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Veredicto del Certamen de Relatos Wikihammer + Voz de Horus ¡Léelos aquí!

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La Campaña de la Rueda de Fuego fue el primer conflicto librado por la VI Legión Astartes bajo el mando de su Primarca Leman Russ, en el 820.M30, y supuso tanto la purga de los Orkos de la región de la Rueda de Fuego, como el nacimiento de los Lobos Espaciales como tales.

Historia[]

Los registros que quedan sobre el traspaso del mando en la VI Legión indican que las cosas fueron en general sin contratiempos, al menos al principio. Que su Primarca hubiera sido el segundo en reaparecer fue motivo de regocijo y de cierto orgullo entre las filas de la Legión, y que su nuevo señor tuviese un aspecto bárbaro causó quizás menos consternación entre los Legionarios, dado el origen de muchos de ellos, que la que habría causado en otra Legión. Leman Russ también era carismático y rápidamente inspiró respeto entre aquellos a quienes se le había enviado a comandar, y para una Legión que ya respetaba la fuerza por encima de cualquier otra cosa, era un guerrero cuya fortaleza excedía la de cualquiera de ellos hasta un grado prácticamente absurdo. Enoch Rathvin renunció al mando, quizás a regañadientes pero sin plantear un desafío abierto, y si la presencia de los Varagyr, que Russ había dispersado en parte entre las tropas, era causa de algún resentimiento, pronto se hizo saber que el mando del Rey Lobo no debía ser cuestionado, y que los Varagyr estaban más que dispuestos a ofrecerse a un combate singular para decidir cualquier discusión al respecto. Antes de que alguna acritud pudiera enconarse, Leman Russ decidió, en su sabiduría, que llevaría a su Legión a la batalla, para que él, sus parientes y sus hijos genéticos derramasen sangre y afrontasen la muerte juntos, y de este modo fueran forjados de nuevo como una sola entidad.

El objetivo de esta primera campaña junto a su Legión había sido escogido con cuidado en un concilio con el Emperador y Horus, y sería una verdadera prueba de la valía de la VI Legión. Su objetivo era un sector de la frontera en expansión conocido como la Rueda de Fuego, al este galáctico del Segmentum Solar. Era un territorio salvaje y extenso de sistemas estelares erráticos y nebulosas ardientes, azotado por frecuentes tormentas Disformes y de iones, y habitado por al menos una veintena de mundos xenos, muchos de ellos bajo control de los Orkos, por lo que constituía una fuente de ataques periódicos de pecios e incursores contra el Imperio. La ocupación humana en la región era escasa, los recursos viables, pocos, y el coste de una pacificación completa se estimaba muy alto. Por esta razón la Rueda de Fuego había sido dejada al margen hasta entonces, salvo por unas pocas incursiones de tanteo, pero ahora la Gran Cruzada buscaba expandirse de nuevo hacia el premio, mucho más grande y peligroso, de los mundos situados más allá de Seraphina, un área también controlada por un vasto imperio Orko. La amenaza de un ataque de los Orkos de la Rueda de Fuego a la retaguardia de la Gran Cruzada en apoyo de sus congéneres era muy real, y para eliminarla, la Sexta Legión tomaría la Rueda de Fuego y la purgaría, sin importar el coste que tuvieran que pagar.

Bajo la guía del renombrado Navegante Durlan Ocellati, la flota de la VI Legión, reforzada con nuevos Cruceros de Asalto enviados desde Marte pero despojada de sus regimientos auxiliares del Ejército Imperial por orden directa de Leman Russ, trazó sus planes de ataque contra la Rueda de Fuego. Russ decretó que lanzarían una rápida serie de asaltos sobre mundos clave, concentrándose en despedazar los dominios de los Orkos y en aislarlos entre sí. No veía el mérito en una invasión ensayada ni en una demoledora campaña de conquista y desgaste que diese una oportunidad a los divididos y enfrentados Orkos de unirse contra una amenaza exterior y de reunir sus fuerzas, como ya habían hecho muchas veces antes. En vez de eso, se les haría tambalearse, atacados por muchos frentes al mismo tiempo y tratando de devolver golpes contra las sombras. Las lecciones amargas como el hierro de las eternas guerras lupinas de Fenris, definidas por las incursiones marítimas y las matanzas repentinas, servirían bien a la VI Legión en una campaña así, y contrarrestarían la ventaja de un enemigo cuyos guerreros superaban a los Astartes en decenas de miles, o quizás centenares de miles, a uno.

Tras entrar en la Rueda de Fuego unida, la flota de la VI Legión se dividió en una docena de escuadrones menores de distintos tamaños, cada uno enviado a atacar sus propios objetivos. La fuerza más grande, con las naves más pesadas, estaba dirigida personalmente por Leman Russ, y partió directamente hacia el corazón de la base del poder Orko en la Rueda de Fuego, un sistema estelar cuyo propicio nombre, según los antiguos mapas de la región, era Lucan, y donde un enorme conglomerado de pecios y escombros habían sido convertidos en una especie de destartalada fortaleza estelar y astillero por los Orkos. Una fuerza secundaria, de navíos más ligeros, fue puesta a las órdenes de Rathvin, y enviada a atacar los pululantes mundos Orkos de Gundastol y Karkash, mientras que el último tercio de la flota fue dividido en unidades mucho menores, cada una formada por un puñado de naves de guerra, o incluso por Fragatas solitarias con tripulaciones incursoras que tenían órdenes de vagar con libertad y atacar los objetivos que se presentasen.

Cuando Leman Russ dio la orden, la guerra llegó a la Rueda de Fuego como un furioso huracán, una guerra como ni siquiera los brutales y belicosos Orkos que la dominaban habían conocido jamás. Cabalgando sobre las aullantes tormentas Disformes gracias a la experta navegación de Ocellati, la VI Legión cayó sobre los Orkos sin previo aviso. Estas no eran incursiones definidas y clínicas, sino matanzas y asaltos de choque, destrozos y actos de destrucción masiva, que dejaron las toscas extensiones urbanas de los Orkos arrasadas y paisajes enteros calcinados a su paso. Los mundos de xenos esclavizados que proporcionaban comida y minerales a los pielesverdes fueron sometidos a bombardeos térmicos y convertidos en desiertos de ceniza, mientras que los "Kabezaz Guerreraz" y "Mekkaz" que dirigían a los Orkos fueron localizados y destruidos. Se libraron batallas en los bastiones del enemigo, y las fortificaciones fueron arrasadas antes incluso de que sus guarniciones pudieran acudir a sus almenas. Los Kruzeroz de casco dentado fueron abordados y asaltados mientras aún estaban en sus muelles, y docenas de Piedroz fueron invadidos hasta sus profundidades antes de ser reventados desde dentro.

Durante cinco años estándar la guerra continuó, sin ceder nunca en ritmo ni amainar en furia. Las pérdidas para la Legión, en términos tanto de guerreros como de naves, fueron terroríficamente altas, con casi todo un tercio de la Legión destruido antes de que la campaña concluyese y la Rueda de Fuego se convirtiese en un cementerio. Entre los muchos caídos se incluía al cada vez más inestable Enoch Rathvin, que fue aplastado por las garras hidráulicas de un infernal vehículo Orko cuando encabezaba una carga suicida en Xyat. Pero por cada Astartes muerto, cientos o quizás miles de Orkos habían perecido. Esta fue una guerra sin cuartel ni descanso, no un acto de conquista, sino de exterminio, llevado a cabo con una implacabilidad y constancia que ningún humano normal hubiera podido mantener. Para esto era para lo que la VI Legión había sido creada, y en la Rueda de Fuego, como Russ había prometido, fue forjada de nuevo.

Las antiguas brutalidades y excesos de los que se había acusado a la VI Legión fueron compensados bajo el mando de Leman Russ. Con su sed de sangre controlada por la disciplina y una voluntad de hierro, y su rabia controlada por el deber y una lealtad jurada, Russ hizo a su Legión enorgullecerse de lo que era, del poder que blandía, e incluso de la monstruosa violencia que acechaba en su corazón, pero a pesar de esto no les permitió ansiar la gloria por sí sola, ni regodearse en el amargo veneno de la matanza sin sentido. Les dio un propósito y honor, por sombríos que fueran. Servían al Emperador y ese deber era sagrado: estaban hechos para ser los colmillos clavados en la garganta de los enemigos de la Humanidad. Del mismo modo que en Fenris, la guerra siempre estaría sometida a la supervivencia de los suyos, y la galaxia sería convertida en un hogar seguro para la vida humana, incluso si los Lobos que Acechan entre las Estrellas tenían que limpiarla primero con sangre.

Tras la Rueda de Fuego, la VI Legión, cuyos guerreros supervivientes estaban tan machacados y destrozados como las naves en las que viajaban, regresó por primera vez a Fenris, el legendario mundo letal en el que su Primarca había sido encontrado. Para los supervivientes de la vieja Sexta y lo que quedaba de los primeros Varagyr, Fenris era ahora un hogar para ambos, ya que durante las pruebas de la gran campaña que habían emprendido, todos habían adoptado elementos de la cultura fenrisiana que encarnaba su Primarca, y sus tradiciones marciales. La oscura sabiduría que los Varagyr traían consigo fue apreciada por los Legionarios que querían acercarse a su padre genético, y del mismo modo los nativos de Fenris adoptaron nuevas armas y formas de combatir más adecuadas para los vastos e inimaginables campos de batalla en los que ahora luchaban.

Fuentes[]

  • The Horus Heresy VII.
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