruinas desde la órbita, una ciudad hundida en la planicie de oxidado polvo rojo que le recordaba a la superficie de Marte. El Primarca quiso saber qué clase de criatura era Yngethel, a lo cual el Príncipe Demonio replicó que él sabía lo que era. Pero con sus ojos psíquicamente adaptados, Lorgar podía ver que en el núcleo del ser no había nada: era una criatura encarnada sin alma. Ingethel explicó que en el reino de la carne la vida consciente nacía con alma. En el reino de lo desencarnado, el Inmaterium, toda la vida carecía de alma. Ambos estaban vivos (los Nacidos y los Nunca Nacidos, en ambos lados de la realidad) y estaban destinados a la simbiosis y unión si los Dioses del Caos conseguían su objetivo. El mundo en que se encontraban era donde el mundo de la carne y el espíritu se encontraban. Las leyes de la física no significaban nada ahí. No había límites para lo que podía ser. Esa era la naturaleza del Caos: posibilidades sin fin. Yngethel informó a Lorgar que él era único entre los hijos del Anatema (el Emperador), porque todos sus hermanos estaban completos. Solo él estaba perdido, porque sus hermanos habían dominado sus dones desde el nacimiento. La maestría de Lorgar solo vendría del entendimiento, pero cuando llegara tendría la fuerza para reformar mundos enteros a capricho.

Lorgar luego preguntó cuál era el nombre del mundo en el que se encontraban. Yngethel le informó que los "almas rotas" (Eldar) le llamaban Ycressa antes de su Caída. Después del nacimiento de Slaanesh, se llamó Shanriatha, que en lengua Eldar significa "nunca olvidado". Yngethel explicó a Lorgar que la razón de que los Eldar fueran llamados "almas rotas" entre los sirvientes del Caos se debía al nacimiento del Señor del Placer. Durante su génesis, traído por la adoración de los Eldar, el reclamó los espíritus de toda la raza. Cuando cualquier mortal muere, su espíritu vaga por la Disformidad. Pero cuando los Eldar mueren, son arrastrados directamente a las fauces de la Diosa que traicionaron. Ella ansía por ellos, porque son sus hijos. Ella los bebe mientras mueren. Lorgar comentó que lo que Yngethel decía coincidía con las enseñanzas de la Vieja Fe de Colchis, porque se decía que en la muerte, las almas vagaban por el Infinito, para ser juzgadas por Dioses sedientos. Yngethel replicó que la Verdad Primordial estaba firmemente arraigada en la sangre de la Humanidad. Sabían innatamente que algo les esperaba después de la muerte. Los fieles, los leales, serían juzgados gentilmente y residirían en los dominios de sus Dioses dentro del Reino de Caos, mientras que los infieles, los no creyentes, vagarían por el Éter, sirviendo como presas para los Nunca Nacidos. El Inmaterium representaba al mismo tiempo el Paraíso prometido a la mayoría de religiones humanas en la historia, pero también el Infierno que siempre habían temido.

A medida que el guía demoníaco y el Primarca continuaban su exploración encontraron unas vastas ruinas. Estas ruinas no eran los restos de una ciudad, sino los restos del Mundo Astronave Zu'lasa, que intentó muy tarde escapar del nacimiento de Slaanesh y cayó del vacío para enterrarse en el polvo inerte del planeta. Doscientas mil almas dentro del Mundo Astronave murieron al momento del nacimiento de Slaanesh. Sin guía, con una locura desenfrenada dentro de su propio núcleo viviente mientras el Príncipe del Placer devoraba sus almas, el Mundo Astronave había caído. Investigando en profundidad, Lorgar percibió algo entre las ruinas. Mientras inspeccionaba las ruinas de la enorme nave espacial con sus poderes psíquicos, sintió que algo se movía bajo él, excavando hacia la superficie. Algo rompió la tierra, en lo que primero pareció al estremecido Primarca como la estatua de un dios moribundo que se arrastraba a sí misma fuera de una tumba de polvo escarlata. Yngethel informó a Lorgar que era el Avatar de Kaela Mensha Khaine, el antiguo Dios de la Guerra de los Eldars. Ingethel quería que Lorgar entendiera esa lamentable lección: incluso lo divino podía caer. Casi sintiendo misericordia por la patética criatura, Lorgar se adelantó, alzó su Crozius y la golpeó, terminando su miserable existencia. Lorgar quería saber qué deparaba el futuro. El Demonio informó al Primarca que terminaría como había empezado: con guerra. Lorgar ordenó al Demonio que se lo mostrara.

La Puerta de la Eternidad

Puerta de la Eternidad

La Puerta de la Eternidad en el Palacio Imperial.

El Urizen fue súbitamente transportado frente a la Puerta de la Eternidad ubicada dentro del Palacio Imperial de Terra. Esta era la máxima barrera que era el portal hacia el santuario del Emperador, donde mantenía su laboratorio genético personal sellado para sus hijos y sirvientes. Yngethel se negó a explicar como habían sido transportados a través del espacio y el tiempo para aparecer ahí. Algunas verdades no podían ser concebidas por la mente mortal. Le pidió a Lorgar que mirara sus alrededores con la vista de un inmortal. Impactado por la repentina revelación, a Lorgar le fue concedida una visión de la Batalla de Terra. El Primarca fue rodeado de miles de fantasmales Astartes luchando y muriendo a sus pies. Los que más se destacaban en lo más reñido de la batalla eran los Astartes de armadura amarilla, la Legión de los Puños Imperiales de Rogal Dorn. Luchaban fieramente contra una Legión totalmente desconocida para Lorgar, con armaduras de color rojo cardenalicio. Finalmente reconoció a los Astartes de rojo por quienes eran: sus Portadores de la Palabra, que habían reemplazado su color gris granito por el de la sangre fresca. Yngethel le dijo al Primarca que estaba en lo correcto. Los antiguos colores habían sido desechados para anunciar los cambios que ocurrían en la Humanidad. No serían más los Portadores de la Palabra del Emperador. Eran los Portadores de la Palabra de Lorgar.

Argel tal by slaine69-d4b2spi

Argel Tal en su forma demoníaca.

Lorgar continuó mirando, siendo testigo de la transformación de un Astartes, más alto que la media de los demás, en un gargantuesco Astartes demoníacamente poseído. En esta forma demoníaca, parecía muy poderoso y era mucho más grande y alto que el Primarca. La visión le mostró al Astartes poseído arrasando las líneas de las escuadras de Puños Imperiales antes de morir a manos del Primarca Sanguinius en el umbral de la Puerta de la Eternidad. Sin poder creerlo, Yngethel le dijo a Lorgar que su campeón no era otro que su hijo más bendecido, Argel Tal, y que así moriría.

Las madejas del Destino

Al intentar moverse hacia delante, Lorgar se encontró de pronto en un mundo desconocido. Había visto todo lo que necesitaba ver. Enfurecido, Lorgar se cansó de ser conducido como un tonto por las lecciones preparadas del Demonio. Yngethel advirtió al Primarca de cuidar su tono cuando se dirigiese a uno de los Escogidos de los Dioses, a lo que Lorgar replicó que estaba allí por su propia elección y que del mismo modo se marcharía. Logrando recuperar la calma, Lorgar supo que estaba ahí para aprender la verdad acerca de los Dioses y que Yngethel estaba para mostrársela. Quiso saber por qué había sido convocado ahí y por qué había sido moldeado desde su nacimiento para ser traído a ese lugar. Yngethel le explicó que había sido convocado porque su vida había sido diseñada para asegurar que este momento ocurriera. Estaba aquí y ahora porque los Dioses lo deseaban. En las enredadas madejas de la telaraña del tiempo, Yngethel había visto innumerables futuros posibles donde Lorgar nunca llegaba a ellos. Lorgar quiso saber porqué él había sido traído ahí. ¿Por qué no Sanguinius o Dorn? ¿Por qué no Magnus? Especialmente Magnus, porque era el más poderoso de los Primarcas, sin duda alguna. Yngethel le informó que el Rey Carmesí ya era un sirviente de los Dioses del Caos, lo admitiera o no. Acudió a los Poderes Ruinosos sin que fuera invocado y sin considerar la noción de la fe. Acudió por poder, porque esa era la razón por la cual todas las cosas de carne se acercaban a los Poderes del Caos. En cinco cortas décadas, cuando la Galaxia comenzara a arder, Magnus iría al Ojo del Terror por su propia voluntad. Con esta revelación, Yngethel le concedió una última visión, más de cuarenta años terranos en el futuro.

La última visión

Con un gesto, Lorgar se encontró mirando a un horizonte irregular que reconoció inmediatamente, porque había estudiado ahí durante casi una década, viviendo entre su gente y llegando a amarla casi tanto como amaba a la gente de Colchis. Estaba en la ciudad argéntea de Tizca, la capital del planeta natal de los Mil Hijos, Prospero. Inspeccionando el lugar, vió una total devastación: espiras agrietadas, pirámides rotas, vidrios destrozados y los muros de la ciudad convertidos en escombros. Lorgar preguntó cual era la causa de la locura que contemplaba. Yngethel respondió al Primarca que Tizca ardería en el crisol de la guerra venidera, porque así debía pasar. Lorgar juró que no lo permitiría, pero Yngethel le advirtió que debía ocurrir, porque era el incidente final en la iluminación de Magnus: traicionado por el Emperador, por sus propios hermanos, llevaría su ciudad a la Disformidad para escapar la destrucción final. Dentro del Ojo del Terror, forjaría un bastión para la guerra venidera. Una guerra que Lorgar iniciaría, pero nunca lideraría. La guerra para traer todas las verdades del Caos al Imperio. Lorgar había venido a encontrar los Dioses. Los había encontrado, como siempre habían pretendido. Sus ojos estaban ahora dirigidos hacia la Humanidad. Los Dioses del Caos le dijeron a Argel Tal, como ahora lo hacían con Lorgar, que la Humanidad debía abrazar las verdades de la realidad divina o sufrir el mismo destino de los Eldar. Con resuelta claridad Lorgar comprendió que los Dioses del Caos buscaban una simbiosis con la vida: una unificación de los que tienen alma con los Nunca Nacidos en armonía natural. Los Dioses necesitaban a la Humanidad, porque no podían reclamar el mundo material sin ella. Su poder era estrangulado cuando no había oraciones que ofrecer o acciones para ofrecer en adoración. Por esta razón el esparcimiento de la atea Verdad Imperial presentaba tan terrible amenaza para ellos.

Lorgar sintió que los Dioses del Caos habían escogido mal. Estaba complacido y orgulloso de haber discernido la Verdad Primordial, sintiéndose honrado por haber sido escogido por seres lo suficientemente poderosos para ser considerados divinos en el más verdadero sentido de la palabra. Pero sería una ardua lucha llevar la luz a la Humanidad. No podía ganar una guerra contra el Dios Viviente que se sentaba en el Trono de Terra. Yngethel le informó que Lorgar se esforzaría y finalmente triunfaría. Lorgar respondió que sólo tenía 100.000 Marines Espaciales, muy pocos para descender sobre Terra y deponer al Emperador. Yngethel le dijo que en el futuro atraería más seguidores fieles, a medida que liberaba mundo tras mundo. Estaba escrito, que después de que saliera del Ojo del Terror, su Legión ya no pasaría años creando mundos perfectos venerando al Anatema como el Dios-Emperador. Aplastaría toda resistencia bajo sus acorazadas botas y traería nuevos fieles humanos a su servicio. Algunos serían esclavos en las entrañas de las naves de guerra de los Portadores de la Palabra. Otros serían el rebaño de Lorgar, para guiarlos a la iluminación. Muchos otros serían introducidos en los rangos de los Portadores de la Palabra para crear nuevos Astartes. Preocupado por estas verdades reveladas, preguntó otra vez por qué había sido escogido como el campeón de los Dioses. A lo que Ingethel replicó que tenía que ser él. Cada una de las otras Legiones moriría por su Primarca y daría sus vidas por el Imperio. Pero el Imperio era el cáncer que estaba matando a la especie humana. Incluso cuando algunos de los hermanos de Lorgar se rebelaran contra el Emperador, lucharían para liderar el Imperio. Sólo los Portadores de la Palabra morirían por la verdad y la Humanidad. Fe y acero debían unirse. Si la Humanidad se convertía en un imperio en vez de en una especie, caería a manos de las garras de los alienígenas y la ira de los Dioses del Caos. Era el modo en que pasaban las cosas. Lo que una vez le ocurrió a los Eldar ocurriría otra vez.

Más de cuarenta años estándar en el futuro, pocos días después de lo que la Humanidad llamaría La Caída de Prospero, Magnus había caído víctima de su propia arrogancia y residía en la torre más alta de su rota ciudad en un mundo nuevo preparado para él por El Que Cambia Las Cosas, lamentando la destrucción de su Legión y la muerte de sus esperanzas. Sólo pretendía lo mejor, pero su curiosidad le hizo condenarse a los ojos del Emperador. Profundizó demasiado y por demasiado tiempo en ideales que el Emperador rechazaba. Lorgar le dijo a Yngethel que hablaría con el Rey Carmesí. Pero el Demonio le advirtió al Primarca que no se le permitiría estar con Magnus. Desechando las advertencias de su guía, se dirigió a la torre de Magnus. Al ascender a la cima de la torre y mirar finalmente a su hermano, Lorgar reconcilió la lógica con la emoción, porque a pesar de mirar la cara de Magnus, la cara había envejecido varias décadas. En cuarenta años, el Rey Carmesí había envejecido cientos de años.

Magnus no estaba sorprendido por la presencia de su hermano, porque en el mundo en el que ahora residía poseía infinitas sorpresas. Se preguntó qué alucinación encarnada se dirigía a él esta vez. Magnus pensó que su hermano era una pobre copia del verdadero Lorgar, porque sus ojos no brillaban con el fuego de la fe que solo él y sus hijos comprendían. Ni tenía las mismas cicatrices. Lorgar trató de explicar a Magnus que no era una mera aparición, que era en verdad su hermano en la noche final de su Peregrinación. Cansándose del encuentro, Magnus desterró a Lorgar de su nuevo reino con un pensamiento.

El juicio de los dioses

An'ggrath el Desatado Devorador de Almas primer plano

An'ggrath el Desatado, Guardián del Trono de Cráneos.

Lorgar se encontró una vez más en Shanriatha. Cuando se levantó de la arena vio que su guía Yngethel parecía estar muriendo. El Demonio había usado su ya decreciente energía para rescatar a Lorgar de la hechicería de Magnus. Lorgar quiso saber por qué su hermano no había querido hablar con él. Yngethel le dijo que Magnus era un instrumento de Tzeentch, El que Cambia los Destinos. Magnus era una criatura creada de su propia ignorancia, manipulado a cada paso, pero creyendo que él era el manipulador. Algunos de los líderes de la Humanidad podían ser atraídos al servicio de los Dioses del Caos con ofrecimientos de ambición y dominio, mientras que otros como Magnus tenían que ser manipulados hasta que estuvieran listos para presenciar y aceptar la verdad. Lorgar preguntó que clase de líder era él. Ingethel le respondió al Primarca que era el escogido del Panteón, porque solo él se había acercado a Chaos por idealismo, para la mejora de la especie. En esto, como en todo, era desinteresado.

Convencido por la profética visión del Demonio, Lorgar exigió saber su destino en la verdadera guerra que venía por el futuro de la Humanidad. Yngethel le dijo a Lorgar que una vez que la traición se desatara a través de la Galaxia, había innumerables momentos en que podía encontrar su muerte. Algunos eran más probables que otros. El Demonio le advirtió a Lorgar que ningún ser puede saber su futuro; aun así, en un mundo llamado Shrike, si Lorgar intercedía en una discusión entre Magnus el Rojo y Leman Russ había una posibilidad de que fuese asesinado en su duelo. Si alguna vez peleaba con su hermano Corax, en una batalla que no podía ganar, era casi una certeza que moriría. Desestimando la información sobre elecciones que no tendría que tomar por muchos años, Lorgar preguntó por qué habían retornado al mundo muerto. La moribunda Yngethel le explicó que no pretendía hacerlo, porque había usado sus últimas energías arrastrando a Lorgar de la cámara de Magnus con fuerza bruta, no con astucia. No era su intención mostrar este mundo otra vez. Otra cosa los había puesto ahí. Algo poderoso. Parecía que uno de los Dioses de Caos deseaba probar el mérito de Lorgar de servir como el campeón mortal de Caos. Ingethel reprendió a Lorgar por creer que al escogido del Panteón le sería permitido abandonar el Reino de los Dioses sin primero pasar su prueba. Se había decidido que los Dioses de Caos escogerían colectivamente a un representante para enjuiciar al Primarca de su valor para servirles.

Pero los Dioses del Caos son seres caprichosos y uno de los Dioses rompió el acuerdo que los cuatro habían hecho, deseando probar a Lorgar con uno de sus sirvientes. Con un rugido bestial, An'ggrath el Desatado se materializó. El Dios de la Sangre Khorne violó el acuerdo temporal que los Dioses del Caos habían forjado acerca de Lorgar y envió al más poderoso de sus Devoradores de Almas, el Guardián del Trono de Cráneos, para probar el temple de Lorgar. Sin alternativa, Lorgar se vió obligado a defenderse y luchar con la poderosa criatura, alzándose finalmente como el vencedor, a pesar de ser fuertemente herido en el duelo.

Kairos 2

Kairos Tejedestinos, Oráculo de Tzeentch.

Derrumbándose después de su impresionante victoria, el Primarca luchó para mantenerse vivo, respirando aire lleno de sangre en sus debilitados pulmones. Luego escuchó una única voz y luego otra, similar a la primera, pero con imperfecciones. Lorgar levantó la vista y observó la súbita aparición de otra figura alada, una grotesca figura aviar con alas marchitas y dos cabezas de buitre. La criatura se presentó como el representante de los Dioses del Caos que había sido enviado a juzgar al Primarca y se identificó como Kairos Tejedestinos, el Oráculo de Tzeentch. El Señor de la Transformación había venido a traer la oportunidad de una elección final: Lorgar podría tener la gloria personal o un destino divino. Este momento de la verdad vendría muchas décadas en el futuro, durante la infame Batalla de Calth. Ahí Lorgar tendría que tomar la más determinante decisión de su vida: luchar contra su hermano Roboute Guilliman, donde tendría éxito matándolo y al hacerlo, obtendría satisfacción personal y el respeto de sus hermanos Primarcas. Pero al hacer esto perdería la futura guerra. Sin embargo, si escogía darle la espada a la gloria personal y dejar que Guilliman viviera, saborearía la amarga derrota en su misión personal para destruir a Guilliman y a su XIII Legión que tanto había insultado a los Portadores de la Palabra en Khur. Pero la oporunidad de triunfar en la iluminación de la Humanidad sería mayor. El Primarca debía escoger si se igualaría a sus hermanos, con la venganza como su meta, o trabajaría para los Dioses del Caos saboreando la vergüenza a cambio de la oportunidad de una victoria mucho mayor. Aunque las dos cabezas de Kairos normalmente decían dos predicciones, una siendo verdadera y la otra mentira y ambas igualmente plausibles, en esta única ocasión el Gran Demonio explicó que ambas cabezas habían dicho la verdad. Dejando al perplejo Primarca con este desconcertante acertijo, Kairos desapareció de vuelta al Éter.

Una vez más solo con la moribunda Yngethel, Lorgar exigió saber cuánto de lo que había visto era verdad. El Demonio contestó: "Todo. O nada. O quizás algo intermedio". El Demonio le había mostrado aquello de lo que los Dioses del Caos querían que fuera testigo, pero ahora Lorgar quería que Ingethel le mostrara lo que él deseaba saber. Yngethel aceptó, porque le estaba permitido. Lorgar había visto lo que debía hacer para asegurar la victoria. Vió el destino de la Galaxia si las mentiras del Emperador no eran desafiadas. Ahora, el Primarca deseaba caminar por otros mundos en el Ojo del Terror. Si esta era la entrada al Paraíso e Infierno de los mitos humanos, quería ver más. Lorgar deseaba ver las posibilidades en estos mundos mutables, que se le mostrara lo que la Disformidad ofrecía a la Humanidad si aceptaba la fusión de carne y espíritu. Yngethel dijo que podía hacer todo esto. Pero Lorgar tenía un deseo final antes de regresar al Imperio, porque había una sola cosa que debía ver por sobre todas las otras. ¿Qué pasaría si las Fuerzas del Caos perdían la guerra?

La Verdad Primordial

Esta "verdad" cambió a Lorgar y los Portadores de la Palabra para siempre al ser expuestos a los Poderes Ruinosos del Caos y lentamente corrompidos, siendo la primera de las Legiones Astartes en adorar a los Dioses de Caos y convertirse en traidores al Emperador en sus corazones. Lorgar y los Portadores de la Palabra pasaron los restantes años de la Gran Cruzada intentando iluminar a la Humanidad acerca de la verdadera naturaleza espiritual de la Creación, recurriendo a la manipulación y el engaño para atraer a nueve de los Primarcas a la causa del Caos como sus Dioses exigían, siendo el más notorio el Señor de la Guerra Horus. Cuando se hizo evidente que la Humanidad no podía ser iluminada por el Caos sin ser primero destetada a la fuerza, con un gran precio pagado en sangre, de la falsa Verdad Imperial, Lorgar ayudó a orquestar la terrible Batalla de Istvaan III y la Masacre del Desembarco en Istvaan V así como la Herejía de Horus en general. Cuando Horus declaró abiertamente su rebelión contra el Emperador, los Portadores de la Palabra fueron una de las primeras Legiones en apoyarlo a él y a su causa. Los mundos que habían conquistado desde su conversión al Caos también se unieron a los Traidores, siendo secretamente corrompidos para adorar a los Poderes Ruinosos en los días finales de la Gran Cruzada.

La Herejía de Horus

Primarca Lorgar (slaine69)

El Primarca Lorgar durante la Herejía.

Fueron Lorgar y los Portadores de la Palabra quienes convirtieron al Señor de la Guerra Horus a la adoración del Caos, introduciendo en su Legión, los Lobos Lunares, las logias de guerreros copiadas del mundo de Davin. Más tarde, en una conspiración que involucraba al Capellán de los Portadores de la Palabra Erebus, Horus fue manipulado para regresar a Davin, donde sería herido y en su estado envenenado sería maleable a la corrupción de los Dioses del Caos.

La Legión mantuvo su nueva devoción en secreto, hasta que el Señor de la Guerra Horus declaró su propia fe en el Caos, comenzando una guerra civil galáctica conocida como la Herejía de Horus. Los Portadores de la Palabra rápidamente se unieron a la rebelión, y la mayoría de los mundos que habían conquistado desde su conversión también lo hicieron, al haber sido corrompidos por los Portadores de la Palabra a su nueva fe en el Caos durante sus conquistas.

La mayoría de la Legión fue enviada por Horus a retrasar y posiblemente destruir a la Legión de los Ultramarines, para que sus vastas fuerzas no pudieran impedir el avance de Horus hacia Terra. Esta era una tarea que los Portadores de la Palabra tomaron con alegría, porque mientras ellos eran castigados por su fe, los Ultramarines se habían convertido en la Legión favorita del Emperador. El asalto a Ultramar fue liderado por Kor Phaeron, quien juró destruir completamente a los Ultramarines. Los Portadores de la Palabra emboscaron a los Ultramarines en el mundo de Calth, un ataque que finalmente se convirtió en derrota cuando llegaron refuerzos desde Macragge y los Portadores de la Palabra huyeron del Sistema.

El resto de los Portadores de la Palabra fueron liderados por Lorgar a Terra, donde Horus y sus fuerzas fueron rechazadas y finalmente derrotadas después de un asedio de cincuenta y cinco días al Palacio Imperial. La Legión se refugió dentro del Ojo del Terror y el Torbellino, vastas heridas en el espacio donde el Inmaterium se filtra en la realidad, llegando a establecerse en el Mundo Demoníaco de Sicarus.

La Masacre del Desembarco

Istvaan V Massacre

Fulgrim lucha contra Ferrus Manus en Istvaan V.

Artículo principal: Masacre del Desembarco en Istvaan V.

El tercer mundo del Sistema Istvaan, lo suficientemente cercano a su sol para sostener la vida humana, ahora era una fosa común empapada en virus que marcaba la ira de Horus Lupercal. La población del planeta no era más que ceniza contaminada esparcida sobre continentes sin vida, mientras los huesos de sus ciudades quedaban como manchas oscurecidas de piedra quemada; una civilización reducida a un recuerdo en un solo día. El bombardeo orbital de la flota del Señor de la Guerra, realizado con con montones de proyectiles incendiarios y cabezas tácticas repletas de virus, aparentemente no habían perdonado a nada ni nadie en todo el planeta. Istvaan III orbitaba silenciosamente alrededor de su sol, casi grandioso en la extensión de su absoluta devastación, sirviendo como una horrible lápida para la muerte de un imperio.

Sobre Istvaan V orbitaba una de las más grandes flotas jamás reunidas en la historia de la especie humana. Sin duda, era la más impresionante coalición de naves Astartes, con exploradores, cruceros, destructores y naves de mando de siete Legiones. Con una precisión que requirió cálculos en masa, las flotas de las siete Legiones Astartes colgaban en los cielos sobre los cielos de Istvaan V. Transbordadores y cañoneras se movían entre los cruceros más pesados, mientras las cubiertas de cada nave de guerra se preparaban para desplegar a sus guerreros en un desembarco planetario unido sin precedentes. Horus, el traicionero hijo del Emperador, estaba en la superficie listo para resistir. El Imperio del Hombre envió siete Legiones para matar a su desobediente vástago, sin saber que cuatro de ellas ya habían desechado sus juramentos de fidelidad al Trono de Terra.

A bordo del Fidelitas Lex, la nave insignia de Lorgar, tuvo lugar una reunión extramadamente significativa. Acudieron comandantes de los Amos de la Noche, la Legión Alfa y los Guerreros de Hierro, así como otros tres Primarcas: el Acechante Nocturno, Alpharius y Perturabo. Lorgar se puso en el centro de la reunión de Traidores. Entonces procedió a enfatizar la importancia de su causa y el significado que ese día tendría en la historia ante sus hijos, hermanos y primos Astartes reunidos. Los Portadores de la Palabra y sus aliados creían que el Imperio les había fallado y por ser imperfecto en su núcleo, imperfecto en su búsqueda de una cultura perfecta y en su debilidad contra la invasión de especies xenos que buscaban retorcer a la Humanidad para sus propios fines. Y les había fallado por estar fundado en mentiras. El Imperio fue forjado por un peligroso engaño y los había erosionado demandando que sacrificaran la verdad en el altar de la necesidad. Este era un imperio, propagado por el pecado, que merecía morir. Y aquí, en Istvaan V, comenzarían su purga. De las cenizas se levantaría el nuevo reino de la Humanidad: un Imperio de justicia, fe e iluminación. Un Imperio anunciado, dirigido y protegido por los avatares de los mismos Dioses. Un Imperio lo suficientemente fuerte para soportar un futuro de sangre y fuego. El Emperador les creía leales. Sus cuatro Legiones habían sido enviadas a Istvaan V por Su equivocada convicción. Pero su coalición, aquí y ahora, era el fruto de décadas de planes. Estaba predestinado, y ocurriría de acuerdo a antiguas profecías. Nunca más se esconderían en las sombras. No habría más manipulaciones de los movimientos de las flotas ni falsificaciones de los datos expedicionarios. Desde ese día en adelante, la Legión Alfa, los Portadores de la Palabra, los Guerreros de Hierro y los Amos de la Noche estarían juntos, ensangrentados, pero incólumes bajo el estandarte del Señor de la Guerra Horus, el segundo Emperador. El verdadero Emperador. El Primer Capitán Sevatar de la Legión de los Amos de la Noche pronunció: "Muerte al Falso Emperador", convirtiéndose en la primera alma en decir las palabras que resonarían a través de los milenios. El grito fue tomado por otras voces y pronto era coreado en alaridos: "¡Muerte al Falso Emperador! ¡Muerte al Falso Emperador! ¡Muerte! ¡Muerte! ¡Muerte!"

Miles de Cápsulas de Desembarco y Stormbirds fueron desplegados para el asalto inicial. La primera oleada estaba bajo el mando supremo del Primarca Ferrus Manus y junto a su propia Legión X, se unieron los Salamandras, liderados por Vulkan, y la Guardia del Cuervo, guiada por su Primarca Corax. La Legión de Vulkan asaltó el flanco izquierdo de la línea de batalla de los traidores mientras Ferrus Manus, el Primer Capitán de los Manos de Hierro Gabriel Santar, y 10 Compañías completas de Exterminadores de élite, o Morlocks, cargaron directamente en el centro de las líneas enemigas. Mientras, la Legión de Corax atacó el flanco derecho de la posición enemiga. La fuerzas estaban igualadas: 30,000 Traidores contra 40,000 Leales. Horus conocía el lugar escogido por los Leales para desembarcar y sus tropas cayeron sobre las Legiones Leales.

El campo de batalla de Istvaan V fue un matadero de épicas proporciones. Traicioneros guerreros pervertidos por el odio lucharon contra sus antiguos camaradas de armas en un conflicto de amargura sin igual. Los poderosos Titanes del Dios Máquina caminaban sobre la superficie del planeta y la muerte seguía su estela. La sangre de héroes y traidores fluía en ríos, y los encapuchados Tecnoherejes del Mechanicum Oscuro desataban perversiones de la antigua tecnología robada a la Tecnocracia Auretiana para crear un sangriento caos entre los Leales. A través de toda la Depresión de Urgall, cientos morían a cada segundo, y la promesa de la muerte inevitable cubría a todo guerrero como una capa de oscuridad. La fuerzas Traidoras resistieron, pero su línea se estaba doblando bajo la furia del primer asalto leal. Bastaría solo un pequeño giro del destino para que se quebrara. Las fuerzas en la superficie habían combatido durante casi tres horas sin que emergiera un claro vencedor. Los Leales esperaban a que la segunda oleada de "aliados" aterrizase, creyendo que serían reforzados para el avance final. Los Traidores conocían los papeles que les tocaba representar en aquella obra. Todos eran conscientes de la sangre que debían derramar para evitar la destrucción de la especie e instalar a Horus como el Amo de la Humanidad.

A pesar que los Manos de Hierro, la Guardia del Cuervo y los Salamandras habían conseguido realizar un desembarco de combate completo y asegurar el sitio, conocido como la Depresión de Urgall, lo hicieron a un alto precio. Abrumado por la ira, el testarudo Ferrus Manus rechazó el consejo de sus hermanos Corax y Vulkan y se lanzó contra los rebeldes que huían, buscando atraer a Fulgrim a un combate singular. Sus tropas veteranas, que conformaban la mayoría de los Exterminadores y Dreadnoughts de la Legión X, le siguieron. Lo que había comenzado como un ataque en masa contra la posición de los Traidores se estaba transformando rápidamente en uno de los más grandes enfrentamientos de toda la Gran Cruzada. Más de 60,000 Astartes chocaron en las oscuras planicies de Istvaan V. Tristemente, esta batalla pasaría a los anales de la historia imperial como una de la más épicas confrontaciones jamás luchadas.

La Depresión de Urgall fue arruinada bajo las botas y orugas de tanques de innumerables guerreros Astartes y sus divisiones acorazadas. Los Primarcas Leales se encontraban allí donde la lucha era más dura: Corax de la Guardia del Cuervo, sostenido en el aire por sus negras alas unidas a sus retrorreactores; Lord Ferrus de los Manos de Hierro, en el corazón de la batalla, aplastaba con su manos argénteas a cualquier Traidor a su alcance, mientras perseguía y arrastraba de vuelta a aquellos que buscaban retirarse; por último, Vulkan de los Salamandras, en su Armadura Artesanal, haciendo restallar truenos con su martillo de guerra al golpear armaduras, que se rompían como porcelana.

Los Primarcas Taidores asesinaban al igual que sus hermanos Leales: Angron, de los Devoradores de Mundos, cortaba con total abandono y salvajismo a medida que blandía sus Hachas Sierra a diestra y siniestra, apenas consciente de quien caía frente a él; Fulgrim, de los mal llamados Hijos del Emperador, riendo mientras desviaba los torpes golpes de los guerreros de los Manos de Hierro, sin detener jamás sus gráciles movimientos por un momento; Mortarion, de la Guardia de la Muerte, en un eco repugnante del antiguo mito de Terra, segaba vidas con cada golpe destructor de su guadaña.

Horus, Señor de la Guerra del Imperio, la Estrella Más Brillante y el mayor de los hijos del Emperador, observaba la destrucción mientras sus Legiones tomaban el campo, satisfecho, desde su fortaleza erigida en el borde lejano de la quebrada. Escudado y desapercibido para sus hermanos que aún luchaban en el nombre del Emperador. Finalmente, sobre la vorágine de ceramita machacada, resonantes cañones de tanque y ensordecedores Bólteres, las Cañoneras, Cápsulas de Desembarco y naves de asalto de la segunda oleada quemaron la atmósfera con ruidosos cohetes. El cielo se oscureció con el débil sol eclipsado por diez mil sombras aviares, y el rugido de alegría gritado por los Leales fue lo suficientemente fuerte como para estremecer al mismo aire. Los Taidores, las ensangrentadas y maltrechas Legiones leales a Horus, comenzaron sin dudarlo a retirarse sin dejar de combatir.

La segunda oleada de Legiones de Marines Espaciales "Leales" descendió sobre la zona de aterrizaje en el extremo norte de la Depresión de Urgall.

Cientos de Stormbirds y Thunderhawks avanzaron rugiendo hacia la superficie, sus cascos blindados relucientes a medida que el poder de otras cuatro Legiones Astartes llegaba a Istvaan V. Pero las Legiones de Marines Espaciales de la reserva ya no eran leales al Emperador, pues en secreto habían jurado lealtad al Caos y a la causa de Horus. Los Amos de la Noche de Konrad Curze, los Guerreros de Hierro de Perturabo, los Portadores de la Palabra de Lorgar y la Legión Alfa de Alpharius representaban una fuerza mayor que la que primero había comenzado el asalto. Las nuevas Legiones se reunieron en la zona de aterrizaje, armadas y listas para la batalla, sin pérdidas y frescas.

Los Guerreros de Hierro se establecieron en el terreno alto, tomando el sitio de aterrizaje Leal con toda la apariencia de estar reforzándolo mediante búnkers prefabricados de plastiacero. Enormes transportes descargaron la arquitectura de batalla: densos marcos de metal cayeron de las garras de carga de las naves transportadoras a baja altitud y a medida que las plataformas tocaban el suelo y se hundían en él, los artesanos guerreros de la Legión IV trabajaban, fijaban, atornillaban y construían con rapidez bases de disparo. Las torretas se alzaban de sus construcciones protectoras por cientos, mientras hordas de servidores lobomotizados rodaban lentamente fuera de las plataformas de las naves de tropas de los Guerreros de Hierro, resueltos en su intención de conectarse con las interfaces de los sistemas de armas. Los Portadores de la Palabra reforzaron a sus Legiones hermanas en un flanco de la Depresión de Urgall mientras los Amos de la Noche tomaban posiciones en el lado opuesto. Por la línea, pasado las masas de tanques de los Guerreros de Hierro y demás Astartes, el Primer Capitán de los Amos de la Noche Sevatar y su Primera Compañía, los Atramentar, tomaron posiciones defensivas. Los Portadores de la Palabra y los Amos de la Noche serían el yunque, mientras que los Guerreros de Hierro serían el martillo que golpearía. El enemigo vendría hacia ellos trastabillando, exhausto, llevando Bólteres vacíos y espadas rotas, creyendo que su presencia sería un respiro.

Arrastrando a sus heridos y muertos detrás de ellos, Corax y Vulkan guiaban sus fuerzas al punto de desembarco para reagruparse y permitir a los guerreros de sus recientemente llegados hermanos Primarcas de la segunda oleada tomar parte en la derrota de Horus. A pesar de enviar señales solicitando ayuda médica y suministros, la línea de Astartes sobre el borde norte permaneció lúgubremente silenciosa a medida que los guerreros de la Guardia del Cuervo y los Salamandras se acercaban hasta llegar a cien metros de sus aliados. En ese momento Horus reveló su perfidia y puso en acción su letal trampa. Dentro de la fortaleza negra donde Horus tenía su guarida, una solitaria bengala se elevó hacia el cielo, explotando en un infernal brillo rojo que iluminó el campo de batalla. El fuego de la traición rugió desde los cañones de miles de armas, cuando los Astartes de la segunda oleada revelaron donde estaban sus verdaderas lealtades. Los supuestos "aliados" de los Leales abrieron fuego sobre los Salamandras y la Guardia del Cuervo, matando a cientos en la furia de los primeros momentos, cientos más en los segundos que siguieron, mientras descarga tras descarga de fuego de Bólter y misiles segaban las desprevenidas filas. Mientras la terrible carnicería era desatada sobre los leales, las fuerzas en retirada del Señor de la Guerra Horus dieron la vuelta y apuntaron sus armas a los guerreros enemigos ante ellos. Cientos de Devoradores de Mundos, Hijos de Horus y Guardias de la Muerte cayeron sobre las Compañías veteranas de los Manos de Hierro, y a pesar que los guerreros de la Legión X continuaron gallardamente la lucha, estaban irremediablemente superados en número y pronto serían destrozados. Los Manos de Hierro se habían condenado al permanecer en el campo.

Las líneas frontales de la Guardia del Cuervo cayeron como si fueran segadas, cosechadas en una línea rebosante de proyectiles explosivos de Bólter, armaduras destrozadas y ráfagas de niebla sangrienta. Astartes en armadura negra caían sobre sus manos y rodillas, sólo para ser cortados por la continua descarga, acabando con aquellos que cayeron bajo la tormenta inicial de disparos a la cabeza y torso. Segundos después del primer castañeteo de Bólteres, rayos láser de doloroso brillo cortaron desde detrás de los Portadores de la Palabra cuando los cañones montados en los Land Raiders, Predators y torretas de los bastiones defensivos abrieron agujeros a través de la Guardia del Cuervo y en el suelo en el que estaban. Los Guerreros de Hierro y los Portadores de la Palabra recargaban y abrían fuego una y otra vez, arrojando granadas y preparados para retroceder. Tres figuras se mantenían en pie en lo alto de un ornamentado tanque de mando, el blindaje broncíneo y gris del Land Raider decorado con flameantes estandartes y finísimos grabados con escrituras sobre cada superficie. Kor Phaeron, Maestro de la Fe, miraba el distante punto de desembarco con una mirada entrecerrada. Erebus se encontraba a su lado.

Lorgar se alzaba sobre ambos, pero no ponía atención a las traidoras salvas contra las Legiones de la Guardia del Cuervo y los Salamandras. Miraba fijamente el corazón de la batalla, su ojos abiertos en el viento, sus labios gentilmente separados mientras miraba a sus hermanos asesinarse entre ellos. Fulgrim y Ferrus combatían, y la desvaneciente luz solar llameaba desde los bordes de sus oscilantes armas. El viento se llevaba el choque y ruido de sus golpes, pero incluso en el silencio el duelo era cautivante. Ningunos sentidos excepto los de un Primarca podrían haber seguido tales movimientos instantáneos y líquidos. La perfección de todo ello casi trajo una sonrisa a los labios de Lorgar. Mientras el Primarca observaba a sus dos hermanos enfrentarse en su furioso duelo, recordó un momento, hacía ya mucho, cuando Ferrus le presentó un arma que había forjado. Había fabricado el elegante Crozius Arcanum, Illuminarum, como agradecimiento por reforzar a su Legión en Galadon Secondus. Volviendo a la realidad, la semilla de la duda creció en Lorgar mientras era testigo de la carnicería. Pero con el constante recordatorio y reafirmación de su padre adoptivo Kor Phaeron, Lorgar ordenó a sus Portadores de la Palabra atacar.

El Cuervo y el Urizen chocan

240px-Deliverance-lost-2 - Primarch Corax

Corax atacando desde las alturas.

En medio de la carnicería y la matanza, se desató la cólera de un semidios, más allá de la ira, más allá de la rabia. Iba más allá que ambas, porque era la furia encarnada. Lord Corax, Primarca de la Guardia del Cuervo, cargó contra las líneas de los traidores Portadores de la Palabra, una imagen borrosa de armadura color carbón y cuchillas negras, masacrando con una facilidad que desmentía su ferocidad. Pronto las voces de moribundos Portadores de la Palabra se convirtieron en un coro interfiriendo las comunicaciones con sus gritos de ayuda. Argel Tal, el Señor Carmesí y líder de los Astartes poseídos por Demonios conocidos como los Gal Vorbak, los "Hijos Bendecidos" de Lorgar, se lanzó hacia delante para encontrar su final a manos de un semidios, aunque sobreviviendo milagrosamente. Mientras tanto, Lorgar imitaba las acciones de su hermano y asesinaba Astartes enemigos con desdeñosa facilidad. Igual que los Portadores de la Palabra no lograban contener a Corax, la Guardia del Cuervo retrocedía y moría por montones. De pronto, el Urizen detuvo su ataque. Se dio cuenta de que Corax estaba avanzando a través de sus Gal Vorbak, destrozando a sus gerreros carmesíes poseídos por Demonios. Aprovechando el bendito respiro que les proporcionaba el alto en el destructor avance del Primarca, la Guardia del Cuervo retrocedió como una marea negra. Dejaron sus muertos como una alfombra a los pies de su Primarca.

A pesar de las protestas de Kor Phaeron y Erebus, Lorgar desestimó su consejo y avanzó rápidamente a través de la tierra revuelta y los cadáveres de la Legión de su hermano para entrar en una batalla que no tenía esperanza de ganar. Vio a su hermano, un hombre con quien apenas había cruzado palabras en dos siglos de vida, un hombre que apenas conocía, masacrando a sus hijos con una ira despiadada. No había idea de conversión. Ninguna esperanza de atraer a Corax a su bando, o de iluminarlo lo suficiente para detener su arrolladora destrucción. La ira de Lorgar floreció, consumiendo la matanza desapasionada de solo unos momentos antes. A medida que el Primarca de los Portadores de la Palabra se abría camino a martillazos a través de la Guardia del Cuervo para llegar a su hermano, sintió un poder bullir dentro de él, sufriendo por salir. Como siempre, Lorgar había hecho retroceder su potencial psíquico, escondiéndolo y odiándolo en igual medida. Era poco fiable, errático, inestable y doloroso. Nunca pareció ser el regalo que era para Magnus, y por eso, lo había reprimido encerrándolo con resolución implacable. Nunca más. Un grito liberación nació de él, no de su boca, sino de su mente. Resonó por el campo de batalla. Resonó por el vacío. La energía brotó de su armadura y un sexto sentido por fin sin ataduras, con su pureza quizás coloreada por el Caos, exhaló de su interior. Lorgar sintió el calor de su propia ira manifiesta. Sintió su poder desatado extendiéndose, no solo para mejorar su forma física, sino también a sus hijos en el campo de batalla. Ahí estaba en pie en el corazón del campo de muerte, alado y rodeado por un halo de chorros de fuego psíquico, gritando el nombre de su hermano en la tormenta. Corax respondió con su propio alarido –la llamada del traidor, el grito del traicionado—. El cuevo encontró al hereje en un choque de garra y Crozius.

Gal Vorbak

Los Gal Vorbak, elegidos de Lorgar, tras liberar sus formas definitivas.

Como respuesta, los Gal Vorbak llevaron a cabo su metamorfosis final, tomando sus verdaderas formas demoníacas. Sus armaduras de ceramita se habían fundido con su carne, cubiertas por capas de protuberancias de denso hueso y púas, mientras brotaban toda clase de garras, cuchillas y alas. Se transformaron en nuevas y bestiales formas, marcándolos como los primeros Poseídos de los Marines del Caos. Mientras, los Primarcas luchaban en un furioso combate: Corax luchando para matar, Lorgar para sobrevivir. Durante su duelo Corax lanzó insultos y acusaciones a su antiguo hermano. Quería saber por qué había cometido tal traición. Lorgar compartió con él las visiones del futuro de su padre – un cadáver sin sangre, sentado, enterrado en un trono de oro y gritando por siempre en el vacío. Enfurecido por las mentiras de su hermano, Corax golpeó furiosamente con su par de Garras Relámpago en la cara de Lorgar, cortando profundamente la carne de las mejillas. Aun cuando Lorgar de algún modo lograra escapar su destino este día, llevaría las cicatrices hasta su muerte.

Los dos Primarcas intercambiaban golpes despiadados, pero el Señor Cuervo tenía la ventaja no sólo de velocidad y sutileza, pero también de ser un guerrero consumado con años de experiencia en combate. Lorgar en cambio no tenía esa experiencia, porque siempre fue más un erudito que un guerrero, y su falta de experiencia le costó caro cuando Corax le atravesó el estómago, las puntas de sus garras de un metro de largo destellando a los lados de su espina dorsal al salir por su espalda. Tal golpe significaba poco para un Primarca, y solo cuando Corax lo levantó, Lorgar vaciló. Las garras cortaban y rompían, aserrando a través del cuerpo del Urizen. Illuminarum cayó de los puños del Primarca empalado. Esas mismas manos se cerraron en torno al cuello de Corax, mientras el Señor Cuervo cortaba a su hermano por la mitad. Incluso cuando Lorgar apretó su agarre sobre la garganta de Corax, el Señor Cuervo permaneció impasible ante el ataque de su débil hermano. Lorgar golpeó con su frente la cara de Corax, rompiendo la nariz de su hermano, pero aun así no pudo liberarse. El Señor Cuervo no cedía, incluso después de que un segundo, tercero y cuarto cabezazo diezmaran sus finos rasgos. Las garras se sacudían, enganchadas en los huesos mejorados de Lorgar. Corax las liberó, inflingiendo más daño que cuando las había introducido. La sangre silbaba y saltaba a medida que se evaporaba en las hojas envueltas en campos de energía. Lorgar cayó de rodillas, con las manos sujetando su destrozado estómago. Corax se acercó, y levantó la garra que todavía funcionaba para ejecutar a su hermano. Lorgar gritó desafiante a Corax, perdido en la ironía que de todos los hijos del Emperador, él era el único de los veinte que jamás deseó ser un soldado. Y ahora iba a morir aquí, en el corazón del campo de batalla. Al caer la garra, esta golpeó contra metal.

Curze Rey Oscuro

Konrad Curze, el Acechante Nocturno.

Corax miró para encontrar ojos tan negros como los suyos, en una cara tan pálida como la suya. Su garra presionando contra otra igual, ambos conjuntos de hojas chirriando mientras se machacaban la una contra otra. Una hoja buscando caer y matar, la otra implacable en su defensa hacia arriba. Donde los rasgos del Primarca de la Guardia del Cuervo eran feroces por el esfuerzo, la otra cara tenía una sonrisa. Era una sonrisa a la vez tensa y amarga: la de un muerto, una vez que sus labios se rendían al rigor moris. Era Curze. Corax buscó separar su garra, pero la otra mano de Curze se cerró sobre la muñeca de su hermano, para que Corax fuera incapaz de volar y escapar de su destino. Curze miró a su postrado hermano y le ordenó levantarse, asqueado por su cobardía. Corax no permaneció ocioso durante este intercambio. Encendió sus retrorreactores, quemando sus reservas de combustible para escapar del agarre de Curze. La garra del Señor Cuervo se soltó y Corax se elevó hacia el cielo, alejándose de la creciente risa de Curze. Luego Curze empujó a su hermano de vuelta a sus Portadores de la Palabra. Alrededor de ambos, la Legión gris luchaba contra los guerreros de negro. Lorgar le dio las gracias a su hermano por salvarle la vida, pero Curze le advirtió que la próxima vez lo dejaría morir. Cuando iba a lanzar otra recriminación, sus palabras se detuvieron al mirar a los transformados Gal Vorbak. Su armadura era ceramita carmesí y huesos protuberantes. Grandes garras, a la vez de metal y de espolones carnosos unidos, se extendían desde brazos bestiales. Cada casco tenía cuernos y cada cara estaba partida por una demoníaca sonrisa de calavera. Asqueado por este horrible sitio, Curze le dió la espalda a Lorgar y comentó que era mucho más que simplemente vil, estaba rancio de corrupción. A pesar de estar gravemente herido, Lorgar viviría. Los Traidores habían ganado el día y asestado al Emperador y al Imperio un doloroso golpe. Ahora que la Herejía comenzaba en serio, Horus poseía nueve Legiones de Marines Espaciales y casi había destruido completamente a tres de las restantes nueve Legiones Leales. El camino a Terra estaba abierto y la decisiva Batalla de Terra y el Asedio al Palacio Imperial tendrían lugar después de siete años más de sangre y terror a medida que las Legiones Traidoras penetraban hacia el corazón del Imperio de la Humanidad.

Cónclave Traidor

Horus1

Horus preside el Cónclave Traidor.

Cuatro días después de la Masacre del Desembarco en Istvaan V, Horus Lupercal reunió a aquellos Primarcas que se oponían al Imperio a bordo de su nave insignia, la Espíritu Vengativo. Todos conocían el precio de la venidera campaña y sus destinos dentro de ella. Las flotas traidoras estaban en camino. Pero después de lo "desagradable" de Istvaan, esta era la primera vez que se juntaban como una completa fraternidad. Ocho Primarcas estaban presentes, aunque solo la mitad estaba físicamente presente en la habitación donde se llevaba a cabo la reunión. Estos incluían a Fulgrim, Perturabo, Angron y Lorgar. Los cuatro ausentes eran solo proyecciones holográficas: tres de ellos, Konrad Curze, Mortarion y Alpharius manifestados alrededor de la mesa en las formas de parpadeantes imitaciones hololíticas grises. El cuarto aparecía como una imagen más brillante compuesta por el argénteo resplandor del brillante fuego brujo. Esta última imagen era Magnus el Rojo, quien se proyectaba a sí mismo desde muy lejos por medios hechiceros, desde el Planeta de los Hechiceros donde aún se estaba reponiendo de sus heridas de la reciente Quema de Prospero por los Lobos Espaciales de Leman Russ.

Tan pronto como Lorgar tomó asiento en la mesa del consejo no pudo desviar su atención de su hermano Fulgrim. El Señor de la Guerra se cansaba cada vez más de la incapacidad de su hermano de adherirse al plan establecido y de su falta de atención a la importante reunión. Antes que el consejo comenzara propiamente, Lorgar alcanzó lentamente el ornamentado Crozius en su espalda. Cuando sacó el arma en medio de sus más cercanos familiares, sus ojos permanecieron fijos en uno de ellos y todos los físicamente presentes sintieron el frío creciente de la escarcha psíquica alrededor de sus armaduras. El Primarca de los Portadores de la Palabra acusó a la criatura que imitaba a su hermano en apariencia física de que no era quien pretendía ser. Antes de que cualquiera pudiera reaccionar, el Crozius de Lorgar golpeó al supuesto Primarca de los Hijos del Emperador. Fulgrim se estrelló contra la pared, su forma postrada derrumbada contra el suelo. Llevando sus fieros ojos sobre sus otros hermanos declaró que ese impostor no era Fulgrim. Los otros Primarcas presentes, avanzaron sobre el cambiaformas, sacando sus armas. El Señor de la Guerra trató de aplacar al enfurecido Lorgar, la mera amenaza de una confrontación por su parte había sido normalmente suficiente para disuadir a Lorgar de cualquier acción precipitada. Pero el Aureliano que ahora tenían ante sí sorprendió incluso a Horus por los cambios forjados dentro de él en Istvaan V. Sujetando fuertemente su Crozius en sus guanteletes color carmesí, desafiando a sus hermanos, les advirtió que se mantuvieran alejados.

Cuando Horus una vez más intentó calmar al furioso Primarca, Lorgar se sorprendió por la súbita revelación que el Señor de la Guerra ya sabía que Fulgrim no era quien pretendía ser. El Señor de la Guerra informó a sus compañeros Primarcas que se ocuparía personalmente de la situación y los despidió a todos de su cámara, con la excepción de Lorgar. El Primarca de los Portadores de la Palabra podía ver la verdad, esta criatura era uno de los Demonios del Caos, lo que fuera este ser que usaba la piel y armadura de su hermano había vaciado su alma. Algo anidaba adentro, dirigiendo el cuerpo sin alma de su propio hermano. Lo que Lorgar no podía entender era cómo esto había ocurrido y por qué Horus continuaba guardando un secreto tan oscuro. Horus le explicó a su hermano que no había orquestado el fallecimiento de Fulgrim: solo estaba conteniendo sus repercusiones.

Lorgar estaba perturbado porque otra conciencia dirigiese el cuerpo de Fulgrim. Horus estaba molesto con la línea de preguntas de su hermano, ya que Lorgar y Fulgrim jamás fueron cercanos. ¿Por qué le importaba? Lorgar explicó que importaba porque esa vil intrusión era una perversión del orden natural. No había armonía en tal unión. No como sus benditos hijos poseídos por Demonios, los Gal Vorbak. Un alma viviente había sido aniquilada en su cáscara mortal para simplemente albegar a un codicioso, nonato e infeliz Demonio. Durante la Peregrinación de Lorgar al Ojo del Terror años atrás, él había caminado por la Disformidad. Estuvo donde los dioses y los mortales se encontraban. Lorgar sabía que esta forma de posesión era debilidad y corrupción, una perversión de lo que los Dioses del Caos deseaban para la Humanidad. Los Poderes Ruinosos querían aliados y seguidores dispuestos, no cáscaras sin alma ocupadas por Demonios.

Usando sus poderosas habilidades psíquicas, Lorgar mantuvo al Demonio a raya. El Señor de la Guerra le advirtió que estaba matando a Fulgrim, pero Lorgar replicó que no era su hermano, sino una "cosa", una que podía destruir si quisiera. Lorgar amenazó al Demonio con que aprendería su nombre verdadero y le desterraría de vuelta a la Disformidad. El Demonio-Fulgrim estaba indefenso frente a las formidables habilidades psíquicas de Lorgar. El Señor de la Guerra intentó refrenar a su hermano poniendo su mano en el hombro de Lorgar, pero el Primarca ordenó psíquicamente a Horus que retirara su mano. Incapaz de resistir, Horus obedeció. Sus dedos temblaron mientras se retiraban, y sus ojos grises parpadearon con tensión. Mientras el enfurecido Lorgar salía de la habitación, Horus comentó que su hermano había cambiado desde que cruzó armas con Corax en la superficie de Istvaan V. Lorgar replicó que todo había cambiado aquella noche. Luego salió y volvió a su nave para contemplar lo que percibía como una completa vileza.

El Urizen y el Rey Carmesí

A bordo de la nave insignia de Lorgar, Fidelitas Lex, fue visitado por una proyección fantasmal compuesta de fuego brujo argénteo de su hermano Magnus el Rojo. El Cíclope Rojo deseaba discutir algunos urgentes asuntos privados. El Primarca de los Mil Hijos estaba tratando de evaluar las reacciones de su hermano a la luz de los recientes eventos, como también las madejas del destino que parecían entrelazarse y converger hacia Lorgar, quien estaba en su nexo. Lorgar explicó que había visto la verdad en la misma Peregrinación que su hermano le pidió que jamás realizara. Y después de Istvaan V, un velo se había caído de sus ojos. Ya no había necesidad de contenerse, porque si lo hacían perderían la guerra y la Humanidad perdería su única oportunidad de iluminación. El Rey Carmesí previno a Lorgar del uso descuidado y burdo de sus habilidades psíquicas de una forma tan primitiva y brutal, porque invitaba al ataque de poderosas entidades disformes contra él. Lorgar desechó el consejo de su hermano y replicó que su opinión en el asunto era nula, ya que había escarbado demasiado profundo en los poderes del Inmaterium y traído la ira de los Lobos sobre su mundo. Ahora era el señor de una Legión traidora que se había condenado a los ojos de sus Legiones hermanas y sólo estaba en el bando del Señor de la Guerra porque eran exiliados.

Curioso por las referencias a su Legión, Magnus intentó sondear sutilmente la mente de su hermano, pero fue fuertemente rechazado y Lorgar le advirtió que jamás buscara en sus pensamientos otra vez. Magnus quedó atónito con las poderosas nuevas habilidades del Aureliano. Lorgar reveló a Magnus que desde que sus habilidades se habían tornado más poderosas, era capaz de ahondar profundamente en las madejas del destino, del pasado y del futuro. Advirtió a Magnus que su Legión no estaba libre del "Cambio de la Carne" que su Legión tanto había temido en el pasado. También le previno de tener cuidado con aquellos de sus hijos que fracasaron en abrazarlo como el don que era. El Rey Carmesí decidió cambiar el tema y comenzó a hablar de su hermano Fulgrim y el terrible destino que había caído sobre él.

Lorgar reprendió a su hermano Magnus por no decirle la verdad cinco décadas atrás y por tratar de evitar que emprendiera la Peregrinación en la que finalmente descubrió la verdad acerca del Aniquilador Primordial y el resto de cosas que había descubierto desde entonces. Magnus aseguró que solo lo había hecho para proteger a Lorgar de su propia certeza santurrona y arrogancia en sus creencias. Lorgar contestó lacónicamente que ahora él estaba a la diestra del nuevo Emperador, al frente de la segunda Legión más grande del Imperio, mientras que Magnus era un alma rota, liderando una Legión destrozada. Quizás no era él quien necesitaba protección, ni su arrogancia llevó a su caída. Magnus no podía afirmar lo mismo, porque ambos sabían la verdad, pero solo uno de ellos la había afrontado. Lorgar se enfureció llamando a Magnus un cobarde por conocer la Verdad Primordial y no adoptarla. El Caos solo era grotesco porque lo habían visto con ojos mortales, pero cuando ascendieran, serían los hijos escogidos de los Dioses. Magnus interrumpió la diatriba de su hermano, golpeándole iracundamente con sus habilidades psíquicas. El Rey Carmesí se había cansado del insignificante parloteo de Lorgar. Magnus retó a su hermano a que si sabía las verdades detrás de la realidad, que se las mostrara. Que le dijera lo que había visto al final de su maldita Peregrinación.

Lorgar le informó a su hermano de todo lo que había ocurrido décadas atrás. El Rey Carmesí sabía que lo que su hermano había contado era la verdad, pero quedaba una pregunta persistente: ¿se enfrentaría Lorgar a su hermano Roboute Guilliman en Calth? La respuesta del Urizen fue enigmática: aunque algunos de sus Portadores de la Palabra ciertamente irían a Calth, algunos no lo harían. Solo revelaría sus planes al Cíclope Rojo cuando se comprometiera completamente con el Señor de la Guerra y su causa.

Tras su reunión privada, Lorgar una vez más se reunió con el Señor de la Guerra a bordo de la Espíritu Vengativo, esta vez en compañía de Angron, Primarca de los Devoradores de Mundos. Cuando preguntó a Horus qué ocurriría con su hermano "Fulgrim", el Señor de la Guerra hizo caso omiso. Enfurecido, Lorgar rehusó seguir el plan de Horus para su Legión, informándole en cambio que seguiría los planes que había preparado anteriormente: llevar al grueso de su Legión al este galáctico, a los reinos de Ultramar. El Señor de la Guerra le dijo a su hermano que ya habían discutido sobre su propuesto plan muchas veces, señalando que si Lorgar separaba sus fuerzas como planeaba, no tendría suficientes Astartes para lograr lo que se proponía. Lorgar respondió enfadado que sus apóstoles estaban preparados para viajar a Ultramar. Habían hecho pactos con fuerzas divinas que Horus aún trataba de comprender. Los Demonios de la Disformidad responderían a su llamada. Los compartimientos de carga de las naves de los Portadores de la Palabra rebosaban con los cuerpos de fieles mortales, tomados de los mundos que la XVII Legión había conquistado porque no estuvieron ociosos durante todos esos años. El Señor de la Guerra indicó que necesitaba Legionarios. Lorgar replicó que quizás Horus debería prestarle unas pocas de sus Compañías y las llevaría al este. Horus prometió a su hermano que le daría más que eso. Le daría otra Legión.

Lorgar se enfrenta a Fulgrim

Sólo una cosa quedaba por hacer. Lorgar bajó a la superficie de Istvaan V para buscar y enfrentarse a "Fulgrim". Cuando el Demonio-Fulgrim trató de retrasar a Lorgar, a una señal suya legionarios de la XVII se teleportaron a bordo de cuarenta y nueve naves de los Hijos del Emperador tomando como rehenes a sus comandantes a punta de pistola. Ahora que Lorgar había dejado claras sus intenciones, deseó hablar a solas con el Demonio-Fulgrim. Después de la conversación en la superficie, la Legión XVII trajo de vuelta a sus equipos de asalto del mismo modo en que habían llegado. Fulgrim y Lorgar también se teleportaron desde la superficie del planeta. El Urizen deseaba saber el destino de su hermano y si es que seguía vivo o no. El Demonio-Fulgrim le llevó a bordo de la nave insignia de la Legión III Orgullo del Emperador. Lorgar fue escoltado a La Fenice, el antiguo salón y teatro de los Rememoradores de la 28ª Flota Expedicionaria, donde los Hijos del Emperador habían llevado a cabo su apoteosis final como verdaderos sirvientes de Slaanesh durante la representación de Maraviglia. Lorgar observó el devastado teatro. Cualquier acto final que hubiera ocurrido ahí, fue uno de suprema decadencia. Cadáveres ya en los huesos dormían en mortal reposo en sillas y pasillos. Armas descartadas y muebles rotos yacían en todos lados. Todo estaba marcado con las manchas negras de la sangre vieja. El Demonio-Fulgrim llevó a Lorgar al escenario y le indicó una delgada cortina de seda, revelando un exquisito retrato del Fénix. La pintura le quitó a Lorgar el aliento por un largo momento, siendo cómplice en su asombro y contento de dejarlo pasar. Pocas obras de arte lo habían conmovido como esta lo hacía. Fulgrim, triunfante en su interpretación, usaba su más ostentosa armadura, cubierta tanto de dorado imperial como de púrpura de la Tercera Legión. De pie frente a la inmensa Puerta del Fénix llevando a la cámara Heliópolis a bordo de su nave insignia, una visión de oro sobre oro aún más rico. En sus hombros, salendo en angelical simetría, las grandes y fogosas alas de un fénix daban una luz abrasadora contra su armadura, iluminando el dorado tocado por las llamas hasta alcanzar el tono del platino, y enriqueciendo el morado a un profundo matiz púrpura de Tiro.

El Demonio-Fulgrim indicó que había cumplido su parte del trato, ya que Lorgar había visto a su caprichoso hermano. Creyéndose burlado, Lorgar alcanzó su Crozius, amenazando violencia. El Demonio-Fulgrim dijo al Primarca que mirara más cerca de la pintura y vería la verdad. Esta vez, dejó sus ojos deslizarse por la imagen, no buscando detalles, solo dejándose llevar hasta que descansaran donde quisieran. Encontró los ojos representados con gran sentimiento y finalmente Lorgar respiró y con una leve sonrisa saludó a su hermano. El Demonio preguntó si había visto la verdad, a lo que Lorgar replicó que había visto más de lo que el Demonio se daba cuenta. Enfrentándose al captor de su hermano, le aseguró al Nunca Nacido que si pensaba disfrutar toda la eternidad mientras jugaba al titiritero con el cuerpo de su hermano, entonces se llevaría un fatal chasco una noche. El Demonio dijo que el Urizen hablaba con las mentiras de un alma estúpida y desesperada. Lorgar sólo rió y sonrió sinceramente al Demonio, replicando que el secreto de la criatura estaba a salvo con él y que disfrutara su mandato mientras durara.

De vuelta en la Fidelitas Lex, Lorgar hizo reunir al Consejo de la Santidad para hablar una vez más de sus planes para Calth. Luego en las horas que siguieron, llamó a Argel Tal y sus comandantes más fieles, para hablar de otros planes secretos. Pues el hijo más fiel de Lorgar, como él, tenía otras guerras que luchar mientras el Sistema Calth ardía.

Tras la Herejía

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Lorgar, Príncipe Demonio del Caos Absoluto.

Finalmente, las atrocidades cometidas por los Portadores de la Palabra permitieron a Lorgar ascender al rango de Príncipe Demonio, llegando a ser igual a un Dios a los ojos de su Legión. Se dice que su grito al nacer como Príncipe Demonio del Caos Absoluto resonó por el Inmaterium con triunfante reivindicación, al ser su fe y devoción al Caos recompensadas con inmortalidad y poder sin freno. Desde entonces se ha aislado dentro del Templum Inficio en el Mundo Demoníaco de Sicarus, donde ha permanecido durante miles de años, prohibiendo a cualquiera que interrumpa su meditación, permitiendo que los Portadores de la Palabra sean dirigidos por un Concilio Oscuro de los más poderosos Apóstoles Oscuros (el equivalente a los Capellanes de los Capítulos de Marines Espaciales entre los Portadores de la Palabra). Desde las dos bases primarias de la Legión, Sicarus y el Mundo Forja caído de Ghalmek, localizado en el Torbellino, los Portadores de la Palabra lanzan pervertidas Guerras de Fe contra el Imperio en nombre de los Dioses Oscuros. El propósito de estos conflictos es "iluminar" a la Humanidad reemplazando la adoración al Emperador Cadáver con la de las únicas verdaderas divinidades del universo. Que esto requiera la muerte de billones de personas es un precio que los Portadores de la Palabra están dispuestos a pagar para traer la verdad que Lorgar Aureliano fue el primero en buscar al resto de la Galaxia.

Armamento

Durante la Gran Cruzada y la Herejía de Horus, Lorgar vistió una armadura artesanal basada en la servoarmadura Mk. IV Maximus y grabada con antiguos signos colchisianos de protección y rechazo, conocida como la Armadura de la Palabra. Su arma favorita era Illuminarum, una maza-cetro de energía forjada para él por su hermano Ferrus Manus, que serviría de modelo para los crozius de los Capellanes. Solía llevar además una pistola arqueotecnológica y granadas de fragmentación.

Fuentes

El Urizen

El Urizen, antes de su corrupción.

Extraído y traducido de Wikihammer 40K UK.

  • Codex: Caos (2ª Edición).
  • Credo Oscuro, por Anthony Reynolds.
  • Visiones de la Herejía.
  • Index Astartes IV.
  • Aurelian (Relato Corto), por Aaron Dembski-Bowden.
  • Know No Fear, por Dan Abnett.
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