El Sargento Guillermito, mascota de los Marines Espaciales, tiene el honor de patrocinar este espacio por orden del Capellán Cassius de los Ultramarines. ¡Pulsa sobre él y te acompañará a una Cruzada épica! ¡Lee más! ¡Sin piedad, sin remordimientos, sin miedo! |
De todas las leyendas del Imperio, la más extraña es la de la Legión de los Condenados. La más singular de todas ellas es la que Tigurius, Bibliotecario Jefe de los Ultramarines experimentó en primera persona, como su inesperada aparición sobre un campo de batalla al borde de la destrucción y su repentina e inexplicable desaparición al final de la batalla. La versión de Tigurius es el informe más famoso en relación a este misterio:
"La tercera noche de combates, los Orkos nos arrebataron el Gran bastión. La desesperación se apoderó de nuestros corazones, ya que había desaparecido la esperanza de un posible rescate. De todas nuestras compañías, sólo quedaban treinta y siete en pie, y sólo veinticinco de ellas estaban ilesas. Los Orkos nos rodeaban en la completa oscuridad. El aullido y las risas de sus Gretchins nos inundaban mientras se preparaban para lanzar el ataque. Una hora antes del anochecer, le pedí a la compañía que rezara y, puesto que nuestro capellán había sido aniquilado, hicimos las paces con el Emperador a modo de combate.
Fue entonces cuando levanté la vista y vi una extraña hueste allí donde momentos antes sólo había oscuridad. Al principio, pensé que se trataba de algún tipo de confabulación orka, pero mientras esa hueste avanzaba, me di cuenta de que eran Marines Espaciales, aunque no cualquier Capítulo del Emperador. Su armadura era negra y sobre ella irradiaban deslumbrantes imágenes de huesos y fuego, y en sus cascos había cráneos. Conforme se acercaban, pude ver un espeluznante brillo a su alrededor y el fuego parecía bailar a su paso. Parecían los huesos de los hombres en el purgatorio, como si fueran esqueletos de hombres vivos. Sin embargo, no hacían nada de ruido.
Durante un momento, creí que se trataba de fantasmas, una visión de tiempos ancestrales, ya que había oído que el Emperador proporcionaba estas visiones a aquellos guerreros que se enfrentaban a la muerte en su nombre. Pero no era nada de eso, cuando los guerreros fantasmales llegaron a la línea de combate de los Orkos un horrible estruendo inundó el campo de batalla. Eran los gemidos y gritos de terror de los Orkos. Nosotros nos quedamos vigilando a los hermanos oscuros mientras hacían su trabajo. Nunca antes había visto un combate igual. Aprovechando ese momento, reagrupé a mi compañía y la dirigí a la guerra. Pero el trabajo estaba casi acabado, ya que los Orkos ya no tenían estómago para seguir luchando. Pronto nos apoderamos del Gran Bastión sin ninguna baja más. De la oscura hermandad no había ni rastro..."
Fuente[]
- White Dwarf Nº 17 (Edición Española) o 195 (Edición Inglesa/australiana).