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Veredicto del Certamen de Relatos Wikihammer + Voz de Horus ¡Léelos aquí!

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El contenido de este artículo pertenece a la saga No Oficial de la Herejía de Dorn, que ha recibido el Sello de Calidad Wikihammer.

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Revestidos de medianoche, y blandiendo el miedo como un arma, los Amos de la Noche acechan en los lugares oscuros del Imperio. No hacen esto para esconderse de la luz de la justicia, sino porque es allí donde se encuentran aquellos que buscarían dañar a los súbditos del Emperador. Desde los tiempos en que su Primarca Konrad Curze aún vivía, los Amos de la Noche han sido guiados por visiones de los futuros más oscuros, los cuales deben evitar, incluso a costa de sus propias vidas. Por su sangre y su sacrificio el Imperio de la Humanidad se ha mantenido a salvo de rebeliones, invasiones xenos y traiciones sin número.

Historia

Orígenes

La llegada de los jóvenes Primarcas cambió para siempre a sus respectivos mundos natales, pero pocos cambiaron tanto para bien como Nostramo. El entorno que el Primarca de la Octava Legión encontró al emerger de su cápsula de incubación era uno cubierto por una oscuridad perpetua y absoluta, lleno de asfixiante polución y plagado por una criminalidad endémica e institucionalizada, descripción que desde luego no se aplica al Nostramo del 41º Milenio.

En los reverenciados manuscritos sobre su juventud, el Primarca cuenta cómo creció en las calles sin luz de Nostramo Quintus, escondiéndose de todos, incluso de las bandas de niños abandonados que vagaban por los arrabales. Observó a la humanidad que le rodeaba, satisfecho simplemente con estudiarla, hasta que presenció cómo una familia era amenazada por una banda de matones. La visión de los criminales intentando robar un bebé a sus padres ofendió a algo en lo profundo de su ser, y en un instante estuvo sobre ellos atacándolos con sus únicas armas: sus uñas y sus dientes. Para cuando sus enemigos hubieron expirado, la aterrorizada familia ya había huido de su ensangrentado protector. A partir de entonces, ya no pudo quedarse mirando mientras se cometían injusticias. Se impuso la misión de poner fin a tales cosas. Aquellos que presenciaban sus ataques hablaban de una criatura desalmada de pesadilla que acechaba en las sombras y vestía la oscuridad como una capa. Por primera vez tuvo también un nombre: para sus presas, él era el Acechante Nocturno.

Al ir madurando, se dio cuenta de que los criminales a los que había estado castigando habían recibido las órdenes de individuos más poderosos. Durante un largo y sangriento año, el Acechante Nocturno atacó a la corrupción que se había extendido hasta la cúspide de la sociedad. Desde los líderes de los sindicatos del crimen organizado a los agentes de la ley que habían roto sus juramentos por el beneficio personal, nadie estaba a salvo de su castigo, y sus cuerpos destrozados quedaban a la vista de todos como advertencias para los que infringiesen la ley del Acechante Nocturno. Temiendo por sus vidas, los criminales buscaron en vano a su atormentador. Sumas inimaginables fueron ofrecidas por su cabeza, o incluso por información, pero sin resultado. No tenía a nadie cercano, así que no podía ser traicionado, y Nostramo tenías sombras más que suficientes para esconderse.

La guerra fue sangrienta, pero solo para uno de los bandos, y finalmente la población criminal fue sometida completamente. Desde las avenidas de la subcolmena a los pasillos del poder, nadie se atrevía a infringir la ley por miedo a ser el siguiente en sufrir el castigo del Acechante Nocturno. Cuando las expediciones imperiales alcanzaron Nostramo, atraídas inicialmente por las historias sobre sus abundantísimas reservas de adamantio, encontraron un planeta ordenado, productivo y gobernado por un ser de poderes sobrenaturales. Magnus el Rojo de los Mil Hijos desembarcó para investigar más, y pronto confirmó que otro de los hijos del Emperador había sido hallado.

Mientras el Emperador acudía a Nostramo, Magnus trabó amistad con su hermano, y le habló muy bien de la gran misión de su padre de unir a los dispersos mundos de la Humanidad bajo la Ley Imperial. Con su interés en la justicia, este aspecto atrajo considerablemente al Acechante Nocturno. A cambio, Magnus quedó fascinado al descubrir que su hermano tenía el don de recibir breves visiones precognitivas, aunque hasta entonces no había podido usar este conocimiento del futuro para nada significativo.

La llegada final del Emperador fue una ocasión de silenciosa expectación y admiración. Tan acostumbrada estaba la gente de Nostramo a la oscuridad, que cuando el Emperador desembarcó de su nave insignia aterrizada directamente en la superficie del planeta, muchos quedaron cegados por la brillante luz despedida por la astronave y la dorada armadura del Señor de la Humanidad. Sin embargo, esto no fue nada comparado con lo que ocurrió después. Al acercarse el Acechante Nocturno a su padre en actitud de humilde súplica, el Emperador abrió sus brazos en señal de bienvenida, y todo el cielo se iluminó como nunca lo había hecho. En honor al nuevo amanecer que el Imperio había llevado a Nostramo, el Emperador había ordenado que la órbita de la luna Tenebor fuese parcialmente alterada, de forma que ya no mantuviese al planeta en un eclipse perpetuo.

Aunque la luz de la moribunda estrella de Nostramo era débil y pálida, para algunos sería la última cosa que verían. Incluso el Acechante Nocturno cayó a tierra, agitándose incontroladamente no por la luz, sino por una de sus visiones proféticas. Con gran ternura el Emperador puso las manos sobre la cabeza de Su hijo, y detuvo el ataque, diciendo:

"Konrad Curze, queda en paz. He llegado y pretendo llevarte a casa."

Emperador

La respuesta, controlada y firme, fue registrada para que toda la galaxia la oyese:

"Ese no es mi nombre, padre. Soy el Acechante Nocturno... y he visto la gloria del Imperio que crearemos."

Konrad Curze

La Gran Cruzada

Los recién bautizados Amos de la Noche lucharon sus primeras campañas de la Gran Cruzada junto a los Mil Hijos. Esto dio a Magnus la oportunidad de examinar ampliamente el fascinante talento de su hermano, que parecía derivar de una fuente muy distinta de su propio método de maestría psíquica. Magnus sabía mejor que nadie que el futuro no estaba fijado, y que las visiones podían ser tomadas fácilmente como advertencias. Sin embargo, a pesar de todos los intentos de usar la información obtenida de estas profecías, el destino siempre parecía conspirar contra él. Al carecer de contexto para saber a qué se referían, el barullo de imágenes solo parecía cobrar sentido después del suceso, con lo que ya era demasiado tarde. El Acechante Nocturno se fue volviendo cada vez más fatalista y convenciéndose cada vez más de que estas visiones estaban predestinadas a cumplirse.

Aunque se había resistido mucho tiempo a hacerlo, finalmente el Acechante Nocturno aceptó que su hermano accediese a los recuerdos de su visión más reciente. Magnus tuvo más éxito del que podían haber esperado, reordenando la avalancha de información en una forma más coherente. Al estar advertidos, pudieron prevenir la emboscada que habría destruido a muchas de las naves del Ejército Imperial en órbita, y poco después el planeta cayó en sus manos. Tras esta victoria, el Acechante Nocturno confesó a su hermano la oscura verdad que lo había acosado desde su primer encuentro con el Emperador en Nostramo: su profecía, al contrario de lo que había dicho públicamente, no le había mostrado el triunfo inevitable del Imperio, sino su propia ejecución por orden de su padre. La prueba de que las visiones no eran inevitables le había liberado para por fin confiar esta información a otra persona. Sin ese peso sobre los hombros, al fin pudo aceptar y dar la bienvenida a estas visiones, y rápidamente cogió experiencia en su interpretación. También fue capaz de dejar a un lado su pasado, y recuperó el nombre que le había dado su padre: Konrad Curze.

El aprendizaje de los Amos de la Noche concluyó finalmente, y al marcharse los Mil Hijos, llegaron refuerzos en la forma de los primeros Astartes reclutados en Nostramo. Lo que debería haber sido un momento de gran orgullo demostró estar lleno de malos presagios. Cuando Curze fue a saludar a estos nuevos Hermanos de Batalla, recibió una visión de su Legión corrompida desde dentro y poblada por criminales y degenerados sin moral, individuos que cometían actos brutales por la simple y enfermiza emoción de hacerlo. Si el Acechante Nocturno habría aceptado esto con resignación como la inevitable razón de su ejecución, Konrad Curze no lo hizo. En vez de eso, ordenó confinar a los nuevos Astartes, y regresó a su mundo natal a toda prisa.

Creía haber dejado Nostramo en manos capaces, pero en vez de eso, Curze se encontró con que en su ausencia los criminales habían vuelto a las andadas y convertido el planeta en una pocilga sin ley. El Adeptus Arbites y el Administratum no habían sido capaces de solventar la situación, así que la tarea de reimponer el orden recayó en Curze y sus Amos de la Noche, que emplearon para ello el terror a una venganza brutal e inevitable. En una semana, el crimen prácticamente había desaparecido, y cuando la Legión regresó de nuevo a la Gran Cruzada, fue un cuerpo inflexible de Amos de la Noche el que se ocupó de mantener el control del planeta en lugar de los inferiores Adeptus Arbites.

Los Amos de la Noche quedaron transformados por la experiencia de Nostramo, y con las lecciones de la campaña pesando sobre ellos, vieron al Imperio con nuevos ojos. La Gran Cruzada se había convertido en una víctima de su propio éxito. Con tantos mundos conquistados tan rápidamente, muchos aprovechaban su lejanía de las líneas del frente para alzarse contra el Imperio. Mucho antes de que los Guerreros de Hierro fuesen convencidos de desangrar sus fuerzas en misiones de guarnición para tratar este problema, los Amos de la Noche se encargaron personalmente de reimponer el gobierno de la Ley Imperial en la flaqueante galaxia.

Esta era una Legión mucho más brutal y e inflexible que la que había acompañado a los Mil Hijos. Descendían sobre los planetas que solo seguían siendo nominalmente parte del Imperio, y los envolvían en una capa de terror. Los líderes planetarios recibían un ultimátum para someterse de todo corazón a la Pax Imperialis, y cualquiera que se resistiera se convertía en un ensangrentado ejemplo para los que se plantearan la locura de la rebelión. Igual que una planta crece torcida si la caña que la sostiene y la guía es retirada demasiado pronto, lo mismo se aplicaba al Imperio de la Humanidad.

Los Amos de la Noche decidieron llevar a cabo personalmente las horribles cosas que hacían falta para evitar que el Imperio cayese en la anarquía y la rebelión, y para proteger a la Humanidad de sus propios oscuros impulsos. Las proféticas visiones de Curze fueron vitales para aplastar rebeliones antes de que cobraran fuerza, y se fomentó la creencia de que podían ver el mal que acechaba en los corazones de los hombres. Hacían todo esto voluntariamente, sabiendo que el precio era ser odiados, y obviamente temidos, por la misma gente a la que estaban protegiendo.

Traición revelada

Aunque indudablemente efectiva, la brutal conducta de los Amos de la Noche era una fuente de fricciones con muchas de las otras Legiones más moralistas. Durante la Gran Cruzada, Angron prohibió personalmente a sus Devoradores de Mundos que lucharan a su lado, y el Primarca de los Ultramarines aprovechó todas las oportunidades que tuvo para criticar a Curze por sus métodos. Guilliman afirmaba que la sumisión por el miedo era demasiado frágil, y señalaba a la fuerza y unidad de los mundos que su Legión había anexionado en la Franja Este siguiendo el modelo de Ultramar.

Con la excepción de su mentor, Magnus, Curze nunca se sintió cercano a sus hermanos Primarcas, y por tanto le importaba poco su pobre opinión de él. Todo lo que importaba era que el Emperador entendiese sus actos. Dejó a sus hermanos con sus maquinaciones, rivalidades y poses, confiado en que aunque no coincidieran en los medios empleados, todos ellos estaban trabajando a su manera por la mayor gloria del Imperio. Esta creencia, y la participación de los Amos de la Noche en la Gran Cruzada, acabaron abruptamente en el planeta Cheraut.

Prueba de la fiera y coordinada resistencia del pueblo de Cheraut fue que hubo que enviar a los Primarcas de tres Legiones a someterlo definitivamente. Los Amos de la Noche llegaron primero, y Curze ordenó a su Legión llevar a cabo actos de brutalidad terribles y públicos contra las fuerzas militares que se les oponían para paralizar a las naciones individuales con terror. El antaño cohesivo y unificado mundo que había resistido firmemente contra regimientos veteranos del Ejército Imperial durante más de un año cayó en el desorden. Para cuando los Hijos del Emperador de Fulgrim y los Puños Imperiales de Rogal Dorn llegaron, cada ciudad resistía sola, aislada incluso de sus vecinos más cercanos, y estaban listas para ser conquistadas una por una.

Para Curze, la Pacificación de Cheraut había sido un gran ejemplo de la exitosa combinación de sus distintos talentos, pero cuando se reunió con sus hermanos Primarcas en los destrozados restos de la última y mayor ciudadela del planeta, no encontró a Dorn apreciativo, sino furioso. El Pretoriano del Emperador cargó contra lo que los Amos de la Noche habían hecho, afirmando que Guilliman y Angron tenían razón, y que respondería por los graves excesos cometidos en nombre del Emperador. Sin ganas de entrar en otra discusión sin sentido sobre sus métodos, Curze se volvió para marcharse, pero Dorn lo agarró para detenerle. Al contacto, Curze cayó de rodillas, derribado por una visión de terrible y enfermiza potencia.

Tanto Dorn como Curze estaban allí, pero en vez de en Cheraut estaban en mitad de la sala del trono del Emperador en Terra. En lugar de la serena majestuosidad que Curze recordaba, había obvios signos de daño de batalla y el olor a muerte y a osario llenaba el aire. La ornamentada armadura dorada de Dorn estaba grabada con símbolos profanos a los que dolía mirar, y sus ojos hundidos ardían con odio y con los fríos fuegos de la locura. Curze intentó moverse, pero solo podía retorcerse contra los pesados grilletes que le retenían. Sus movimientos se volvieron cada vez más frenéticos cuando Dorn desenvainó una espada de filo negro, y se hizo a un lado para revelar el destrozado e inconsciente cuerpo del Emperador, para a continuación colocar sonriente el filo sobre la garganta de su padre. Con un poderoso crujido la cadena que sujetaba a Curze cedió, y se lanzó a través de la sala contra Dorn, con las manos retorcidas como garras para desgarrar y destrozar al Architraidor...

... Cuando despertó de la visión, sus manos estaban cerradas en torno a la garganta de Dorn, y en un desesperado intento por prevenir el futuro que le había sido mostrado continuó atacándole, desgarrando y arrancando con uñas y dientes. Mientras los golpes le llovían de manos de todos los que le rodeaban, intentó explicar la importancia de lo que estaba haciendo, pero sus palabras se perdieron en un aullido incoherente de dolor y rabia. Se quitó de encima a los Astartes de armadura amarilla como si no fuesen nada, pero antes de que pudiera quitar la vida a su traicionero hermano, Fulgrim estaba ahí, y en un borrón de púrpura y oro le apartó de Dorn y le dejó inconsciente.


Mientras era custodiado a bordo de la Falange, la vasta nave insignia de la flota de los Puños Imperiales, Curze se dio cuenta de la gravedad de su situación. Su cuidada reputación como objeto de terror, y el testimonio condenatorio de Fulgrim, alguien conocido por odiar a Rogal Dorn, habían dejado a la gente preocupada por sus motivos e incluso por su cordura. Además, vistas las sospechas y las injustas acusaciones de hechicería que perseguían a su hermano Magnus, hablar de profecías solo debilitaría aún más su caso. Sabiendo el resultado que un juicio ante el Concilio de Primarcas le depararía, y que su visión le había mostrado como prisionero de Dorn, escapó de la Falange dejando tras de sí un rastro de cuerpos. Mientras los Puños Imperiales y los Hijos del Emperador le buscaban en vano, regresó a su Legión, y desapareció silenciosamente en la oscuridad entre las estrellas.

Solo en su sanctum privado, Curze volvió a ser acosado por los fantasmas de lo que podría haber sido. Sus oficiales coincidían unánimemente en que había tomado la decisión correcta. Haber intentado penetrar en las profundidades de la Falange, hasta su mismísima cubierta de mando, habría sido una locura. La seguridad a bordo de aquella enorme nave había sido tan meticulosa que había tenido suerte de escapar indemne, y además debía llevar la noticia de la futura traición de Dorn a aquellos que podrían evitarla...

... Y aun así...

... Y aun así...

... Y aun así todavía sentía que había cometido un grave error. Sentía que si hubiera logrado llegar hasta Dorn, quien ya estaba gravemente herido, podría haber acabado con esta... esta herejía antes de que se derramase más sangre inocente.

Por un momento estuvo perdido entre los antisépticos pasillos de la
Falange, hasta que su palafrenero, el Capitán Shang, entró en la habitación. Había tomado su decisión: no había nada que ganar en seguir persiguiendo a la Falange. Ya sabían perfectamente dónde debían estar para evitar la traición de Dorn. Debían poner rumbo hacia Terra.


El Asedio de Terra

Como siempre, el trasfondo y el contexto de la visión profética de Curze habían sido enloquecedoramente escasos. Lo único de lo que podía estar seguro era de que Dorn escupiría sobre sus juramentos de lealtad al Emperador e intentaría matarle en Su propia sala del trono. Desconociendo la insidiosa y corruptora naturaleza de los Poderes Ruinosos, Curze no podía entender por qué un individuo obediente y sacrificado como Dorn se volvería contra el Emperador. De hecho, eran esos mismos rasgos los que le habían ganado el título de Pretoriano del Emperador, y a sus Puños Imperiales el honor de guarnecer el Palacio Imperial de todo ataque, algo que solo dificultaba aún más la misión de los Amos de la Noche.

Siguieron observando como fugitivos perseguidos, incapaces de prevenir los desastres que habrían de venir, pero cuando la traición de Dorn se reveló finalmente en la Masacre del Desembarco en Istvaan V, los Amos de la Noche estaban en posición para actuar. Con la anarquía de la rebelión de Dorn, los Amos de la Noche pudieron por fin penetrar las fortísimas medidas de seguridad del Sistema Solar sin ser detectados. Desafortunadamente, para entonces el Emperador ya estaba atrapado dentro de su sala del trono por la media Legión de Puños Imperiales que Dorn había dejado allí para guarnecer el Palacio.

Tan buenos eran los Puños Imperiales en esta tarea que, a pesar de todo su sigilo, solo con la llegada de los Ángeles Sangrientos y su descuidado relevo de los Puños Imperiales en los muros exteriores pudieron los Amos de la Noche penetrar finalmente los muros del palacio. Causaron desórdenes por todo el Palacio, atacando a las fuerzas del Caos y a los Puños Imperiales en particular, pero a pesar de toda la devastación que causaron, era solo una distracción. Su verdadero propósito era liberar al Emperador de la jaula en que se había convertido Su sala del trono.

Con el área frente a ellos despejada, avanzaron a través del Investiario. Atravesar una zona tan expuesta era un riesgo, pero era la ruta más directa para salir del palacio. En torno a ellos, formando un anillo, había veinte plintos. Dos de ellos hacía mucho que estaban vacíos, y a Curze no le sorprendió en absoluto ver que desde la Herejía muchas más de las estatuas habían sido retiradas o destruidas, incluida su propia representación, que había ocupado el octavo plinto. Dándose cuenta de que su padre se había detenido en seco, Curze se volvió ansioso.

"Nunca me gustó este sitio, Konrad," dijo su padre, con sus ojos fijos en la ausente undécima estatua. "Malcador nunca lo confirmaría, pero estoy seguro de que fue aquí donde se llevó a cabo la ejecución... donde mi hijo murió por mi orden. Es como si pudiera oír su aullido de muerte resonando desde estas piedras."

Esta charla sobre ejecuciones le helaba el corazón, y aun así Curze ansiaba revelar finalmente a su padre lo que de verdad le había mostrado la visión que tuvo cuando se encontraron por primera vez. Pero entonces el momento pasó, y el Emperador volvía a caminar decidido hacia el otro extremo del Investiario.


Curze rogó a su padre que abandonase Terra, pero el Emperador fue inflexible en su negativa. Ni siquiera la llegada a Terra de Rogal Dorn al frente de las Legiones Traidoras de Istvaan pudo disuadirle, y a partir de ese momento Curze dejó de sacar el tema. Lo que el Emperador le dijo a Curze para convencerle de que no debía abandonar Terra a los Traidores se ha olvidado hace mucho, pero muchos en la Legión creen que fue una profecía no del hijo, sino del padre.

Aún inconscientes de que su presa les había sido robada, los Traidores siguieron centrando todos sus esfuerzos en penetrar los muros de la sala del trono. Esto permitió a los Amos de la Noche hacer lo que mejor sabían: inspirar el miedo a la venganza entre las fuerzas del Caos en el planeta. Durante este tiempo, Curze recibió más advertencias, que intentó evitar con distintos grados de éxito. Su visión de Perturabo recibiendo una grave e infecciosa herida a manos de Sanguinius de los Ángeles Sangrientos le llegó justo cuando el asalto a la Última Puerta iba a producirse. A pesar de contactar con Perturabo minutos antes del ataque, el Primarca de los Guerreros de Hierro ignoró con desprecio la advertencia, y fue asesinado por el putrefacto Primarca. Más aún que la pena y la responsabilidad que Curze sentía por la pérdida de su hermano, la revelación de que sus actos podían crear inadvertidamente un futuro aún más oscuro sacudió a Curze hasta lo más hondo.

Al entrar en su tercer mes, el Asedio de Terra cayó en un punto muerto, sin que ninguno de los dos bandos pudiera vencer decisivamente al otro. Con la tan retrasada llegada de las flotas de los Ángeles Oscuros y los Lobos Espaciales a punto de producirse, las fuerzas imperiales buscaron una forma de acabar con la rebelión antes de que llegaran los refuerzos, matando al propio Architraidor. Sin embargo, desde la apertura de la brecha en la sala del trono Dorn apenas había sido visto en Terra, y había pasado a coordinar la campaña desde la Falange.

Protegida tras incontables escudos de vacío y blandiendo potencia de fuego suficiente para devastar a cualquier flota imperial enviada en su contra, la Falange parecía invulnerable a todo asalto. Cada simulación de ataque concebida por el Señor de la Guerra acababa en un abyecto fracaso, y aunque una operación encubierta podría resultar más efectiva, no había tiempo para poner en marcha un plan así. En ese momento Curze surgió de entre las sombras, y anunció que él sería capaz de desactivar los escudos de la Falange el tiempo suficiente como para que una fuerza de ataque se teleportase a bordo. Había recibido una visión de un desesperado asalto directo contra la Falange, y de la flota imperial, incluyendo la propia nave insignia del Señor de la Guerra, iluminando la noche como nuevos soles al arder. Desde que había recibido esa advertencia, los Amos de la Noche habían pasado todo el tiempo preparándose y analizando las debilidades de la Falange. Igual que Konrad Curze había logrado escapar de ella cuando estaba en la órbita de Cheraut, estaba seguro de que sus tropas podrían también penetrar en ella.

La Falange

La Falange que Curze encontró era sutilmente distinta de la que recordaba de su última visita. Atrás quedó la estética fría y funcional, reemplazada ahora por la corrupción que había acabado por asociar con los sirvientes de los Poderes Ruinosos. La insidiosa contaminación afectaba incluso a sus canales de comunicación y ahogaba sus frecuencias en estática. Él y sus selectos compañeros avanzaron fácilmente como fantasmas por los oscuros y casi desiertos corredores. Fundiéndose con las sombras para evitar a las patrullas, y matando solo cuando era necesario, fueron capaces de alcanzar su objetivo sin alertar al enemigo de su presencia. Aunque el generador de escudo era gigantesco comparado con cualquiera de los instalados en sus propias naves, no era más que uno de los muchos a bordo de la Falange, y su destrucción solo dejaría vulnerable a la nave por un breve espacio de tiempo. Los Amos de la Noche activaron sus explosivos y redujeron a chatarra al generador de escudo, pero con sus comunicadores inutilizados solo podían esperar que la fuerza de ataque del Emperador hubiera estado lista para atacar.

Con su presencia revelada, los Amos de la Noche aprovecharon la devastación y la oscuridad para convertir el territorio enemigo en el suyo. Estaban en su elemento, pero tal era el tamaño de la Falange que Curze sabía que sería imposible alcanzar a su padre antes de Su asalto al sanctum de mando de Dorn. Los Amos de la Noche se habrían contentado simplemente con castigar a los seguidores del Architraidor que les acosaban, pero pronto se hizo evidente que algo había salido terriblemente mal.

Debido a la naturaleza corrompida de la nave, casi tomaron a la retorcida media figura fundida con la pared como por otra manifestación demoníaca, pero la distintiva armadura de oro bruñido reveló que no era nada menos que uno de los Custodios del Emperador. Curze reconoció al hombre como uno de los miembros de la fuerza de ataque de su padre, quien evidentemente había sufrido un catastrófico accidente durante la teleportación. Al extender la mano para cerrar los ojos del torturado hombre, recibió otra dolorosa visión del futuro inmediato. A través de lágrimas de tristeza, Curze dijo a sus oficiales que había visto triunfar a los Traidores. Habló de Dorn presumiendo de cómo había fingido haberse liberado de los Demonios y rogar misericordia, y después había usado ese momento de confusión para matar primero al Señor de la Guerra Horus y después al Emperador.

Sin medios para contactar con su padre para advertirle de la inminente traición de Dorn, y demasiado alejado del puente de mando para abrirse camino hasta allí, Curze hizo lo único que pudo para llegar hasta Dorn. Para consternación de sus Amos de la Noche, los dejó con la críptica frase "Esto será mi Investiario", antes de entregarse a los Puños Imperiales y exigir ser llevado ante su Primarca.

Los Amos de la Noche siguieron luchando con renovada ferocidad, pero para cuando se abrieron camino hasta los Hijos de Horus, la batalla, y la Herejía, ya habían terminado. Los actos de Curze habían conseguido advertir al Emperador de que no bajase la guardia ante el engaño de Dorn, pero esto tuvo un precio terrible. Los últimos segundos de vida de Curze quedaron conservados en los pictograbadores de la armadura del Primarca. Curze estaba fuertemente encadenado y sujeto, pero se mostró confiado al ser llevado ante Dorn. Cuando se le ofreció la dura elección entre la vida y la muerte, entre unirse a la rebelión, o morir en ese mismo instante, Curze soltó una escalofriante carcajada de desprecio, y rechazó con calma la oferta, antes de dirigirse desafiante a Rogal Dorn:

"¿Por qué vine ante ti solo para morir? Porque tu Herejía, y el acto que estás a punto de cometer, demuestran la verdad de mis actos en Cheraut. Solo intenté castigar a alguien que causaría mucho daño; mi único remordimiento es no haber tenido éxito en matarte antes de que declarases la guerra a nuestro padre, nuestro Emperador. La muerte no es nada comparada con tener la razón."

Últimas palabras de Konrad Curze

A pesar de exhaustivos exámenes, la conversación no ha dado muchas pistas sobre cómo la muerte de Curze evitó exactamente los sucesos de su visión profética. Lo que sí es seguro es que gracias a ese acto supremo de autosacrificio, se salvó la vida del Emperador, y la Herejía del Architraidor terminó.

Pax Imperialis

La Herejía de Dorn había terminado con la muerte de este a bordo de la Falange, pero había supuesto un golpe terrible para el Emperador y Su Imperio. Igual que Nostramo había caído de vuelta a la corrupción y la anarquía cuando Curze dejó por primera vez el planeta, vieron que ocurría lo mismo a escala galáctica. Aunque los Amos de la Noche ansiaban unirse a los otros Astartes Leales en la persecución de las Legiones Traidoras en retirada, su primer Señor de la Legión, Zso Sahaal, se dio cuenta de que sus habilidades podían ser empleadas de una forma mucho más productiva. Los Amos de la Noche utilizaron su temible reputación y la promesa de una venganza inevitable y sangrienta para evitar que el frágil Imperio se rompiera en un millón de feudos enfrentados. Se convirtieron en la sombra de terror que reforzó la Pax Imperialis.

En esta misión recibieron el apoyo de los Altos Señores de Terra, que gobernaban en nombre del Emperador, y en particular de su líder, Ezekyle Abaddon de los recién renombrados Templarios Negros. Habiendo visto de primera mano el servicio y el sacrificio de Curze y sus Amos de la Noche, el Alto Señor Abaddon les dio carta blanca para someter de nuevo a los planetas rebeldes, y para asegurar que los Gobernadores que estuviesen pensando en declarar su independencia reconsideraran la sabiduría de tales acciones. Ordenó también que todo el poder del Oficio Asesinorum les acompañase en esta tarea, un edicto que aún sigue vigente hoy día.

Junto con las extensas habilidades para reunir información del Templo Vanus de Asesinos, que vigilan y predicen qué mundos tienen más probabilidades de rebelarse o de sufrir una invasión, unos pocos Amos de la Noche también cuentan con la bendición del don de la profecía de su Primarca. Esto permite a los Amos de la Noche aplastar insurrecciones antes de que maduren, y redirigir ejércitos para que acudan a tiempo para repeler agresiones de xenos o del Caos. Pero a pesar de todo el bien que hacen los Amos de la Noche, su aparición rara vez es recibida con entusiasmo. Demasiado a menudo son vistos como mensajeros de la perdición, pues siempre llegan justo antes que una flota invasora, o como sangrientos vengadores. Con buen motivo se dice que los ojos negros de los Amos de la Noche pueden ver la maldad en los corazones de los hombres, y como pocos están totalmente limpios de pecado, más de una conciencia culpable tiembla al oír la noticia de su llegada.

"Son un puñado bastante triste, Profeta", gruñó el Hermano Sargento Renzar mientras observaban cómo el desastrado grupo de campesinos subía a bordo de la lanzadera de transporte. La visión había mostrado a los aldeanos masacrados, y aunque a Tarl le alegraba que se hubieran salvado, era difícil ver qué tragedia galáctica acababan de evitar.

"Quizá no eran los civiles, la visión podría haber sido sobre estos Astartes Traidores. Los motivos de los Ángeles Oscuros son casi tan difíciles de comprender como las profecías", dijo Tarl. Se detuvo para recoger una hombrera agujereada por un disparo de bólter que mostraba el icono del "Ala de Muerte" y la arrojó al corazón de la ardiente pira. Ya fuera por determinación, desesperación o simplemente arrogancia, los Traidores habían atacado a pesar de saber que el planeta estaba bajo la protección de los Amos de la Noche. En esta ocasión, no obstante, toda su famosa velocidad no había servido más que para hacerles caer más rápido en la emboscada.

Absorbido por sus pensamientos, Tarl no se fijó en el hombre grande de anchos hombros que subía al transporte y dedicaba una última mirada a los cadáveres de los antiguos Hermanos de Batalla que le habían estado cazando...


Doctrina de combate

Para los Amos de la Noche, el miedo es un arma tan letal como el bólter o la espada sierra. Por esta razón proclaman abiertamente su presencia mediante aterradores susurros en los canales de comunicación antes incluso de dejar el primer cadáver enemigo despellejado a la vista de todos. Esto hace caer en el desorden a sus oponentes, que a menudo se retiran a la supuesta seguridad de sus bases, aunque para entonces los Amos de la Noche hace mucho que se infiltraron en ellas.

Atacan como desde la nada, favoreciendo las tácticas de guerrilla a los asaltos frontales, antes de volver a fundirse en la oscuridad. Ningún lugar está a salvo de la ira de los Amos de la Noche, y esto continúa hasta que el enemigo imagina verlos en cada sombra y en cada oscuro rincón. De esta forma un pequeño número de Amos de la Noche puede aparentar en todas partes, y paralizar a todo un ejército o incluso un mundo entero con el miedo. Solo cuando una base o asentamiento está psicológicamente aislado, sin nada que escuchar en las comunicaciones que la escalofriante promesa del justo castigo y los aullantes gritos de sus compañeros de escuadra desaparecidos es cuando los Amos de la Noche se reúnen para el ataque final. Con sus cascos decorados como cráneos, aparentan ser la muerte encarnada, que ha venido a reclamar la vida de los que han transgredido las leyes del Emperador.

Incluso en los casos en los que se dice del enemigo que no tiene miedo alguno, los afilados talentos de los Amos de la Noche aún demuestran ser efectivos. Ya sean las criaturas sinápticas de la Mente Enjambre Tiránida, o los corruptos Magi del Mechanicum Oscuro, una vez que empiezan a caer sus líderes, sus seguidores pronto se quedan confusos sin saber qué hacer, o reciben la orden de adoptar una postura más defensiva y estática. Aunque algunos lo llaman una simple respuesta lógica o evolutiva a la presencia de los Amos de la Noche, esta rápida reagrupación de tropas y la imposición de un estado de alerta máxima se parecen bastante al miedo.

Organización

Los Amos de la Noche aún conservan su estructura formal de Grandes Compañías, aunque en la práctica están divididos en fuerzas de media docena de escuadras, para cubrir mejor la enorme escala del Imperio. Generalmente prefieren emplear naves pequeñas y rápidas en lugar de las enormes Barcazas de Batalla de otras Legiones, favoreciendo la velocidad y el sigilo antes que la simple potencia de fuego. Su mera presencia en un sistema es suficiente para recordar a los Gobernadores y ciudadanos imperiales sus responsabilidades, y para borrar todo estúpido pensamiento de rebelión. Dado su estilo favorito de combate, los actos de una sola escuadra de Amos de la Noche son agrandados por los rumores hasta el punto de que el enemigo cree que está luchando contra toda una Compañía de sombras.

La Legión recibe la ayuda de los templos de Asesinos dentro y fuera del campo de batalla, desde los infocitos del Templo Vanus que procuran y analizan datos, a los agentes del Templo Vindicare que entrenan a los Hermanos de Batalla en el gran arte de matar a distancia. Aunque una fuerza de Amos de la Noche normalmente solo cuenta con un único Asesino entre sus filas, aún más raros y apreciados son los Profetas de la Legión. Pueden proceder de cualquier trasfondo o especialización (por ejemplo, uno de los mejores y más valientes Profetas de la Legión no era un oficial, sino un Apotecario), y tan pronto como manifiestan su talento son estudiados detenidamente por los hermanos del Librarium.

Como bien entendió Magnus el Rojo, hay poco en común entre el poder psíquico de los Bibliotecarios y las visiones proféticas de los Amos de la Noche. No obstante, el Librarium es inestimable a la hora de organizar y analizar las a menudo enmarañadas imágenes hasta conseguir una forma coherente, y para ayudar a identificar cuándo y dónde ocurrirá el desastre. Sus miembros también son empleados para comprobar la veracidad tanto de la profecía, como hasta del propio Profeta, pues las consecuencias de la influencia de los Poderes Ruinosos sobre estas visiones serían verdaderamente desastrosas.

Mundo natal

En los siglos anteriores a la llegada del Imperio, Nostramo había sido minado intensivamente por las riquezas de adamantio que reposan bajo su superficie, y los procesos industriales necesarios para refinar el metal para su exportación habían reducido a su atmósfera a un humo nocivo. No hacía falta el poder de la profecía para predecir que, si no se controlaba, la insaciable avaricia del Imperio dejaría el planeta hueco y el aire completamente irrespirable. Por esta razón, al tomar Nostramo como su mundo natal, los Amos de la Noche impusieron estrictas cuotas a la minería, y han permanecido inflexibles en su aplicación incluso ante intensas presiones para aumentar la producción. Si alguna vez dudaran, solo hace falta recordar el trágico destino de Cthonia, y desde luego la caída de los Ángeles Oscuros en Caliban, para reforzar su resolución.

A pesar de que la llegada del Emperador trajo la luz diurna a Nostramo, la población se ha mostrado reticente a aceptar este nuevo amanecer. Como son un pueblo adaptado genéticamente a la oscuridad, incluso la débil luz solar que les llega puede ser cegadora, y bajo la protección de los Amos de la Noche hay poco que temer de las sombras. Por eso, la sociedad nostramana lleva a cabo sus negocios durante la noche siempre que puede, y la población tiene cuidado de regresar a sus cerrados hogares antes de que los primeros rayos ardientes de sol regresen al amanecer. Las únicas almas que se pueden ver por las calles durante el día son los extranjeros al planeta, o aquellos obligados por las circunstancias a aventurarse en la luz del día tras gafas de cristal ahumado y capas de ropa protectora.

A lo largo de los milenios, las ciudades de Nostramo han crecido constantemente, aunque Quintus, el lugar donde el joven Primarca aterrizó a su llegada al planeta y el emplazamiento de la Fortaleza-Monasterio de la Legión, sigue siendo la principal de ellas. Los extramundanos dicen que a pesar de sus grandes poblaciones, las ciudades de Nostramo son perturbadoramente silenciosas y ordenadas. Las calles están limpias y libres de basuras, e incluso el aire es dulce, al menos en comparación con los niveles de polución expulsada a la atmósfera antes de la llegada del Emperador.

Tenebor

La luna Tenebor fascina enormemente al pueblo de Nostramo. Durante las horas de oscuridad su presencia es maldecida, pues se dice que la luz que refleja estropea la pureza de la noche. Para un nostramano solo hay una "verdadera noche" cuando la luna se ha escondido tras el horizonte. Por el contrario, durante el día los eclipses totales que provoca son muy bien vistos, pues no solo ocultan la luz del sol, sino también la de buena parte de las estrellas.

Como corresponde a un cuerpo celestial tan influyente, Tenebor aparece entre los Arcanos Menores, la versión nostramana del Tarot del Emperador. Debido a la dualidad de su naturaleza, se pueden alcanzar una multitud de interpretaciones distintas dependiendo de su posición, orientación e interacción con el resto de cartas mostradas.

Reclutamiento

Aunque muchas otras Legiones del Emperador toman reclutas de todo el Imperio, los Amos de la Noche obtienen aspirantes casi exclusivamente de su mundo natal. Hacen esto no por dogmatismo, sino porque la experiencia ha demostrado ampliamente que, no solo fisiológicamente, sino también psicológicamente, la población de Nostramo proporciona los aspirantes más prometedores y compatibles. Sin embargo, hubo un tiempo en el que se creyó que no era así.

Durante la Gran Cruzada, Curze tuvo que regresar a Nostramo para remediar el descenso del planeta en la anarquía y la corrupción. Para evitar que su Legión quedase contaminada por degenerados morales y psicópatas, desató a sus Amos de la Noche sobre los criminales en un eco de su primera gran purga de la sociedad nostramana. Tan efectivo fue esto, que algunos se preocuparon porque la población hubiese quedado tan acobardada y sometida que ya no sirviese como fuente de reclutas. No hace falta decir que no deberían haber dudado de su Primarca. Igual que el pueblo de Nostramo se había adaptado a la oscuridad perdiendo sus irises, también se adaptó ahora a una sociedad en la que el crimen era castigado tan rápida, brutal y públicamente, abrazando el concepto de justicia natural de Curze no solo como una norma, sino como su deber moral.

En lugar de apartar pasivamente la mirada de los actos criminales, confiados en el conocimiento de que sus guardianes Amos de la Noche se ocuparán rápida y públicamente de los transgresores, los nostramanos obtuvieron la confianza necesaria para enfrentarse ellos mismos a los malhechores. Aunque al principio puede que lo hicieran por miedo a que su pasividad fuese tomada por complicidad, desde hace mucho la razón es que ver esos actos ofende de verdad a su innato sentido de la justicia. Aunque los Amos de la Noche siguen vigilando a Nostramo y a su pueblo, los pocos crímenes que se cometen son respondidos a menudo por ciudadanos ordinarios. Los Amos de la Noche siguen observando silenciosamente desde las sombras, pero su papel ahora es tanto identificar a los que podrían poseer la fibra moral necesaria para ser aspirantes potenciales como proteger las calles del crimen.

Para los que de verdad están libres de pecado, el mundo de Nostramo es el más seguro del Imperio.

Semilla genética

Aunque el Primarca de los Amos de la Noche murió hace mucho, su legado pervive en la forma de la semilla genética que se implanta en cada uno de los Hermanos de Batalla de la Legión. Esta línea genética ha demostrado ser estable y resistente a la mutación, y todos sus diecinueve implantes funcionan con una gran eficiencia. Digna de especial mención es la sorprendentemente aguda visión nocturna de los Amos de la Noche, que se cree que se debe a una interacción fortuita entre su ocuglobo y los ojos negros sin iris de la población de Nostramo.

Aunque este don ha ayudado a dar forma a las tácticas empleadas por cada Amo de la Noche, hay otra herencia mucho más extraordinaria que solo pasa de Konrad Curze a unos pocos selectos de sus hermanos: el poder de la profecía. Tal es el sufrimiento que estas visiones provocan en cuerpo y alma, que sus portadores pueden ser identificados fácilmente por su aspecto obsesionado, incluso demacrado. Debido al importante papel que estas advertencias tienen en la psique y en la efectividad de la Legión, se ha llevado a cabo una profunda investigación en busca de la forma de aumentar el número de individuos capaces de dominar este inestimable talento. A lo largo de los siglos se han intentado innumerables estrategias, pero la verdad es que la proporción de individuos dotados con este talento apenas ha podido mantener el ritmo de la expansión de la Legión.

Grito de guerra

Dado su estilo favorito de combate, los Amos de la Noche rara vez usan un grito de batalla convencional para inflamar su sangre antes de una carga. Lo más parecido a eso serían las amenazas susurradas y los agónicos alaridos que transmiten por las frecuencias enemigas, o el suave suspiro de un filo al ser desenvainado cuando creías que estabas solo.

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Herejía de Dorn - Historia y Legado de la Traición de Dorn (No Oficial).

Fuentes

Extraído y traducido de The Dornian Heresy - The Legio Imprint, creado por el foro Bolter and Chainsword.

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