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Veredicto del Certamen de Relatos Wikihammer + Voz de Horus ¡Léelos aquí!

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Horus, Señor de la guerra es la primera novela de la Serie de la Herejía de Horus, escrita por Dan Abnett. Asimismo es la primera parte de una trilogía narrativa, completada por Falsos Dioses (de Graham McNeill) y La Galaxia en Llamas (de Ben Counter), que se centra en la caída de Horus al Caos. Fue publicada en España en octubre del 2006.

Sinopsis[]

En esta serie se relatan hechos que suceden 10000 años antes que los referidos en las novelas de Warhammer 40000. Por este  motivo se trata de una serie imprescindible para los aficionados que quieran conocer el origen de episodios y personajes de otras novelas.

Trama[]

Parte Uno: Los Engañados[]

Es el año 203 de la Gran Cruzada, y Horus, el Primarca de la Legión Astartes de los Lobos Lunares, hace apenas un año que es el Señor de la Guerra, desde que el Emperador de la Humanidad se retirara de la Gran Cruzada y regresara a Terra.

Bajo el mando de Horus, el mayor compromiso de la 63ª Flota Expedicionaria desde el ascenso del Señor de la Guerra es la pacificación del planeta 63-19, una civilización humana cuyo soberano se presenta como el "Emperador de la Humanidad". Por atreverse a sugerir la existencia de "otro" Emperador, el Capitán Hastur Sejanus, enviado de Horus, es asesinado por los guardaespaldas del "Emperador", los llamados "Invisibles". No hay más opción que comenzar la guerra.

Las 4 Compañías, elegidas al azar para desempeñarse como la Punta de Lanza del asalto al palacio del "Emperador", están lideradas por los Capitanes Abaddon, Torgaddon, Aximand y Loken. Obtienen la victoria con la llegada de Horus, quien asesina en persona al "falso" Emperador.

Uno de los cambios introducidos por el recientemente formado Consejo de Terra es el envío de Rememoradores (historiadores, poetas, artistas e imaginistas) para acompañar a las Flotas Expedicionarias y documentar las glorias de la Cruzada. Una de los asignados a la 63ª, Mersadie Oliton, desarrolla una relación con el Capitán Loken y se convierte en una especie de confidente para él.

Garviel Loken se sorprende al ser invitado por Abaddon, Torgaddon y Aximand a reemplazar a Sejanus como uno de los miembros del Mournival, un concilio informal de consejeros del Señor de la Guerra. En privado, consulta a su mentor, el Iterador Kyril Sindermann, y confiesa sus dudas sobre la moralidad de la guerra en 63-19, y sus aptitudes para el puesto. Sindermann le dice que esa humanidad es exactamente lo que el Mournival necesita.

Mientras recorre la recientemente conquistada ciudad capital, otro Rememorador, el poeta Ignace Karkasy, encuentra inspiración en las ruinas de la antigua civilización del planeta. Sus versos fluyen libremente, pero bajo la influencia del alcohol, se vuelven cada vez más morbosos y derrotistas. Pronto está declamando y gritando las maldades que han hecho a 63-19, bajo el pretexto de la "Iluminación", que es simple conquista, y que como todos los imperios, incluso el Imperio de la Humanidad, está destinado a colapsar, y es apaleado hasta el borde de la muerte por una furiosa escuadra del Ejército Imperial que se cansó de oírlo.

La primera experiencia de Loken como miembro del Mournival no consiste solo en aconsejar al Señor de la Guerra, sino en participar también en un espectáculo político orquestado por Horus y su Palafrenero, Maloghurst. Un último foco de resistencia en 63-19, continúa en las Montañas de las Cabezas Susurrantes. El Ejército Imperial no ha sido capaz de acabar con esta fortaleza rebelde. Loken ofrece a la 10ª Compañía voluntariamente para acabar con la guerra, y Horus acepta. En privado,Rogal Dorn, el Primarca de los Puños Imperiales, quien se ha reunido con Horus antes de que su Legión regrese a Terra, conoce a Loken y confiesa que él lo había recomendado para el puesto en el Mournival; su humanidad era necesaria para contrarrestar la belicosidad de Abaddon y el "altanero desdén" de Aximand. Al mismo tiempo, el Mournival tiene un papel que desempeñar: Horus quería desplegar a los Lobos Lunares sobre los rebeldes, pero quería que alguien más se lo sugiriera.

Durante su aproximación a la fortaleza montañosa, la Décima Compañía y las unidades del Ejército Imperial que la acompañaban comienzan a oír extraños susurros: "Samus. Ese es el único nombre que oirás. Yo soy Samus. Samus esta a tu alrededor. Samus es el hombre a tu lado. Samus te va a roer los huesos". Loken lo cataloga como una distorsión en el vox, o una táctica intimidatoria de los rebeldes.

Con un asalto encabezado por una Escuadra equipada con las recientes armaduras de Exterminador, los Lobos Lunares irrumpen en la fortaleza rebelde con muy poco esfuerzo. Pero al concluir la batalla, Loken es contactado por uno de sus Sargentos, Xavyer Jubal, quien afirma ver a Samus. Confundido, Loken se enfronta a Jubal en una cueva dentro de la fortaleza, hablando incoherencias. Con una sonrisa, Jubal apunta su Bólter y dispara a los Marines Espaciales que acompañan a Loken, gritando, "¡Samus está aquí!" Después ataca a Loken, quien se ve forzado a matarlo.

Mientras tanto, a un pequeño grupo de Rememoradores finalmente le han permitido acompañar una expedición Astartes a una misión de combate, a pesar de haber sido bien apartados del verdadero combate. Loken llama a Sindermann, en busca de una desesperada explicación para el comportamiento de Jubal. Sindermann elabora una teoría en la que explica que Jubal fue afectado por algún tipo de enfermedad que le provocó alucinaciones; en la misma, comenzó a repetir las incoherencias transmitidas por los rebeldes. Para Loken, esto tenía mas sentido que Jubal afirmando ser un Demonio... Entonces Jubal vuelve a levantarse con otra sonrisa, y su cuerpo se hincha y crece, volviéndose monstruoso y grotesco, despedazando su servoarmadura.

A espaldas de Loken, los Rememoradores, liderados por Euphrati Keeler, deciden escapar de su escolta y ver la carnicería llevada a cabo en la fortaleza por sí mismos. Cuando el Demonio sale de las sombras, mata a dos de ellos, y esta a punto de matar a Keeler, cuando Loken interviene y finalmente mata al Demonio.

Mas tarde, Abaddon aborda a Loken, advirtiéndole que lo sucedido en las Cabezas Susurrantes debía ser mantenido en secreto. Luego Horus llega en persona, ordenando a su "hijo" que no se reproche a sí mismo: colocado en una situación impensable, Loken contraataca y gana, y su comandante se enorgullece de él. Para tranquilizar la mente de Loken, Horus le cuenta lo que él considera que pasó: Jubal fue poseído por una entidad de la Disformidad. Estas pueden ser llamadas Demonios, pero en realidad son solo xenos, solo que más malignos. Loken no podía creerlo, ya que a ellos se les había enseñado que solo los psíquicos, como los Bibliotecarios, podían ser vulnerables a las entidades de la Disformidad, pero Horus le explicó que había lugares en la Galaxia (las Cabezas Susurrantes eran uno de ellos, aparentemente) donde la barrera entre el Materium y el Inmaterium era inusualmente delgada. Una de las razones por las que Horus fue nombrado Señor de la Guerra, le revela, es porque el Emperador había abandonado la Cruzada en un intento de dominar la Disformidad; si Él fallaba, entonces los logros de la Cruzada habrían sido en vano.

Parte Dos: Hermandad en la Tierra de las Arañas[]

A medida que la Gran Cruzada se extiende por el Sector, se recibe una señal de auxilio por parte de una fuerza de los Ángeles Sangrientos situados en 41-20, el planeta tristemente llamado "Muerte" durante la última transmisión del Capitán Khitas Frome, antes de que se cortara cualquier contacto con la fuerza de los Ángeles situada allí. Tanto la 63ª Flota Expedicionaria bajo el mando de Horus como una fuerza de los Hijos del Emperador responden. Los segundos llegan primero, y su líder, el Lord Comandante Eidolon, se niega a esperar y ordena a sus Marines Espaciales desplegarse inmediatamente sobre el planeta.

Pronto, 2 Compañías de los Hijos del Emperador, comandadas por los Capitanes Saul Tarvitz y Lucius se van a encontrar luchando por sus vidas contra los Megaaracnidos, los habitantes insectoides del planeta. Las tormentas electromagnéticas han dispersado a los Marines Espaciales por todo el planeta y hecho imposible cualquier transmisión por vox, haciendo virtualmente imposible para ellos coordinar a sus fuerzas.

Mientras la 63ª Flota avanza hacia Muerte, Garviel Loken debe enfrentarse a varias revelaciones perturbadoras. Revisando las magras posesiones del Sargento Xavyer Jubal tras su muerte, encuentra un medallón que muestra su pertenencia a una secreta Logia guerrera como las que se han extendido por otras Legiones. Loken había prohibido a sus hombres tomar parte alguna en ellas, y se enfurece al descubrir que no solo Jubal, sino también su propio segundo al mando, Nero Vipus, es miembro.

Horus Aximand aplaca a Loken llevándole como invitado a uno de los encuentros de la Logia a bordo de la Espíritu Vengativo. Loken se sorprende al encontrar que Tarik Torgaddon también es un miembro. Observando la reunión, Loken no ve ningún ritual pagano ni maquinaciones separatistas, y Torgaddon le explica que la Logia es simplemente un lugar donde los hombres de la Legión pueden reunirse como iguales y hablar libremente, sin tener en cuenta los rangos ni las divisiones; pueden ser Astartes, pero la fraternidad es una necesidad muy humana que sus creadores no eliminaron de ellos. Torgaddon y Aximand creen que, en todo caso, las Logias refuerzan a la Legión, creando lazos de lealtad entre hombres de distintas Compañías que no existirían de otra forma. Loken se tranquiliza un poco, pero sigue teniendo dudas: las Logias podrán ser benevolentes, pero siguen siendo secretas, y el secretismo es anatema para una organización militar.

Loken encuentra a Kyril Sindermann revisando obsesivamente la biblioteca de datos de la nave en busca de cualquier material de lectura sobre "Demonios". El Iterador, muy apocado desde los sucesos de Sesenta y Tres-Diecinueve, confiesa que ha tenido dificultades para concentrarse en la Verdad Imperial que se supone debe predicar.

Mersadie Oliton pide a Loken que patrocine la obra de Ignace Karkasy, diciendo que es un poeta de primera categoría (aunque dista mucho de ser un ser humano perfecto), y que cuenta verdades sin adornarlas. Loken respeta esto, aunque esas verdades no sean agradables.

A Loken también le preocupa un encuentro con Euphrati Keeler, quien ha empezado a beber mucho y a acostarse indiscriminadamente con soldados de la nave. Cuando Loken va a sus aposentos para reconfortarla, ella le muestra imágenes de su pictograbador. Le habían dado la explicación "oficial" de que alguna clase de bestia salvaje se había escapado en el bastión rebelde, pero sus imágenes muestran la verdad: un demonio vestido con trozos de servoarmadura Astartes. Por un momento, Loken teme que las órdenes recibidas de Abaddon y Horus le obliguen a silenciarla, pero para su sorpresa ella le entrega el pictograbador y promete no decir nada, confiando en que él hará lo correcto con las imágenes. Una vez se ha marchado, abre un altar oculto en su camarote y reza al Emperador como una deidad.

En Muerte, la suerte ha permitido a los Hijos del Emperador recuperar la iniciativa. Los Megaaracnidos habían estado empalando los cuerpos de los Astartes muertos a los enormes y pétreos "árboles" que crecían por todo el planeta. Saul Tarvitz insistió en bajar los cuerpos y destruir los árboles, lo que Eidolon criticó como un malgasto de explosivos. Pero cuando los árboles cayeron, las tormentas electromagnéticas y la distorsión de las comunicaciones empezaron a despejarse. Para cuando la fuerza de apoyo de los Lobos Lunares llegó a la superficie a bordo de Cápsulas de Desembarco, encabezadas por la Compañía de Torgaddon, destruir los árboles se ha convertido en el procedimiento estándar. A Torgaddon no le impresionan ni la ingratitud de Eidolon ni la altanería de Lucius, pero pronto forma un lazo de amistad con Tarvitz.

La guerra en Muerte dura varios meses, acelerada por la llegada de refuerzos de los Ángeles Sangrientos dirigidos por Sanguinius en persona. Horus se alegra enormemente de volver a ver a uno de sus hermanos más queridos, y juntos lideran la guerra con gusto. Pero hacia el final de la guerra, con los Megaaracnidos casi exterminados, una extraña flota alienígena llega al planeta, transmitiendo un mensaje musical. Cuando se traduce, el mensaje identifica a los recién llegados como una civilización humana llamada Interex, que critica a las fuerzas imperiales por ignorar sus advertencias.

Parte Tres: El Terrible Sagitario[]

Resulta que las extrañas señales retransmitidas en torno a Muerte eran balizas de advertencia: el planeta era una colonia penal donde los Megaaracnidos estaban encarcelados por los interexianos, quienes opinan que el Imperio podría haberse ahorrado problemas evitando por completo el planeta. Horus, interesado en establecer relaciones pacíficas con el Interex, se disculpa ante sus líderes, ante el enfado oculto de Abaddon y Eidolon, entre otros.

La Flota Expedicionaria viaja al mundo natal del Interex, donde inicia unas prolongadas negociaciones. Los interexianos, aunque humanos en su origen, han desarrollado varias costumbres alienígenas por su exposición a especies xenos, varias de las cuales han sido absorbidas por su cultura. Solo esto, argumentan Abaddon y varios otros Lobos Lunares de carácter belicoso, es razón suficiente para ir a la guerra, pero Horus se niega. Sin embargo, a medida que las negociaciones continúan, el Interex parece determinado a mantener al Imperio a distancia, sin prometer ni rechazar la alianza. Las Legiones se están impacientando, y muchas de ellas presionan a Horus para que simplemente lo conquiste y deje avanzar a la Gran Cruzada.

En un apasionado discurso, Horus describe al Mournival la época en que su padre estuvo con él en Cthonia, no mucho después de haberse encontrado. El Emperador señaló a las estrellas y le dijo a su hijo favorito: "No cometas errores, y esas estrellas serán tuyas". Incluso Loken se sorprende al oír que Horus aún se culpa por la muerte de Hastur Sejanus en Sesenta y Tres-Diecinueve, y por dejar que el conflicto allí degenerase en violencia, a pesar de las afirmaciones de otros de que hizo todo lo que pudo. Horus siente terriblemente el peso de su responsabilidad como Señor de la Guerra, y está resuelto a agotar todos los medios pacíficos para establecer relaciones con el Interex, incluso si eso implica hacer la vista gorda respecto a la absoluta repulsa de su padre hacia los xenos o hacia aquellas culturas que están en contacto con ellos.

Loken está entre los miembros de la comitiva del Señor de la Guerra cuando acude a una recepción en la casa de un dignatario. Entabla conversación con un miembro de la guardia del Interex, quien le confía que el Interex ha estado actuando con cuidado porque temen que la mancha de "Kaos" esté en los recién llegados. Debido al contacto del Interex con los Eldars, entienden que Kaos es una amenaza como ninguna otra, y que sería propio de esta aparecer en su territorio como un amigo, buscando su confianza para destruirles.

Horus había dicho a Loken que no había ningún "mal fundamental" actuando en la Galaxia, pero las palabras del guardia recuerdan incómodamente a los sucesos de 63-19, y se encuentra comprendiendo al guardia. Parece que Loken ha conseguido salvar las distancias, y que ambos bandos podrán tratarse como amigos. Pero antes de que el guardia pueda transmitir esta excitante noticia a sus superiores, recibe la noticia de que han saltado las alarmas. Alguien ha entrado por la fuerza en un museo interexiano donde se guardan varias armas xenos muy peligrosas, y ha robado una. Maldiciendo a Loken por engañarle, el guardia salta contra él, y Loken se ve obligado a luchar, dejándolo al borde de la muerte.

El combate estalla por las calles de la ciudad del Interex cuando los Lobos Lunares son atacados. Horus ruega un alto al fuego, pero cuando es ignorado, reúne a sus hombres y carga al corazón del enemigo.

Posteriormente, Loken relata la historia a Mersadie Oliton. La Legión ha subyugado al Interex, pero es una batalla de la que no puede enorgullecerse mucho, pues surgió de un estúpido malentendido. Los interexianos creyeron que los Astartes habían robado un Anatham (un arma semi-inteligente creada por los Kinebrach, una raza sometida al Interex) del museo, y se negaron a aceptar las afirmaciones de Horus de que no sabía nada del asunto.

El único aspecto positivo de todo este lamentable asunto es que, habiendo visto la nobleza y el coraje de su comandante, Loken nunca ha estado más seguro de que el Emperador eligió al hombre adecuado para ser su Señor de la Guerra. Esta visión, dice, es un recuerdo que guardará para siempre, incluso en los años posteriores, cuando asociar valor y nobleza al nombre de Horus suponga la más obscena herejía.

Mientras tanto, en un escondrijo de la Espíritu Vengativo, el Primer Capellán Erebus de los Portadores de la Palabra, que acompaña a la Flota con pretexto diplomático, examina el Anatham que se llevó, y contempla sus posibilidades de sacudir la Galaxia.

Sola en sus aposentos, Euphrati Keeler agradece al Divino Emperador por haber puesto el destino de la Humanidad en manos de Horus y su Legión, la cual, tras la batalla contra el Interex, habrá de ser conocida de ahora en adelante como los Hijos de Horus.

Oliton pregunta a Loken dónde se dirige ahora la Flota, y este le responde que está realizando un pequeño desvío a petición del Capellán Erebus, hacia la pequeña luna de un mundo llamado Davin...

Dramatis Personae[]

Primarcas[]

Lobos Lunares[]

Hijos del Emperador[]

Portadores de la Palabra[]

Ejército Imperial[]

Mechanicum[]

Rememoradores[]

Fuentes[]

Extraído y traducido de Lexicanum Inglés.

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