Wikihammer 40k

Veredicto del Certamen de Relatos Wikihammer + Voz de Horus ¡Léelos aquí!

LEE MÁS

Wikihammer 40k
Advertisement
Wikihammer 40k
12 085
páginas
Impriwars banner

Todoestrategia banner

Inqsello Por orden del Ordo Wikia de la Santa Inquisición, este artículo se considera fuera del Canon Imperial. Se declara carente de toda veracidad y blasfemo; y todo el que lo lea sufrirá purga inmediata. Si usted es el autor, diríjase a las autoridades competentes para someterse a la penitencia pertinente.

Atención: Material No Oficial sin Sello de Calidad Wikihammer

Componentes de la 4º Sección De Tropas Especiales del 712º Regimiento de Namether

Escuadra de mando:

Capitán Tharrus Vinne:

Planeta de origen: Cadia

Rol: Líder de la sección.

Armamento: Pistola láser, sable de energía.

Cyntia Kyle:

Planeta de origen: Nameth

Rol: Psíquica

Armamento:Pistola láser

Comisario Thales Arridae

Planeta de origen: Cadia

Rol: comisario

Armamento: pistola bólter, sable de energía.

Cabo Lak Schwainz

Planeta de origen: Krieg

Rol: Comunicador

Armamento: láser inferno

Cabo Nyria Canaar

Planeta de origen: Catachán

Rol: Arma especial, ingeniera de combate.

Armamento: Lanzallamas pesado, rifle láser.


Escuadra de granaderos ´´Mandaos``

Teniente Lurtz Namhein

Planeta de origen: Krieg

Rol: Líder de escuadra

Armamento: Bólter, espada sierra.

Sargento Inrah Dalek

Planeta de Origen: Tallarn

Rol: Comunicaciones

Armamento: Láser inferno

Sargento Kalt Bandher

Planeta de origen: Cadia

Rol:Municiones.

Armamento:Láser inferno.

Soldado Tristán Dahnerr

Planeta de origen: Valhalla

Rol: Fusilero

Armamento: Láser inferno

Soldado Pierre Ladegne


Planeta de origen: Mordia

Rol: Fusilero

Armamento: Láser inferno

Soldado Dante Mylers


Planeta de Origen: Elysia

Rol: Fusilero

Armamento:Láser inferno

Soldado Dael Meck

Planeta de origen: Savlar

Rol: Arma especial

Armamento: Lanzagranadas

Soldado Patxi Arrano

Planeta de origen: Vaskia

Rol: Arma especial

Armamento: Lanzagranadas

Soldado Skerry Arrano

Planeta de origen: Vaskia

Rol: Arma especial

Armamento: Lanzagranadas

Cabo Nix Lherrer

Planeta de origen: Harakon

Rol: Médico

Armamento: Láser inferno



Tripulación del Sentinel ``Zancas´´

Cabo Reks Ashz

Planeta de origen:Namether

Rol: Piloto de Sentinel

Equipamiento: Escopeta

Capítulo 1: Probando....Probando...1,2,Catachán (Audio)

-¿Qué,pensando en la sargento?

-¡Que te jodan zorra!

Sí, lo sé. Así no se puede empezar un audio-diario. Le he comprado este cacharro a Dael, fijo que se lo ha robado a alguien. En fin, este grabador te lo pones en la oreja, a lo sonotone, y graba lo que oyes y dices, luego iré añadiendo yo cosas que pienso. ¿ Por qué hago esto ? Quiero que se me recuerde, se lo daré a alguien y que lo pase de generación en generación, quien sabe, igual llega a Terra ( nah ). La que ha estrenado el grabador es la cabo Nyria, miembro de la escuadra de mando y nacida en Catachán. Le gusta joder a la gente con sus comentarios sarcásticos. Sí, miembros del escuadrón de mando también duermen en mi ( nuestra ) habitación, los oficiales ( de cabo para arriba, vamos ) así como la psíquica ( está muy buena, por cierto ) tienen habitaciones para ellos solos. La sargento de la que hablaba la Catachán,Inrah, está en mi pelotón y es la encargada de comunicaciones. La broma ésa la hizo porque sabe que salimos un tiempo y que todavía me gusta, pero ya encontraré algo para vacilarla. Inrah viene de una tribu de Tallarn y tiene unos ojos verdes claros y enormes ( no es que el ojo sea grande,perdón, esque el ojo es verde entero y así parece más grande ) un rasgo único de esa tribu.

- Deja ya de darle mentalmente que te vas a secar.

-Te vas a cagar...- agarro mi casco, un modelo estándar reforzado y se lo tiro a la cara.

PLAF

- ¡Jajajajajaja! ¡PEDAZO DE HOSTIA!- Dante, mi mejor amigo se descojona tanto que casi se cae de la cama.

Todos se están aguantando la risa, bueno, casi todos mejor dicho, hay alguno que se está descojonando vivo. Nyria se lleva un dedo al labio, la he hecho sangrar ( tomaaa...) me mira con esa mirada de `` te voy a arrancar los cojones´´ que pone cuando se enfada y desenfunda su cuchillo. Todo el mundo se calla y a mi se me va la sonrisa de golpe...mierda...mierda...mierda. Agarro mi chaleco de caparazón y me lo pongo justo a tiempo antes de que se me lance encima y me ponga el cuchillo en la garganta. El resto intentan apartar a Nyria de mí, todo, como no, entre un gran follón.

-¡¡¡Te voy a sacar el puto ojo que te queda!!!- Sí, uno de mis ojos es biónico, regalo de un Orko con muy mala ostia que me lo arrancó de un cuchillazo ( sí, me dio tiempo a apartarme )

Nyria acerca el cuchillo a mi ojo bueno, la agarro la muñeca pero me da un rodillazo en la garganta y alza el cuchillo por encima de su cabeza.``Adiós a mi ojo bueno´´

¡PAM!

El comisario entra de golpe en la habitación ( creo que ha tirado la puerta abajo de una patada )

-¡¿¡ Qué es este ruido!?! ¡¡¡ PANDA DE BASTARDOS!!! ¡¡¡Teneis que combatir contra los enemigos del Emperador no entre vosotros!!!- Agarra a Nyria por el cuello como a un gato, con una sola mano ( el Comi es fuerte, muy fuerte )- ¡¡¡ Deme una explicación ya, cabo!!!

- Ehm..yo..el...el casco

-¡¡¡Me la pelan vuestras discusiones!!! ¡¡¡ Pero que sea en SILENCIO!!!

-Se...ñor... si señor

El Comi suelta a Nyria, que se pega una buena ostia contra el suelo y sale de la habitación a grandes zancadas. Vuelve a entrar y mira la puerta, derribada.

- Uhm.....esto no lo arreglo yo, que conste.

-Aaagh.....ya voy yo, no se preocupe, comisario.

- Gracias, Cabo Ladegne. Tomad ejemplo de él, que os va a hacer falta.

El Comisario sale de la habitación, con ese aire de elegancia que tiene el cabrón.

-Mmmmm.......Nyria,¿ me dejas el cuchillo ?

`` Qué educado es Pierre, pero no sirve con Nyria´´

-¡Te voy a sacar las tripas por la puta garganta!

``jeje, que buena la cara de Piere, está acojonado ahora´´

- Mademoiselle, no hace falta ponerse así, usaré las uñas.

-¡Ni uñas ni ostias te mato aquí puto gabacho!

``Gabacho....esa palabra es mas vieja que el Emperador, de cuando Terra era el único planeta humano.´´

-¡ Nyria no te pierdas! ¡ Que me debe cinco pavos!

``Coño, y yo que pensaba que Reks no sabía jugar al Póker. Nah, Pierre será muy malo´´

-¡¿¡QUÉ OS HE DICHO!?! ¡¡¡OS VOY A EJECUTAR A TODOS!!!

-Monsieur Arridae, creo que no hace falta.....Vale, vale, me callo, pero guarde su pistola.

``Si...ehm....y así es un día ( noche,vamos ) en mi sección´´

Capítulo 2: Lo que hacemos aquí... (Audio)

El Comisario terminó enredándose en una pelea con Nyria y alguno más. Pasé de verles y me dormí. Bueno, si voy a contar la historia de mi vida, tendré que decir dónde estamos y que hacemos. Estamos en un planeta llamado Tarel VII y estamos combatiendo a los Regimientos locales, que se han renegado ( ¿todo el día? sí, todo el día )

Supongo que unos Marines Espaciales nos vendrían bien, pero creo que no existen. Nadie de nuestra sección hemos visto uno ( Bueno, el Comi igual sí, o Patilla-man, que ha visto mucho mundo ) así que damos por hecho que no existen, y si lo hacen, todos están renegados. Nyria dice que no los hemos visto porque luchan en los sitios más chungos. Puede que sea verdad, o mentira, pero como es Catachán no la hacemos caso.

Corto y cierro hasta mañana, que nos toca salir ya. ( sin desayunar, cómo no )

---Emisión cerrada---07:32---

---Emisión abierta---00:58---

Uf, como pegan esos renegados, a punto de perder las trincheras frontales hemos estado. Los cultistas se han metido en mi trinchera y no les hemos podido sacar hasta después de dos horas. Más que nada porque no paraban de llegar, daba igual que matásemos a quince con una granada, que llegaban treinta más. Al final hemos tenido que llamar a la escuadra Molotov (que tienen lanzallamas y bombas incendiarias) y les hemos pegado fuego hasta que no ha quedado ni uno dentro. Claro que, con tanto fuego, las cajas de munición que había en la trinchera han estallado a lo bestia, lo que ha contribuido también en gran medida a la eliminación de los heréticos.

- ¡Ahí va la hostiaa! Tristán, tienes una bala en la oreja.

- ¿Eh?....que hablas, sí, es un sonotone- ``No quiero que sepan que estoy con esto, todavía no´´

- Aaamigo.  ¿Pues cómo? No sabía que estabas sordo, hijoo.

- Las explosiones que...-``Puto Patxi, ya me ha pillado´´.

- ¡Cabo! ¡ A la armería ya !

``Menos mal, requieren a Patxi en otro sitio´´.

-Ya voy, hijooo. No hace falta que grites, hombree. Bueno Tristán, me voy que me llaman.

-Venga-```Hala, salvado por el Teniente, quién lo iba a decir. Bah, me voy al búnker a ver si duermo algo.´´

``Me dirijo al Búnker dónde duerme mi sección. Epa, la puerta está abierta. Qué raro, suelen cerrarla. Voy a hechar un vistazo. ¡Coño! Dael con material nuevo.´´

-¡Eh! Dael.¿material nuevo?

-¡Tristán! En qué buen momento has llegado, tengo algo para ti.

-Joder,¿de dónde has sacado todo esto?- ``Una espada sierra, munición, cuchillos de Catachán, barritas cadávericas...la madre que lo parió ¿de dónde saca todo esto?´´

-Um....¿sabes que el sargento que está en la puerta del almacén tiene la vejiga floja?

-Sep

-Pues bien...en una de sus escapadas a la zanja se dejó la puerta sin cerrar.

-Hijo de Paik-Río- que suerte tienes. Oye, ¿y esos cuchillos?

-Digamos que le he hecho un favor a aquella sargento de la escuadra de catachanes.

``Coño, que espabilado´´

-No pongas esa cara, mal pensado, que le he vendido un par de cajas de chocolate.

-No, por la forma en que lo has dicho, normal pensar mal. Pero bueno, hostias a parte, ¿que tenías para mí?

-Aaah sí, quítate ese sonotone que tengo uno nuevo para ti. Ése está obsoleto ya, este tiene....mira, más memoria, más batería, ocupa menos y mira, reconoce las voces.

-¡Denam! trae para acá.

-Gracias Dael, eres un hacha, bah.

-Gracias hombre, impaciente eres.

-Bueno me voy a ver si consigo vender esta remesa, que aquí hay material de interés.

``De cine, sonotone nuevo y reconoce las voces. Pues voy a meter los datos de las voces´´

---Emisión cerrada---1:30---

Carta y escopeta (Audio)

---Emisión abierta---12:36---

. Antes de irse Dael me ha dicho que tenía algo para mí que quería que probase  (seguramente algo robado).Así que ahora que me ha llegado el relevo, voy a ver que quiere. Estoy ya en los pasillos subterráneos, cerca de nuestro búnker.Hay bastante actividad,los guardias van de un lado a otro con cajas de munición,sumunistros,fuman sentados contra la pared o juegan a las cartas. Espero que sea un arma o algo por el estilo. Bueno, aqui está, número 17, para adentro.``

-Tristán: ¡Ey, Dael!

-Sol.Meck: Hombre, ya era hora. Ten, coge esto.

``¿Ein? ¿un rifle automático con cañones paralelos?´´

-Sol.Meck:Lo he cargado con munición explosiva especial. Confío en que lo utilices y me digas que tal funciona.

-Tristán: Si hombre, tranquilo.

``Prefiero mi Láser inferno, pero bueno, tendré que probarlo´´

-Sol.Meck:Hm, y toma esto.Te irá bien en las trincheras.

``Hossstias ¡Una bayoneta sierra!´´

-Tristán:Hombre, gracias, Dael.Oye, ¿de dónde sacas toda esta mierda?

-Sol.Meck:Si alguna vez llegas a oficial, nunca dejes las puertas de la armería sin clave.

-Tristán: Lo tendré en cuenta.

``Si llego, no te jode.La edad estándar de un granadero desde que entra en la escuadra es de dos años,como mucho.´´

-Tristán:Bueno, me voy. Patilla-man me ha dicho que quería hablar conmigo.

-Sol.Meck:Vale, venga.Que no te despelleje...mucho -sonríe-

-Tristán:Que te den. Venga, nos vemos luego.

``Camino hacia el búnker de mando,Patilla-man andará por ahí.Espero que no me haga nada, creo que no he hecho nada malo. Buf, que hambre...a ver si luego le compro a Dael una tableta de chocolate o me paso por la cantina.....nah...prefiero pagar. Desde que nos quedamos sin carne de Grox ya no merece la pena, espero que el cargamento llegue pronto. Bueeno....abramos la puerta.....a ver que quiere el teniente..´´

-Tristán:Naaas...

-Lt.Namhein: Tristán, por el amor del Emperador.....Menos mal que estaban por aqui ni el comisario ni el capitán...

-Tristán:Hm..lo siento, la próxima vez ya...

-Lt.Namhein:Sí, eso dices siempre. A ver, no te he llamado para charlar sobre tus pésimos modales.

-Tristán:Gracias.

Lt.Namhein:No te la busques...Como iba diciendo, supongo que estarás al corriente del cabo al que...reemplazaste en la escuadra, ¿cierto?

``Ah....eso.Aquel cabo murió mientras lanzaba una bomba de fusión a la garganta de un Trigón.Mató al Trigón y a varios guerreros Tiránidos,sin mencionar todos aquellos gantes. Pero antes de lanzar la bomba, el trigón se lo había comido.La bomba estalló en su interior y en fin...el resto es demasiado desagradable incluso resumido´´

-Tristán:Sí, Anthony no se qué,¿no?

-Lt.Namhein (ceñudo):Namhein, mi hijo.

``Hostias´´

-Tristán:Hm..lo siento, no sabía...

-Lt.Namhein (sacudiendo la mano para quitarle importancia):Nada, nada. La ``heroicidad´´ que cometiste con aquellos tanques y...el resto de tu carrera, por plagada de tacos, frases sin sentido y peleas contra otros camaradas que esté, te han asegurado el puesto de cabo en la escuadra.Enhorabuena.

``Hostias²´´

-Tristán:Yo...ehm...coño...gracias.Ehm....cojones...pensaba que no lo iba a conseguir antes que Dante...hostias...muchas gracias Pati..este....teniente.

``Ahora que me doy cuenta, Inrah está aqui...no hablaba y no la había visto.Buuf....cabo...Dante y Dael se van a morir de envidia, jeje´´

-Sgt.Dalek:Felicidades,cabo-sonríe-

``Que guapa es cuando sonríe.Eh....un poco más y te supero, Inrah.´´

-Lt.Namhein:Lo dicho, espero que no me arrepientas y que no haya más...peleas, ni apuestas, ni peleas de Gretchins capturados, ni fiestas en el hangar, ni concursos de ``¿Quién puede beber más gasolina?´´¿Estamos?

-Tristán:Señor ¡Sí señor!

-Lt.namhein:-Sonríe-Por fin un saludo decente cabo, ja,ja,ja.Bienvenido al mando.

-Sgt.Dalek:Venga, le mostraré su nuevo equipo.

``¿Nuevo equipo? Ahora hablamos mi idioma, sí señor´´

-Tristán: Te sigo.

``Bueeeno, nuevo equipo. Salgo por la puerta, pero antes de salir del todo el teniente me pone una mano en el hombro´´

-Lt.Namhein: Te he dado el puesto de mi hijo,hazme sentirme orgulloso, o te mando de vuelta a la legión penal de Krieg.

-Tristán: Sí...señor

-lt.Namhein:-Ríe- ¡Era broma! No te preocupes, eso sí, como te pille bebiendo gasolina y te tenga que volver a llevar al medicae, te opero yo mismo con una espada sierra.

-Tristán:Fue sólo una vez....y no me operaron.

-Lt.Namhein:Venga, ve. Hacer esperar a una dama no es de buena educación.

-Tristán:Sí, señor

``Equipo nuevo,equipo nuevo, equipo nuevo......¿qué será? ¿un rifle de fusión? Bueno..tengo el rifle de Dael, lo tengo que probar...¿Bombas de fusión? ¿una espada sierra?´´

-Sgt.Dalek: Felicidades por el ascenso, Tristán.

-Tristán:Que sólo soy cabo...no un coronel, joder.

Sgt.Dalek:-ríe- Lo sé, lo sé. Pero..imagino que no te lo esperabas y la cara que has puesto ha sido francamente graciosa.

-Tristán:Ahórrate las formalidades, sabes que entre nosotros podemos hablar normal.

``Mierda, espero no haber tocado ninguna fibra íntima´´

-Sgt.Dalek:¿Lo dices por..?

-Tristán:Nononononono.

-Sgt.Dalek:-Sonríe-Tranquilo, no te voy a comer. No te guardo rencor ni..nada por el estilo.

``Uf...´´

-Sgt.Dalek:Vale, la mesa del fondo, vete yendo, ahora te alcanzo.

-Tristán:Voy

``Una espada sierra, por favooorrrr.......¡¡¡No!!! ¡¿Pero esto qué eeeeeees?!´´

-Tristán: ¡Inrah! ¿Qué es esto?

-Sgt.Dalek: Tu nuevo equipamiento.

-Tristán:Joder, ya lo sé. Me esperaba algo estilo rifle de fusión o algo más guay...esto es un mando de la tele y una mochila con....cajas.

-Sgt.Dalek:No son cajas, son explosivos, y el ``mando de la tele´´ es el detonador.

-Tristán:Vaaaleee....¿ Y qué mato con esta porquería?

-Sgt.Dalek:Payaso...eres el nuevo experto en demoliciones. El capitán, el comisario y en definitiva casi toda la sección te considera como el candidato perfecto para este puesto por tu....pericia con explosivos...si se puede llamar así.

-Tristán:Ah..guay..¿y no tengo bombas de fusión?

-Sgt.Dalek:¿Qué crees que había ido a buscar? ¿ el desayuno?

-Tristán: No estaría mal....¿qué,dámelas, no?

-Sgt.Dalek: Ten, no seas tan impaciente. Recoge tu material nuevo, puedes irte.

``Toma, bombas de fusión, sí señor.´´

-Tristán:Vale, nos vemos.

-Sgt.Dalek:Te veo en la trinchera.

``Sonrío. Ese es una de nuestras bromas. Salgo de la armería. Bien, bombas de fusión y explosivos, esto está mejorando mucho.´´

Cpt.Vinne(intercomunicador):Sección;A las trincheras, una nueva oleada de Caóticos se acerca.Buena suerte.

``¡¡Vaaaamooos!! ¡Objetivos para probar todo esto!´´

-Cpl.Ashz(intercomunicador):-bufido-Joder,malditos sean, no he terminado las reparaciones de ``Zancas``.

``La última vez le pegaron fuerte al Sentinel,cada vez tiran más de lanzacohetes estos cabrones.`` -Sgt.Dalek(intercomunicador):Vamos,Reks.No seas tan quejica,necesitaremos a ``Zancas`` y su cañón automático para rechazar a esos herejes. -Cpl.Canaar(intercomunicador):Pfff....¿y nadie se acuerda del lanzacohetes que le he acoplado?

``Cierto,lo vi hace cosa de dos o tres horas.Un panel rectangular de cinco misiles acoplado bajo la cabina del Sentinel,orginal y útil,no esperaba menos de Nyria.Hay que reconocérselo,lo que hace,lo hace bien.``

-Cpl.Ashz(intercomunicador):Lo probé antes con las móviles a treinta.Gracias,Nyria,funciona bastante bien.

-Cpl.Canaar(intercomunicador):¡Por fin un hombre educado!

-Sol.Mylers(intercomunicador):Calla ya la boca,gilipollas.No oigo lo que me dice Cyntia.Es algo de unos exterminadores del Caos y me gustaría saber si nos atacarán a nosotros.

``Menudas chorradas se montan por el comunicador.Recuerdo aquella vez en la que el comisario casi hace ejecución colectiva cuando creamos interfernecias en las comunicaciones de la compañía Bravo al hablar todos a la vez.Aaah.....buenos tiempos.Llego a la entrada a las trincheras.Vamos allá.Quito el seguro al rifle y echo a correr hacia mi escuadra``

-Tristán:¡Eh, capullos! ¡Adivinad a quién han ascendido!

-Sol.Dalegne (pasándose la mano derecha por el pelo):Vaya....¡Enhorabuena de nuevo,Inrah!

``Inrah,que viene detrás mío sonríe divertida y sigue avanzando.Odio que me comparen con ella todo el rato``

-Tristán:Soy yo,limpianabos.

`Jeje,parece ofendido`

-Sol.Mylers:¡Coño!

``Dante se acerca a mi y me da una palmada en el hombro mientras que con la otra mano,sin darme cuenta me coge una bomba de fusión.``

-Tristán: ¡Eh! ¡Trae eso aquí,cabrón!

``Dante me esquiva una y otra vez mientras examina de arriba a abajo la bomba de fusión. Siempre ha sido más ágil que yo el muy jodido,y desde que aquel Marine del Caos me arrancó la pierna izquiera y tengo una biónica no me muevo con la misma rapidez,cuesta acostumbrarse.``

-Sol.Mylers: ¡Cómo mola! ¿Si le quitas la anilla explota con tiempo o al tocar algo?

``Para quieto y te explico,joder.``

-Tristán: Si te paras quieto te lo explico,pero devuélvemela.

``Psché,yo tampoco sé cómo funciona,habrá que probar suerte``

-Sgt.Bandher (resoplando,irritado): ¿Quereis pararos? Dante,como estalle esa cosa estamos jodidos.

-Sol.P.Arrano: ¡Bah,eso no es nada, hijo! A mi me estallaron dos de esas en la cara y no me pasó nada.

-Sol.Meck: Qué va,solamente te creó una tendencia tremenda a exagerar -ríe-

``Cuánta razón tienes,Dael.``

-Tristán: ¡Ajá! Trae esto para acá, capullo.

``Le quito la bomba de fusión a Dante de un tirón aprovechando que se está riendo por la broma de Dael junto al resto de la escuadra y compruebo que tiene la anilla.La tiene,menos mal.La sujeto al cinturón y agarro a Dante para que no me la vuelva a quitar,que ya lo está volviendo a intentar``

-Sol.Mylers (protestando): Joder,pero dame una,hombre,que somos amigos desde hace mucho.

-Tristán (riendo): Entonces tendría que darle una a cada miembro de la escuadra,creo que paso -ríe más-

``Mira que es....y pensar que le metieron en la legión penal de Krieg por retardarse en devolver unos libros a la biblioteca,es un crío en el fondo.Sonrío,es una anécdota que pocos sabemos. Le sacaron de ahí por acabar con un vidente eldar que debía de ser medio retrasado para no darse cuenta de que Dante le iba a saltar por detrás con su palillo de dientes de ceramita (¿ no tienen poderes psíquicos para adivinar esas cosas?).Total,que como yo andaba por ahí y éramos muy buenos amigos cuando eso,dijo que le había ayudado.Y así llegamos al 712º de Namether,hará unos tres o cuatro años de eso. Tenía veinticuatro años cuando eso,veinte Dante.En la escuadra de granaderos nos metieron al sobrevivir a un combate en el que murió toda nuestra sección (si no llegan a venir aquellos kasrkin nos masacran los eldar) Así que la suerte ha jugado un papel bastante importante en nuestras vidas,la verdad. Los orígenes de los integrates de la escuadra.....algún día escribiré un libro sobre eso. Todos somos de planetas diferentes,aunque los que más son de Krieg o Cadia. Algunas historias son bastante interesantes,como la mía y la de Dante,la de Dael (le mandaron a una legión penal de Namether por robarle hasta los calzoncillos al coronel de su regimiento anterior y le sacaron de ella por robar los suficientes componentes de comunicación de un bastión Orko como para que sus comunicaciones no funcionasen hasta que la campaña acabó. Cleptómano al entrar y cleptómano reincidente al salir,Dael entró en nuestra escuadra siendo posiblemente la persona con más pericia para los negocios y talento para el sigilo y el robo que haya llegado viva a los veintisiete años en la Guardia Imperial) la historia de Inrah es también extraña y curiosa; formaba parte de un Regimiento Femenino de no sé dónde y era sargento de una escuadra de veteranos (¿veteranas sería lo correcto,no?) siendo como ella es,la condecoraron por servicio distinguido y mil cosas por el estilo hasta que,durante un combate en un mundo letal desértico la mitad de su regimiento fue destrozado por un desastroso mando (los sabotajes contribuyeron mucho a ello) y una emboscada tiránida a gran escala. Total,que el 712º de Namether estaba junto a ellas en aquella campaña y les ayudó lo mejor que pudo,Inrah fue la única superviviente de su batallón junto a la capitana y una comisaria (que se la comió un guerrero tiránido más adelante) así que,a escondidas se unieron al 712º en su retirada del planeta para evitar un exterminatus.Unos...seis años desde aquello creo,ahora tiene veintisiete años o veintiocho,Inrah es la que más tiempo lleva en este regimiento de los que entramos ``desde fuera``. Esta historia solo me la ha contado a mí y a la psíquica,que es muy amiga suya. La historia de Nyria es también bastante decente,pero como está llena de obscenidades, sexo desenfrenado, traiciones,matanzas y cosas por el estilo paso de apuntarla,pero la escribiré un día en una novela.Además,ya asoman los renegados por la colina``

+++Emisión cerrada+++ 1:48+++

Actualizando contenidos.......dtp.voces/dtp.9854/dtp.9.0.........dft.son/dto.act/.......Completado.

+++Emisión abierta+++2:59+++

``Bah,no aguantan tanto como antes. Se han retirado en cuanto han sufrido centenar y medio de bajas,eso no es deportividad.Antes aguantaban hasta los quinientos y pico. Cultistas de mierda,comisarios les hacían falta para ponerles firmes.Así ni se divierte uno,ni se arriesga ni nada.Vienen,disparan sus rifles AM40 (abreviación de Armageddon Modelo40) mueren ciento cincuenta y se van cagados de miedo. Bah....qué pena. En fin,habrá qu []+++Emisión cerrrada+++3:00


Joder,se me ha cascado el sonotone. Dael dice que no hay remedio y que son demasiado caros como para andar pidiendo sonotones nuevos cada dos por tres. Así que,nada,a escribir toca,menudo palo,con la letra tan mala que tengo. Así no me va a entender nadie y nadie me recordará,bueno,como mucho mi hermano,menuda mierda. En fin,hablando de mi hermano,voy a enviarle una carta,que no le respondí a la última (hace dos o tres años). Mi letra es francamente mala,así que anduve pidiendo a los colegas que me la escribieses. Pasaba de Nyria e Inrah,que aunque sean las que mejor escriban no me cundía para nada que me ayudasen ellas,pues habría de omitir detalles interesantes de mi carta. Dael y Dante díficil,porque Dael no sabe escribir y Dante estaba ocupado.Por vagancia,recurrí a un servidor-escriba que estaba en el hangar 4,que suele estar vacío,a excepción de Reks que suele andar por ahí reparando a ``Zancas``,que últimamente lleva mucha leña. El puto servidor está averiado desde los tiempos de Macharius,así que fue bastante complicadillo. En fin,que a la hora y media de pelear con el condenado bicho y que se cargase seis o siete docenas de cartas salí con la carta definitiva para echarla al buzón. Pero antes de mandársela recordé los dos o tres (o cuatro o cinco) cumpleaños de mi hermano que me había pasado sin mandar una carta y decidí mandarle un regalo para que no se mosquease. Me fuí a la habitación y encontré a Dael urgando en unas cajas de armas en las que ponía ``Escuadra 56``. La nuestra no era,desde luego. Opté por hablar con él,probablemente me conseguiría algo interesante,que no legal.

-¡Ey,Dael!

-Siempre tan oportuno,cabo- Me comentó con un deje de burla en la voz.

-No me digás más, tienes algo para mí-Repliqué,sonriendo.

-No-Rió-pero por un módico precio te puedes quedar con esto.

Y sacó de una caja nada más y nada menos que una escopeta modelo Lucius (las de los Korps). Una de ésas te podía romper el hombro por el retroceso (exagerando un poco) pero la peor parte se la llevaba el objetivo, una modelo Lucius es capaz de atravesar una armadura de caparazóna diez metros o incluso algo más,a bocajarro,ni te digo ya.

Solté un silbido largo y grave.

-¿Cuánto?-Dije llevándome la mano al bolsillo.

El se echó a reir.

-Te va a costar algo más caro que tus raciones de Grox habituales,Tristán.

-Hombre, ¡No me digas!- Resoplé,poniendo los ojos en blanco.

Sonrió bajo su máscara antigás (se la quita poco,esque tiene un ojo ciego y le da verguenza) y se cruzó de brazos,ladeándose ligeramente hacia la derecha, como hace siempre que va a negociar en serio.

-Por ser tú te haré un precio especial,la mitad del valor original.

-Si lo habrás robado ¿Qué valor original ni que hostias?-Repliqué,viendo que iba a estar pobre durante unas semanas.

-Tendré que sacar tajada,¿No?

-Vaaaaaale. Dime cuánto es.

Maldito fuese él y toda su estirpe.Total,que le pagué lo acordado y estuve sin comer Grox dos meses (juntando los gastos de envío del jodido paquete).Pero por lo menos el arma es buena,y no precisamente poco,así que con esto mi hermano podrá sobrevivir un par de días más de lo previsto. Eso sí,si ha muerto y el paquete lo ha recibido otra persona,que me lo reenvíe,que no quiero haber gastado todo ese dinero en balde. Salí gruñendo de la habitación y eché el paquete al correo,no sin antes meter un paquete de cigarrillos de esos que le vuelven loco a Mace (me cae bien el muchacho. La última vez que le vi tenía catorce años,pero ya habrá crecido,y como no está con la madre,le dejará fumar sin molestarle),que da la casualidad que Dael los vende.

Eché el paquete al correo y el servidor que estaba ahí (te pesan el paquete y te hacen pagar en relación a su peso y tamaño). En el mismo momento en el que metí el paquete en el buzón tras haber pagado al servidor me dispuse a largarme de ahí lo más rápido posible,no fuera a ser que me pillase alguien de la escuadra y le diese por preguntar. Pero si bien presumo de buena suerte,hay momentos en los que le falta batería y desaparece un rato para recargar pilas,y en esos momentos suele pasar cosas malas,o eso, o que Nyria me pille por banda (que viene siendo malo también). Aunque prefiero que Nyria me pille desprevenido antes que pase algo malo, ninguna de las dos perspectivas es muy agradable,que digamos. Aquella vez la vi yo antes que ella a mi. Divisé su figura,alta y esbelta (bueno,alta, mide algo menos que yo,1,86 y lo de esbelta,más que nada porque es Catachán y eso siempre viene de la mano con más masa muscular de lo normal,aunque tampoco es un Orko,que digamos),con esa pedazo de hombrera metálica sobre su hombro izquierdo,el pañuelo negro en la cabeza y las gafas antifrag colgando del cuello (nunca se las pone,solo para soldar). También se la distingue por su tono de piel algo más moreno que el resto y porque debe de ser la única persona en todo el regimiento que no lleva armadura,por lo menos en el torso. Los Catachanes son famosos por su cabezonería y por no llevar mucha armadura,entre otras cosas,así que Nyria,fiel a sus creencias Catachanas, solamente lleva armadura en las piernas (son lo único que te puede sacar de un problema,o llevar ese problema al enemigo,dijo una vez) o séase,las rodilleras unidas a las grebas de la armadura de caparazón. Arriba lo único que lleva es esa gigantesca hombrera (algunos dicen que es de ceramita) y una camiseta sin mangas gris,agujereada en algunos puntos y gastada por el tiempo. Aunque haya dado con anterioridad una opinión contraria a la realidad, no tenemos mucha queja de Nyria. Excluyendo las rencillas que tenemos de vez en cuando entre los dos o con algún otro miembro de la sección (la mayoría en broma),no tenemos más problemas. Es una excelente ingeniera y combatiente y aunque no lo parezca es buena estratega,además de tener una inteligiencia alta para ser Catachán (lo que viene siendo algo más de lo normal aquí). Además sabe algo de medicina y no es tan brusca como el resto de los Catachanes.

Comencé a andar en dirección contraria la suya,pero me vió y me dio alcance con unas cuantas zancadas.

-¿Echando un paquete al correo? No sabía que tenías familia-Me comentó,alzando una ceja.

Tener familia tenemos todos,otra cosa es que estén vivos,pero en la Guardia siempre decimos lo de ``tener o no tener familia`` en referencia a si están vivos o no.

-Las cosas que tiene la vida-Respondí,decsonfiando un poco-Lo que no sé es si estará vivo.

-¿Quién?

-Mi hermano.

-¡Ah! Tienes una foto de él en tu litera ¿Cierto?

Alcé la vista un poco para verla mejor (ya lo siento,pero se me baja la vista automáticamente cuando hablo con Nyria,y no precisamente al suelo) Algunos rasgos de su cara no pegaba demasiado ni con su origen ni con su personalidad,agresiva e impaciente. La cara era de rasgos finos y bellos (hay que reconocerlo) pero a la vez agresivos,los ojos verdes y chispeantes,desafiando a todo el que miraban.Tenía varios piercings y esas cosas en la cara,en su regimiento anterior era como una muestra de que era de la élite me contó. Un tatuaje negro extraño, de forma ovalada y alargada,puntiaguda en los extremos y surcado por infinidad de rayas que formaban cuadrados y rectángulos en su interior (más tarde descubrí que eso se llama un tatuaje de estilo tribal) ocupaba gran parte de uno de sus brazos. El pelo,del mismo color que el pañuelo en el que estaba envuelto, negro, tenía reflejos azules en ocasiones.

-Sí,es él cuando tenía diecisiete años,me pasó esa foto por carta.

-¿Cuántos tiene ahora?

Es extraño,parecía interesada y todo.

-Unos veintitrés o veinticuatro,si mal no calculo.

-¿Sigue en Valhalla?-Me preguntó mientras me hacía señas para que la siguiese,que iba a echar una carta ella.

-Para nada. Nos fuimos de ahí cuando tenía diez años. Los últimos años los pasé en un planeta cercano,Nieria,ya sabes,ese que fue infestado por zombis.

Nyria se mordió el labio inferior.

-Entiendo.Menuda mierda.

-Bah. Es lo que hay.

No tenía muchas ganas de seguir con el tema,así que decidí cambiarlo,como el que no quiere la cosa.

-Y...¿Tú también vas a echar un paquete?

Ella miró la caja que llevaba entre manos y asintió.

-Cigarrillos de los que vende Dael,Amasec de contrabando y esas cosas,ya sabes,para el viejo y mi hermano. Lo de siempre-Se encogió de hombros.

No sabía que Nyria tenía familia viva. Hombre,lo normal en Catachán según lo que sé, es llegar a los treinta como mucho muchísimo. Los de cuarenta años son héroes para ellos. En cuanto a la fuerza solo digo que Nyria solía ganarme en los pulsos,ahí queda la cosa (lo más extraño de todo es que no aparenta esa fuerza)

-Pues cuidado con esos cigarrillos...el otro día me encontré una del doce en la cajetilla.

Soy un fumador compulsivo,he de admitirlo. Una vez empiezas a los doce años,no puedes parar. Y más aún cuando estoy nervioso. Por ahí me llaman ``La chimenea Valhallana``,creo que no hace falta explicar el mote.

-Una del doce-Suspiró ella-Echo de menos esos momentos en los que los herejes tiraban de esas por todos lados sin apuntar y zumbaban a tu alrededor. Qué tiempos.

-Ya te digo,se echan de menos.

Echó el paquete al buzón y nos largamos de ahí a paso ligero en cuanto vimos que el tecnosacerdote encargado de la zona se acercaba pistola láser en mano. En fin,una historia larga. Resumiéndolo mucho,diré que hace unos cuantos meses,cuando aún estaba con Inrah,digamos que nos pilló ``revisando estrategias`` y a punto estuvo de pegarnos un tiro. Nyria entendió al principio porque la dije que corriese,pero luego se lo explique,lo cual se me antojó como una estupidez,teniendo en cuenta que normalmente nos estamos picando mutuamente y eso es información peligrosa en manos ``enemigas``.

Estuvimos callados durante unos cinco minutos hasta que decidí romper aquel incómodo silencio.

-¿Te hacen unas dianas?-Comenté como el que no quiere la cosa- Dael me ha dejado un rifle nuevo.

-Nah. Tengo que continuar con el curro. Ya iré contigo cuando tenga tiempo- Triscó sus nudillos y continuó- Así que rifle nuevo ¿Eh? Me lo tendrás que enseñar.

-Viniendo de Dael no me fio mucho-Confesé-sobre todo después de lo del lanzagrandas ``atómico`` que le dejó a Patxi.

Lanzagrandas ``atómico``,una historia curiosa. Resulta que Dael cargó ese lanzagrandas con bombas de fusión,él es así,siempre haciendo inventos y chorradas. El arma funcionó muy bien hasta que empezó a vibrar y Patxi lo lanzó justo antes de que estallase llevándose por delante un Dreadnought enemigo y media docena de cultistas,salió rentable al fin y al cabo.

Ella se encogió de hombros.

-Bueno,mientras avise antes de estallar,no será tan peligroso.

-Algo es algo-Reí.

Estuvimos hablando sobre los inventos de Dael,luego eso nos llevó a hablar sobre barritas cadávericas y esto último a hablar sobre una foto de escuadra. Nyria se paró al llegar al hangar 14,donde solía reparar y trabajar en los vehículos.

-En fin-Se despidió- Hasta aquí llegamos- ¿Nos vemos luego?

-Veré si puedo.

Ella asintió,con una sonrisa, y entró en el hangar,dónde el ingeniero jefe la llamaba a gritos.

Me froté el brazo izquierdo. Nyria siempre estaba buscando pelea ¿Porque se había comportado así? Decidí no darle demasiada importancia e ir a probar el rifle de Dael.

Recambio de dianas y una nueva asignación

Me encaminé al campo de tiro tras hablar con Nyria. El sitio estaba tan lleno de gente y de olor a quemado como siempre. Los casquillos de las ametralladoras y pistolas chocaban y rebotaban contra el suelo con sus tintineos característicos y el fuego láser y las balas castigaban continuamente las dianas con un repiqueteo incesante. Descolgué el rifle de Dael de mi espalda y encaré la primera diana que pillé por delante. La mira parecía bastante precisa y la culata tenía una especia de acolchado,para,supongo,reducir el retroceso. Disparé una ráfaga corta. Con un rifle láser hubieran salido tres disparos,sin embargo este rifle escupió seis balas (tres con cada cañón). El retroceso se veía compensado por la culata acolchada (que supuse que tendría algo más que un simple acolchado) y las balas impactaron con precisión en el centro de la diana. El sonido que produjo la detonación se me pareció un trueno atravesando un Rhino.

-Disparad al centro de la masa- Había oído miles de veces aquella frase al teniente durante las prácticas de tiro.

Pulsé el botón rojo que estaba enfrente mío,sobre el muro que marcaba el límite de la posición de disparo. La diana se acercó lentamente y,a medida que se aproximaba,divisé un agujero del tamaño de mi puño en el centro de ella. Las balas estaban cargadas con una especie de explosivo,genial. El metal circundante al agujero estaba casi al rojo vivo y humeaba lentamente,goteando de vez en cuando.

-Excelente -Pensé- Con dos descargas de este rifle puedo partir un cultista en dos.

Aunque había que tener en cuenta que dos disparos se convertían en cuatro balas explosivas dirigidas al mismo punto. Letal.

Estuve dos horas más disparando sin parar con el rifle hasta que me echaron por cargarme todas las dianas a las que disparaba. Me encongí de hombros,me colgué el rifle a la espalda y eché a andar hacia el hangar donde Nyria estaba trabajando.

La puerta estaba como de costumbre abierta y con varios ingenieros de aquí para allá,entrando y saliendo cargados de sopletes,placas de ceramita e incluso cañones automáticos (estos últimos a rastras). Estaba de pie bajo un Sentinel, con una mascara de soldar y un soplete que arrojaba chispas azuladas por todos lados. Soldaba un lanzamisiles como el de ``Zancas`` a la parte inferior de la cabina del bípode,se ve que el invento había tenido aceptación. Otros dos ingenieros ocupaban la misma tarea en sendos Sentinel,ambos con la isignia de la 34ª ligera. Me acerqué a distancia prudencial (hay que tener cuidado con las chispas) y me apollé en un Chimera que acababa de ser modificado con un lanzallamas coaxial y unas cuantas capas de ceramita recubierta de materiales ingnífugos. El soplete arrojaba sombras intermitentes sobre el rostro enmascarado de Nyria y las paredes llenas de fotos y manchas de grasa y aceite de motor. Me fijé en sus pantalones de combate, eran el modelo estándar que todos utilizábamos (menos los muchachos de la escaudra Molotov,que los tenían ignífugos).Pantalones cargo negros con amplios bolsillos en las perneras y tejido capaz de desviar un corte de cuchillo. Ella los tenía (al igual que la camiseta) raídos y chamuscados en unos cuantas puntos debido al uso constante de su lanzallamas pesado y el solpete. Había un par de botellas de Cadiansberg cerca de ella,al lado de los pies de los Sentinel, lo cual,si el ingeniero jefe lo veía,podría causarle graves problemas. No es que no nos dejasen beber,lo que no nos dejaban era beber cerca de chispas o...Prometio,rifles de fusión y esas cosas. Nyria apagó el soplete,dejó caer los hombros y ladeó la cabeza para desentumecerse el cuello,dolorido probablemente por todas aquellas horas con la cabeza hacia arriba. Se masajeó el cuello con una mano y finalmente se fijó en mí.

-¡Hombre!-Saludó,acercándose- Podías haberme echado una mano ¿No?

-No me pareció...-Busqué el término correcto- viable interrumpirte.

Ella se levantó la mascara,sonriendo.

-Has hecho bien- Se estiró y bostezó- No conoces la mecánica suficiente como para ayudarme sin ser un estorbo.

Yo conocía algo de mecánica,dudé si lo había dicho por decir o lo sabía en realidad.

-¿Has terminado ya? Te dejaré probar el rifle de Dael.

Ella miró con un dedo en la barbilla a sus Sentinel.

-Hmm....creo que ya está entero. Al ingeniero jefe no creo que le importe que me ausente un par de horas- Sonrió y me entregó una de las Cadiansberg.

La tomé con agradecimiento y le di un buen trago. La botella había recibido dos o tres chispas y estaba ligeramente abollada allí donde las chispas habían entrado en contacto con el cristal. Ella bebió otro trago igual o más largo que el mío y metió la botella,vacía, en la mochila abierta de un ingeniero despistado. A la mía todavía le quedaba un cuarto de cerveza por lo menos,así que la guardé en un bolsillo y la tapé con un papel doblado que llevaba en algún lugar de mis pantalones. Para cuando dejé la botella a buen recaudo en uno de mis bolsillos de la pernera,Nyria ya me había quitado el fusil con impaciencia.

-Hmm.....Armageddon modelo cuarenta muy modificado- Dijo mientras examinaba el arma,lo ladeaba y encaraba con él. Sonrió- No me esperaba menos de Dael. Cañón doble paralelo con un cargador para cada uno....interesante- Dio un golpe con la palma de la mano a la culata- Reductor de retroceso como el que usamos para las ametralladoras portátiles,bien pensado.

Yo la miraba un tanto extrañado. Sacó uno de los dos cargadores y examinó su contenido.

-Explosivas reforzadas del siete sesenta y cinco. Este Dael...¿De dónde sacará todo esto?-Me entregó el rifle y añadió con una mueca burlona- Esperemos que este no explote.

-Esperemos. Ah,por si querías probarlo...me han echado del campo de tiro así que no podrá ser.

Se encogió de hombros.

-No importa,lo veré en combate.

-¿Ya nos han destinado de nuevo?-Pregunté,perplejo.

-No, que yo sepa. Pero el capitán estaba hablando con el general Di Sera. Seguro que nos quieren mandar a una misión suicida o...sabe el Emperador que querrán hacer con nosotros- Se recostó sobre una pared y sacó un cigarrillo. Se lo encendió y me ofreció uno que obviamente acepté de grado.

- Si quieren hacer algo que nos den un permiso de algunos días antes,que nos lo merecemos-Puntué con aire de ofendido.

-Bah,si nos destinan a otro frente tendrás tiempo más que de sobra para hacer lo que quieras durante el viaje.

- Ya,bueno- Admití- Pero prefiero que los permisos sean en ciudades donde pueda ir de copas y esas cosas. En una nave lo más divertido que se puede hacer es mezclarle los cables a los servidores para que hablen del revés.

Ella rió y el humo que exhaló tomó forma de aro. Intenté hacerlo,pero me salió humo normal y corriente.

-¿Recuerdas ese servidor de la Ladón al que ``modificamos``?

Sonreí frente aquel recuerdo. Habíamos cambiado los cables de un servidor por los de una radio y en vez de dar las letanías y oraciones normales cantaba ``Purgando voy,purgando vengo``. Creo que los comandos de la inquisición que viajaban con nosotros le metieron fuego.

-Sí- reimos durante un rato- Al comisario casi le da un infarto.

Nyria volvió a exhalar un aro de humo y suspiró. Casi me sorprendió, nunca la había visto como una persona, con sentimientos y formas de pensar,quiero decir. Hasta el momento solo había sido la Catachana que se dedicaba a tocarme las pelotas de vez en cuando y a robarme la toalla cuando me despistaba en la ducha.

-Recuerdo cuando aquel disparo te atravesó el estómago. Casi te perdemos-Comentó sin emoción aparente.

Me quedé petrificado al recordar aquello. Había estado al borde del abismo,había mirado a los ojos de la muerte. Y había sobrevivido. 

Decimus Tercia.Tres años antes

Llevábamos dos meses metidos en la inmundicia de las trincheras,entre el barro,la sangre y los cartuchos vacíos y humeantes.  Dos meses combatiendo a los Orkos, apenas había llegado a la escuadra como reemplazo y ya estaba a punto de ser reemplazado yo mismo si la situación continuaba así. Estábamos estancados en una constante situación de toma y ``Dakka``, avanzando y retrocediendo sin un final cercano aparente. Sin embargo aquel día los mandos habían planeado algo gordo. Y por desgracia estábamos en el ajo, la típica misión suicida.

-¡Por el Emperador!-Gritaba a voz en grito Nyria mientras descargaba su lanzallamas pesado sobre la trinchera,ocupada por los Orkos- ¡Arded,pieles verdes de mierda!

Las llamas alcanzaron a los sorprendidos xenos,que bramaron en su agonía y se convirtieron en poco más que esqueletos requemados con pedazos de carne chamuscada colgando de ellos.

-¡Adentro!- El capitán saltó con agilidad a la trinchera,aún caliente y con algunas pequeñas llamas esparcidas aquí  y por allá. El olor a quemado era tan intenso que casi causaba arcadas, sin embargo Nyria parecía incluso disfrutarlo.

Salté a la trinchera y mi pie derecho se quedo incrustado en el ancho costillar de uno de los desafortunados pielesverdes. Saqué el pie con fuerza y las negruzcas costillas saltaron por todos lados. Di un par de pisotones,asqueado,para quitarme los restos de ceniza y carne quemada de la bota. Una explosión alcanzó el borde de la trinchera y una oleada de metralla hizo saltar chispas en nuestras armaduras. Nyria,al no usar ningún tipo de protección,recibió un par de cortes más bien profundos en los brazos y la cara. La sangre se mezcló con la mugre y el ollín y se oscureció aún más. Gruñó y se pegó a la pared de la trinchera para tomar una mejor cobertura mientras calibraba su lanzallamas. Nix se apresuró a darle alcance y desinfectarle y vendarle las heridas con rapidez y en silencio. Nix se había incorporado hace poco a la escuadra,no sé de donde había salido, solamente sé que estaba en el decimoquinto pelotón,el que fue arrasado casi en su totalidad por unas Lataz Azezinaz. Al parecer,Nix había ayudado a derribar aquellos enjendros de chapa y el Capitán la solicitó para cubrir un puesto libre que teníamos en la escuadra de granaderos. No era muy alta y tenía una complexión más bien delgada, tenía la piel bastante pálida y el pelo más negro que he visto nunca. Lo llevaba por el hombro y dejaba que un delgado mechón de pelo le cayese sobre el ojo derecho,llegándole casi hasta la altura de la boca. Nunca le había oído hablar y solía parecer ida,pensando en otras cosas o directamente en nada,con los ojos ( azules eléctrico,impresionantes) fijos en el vacío y los finos labios sellados. En ocasiones estaba junto a la escuadra,pero no hablaba, si la preguntaban respondía con asentimientos o negaciones con la cabeza. La mayoría del tiempo lo solía pasar sola, limpiando y preparando su equipo sobre su cama o leyendo, otras veces iba al hangar a ayudar a Reks a reparar el Sentinel. 

Mientras Nix trataba a Nyria, el resto nos pusimos en posición y disparamos contra unos Petatankez que se acercaban rebanadora en mano dando traspiés entre el barro y las ruinas de vehículos destrozados y medio carbonizados. Los pielesverdes fueron acallados rápidamente por las ráfagas explosivas de rifles inferno y los certeros disparos del capitán y el comisario,que portaban una pistola láser ultrapotenciada y una pistola bólter,respectivamente. Yo le acerté de lleno al que iba más a la zaga, la corta ráfaga atravesó su pecho como si fuera cartón y lo hizo estallar por dentro,los brazos y cabeza del xeno salieron despedidos en diferentes direcciones y el resto del cuerpo cayó de rodillas,con un pequeño surtidor de sangre donde había tenido la mayor parte del pecho. Me aupé agarrándome a los bordes de la trinchera e intenté localizar al resto de mi escuadra. Nos habíamos separado al caer la lluvia de cohetez. Estábamos avanzando por las ruinas,agachados y rezando para que no nos viesen, sin embargo nos encontraron unos cuantos Orkos que cargaban con una especie de morteros y bombardearon nuestra posición. Si bien no había habido bajas, yo y Nix habíamos corrido hacia los restos de un Leman Russ para ponernos a cubierto, y,cuando quisimos darnos cuenta, nos habíamos separado totalmente del resto de la escuadra,que había ido hacia el lado opuesto. Nos reunimos con la escuadra de mando,que estaba a unos escasos treinta metros de nuestra posición,ocultos (al menos hasta que llegamos nosotros) de los morteros Orkos en los restos de su Chimera,que había sido alcanzado en una oruga por un explosivo y había quedado inmovilizado. Otra explosión estalló cerca de la trinchera y sacudió el suelo. Cyntia cayó de rodillas con las manos en la cabeza y Lak fue a ayudarla a levantarse. Aparté la mirada,disgustado, Cyntia era la psíquica de la escuadra de mando y apenas tenía formación de combate. Venía de la capital del sector Namether y no estaba, en absoluto, acostumbrada a la guerra. La única razón por la que la llevábamos al combate era la ventaja táctica,defensiva y ofensiva que nos otorgaba su condición de psíquica. Conocía bastante bien la adivinación y era una telépata bastante decente,sin embargo, sus capacidades ofensivas quedaban reducidas a su pistola láser y cuatro cosas que sabía de Biomancia. Teníamos que andar protegiéndola de todo mientras estábamos en zona de combate. Y eso tenía mucho riesgo.

Cyntia no era ni especialmente alta,ni fuerte,ni intrépida ni nada de eso, ( solía tener arbitrariamente buenas ideas, pero eso no cuenta) si bien ayudaba a levantar la moral con su sola presencia.Aún estando lejos de su planeta natal, seguía siguiendo las modas de aquel entonces más o menos con regularidad, en consecuencia,  llevaba el pelo negro recogido en dos grandes coletas que le caían sobre los hombros y algunos mechones de pelo los tenía teñidos de rosa (algo,a mi modo de ver, ridículamente atractivo) Andaría por los veintidós,veintirés años,supongo, y se comportaba como si tuviera diecisiete. No es que fuese infantil (bueno, alguna vez), pero tenía esa...inocencia y esas ganas de vivir que el resto ya habíamos perdido casi del todo. Mientras no estábamos en combate solía hablar sin parar y no pararse quieta. Ella siempre estaba informada de lo que pasaba en el sector Namether,sobre todo en la capital,de donde venía ella, y nos contaba las novedades cada semana entre el viernes y el sábado. Siempre llevaba su larga gabardina gris oscura de psíquica ( la estándar en todos los regimientos de Namether ) perfectamente planchada y lavada, y, cuando se aburría sacaba brillo con empeño a su ``capucha psíquica``. Ese artefacto no era en absoluto una capucha psíquica como las de los Astartes, pero como no recordábamos nunca el nombre exacto le pusimos ese mote. Era de formas cuadradas, y estaba pintado de color granate. Cables y delgadas descargas de energía estática recorrían toda su forma y tenía el símbolo del Adeptus Astra Telepathica ribeteado de oro en el centro. No tengo muy claro para que servía exactamente,pero debía ser algo para controlar sus poderes mejor ( era demasiado joven como para controlarlos totalmente ) y amplificarlos.

Lak finalmente convenció a Cyntia para que se levantase y la ayudó a ponerse en pie. Temblaba ligeramente y sostenía su pistola láser con demasiada fuerza. Miró hacia la izquierda y abrió su ( ya grande de por sí ) ojo, de un verde esmeralda que siempre me había impresionado bastante. Al instante se volvieron blancos ( los ojos ) y tan rápido como cambiaron de color,volvieron a la normalidad.

- Dos Kamiones Orkos con morteros a las once, Capitán- Informó con un ligero temblor en la voz.

Di por supuesto que había usado algún poder psíquico para localizarlos.

-Genial- Masculló éste,envainando su sable de energía y comprobando el cargador de su pistola láser- Tendremos que flanquearlos y buscar a la escuadra de granaderos.

El Capitán era bastante alto, una cabeza casi más que yo. Rondaría por los treinta y tantos y aparentaba algunos menos. Tenía el pelo rubio y largo, peinado hacia atrás siempre y no le he visto ninguna vez dos días seguidos si afeitarse. Al igual que a mí, le habían dañado gravemente un ojo y lo llevaba biónico, que tenía un resplandor rojo casi intimidante. Esgrimía un sable de energía de guarda ricamente labrada en oro y la manejaba con una facilidad y una pericia pasmosa, no digo más que sobrevivió a un duelo cara a cara con un Noble Orko que estaba hecho una fiera. Huelga decir que el Capitán acabó con el Orko antes si quiera que el pielverde pudiera intentar atacarlo.  

El comisario acusó recibo con un gruñido y desenfundó su pistola bólter, un modelo estándar con cargador doble y manipulada por Dael para que los disparos fueran más potentes. Thales Arridae, el comisario de mi sección, era originario de Cadia y estaba muy orgulloso de ello. Era francamente un individuo interesante. Si bien la idea de los comisarios correspondía a tétricas y amenazantes figuras envueltas en abrigos de cuero negro y letanías, Arridae era en parte,la excepción, iba vestido como cualquier comisario,sí, pero sus letanías y órdenes infundían respeto y ánimo en nosotros y no miedo como es habitual. Es conocida también la elegancia de los comisarios,quienes,sin quererlo, se convierten irremediablemente en personas elegantes e irresistibles para muchos ( con esto abarco a hombres y mujeres,pues había también comisarias ) y para esto no era la excepción. Arridae estaba prácticamente a la altura del Capitán como espadachín y era conocido también por sus certeros lanzamientos de granda, de las cuales llevaba tres o cuatro encima más que el resto,que no teníamos pocas,precisamente. Tenía el pelo muy corto y prematuramente gris,a pesar de tener unos cuarenta y dós años solamente, sin embargo lo llevaba casi siempre oculto bajo su gorra.

Y por último estaba Lak. Su nombre es la abreviación de Aleksandre,aunque no encuentro la relación por ningún lado. Era de Krieg,y aunque nunca había combatido en un regimiento de su planeta natal, llevaba una amplia gabardina como las de sus congéneres en honor a su procedencia. Era el encargado de comunicaciones y solía llevar también una cizalla y algunas granadas cegadoras o de humo por si hacían falta. No tendría más de dos o tres años más que yo y apenas me sacaba un par de centímetros. Al igual que tantos otros Krieg, era pálido y delgado, de ojos azules y pelo blanco de tan rubio, muy corto según el reglamento. Seguía a rajatabla las reglas del Tactica Imperium al igual que Inrah,y por eso tenía un puesto en la escuadra de mando. Además de una ración mayor y un buen puñado de medallas al servicio distinguido y todo eso, Inrah siempre le ha tenido un poco de rencor por quitarle el puesto en la escuadra de mando. Sin embargo,a pesar de su pelotismo y apego al Tactica Imperium, hay que admitir que era majo y sabía levantar el ánimo con un par de chistes cuando hacía falta. 

Y...en fin,esa era la escuadra de mando,aparte de Nyria,claro está, que ya la describí. A mí me hubiera gustado estar en la escuadra de mando,más que nada por el equipo adicional y las raciones extra.

Se oyeron disparos de akribillador pezado y una ráfaga de balas que dejó una estela de humo surcó el aire para agujerear el mamparo semi-blindado que tenía a la izquierda.

-¡Joder!-Exclamé- ¡Capitán! Sugiero que cambiemos de posición con rapidez.

Él asintió.

-¡A mi marca!- Hizo un gesto a Lak para que lanzase una granada de humor- Uno...dos...¡Ya!

La granada de humo estalló y en escasos segundos todo lo que nos rodeaba a veinte metros a la redonda se cubrió de humo. Salimos de la trinchera de un salto (excepto Cyntia,que no podía salir y Nyria la ayudó,resoplando) El barro, los hoyos creados por las explosiones y los pedazos de piedra y metal que había tirados por el suelo dificultaban el avance, aún así llegamos con relativa rapidez a las ruinas de un búnker de municiones que había sido abatido por un bombardero orko hace siete días. Aún quedaba algún que otro rifle láser sano e incluso unas cajas de munición sin explotar. Aproveché para descansar y me tiré al suelo para recobrar aliento, la carrera había sido más bien larga y frenética. Cyntia estaba de rodillas frente a una ventana, con las manos en el borde y oteando a fuera en busca de amenazas. Al no encontrarlas, se sentó contra la pared, dejó escapar un largo suspiro y cerró los ojos un momento.

-Señor- Nix se cuadró ante el Capitán y le dedicó un rápido saludo militar- Solicito permiso para adelantarme y reconocer el terreno antes de avanzar.

Me sorprendió aquello, normalmente el que se presenta para los suicidios voluntarios suele ser Dael (Tiene unos huevos el cabrón.....)

-Hmmm....- El Capitán parecía pensárselo a fondo. Es un buen hombre que cuida de los que están bajo su mando, no nos manda a morir sin motivos- Está bien,cabo. Pero tenga cuidado.

Nix sonrió orgullosa, volvió a saludar y dio las gracias.

-¡Gracias,Coronel! ¡No le defraudaré!

Ah,sí, Nix no manejaba bien el Gótico Bajo y no acababa de difrerenciar  algunas palabras de otras, como Coronel y Capitán. El Capitán susupiró, temiéndose lo peor mientras la delgada figura de Nix desaparecía con una velocidad asombrosa entre las ruinas y el pelo le saltaba sobre los hombros con cada zancada.

-Bien, los hemos despistado unos minutos- Comenzó Nyria mientras se ataba el pañuelo al brazo para tapar una herida que se le había abierto mientras corría y que había perdido el vendaje- ¿Y ahora qué demonios hacemos?

Fruncía el ceño y parecía muy enfadada. 

-Nix echará un vistazo y nos informará- Replicó,tranquilo, el Capitán. 

Dicho esto,se apoyó contra la pared y encendió con aire plácido un cigarro de los caros que entregan a los oficiales. Nos ofreció uno a cada uno y ( excepto Cyntia) los aceptamos de grado. Aquello era subrealista, seis Guardias Imperiales fumando cigarros caros escondidos en las ruinas mientras los Orkos los buscaban akribillador en mano.

Nyria,más tranquila ya, exhaló con satisfacción una bocanada de humo aromático y prosiguió.

- Cuando llegue...suponiendo que llega, ¿Qué haremos,Capitán?

Él echó un poco de ceniza dando un par de golpecitos con el dedo en su cigarro y respondió con una tranquilidad intimidante.

- Entonces avanzaremos, mataremos a todo xeno que encontremos en nuestro camino e intentaremos contactar con los granaderos- Se volvió hacia Lak,que enredaba  con su radio- ¿Responden,cabo?

-Negativo, señor. Debo tener metralla en la radio...o bien son ellos los que tienen la radio estropeada- Comentó con nerviosismo mientras mordisqueaba la base de su cigarro con ansiedad.

-Están bajo fuego muy intenso de la artillería Orka- Musitó Cyntia,sentada contra la pared,con los brazos rodeando las rodillas y la cabeza semi-escondida entre éstas.

Nos volvimos con rapidez, incrédulos. Finalmente, el comisario preguntó,rompiendo así el silencio.

- ¿Qué? ¿Cómo lo has sabido?

- Veo lo que Dante ve- Alzó la cabeza y vimos que tenía el ojo en blanco total. Algún poder psíquico de telepatía,seguramente. Pero...¿Porque Dante,precisamente?

El capitán asintió y continuó preguntando

-¿Dónde están? ¿Puedes verlo,Cyntia?

-No...no sé exactamente- Fruncía el ceño y hacía visibles esfuerzos por descubrir su ubicación- Hay una estatua de...un Astartes creo. Sí, un Astartes con una espada en alto.

- Hmmmm....-Meditó el comisario- Debe de ser la plaza del gobernador Mirako XIII, si no me equivoco.

- Pero eso está a media hora de aquí casi- Gruñó Nyria- ¿Como se supone que llegaremos ahí sin ser acribillados por los Orkos?

Me di cuenta de que apretaba los dientes y hablaba con un deje de miedo en su voz. Miedo camuflado de ira. Desplazaba su peso de un pie a otro mientras sostenía su lanzallamas con inquietud.

- Ahí es cuando usaremos los informes de Nix- El Capitán se encogió de hombros- No sabemos lo que nos espera, no podemos ir ignorando las fuerzas enemigas que hay ahí fuera. 

Nyria pateó el suelo con fuerza y una pequeña roca salió despedida para estamparse y romperse contra la pared opuesta. ¿Porqué parecía tan asustada? ¿Tan nerviosa?. Nyria nunca se había echado atrás, y menos aún si había oportunidad de matar xenos entre medio. Era la única que parecía asustada, algo no me cuadraba.

El ojo de Cyntia volvió a la normalidad con una sonora exhalación de ésta.

- Lo siento,no podía aguantar más en ese estado- Jadeó. Sudaba y sufría leves espasmos en sus brazos.

- Tranquila- El Capitán posó su mano sobre el hombro de la cansada Cyntia y le dedicó una fugaz sonrisa- Buen trabajo.

Ella correspondió con una extenuada sonrisa y hundió la cabeza de nuevo entre sus rodillas,esta vez para descansar.

- Genial -pensé- Ya sabemos donde están. Ahora solo tenemos que salir ahí, esquivar granadas,rebanadoras, balas, orkos rabiosos y algún que otro kamion hasta encontrarlos. Menuda mier...

Un disparo de lo que parecía un fusil de precisión rompió mi monólogo interior.

Cyntia estaba en el suelo,oculta tras la pared con su ``capucha psíquica`` a dos metros y con agujero en el centro.

-¿Qué demonios...?- Exclamó Lak mientras se ponía a cubierto junto al resto- ¿¿¿Francotiradores Orkos???

- ¡No creo!- Grité para que se oyera por encima del estruendo que causó un nuevo disparo.

- Esto acaba de ponerse interesante- Oí susurrar con una leve sonrisa al Capitán.

Nyria se agazapada tras un montón de escombros agachando la cabeza. Cyntia se ocultaba tras ella con las manos en la cabeza, su ``capucha psíquica`` continuaba tirada lejos de su alcance. Había sido una verdadera suerte que el disparo no la hubiese matado.

- Tristán- El capitán me miró con una expresión astuta- Ven aquí, tengo un plan.

Mientras tanto, la escuadra de granaderos....

-¿Dónde coño están Danherr y la nueva?- Bramó el sargento Kalt mientras se cubría de la incesante granizada de proyectiles Orkos que caía constantemente sobre el pequeño edificio en ruinas donde él y su escuadra se estaban protegiendo de los pielesverdes tras huir del bombardeo.

Kalt Bandher era el segundo al mando de la escuadra de granaderos. Medía casi dos metros y era tan ancho de hombros como dos hombres normales juntos, por algo era él quién cargaba con la munición. A sus treinta y dós años había sido condecorado por servicio distinguido en batalla y ascendido a sargento primero por salvar numerosas veces a varios miembros de su escuadra y por acabar con un noble Orko en combate cuerpo a cuerpo armado simplemente con un cuchillo de combate. 

- ¡Y yo que sé!- Exclamó el soldado Mylers mientras disparaba contra un Noble Orko que había cometido el tremendo error de acercarse a la línea de visión de los granaderos- ¡Creo que se separaron de nosotros durante el bombardeo!

El soldado Mylers,Dante, era probablemente mi mejor amigo. Cuatro años menor que yo, hay que admitir que el muchacho presentaba maneras. Era de Elysia, sin embargo su madre era Valhallana, al igual que mis padres, y por eso se parecía más a mí que a Bandher,por ejemplo,que era Cadiano. Llevaba el pelo castaño medio-largo y solía cubrir sus ojos, marrones al igual que el pelo, con unas gafas de combate redondas y de lente verde de diseño similar a las de los Vostroyanos. No era muy alto que digamos, pero era mucho más rápido y ágil que yo gracias a eso. Siempre estaba haciendo chistes y contando anécdotas graciosas,además tendía a tener momentos de heroicidad injustificada cuando estábamos en peligro.

- ¡Teniente! ¡Kañón a las doce!- Informó Pierre por encima de los disparos.

Pierre....que personaje. Era Mordiano, y como tal, llevaba una gorra ridícula de esas que llevan en Mordia en vez de cascos. Llevaba el bigote siempre a la misma medida y,sin ser tan ``pelota`` como Lak o Inrah, era de los más disciplinados. Tendría la misma edad que yo y mi misma altura. Era un excelente tirador,todo sea dicho.

-¡Recibido!- El teniente avisó a Dael y a los hermanos Arrano- ¡Lanzagrandas, fuego sobre ese Kañon!

Dael y los Arrano descargaron sus armas sobre la artillerá pielverde. Tres explosiones idénticas borraron del mapa al Kañón y su dotación.

Los Arrano chocaron las manos. Ambos eran de un planeta por ahí perdido llamado Vaskia y,pese a ser hermanos no se parecían en nada. Skerry,taimado y astuto,  Patxi, ancho de hombros y basto como él solo. Sin embargo compartían algunos rasgos, pelo negro y corto, ojos marrones y una tendencía a exagerar terrible.

Dael sonrió orgulloso bajo su máscara antigás. Profesaba un odio muy profundo hacia los Orkos desde que sus padres, también integrantes de la Guardia, fueron asesinados por los pielesverdes durante un combate en el mundo desértico de Khopesh.

- ¡Sargento, intente comunicar con el Capitán!- Ordenó el teniente.

El teniente, también llamado Patilla-Man a sus espaldas por razones obvias, tenía más años que toda la escuadra junta ( Cuarenta y seis en la Guardia es de la tercera edad ya). Estaba más o menos felizmente casado y tenía un hijo (aunque había muerto y yo había ocupado su puesto en la escuadra sin querelo). Era el único en la compañia que tenía un bólter ( que había mangado del Monitorum en sus tiempos mozos,allá cuando Macharius iba en pañales) y una armadura de caparazón reforzada hecha a medida por artesanos, a eso lo llaman enchufe en mi planeta.

-¡Señor,si señor!- Confirmó Inrah con rapidez mientras preparaba su radio. Tardó unos segundos antes de responder- ¡Sólo estática,teniente!

Inrah seguía a rajatabla la mayor parte del Tactica Imperium, al igual que Lak. Sin embargo, eso era (al menos para mí) parte de su atractivo. El pelo marrón y por los hombros,normalmente recogido en una coleta. Algo menos alta que yo y de piel morena, como el resto de habitantes de Tallarn, además de unos ojos verdes (verdes entero,no había partes blancas, sólo verde) impresionantes,un rasgo único de su tribu.

- Sagrado Emperador- Suspiró el teniente Namhein- ¿Qué he hecho yo para merecer esto?

De vuelta con la escuadra de mando.....

Sabía que aquel plan no era bueno desde que el Capitán me mencionó a mí y a mi aparentemente indestructible casco. Asomé el casco por la ventana, temblando por el miedo que tenía a ese maldito francotirador que nos tenía inmovilizados. Y Nix ni siquiera había vuelto.

- Siempre tengo que hacer de carnada....maldita sea- Mascullé para mí mismo.

Nuevamente un disparo me sacó de mis cavilaciones. La bala, de un calibre importante, atravesó mi casco con apenas dificultad y un chorro de sangre manó a borbotones por el agujero que había creado en la fente del casco.

-¡Mierda!- Exclamó Nyria,empuñando su rifle láser de culata extensible- ¡No he visto de dónde viene el disparo!

-Joder...joder...- Comencé a susurrar mientras temblaba incontrolablemente- Que cerca he estado....

El plan del Capitán para descubrir la posición del tirador era simple, teníamos que ponerle mi casco a un cadáver y asomarlo para que se pensase que era uno de nosotros. La sangre le haría pensar que había hecho diana. Aquello había sido un fracaso, pues no habíamos visto al francotirador y mi casco tenía un agujero en la frente de un tamaño considerable.

-¡Pero como no lo has podido ver, inútil!- La espeté- ¡Me han reventado el casco para nada!

Ella me tiró un ladrillo que estaba roto por la mitad.

-¡Cállate, maldito seas!

-Vale,vale- El comisario alzó la voz un poco para que le hiciéramos caso- Este plan ha fallado. No os preocupeis, hay más alternativas.

Pero yo no las veía. Ese cabrón seguro que había matado a Nix, y ahora iba a por nosotros. El resto del Regimiento estaba combatiendo, nosotros habíamos sido enviados para flanquearlos junto a los comandos ( Que nos habían dejado tirados y se habían ido a su bola), no podíamos esperar apoyo.

Todos miramos al Capitán,que se mesía la barbilla con aire pensativo.

-Señor...¿Alguna idea más?- Preguntó con voz trémula un dudoso Lak.

-Cyntia podría...- Comenzó él,sin embargo,la aludida lo cortó.

-Todavía no- Dijo con voz aún muy cansada- Todavía no estoy lista.

-Entonces eso sólo nos deja una opción- El Capitán se encogió nuevamente de hombros- Esperar a que regrese Nix.

-No me jodas....por favor- Suspiró Nyria,más desesperada que furiosa.

Una ráfaga de láser inferno retumbó entre las ruinas y levantó un eco ques e extinguió unos segundos después. ¿Nix lo había sonseguido? Nos bastó esperar unos minutos. Nix llegó corriendo, con el rifle aún humeante y una radiante sonrisa en su cara.

-¡Coronel!- Exclamó- ¡Francotirador Orko eliminado!

Así que era un Orko al fin y al cabo....qué extraño, por lo poco que sé de ellos, tienen una puntería desastrosa.

-Excelente. ¿Qué has encontrado?

- Dos Kamiones Orkos con morteros por ahí-Señaló dónde Cyntia había dicho que estaban- Y cuatro Orkos con akrbilladores escondidos en un almacén de munición derruido al norte.

Cyntia sonrió al ver que sus visiones no eran falsas.

-Podemos encargarnos de ellos- Aseguró el comisario- Pero tendremos que evitar los Kamiones.

Todos asentimos.

-Bien pues. Pongámonos en marcha- Ordenó el Capitán.

Avanzamos agachados con la cabeza gacha y parándonos cada tantos metros a la señal de Nix para comprobar que no había nadie. Finalmente,tras veinte minutos casi, acabamos en un cruce de caminos. Las ruinas de edificios y blindados lo cubrían todo. Nix se adelantó y levantó una mano para indicarnos que parásemos.

-A la derecha- Informó- Están los akribilladores,pero podremos ocuparnos de ellos.

Fuimos por la derecha como ella dijo. El paisaje no cambió,sin embargo encontramos varios cadáveres de Orkos y de Guardias tirados por el suelo, en charcos de sangre y vísceras y en posturas imposibles. Uno en particular que colgaba empalado de un cañón autómatico de un Chimera consiguió causarme arcadas. Nix nos condujo hasta un pozo de tirador rodeado de bidones agujereados y restos de un muro antaño entero. En el fondo había agua oscura y cenagosa,pero exceptuando a Cyntia, al resto no nos importó mucho.

-Allí- Susurró Nix señalando un búnker medio derruido- Los akribilladores están escondidos ahí.

El Capitán sacó unos prismáticos y enfocó hacia el escondite pielverde.

- Cuatro...¿Eh,Nix?- Dijo pasándole los prismáticos a la aludida.

-Sí,señor. Dije que había cuatro....-Dejó de hablar cuando cogió los prismáticos- Mierda,estos han venido después,seguramente.

Me pasaron los prismáticos y divisé más o menos una docena de Orkos apiñados en el pequeño búnker.

-Joder, mirad a ése ¿Qué coño lleva encima?- Dije al ver a un pielverde que cargaba con una especie de bólter pesado ``Orkificado``

-Hmm...-Meditó Lak mientras lo miraba con sus prismáticos- Lo han debido de capturar. Eso nos va a complicar las cosas.Y mucho.

-Si pudiera acercarme los haría arder dentro del búnker. El hormigón será su tumba- Gruñó Nyria mientras aferraba con aún más fuerza el mango de su lanzallamas.

-No podemos arriesgarnos- Vaticinó el comisario seriamente- Si disparamos para cubrirte nos acribillarán, y si te acercas tú sola y te descubren harán lo mismo contigo.

- Con el debido respeto,señor- inquirió Lak-podemos hacer que ellos no puedan salir de la cobertura, comisario.

- Pero es arriesgado- Prosiguió el Capitán,ceñudo- Podrían esponder con aún más potencia de fuego.

- Si no lo intentamos nunca lo sabremos- Dije yo intentado aportar algo.

- Sí...y si nos matan nunca podremos encontrar a los granaderos,estúpido- Me espetó Nyria- además de todo lo que la muerte acarrea consigo.

- Valió- El comisario puso orden- Podemos intentar lo que ha dicho Lak,pero tenemos que asegurarnos de que no se asomen. ¿Usted que cree,Capitán?

- Podemos intentarlo,pero tendremos una oportunidad- Miró a Nyria- asegúrate de llegar rápido hacia ellos.

Ella saludó, feliz ante la perspectiva de quemar unos cuantos pielesverdes. 

-¡Sí,señor!

- Bien, a mi señal, disparad todos contra el búnker- Ordenó el capitán- Granadas, humo, todo lo que tengais a mando.

-Sí,señor- Dijo Lak con una perturbadora sonrisa meintras sacaba unas cuantas granadas de su cinturón.

El Capitán hizo una señal a Nyria,quién asintió y se puso en posición para saltar del pozo de tirador y correr hacia los orkos.

-¡Ya!

Nos levantamos al unísono y lanzamos una lluvia de grandas y de andanadas de fuego láser explosivo y balas de pistola bólter sobre los desprevenidos pielesverdes. Nyria saltó del pozo de tirador con una agilidad asombrosa y echó a correr hacia el costado del búnker medio oculta por las abundantes ruinas que plagaban el paisaje por todos lados. Arrojé una granada cegadora y disparé mi rifle inferno en automático barriendo de lado a lado la zona por dónde los xenos podían asomarse. El láser impactaba contra el hormigón y lo agujereaba y arranacaba pedazos cuando estallaba al entrar en contacto con la estructura. Los Orkos se levantaron bramando y levantando sus akribilladores, sin embargo se pusieron a cubierto de nuevo con rapidez al ver las grandas de fragmentación que el comisario y Lak les lanzaban. Las explosiones sacudieron el suelo y un diluvio de fragmentos de acero al rojo vivo se incustaron en los muros de ferrocemento y en la carne de los Orkos que aún no se habían puesto a cubierto. Nyria mientras tanto estaba cada vez más cerca de los Orkos, lanzallamas en mano y corriendo a una velocidad  increíble, incluso entre el barro y las piedras. Yo seguía de pie disparando sin parar, sintiendo el traqueteo del rifle y aferrándolo con cada vez más fuerza,presa de los nervios que me causaba estar tan expuesto.

- ¡Tristán! ¡Dispara a ése!- Ordenó el Comisario al ver que uno de los xenos se levantaba con el akribillador a punto.

Lo encaré con una rapidez que casi me sorprendió, pero antes de apretar el gatillo y enviar a aquella bestia al infierno, el Orko disparó. Al girarme de golpe para apuntar, la placa de blindaje que cubría mi estómago se había levantado levemente, me pasa siempre al hacer movimientos bruscos. Estaba ``floja`` desde que un golpe de rebanadora lo había arrancado de cuajo y me lo habían soldado precipitadamente. Vi el destello de la detonación del arma y al instante me vi en el agua cenagosa del interior del pozo de tirador. Sin embargo había algo que no cuadraba, notaba ese agua ligeramente más caliente y comenzaba a sentir un agudo dolor en el estómago,que continuó creciendo hasta convertirse en un suplicio agónico que me hizo desear la muerte. De repente me sorprendí a mi mismo lloriqueando como un cobarde y gritando de dolor mientras me agarraba la herida intentando en vano parar la hemorragia.

-¡Maldita sea! ¿Qué ha pasado?- Exclamó el Capitán.

-¡Le han dado a Danherr!- Informó voz en grito Lak- ¡Nix! ¡Échale un vistazo a ver si sigue vivo!

Pues claro que seguía vivo,gilipollas. A un valhallano no se le mata tan fácilmente.

-¡Enseguida!- Respondió Nix on su curioso acento mientras bajaba a echar un vistazo. En cuanto me vio sacó los vendajes y un par de botes de su botiquín- ¡Sigue vivo!

-¡Ocúpate de él!- El capitán disparaba con su pistola láser con deliberada paciencia.

- Sí,señor- Murmuraba Nix mientras me apoyaba contra la pared y me quitaba la coraza para evaluar la herida. Al verla, maldijo en su idioma- Esto no tiene buena pinta.

- No quiero mori...no aquí por lo menos- Pensé, apretando los dientes y cerrando los puños con tal de disminuir el atroz dolor que me causaba la herida.

- Deja de gritar- Dijo Nix mientras sacaba una aguja de su bolsillo- dejará de dolerte enseguida.

Pero no podía dejar de gritar. Si bien había dejado de lloriquear y lo único que quedaba de eso eran un par de lágrimas que caían por mis mejillas abriendo surcos en la mugre y la sangre seca, no podía dejar de gritar y blasfemar. Nix introdujo con saña la punta de la jeringuilla en mi cuello y me sentí desmallar. Había jugado con la Muerte.

Y había sobrevivido

Noche fatídica

Nyria me sacó de mis recuerdos rápidamente.

- ¡Eh!- Me dio un golpe en el hombro con ``suavidad``- ¿Qué te pasa?

Me miraba con una ceja alzada y una mirada interrogante.

- Nada, nada- Mentí- Me he acordado de una cosa,nada más.

- Pues parecías ido- Dijo ella con mirada desconfiada y cruzada de brazos.

- Verás- Comencé, pero por suerte el pitido del intercomunicador me sacó de aquel apuro- ¿Sí? 

- Vete hacia el centro de mando, Tristán- La voz de Dante sonaba adormecida. Bostezó- Nos quieren mandar a otro sitio.

- ¡Joder! ¿De nuevo?

- De nuevo,tío- Dante volvió a bostezar, debían de haberlo sacado de la cama precipitadamente.

- Vaya una....

-¿Mierda? Lo sé, venga date prisa que llegamos con diez minutos de retraso.

- ¿Cómo? ¡¿Pero porqué no avisas antes?!

- Se me olvió. ¡Corto y cierro!- Dijo entre risas.

-Mira que es...- Me giré hacia Nyria- Al centro de mando,nos reubican.

- ¿Qué? Pero ni siquiera hemos llegado a la capital...

Me encogí de hombros.

-Ya lo harán otros.

Ella se metió las manos en los bolsillos,enfurruñada y echó a andar a mi lado. Llegábamos muy tarde, confié en que el comisario no se hubiera llevado su pistola bólter. Llegamos en dos minutos y llamamos a la puerta. El centro de mando era una sencilla estructura de ferrocemento coronado por antenas de comunicación,radares y dos torretas Tarántula de bólter pesado. Inrah nos abrió y alzó una ceja,extrañada, al vernos juntos. Cuando entramos recibimos unos cuantos silbidos y preguntas acerca de que habíamos estado haciendo. Ambos nos ruborizamos y nos fuimos con nuestras repectivas escuadras para no recibir más silbidos y sonrisitas cómplices. Finalmente el Capitán carraspeó para llamar la atención de los que me preguntaban si me había acostado con ella y se callaron.

- Bueno, como iba diciendo antes de que Danherr y Canaar llegaran- Nos lanzó una mirada cargada de intención- nos han asignado un nuevo destino, el mundo desértico de Khopesh.

Al pronunciar el nombre de ese planeta, vi a través de su máscara como Dael estrechaba los ojos.

- Los Orkos- Prosiguió el Capitán, con las manos cogidas a la espalda- Han vuelto a este planeta, no les bastó con la derrota de la última vez. Se les informará más adelante sobre el resto de detalles- Y añadió más serio- No tendrán permiso finalmente.

Un murmullo de desaprobación y abucheos recorrió toda la sala. ¿Qué no había permiso? ¡Habíamos estado luchando y a punto de morir mil veces!

-¡Silencio!- Ordenó el comisario.

El Capitán prosiguió.

-Sé que se merecen el permiso, y, personalmente también estoy gravemente disgustado por ese detalle. Sin embargo nos necesitan inmediatamente, el permiso se llevará a cabo en la nave de carga. Quedan dispensados de toda actividad obligatoria excepto que se especifique lo contrario.

Al menos algo era algo.

- La nave en la que iremos a Khopes será la Ladón,creo que algunos de vosotros ya la conocen- Terminó el Capitán- Pueden irse. Les informaré más adelante sobre el horario de ida.

¿La Ladón? Nyria y yo intercambiamos unas miradas nerviosas. Como la tripulación ( en especial ese servidor cantarín,si seguía vivo) nos reconociese estábamos muertos. Todos rompieron filas y se largaron. Dante mi dio una palmada en la espalda y me felicitó por mi aparente relación con Nyria y Reks me dijo que me invitaría a una birra si le contaba de que color tenía la ropa interior (si llevaba). Les mandé a freir Kanijos y me discuplé ante una sorprendida ( y ruborizada ) Nyria.

-Vaya par de capullos- Comentó ella finalmente mientras salíamos de la sala de mando.

- Lo sé- Dije encogiéndome de hombros- qué se le va a hacer.

- Que piensen eso de nosotros...- Nyria seguía ruborizada, era bastante gracioso,pues creía que nunca la vería así.

Me encogí de hombros de nuevo y continué siguiéndola a través del campamento. Era de noche y hacía algo de frío, la luz anaranjada de las farolas improvisadas y focos de los vehículos creaba sombras alargadas en el suelo y las paredes de los búnkeres y barracones. Después de unos minutos andando sin rumbo fijo decidí preguntarle a Nyria hacia dónde estabamos yendo.

- Oye Nyria...¿Dónde narices estamos yendo?

- Quiero enseñarte una cosa- Continuaba colorada,aunque un poco menos que antes- Quiero que me des tu opinión.

¿Mi opinión? ¿Sobre qué? Alcé una ceja,extrañado, esperando una respuesta. Al no recibirla, decidií seguir andando junto a ella. Tras un par de minutos andando descubrí que me conducía al hangar dónde ella trabajaba, probablemente me quería enseñar algún vehículo modificado o...algo por el estilo.

-Ya estamos- Anunció Nyria mientras abría la puerta del arqueado edificio- Ya verás, te gustará.

Sonreía,quizás nerviosa y ya no estaba ruborizada. Me llevó hasta una plaza de vehículo donde algo que parecía un Chimera estaba tapado totalmente por una enorme lona blanca. La retiró con aire orgulloso y se apoyó en el fuselaje del vehículo. Aquello estaba entre en Chimera y un Leman Russ,me quedé con la boca abierta.

-¿Esto lo has hecho tú?-Pregunté mientras señalaba boquiabierto al vehículo.

-No- Dijo mientras sacudía una mano para quitarle importancia- Simplemente he modificado el diseño original.

Y bien que modificado. Aquello era más ancho que un Chimera normal por el blindaje reforzado que llevaba encima, en vez de los rifles láser laterales tenía ametralladoras pesadas, el lanzagrandas coaxial típico del modelo Lykos había sido ampliado unos centímetros y podía apreciarse la cadena de munición que lo alimentaba, que asomaba por un costado de la torreta para ocultarse en el interior de una caja de lo que parecía acero en la parte trasera de la torreta. El multiláser había sido sustituido por un cañón automático doble y el bólter pesado frontal por un cañón de asalto ( ¿de dónde lo había sacado?) En la parte trasera, entre las ametralladoras pesadas laterales había dos troneras blindadas de las cuales sobresalían las bocachas de dos morteros. Como si me leyera el pensamiento, Nyria me explicó lo de los morteros, deleitándose en mi asombro.

-Esos morteros- Comenzó, cruzada de brazos con aire orgulloso- Están modificados para disparar municiones guiadas Perno. Los artilleros pueden fijar el objetivo a través de las cámaras que se encuentran por todo el área del vehículo y, una vez disparados al aire, los Pernos se lanzarán de cabeza contra el objetivo- Se puso con los brazos en jarra,hufana- Simplemente genial ¿No?

-Te....lo has currado- No sabía que decir, aquello era impresionante. Después añadí con aire decepcionado- Se lo quedará la escuadra de mando,imagino.

Ella negó con un dedo, sin quitar esa sonrisa orgullosa de su cara.

- No, por una vez lo bueno irá para el proletariado- Comentó con sorna.

¿Eso era para nosotros? ¡No me lo podía creer! Ya era hora de que nos tocase algo mejor que lo de la escuadra de mando.

- De todas formas no te ilusiones, aún hay que probarlo. Y sería para misiones peligrosas- Su sonrisa se transformó en algo más bien maligno y añadió- En las que tú no eres admitido,por suspuesto.

Fruncí el ceño,aquello era mentira. Al ver mi expresión se echó a reir con gusto.

- ¡Era broma! Anda no seas tan gruñón o acabarás como el sargento Bandher- Me dio un puñetazo en el hombro.

- Bueno, pues si ya está, deberíamos ir yéndonos de aquí.

- ¿No quieres verlo por dentro?- Añadió ella con aire sugerente.

- Nah, no me quiero hacer ilusiones- La verdad es que aquel último comentario me había fastidiado un poco.

- Como quieras, pero démonos prisa, es de noche y si algún comisario nos pilla...-Hizo el gesto de cortar la garganta con un dedo.

Aunque no era oficial para el resto de oficiales, los comisarios habían puesto un toque de queda para todo aquel que no estuviera montando guardia, y el castigo era bastante obvio teniendo en cuenta que estábamos hablando de comisarios. Nos dirigimos a la puerta tras haber puesto de nuevo la lona sobre el Vehículo, pero al abrirla unos escasos centímetros el alma se nos cayó a los pies. Tres comisarios estaban sentados sobre las cajas de munición y suministros que estaban en frente del hangar. Leían sus libros de letanías y bebían whisky del caro. Nyria cerró la puerta y se apoyó de espaldas contra la pared, echando la cabeza hacia atrás.

- Esto no puede ser bueno- Dijo negando con la cabeza- No puede serlo, no, no, no, no...

- Anda déjalo, no van a entrar aquí- Dije yo intentando parecer tranquilo- Relájate y saca una de esas Cadiansberg.

- Me pregunto si todos los Valhallanos son tan indolentes como tú- Susupiró ella mientras sacaba unas botellas de Cadiansberg del botiquín que había en la pared. Me lanzó una y brindamos por....por lo que sea, el caso es brindar.

Nos sentamos enfrente de un Chimera y apoyamos la espalda en sus orugas. Ella no se había terminado de tranquilizar del todo.

- Agh...vamos a ser la comidilla de toda la sección- Dijo abajando la cabeza.

- No te quejes tanto,no lo hacen con mala intención. Además- Y alcé las cejas con aire interesante- Deberías estar orgullosa de que piensen que te has acostado conmigo.

- Me parece que la humildad se te fue junto a esos tres litros de sangre que perdiste en Decimus Tercia- Respló ella con aire divertido.

Brindamos de nuevo, más relajados por las bromas.

- Por nuestra suerte- Alcé la botella.

- Esperemos que mejore- Añadió ella con una sonrisa.

Juntamos las botellas con un tintineo y bebimos.

- Bueno, no sé tú, pero a mi me gustaría aprovechar el resto de la noche- Añadí.

Ella alzó una ceja, como preguntando, seguramente había malinterpretado lo que había dicho.

- Que...voy a dormir,vaya- Me sonrojé por la verguenza.

Después junté las manos tras mi cabeza y cerré los ojos.

Mientras tanto, en el hangar 4

Reks se afanaba en limpiar las manchas de sangre y hollín del Sentinel. Por orden expresa del Capitán, todo el equipo debía estar perfectamente listo y preparado, y aquello incluía desgraciadamente al Sentinel. Frotaba con saña el paño húmedo contra las piernas del bípode, las manchas no salían y Reks comenzaba a perder la paciencia. Odiaba aquellas tareas de limpieza,y siempre le tocaba algo de eso antes de cambiar de campo de batalla.

- Maldita sea...¿Porqué no salen estas manchas de sangre?- Reks apretaba los dientes y frotaba cada vez más fuerte- Pensé que Nix vendría a ayudarme ¿Dónde narices está?

Se volvió al oir el chasquido de la puerta al abrirse y vio la figura delgada de Nix asomada entre las sombras.

-¡Eh! ¡Por fin llegas!- Dijo levantándose y limpiándose el sudor de la cara con la manga del uniforme- Espera... tú no...tú no eres...

Reks retrocedió a la vez que aquella figura encapuchada se acercaba a él. Un destello de acero brilló en su mano derecha.

-Tú no...-Repetía con las piernas paralizadas por el miedo.

La sonrisa de aquella criatura brilló en la oscuridad al igual que su daga.

De vuelta en el hangar de Nyria, por la mañana.

Me desperté con el sabor de la Cadiansberg bullendo aún en la boca. Me lamí los labios para quitarme aquel sabor  y decidí dejarlo,frustado al ver que no desaparecía. La luz se escabullía a través de los amplios ventanales que estaban en el abovedado techo del hangar y me daba en la cara,cegándome y calentando mi piel. Giré la cabeza hacia la derecha, hacia mi hombro derecho concretamente y vi la cabeza de Nyria apoyada en él. Respiraba pausadamente y decía alguna palabra en sueños de vez en cuando. Decididamente Nyria me sorprendía cada vez más. Me levanté con cuidado de que Nyria no se cayese al suelo y agarré a botella de Cadiansberg de Nyria, que aún tenía cerveza en su interior. Bebí hasta acabar los escasos dos dedos que le quedaban y me estiré para desentumecer mis músculos. No tenía ni idea de a hora que era ¿Ya era mediodía? ¿O quizás apenas había amanecido? El sonido de mi intercomunicador me sacó de mis cavilaciones. Lo dejé donar un rato, me gustaba el tono que le había puesto: Purgando voy, Purgando vengo. Era una canción de unos cincuenta años ya, pero aún se llevaba. Finalmente opté por cogerlo antes de que colgasen.

-¿Sí? ¿Dante? Tranquilízate, no se te entiende nada.

Le tomó unos segundos calmarse y articular algo que pudiera entender.

- Reks- Jadeó- Lo han encontrado en el hangar cuatro...

- Psché,como siempre ¿Me llamas para eso?- Pregunté, algo irritado.

Dante hacía visibles esfuerzos por recobrar el aire de nuevo.

- Lo han encontrado...descuartizado.

En aquel momento, en aquel lugar, el universo con todo lo que tenía en él se me cayó encima.

Asesino misterioso

Nyria se despertó poco después de que Dante colgase. Me había quedado petrificado, con el comunicador aún en la mano y los ojos muy abiertos, apuesto a que hubiera visto el mísmisimo miedo en ellos si hubiera tenido el valor de verme en un espejo. 

- ¿Tristán?- Preguntó mientras se desperezaba- ¿Pasa algo?

Al ver que no me daba la vuelta decidió dármela ella.

- ¡Espabila,capullo!- Me dió un par de tortas- Estás empezando a asustarme.

Tragué la saliva que se me había estado acumulando al no tragarla y miré a Nyria, que a su vez me miraba un poco asustada, con una mano preparada para darme otra torta.

- Dante- Conseguí articular al fin- Me ha llamado. Reks ha...lo han descuartizado.

Su cara cambió de repente, los ojos muy abiertos, al igual que yo, reflejaban el miedo que yo creía que Nyria nunca había tenido dentro de ella. Supongo que me equivoqué.

Más tarde, en el hangar dónde Reks fue asesinado....

Un mogollón de personas (tanto guardias como oficiales y adeptas del medicae, así como algunos comandos y unos cuantos del cuerpo de ingenieros) se apelotonaban en la entrada del hangar. Me abrí paso a codazos hasta donde mi sección se encontraba, en primera línea. Nyria me seguía a corta distancia. Su carácter Catachán había hecho que perdiera aquel rictus de terror y el que parecía verdaderamente asustado ahora era yo. El Capitán y el comisario se hallaban más adelantados del resto, a los pies del Sentinel. Miré hacia el resto de mis compañeros, todos reflejaban el mismo miedo y dolor que yo, algunos incluso ocultaban su rostro entre las manos y Cyntia lloraba con la cara hundida en el pecho de Bandher, que la miraba sorprendido y un tanto avergonzado. Entonces vi a Reks.

El asesino lo había abierto en canal y había atado sus intestinos al cañón del bípode de tal manera que colgaba de él  como una sádica piñata goteante de sangre. Tenía cortes muy profundos repartidos por toda la cara y los brazos. Me fijé en sus ojos, estaban abiertos de par en par, mucho más que los míos en el momento en el que me enteré de su muerte. Daba la impresión de que habían llorado sangre, y su rostro parecía corroborar aquel hecho, pues tenía una mueca llena de terror y casi...suplicante. Un gran charco de sangre yacía a los pies de ``Zancas`` y aún ondulaba al caer las últimas gotas de sangre que le quedaban a Reks sobre él. Mientras miraba horrorizado hasta en lo más profundo de mi ser aquella sádica escena, el Capitán comentaba con el comisario:

- No tengo ni idea de quién ha podido ser- Gruñía el Comsiario con los puños muy apretados. Su rostro reflejaba más ira que miedo o dolor- Reks no parecía tener problemas con nadie. 

El Capitán asintió solemnemente. Llevaba la gorra apretada contra el pecho con la mano derecha y miraba con aire entre ofendido y dolorido al cadáver de Reks. Se adelantó para examinar sus cortes.

- Son demasiado limpios- Comentó con el ceño fruncido- Un cuchillo estándar no lo ha podido hacer, y mucho menos aún una espada sierra.

Inrah se adelantó, saludando. Las emociones en su rostro intentaban ser apagadas por su carácter disciplinado.

-¿Y.... y un arma de energía,señor?- Preguntó con voz trémula.

- No- Negó el Capitán sacudiendo lentamente la cabeza- Hubiera dejado quemaduras en la carne circundante al corte. Quizás un arma de monofilamente o un cuchillo de Catachán....

- Nadie en esta sección- Añadió el Comisario- Ni siquiera en este Regimiento tiene armas de monofilamento. Eso nos deja solamente con los cuchillos de Catachán.

Todos miraron a Nyria.

-¿Qué? No pensareís que yo he...- Su rostro perdió la poca serenidad que reflejaba- ¡Yo no lo he matado!

- No digo que hayas sido tú- El Capitán la miró con cierto matiz paternal- Sin embargo, hasta que no encontremos pruebas a tu favor serás sopechosa.

-¡Pero no soy la única que posee cuchillos de Catachán!

Aquello era cierto, a pesar de la impresionante colección de cuchillos de Catachán que Nyria tenía, había un par de escuadras Catachanas asignadas al pelotón de demoliciones. Dael conocía muy bien a la sargento de una de ellas.

- Las escuadras de Catachanes están de camino a la capital junto a otras tropas, ellos no han podido ser- Informó el comisario. Advertí que miraba con cierta compasión a Nyria, que ya le empezaban a asomar unas lágrimas de pura frustración e ira.

- ¡Ella no ha sido!- Casi me sorprendió que dijese eso en voz alta- ¡Lo sé!

- Y lo sabes porque.....- El Capitán comenzó a dar golpecitos en el suelo con su pie derecho.

- Porque...-Me detuve en seco, si lo decía iban a pensar innecesariamente mal. Pero aquello no importaba, podía salvar a Nyria y lo haría- Porque no ha salido del hangar en el que trabaja. Lo sé porque he estado con ella.

Ví por el rabillo del ojo como algunos compañeros sonreían ligeramente y como Nyria me miraba. Había un cierto matiz de agradecimiento que me animó un poco.

El Capitán negó con la cabeza.

- No me importan vuestras intimidades, y mucho menos a los de arriba. Solamente me es necesario saber que ella estaba en otro sitio cuando el asesinato ocurrió- Se puso firme de repente y se cogió las manos a la espalda tras saludar. El resto lo imitamos al ver al General Di Sera entrar en el hangar.

El General era procedente de la capital del sistema Namether, como Cyntia. No era muy ancho de hombros ni muy alto tampoco, estaba bastante delgado y caminaba lenta y elegantemente, como nuestro comisario. El pelo negro y corto y la cara llena de cicatrices en la barbilla y la sien derecha. Tendría sus cuarenta y cuatro años, pero las pocas veces que había coincidido con él en combate pude apreciar que combatía como si tuviera diez años menos. El sable de energía que llevaba en una ornamentada funda de color negro rebotaba contra su cadera a cada paso que daba y podía verse el brillo de su pistola de plasma incluso a través de la pistolera en la que estaba enfundada en su cinturón. Lo acompañaban tres soldados del Sicom, la élite de Namether. Sus armaduras de caparazón reforzadas negro mate en combinación con su ropa gris clara intimidaban incluso al más arrojado y sus máscaras tácticas siempre en sus caras y sus ojos cubiertos por las gafas antifrag sembraban el respeto y cierto miedo en todo aquel que les miraba. De sus hombros colgaban rifles láser sobrecargados y de los petos de sus armaduras sobresalían multitud de portacargadores y granadas. Una de aquellos guardaespaldas me miró de pasada. No llevaba las gafas y podían verse un par de mechones de pelo rojo como la sangre que caían sobre su frente y tapaban parte de su ojo derecho, de un color igual al de su pelo. Un cuchillo de combate enfundado descansaba sobre su hombro derecho y otros tres colgaban de su cinturón, junto a la cantimplora y varios portacaradores negros. Su máscara estaba pintada en blanco y un dibujo de unas mandíbulas de una calavera recorría su parte delantera. Cuando nuestras miradas se cruzaron noté un escalofrío de puro pánico irracional que me cruzó toda la columna. Sus ojos tenían la misma belleza agresiva que los de Nyria, sin embargo parecían mucho más fríos e intimidantes. Me sostuvo la mirada durante un par de segundos y luego volteó la cabeza con calma para encarar al Capitán.

- Vaya- El General se quitó la gorra en señal de respeto. Por su tono parecía incluso apiadado del pobre Reks- Pobre hombre...¿Qué monstruo ha podido hacer algo así?

El Capitán se adelantó con un formal saludo.

- General- Él le correspondió con una inclianción de cabeza- No sabemos quién ha podido ser. Es algo inaudito, el asesino no ha dejado ninguna marca- Vi como el Capitán apretaba los puños de pura frustación- Nada para poder rastrearle.

- Ya veo- Esbozó una mueca de disgusto- Vaya desgracia. ¿No hay sospechos tampoco?

Miré preocupado a Nyria. Una gota de sudor recorría su frente. El Capitán le dirigió una fugaz mirada, pero para alivio mío y de Nyria negó con la cabeza.

- Ya veo....- El General posó una mano sobre su barbilla, acosada por la sombra gris de una barba recientemente afeitada- Esperemos que no haya más asesinatos. No querría perder más hombres, y además eso podría atraer a la Inquisición.

- Y eso es lo último que queremos, supongo- Apostilló Dante con cara de estar enfadado.

- En efecto, soldado- El General pareció ignorar el tono con el que Dante había dicho aquellas palabras- Rompan filas, que todo el mundo vuelva a los barracones, en breve la Ladón estará en órbita y debemos ir hacia los transportes ¿Entendido?- Y después añadió en un tono menos autoritario- Lamento mucho lo de este pobre hombre.

Hizo una señal a su escolta, se dio media vuelta y se fue. Los guardias se abrían para dejarle paso a él y a su escolta. La chica del pelo rojo se había quitado la máscara mientras el capitán y el General hablaban. Me dedicó una tétrica sonrisa antes de pasar de largo.

- Ya habeís oído al General- Dijo a gritos el Comisario- ¡Rompan filas! ¡Todos a preparar su equipo!

Y así había quedado concluido el caso de Reks. Un simple asesinato que se iba a intentar no repetir. 

No pude evitar una arcada al pensar de nuevo en la brutal manera en la que Reks había sido descuartizado.


Dante. Extraño favor

Aquella misma noche, tras volver a los barracones como uno más de aquella silenciosa multitud, preparé mi equipo para ir a la Ladón. Llené tres maletas de tamaño grande y un par de mochilas. Terminé rendido tras el entrenamiento que habíamos tenido por la tarde y la revisión médica a la que nos sometieron antes de cenar. Nada más llegar a los barracones me tiré en mi cama, cansado como nunca había estado nunca antes. Soñé un híbrido entre pesadilla y sueño, algo totalmente extraño y carente de sentido que me dejó los sesos hechos polvo. Soñé con docenas cuchillos de Catachán abriéndose paso entre la carne y los huesos de un asustado Reks, que gritaba como un poseso mientras aquellas cuchillas lo rajaban de arriba a abajo. La sangre salía a chorros y empapaba la pared, el suelo y las piernas de ``Zancas``. De repente la imagen cambió y vi a la guardaespaldas pelirroja sonreirme de nuevo durante milenios, con aquella sonrisa fría de aspecto divertido por saber algo que el resto no sabíamos. También vi de nuevo la cara dormida de Nyria, apoyada en mi hombro. En aquel momento, dentro de aquel sueño, mi subsconciente, o quizás yo sin darme cuenta, se dio cuenta de que Nyria era, en cierto modo, como Catachán: bajo aquella apariencia agresiva y salvaje se ocultaba una exuberante belleza. Alargué la mano para acariciarle el rostro. En mi sueño, no me di cuenta de que alguien se había levantado e intentaba despertar a Dante, que dormía en la litera de encima mío.

- ¿Qué coñ...?- Farfulló, aún medio dormido.

Apartó aquel frío que congelaba su hombro de un manotazo y se dio cuenta al instante de que era una mano, la mano de una mujer. Alzó la vista y vió la cara pálida y delgada de Nix. Llevaba el pelo revuelto y algunos mechones estaban tiesos para lados opuestos. 

- Tranquilo- Se llevó un dedo a los labios para que no hablase alto- Chssss...no grites. Siento haberte despertado, pero no podía dormir, ya sabes, dándole vueltas a lo de Reks. 

Dante se incorporó, confundido y apoyó la espalda sobre la pared con la que daba su cama, agarrándose la cabeza con la mano derecha, aún adormecido.

- Lo sé, una desgracia. ¿Pero porqué me despiertas?- Preguntó, algo enfadado.

-Chsssss- Puso esta vez su dedo sobre sus labios. Estaba increíblemente frío y despertó de golpe, sin embargo evocaba una sensación agradable que lo desconcertó un poco- Ven, vamos afuera.

Se dio la vuelta y salió. Dante se  levantó a regañadientes de la cama y se encaminó hacia la puerta. No entiendió muy bien,  porque la hacía caso si le había  despertado de golpe de un sueño magnífico ( nada más y nada menos que una cita con la misma persona que lo había despertado) y en un día como aquel. Afuera un frío glacial lo aguardaba y se dió cuenta en ese momento que alguien le había quitado la armadura y la había dejado bajo la cama, ahora sólo llevaba su vieja y desgastada camisa negra de triantes y los pantalones de combate, aparte de las botas, claro está. Ella, sin embargo, no llevaba mucho más y no tiritaba de frío como hacía Dante.

- Vale, ya estamos afuera ¿Qué quieres?- preguntó.

- Qué directo- rió ella- Me gustaría pedirte un favor, sin rodeos.

Dante frunció el ceño.

-¿QUÉ tipo de favor?- Preguntó, deseando que su respuesta fuera lo que él llevaba pensando desde hacía varios meses.

- Oh, no pienses mal- Negó con la cabeza- He pensado en desenmascarar al monstruo que ha matado a Reks.

-¿Qué?- Desanimado, Dante se limitó a seguirle la corriente.

Ella resopló, estaba empezando a perder la paciencia.

- Que voy a investigar acerca de los miembros de la sección para encontrar al asesino.

Su rostro se ensombreció de golpe. Ya sabía por dónde quería ir, Tristán se lo había contado.

- Crees que ha sido Nyria ¿Cierto?- Si su voz sonó tan fría comoél mismo la había oído, ella ni se inmutó.

En aquel preciso instante se dió cuenta de que uno de sus ojos era verde. ¿Porqué no me había dado cuenta hasta entonces?

- No, paranoico- Hizo un gesto con la mano para quitarle importancia- Investigaré a todos y cada uno de los miembros de la sección, no sólo a Nyria.

- Pero ella...no ha sido. ¡Ya lo dijo Tristán en el hangar!

- No me importa si se acostaron o no- Replicó ella con frialdad- Voy a investigaros a todos, no sólo a ella- Repitió.

- ¿Nos consideras a todos sospechosos?

- No, pero podría encontrar alguna clave para desentramar el nudo que es este misterio.

- Al cuerno...- Dante se frotó la cara para despejarse del todo-¿Qué es lo que quieres que haga?

- Necesito que entres en la tienda de mando y descargues los expedientes de todos los miembros de la sección en esto- Le tendió un objeto similar al cargador de un rifle láser- No será muy difícil.

- Hay dos guardias en la entrada- Dijo, pues no las tenía todas consigo.

- Lo sé, yo los distraeré.

Había una seguridad en su voz que nunca Dante pensó que ella tendría.

- Ya...me hago una idea. ¿Y yo que hago? ¿Entro y ya está?

-Sí. Además- Adoptó una expresión seductora y su tono de voz se tornó meloso. Le pasó una mano por el pecho con aire distraído- Recibirás una buena recompensa.

Apartó su mano de un manotazo nervioso por lo repentino del movimiento y retrocedió un par de pasos, maldiciéndose por rechazar lo que, probablemente, sería su única oportunidad de conseguir un momento con ella.

- Está bien- suspiró- pero lo hago sólo como un favor ¿Entendido?

Ella se encogió de hombros, decepcionada.

- Como quieras. Tú te lo pierdes- Hizo una señal con el dedo para que la siguiera.

Dante miró su reloj, apenas eran las tres de la mañana. El frío se le clavaba en la piel como agujas de hielo y tenía erizado el vello de la nuca y los brazos. Andaron durante unos escasos dos minutos y divisaron la tienda de mando con sus dos guardias a la entrada. Había sido un día de celebración para muchos y esos dos en particular se habían bebido cerca de una docena de botellas de Cadiansberg y Amasec,que yacían vacías en el suelo ahora. Los guardias estaban sentados y medio dormidos.

- Parece que al final Nix no tendrá que entretenerlos- Pensó.

Sin embargo uno de ellos levantó la cabeza al verlos, despertó a su amigo y les mandó identificarse. En lugar de dar sus nombres, Nix caminó hacia ellos, contonéandose y, al pasar a su lado, les acarició la barbilla de pasada a ambos, que quedaron embobados y la siguieron con paso torpe.

- Menos mal que están borrachos- Dijo para sí Dante mientras entraba en la tienda.

El interior era muy oscuro, si no fuera por el leve resplandor verde amarillento del panel de control no hubiera visto absolutamente nada. Se dirigió a un panel de datos y lo encendió. Unas runas holográficas aparecieron flotando a unos centímetros del panel de datos y tocó la que significaba ``Expedientes``. Bien, aquello era fácil de momento. Una docena de runas aprecieron  de nuevo, apiladas unas sobre otras, y aún había más. Desplazó el dedo índice de arriba a abajo y fueron apareciendo aún más. Buscó una con el nombre de su sección o algo que tuviera que ver con ellos, la gracia es que en este Regimiento no eran pocos, precisamente. Tardó quince minutos en encontrar el nombre de la sección tras habérsela pasado dos o tres veces de largo. Dante pulsó la runa y ésta se expandió con un resplandor que inundó durante un segundo toda la tienda. Pudo ver por un momento las estanterías llenas de planos y pergaminos, las mesas repletas de mapas y el armario dónde seguramente guardaban algunas armas. El brillo se extinguió y pudo ver en la pantalla del panel de datos una lista completa de los miembros de la sección, tanto los vivos como los ya muertos ( antes eran una seción estándar, pero pasaron las campañas, sus integrantes fueron cayendo poco a poco y el Mando no los quería reemplazar por una razón que nunca le explicaron. Finalmente los que quedamos fueron los mejores y más veteranos ). Habían marcado a Reks como Muerto en Acción, normal. Recordó a su a migo con un amargo dolor recorriéndole las entrañas. Se apresuró a insertar el aparato que Nix le dio en la ranura de datos y descargar los datos dentro. Leyó algo de mientras se descargaban. Sus ojos se posaron, por acción del destino o la casualidad, en el expediente de Nyria. Lo abrió y echó un vistazo. Anteriormente destacada en el 678º de Cobras Acechantes de Catachán, trasladada a la Legión Penal de Caribdis II por....¿Asesinato? Imposible. Notó como sus ojos se abrían involuntariamente más de la cuenta. Si había asesinado una vez...¿Sería capaz de hacerlo sin motivos? Sacudió la cabeza para apartar aquellas ideas de su cabeza. No, Nyria no era culpable. Aquello no era posible, Nyria no había matado a Reks, lo sabía, Tristán había pasado la noche con ella (bien por él) y no había salido del hangar porque estaban los comisarios, según Tristán le había contado. Lo cerró, enfurecido, y arrancó el aparato de Nix del panel de control tras apagarlo. Salió de la tienda y la helada brisa nocturna salió a su encuentro a su vez. Nix estaba de pie frente a la tienda, con los guardias inconscientes a sus pies y Dante se fijó en que uno de ellos tenía una marca roja en su mejilla, un guantazo. Estaba cruzada de brazos con aire impaciente y echó a andar hacia él nada más verle salir.

- ¿Lo tienes?- Preguntó sin más preámbulos.

Le entregó su aparato.

- Tal y como dije que haría.

Ella se lo arrancó de las manos y se lo guardó en el escote con un solo movimiento.

- Magnífico, encontraré al culpable- Su sonrisa se trasnformó de nuevo en aquella máscara seductora que se había puesto al salir de los barracones- Y si has recapacitado lo de la recompensa...

Se pegó a él y cerró sus brazos en torno a su cintura. Dante reparó casi inconscientemente en un extraño tatuaje que tenía en el brazo derecho. Algo parecido a una serpiente, de cabeza en forma de rombo y alargada, sin embargo el cuerpo era una cadena enroscada en torno a su brazo que llegaba hasta su hombro. El interior del tatuaje era de un color gris oscuro y los bordes de un verde esmeralda. Intentó descifrar el significado de aquella imagen, rebuscando en su mente por si lo había visto en algún otro momento. Nix apoyó su cabeza en su pecho y abandonó al instante los pensamientos acerca de su tatuaje. Posó sus manos en sus hombros para apartarla, pues los nervios volvían a invadirlo de nuevo. Sin embargo, la sensación de incomodidad y nervios fue desapareciendo poco a poco y terminó por bajar los brazos. ¿Cuántas veces había soñado con aquello? Cuántas... Abrazó a su vez el delgado cuerpo de Nix y apoyó su barbilla sobre su revuelta cabellera. Cerró los ojos, disfrutando del momento. Por fin lo había conseguido, por fin podría...

Un destello de acero surgió de la mano derecha de Nix y una sensación de calidez invadió a Dante. Sin embargo aquella sensación no era, ni mucho menos, placer. Notó como su camiseta se empapaba de un líquido espeso y caliente.

Aquello no era ni más ni menos que sangre.  

De alguna manera, Nix había clavado algo en el estómago de Dante y había cubierto la herida con algo que la cicatrizó casi al instante. Una fatiga repentina lo invadió y sus piernas dejaron de responder. Cayó de rodillas y ella se agachó enfrente de él, rodeándole el cuello con sus delgados brazos. Su cara no había cambiado y una sonrisa que no expresaba ninguna felicidad iluminaba su rostro. Acercó su cara a la de Dante y lo besó. Un beso largo y lento que contrarrestó el dolor que castigaba su estómago y se había propagado como un incendio por todos los rincones de su cuerpo. Parecía que al final lo había conseguido.

A pesar de todo lo había conseguido.

- Mi marioneta- Susurró ella a su oído, sin prisa- Ahora serás mi marioneta.

- ¿Qué me has....hecho?- Preguntó él con un hilo de voz casi inaudible.

- Tienes una bomba en tu estómago. Si haces algo que pueda incriminarme o simple y llanamente no me obedeces...- Mordió con suavidad su oreja.

Dante dejó caer su cabeza y la apoyó en el hombro de Nix. Ésta posó una fría mano sobre su cuello y mordió de nuevo su oreja.

Su Marioneta...que así fuera.

Las desgracias vienen en cadena

A la mañana siguiente me levanté con la boca reseca y sintiéndome aún cansado, me había acostado bastante tarde, pues había estado hablando con Nyria un buen rato sobre la Ladón, la negativa del Mando hacia el  permiso y lo que nos esperaría en Khopesh. Después estuve leyendo un par de horas ``La Rosa del desierto`` y llegué al ecuador de la historia, en el capítulo cuarenta y siete, donde el comisario toma bajo su tutela a la recluta y la nombra su secretaria. No sé porqué mi hermano me envió este libro, es demasiado empalagoso en algunos capítulos.  Me senté sobre la cama, con los pies en el suelo y frotándome los ojos para despejarme un poco. Bostecé durante un par de segundos y me levanté, tambaleándome. La mayoría estaban dormidos todavía, a excepción de Dael, que estaba escuchando música tumbado en su cama con unos auriculares de tamaño más bien grandes y Dante, que estaba levantado, apoyado contra su litera bebiendo un café. Le saludé con la mano mientras bostezaba de nuevo, él me respondió con un leve movimiento de cabeza. Entonces, mientras me dirigía al baño a lavarme la cara y a robar algo de papel de fumar del que escondía Dael en el botiquín, reparé en un bulto que había bajo las mantas de la cama de Dante. Un bulto con la manta hasta la cabeza, pero, que aún así podía vérsele el pelo, de un negro profundo. Distinguí el delgado cuerpo de Nix bajo las oscuras mantas y me permití una sonrisa de felicitación para Dante.

- Por fin...¿Eh?- Murmuré, él ya me entendía.

Dante sonrió un poco y asintió, parecía nervioso. Le comprendía, yo también tuve una primera vez.

-¿Qué hora es?- Le pregunté.

Él se encogió de hombros, así que decidí preguntárselo a Dael. Se sobresaltó cuando le levanté uno de los auriculares para preguntarle la hora. Algo que parecía una guitarra eléctrica tocada por un loco sonaba a través del aparato. Se llevó la mano al reloj de correa de cuero que siempre llevaba en la muñeca y me dijo que eran las seis, pronto despertaría el resto y debíamos preparar el equipo. Fui al baño y me lavé la cara con agua bien fría para espabilarme. Me miré en el espejo, no tenía muy buena pinta, que digamos. Unas ojeras colgaban de mis ojos y tenía barba de varios días sin afeitar, aunque tampoco se me notaba mucho, pues me crece poco, me viene de familia. Al viejo, por ejemplo, le crecía también muy poco y se afeitaba cada dos semanas sin llevar una barba de gurú a rastras.

El viejo.

Sólo le conocía por las historias que me contaba mi madre, era guardia y en uno de esos días de permiso...en fin, no es un tema del que me guste hablar. De repente alguien llamó por el comunicador y se montó un buen revuelo en la habitación. Me asomé a la puerta, todos estaban vistiéndose y algunos ya habían salido a todo correr por la puerta.

- ¿Qué coño pasa?- Pregunté.

- ¡Ha vuelto a pasar! ¡Otro asesinato!- Exclamó Nyria, que había saltado de su litera y se estaba vistiendo a todo correr, reparé en que había esatdo durmiendo en ropa interior. Sacudí la cabeza para librarme de los traviesos pensamientos que me venían a la cabeza y corrí hacia la puerta.

- ¡Eh! ¿Dónde vas así?- Me espetó Nyria, peleándose ahora con los pantalones, intentando ponérselos mientras andaba, una tarea harto difícil, creéme. Me di cuenta en ese instante de que sólo llevaba puestos mis calzoncillos, que en realidad son unos pantalones de lino gris que corté algo más arriba de la rodilla.

El resto ya se habían vestido (en mayor o menor medida) y habían salido de la habitación atropelladamente. Sólo quedábamos Nyria y yo y Nix, que seguía dormida en la cama de Dante, ajena a todo aquello que estaba pasando. Nyria miró hacia la cama de Dante:

- ¿De verdad que...?- Creo que la entendí.

Me encogí de hombros. ``Quién sabe``

Me puse a todo correr lo primero que pillé, sin importarme si era mío o no. Cogí unos pantalones que me estaban a la perfección, así que supuse que había tenido suerte y eran los míos, también eché mano a una camiseta sin mangas gris oscura muy gastada y que no me daba de pecho (demasiado grande).

Nyria carraspeó. 

- Si no te importa...- Señaló la camiseta que me acababa de poner. Ah, ya decía yo que...

Se la entregué y cogí otra que tenía a la derecha, sobre la litera de Dael. Me la puse mientras salíamos por la puerta y, como me estaba demasiado ajustada (Dael es demasiado delgado para que su ropa me esté) la lancé hacia atrás antes de cerrar la puerta, no me importaba ir sin camiseta, muchas veces había combatido sin ella ya, no me daba verguenza. 

Corrimos a través de los pasillos recubiertos de hormigón hasta llegar al corredor 67. Nuestra sección estaba ahí, en corro. Me abrí paso como pude para verlo. Ésta vez era Pierre. El asesino le había degollado, tenía la garganta destrozada, abierta de par en par, aún rezumante de sangre. Sentado contra la ensangrentada pared, el cadáver de Pierre miraba al vacío con ojos muertos. Miré a mi alrededor, todo igual que cuando mataron a Reks. Nyria dejó escapar un suspiro y vi como Lak se santiguaba.

- De acuerdo- El Capitán estaba arrodillado junto al cadáver de Pierre- El asesino se lo está tomando demasiado enserio, ahora sabemos que no ha sido fortuito. Quiero que no vayáis solos, ni siquiera en la Ladón. Los asesinados han sido miembros de nuestra sección, con un poco de suerte sólo vendrá a por nosotros y no involucraremos a nadie más. 

- Señor- Dijo Dante desde algún punto a mi derecha, entre la multitud. Sonaba cansado- En la Ladón no podrá asesinar a nadie ¿Y si se queda aquí y no sube a la nave? Además la seguridad en un carguero es muy alta.

- Prefiero no arriesgarme- Replicó el Capitán- Ya sabeís que alguien en Mando mueve los hilos para que no repongan nuestras bajas, no querría perder más hombres.

Ocultó su preocupación disfrazándola del simple sentimiento de mantener vivas a sus tropas para poderlas usar. Pero todos le conocíamos bien y sabíamos que estaba preocupado por nosotros, es como un padre, por mucho que nos pese a algunos. Bandher hizo un gesto para captar la atención del Capitán.

- ¿Y qué pasa con eso?- Gruñó, señalando con la barbilla una inscripción en la pared hecha con la sangre de Pierre. ``No hay escapatoria`` La sangre había caído hacia abajo por la gravedad y algunas letras estaba deformadas o difuminadas, confiriéndole así un aspecto más macabro a la escena.

- Quizás sólo sea son la intención de intimidarnos- Aventuró Inrah, no parecía muy convencida. Debía de haberse levantado precipitadamente, pues aún iba en camisón (bueno, eso es un término que uso yo para darle nombre a la camiseta dada de sí que usa para dormir. La prenda era antes mía, pero se la di en algún momento de nuestra desafortunada relación e, inexplicablemente todavía la usa. Lo de camisón es más que nada porque le llegaba algo más abajo de la cintura - un poco corto en mi opinión para una reunión como ésa-, pues eso, una camiseta grande.) y estaba descalza, el pelo revuelto y los ojos somnolientos. A pesar de ello, seguía teniendo esa magia suya que me cautivó en su momento. 

- Quizás, sargento. Sinceramente, no creo que pueda acorralarnos en nuestro propio territorio. Podría ser tamb...

- ¡Dejadme pasar, deshechos humanos!- La fuerte y malhumorada voz del comisario sonó tras la esquina.  Habían formado un perímetro para evitar que los otros guardias vieran la escena, ya era bastante golpe para la moral el haber sufrido un asesinato en nuestra propia base, no hacía falta que se supiera de otro.

El comisario apareció empujando a los guardias que custodiaban la entrada al corredor y andando a grandes zancadas con el aspecto de un gigantesco Orko muy,muy enfadado. De todas formas no nos lo tomamos muy en serio porque estaba en calzoncillos (los estándar, gris oscuro al igual que el uniforme y que llegan casi hasta las rodillas. La ropa interior tenía el mismo color para las mujeres que para los hombres y  te la daban junto al uniforme, además, nunca había suficiente para tener una muda para cada dos días) con la gabardina por encima y descalzo. Sin embargo, si que nos pusimos firmes al ver que el General Di Sera y su comitiva iban tras él. Ellos sí estaban vestidos y equipados al completo. Entreví a la chica de ayer, la del pelo rojo. Llevaba el casco al cinturón, así que le pude ver mejor el pelo, que era corto y lo llevaba por los hombros, quizá algo menos. Con la máscara colgando del cuello, tenía un aspecto mucho más serio e incluso estoico que la última vez. Un mechón de pelo le caía sobre el ojo derecho y se lo tapaba casi por completo. Esta vez sólo me dirigió una mirada severa y tan helada que hubiera sido capaz de congelar el mismísimo infierno.

- ¡General, señor!- El Capitán saludó sin mucho entusiasmo.

- ¿Otro?- Preguntó el General, sin más.

-  Véalo usted mismo- El Capitán señaló con una mano el cadáver de Pierre y se alejó unos pasos.

- No creo que sea necesario- Respondió el General con una mueca de asco- Los del Medicae se encargarán de esto.

El Capitán consultó algo en voz baja con el Comisario y éste último se adelantó.

- General- Comenzó en un tono respetuoso a la vez que decidido- Nos gustaría darle sepultura como es debido antes de irnos de aquí.

El General sacudió la cabeza.

- No es posible, comisario. Deben partir ya hacia la Ladón.

El Capitán y el Comisario asintieron a regañadientes, dirigieron una última mirada a Pierre y nos ordenaron volver a los barracones a prepararnos. Poco a poco nos fuimos yendo mientras el General y su escolta contemplaban con una mezcla de asco y pena el cadáver de Pierre.

Mientras tanto, en la habitación de los granaderos...

Nix bostezó y se estiró todo lo que pudo bajo las pesadas sábanas de la cama de Dante. Se levantó con lentitud y se vistió, imaginando que el resto ya había descubierto a Pierre. Bostezó de nuevo y pugnó por volver a la cama y seguir durmiendo. Reparó en una mancha de sangre, seca ya, en su dedo índice y lo lamió con pereza para quitarlo de su dedo. El sabor cobrizo inundó su boca y la despertó un poco.

Entre Pierre y la recompensa prometida a Dante había sido una noche muy larga.

Ladón

-¿Y después qué?

La pregunta de Dael flotó unos segundos en el aire antes de que Dante la respondiera.

- ¿Después de qué?

Estábamos en un Valkyria de camino a la Ladón, que estaba en órbita sobre el planeta. Nos habíamos apelotonado todos ahí después de preparar el equipo una vez el General nos lo había ordenado. Una tensión permanente podía sentirse en el aire y en nuestras caras, no era normal vernos así y eso nos ponía aún peor. Las muertes de Reks y Pierre, tan repentinas y seguidas, nos habían pasado factura. Quizás demasiada.

- ¡De que lleguemos a la Ladón!- Exclamó Dael, irritado- No estás a lo que estás, Dante.

- Lo siento- Se disculpó sin mucha emoción. Prosiguió a responder a la pregunta de Dael- Ni idea, supongo que me tiraré en la primera litera que vea y me dormiré hasta que lleguemos Khopesh.

Se oyeron algunas risas desganadas.

- Tenemos casi un mes hasta que lleguemos, Dante. Tendrás tiempo de sobra para dormir, no te preocupes por eso- Replicó Inrah mientras revisaba unos informes que el Capitán le había dado.

Skerry, que estaba sentado a su lado, preguntó a Inrah mientras intentaba leer el informe por encima de su hombro. 

-¿Qué pone?

-Son los Regimientos que están ya en Khopesh y los que están yendo hacia allí- Pasó una página hacia atrás- y leyó en voz alta para toda la sección, que estábamos ahí todos- 103º de Fantasmas Skianos, infantería ligera. 78º  de infantería regular de Namether, 10º Regimiento Pesado Alraquileano, 13ª división de Amazonas de Andrómaca y, por último, nosotros.

-¿Skianos? ¿El infame 103º Skiano?- Preguntó Bandherr, ceñudo- Esos malditos mercenarios no van al combate a menos que el Mando les pague, y no precisamente poco.

El capitán se encogió de hombros.

- Son buenos soldados y no hay nadie tan experto como ellos en lo que a combatir Pielesverdes se refiere- Respondió en un tono uniforme y cansado.

- Orkos...que asco- Exageró Lak con una mueca de repulsión.

- No te quejes, yo ya estaba harto de combatir cultistas-Zanjó el teniente- Además, no debes quejarte de las órdenes, o si no...- Señaló al comisario con la barbilla. Este sonrió, divertido.

-¡Oh!- Inrah miraba con los ojos abiertos como platos los informes.

-¿Qué pasa?- Pregunté. Tres o cuatro repitieron mi pregunta.

- Parece que tenemos invitados...de honor- Inrah no salía de su estupor.

- Habla claro, joder- Exclamó Dael desde la otra punta. El comisario le lanzó una mirada asesina.

- Parece que hay un destacamento del Sicom.

- ¡No me jodas!- Creo que todos excepto el Capitán y el Comisario lo gritamos a la vez.

El Sicom, la élite de la élite dentro de Namether, era un Regimiento compuesto por los mejores soldados que he visto nunca. Equipados con lo mejor y con un entrenamiento digno de los comandos de la Inquisición, la unidad más básica era comparable (y probablemente superior) a una escuadra de granaderos estándar de cualquier otro regimiento de Namether; Armadura de caparazón, sistemas de puntería en el casco, un elenco de granadas y otros elementos más exóticos (grandas de humo, cegadoras, humo venenoso...) y equipamiento estándar como por ejemplo cuchillos, palas de combate, linternas y esas cosas. El rifle láser estándar del Sicom es, a todas luces, mejor que el Kantrael normal. No sólo tiene un cargador cerca de un treinta por ciento más eficiente, si no que también tiene un sistema de puntería impersionante pero sencillo conectado al casco (lo típico, visión térmica, selección de objetivos, aumentos...), una potencia casi un cincuenta por ciento mayor y un lanzagrandas acoplado bajo su carcasa. Además su entrenamiento convertía a simples reclutas en soldados duros y autosuficientes capaces de eclipsar a las unidades de granaderos de cualquier otro Regimiento de Namether. Muchos de sus soldados habían nacido en el Regimiento y los que no, eran veteranos de otros Regimientos que habían sido reclutados por los miles de agentes que el Sicom había establecido en mil y un sitios distintos con tal de encontrar a los mejores y más duros entre todos los soldados para llevarlos al Sicom. Y si sus tropas más básicas eran comparables a nuestros granaderos, su élite podía competir con los Kasrkin o los Comandos Inquisitoriales sin ningún problema. Mejor equipo, mejor entrenamiento...No querría tener que combatir contra ellos nunca, ni siquiera en broma.

- Así es- Asintió Inrah, más tranquila pero con los ojos aún muy abiertos- Parece ser que están buscando tropas, información y, cómo no, la oportunidad de impartir la Justicia del Emperador.

- Esos Orkos están muy jodidos, créeme- Dijo Lak riendo entre dientes.

Yo me imaginé combatir junto al Sicom. Seguramente nos quitarían toda la gloria y harían todo el trabajo ellos, quizás no fuera tan malo.

- ¡Puede que nos recluten a alguno!- Exclamó Dante, entusiasmado.

Nos descojonamos de él.

- Ya les gustaría tener a alguien como nostros- Bromeé yo, aunque en el fondo sabía que estaba diciendo una de las mayores mentiras de mi historia reciente.

Ahora se descojonaron de mí.

- ¡Silecio!- Bramó el comisario al ver que se estaba montando un revuelo excesivo. Tiene una voz realmente fuerte e intimidante si te paras a pensar un poco- ¡La dama está intentando hablar!

Asintió a Inrah, que continuó leyendo sus informes.

- Las Amazonas y los Skianos entrarán a la Ladón junto a nosotros, o por lo menos en la misma semana- Pasó una página- Pararemos en Optima Secundus tres días para reacondicionamiento del transporte y para recoger al 90º  de.....-Hizo una pausa mientras leía con los ojos entrecerrados, intentando discernir lo que ponía- Etra Arindrare ¿Quiénes son estos?

- Su nombre significa Armada del Rey es un dialecto de Optira. Por lo que he oído de ellos, son buenos combatientes y muy disciplinados- Respondió el Capitán.

- ¿Mundo feudal, quizás?- Susurró para sí Nyria, que estaba sentada a mi derecha.

En la Valkyria el resto hablaban en voz alta, animados por la presencia del Sicom y de un Regimiento Femenino. Una voz sonó a traves de los altavoces.

- Quince minutos para llegar a la Ladón- Informó el piloto.

En ese momento no era consciente de aquello, pero nuestro Valkyria no era más que uno entre miles que se alzaba hacia la gigantesca nave de transporte. Transportes aéreos de diez veces el tamaño de nuestro transporte surcaban el espacio con aparente lentitud mientras los Valkyria y Vendetta los adelantaban y entraban en las titánicas puertas de los hangares de la Ladón.

Como un enjambre entrando en la colmena.

Tres horas después, pasillo 345 de la nave de Transporte Ladón, junto al Hangar.

La gran mayoría del Regimiento había entrado ya en nuestros barracones, un gigantesco compejo de edificios residenciales y alameces de armas y munición ubicados en la zona residencial de la nave, donde otros siete barracones tan inmensos como el nuestro hallaban su sitio. Nosotros nos habíamos quedado ahí de pie, como tontos, enfrente de los tablones de información donde te decían con quién estabas en la habitación y que habitación te había tocado. Obviamente lo hacían al azar, no tenían tiempo para andarse con tonterías. Mientras salía del Valkyria y veía como hileras e hileras de miles de guardias desaparecían a través de las puertas del hangar dirección a sus barracones, rezaba para que me tocase con Dante, con Dael o, ya puestos, con Nyria. La última vez me había tocado con los hermanos Arrano y no pude dormir de lo que roncaban esos cabrones. Otra vez me había tocado con Cyntia, y aquello era una putada porque las habiatciones eran sólo para dos (en la Ladón eran de cuatro) y cada vez que se quería cambiar o culquier cosa me pedía que me diera la vuelta y no mirara, total, que terminé conociéndome la pared de memoria. Mis rezos fueron escuchados y en cuanto busqué mi nombre en las pantallas de color verde apagado, vi que me había tocado con Nyria. Reks y Pierre también figuraban en la lista, pero dadas sus recientes muertes, era obvio que no podían ocupar sus puestos. No pude evitar ruborizarme un poco al darme cuenta de que estábamos Nyria y yo a solas. En un momento como este, cualquier espabilado especularía mil cosas sobre situaciones salidas de tono y esas cosas, pero no soy de esos.

- Joder macho, que suerte tienes- Me había dicho en voz baja Dael antes de largarse junto a los Arrano y Lak hacia su habitación.

Y ahí me había quedado, de pie como un tonto con Nyria al lado y un montón de guardias e ingenieros que corrían por todos lados, entrando y saliendo por las puertas de acceso al hangar, poniendo a punto naves o simplemente buscando sus habitaciones. Me habría tirado así todo el viaje de no ser por la llegada de nuevos Valkyria. Éstos, de un color beige y alas rojas, aterrizaron casi al unísono y una infinidad de figuras femeninas bajaron en perfecta formación y se colocaron ordenadas por escuadras mientras sus oficiales les pasaban lista.

- Las Amazonas- Repuso en voz baja Nyria, mirándolas con cierto asombro.

Asentí. Al principio todas me parecieron iguales, más o menos la misma estatura todas (metro setenta y cinco, metro ochenta,supuse), cuerpo ágiles y delgados, el pelo negro algo más abajo de los hombros y con vetas de color verde esmeralda, no pude ver con exactitud sus ojos, pero Nyria me aseguró que eran verdes. Llevaban armaduras antifrag estándar rojas con hombreras de doble capa ( una hombrera normal con una más pequeña debajo suyo, generalmente llegan hasta el codo o un poco más arriba. Siempre están presentes en las armaduras de caparazón), unos largos faldones colgaban de sus cinturones y estaban semi-cerrados, solamente dejaban un hueco en su costado derecho, donde estaban separadas las dos partes del faldón por un par de centímetros. Pude ver que llevaban pantalones de combate beiges (del mismo color que sus camisas) bajo los faldones, que eran  del mismo color y botas de combate negras. Todas llevaban un par de cuchillos entrecruzados en la parte de su cinturón que daba con su espalda. Los cuchillos eran similares a los kukri que usaba el Sicom, curvados hacia delante en la mitad de su hoja  algo más anchos y largos que sus homólogos del Sicom. Todas a una, descolgaron los rifles láser modelo Triplex que llevaban al hombro y los posaron en el suelo, posando ambas manos sobre la boca del cañón. El gris oscuro de los rifles láser contrastaba con sus ropajes. Nyria me tiró de la manga mientras veía, admirado, como las oficiales pasaban revista a sus tropas, que permanecían en perfecta formación.

Mientras caminábamos por los largos y liosos pasillos, reparé en los conductos transparentes, llenos de un líquido fluido de un color azul claro, que ocupaban parte del techo, supuse que era refrigerante, y como no era desagradable a la vista, si no todo lo contrario, no gastaban dinero en cubrirlo. Además, brillaba en la oscuridad y así ahorraban en luces. Aquel resplandor azul, medio sombra, medio luz, iluminaba la cara de Nyria, que se me antojó como un retrato tratando de plasmar lo que en realidad era por dentro, y no esa apariencia hostil y siempre a la defensiva de la que hacía gala. ``La flor de Catachán`` la había apodado en mi mente en algún momento indeterminado de mi vida. Decidí que aquel no era el mejor momento para pensar sobre la mente humana y esas cosas, así que dije algo totalmente aleatorio.

-¿Tú nunca has estado en un Regimiento Femenino?

Me miró como si fuera tonto.

- Eh...no. Ya sabes que estaba en uno de Catachán ¿A qué ha venido eso?- Me miraba con una ceja alzada, como hace siempre que quiere una respuesta.

- Este...déjalo. Esque al ver a las Amazonas, me recordaron a tí en cierto modo.

``Sigue así, gilipollas, lo estás haciendo muy bien``

- No se parecen mucho a mí, que digamos- Repuso ella mientras ahogaba una risa.

Bueno, en eso tenía una razón indiscutible, no se parecían en nada. Si excluimos que ellas también parecían hostiles y desconfiadas, al igual que Nyria. Mi comunicador comenzó a sonar repentinamente.

- ¿Sí? Danherr al habla.

- ¡Por fin saludas decentemente,cabo!- Las carcajas del teniente resonaron a través del auricular del pequeño aparato.

- Teniente, ¿Qué necesita?- Intentando meterme en mi papel de cabo, procuré ser respetuoso.

- El Capitán me pidió que fuera a la reunión en el puente de la Ladón en su lugar, pero me temo que no puedo ir.

- ¿El Capitán? Se supone que el que debe ir a la reunión es el General- Contesté, algo confundido.

Nyria me miró interrogante e hizo gestos para que le dijera quién era. Me señalé las patillas y me las alargué imaginariamente hasta la barbilla. Ella sonrió, lo había entendido.

- Si, bueno, pero parece ser que se ha quedado a investigar un poco sobre lo de Pierre y Reks- Su voz se tiñó de tristeza al recordarlos, pero se recuperó rápido- Así que le pidió al Capitán que fuera en su lugar, pero está revisando informes.

Seguro que estaba durmiendo, con alguna acompañante quizás.

- Ajá,ya veo. ¿Y usted? ¿Papeleo?- Pregunté, desconfiado.

- Exacto, así que, en calidad de recién ascendido, creo que debes ir tú. Considéralo una prueba. Inrah irá también, os reuniréis en el puente en una hora- La voz de una mujer sonó de fondo, parecía alegre.

- Ah- Me costaba aguantarme la risa- Ese tipo de papeleo.

- Danherr, por el amor del Emperador, que lelvo casi un año sin ver a mi mujer- Se justificó él, algo cabreado y abergonzado.

- ¡No se preocupe, teniente!- Reí- Iré en su lu...

El comunicador se cortó, dejándome a mitad de frase.

- ¿Qué quería?- Me preguntó Nyria.

- Tengo que ir  a una reunión en el puente, el teniente no puede ir porque iba a echar un polvo- Resumí. Era con lo único que me había quedado de la conversación.

Ella asintió, dándome a entender que había comprendido el breve resumen.

- Entonces supongo que inauguraré la habitación sola ¿No?

Me encogí de hombros.

- Eso me temo.

Ella asintió de nuevo y me dio una palmada en el brazo derecho.

- Llama antes de entrar, ¿vale?- Y se alejó a grandes zancadas.

La contemplé alejarse hasta que desapareció del todo tras una esquina. Me puse a pensar en plan filosófico e introespectivo mientras buscaba el maldito puente. Nyria había cambiado mucho últimamente. Vale, seguía teniendo esa mirada hostil y amenazante de toda la vida, pero más...suavizada,digamos. Ahora no amenazaba a nadie con sacarle los ojos ni las tripas ni ninguna otra víscera y parecía más relajada, esto último, para más incógnita, solamente en mi presencia. Se contoneaba (hombre, no era un movimiento exgagerado, pero se notaba respecto a su anterior manera de andar)  de una manera algo más despreocupada que antes e incluso sonreía de vez en cuando. No es que me molestase el cambio, en absoluto, pero simple y llanamente, no estaba acostumbrado a esa Nyria.

- ¡Tristán!- Una voz femenina conocida sonó a mi derecha, en algún punto del inmenso corredor por el que una multitud de ingenieros y guardias recién instalados se apelotonaban.

Al principio me pareció que lo había imaginado, pero una mano morena asomó entre la multitud, intentando abrirse paso. Finalmente tras un par de minutos, la multitud escupió a Inrah de sus entrañas, que apareció acalorada y peinándose con los dedos. Iba vestida a lo civil, como siempre que hacíamos en los permisos; una camiseta de botones azul (ésa la conocía bien, se la había regalado durante nuestro famoso permiso de tres meses -fallos del Mando- en Namethia. Siempre me había encantado como le quedaba) y unos delgados pantalones blancos, en los pies llevaba unas sencillas sandalias de cuero blanco. Llevaba el pelo suelto, por los hombros y lucía una ornamentada pulsera de plata en su muñeca derecha. Hermosa en su sencilez.

- El teniente me ha dicho que vas a...-Empezó. Sonaba mucho más tranquila y relajada que hace un par de días.

- Acompañarte, sí- Terminé yo.

Ella sonrió, que terminase sus frases siempre le hacía gracia.

- He de suponer que te has perdido- Comentó, sin dejar de sonreir.

Un hombre corpulento me golpeó el hombro sin darse cuenta al pasar al lado mío y casi perdí el hilo de la conversación.

- Ya sabes que yo me pierdo siempre.

Rió, estaba claramente más relajada. Me hizo un gesto para que la siguiera y estuvimos hablando de Khopesh, de las Amazonas y de la posibilidad de invitarla a un café luego. Finalmente llegamos hasta una amplia sala con varios guardias en sus paredes y dos a cada lado de la puerta que se encontraba al fondo de la habitación. Caminamos hacia la susodicha puerta, que, supusimos debía ser la entrada al puente. Los guardias nos detuvieron con un gesto de mano. Todos los guardias de esa sala pertenecían a un Regimiento que no conocía y recordé haber visto algunos como esos por los pasillos de la nave. Portaban armaduras antifrag de color metálico, así como hombreras de doble capa y rodilleras modelo Namether (rodilleras unidas a unas grebas, simple) del mismo color que su armadura, dándoles así un aire a soldados medievales. El casco era vagamente similar al modelo estándar utilizado en la gran mayoría de los Regimientos de Namether (que era como el Cadiano), sin protuberancias en sus laterales, de aspecto algo más tosco, metálico también, con un yelmo rectangular. que dejaba solo a la vista la boca. El yelmo comenzaba algo más arriba de la fente del casco y era ancho, además tenía tres hollos dispuestos en forma de pirámide en su central que no llegaban a atravesarlo del todo, así que supuse que debían tener un sistema de camára o algo así para poder ver. Sus ropajes eran grise oscuro, casi negro y tenían una franja horizontal de color ocre pintada en su hombrera izquierda. Un cuchillo enfundado descansaba sobre su hombro izquierdo y una pareja de grandas sobre el derecho, el cinturón estaba repleto de portacardores, con una cantimplora y una pistolera en su costado derecho. Algo que parecía una espada corta (con una hoja de unos sesenta centímetros supuse) colgaba diagonalmente, en su funda, del cinturón, de la parte trasera de la cadera más concretamente. Asían rifles láser modelo Kantrael del mismo color que sus ropas. No parecían soldados de élite, si no más bien tropas regulares, me pregunté porqué estaban de guardias en un sitio tan importante.

No podía ver sus ojos, pero supuse que nos miraban extrañados.

- Identifíquense- Pidió el de la derecha. Su voz era ronca y tenía un marcado acento que no pude situar en ninguno de los sistemas en los que había estado.

- Venimos del 712º Regimiento de Namether, a la reunión de oficiales- Declaró Inrah.

- ¿General Di Sera?- Preguntó el otro, también con acento.

- El que viste y cal...- Me adelanté, sin embargo no pude terminar la farse porque Inrah me dio un codazo.

- El General se ha quedado en Tarel VII para investigar acerca de una serie de...hechos que han ocurrido recientemente en nuestra sección- Respondió con aire resuelto, dirigiéndome una mirada de reproche.

Me encogí de hombros ante su silenciosa reprimenda.

Los guardias dialogaron entre ellos en su extraño idioma. Finalmente se decidieron por asentir, susurrar algo en su idioma a través del comunicador del casco y abrirnos la puerta. El puente era grande, no tanto como la sala anterior a él, pero era bastante grande. Estaba repleta de paneles de información que brillaban con tonos verdes apagados o azules excesivamente brillantes, pantallas de estado que arrojaban luces blanco-azuladas sobre las paredes y los suelos repletos de baldosas negras y una gigantesca mesa en medio de la sala. Debía estar hecha de mármol o algo así y tenía un proyector holográfico en medio, de tal manera que se veían ahí diferentes informaciones y runas, además de una vista en tres dimensiones de un planeta que parecía repleto de bosques. La sala estaba vacía a excepción de siete figuras que rodeban la mesa, rezonablemente apartados unos de otros, dispuestos en parejas. Uno de ellos era claramente el General del  78º  de infantería regular, ataviado con una adornada y resistente (al menos lo parecía) armadura de caparazón reforzada de un color carmesí, los adornos en gris oscuro con un leve brillo opaco. No llevaba casco, por supuesto. Hombreras compuestas, coderas y rodilleras modelo Namenther del mismo color que el peto y de aspecto mucho más resistente que las que solía ver en las caparazón estándar. Cuatro (sí,cuatro) sables de delgada hoja reposaban en sus fundas, dos a cada lado de su cintura, cruzados en diagonal de manera que se cruzaban en cierto punto tras su espalda y una pistola de plasma, también adornada como las fundas de los sables, estaba enfundada en una pistolera de cuero negro con una hebilla dorada. Una lente cuadrada que brillaba con un verde fulgurante cubría su ojo derecho y tenía varias cicatrices en la cara. El pelo corto y negro, al igual que tantos otros militares de origen Namtheriano. Lo acompañaba un comisario mayor con una armadura similar, a excepción del peto, que era plateado con una insignia de un cráneo alado en su centro. La larga gabardina de cuero negro que llevaba cubría la mayor parte de su armadura, de todas formas, así que no pude apreciar mucho más sobre ella. La gorra, negra, pos supuesto, coronaba su curtida cabeza, que miraba con una expresión severa y a la vez elegante sin hacer que sintiera miedo, si no respeto. Llevaba un sable de energía al cinto y una pistola bólter de precisión en una funda en su pierna derecha.

Enfrente suyo,al otro lado de la mesa, se erguían dos figuras femeninas algo más bajas que el General y el Comisario Mayor. Eran sin lugar a dudas Amazonas, una de ellas (supuse que era la General) sacaba casi una cabeza a la otra, que era algo baja. La General iba vestida de la misma manera que las Amazonas que vi en el hangar, con una armadura más adornada y de aspecto más resistente, quizá. Llevaba una especie de colgante metálico en forma de Águila bicéfala que cubría la mayor parte de su pecho, Inrah me explicó más tarde que era un proyector de campo protector. Llevaba, al igual que las otras Amazonas, el cinturón repleto de portacargadores y dos cuchillos cruzados tras su cadera, estos parecían más grandes que los de las otras y una pistola bólter de precisión con una luz azulada en el botón del seguro estaba guardada en la pistolera que sostenía en su pierna derecha. Tenía unos tormentosos ojos esmeralda, alerta, desconfiados y visiblemente incómodos por la situación. Fruncía el ceño en actitud amenzante, me di cuenta de que realmente las Amazonas se parecían a Nyria, ambas tenían decididamente la misma belleza agresiva. La otra, más baja que la General, como había dicho, llevaba el pelo más largo y unas gafitas negras de lente fina y rectangular sobre su nariz. Miraba con indiferencia una pequeña pantalla de datos en su mano derecha y escribía en ella, probablemente respondía a informes y esas cosas. Me pareció mucho más joven que yo, como mi hermano, probablemente. Tenía una pistola bólter estándar de carcasa roja enfundada en el cinturón.

Al frente de la mesa, de cara a la puerta, había otros dos que debían de pertenecer al mismo Regimiento que los guardias de la entrada. Eran más altos que el resto, uno un poco más alto que yo y el otro dos cabezas por lo menos. El de mi estatura, con una armadura que seguía los patrones de color que los guardias, parecía otro General. Su armadura me recordó algo a los petos que utlizaba la Guardia Sanguinaria de los Ángeles Sangrientos, solo que con menos detalle en todos esos abdominales. Tenía una protección para el cuello que sobresalía desde el centro de la juntura del cuello, pasando por la parte izquierda de su cuello y rodeándolo hasta llegar a la nuca, le llegaba casi por la nariz. Tenía unas hombreras grandes y arqueadas, cubiertas por las zarpas de la piel de un oso negro que hacía las veces de capa. Las garras de la criatura llegaban casi hasta el comienzo del estómago y parecían estar hechas del mismo material que su metálica armadura. Llevaba un faldón gris oscuro abierto por delante colgando de su cinturón, del cual varios portacargadores, una cantimplora y un aúspex colgaban, así como la funda decorada en plateado de una espada larga y la funda sin aderezzos de una pistola de plasma. Era más bien delgado de rostro y llevaba el pelo gris, con delgadas vetas blancas en el flequillo, que había sido apartado hacia ambos lados recogido en una coleta. Miraba con aire anodino a su alrededor, un brillo altivo y orgulloso en sus ojos grises, sin embargo no sentí aversión hacia él por eso. El otro, que debía ser su guardaespaldas, llevaba una armadura similar, sin una piel de oso como capa, sino una capa negra de tela que caía hasta sus pies. Llevaba en una mano un gigantesco escudo metálico en forma de semi-cilindro y a la espalda una espada ancha y larga que yo podría haber utilizado bien fácilmente como mandoble. Miró hacia nostros y sonrió con aire amigable. Tenía el pelo gris al igual que su General, pero lo llevaba corto, con un par de delgados mechones de pelo que le caían sobre la frente, en la cual había una alargada cicatriz. No parecía mucho mayor que yo.

Y por último, cruzado de brazos y apoyado contra una pared, con la cara semi-escondida por la capucha de su larga y andrajosa capa, se encontraba el que debía ser el comandante de los Skianos. Podía adivinarse una corta barba negra bajo la sombra de su capucha, así como una sonrisa burlona que casi parecía disfrutar con la incmodidad que sentían los distintos representantes de los Regimientos. Llevaba (al igual que yo la mayor parte del año) una camiseta gris de tirantes y unos pantalones de combate negros, así como un cuchillo enfundado sobre una pulsera en su mano izquierda y dos pistoleras, una a cada lado del cinturón de cuero marrón que ceñía sus raídos pantalones. Tenía tatuados ambos brazos con signos tribales y nombres femeninos en cursiva. Todos se giraron hacia nosotros, me sentí pequeño y vulnerable.

- ¿Qué hacen estos mocosos aquí?- Preguntó con desdén la General de las Amazonas- ¡Tus hombres son unos incompetentes, Elfgar!

Se dirigía al General de la armadura plateada. Él simplemente esbozó una cansada sonrisa y respondió con un tono de voz claro, aunque con cierto acento similar al de los guardias, grave, de un líder nato.

- Di Sera no está disponible en estos momentos. Ellos son sus sustitutos- Dijo,simplemente- ¿Me equivoco?

Inrah negó rápidamente con la cabeza.

- No se equivoca, señor.

- ¿Ves?- Miró altivamente a la Amazona, con la cabeza alta y una expresión de orgullo en su rostro.

Ella frunció el ceño aún más y miró hacia otro lado, viendo que la estaban ganando en su propio terreno. A su lado, la de las gafitas tecleaba en silencio, imperturbable. El General del 78º negaba con la cabeza, desesperado, el Comisario Mayor miraba con desaprobación a la Amazona y el Skiano seguía sonriendo en su rincón, semi-escondido entre las sombras. Me sentí insignificante; todos ellos equipados hasta los dientes con lo mejor de sus Regimientos y protegidos con las mejores armaduras que sus planetas podían permitirse. Imponentes, elegantes, autoritarios...y yo con una camiseta de tirantes manchada de grasa de motor. Por fin el General del 78º decidió romper el incómodo silencio que amenzaba con hacerme estallar la cabeza de pura incomodidad.

- Estamos aquí para discutir sobre las paradas de reabastecimiento ¿Cierto?- Al ver que ninguno nos oponíamos, asintió y prosiguió-Así que vamos a prepararlo.

Y discutimos durante horas sobre logística, combustible, fechas y todo tipo de cosas propias del Mando. Descubrí además que los de la armadura metálica eran los Etra Arindrare, procedentes de un Mundo Feudal ``avanzado``en la periferia del sistema Namether y que parte del Regimiento estaba dentro como avanzadilla del resto, que esperaba en un planeta cercano, un hermoso y exuberante planeta tropical destino de todo ciudadano ocioso que pudiera permitírselo. La General Amazona se llamaba Atalanta y su ayudante Mirina, y que ninguna de las dos tenía la edad que se suele pensar de un oficial de alto rango. Atalanta apenas llegaba a los treinta y tres y Mirina tenía, en efecto, la edad de mi hermano, veinticuatro. El General de los Etra era Elfgar, hijo de un importante noble de su planeta natal, Arindare, tenía treinta y ocho y era serio y callado, pero también altivo y orgulloso. Su guardaespaldas, Sigfrido, es un sirviente suyo de toda la vida que se ha comprometido a servirle incluso en la Guardia, tenía cinco años menos y le sacaba una cabeza, además de ser robusto y fuerte como Bandher, incluso, porqué no, yo diría que más. El general del 78º era el famoso Baldassare Igino, famoso por su estrategia durante los combates contra los Tarelianos que combatían junto a los Tau en los barrancos de Fagora X. El Comisario Mayor era su hombre de confianza, el también medianamente famoso Llario Hiks, un hombre de pocas palabras, pero que, al igual que Elfgar, tendía a ser escuchado cuando hablaba. El encapuchado de la capa y la sonrisa era el comandante Skiano, y no medró palabra en toda la reunión hasta que Atalanta lo reprendió.

-¡Maldito holgazán Skiano!- Le gritó de repente, furiosa al ver que los cálculos de envíos de munición no le cuadraban- ¡Estás ahí de pie sin hacer nada, maldito imbécil!

Él no hizo nada durante unos segundos, al abrigo de las sombras. De repente, comenzó a levantarse poco a poco, sin prisa de ningún tipo. Descruzó los brazos y se quitó la capucha con un gesto lento y perezoso y dejó a la vista un rostro joven, con una corta barba, algo desaliñada. Presentaba una cicatriz que le cruzaba media cara y le pasaba por el ojo izquierdo, que lo tenía blanco, ciego. El pelo negro, al igual que la barba, y corto, con unas franjas grises en las sienes, encanecidas prematuramente. Su otro ojo era de un rojo intenso, burlón, me pareció a mí. Contempló a la colérica  Amazona, que lo miraba ahora con una mezcla entre asombro e intriga. Sacó una placa de datos que brillaba con un tono rojizo de los pliegues de su capa y se la mostró a Atalanta, todos los mirábamos.

- He estado apuntando todas y cada una de vuestras palabras, buscando soluciones y opciones- Repuso él con una sonrisa burlona. Su voz era ronca y suave a la vez, el susurro de un trueno.

Atalanta tartamudeó, perpleja.

- ¿E...en serio?

Se encogió de hombros.

- No, esto me aburre demasiado, me ausentaré si no os molesta. Soy el único miembro de mi Regimiento que se encuentra de momento a bordo de la Ladón, no creo que os importe que no esté presente.

Y dicho esto, se largó por la puerta con la andrajosa capa flotando sobre sus pies.

Ignoramos la extraña forma de actuar del Skiano por el bien mental de todos nosotros y continuamos con los cálculos y las propuestas. Yo, que no me hallaba en mi materia, permanecí tan callado como había estado el Skiano en su momento, así que Atalanta se puso a gritarme.

- ¡Vete con el Skiano! ¡Tú tampoco haces nada más que estorbar! 

- Eh...pero yo- Balbucí, aquella tía sí que daba miedo- Pero yo no sé de logística ni...

Ella me cortó de golpe con un furioso grito a la par que desenfundaba sus cuchillos y se lanzaba sobre mí. Me vi muerto, pero un gigantesco escudo se interpuso entre la Amazona homicida y yo. El impacto no se produjo y Sigfrido retiró lentamente su escudo. Le miré de pasada, me dedicó una sonrisa amable, quizás divertida, incluso.

Habló Elfgar:

- No veo necesidad de derramar sangre aliada en una sitaución como esta, Atalanta. Por favor, intenta no matar al muchacho por mucho que te infortune.

Palabras sabias de un hombre sabio.

- Más le vale no volver a abrir la boca si no quiere perderla- Gruñó ella mientras enfundaba sus terribles cuchillos.

- Bien- Suspiró Baldassare- Creo que ya basta de logística por hoy.

Asentí enérgicamente y conseguí así arrancar una sonrisa del serio rostro de Inrah.

- Excelente idea, Baldassare- Repuso Elfgar, asintiendo- Basta por hoy.

- Sí- Masculló Atalanta mientras salía por la puerta, seguida de su impasible ayudante.

Elfgar nos dedicó una grácil reverencia.

- Ha sido un placer- Nos tendió la mano- Mañana a la misma hora estaré aquí sin falta.

Sigfrido nos saludó con una de sus sonrisas y un asentimiento de cabeza y se apresuró a seguir a su amo.

- Lamento que Atalanta se haya mostrado tan....hostil- Se disculpó Baldassare mientras nos acompañaba a mí y a Inrah a la salida- Las Amazonas no aprecian mucho a los hombres, y menos aún a los que no comparten sus ideas. No te preocupes, mañana tu teniente vendrá en tu lugar.

Mientras salía del puente tuve en la cabeza la escenita entre Atalanta y el misterioso Skiano.

Días de travesía

Acabé con la cabeza destrozada después de hacer tantos cálculos de logística obviamente fallidos, de aguantar a esa Amazona homicida y de sentirme un enano por primera vez en mi vida. Al salir del puente Inrah se despidió de mí y se fue hacia el ala Oeste, donde parece haber una buena biblioteca. Yo no aguanto los libros, así que pasé y me fui a mi habitación a dormir un rato, a ducharme, a afeitarme o a hacer cualquier cosa que me alejara el recuerdo de los cuchillos de Atalanta volando hacia mi garganta. Caminé durante dos horas y media, perdido en esos malditos pasillos tan jodidamente liosos. Al final tuve que preguntar a un par de Etras y, después de hacer señas y hablar en infinitivo (no entendían muy bien el Bajo Gótico, y menos aún con mi acento Valhallano) conseguí que me indicaran donde estaban los barracones de mi Regimiento. Les di las gracias y eché a correr como alma que lleva el diablo. Finalmente llegué a las habitaciones de mi pelotón y busqué la mía, la 981. Me dispuse a meter la llave y abrirla, pero recordé que Nyria me había pedido que llamara antes, así que le di un par de cabezazos a la puerta. Esperé unos segundos y la puerta se abrió unos centímetros, lo suficiente como para que la boca de una pistola láser asomase por ella. Una voz fría y sin emoción sonó detrás de la puerta de acero.

- ¿Quién?- Casi parecía más una afirmación que una pregunta.

- Soy yo, Tristán ¿Qué coño te ha picado?

- Ah, eres tú-Suspiró de alivio y retiró los siete cerrojos de cadena que tenía la puerta.

- ¿A qué ha venido eso?- Pregunté mientras entraba y ella ponía de nuevo los siete cerrojos y dejaba la pistola láser sobre la mesa que tenía al lado de su cama.

- Bueno, hace un par de horas dos soldados Skianos se dedicaron a meter una sonda óptica debajo de la puerta para espiarme mientras me cambiaba. Creo que a uno le di en el brazo mentras huían.

- Ah, ya veo- Vaya elementos estos Skianos. 

Entonces me di cuenta de que sí que se había cambiado. Llevaba una blusa holgada de lino blanco y con un hombro mucho más bajo que el otro y unos pantalones cortos caqui, iba descalza. Creo que era la primera vez que le veía las piernas; largas, delgadas, en fin, bonitas ¿Qué más se puede decir de unas piernas siendo un cafre como yo? Me fijé también en tres cicatrices de igual longitud y grosor que tenía en la pierna derecha, debajo de la rodilla. Tenían un color similar a mi tono de piel y contrastaban bastante con el moreno de su piel.

-¿Qué miras?- Preguntó ella al ver que estaba mirando su cicatriz durante demasiado tiempo-¿Nunca has visto una cicatriz o qué?

- No es eso- La miré y me señalé mi pierna biónica- Y sí que he visto cicatrices. ¿Cómo te la hiciste? Es muy profundo, y sin embargo demasiado fino.

Ella simplemente se encogió de hombros.

-¿Has combatido alguna vez contra Tiránidos?

- Sabes que sí.

- Pues eso, uno de esos pequeños cabrones que se arrastran por el suelo me pegó un mordisco, nada más- Zanjó.

Me pregunté si el resto de cicatrices que tenía en los brazos, el vientre y la espalda serían también por culpa de ese bicho. 

- Toma ya ¿Y esto?- Señalé las dos camas que daban con la pared del fondo, las de Pierre y Reks, que estaban cubiertas por decenas de cuchillos colocados en fila. Obviamente eran cuchillos de Catachán; algunos eran los normales, de medio metro y hoja ancha, había otros que eran algo más cortos, terminaban en punta triangular y eran de color negro mate antireflectante, también había dos o tres que bien podían haber sido espadas por su tamaño.

- Quería limpiarlos- Dijo, sin más.

- No sabía que tenías tantos ¿Los has usado todos?

Ella negó con la cabeza.

- No, la mayoría son recuerdos o trofeos de duelos ganados en mi antiguo Regimiento, nada más. Solo uso cuatro o cinco en total, quizá algo más.

- Menudos recuerdos- Dije- Ya podías haberles hecho fotos en vez de llevarlos todos. Hablando de fotos ¿Y ésa?

Señalé una foto que estaba sobre el escritorio que tenía a un costado de la cama. Tenía encima el rifle láser de culata plegable de Nyria y un par de cuchillos, aparte de la foto.

-Ah, eso- Cogió la foto y me la enseñó- Supongo que es otro recuerdo.

La fecha era de hace veinte años. En ella se podía apreciar un paisaje selvático, con muchos y muy variados árboles de fondo, así como un cielo azul sin nubes y tres soles naranjas brillando en lo alto. Había un nutrido grupo de Catachanes, con sus chalecos antifrag abiertos, sus cintas para el pelo rojas, sus cuchillos y su musculatura tatuada. En el centro podía apreciarse lo que era claramente la escuadra de mando. Uno de ellos (el oficial de mayor rango, supuse) llevaba una boina roja, el chaleco abierto dejando a la vista sus abdominales y tatuajes, algunos mezclados con cicatrices. Sostenía con una mano una voluminosa escopeta de corredera que apoyaba en su hombro, mientras que pasaba el otro brazo sobre los hombros de una mujer una cabeza y media más baja que él. No parecía Catachana, andaría por el metro setenta y cinco y no era morena, tenía el pelo marrón claro, recogido en una coleta y los ojos de un morado intenso. Llevaba una armadura antifrag Cadiana sin hombreras y una camiseta de tirantes verde por debajo, así como los pantalones de camuflaje que llevaba el resto. Al igual que el de la escopeta, tenía el cinturón repleto de granadas, portacargadores, cuchillos y una bandolera con granadas le cruzaba el torso. Sostenía un rifle láser modelo Kantrael, a diferencia de los Catachanes, que llevaban o carabinas o escopetas y algunos rifles de fusión o espadas sierra. Ambos sonreían y parecían felices y despreocupados para ser Catachanes. Supuse que andarían por los treinta o algo menos. Los Catachanes del fondo sonreían, se encendían mutuamente cigarros con un lanzallamas o se peleaban. Una pelirroja incluso estaba subida a las espaldas de otro y saludaba al cámara. En frente de los abrazados, en el centro justo de la foto y sentada sobre una caja de munición a todas luces excesivamente grande para ella, había sentada una niña de unos ocho años, cuyos pies colgaban y no llegaban a tocar el suelo por un buen trecho. Tenía el pelo negro, liso y corto, unos grandes y curiosos ojos verdes y sonreía de oreja a oreja, le faltaban un par de dientes. Tenía las manos apoyadas sobre las rodillas, inclinada hacia adelante y llevaba una camiseta de tirantes gris bajo un chaleco antifrag abierto que le quedaba muy grande. Los pantalones de camuflaje estaban remangados para que le dieran de largo y estaban ceñidos por un grueso cinturón de cuero del cual colgaban una cantimplora que parecía demasiado grande en comparación con la niña y un par de portacargadores junto a una pistolera que albergaba una (también grande en comparación con ella) pistola láser. Me di cuenta de que era Nyria de pequeña, y fue algo más bien fortuito, porque no se parecían en más que los rasgos físicos, si acaso, pues Nyria era ahora mucho más alta, más fibrosa y tenía tatuajes. La niña parecía feliz, jovial, mientras que Nyria era hostil y un tanto hastiada. Di por hecho que era cosa del paso de los años en el campo de batalla.

- ¿Ésta eres tú?- Pregunté, señalando a la niña.

Asintió.

- No era muy difícil darse cuenta- Esbozó una tenue sonrisa.

- Tampoco te creas- Señalé a los abrazados cuando me miró, interrogante, con tal de que no me preguntara nada con lo que la pudiera cagar. ¿Quiénes son?

- Mis padres- Dijo a secas.

- Ella no parece Catachana.

- No lo era- Dijo mientras sacudía la cabeza lentamente y me quitaba la foto de las manos para dejarla en la mesa de nuevo- Cadiana, oficial de Inteligencia. La enviaron para recopliar datos y hacer investigaciones sobre los Catachanes. Le gustó el ambiente y se quedó con ellos, ella es la autora de ``Catachanes en la niebla``.

Ah, ese famoso libro. No lo había leído en mi vida.

- Pues es muy guapa-Dije como el que no quiere la cosa- Se nota que sois parientes.

Ella me dirigió una mirada cansada y me dijo:

- No hace falta que me tomes el pelo.

Y se metió al baño sin más. Al cabo de unos segundos comencé a escuchar el chirrido de la piedra contra el acero y supe que estaba afilando uno de sus cuchillos. Crucé los brazos detrás de la cabeza y me tiré en una de las dos camas que no estaban llenas de cuchillos. Estaba sorprendentemente confortable y mullida. Me hundí un poco en el colchón y enseguida el cansancio, tanto físico como mental, comenzó a tomar control de mi cuerpo. Los párpados me pesaban y dejé que se cerrasen. En menos de un minuto ya estaba dormido.

Me desperté cinco horas después por culpa de un repentino espasmo que sacudió mi pierna biónica por causas que no entiendo ni entendí. Abrí los ojos y vi (las luces estaban apagadas, ver no vi, pero ya te harás una idea) algo delante mío, una figura oscura envuelta en la manta de mi cama. Respiraba pausadamente. Cerré mi ojo bueno y activé la visión nocturna del biónico ( eso se lo debo a Dael), al principio lo vi todo verde y me cagué en todo, pero poco a poco la mancha verde se fue desplazando hacia la periferia de mi campo de visión y ahí se quedó, casi fuera de mi vista. Me quedé sin habla, la figura en mi cama no era ni nada más ni nada menos que Nyria. Tenía los ojos cerrados y su semblante parecía tranquilo, descansado. Dormía de lado, de cara a mí, con las manos bajo la cabeza y llevaba de nuevo la camiseta de tirantes, supongo que la usaba para dormir también. Un mechón de pelo le caía sobre la cara y le tapaba un ojo y parte de la nariz. Se lo puse bien incoscientemente y me di cuenta de que olía a malvas y a otra planta que no pude distinguir, quizá alguna especie de Catachán. Era un aroma suave y tranquilizador que no pegaba en absoluto con la conducta habitual de Nyria.

-En verdad hay dos Nyrias- Pensé- La hostil, desconfiada, Nyria y la sensible y humana Nyria. 

Qué asco me doy cuando me pongo así de cursi, pero cada vez me gustaba más pensar en plan filosófico y eso. Aspiré de nuevo aquel evocador aroma y quedé totalmente embriagado por una sensación de paz y tranquilidad. Casi sin darme cuenta, y, sin saber el motivo, pasé un brazo por encima de Nyria, lo apoyé en su espalda y la acerqué a mí. Ella, dormida, apoyó su cabeza sobre mi pecho. Seguramente me destriparía a la mañana siguiente (digo mañana por tener una referencia temporal más o menos decente, en el espacio no hay ni día ni noche), pero hasta que eso llegase, iba a disfrutar del momento. Apoyé la frente en su cabeza y me volví a dormir de nuevo.

Cuando abrí los ojos Nyria no estaba. Me palpé el estómago, tenía las tripas donde tenían que estar y parecía estar entero, ni rastros de sangre ni nada por el estilo. La habitación estaba a oscuras, pero de una puerta en el lado derecho de la sala salía una luz blanca. La cocina. En la Ladón creían firmemente en dejar a sus pasajeros cocinar su comida, ya que ellos no tenían ni ganas ni interés de montar una cantina. Esto fue una putada cuando estuve con los Arrano, pues sólo comí pan y huevos mal fritos, aunque cuando estuve con Cyntia la cosa mejoró bastante. Esperé que Nyria supiera cocinar, porque yo no tenía ni puta idea. Me levanté y entré en la pequeña cocina, apenas había espacio para una mesa cuadrada y cuatro sillas, así como la nevera, el fogón y esas cosas, todo barato y pequeño, por supuesto. Nyria estaba apoyada contra la pared con una taza humeante en la mano, no había tocado las sillas. había un cuchillo clavado casi hasta la empuñadura en un armario.

- ¿Y eso?- Dije, como el que no quiere la cosa, señalando el cuchillo.

- No se abría- Explicó, simplemente.

Me preparé algo con cafeína para espabilarme y me apoyé en la pared al lado de ella. Se produjo una larga en incómoda, pero sobre todo larga, pausa. 

- ¿Intentaste algo?- Preguntó al fin, sin levantar la mirada de su taza.

Le dí un sorbo al café y me abrasé la lengua.

- Por supuesto que no.

Ella asintió y sacó el cuchillo del armario con un potente tirón. Lo tomó en la mano derecha y se lo pasó por la garganta.

- Ya sabías lo que te esperaba ¿Eh?- Dijo con una extraña sonrisa. Dejó el cuchillo sobre la mesa y cambió esa sonrisa de loca por una normal- ¿Te gusta el bacon? El de verdad, no el de Grox.

- Pues nunca lo he probado, la verdad.

Se separó de la pared y abrió la nevera.

- Pues a menos que Reks y Pierre se levanten de sus tumbas, tenemos doble ración así que...- Sacó un par de envoltorios de papel y los abrió, contenían tiras de carne parecidas al bacon de Grox- Ya verás, te van a encantar.

Se puso a freír aquellas tiras de carne con rapidez. En poco tiempo un aroma a carne frita llenó la cocina y la boca se me hizo agua. No tuve que esperar mucho antes de hincarle el diente a aquel manjar. Se supone que te lo puedes comprar en cualquier tienda, pero en la Guardia cuando no hay Grox la comida me parece más bien mala (por eso se la compro a Dael) y, por supuesto, nunca tienen cosas como ese bacon, así que me supo a gloria. Rebañé el plato con el poco pan que me quedaba (aquello en bocata era orgásmico), bajo la divertida mirada de Nyria.

- ¡Parece que nunca has comido!- Rió.

- Algo como esto desde luego que no- Respondí con la boca llena.

Se levantó, riendo por mi ocurrencia, y se fue a la habitación principal, al poco comencé a oír d enuevo aquel chirrido de piedra contra acero.

Y, bueno, el resto de la travesía hasta que hicimos escala en Optima Secundus para recoger al resto de los Etras y a los Skianos, así como equipo adicional y algunas tropas extra que el Monitorum nos confió. Pasaron pocas cosas interesantes hasta que llegamos después de un mes a Optima Secundus: La paliza que Inrah les dio a un par de los pocos Skianos que había a bordo por colocarle una cámara en la ducha con el pretexto de que estaban arreglando el grifo, los bocatas de bacon que me hacía con Nyria y la vez en la que me metí en la ducha medio dormido mientras era su turno.

Me gané un par de las mejores hostias que me han dado en mi vida.

Indagaciones en Optima Secundus

Un par de días antes de llegar a Optima Secundus, nos comunicaron que tendríamos un permiso de tres días. Lo primero que pensé fue: ``Cojonudo, café decente y unas cañas con Dante y Dael``, sin embargo Inrah me reclutó para investigar por su cuenta. Quería saber que arma había causado las muertes de Pierre y Reks, pues apostaba a que el asesino los había matado con el mismo arma por lo limpio de los cortes. Confió en que algún pandillero de los suburbios podría darnos información a cambio de una buena recompensa.

- Voy a investigar por mi cuenta, hay algo que no me cuadra en absoluto- Me había dicho.

- Pero...¿Vamos a ir a los suburbios? ¿Los dos?- Hice una pausa- No te lo tomes a mal, pero nos van a dar para el pelo.

Ella esbozó una sonrisa segura y un tanto perturbadora.

- No te preocupes, iremos preparados.

Sacó un par de pistolas automáticas del cajón de su cómoda (estábamos en su cuarto) y las dejó sobre su cama. 

- Y tengo más como ésas dos- Aseguró.

- Joder- Me asombré- Pero me refiero a que sólo somos dos, y ellos serán...muchos, no sé ¿Pila?

- Siempre se te han dado bien las matemáticas ¿Eh?- Ironizó- No te preocupes, nos las apañaremos. Además, combatir no es necesario. ¿No puedes pasar un permiso sin meterte en un tiroteo?

- Es la rutina- Me disculpé. Y añadí después, no muy convencido- Nyria podría venir con nostros. Ya sabes, lucha bien y todo eso.

Ella terminó aceptando, pero a ninguno nos gustaba la idea del todo. Yo temía que mi pasado y mi presente se juntasen, pues no sabía que reacción habría. Inrah había sido mi pasado, un pasado del que no me arrepiento de nada, un pasado que, probablemente, fueron los mejores años de mi vida temprana, un pasado en el que descubrí mil cosas,  aprendí a pensar y a dejar de fumar a todas horas, un pasado que aún vivía en una parte de mí. Un pasado en el que amé algo que no podía amar.

Y mi presente y dudoso futuro, quizás: Nyria. No sabía si le gustaba o no, ni siquiera si me gustaba a mí, pero estaba claro que albergaba algún sentimiento hacia ella que iba más allá de la simple amistad en la que mi mente y mi moral querían estancarse, sin embargo, mi alma me pedía a gritos que no me estancara en aquel arma de doble filo que era la amistad profunda.

Era una de esas mezclas explosivas que podrían desintegrar un Land Raider.

Al día siguiente, tras concretar las zonas por las que íbamos a investigar, avisé a Nyria. Le gustó la idea de pasar algo de tiempo a solas conmigo en un barrio de mala muerte rodeados de pandilleros armados hasta los dientes  y buscados en todo el planeta, sin embargo cuando le dije que iría Inrah, se echó atrás.

- No..de verdad que será mejor que no...- Intentó, algo desanimada.

- Eh- Intenté sonar optimista- Será divertido. Podrás usar tus cuchillos si las cosas se ponen feas.

Ella aprtó la mirada.

- Yo..esque en los permisos me gusta descansar y relajarme, nada de líos- Mintió sin estar muy convencida.

- Venga- Esbocé mi mejor sonrisa de ánimo y le pasé un brazo por los hombros- Ya te he dicho que será divertido, Inrah no te va a molestar. ¿La tienes miedo o qué?

Reí un poco aquella mala broma para descargar un poco de tensión. Negó con la cabeza y, después de una pausa, suspiró.

- De acuerdo, iré- Me miró, amenzante-No os traeréis algo entre manos vosotros dos,¿No?

-¿Nosotros? ¿A qué fin?- La miré con la mueca burlona  más exagerada que pude y añadí en un tono seductor-¿Estás celosa?

-¡No!  ¡Para nada!- Exclamó, levemente ruborizada bajo aquella máscara de ira contenida y hostilidad-¿Porqué iba yo a...?

Reí de buena gana y ella paró, con una mueca de desconcierto pintada en su cara.

- No te preocupes- Dije de la manera más tranquilizadora que pude y, sin darme cuenta la abracé- No pasará nada, estará incluso bien- Le susurré al oído.

De nuevo aquel aroma a malvas y a plantas catachanas. Ella se tensó al contacto con mis brazos y retrocedió un poco, pensé que me destriparía ahí mismo, pero se limitó a asentir con una tenue y cansada sonrisa y sus músculos se relajaron. Pasó sus brazos al rededor de mi torso y apoyó su cabeza en mi hombro, tranquila, pacífica. La Flor de Catachán que llevaba dentro desplegó sus pétalos en todo su esplendor y belleza. ``Todas las Rosas tienen espinas`` Había oído decir alguna vez al Viejo, antes de que desapareciera entre las filas del 807º de Valhalla, rumbo a sabe el Emperador que planeta a combatir todo tipo de horrores y xenos. El Viejo. El puto Viejo. Aparté a mi padre de mis pensamientos y dejé que el olor a flores del cabello de Nyria me relajase. 

``Todas las rosas tienen espinas``. 

Aquella frase no podía salir de mi cabeza, siempre la había tenido presente en mis pensamientos.  Sin embargo yo calificaría a Nyria de Venus Atrapahombres y no de Rosa. Los atrapaba sin ella quererlo, cayendo ellos en su campo de atracción, en sus encantos, en sus pétalos. Se mostraba de aquella manera tan poco femenina por alguna razón que nunca supe ni me quiso contar, pero no me importaba, fuera lo que fuera que atormentaba, conseguiría apartarlo de ella. Las espinas de la Flor de Catachán iban a dejar paso a sus pétalos. Besé su negra cabellera y acaricié su cuello. Ella se estremeció imperceptiblemente y levantó su cabeza para mirarme a los ojos. Contemplé los suyos durante unos largos segundos. Aquellos hermosos ojos verdes, misteriosos, insoldables, hastiados. Tan distintos de los joviales y alegres ojos de aquella niña de la foto de hace veinte años. Me miró directamente a los ojos, como siemrpe hacía, sin vacilar, orgullosa, sin embargo el orgullo y el desafío que siempre brillaban  en ellos había desaparecido y en su lugar podía verse tristeza, una tristeza tan honda y dolorosa que podría hacer sombra  a la agonía que Reks o Pierre habían sufrido. Contempló mis ojos, azules, uno real, el otro biónico aunque fueran idénticos. Mis ojos normalmente animados, burlones, pendientes del mínimo detalle para descargar una borma.Mis ojos ahora teñidos de compasión, de empatía. De un cariño que había surgido tan rápido como nuestra espóntanea amistad. Me pregunté si ella me había escogido a mí o simplemente había sido acción del caprichoso destino que tanto me había arrebatado y tanto me había dado a lo largo de mi vida. Hundió su cabeza en mi pecho para esconder una lágrima que bajaba por sus mejillas. Sonreí para mí, al fin y al cabo Nyria seguía siendo Nyria. Besé de nuevo su cabeza y me prometí a mí mismo que liberaría a Nyria de las penas que la castigaban.

Al día siguiente, Optima Secundus

Bajamos de la Ladón entre risas y bromas con los Skianos y los otros miembros  de nuestra sección. Nyria estaba inusualmente callada tras nuestro episodio del día anterior y parecía mucho más tranquila, si bien algo triste. Nuestras miradas se cruzaron un par de veces y ella me correspondió con una cansada pero alentadora sonrisa que  me indicó que sus espinas estaban desapareciendo. El Capitán nos había dado permiso para estar por el centro y la periferia de la hermosa y enorme ciudad colmena de Halía, una ciudad que parecía hecha enteramente de cristal azulado y metales blancos. Nos reunimos con Inrah en un café llamado ``La Torre`` por su forma cilíndrica, que girba sobre sí. Tomamos uno de  los mejores cafés que he probado en mi vida y, tras una hora de charlas y preparaciones, tomamos un camión civil hacia los barrios bajos de la ciudad. Me pareció irónico que una ciudad tan bonita y limpia como aquella pudiera albergar a aquella clase de basura social. 

En el camión, Inrah me entregó un abrigo largo y gris oscuro que pesaba más de lo normal.

- Ten, póntelo- Me ordenó.

Toqué el relleno, duro como una piedra. Como si adivinara mis pensamientos, respondió:

- Es kevlar reforzado con acero, casi una antifrag. No te preocupes, las armas de esos pandilleros no te harán nada con eso puesto.

En los bolsillos interiores había dos  pistoleras que contenían sendas pistolas semiautomáticas, de un color gris oscuro sin brillos y un sistema de puntería láser bajo el cañón. Una pistola modelo Sicom, Denam. Inrah se puso otro abrigo como el mío y le pasó uno a Nyria, que conducía. Ella negó con la cabeza y lo apartó.

- No llevo abrigos- Dijo- Nunca.

- No seas necia- Le reprendió Inrah con una inusual gravedad en su suave voz- No sabemos que puede pasar si deciden atacarnos, y si el Mando sabe que hemos venido aquí estaremos en problemas, así que póntelo.

Nyria se puso el abrigo a regañadientes.

- Y ciérratelo- Le advirtió de nuevo Inrah mientras subía la cremallera de su abrigo hasta casi la barbilla.

Cerré el mío también. El abrigo tenía una capucha con los bordes forrados en una piel peluda que no supe saber de qué animal era y un cuello que subía hasta casi mi nariz. Me lo até hasta arriba del todo y pegué los cierres de belcro que tenía por encima de las cremalleras. Después de un par de minutos dentro de la camioneta, Nyria aparcó delante de un bar que parecía haber vivido tiempos mejores. Era un edificio gris entre otros dos más altos, de tal manera que parecía un enano achaparrado. Su exterior estaba pobremente decorado con varias ventanas circulares anaranjadas de marco hecho en hirro forjado que parecían las pestañas de un ojo. Tenía una puerta metálica con un visillo corredero y varios carteles de letras rojas en los que se anunciaban conciertos de hace años y chicas dispuestas a hacer lo que fuera con tal de conseguir algo de dinero.  El típico sitio donde nunca irías de no tener una buena razón.

- Ya hemos llegado- Anunció Nyria mientras se desabrochaba el cinturón.

- Bien- Inrah desplegó un mapa de la ciudad con cuatro sitios marcados con círculos rojos- Este es el primer sitio donde tendremos que investigar. Andaos con ojo y dejadme hablar a mí ¿De acuerdo?

Nyria y yo asentimos al unísono, Inrah se santiguó y bajó de la camioneta, la seguimos a poca distancia. Inrah nos hizo señales para que nos colocáramos a ambos lados de la puerta mientras ella llamaba. Yo me puse a su derecha, con una mano dentro del abrigo, asiando una de las dos pistolas que llevaba dentro. Nyria se colocó a su izquierda y entreví el brillo plateado de uno de sus cuchillos bajo la tenue luz que emitía una bombilla de luz blanca que estaba encima de la puerta. Inrah llamó dos veces. Nadie respondió y llamó de nuevo, esta vez con un poco más de fuerza. Tras unos segundos el visillo corredero de la puerta se echó a un lado y unos ojos marrones aparecieron tras él.

-¿Quién?- Preguntó una voz ronca e intimidante.

- Me han dicho que aquí podía hablar con Tirrius el Tuerto- Dijo Inrah en un tono completamente neutral.

- ¿Quién?- Repitió de nuevo la voz, refiriéndose al informador de Inrah.

- Lerr Destroza-Montañas.

Supuse que era un nombre en clave. El visillo se cerró y tras unos segundos varios chasquidos sonaron tras la puerta mientras sus seguros eran retirados. Inrah nos tendió unas gafas de lente rectangular verde con protectores laterales y correas de goma negra.

- Ponéoslas, quiero que crean que somos mercenarios, pistoleros a sueldo o lo que sea con tal de no levantar sospechas.

Nos las pusimos. Yo sobre los ojos, Inrah  y Nyria sobre la frente. A Nyria no le gustaba nada esconder su cara, pues lo consideraba un signo de cobardía. Mirar a los ojos lo más desafiante y arrogantemente posible era el credo de los duros, Valhallanos, Catachanes, Bandher... ese tipo de gente. La puerta se abrió y un tipo calvo, corpulento, en camisa de tirantes blanca manchada de grasa y con una pistolera enorme colgando de su cinturón nos miró de arriba a abajo, estudiándonos. Llevaba un puro tan grande como uno de mis dedos en la boca y miraba con desconfianza. Pensaba que nos haría responder a alguna pregunta, pero se limitó a dejarnos pasar. La luz en aquel local era más bien escasa, multitud de mesas redondas de madera desgastada daban asiento a escoria social de todo tipo: pandilleros, mercenarios de baja cuna, camellos, ladrones y sabe el Emperador a qué se dedicaría el resto. El ambiente estaba cargado de humo, de un penetrante olor a alcohol, de música apagada y  blasfemias y palabras malsonantes. Una chica muy ligera de ropa bailaba alrededor de un poste metálico sobre un pequeño escenario al fondo del local, animada por los vítores, silbidos y billetes que le lanzaba su eufórico público. Nos dirigimos a la barra bajo la atenta mirada de un grupo de cuatro pandilleros con crestas verdes y camisetas sin mangas rojas que miraban a Inrah relamiéndose. Me puse detrás de ella para que dejasen de mirarla de esa manera y uno de ellos desenfundó una pistola láser de carcasa roja y diseño similar al de Nyria, con el cargador a un costado, pero el que parecía el jefe (por la cantidad de tatuajes y piercings que llevaba) le detuvo con un gesto y se concentraron en Nyria con una mueca no menos repulsiva. Los maldije en voz baja. Me fijé en Nyria, que miraba desafiante y un tanto malhumorada a su alrededor, parecía alguien completamente distinta con aquel abrigo puesto cuyo cuello tapaba la mitad de su cara, incluída la nariz. El abrigo nos llegaba  hasta las rodillas y nos daba un aire de duros que no podíamos con él, aquello me gustaba. Inrah susurró algo al oído de Nyria, que asintió y acontinuación apartó de un violento empujón a un pandillero vestido como los de la cresta verde que estaba encarramado a la barra, bebiendo. Él le miró furiosamente mientras se levantaba del suelo y sacaba un voluminoso revólver de uno de sus bolsillos, sin embargo optó por guardarlo de nuevo y sentarse con sus compañeros al ver la hoja del cuchillo de Nyria asomar por su abrigo. Inrah avanzó hasta la barra con un aire serio y resuelto y habló con claridad. 

- Tirrius el Tuerto ¿Dónde?

La camarera que atendía la barra, una muchacha joven de piel morena y pelo casi azul y por los hombros la miró con desdén.

- No sé de qué me estás hablando- Dijo mientras continuaba limpiando una jarra de cristal con el pliegue de su delantal.

Inrah torció el gesto y se encaramó a la barra, agarrándola del cuello de la camisa blanca de botones que llevaba.

- Escucha, puta- Casi escupía las palabras de puro desprecio, esperé, fingido- Nos han dicho que podíamos encontrarlo aquí, y no estoy dispuesta a aguantar a una desgraciada como tú- Sacó una de sus pistolas y se la puso en la frente, nadie se volvió, estaban todos pendientes de la bailarina, que acababa de desprenderse de su última y diminuta prenda y la hacía girar en su dedo índice- Última oportunidad.

Presionó aún más el cañón de su pistola contra la frente de la asustada chica, me dio un poco de pena.

- E...está en la..la puerta detrás de la barra- Tartamudeó mientras señalaba con torpeza una puerta de madera detrás de ella- ¡Porfavor no me mates!- Suplicó.

Inrah retiró la pistola y la guardó.

- No hará falta- Y añadió tras una breve pausa mientras cerraba su abrigo- De momento.

Pasamos tras la barra y la chica llamó, temblorosa, a la puerta con los nudillos. Abrió unos centímetros la puerta y habló con voz asustada y respetuosa.

- ¿Amo? Quieren hablar con usted.

Tras un par de segundos abrió la puerta, nos dedicó una apresurada reverencia y entramos. El interior era mucho más luminoso y acogedor que el resto del edifcio, con muebles en buen estado y sillas forradas en terciopelo rojo. Había un escritorio de caoba al fondo, donde estaba sentado un tipo que parecía joven,  rubio y de pelo corto, con un parche y una sonrisa que me transmitió malas vibraciones nada más verle. Había tres guardaespaldas tamaño Bandher en la sala, uno a cada lado de la puerta y otro detrás del que supuse era Tirrius. 

- Vaya, vaya- Puso las piernas sobre la mesa y cruzó los brazos tras su cabeza. Me repugnaba en un sentido que no pude comprender- ¿Qué tenemos aquí? Personalidades tan opuestas como su procedencia. Tallarn, Catachán, Valhalla....- Se echó a reir, aquel sonido era extremadamente perturbador- ¿Qué trae a media Galaxia por aquí?

Me sorprendió que supiera nuestros orígenes, aquel tío me daba muy mala espina. Inrah avanzó hacia él, reespaldada por Nyria y por mí.

- Tirrius ¿Verdad?

- El que viste y calza, señorita. Por favor, sentaos- Hizo un gesto a Inrah y a Nyria para que se sentaran en las dos sillas que estaban enfrente de él. Yo me quedé de pie detrás de ellas dos, me encendí un cigarro y metí las manos en los bolsillos.

El guardaespaldas que estaba detrás de Tirrius me miró de reojo y gruñó, no debí gustarle mucho. Sus guardaespaldas llevaban trajes negros de camisa y corbata rojas y gafas de sol redondas de lente naranja, un clásico. Tirrius sirvió tres copas de un líquido ambarino, alcohol, supuse. Él cogió una y tendió las otras dos a Nyria e Inrah, yo parecía ser enteramente ignorado.

- Supongo que querrán hablar de negocios- Dijo Tirrius mientras probaba con sumo placer su copa.

- Algo así- Aclaró Inrah- Nos gustaría que identificase el arma que causó estas heridas- Tendió unas fotos y una tablilla de información a Tirrius, que la miraba con interés.

- Ya veo- Examinó los datos y las fotos- Cortes muy limpios pero que causaron una hemorragia muy grande- Pensó durante unos segundos y añadió- Podrían ser causados por armas monofilamento o un arma muy afilada, para resumir- Miró a Nyria y sonrió- Creo que tu amiga Catachana podría aclararte algo sobre eso- Garabateó algo sobre una tarjeta en blanco y se la dio a Inrah- Ten, es la dirección de un experto en estos temas, lo mío es el analísis de drogas.

- Muchas gracias, Tirrius- Inrah se levantó de su silla y Nyria la siguió- Por todo.

Él rió de nuevo, por un momento el tiempo pareció pararse.

- ¿Ádonde te crees que vas?- Hizo un gesto con las manos- No hago esto gratis.

Inmediatamente, sus guardaespaldas se pusieron delante de la puerta, bloquéandonos el camino.

- Lo siento, no tenemos suelto- Dijo Inrah, tranquila- Si quieres podemos...

- La Catachana- Dijo Tirrius, sin más, señalándola con un largo y esbelto dedo. Sin duda alguna se hacía la manicura.

Nyria alzó una ceja, extrañada.

- ¿Perdón?

- Una noche con la Catachana- Se recostó en su lujosa silla- Vostros dos podéis dedicaros a lo que queráis mientras tanto.

Nyria bullía de rabia, a punto estuvo de saltarle al cuello.

- ¿¡Pero tú que te has creído, maldito engreído!?- Derribó la silla que tenía en frente de un manotazo y arrojó su abrigo al suelo, sacando sus tres cuchillos y la pistola láser que guardaba en él. Lo encaró con la pistola y guardó con una velocidad impresionante los cuchillos en su cinturón- Solo repite eso, y estás muerto.

Tirrius se partió de risa esta vez.

-¡Tienes agallas! Esto será verdaderamente divertido- Hizo un rápido ademán y, todos a una, fuimos inmovilizados por detrás por sus secuaces. Se levantó y avanzó hacia Nyria con paso lento y tranquilo. 

Me di cuenta de que llevaba un traje carmesí y una corbata negra, un atuendo poco apropiado para alguien que vivía en un barrio como ese. Había gato encerrado.

- Y como os habéis negado...- Tomó con delicadeza un mechón de pelo de Nyria y lo olió. Exhaló, satisfecho, y se dedicó a pasar uno de sus dedos por el iracundo semblante de Nyria- Las dos pagaréis por una. Tú, Valhallano- Me arrancó el cigarro de la boca con una rapidez endiablada y lo usó para crear un pequeño agujero en el escote de Nyria, que protestó a gritos, llamándole de todo- Puedes mirar si de verdad te place.

Sonrió con la lujuria y la demencia de alguien que ha perdido toda su cordura de golpe. Intenté decir algo, pero una gigantesca mano me tapó la boca. El semblante de Tirrius recuperó la compostura, se echó el pelo hacia atrás con un gesto rápido y elegante y echó a andar de nuevo hacia Nyria.

- Veamos qué tienes, belleza- Le desabrochó el cinturón y sus pantalones cayeron un poco ( pues le quedaban algo grandes y siempre los ajustaba con el cinturón) dejando a la vista el gris oscuro de su ropa interior.

Ella gritó, indigada y le dio una brutal patada en la cara. La sangre manó de sus labios y él los lamió, disfrutándolo.

- Me habían dicho que las Catachanas eráis muy testarudas, muy orgullosas- Hizo una pausa mientras sacaba un escalpelo de los pliegues de su traje- Que cuesta dominaros, pero que una vez sabéis quién manda sois como gatitas- Sonrió de nuevo con aquel rictus lascivo en la cara- Y esta es mi manera de enseñar a gente como tú quién manda- Movió el afilado escalpelo de un lado a otro del campo de visión de Nyria- ¿Cual debería amputarte?

-¡¿Qué?!- Nyria era presa de la ira y del terror, intentó darle una patada de nuevo, pero el guardaespaldas que la agarraba le rodeó las piernas con uno de sus poderosos brazos.

Tirrius cortó los tirantes de su camiseta de un solo movimiento amplio de mano. Otro corte horizontal segó la otra parte de su escote y cayó sobre el suelo, junto al resto de su camiseta. No llevaba un sujetador en sí, si no una tira de tela verde oscura enrollada sobre el pecho. Tirrius dirigió un nuevo corte en vertical y la prenda cayó al suelo junto a su camiseta. Por un instante el tiempo se paró mientras miraba atónito, sin poder creer lo que veía. Sus pechos eran tan grandes y firmes como había apostado tantas veces con Dante y Dael. Un corte delgado y alargado, similar al que tenía en su pierna cubría parte del derecho. Tirrius se relamió mientras acercaba su bisturí al pecho de Nyria.

- No me decido por cual amputar- Miró al gorila que tenía yo detrás- ¿Cuál debería escoger, Terok?

El tal Terok habló con una voz fuerte y seria.

- Si le soy sincero, maestro, la cicatriz que tiene el pecho derecho me repugna en demasía.

Tirrius asintió y se dispuso a cortar. Nyria se revolvía y gritaba, Inrah estaba totalmente inmovilizada, con una mano tapándole la boca y la nariz y otra los brazos, contemplaba con ojos desorbitados la escena. El acero del bisturí tocó la piel de Nyria y de inmediato ella gritó de dolor, con una delgada columna de sagnre cayéndole por el tronco. Escupió a Tirrius y le dio en el ojo, él se limitó a pasar un dedo para mojarlo en la sangre de Nyria y lo lamió, una lágrima caía por la mejilla de Nyria. No pude más, estallé como nunca lo había hecho.

- ¡¡¡Maldito cerdo!!! ¡¡¡Te mataré!!!- Nunca había gritado tan fuerte en mi vida.

Tirrius se volvió hacia mí y dio la espalda a Nyria, que lloraba con la cabeza gacha. Ese cabrón, ese despojo de la humanidad había conseguido algo que la guerra no había logrado en muchos años, hacer llorar a Nyria. Yo estaba que no podía disimular ni mi ira ni mis deseos de matar a aquel desgraciado.

- Qué poco respetuoso- Me miró fijamente, los ojos de un loco con aspecto de cuerdo. Un lobo disfrazado de oveja- Lo primero que te oigo decir y es semejante...- No terminó la frase. Pasó un dedo de lado a lado de mi garganta y una sensación de picor inundó la zona donde había tocado.

Puso el escalpelo delante de mis ojos para que lo viera. Lo contemplé con horror mientras oía de fondo mi agitada respiración y los apagados sollozos de Nyria, que intentaba pararlos a toda costa.

- No serás ca...- No pude terminar la frase, pues la delgada y afiladísima hoja del escalpelo cruzó mi garganta de lado a lado y las palabras murieron antes de llegar a mis labios.

Noté como la sangre, caliente y fluida, caía por el largo y fino corte y me empapaba la camiseta y el pecho. Intenté decir algo, pero lo único que conseguí fue que un chorro de sangre saliera del corte y diera en la frente de Tirrius, que se reía sin control ni cordura, doblándose casi sobre sí mismo mientras sus dementes carcajadas creaban siniestros ecos en la sala, que se acababa de convertir en un infierno. Los guardaespaldas se mantenían ahí, quietos, callados, casi parecían inertes. A una señal de Tirrius el que me sostenía me lanzó al suelo.

Y ahí estaba, cayendo al suelo, con la garganta destrozada y desangrándome poco a poco. Y para más inri Tirrius había se vuelto hacia Nyria de nuevo para continuar su trabajo. Por fin toqué el suelo. Noté como la sangre caía por los costados de mi cuello y algo dentro de mí, impulsado por el horror que suponía la muerte que tan próxima sentía, gritó. Sin embargo, lo único que salió de mi boca fue un asqueroso sonido húmedo y gorjeante acompañado de un chorro de sangre. Mi pierna izquierda sufría espasmos y se tensaba y destensaba por su cuenta, mientras yo miraba al techo con los ojos perdidos en el vacío, en la muerte tan cercana. Vi una luz al final del camino, la Gloria, los infiernos o simplemente el olvido. No me importó, al fin y al cabo era el final.

¿Verdad?

Al mismo tiempo, en esa misma habitación...

Inrah contempló con los ojos desorbitados como el cuerpo de Tristán caía contra el suelo y lo manchaba de sangre. El corte que tenía en la garganta era solo visible por la sangre que salía de él, pues era tan delgado que apenas se podía ver. Tristán tenía la mirada, vacía, fija en el techo y un chorro de sangre acompañado de un repugnante sonido húmedo salió de su garganta de repente. Intentó asimilar todo aquello, sabía que sería peligroso, pero no hasta tal extremo, había sucedido demasiado rápido, demasido como para que ella hubiera podido hechar mano de su teatral actuación para salir de aquélla. Solo quería saber más sobre las pruebas, encontrar al culpable y ajusticiarlo. Solo quería hacer algo bueno por los que habían muerto.

Y sin embargo ahora estaba apunto de unirse a ellos.

- ¿Por dónde iba?- Tirrius limpió la sangre de la hoja de su bisturí con la lengua y se dirigió hacia Nyria, que lo insultaba y gritaba a un volumen que le estaba haciendo que su garganta le doliera.

Inrah miraba con los ojos desorbitados de horror como Tirrius agarraba con fuerza la barbilla de Nyria para que no se moviera ni gritara más mientras él se disponía a impartir su particular y sádica ``justicia``. Inrah tenía los pensamientos bloqueados, todo lo que estaba pasando era culpa suya, todo....Y como superior de ambos, Tristán y Nyria, debía asumir las consecuencias. Sí, aquello era lo correcto. Reunió todo el valor y el aire que pudo y gritó:

- ¡Déjala! ¡Yo asumo su castigo!

Se dio cuenta de que le temblaban las piernas y los labios. Tirrius se giró hacia Inrah lentamente y andó hacia ella con paso ausente hasta quedarse a un paso escaso de ella. La miró en silencio durante unos interminables segundos, Inrah bajó la mirada al suelo, sintiéndose insignificante e incapaz de sostenerle la mirada a nadie.

- Vaya- Empezó Tirrius en un susurro afilado como el escalpelo que sostenía en su mano derecha mientras elevaba la barbilla de Inrah con un largo dedo para mirarla a los ojos, que ella mantenía fijos en el suelo- Ya no eres tan arrogante ¿Eh? Que rápido se te han bajado los humos- Rió por lo bajo y aquel sonido le recordó a Inrah a una de las serpientes que deambulaban por el vasto e implacable desierto cuando aún vivía en Tallarn.

Pasó sus dedos por el cuello de Inrah hasta llegar a su sien, donde se detuvo para acariciar su asustado rostro. Un escalofrío recorrió a Inrah desde la base de su columna hasta su cuello cuando su piel entró en contacto con los dedos de aquel maníaco, él pareció advertirlo y una pequeña sonrisa llena de lujuria y malicia apareció en su cara. Acarició la piel que estaba en torno a su ojo derecho y fue acercándolo cada vez más al globo ocular, que era enteramente verde.

- Tienes unos ojos realmente hermosos, nunca había visto unos así- Inrah notó un punzante y tremendo dolor cuando su uña pasó por un costado de su ojo y el dedo se fue desplazando poco a poco detrás de su globo ocular- Deberías compartirlos.

- N-n-no, n-no lo ha...- Logró titubear Inrah mientras notaba como sus brazos y piernas comenzaban a temblar aún más por culpa del dolor que Tirrius le estaba causando. 

Inrah no pudo terminar su súplica, que fue interrumpida por un desgarrador y agónico grito que rebotó en las paredes insonorizadas de la habitación donde estaba viviendo su propio y dantesco infierno. Tirrius había sacado el ojo de su cuenca con un repulsivo sonido, precedido por el colosal grito de dolor que Inrah profirió, presa del dolor, del pánico, de la culpabilidad. 

Nyria contempló con un miedo aún mayor que el que sentía antes el hilillo de sangre que caía de la cuenca vacía de Inrah y resbalaba por su anguloso rostro hasta llegar a la barbilla, donde caían las gotas al suelo. Inrah apretaba los dientes y hacía visibles esfuerzos por no gritar más. Tirrius tenía su ojo en la palma de la mano y lo miraba admirado. Era una esfera de un color verde muy llamativo manchada de sangre.

- Nunca había visto nada así- Susurraba él, contemplándolo embombado.

Nyria apretó los puños, ya era demasiado. No iba a aguantar a ese bastardo un segundo más. Aprovechando que la presa de acero que el guardaespaldas de Tirrius mantenía sobre sus piernas se había aflojado un poco al oír los gritos de dolor de Inrah, le dio una patada en la entrepierna. El hombre se dobló y Nyria se zafó de él. Desenfundó uno de sus cuchillos a la vez que giraba sobre sí misma y lo clavó en el cuello del desgraciado, a continuación desenfundó otro casi en el mismo movimiento y justo antes de parar de girar lo lanzó al que había estado agarrando a Tristán, que desenfundaba una pistola láser. La hoja de casi medio metro del arma se hundió en su clavícula y el guardaespaldas cayó al suelo, muerto y agarrándose la herida, que sangraba a mares. Tirrius esquivó el cuchillo que le lanzó mientras corría hacia el y el impacto lo recibió en la frente el que mantenía presa a Inrah, que se desplomó pesadamente sobre el suelo sin un solo grito. El bisturí de Tirrius trazó un arco hacia Nyria con la intención de cortarle el cuello, pero ella lo desvió con habilidad y contraatacó con un cuchillazo que hubiera arrancado de cuajo el brazo de su oponente de no ser por su agilidad. Pensó en ello, asombrada, se movía con demasiada rapidez para un humano, esquivaba todos sus golpes, si bien ella paraba los suyos con relativa facilidad. Nyria pensó que podría matarlo si conseguía zafarse de él un segundo mientras desenfundaba su pistola láser y lo freía a tiros, pero pasados unos momentos del inicio del combate, los movimientos de Tirrius se hicieron mucho más rápidos y amplios, consiguiendo cortarla un par de veces en los brazos. Las hojas de ambas armas destellaban y lanzaban chispas al entrechocarse con violencia. De repente, con un movimiento rápido como el rayo, Tirrius giró sobre sí mismo, sobre una sola pierna, y se colocó en un costado de Nyria, que intentó acertarle en vano con una brutal cuchillada. Se agachó mientras aún giraba y, con  un corte muy amplio, hizo unos cortes bastante profundos en la parte trasera de las rodillas de la enfurecida Catachana, que cayó de rodillas cuando sus piernas le flaquearon. Sus piernas golpearon pesadamente el suelo cubierto de baldosas ensangrentadas y dejó caer los brazos y la cabeza, derrotada. Solo oía los apagados sollozos de Inrah, que se intentaba levantar sin éxito, pues el dolor que sentía era demasiado intenso. Miró a Tristán, que aún sangraba de su cuello, tirado en el suelo y sufriendo espasmos en su pierna derecha. No puedo evitar que una lágrima consiguiera escapar de sus ojos al ver su mirada perdida. Había sido derrotada, morirían allí, anónimamente. Al menos moriría con la satisfacción de saber que hizo todo lo que pudo. Tirrius la cogió del pelo e inclinó su cabeza hacia arriba.

- Eres dura de pelar, belleza- Le susrró mientras ponía su escalpelo sobre la piel de su cuello- Me voy a arrepentir de haberte matado.

Cerró los ojos. Por lo menos esperaba encontrarse con ellos dos en el otro lado.

Recuerdos y encuentros inesperados (Pongámonos cursis)

- ¿Crees que será así de fácil?- Dijo una voz dentro de mi subconsciente. Al principio pensé que era Nyria, pues también tenía ese tinte agridulce y hostil que ella tiene en la voz.

Sin darme cuenta, respondí.

- Estoy listo para morir- Dije, ebrio de una determinación  que en realidad no sentía.

- Dime entonces, hombre de Valhalla: ¿Es lo correcto abandonar a todos los que conoces y ansías proteger?

- Mi papel ya ha terminado- Era extraño, yo no articulaba ninguna palabra, lo que decía eran mis pensamientos, tal cual me sentía.

- Desafías a la Muerte constantemente, ¿Y ahora que has caído en sus garras y tus seres queridos desean liberarte de ellas te opones?-Me imaginé a la propietaria de aquella hermosa e hiriente voz como una mezcla entre Nyria, Inrah y un vestido negro con cuello cerrado y escote en forma de lágrima- Y te equivocas, tu papel no ha hecho más que empezar.

- Yo no diría lo mismo.

- Estás dispuesto a morir, pero morir por nada es innecesario- Susurró- ¿Tienes alguna causa por la que morir, hombre de Valhalla?

El omnipresente ``¡Por el Emperador!`` comenzó a subir por mi garganta, pero ( y que Él me perdone ) me di cuenta de que la fe en el Emperador no era para mí  una causa por la que luchar, había otros tantos billones que luchaban y morían por él, pero mi verdadera causa era mi familia. Mi familia formada por los integrantes de mi sección, mi hermano,....Nyria. No tenía a nadie más en toda la basta inmensidad de la Galaxia y debía protegerlos, en ese caso si podría morir por la causa.

- Los humanos siempre hablamos de sacrificar nuestras vidas por un bien mayor, cuando, en realidad ni siquiera tenemos claro nuestra propia causa- Continuó ella- Ahora que de verdad has encontrado la tuya, aprovéchalo. Tienes personas que proteger y, si no me equivoco, un misterio que resolver ¿Cierto?

Su cara apareció en frente mío con una media sonrisa pícara y esperanzadora. No se parecía a nadie que conociera y, sin embargo tenía algo de todas las mujeres que conocía, lo que no supe determinar era que parte correspondía a quién y sobre todo, quién era ese quién al que le pertenecía. Poco a poco mi mente se fue aclarando, al igual que su rostro. Tenía la gélida pero reconfortante sonrisa de la guardaespaldas pelirroja de Di Sera, la salvaje belleza de Nyria, los penetrantes ojos de Inrah y un aire jovial que, supuse, pertenecía a Cyntia. Alargó una mano delicada y a la vez firme hacia mi rostro y noté como se me ponía la piel de gallina.

- Ve pues, y recuerda que siempre vas un paso más adelante que la Muerte.

Me desperté de golpe, sudando. La cegadora luz blanca del techo hizo que mis ojos comenzaran a escocerme sobremanera y pronto comenzaron a llorarme por el picor. Me cagué en todo lo que pude mientras me frotaba los ojos y me senté en la cama de blancas sábanas sobre la que estaba. Debía estar en la enfermería de algún sitio, paredes blancas revestidas de instrumentos de seguimiento cardíaco, paneles de información y esas cosas, armarios de acero con botiquines y fotos y algún que otro póster en las paredes. Reparé en un delgado tubo conectado a mi brazo derecho por una jeringuilla que pasaba suero a través de ella. La arranqué y la tiré al suelo. Odio las jodidas agujas.

- Eh, tranquilo- Nyria me miraba, divertida, sentada sobre un taburete a un costado de mi cama.

- Debería colocárselo de nuevo- Repuso nerviosa una adepta del medicae, que se agachó y me colocó de nuevo la jeringuilla en el brazo, tras limpiarla- Su cuerpo ha perdido muchos nutrientes y necesita reposo y ayuda del suero.

La adepta llevaba una larga túnica blanca que le llegaba hasta los pies, con una capucha del mismo color echada sobre los hombros. Nada más que destacar, un ojo biónico, una máscara de papel sore la boca y la nariz y el pelo rubio. Intenté espetarle que nada de inyecciones, que si querían darme nutrientes que me los dieran en bocata. Me paré de golpe, y supuse que mi cara reflejaba la sorpresa que sentí, pues Nyria miró incómoda hacia otro lado y la adepta se rascó una mano con aire nervioso. Mi voz había desaparecido.

- Mi voz...¿Qué demonios...?- Pensé,me puse una mano sobre la garganta y noté un vendaje reciente, comencé a recordar.

Nyria esbozó una sonrisa forzada y me pasó un dedo por la cicatriz, que iba de lado a lado de mi garganta. Su dedo estaba extrañamente frío y la piel del cuello se me puso de gallina.

- Sus cuerdas vocales estaban demasiado dañadas como para ser reparadas- Explicó la adepta-Lo hemos intentado, pero...

- Bien, así que estoy mudo- Pensé- Esto es cojonudo, lo acabamos de poner peor.

- Si quieres, podríamos ponerte un amplificador de laringe pero...no a todos los pacientes les agrada- Continuó la adepta.

Hice un egsto con la cabeza ``¿Porqué?``

Se encogió de hombros.

- Bueno...es algo voluminoso y muchos prefieren no poder hablar- Sacó unas fotos del bolsillo de su túnica y me las enseñó.

No me pareció tan exagerado, parecía una protección para el cuello con unos agujeros en el frontal (supuse que serían del amplificador). Asentí. No me gustaba el no poder hablar, te daba una sensación de desesperación y claustrofobia que nunca antes había sentido.

- Entonces...

Asentí de nuevo, esta chica me estaba empezando a poner nervioso con tanta pausa.

- Avisaré al cirujano y prepararemos el quirófano- Se despidió de nosotros con una suave reverencia y se marchó.

Reinó durante unos minutos un silencio tan incómodo como profundo. Decicí romper el hielo, y le manda huevos, porque yo soy el mudo. Hice un gesto para captar su atención, pues miraba con aire ausente los pies de mi cama, y luego señalé su pecho, refiriéndome al corte que Tirrius le había hecho. Por cierto ¿Qué había pasado con ese desgarciado?

-¿Qué?- Nyria pareció sorprendida, pero poco a poco lo fue pillando- Ah, el corte- Se bajó el escote un poco y pude ver una larga y delgada tirita blanca manchada de sangre seca en los bordes. Luego dijo con aire decepcionado-  Veo que tienes tus prioridades ¿Eh?

Negué enérgicamente con la cabeza, arrepentido y avergonzado porque pensara que sólo me estaba preocupando por el buen estado de sus atributos femeninos. Conseguí arrancarle una sonrisa divertida. Quería saber que había pasado con Tirrius y cómo habíamos salido de ahí. Tomé una tablilla electrónica que había en una mesita de madera clara a la derecha de mi cama y escribí: ``¿Tirrius?`` Ella se mordió el labio inferior y asintió.

- Cuando te...desmayaste- Comenzó, con inquietud evidente en su voz- Tirrius atacó a Inrah y, bueno, le sacó un ojo. Ent...

Me puse a escribir frenéticamente en la tablilla, cortándola: ¿¿¿¿Cómoooooo?????

Asintió de nuevo.

- Ese individuo era un perturbado, ya lo sabes. No debería extrañarte tanto.

Me quedé pensando un rato mientras ella, alegremente, llamaba de todo a Tirrius. ¿Inrah tuerta? No podía imaginarme aquello, para mí, sus ojos siempre habían sido su seña de identidad, esos enormes y preciosos ojos verdes fosforesecente que parecían poder leer tu alma como quien lee un libro.

- Bueno- Siguió ella- Como iba diciendo, cuando Tirrius le quitó el ojo a Inrah (un espectáculo desquiciantemente asqueroso, por cierto) yo me lancé sobre él y sus guardaespaldas. A ellos los conseguí matar, pero Tirrius era demasiado rápido y manejaba aquel maldito bisturí con una habilidad impresionante, he de reconocerlo. En fin, que consiguió dejarme fuera de combate y, justo cuando iba a degollarme- Señaló un pequeño corte en su cuello- Alguien derribó la puerta y entró pegando tiros a diestro y siniestro, le arrancó la cabeza a ese puñetero desgraciado de Tirrius de un disparo de pistola bólter y nos sacó de allí. Tuvimos mucha suerte ¿No crees?

Asentí y escribí en la tablilla: ¿Quién?

- Un tal Leon Dalaras, cazarrecompensas y mercenario, mezcla de ambos. Es un tipo interesante, no tiene esa desagradable mentalidad de los suburbios y es bastante atractivo- Eso último lo dijo para reirse un poco de mí- Quizás sea un poco exagerado en sus gestos, ya sabes, en plan teatral y eso, pero por eso me parece tan interesante.

Asentí de nuevo. Tenía ganas de hablar con ese tal Leon.

Mientras tanto, en la nave de carga Ladón, Ala médica Oeste, habitación-quirófano 342...

Inrah contemplaba el parche de tela endurecida que le había dado el Mago hace unos minutos. Se lo puso y atendió a las explicaciones que ahora el Mago le estaba dando acerca de su herida y la posibilidad de reemplazarlo por un ojo biónico exacto al original.

- Dado el aspecto original de su ojo, señorita, no sería muy complicado ni caro encontrar componentes para hacer una réplica biónica, pues siendo del mismo color todo el globo ocular, será fácil fabricarlo- Explicaba el Mago, un hombre entrado en años con una larga barba canosa y una sonrisa afable, aunque era algo estirado- Teniendo en cuenta su rango y posición, creo que es también factible la réplica del original para dar forma a su ojo biónico.

- Gracias- Musitó ella mientras se colocaba mejor el parche.

- Sin embargo, las conexiones oculares fueron muy dañadas y la operación y rehabilitación serán más largas de lo normal.

- No es un problema- Aseguró Inrah con un leve asentimiento agradecido.

El Mago asintió y consultó su tablilla de datos.

- Alguien vendrá a ocuparse de usted en breve- Dicho esto, se marchó por la puerta.

Inrah se tumbó en la camilla y decidió pasar el tiempo ordenando sus ideas. Habían salido por los pelos de las garras de ese psicópata, por pura casualidad. A ella la habían querido ejecutar por insubordinación e incumplimiento de las órdenes, pero el Capitán y el comisario habían estado de su favor y todo se saldó con una degradación a cabo. Inrah había cargado con la culpa de todo, diciéndole al Coronel Trazvir (uno de los favoritos de Di Sera) que los había obligado a seguirla valiéndose de su rango superior. Recordó el momento exacto en el que el escalpelo rozaba el cuello de Nyria, que cerraba los ojos y mantenía su rostro tranquilo, inquebrantable. Inrah siempre la había admirado por su capacidad para domar sus sentimientos y la manera en la que estos influían en su comportamiento, aunque nunca lo reconocería, la rivalidad que tenían entre las dos se lo impedía. Revivió en su mente el instante en el que la puerta caía al suelo con estruendo, arrancada de sus goznes por una poderosa patada y resonaban tres disparos de pistola bólter en la sala. Los dos primeros le arrancaron los brazos de cuajo a Tirrius, que miraba anonadado la cegadora luz que entraba a través de la puerta derribada. El tercer disparo impactó en la frente del psicópata y se la hizo estallar, lanzando sesos, sangre y pedazos de hueso por todos lados. Inrah había levantado la cabeza como pudo para ver mejor a su salvador, una gran figura, tan alta como Tristán y más fornida. Iba ataviado con una larga gabardina abierta de cuero marrón, con dos correas terminadas en grandes hebillas metálicas y un cuello bastante alto, con algunos remiendos en el brazo derecho. También llevaba unos pantalones negros con una pistolera en cada pierna y un cinturón de hebilla rectangular del que colgaban un par de portacargadores, debajo de la gabardina sólo llevaba una holgada camisa gris escotada que dejaba a la vista parte de su pecho y un collar de chapas de identificación triangulares. No alcanzó a verle la cara en ese momento, pero cuando la cogió y la apoyó sobre uno de sus brazos para llevarla le vio mejor, o al menos la negra y rizada melena que le llegaba por los hombros y la barba de tres días que llevaba, no pudo ver su cara. Cuando les llevó al cuartel de la Guardia en Halía desapareció junto a dos oficiales Nemetherianos y no lo volvió a ver en los cuatro días que habían pasado. Ah sí, habían pasado cuatro días desde aquello. Deseó que Tristán se hubiera despertado por fin, pero abandonó esos pensamientos cuando unos suaves pasos resonaron por el pasillo y una adepta del medicae apareció por la puerta con un cuaderno en una mano. Inrah suspiró y se dispuso a responder a una larga y aburrida lista de preguntas.

Al mismo tiempo, en la habitación 4566 del cuartel Nemetheriano a bordo de la Ladón...

Leon miró sin mucho interés el insulso refrigerio que le habían dado para mantenerse despierto. Lo había pedido para no caer redondo, pues siempre se dormía durante las primeras horas de un viaje a bordo de una gran nave, nunca supo porqué. Tomó un sorbo, aquello sabía a rayos. Tragó con asco y posó el vaso de crsital sobre la cómoda de madera clara que había a un costado de la cabecera de su cama y se tumbó en ella. Una cama mullida y cómoda, una cocina con una despensa sola para él y una gigantesca nave llena de preciosas mujeres de un Regimiento Femenino. Sonrió y cerró los ojos, recordando lo que le había llevado hasta tal situación...

Ciudad colmena Halía, Optima Secundus, cuatro días antes.

Leon pasó por la puerta del desvencijado bar cuando el encargado le abrió. Miró el panorama, con las manos en los bolsillos y un cigarrillo en la boca. Una muchacha bastante joven y ligera de ropa giraba alrededor de una barra de acero en un pequeño escenario, al son de una música que no sonaba. Se desplazaba con movimientos lentos, casi perezosos, sensuales. Andó hacia la barra, escupió el cigarrillo al suelo y lo pisó para apagarlo. Llamó la atención de la camarera para que le sirviera algo, tanto andar de arriba a abajo por aquella ciudad-colmena le había dejado los huesos molidos y la garganta seca como el cerebro de un Orko. Arqueó las cejas e intentó recordar algún poema útil cuando la vio del todo, una chica joven, bastante guapa, morena y con el pelo azul. Ella le miró, intrigada, mientras limpiaba un vaso con una esquina de su delantal.

- Venida de allá donde la belleza de la primavera queda eclipsada por la suya propia- Recitó con exagerados gestos teatrales- ¿Qué hace una rosa de tamañana belleza en semejante campo de cardos desperdiciando el gran don que la naturaleza le ha otorgado?

Ella sonrió, divertida.

- Osea, que una cerveza ¿No?

Leon suspiró y asintió, sabedor de que su actuación había sido en vano. Aquella ciudad parecía haber sido bendecida con sus hermosas mujeres, ojalá pudiera decir lo mismo de su sensibilidad a su poesía. Apoyó la espalda en la barra de madera oscura y extrañamente limpia y bebió con placer la espumosa cerveza. Pasaron los minutos, y con ellos la primera hora de su estancia en aquel local, observando los sensuales giros de la bailarina y los cambios en su grácil danza. Pidió otras tres cervezas en el transcurso de aquella hora, que pasó lenta y apacible como una mañana de verano en Thander VII. Ah....Thander VII. Recordó con el amargo placer de las memorias lejanas aquel soleado planeta, sus edificios bajos, las puestas de siete soles, las bajas montañas cubiertas de árboles, la ciudad donde pasó los mejores seis meses de su vida. Tíndaria se llamaba la ciudad, sí, Tíndaria. Había ido a una ciudad-colmena cercana por un encargo de un influyente noble de la capital. No le había encargado una tarea fácil (nada y más y nada menos que acabar con el dirigente de una de las casas altas más importantes de la región), pero el trabajo era el trabajo, y la recompensa, la clave. Unos esbirros del noble lo pillaron por sorpresa cuando buscaba información en Tíndaria y lo tirotearon hasta que creyeron que había muerto. Pero no es tan fácil matar a un mercenario de su talla, y menos aún cuando es, además, Valhallano. Se pasó inconscientemente la mano derecha por las cicatrices que le habían dejado en el pecho y estómago las balas. Sonrió irónicamente al pensar por centésima vez en las pocas posibilidades que hubiera tenido de sobrevivir si hubieran sido armas láser. Allí, tirado en el suelo ensangrentado de un callejón cercano a un taller mecánico que parecía un hangar como los que construía la Guardia, pensó que aquel era definitivamente su fin. Había combatido a cultistas, contrabandistas, piratas eldar... maldita sea, incluso había matado unos cuantos Orkos ¿Y una panda de estirados vestidos de frac lo habían conseguido matar a tiros de escopeta y rifle automático?. Por suerte (que nunca le faltaba), la encargada del taller mecánico oyó el alboroto y entró en el callejón, pistola en mano, para ver que había ocasionado aquel escándalo. Había visto  al moribundo Leon y lo había llevado a su taller para intentar salvarlo o, por lo menos, ver si tenía algo de provecho encima. De alguna manera consiguió salvarlo, dándole cobijo en su propia casa, que estaba en el piso superior del taller. Si lo que le había dicho era cierto, había despertado al quinto día tras el tiroteo. Recordó, y la amargura se tiñó de nostalgia.

- ¿Dónde...?- Había dicho, con la voz entrecortada, levántandose de la cama para sentarse sobre ella.

- Quieto- Ordenó una voz autoritaria y a la vez dulce mientras una mano enfundada en un ancho guante gris lo hacía tumbarse de nuevo presionando un poco sobre su pecho, plagado de heridas- Eres duro, pero no estás recuperado del todo.

- ¿Quién...quién?

- ¿De dónde eres? Tienes un acento curioso.

Leon giró la cabeza, aquejado de mil dolores, a su derecha. Lo que allí vio hizo que todas las mujeres que había conocido a lo largo de su intensa vida quedaran eclipsadas por ella; Una cara joven, animada y curiosa, unos ojos vivos, grandes y negros como la obsidiana, hermosos a pesar de ello. Su sonrisa, de labios delgados, reflejaba algo de nerviosismo, pero se mantenía en la línea de la sorpresa agradable. El pelo era corto, por los hombros, con el flequillo apartado a la derecha y sujeto por un par de horquillas rectangulares no mayores que uno de sus dedos. Pero lo que más le impresionó fue su color. Una mezcla entre negro natural y rojo teñido, que se concentraba sobre todo en el felquillo. Vestía un desgastado mono de trabajo gris manchado de grasa y aceite de motor, con los brazos y la espalda al descubierto. En la pechera podía leerse ``Taller Laendra``.

- Venida de allá donde...- Empezó a recitar, automáticamente, deslumbrado por aquella divina visión.

Una sonrisa divertida lo detuvo y de nuevo aquella mano enguantada le tendió un cuenco repleto de un aromático líquido. Lo bebió de golpe, sin importarle lo caliente que estaba. Ella había reído ante tal reacción, habían hablado durante horas hasta que ella tuvo que encargarse de su trabajo. Y los días siguieron a las noches, hasta que por fin se recuperó a la segunda semana y optó por recompensarla, pese a sus negativas, ayudándola en el taller. La vida fue tranquila y agradable hasta que el ``trabajo``rompió la apacible monotomía de la vida en Tíndaria. Se despidió el siete de febrero, lo tenía grabado a fuego en la mente. Ella le había pedido que se quedara y Leon le prometió que volvería cuando terminase aquel encargo. Por supuesto no le habló de qué encargo se trataba, ya le extrañó el hecho de que Irina no le hubiera preguntado sobre aquellos tipos vestidos de frac que lo tirotearon hasta casi matarlo. Persiguió al noble durante meses, planetan tras planeta, sistema tras sistema, hasta que por fin lo encontró en Optima Secundus bajando de un tren vestido de revisor. No lo dudó dos veces, desenfundó sus pistolas bólter y lo acribilló sin piedad hasta que quedó reducido a un amasijo de carne roja, tela rota y huesos astillados. A él y a sus guardaespaldas, por supuesto. Y ahora volvía a Thander VII para cumplir su promesa, para dejar de lado toda esa turbia vida y empezar de nuevo como siempre había querido: sin bandas de mercenarios persiguiéndole, sin mutantes intentando comérselo...sin chicas a las que piropear para matar el aburrimiento. Envió parte de la recompensa a Irina y él se quedó con lo justo para sobrevivir un par de semanas hasta que encontrara transporte para Thander VII, su paraíso particular.

Cavilando en esos temas estaba cuando, de repente, la puerta se abrió de nuevo y tres figuras entraron. No parecían de allí, iban vestidos con largo abrigos grises con cuello hasta la nariz y llevaban gafas de correa de goma y protectores laterales de lente verde. Dos de ellos debían ser mujeres, supuso, por la forma de andar y su silueta, ambas de piel morena y pelo negro, sin embargo una lo llevaba recogido en una coleta y la otroa por los hombros. Sus ojos se posaron por un momento en los de la muchacha de la  coleta, verdes enteros.

El otro era un hombre, alto, fornido, de buen parecer, con las gafas sobre sus ojos y el pelo plateado y corto, con un par de mechones de pelo sobre su frente que parecían  antenas cortas. Sacaba una cabeza a la de los ojos verdes y muy poco a la otra, que miraba desconfiada a todos lados y mantenía una mano dentro de su abrigo, seguramente aferrando un arma. Por propia experiencia, Leon mantuvo una mano en su bolsillo, con su pistola bólter a mano. Los recién llegados se dirigieron a la barra y vio como unos pandilleros de verdes crestas las miraban lascivamente. Leon torció el gesto, qué poco...disimulado. Una de ellas agarró de improvisto a un pandillero del grupo de los de las crestas verdes que bebía a un par de metros de él y lo lanzó con violencia al suelo. Una vez despejada la barra, se acercaron a ella y el hombre se puso a su lado, probablemente sin darse cuenta. Era tan alto como Leon y la palidez en su piel le pareció extrañamente familiar. La de la coleta se encaramó a la barra y agarró a la camarera por el cuello de la camisa. Leon se mantuvo impasible, fingiendo estar atento a la bailarina. Ella sacó una pistola de improvisto y se la puso sobre la frente a la camarera, que temblaba de miedo. Tras cruzar algunas palabras, pasaron hacia una puerta que estaba detrás de la barra y entraron. 

- No es de mi incumbencia- Se encogió de hombros Leon, sin darle más importancia de la que aquello merecía a primera vista.

Los minutos pasaron y la bailarina ya había lanzado su última prenda, todos la miraban clamando su nombre y lanzándole billetes y bastos piropos por igual. La camarera de repente dio un chillido que sólo Leon oyó, al no estar tan inmerso en el baile como estaba el resto del local.

- ¿Ocurre algo?- Preguntó, sin más.

- ¿Qué?- La camarera levantó la vista de la copa que estaba limpiando.

- Ese grito. ¿No lo has oído?

Negó con la cabeza.

- Pues parecía....- Aquel desgarrador grito de dolor sonó de nuevo tras la puerta de la barra- Ahora lo has tenido que oír ¡Viene de ahí!- Señaló la puerta y saltó por encima de la barra, dispuesto a abrirla.

- ¡Espera! ¡No deberías entrar!- La camarera lo intentó parar posando una de sus pequeñas manos sobre el brazo de Leon, pero el ni se dio cuenta.

Plegó la pierna sobre su pecho y descagró una tremenda patada sobre la puerta, que salió despedida contra el suelo. Lo que allí vio le impactó como pocas cosas lo habían hecho a lo largo de toda su carrera como mercenario. Tres tipos vestidos con traje negro yacían muertos en el suelo, dos de ellos con grandes cuchillos clavados en la calvícula y la frente respectivamente. El hombre del pelo plateado yacía en el suelo con un corte delgado pero profundo en el cuello, manchando de sangre su abrigo y el suelo, que era de mandera pulida. La de la coleta estaba intentando levantarse del suelo, con una mano sobre él y otra en la cara. Un hilillo de sangre caía por su barbilla. Y por último estaba la que quedaba; Su abrigo estaba en el suelo y pudo ver que no llevaba nada debajo. Más tarde se dio cuenta de lo que estaba pasando cuando vio restos de tela cortada en el suelo. Un individuo con un bisturí intentaba cortarle un pecho. Simplemente perturbador.

Con un rugido de rabia que murió en su garganta, desenfundó una de sus pistolas bólter y disparó contra el del bisturí. Y así sus destinos se habían entrelazado.

Tarel VII, al mismo tiempo...

-¿Crees que puede ser como en el 98º de granaderos, Ulrik?

Ulrik negó con la cabeza mientras se quitaba la máscara y el casco.

- No lo sé- Contestó- Es probable que sea un ajuste de cuentas entre pelotones, pero también podría ser como en el 98º, sí.

- Di Sera cree que es así.

- Di Sera es un hombre sensato e inteligente- Ulrik se apoyó contra la pared del Chimera- Pero de esto no tiene ni idea. Lo suyo es la táctica, no este tipo de cosas, por eso hemos sido enviados nosotros.

- No olvides que debemos informar a la coronel- Recordó el cabo Snare a su sargento, Ulrik- Llevamos dos días sin enviar nada, se estará preguntando que pasa.

- No hemos enviado nada- Empezó Mist, dirigiéndose al joven cabo- Porque Di Sera nos tiene de un lado a otro de este jodido planeta en busca de indicios sobre las causas de los asesinatos, cree que es como en el 98º.

- ¿Qué pasó en el 98º de granaderos?- Preguntó Snare, harto de no saber a qué se estaban refiriendo.

- Un culto secreto a una Diosa que resultó ser una manifestación de uno de los Cuatro Innombrables. Sus adeptos masacraron a casi una compañía siguiendo las instrucciones de su líder, uno de los capitanes de confianza del general del regimiento.

- ¿Cuántos fueron?- El joven cabo temía enfrentarse a algo que no pudieran controlar.

- Aproximadamente cincuenta soldados, un pelotón completo.

Snare se quedó sin habla. ¿Y cincuenta fanáticos habían acabado con casi quinientas personas? Imposible.

- Cuando los cultistas adquieren el favor del Dios al que adoran se vuelven verdaderas máquinas de matar, muchacho- Aclaró Ulrik al ver la cara de desconcierto que tenía Snare- Su líder terminó convertido en un engendro del Caos.

- Cuernos, garras, cola terminada en guadaña, ya sabes- Remató Mist, con una irónica sonrisa.

- ¡No me joda que tenemos que luchar contra eso, sargento!- Exclamó asustado el joven.

Ulrik se encogió de hombros y señaló la calavera sobre dos kukris cruzados que tenía grabada en la hombrera derecha.

- Somos del SICOM, cabo. Lo mejor de los Regimientos de Namether, somos la élite y como tal, nos enfrentamos  a lo peor de lo peor. Suponía que ya lo sabías.

A Snare le temblaban las piernas.

- Yo ya sabía eso ¡Lo que no sabía es que teníamos que enfrentarnos a agentes del Caos con semejantes grados de mutación!

Mist bajó la mirada por respeto al miedo que sentía el cabo. Ulrik le tendió una pequeña placa de datos.

- ¿Quieres ver como terminaron aquellos herejes?- El Chimera dio un bandazo- Adelante, considéralo un informe de reconocimiento.

Snare cogió con una mano temblorosa enfundada en un mitón negro la placa de datos que su sargento le tendía y se la colocó en la parte trasera del casco. Una ristra de imágenes aparecieron en el pequeño proyector holográfico que tenía en la lente derecha de sus gafas de combate. Mediante impulsos mentales, fue pasando las fotos una a una, cada cual más horrenda y herética. Soldados ataviados con túnicas rojas yacían destrozados en el suelo, lleno de sangre y agujeros de disparos. Muchos de ellos tenían cuernos en la frente y la barbilla o caras similares a las de perros, otros tenían largas garras de hueso y los más tétricos tenían la piel enteramente cubierta de escamas negras y tenían una larga lengua bífida. Desconectó el proyector holográfico y miró a Ulrik, después a Mist, que se había colocado su máscara, pintada de blanco y con detalles que la hacían parecer las mandíbulas de una calavera. Le miró con aquellos fríos ojos rojos que tenía y él le sostuvo la mirada durante un segundo, para luego tender la placa de datos a Ulrik.

- ¿Y bien?- Ulrik guardó la placa de datos en uno de sus portacargadores.

Snare echó poco a poco el aire que había estado reteniendo sin darse cuenta.

- Estoy listo para lo que sea- Puso su puño izquierdo a la altura del pecho mientras descolgaba su rifle láser sobrecargado de su mochila y lo agarraba con fuerza- ¡Por el Emperador!

- Así me gusta,cabo- Ulrik le devolvió el saludo en señal de respeto y reconocimiento.

Mist los imitó por pura tradición y después los tres se sentaron en los asientos del transporte. Snare miró a Ulrik, que se pasaba una mano por la calva cabeza mientras miraba distraído al techo.

- ¿Cuál es el plan, sargento? Nos dirigimos a Khopesh ¿Cierto? ¿Abandonamos la investigación?

Mist negó con la cabeza.

- Algo me dice que la investigación proseguirá en Khopesh, cabo. ¡Imagínate! ¡Combatir pielesverdes de día e investigar asesinatos de noche! Será fantástico- Ironizó.

- Sí, estoy impaciente por llegar- Respondió Snare con aire cansado- Esa puta bola de arena será mi jodida tumba.

- Modera ese lenguaje- Advirtió Ulrik, que miraba unos informes en su placa de datos personal que tenían todos los SICOM en la muñequera derecha- Entre nosotros te lo permito, pero si dices algo así delante de alguien que no sea un SICOM, se van a pensar que somos como ellos. Debemos mantener una reputación, cabo. Recuérdalo.

Snare asintió en señal de disculpa y consultó su propia placa de datos para informarse acerca de los planes que tenía el Mando del SICOM para ellos en Khopesh. Mist hiz lo propio y tras unos minutos dijo:

- Envían a la 34ª Compañía, no es la nuestra.

- Ahora estamos al servicio de Di Sera, olvídate de volver a combatir en la 29ª por un tiempo- Respondió el sargento con aire ausente.

- Preparaos para desembarcar en breve, estamos llegando al espacio-puerto- Informó Di Sera a través de los altavoces que conectaban la cabina (donde estaba hablando con el piloto) con el compartimento de pasajeros.

- Bien, chicos- Ulrik se levantó, quitó el cargador de su rifle láser sobrecargado, le puso el seguro y se lo colgó al hombro, el resto le imitaron con rapidez y diligencia- Nos vamos a la Ladón.

A bordo de la Ladón...

Me miré en el espejo que tenía en el baño de mi habitación. Había pasado tres horas en el quirófano mientras me colocaban unos implantes en la garganta. Eran dos aros de hierro no mayores que la base de un cartucho del ocho para escopeta. Me habían explicado que servían para conectar el amplificador, pero no me enteré de más. Parece ser que se puede quitar y poner sin problemas, ya que es incómodo para dormir, comer y mil cosas más, así que decidí que sólo lo usaría si debía hablar o, directamente, en combate. Me darían el aparato más tarde, cuando lo calibraran según mi voz y parámetros, no sé, yo no entiendo de eso. Me pasé un dedo por el borde, estaba limpio y pulido, me recordó a los aretes de hierro que usaba Nora. Casi la había olvidado, era extraño, con todo el tiempo que había pasado con ella. La había conocido en Nieria, durante los años que pasé ahí junto a mi hermano, pues mis padres eran guardias imperiales y les habían destinado a otro sitio sabe el Emperador dónde. Al irse, nos había dejado a cargo de Nora, amiga de la familia. Ella tenía unos treinta años y un hijo de casi la edad de mi hermano. El chaval se llamaba Maceus, pero como era un nombre demasiado ``grande`` para un niño, lo dejábamos en Mace a secas. Mi hermano y él eran muy buenos amigos, incluso yo me llevaba bien con él. Nora trabajaba en la biblioteca local y era viuda, su marido había muerto en combate contra unos insurrectos poco antes del nacimiento de Mace. Nunca supe porqué, pero tenía una magia que me cautivaba, a pesar de tener casi doce años menos que ella. Quizás fuera el naranja ígneo de su pelo, sus grandes aretes plateados o la manera en la que sus tirabuzones le caían sobre los hombros. Quizás fuera la sonrisa que sus ojos me brindaban cuando sus labios no podían. 

Era una mujer más bien melancólica, normal en todos los aspectos físicos. Era lista, mucho más que yo, y ambos lo sabíamos, aquello me gustaba en cierto modo. Sin pretenderlo, ocupé poco a poco el lugar de su marido, que en paz descanse junto a ella. Cuando me enteré de la plaga zombie que asoló el planeta me entró una depresión que me dejó hecho polvo, pensar que había muerto, alguien como ella, que siempre había estado ahí para todos. Interrumpí aquellos pensamientos, odio revivir el pasado, y aún más si está muerto.

Saqué la cuchilla de afeitar y me puse a ello, pues ya asomaba una clara sombra en mi cara. Mientras pasaba la cuchilla de arriba a abajo, caí en la cuenta de que llegaríamos en tres días a Thander VII, un planeta cercano. Nyria me había dicho que harían escala ahí para dejar a Leon, como favor y, ya puestos, para gorronear algunos suministros de las centrales locales del Munitorum. Me pregunté porqué Leon querría ir a ese planeta, no había delincuentes que cazar ni nada por el estilo, al menos que yo supiera. Encogí los hombros, no era de mi incumbencia.

Alguien abrió la puerta y entró a paso vivo, desenfundé mi pistola.

- ¡Vaya! Estás aquí- Nyria y Dael entraron. Dael se apoyó en el resquicio de la puerta, de brazos cruzados, y Nyria se apoyó contra la pared, a mi lado- Pensé que seguirías durmiendo.

Negué con la cabeza e hice un gesto en horizontal con la mano. ``No, ya he dormido de sobra``. Lo acompañé de una sonrisa para que no pensaran que estaba molesto, es difícil expresarse sin poder darles emociones a tus palabras.

- Je, si le hubieras visto en la Legión Penal- Dante asomó por un costado de la puerta, con Nix detrás, agarrada a su hombro- ¡A punto estuvo el vigilante de hacer estallar su collar porque se quedó dormido en medio de la trinchera!

Todos rieron, menos yo, que sólo podía sonreír mientras me afeitaba. Les señalé a todos y me encogí de hombros, como preguntando. ``¿Qué demonios hacéis todos aquí?`` Por suerte parecían comprenderme.

- Estábamos preocupados por el estado de nuestro experto en explosivos- Dael me dio una palmada en la espalda y me hice un corte en la mejilla. Le di una colleja.

Pasaron unos minutos, ellos hablaban y yo gesticulaba, nada que destacar. Nix y Dante se fueron y Dael les siguió tras robar un par de botes de desodorante cuando no miré. 

- Estamos solos- Nyria se separó de la pared y me pasó una mano por la espalda- ¿Sabes lo qué eso significa?

Dudé, Nyria era experta en tomarme el pelo. Me encogí de hombros, algo muy habitual en el lenguaje de gestos de los Nemetherianos. ``No sé, dímelo``

- Que tienes tiempo de hablar con Leon- Se separó de mí con una carcajada- Dijo que quería saber como estabas.

Genial, yo también quería verle. Si era quién yo pensaba...

Alguien llamó a la puerta. Tres golpes firmes y fuertes, monótomos. Nyria abrió, saludó a Leon para que yo supiera que era él y le hizo pasar al baño, donde seguía afeitándome. Me di la vuelta para recibirle y me topé con un hombre algo más alto que yo, no mayor de los treinta, el pelo negro y rizado en las puntas, por los hombros. Una barba corta y pulcra cubría su mentón y vestía una larga gabardina marrón con dos cintos con sendas hebillas metálicas, grandes como cargadores de rifle láser. Sí, era él. Nos miramos durante unos segundos, yo tenía que alzar un poco la cabeza. Nyria nos miró intermitentemente a uno y después al otro, extrañada. Finalmente él sonrió.

- Siempre que te veo tienes alguna herida nueva.

Me encogí de hombros. ``Será culpa tuya``. Un nuevo y largo silencio. Lo rompió él de nuevo.

- ¡A mis brazos, zagal!- Me dio un abrazo capaz de romperle las costillas a un Orko. Sí, era él. Tras unos largos quince segundos de abrazo me separó de él, con las manos sobre los hombros y mirándome con una sonrisa- Has crecido bastante, supongo que ya estás a la altura de un Daherr de verdad. ¿Lo pillas?

Sonreí para que no se sintiera ofendido, el chiste era malísimo. Nyria nos miraba sin comprender nada.

- Y qué ha sido de aquella Tallarn de los ojos de poema ¿Hm?- Él tan indolente como siempre.

Negué con la cabeza y tomé la tablilla que llevaba en el bolsillo para poder escribir. ``Acabó hace mucho`` escribí.

- Ya veo- Dijo con una mano en el mentón, con aire pensativo- ¿Y podrías entonces decirme adó...?

Nyria le cortó de golpe.

- ¿Alguien...alguien puede decirme lo que está pasando?- Preguntó con el ceño fruncido.

Leon hizo una teatral reverencia.

- Permíteme...- Le tomó una mano y se la besó, gesto que hizo que Nyria lo mirara de manera bastante graciosa- Soy Leon Dalaras, o, como a Tristán le gusta llamarme, Viejo- me posó una mano sobre el hombro y se limpió de un par de pasadas de mano restos de espuma de afeitar que había dejado yo en su camisa.

Nyria nos miró con los ojos entornados, sin decir nada, pensando la respuesta probablemente. Ella no sabía que yo llamaba así a mi padre.

- Catachana ¿Eh?- Suspiró mi padre, haciendo alusión a la escasa inteligencia para estos temas que tienen los Catachanes- Piensa un poco más, anda.

Le sonreí de la manera más alentadora que pude, intentando no ponerla nerviosa ni ponerme yo nervioso tampoco. Nyria abrió la boca para decir algo, la cerró y la abrió de nuevo.

- Eres su....¿Padre?

- ¡Premio!- Exclamó Leon, riendo- Tenemos la cabeza para algo más que para romper las de los enemigos ¿Ves?

Nyria pareció un poco ofendida por ese comentario, pero no dijo nada.

- No os parecéis en nada- Matizó.

- Genes recesivos- Respondió sin más mi padre.

- ¡Será cabrón!- Pensé-¿Cómo que recesivo?

Le di un codazo y tomé la tablilla para escribir.

- Verás- Tardé bastante en escribirlo todo- Desde que mi padre escapó de la Guardia al morir mi madre, parece ser que me persigue por toda la puta galaxia y, de vez en cuando, me encuentra para volver a desaparecer luego.

- Ajá- Dijo Nyria, alargando la primera ``a``- Entonces...¿Porqué no te apellidas Danherr?

- Uso el de mi madre- Escribí- Quiero decir, mi padre cambia de apellidos cada dos por tres por cuestiones de su ``trabajo``. Lo que nunca cambia es su nombre.

Ella enarboló una ceja, confundida.

- No entiendo nada- Se fue por la puerta- Estaré con Dante y Nix si quieres algo.

Ambos mantuvimos la vista fija en ella mientras desaparecía por la puerta. Leon se volvió hacia mí con una pícara sonrisa.

- Te pongo un diez- Me dijo, sonriente.

Le hice un corte de mangas y el rió.

- ¿Qué haces aquí?- Escribí.

Se estiró.

- Pasaba por aquí y me dije, ``Voy a hacerle una visita``

- Me refiero a qué haces en la Ladón- Garabateé- Y a porqué vas a Thander.

- Ah...verás. Estoy aquí porque os salvé y todo eso que ya conoces, no pienso extenderme demasiado en explicaciones. Y voy a Thander porque pienso sentar la cabeza de una vez.

Arqueé una ceja. ¿Sentar la cabeza? ¿Él?

- Sé lo que estás pensando- Hizo un gesto con las manos para que dejara la tablilla- Ya llevo demasiado tiempo viajando por la galaxia y matando criminales, ya me ha aburrido- Sonrió- Además, he encontrado a alguien que puede competir con esa Catachana tuya.

Lo que me faltaba ¿Además había encontrado a una mujer que apreciara su poesía y sus teatrales maneras?

- Ya era hora ¿No?- Dijo.

Me encogí de hombros. ``Supongo``

- Supongo que no sabrá tu edad real- Cuando le mostré la tablilla rió a mandíbula batiente.

- ¡No creo que le importe! ¡Las juvenat funcionan demasiado bien!- Rió aún más. Cuando se serenó un poco, continuó- Cree que tengo treinta y dos, dejaré que lo crea así.

Treinta y dos.... y en realidad tenía cincuenta y tantos. Sonreí, me hizo gracia su actitud.


Hablamos durante casi una hora hasta que Nyria volvió y Leon decidió volver a su habitación. Pasaron los días plácidamente, entre bromas de mi padre acerca del buen aspecto de Nyria, los poemas románticos que dediacaba a las Amazonas, pruebas en los campos de tiro y mil cosas más. Finalmente llegó el día de despedirme de él. Habíamso aterrizado y numerosos transportes se dirigieron al norte de la región para recopilar los suministros que el Monitorum nos iba a dar, munición y artillería principalmente. La puerta del valkyria se abrió al aterrizar y saltamos a tierra. 

- Hasta aquí llegamos, zagal- Dijo con una sonrisa forzada.

Era por la tarde y un hermoso cielo naranja como la melena de Nora se veía de fondo. Asentí.

- Te encontaré aquí cuando vuelva, si es que vuelvo vivo ¿No?- Me habían dado el amplificador y podía hablar ahora. Era una voz metálica, con el mismo tono que la mía.

- A mí y a unos cuantos hermanos pequeños, espero- Estalló en carcajadas. Nyria y yo le seguimos.

Le tendí una mano. Un coche más bien viejo apareció por la carretera y se paró a varios metros de nosotros, una mujer joven con el pelo negro medio teñido de rojo se bajó de él y se apoyó contra la puerta esperando.

- Ha estado bien volver a verte- Sacudimos las manos- Y saber que por fin vas a ser alguien decente.

- Lo mismo digo, Tristán- Me acercó de un potente tirón y me susurró al oído- Esta tiene más frontal que la Tallarn, enhorabuena.

Noté como me ruborizaba y asentí con tal de que me dejara ya. El se despidió con una de esas sonrisas francas y pícaras suyas y echó a andar a paso vivo hacia la chica del coche. Subí al Valkyria con Nyria y vi, justo antes de que la puerta se cerrase, como Leon se fundía en un abrazo con aquella chica. ¿Podría ser ella mi nueva madre? No parecía ser mayor que yo. La simple idea de que así fuera hizo que me estremeciera. El vehículo despegó hacia los giganetscos hangares de la Ladón. Me daba algo de pena despedirme de él de nuevo, pero ya me había pasado muchas más veces. Tras unos minutos en silencio,Nyria me miró.

- Es un hombre interesante, te pareces más a él de lo que pensaba.

Supuse que era un cumplido.

- Gracias- Susurré, aunque no era un susurro, si no una palabra emitida a bajo volumen a través de mi amplificador.

- En una semana llegaremos a Khopesh- Me dijo, tan segura como siempre.

Asentí.

- Estoy listo.

Indagando en la memoria de Nyria

La noche antes de llegar a Khopesh hubo una buena bronca entre dos Skianos borrachos y yo.

Estaba, como de costumbre, paseando por los grandes pasillos repletos de iluminación azul de la Ladón cuando, de repente, escuché unas risas acompañadas de un chillido.

- ¡Ven aquí, mente privilegiada!- Gritaba un hombre- ¡No vamos a hacerte nada que no te hayan hecho antes!

Rieron a mandíbula batiente. Me fui acercando a la esquina de donde provenían las risas. 

- ¡No te escapes!- Más risas y los gritos de una mujer, me sonaba familiar.

Crucé la esquina y vi a una pareja de Skianos, borrachos como cubas agarrando a Cyntia, que se intentaba zafar y gritaba pidiendo ayuda. En cuanto me vio intentó correr hacia mí, pero la tenían bien agarrada. 

- ¡¿Quién demonios eres tú?!- Me espetó uno mientras el otro intentaba desabrochar los botones de la gabardina de Cyntia.

Ni siquiera respondí, avancé a grandes zancadas hacia ellos y derribé de un puñetazo en la cara al que agarraba a Cyntia. Él cayó pesadamente sobre el suelo y su compañero me miró con ojos entornados, evidentemente confundido. Cyntia corrió hacia mí y se escondió tras mi espalda como una niña asustada haría tras su padre. Adopté una pose ofensiva como nos habían enseñado en el entrenamiento a la bayoneta: con los hombros adelantados, presentando el hombro izquierdo y con el arma en la derecha, lista para dar una estocada. En este caso mi única arma era mi cuchillo de combate de hoja negra antireflectante, suficiente. El Skiano desenfundó presto un cuchillo de hoja larga y delgada, de metal pulido y cargó contra mí. Aún estando borracho sus movimientos eran tan rápidos como los míos y no tropezaba ni titubeaba. Esquivé la primera estocada y lancé yo una que le alcanzó el brazo izquierdo, atravesando carne y músculo. Él retrocedió un paso, dolorido, y me comenzó a acribillar con estocadas a gran rapidez. Un par de ellas me alcanzaron y me hicieron cortes en el brazo izquierdo. Le di una patada en la cara a su compañero, que comenzaba a levantarse y se desplomó de nuevo. Dirigí otra patada hacia el pecho de mi oponente y se dobló cuando le rompí una costilla. Aproveché la oportunidad y le levanté la cara de nuevo con un rodillazo, le agarré del pelo. Sangraba de la nariz y me miraba con el odio de un animal en sus ojos negros. Sopesé la interesante idea de degollarle allí mismo, pero probablemente me montarían un buen pollo, Cyntia se traumatizaría y yo acabaría muerto por un comisario, así que opté por dejarle en el mismo estado que su compañero: inconsciente, así que le solté y le di un gancho que le tumbó sin soltar siquiera una queja. Me di la vuelta y enfundé el cuchillo tras limpiar la sangre que tenía en su hoja en un pañuelo de tela que solía llevar en un bolsillo. Cyntia me miraba con los ojos muy abiertos, agradecida y admirada, con las manos juntas a la altura del pecho. Le sacaba una cabeza y algo más, así que me tenía que mirar levantando un poco la cabeza.

- Gracias- Dijo, mirándome con esos ojos tan grandes y curiosos que tiene, capaces de cautivar a cualquiera.

Yo no le di demasiada importancia, como siempre. Crucé las manos tras el cuello y me mantuve tan indolente como siempre.

- Bah...- El ``bah`` sonaba un poco raro a través de mi amplificador- Lo hubiera hecho cualquiera. ¿Te han hecho algo?

Negó con la cabeza y me dio las gracias de nuevo.

- Oye- Me picaba la curiosidad- ¿Qué es eso de mente privilegiada?

- Es como los Skianos llaman despectivamente a los psíquicos- Se encogió de hombros- O por lo menos es lo que yo creo.

Me dispuse a murmurar un quedo ``Aaajá`` cuando mi comunicador comenzó a sonar. Lo cogí y la voz de Nyria, algo enfadada sonó a través de el aparato.

- ¿Tristán? Ven a la habitación, tengo que ir a hablar con el Capitán y no quiero dejar la habitación a solas, los Skianos ya han intentado colarse tres veces esta tarde.

- Voy ya, espera- Colgué- Oye Cyntia, lo siento pero tengo que irme...¿Cyntia?

Había desaparecido, probablemente se hubiera ido al oir la voz de Nyria, tengo entendido que le intimida bastante.

- Qué se le va a hacer- Murmuré.

Cuando llamé a la puerta, el numerito de siempre, pistola a través del hueco y una disculpa sin ganas de Nyria al retirarla y abrirme. 

- Volveré en una hora o algo así- Me dijo. Y añadió con una sonrisa- Ten a mano algún arma.

Asentí y la miré mientras se guardaba un par de cuchillos de Catachán en su cinturón y se iba de la habitación. Estuve dando vueltas por la habitación entre los numerosos paquetes y las maletas con nuestro equipaje que había sobre el suelo. Las camas estaban libres de cuchillos así que pensé con desánimo que Nyria esta vez dormiría en su propia cama. Una pena, me había acostumbrado. No tardó mucho en sonar el comunicador.

- ¡Tristán!- Dante parecía muy entusiasmado, y se oía la voz de Dael, quién cantaba a gritos una vieja canción de taberna Nametheriana- ¡No te lo vas a creer! ¡Los Skianos están repartiendo barriles de amasec!

Gruñí de disgusto. Todos a lo suyo y yo ahí encerrado.

- Lo siento, estoy de perro guardián- Dije sin más. Dante colgó con rapidez tras decir atropelladamente algo que sonó como ``Valebuenovenganosvemos``.

- Aaaaaaaaagh- Me tiré en la cama que más cerca tenía y estuve tumbado un par de minutos antes de darme cuenta que la cómoda que tenía al lado era la de Nyria, decidí curiosear un poco.

Abrí el primer cajón. Una grandada de mano (¿Cómo había colado eso sin que la vieran?), dos cuchillos de esos negros y cortos y un par de paquetes de cigarrilos, nada de interés. Abrí pues, el segundo. Había cuatro fotos; La que ya conocía de sus padres, sus hombres, y ella, una de su Chimera modificado del que tan orgullosa estaba, otra de Dael, Dante y los Arrano dormidos en la trinchera, con las cabezas juntas, reí bastante con esa foto. Y por último había una foto de una niña no mayor de nueve años vestida con un uniforme Catachán que le estaba bastante grande, así que llevaba los pantalones remangados. No me hizo falta mucho tiempo para darme cuenta de que era la misma niña que la de la primera foto: Nyria. Estaba sentada sobre las orugas de un Chimera pintado a franjas verdes y marrones, sonreía como en la otra foto y sostenía sin demasiado esfuerzo una mochila casi tan grande como ella de la cual colgaban varias cantimploras y un par de cuchillos enfundados. Me pregunté desde qué edad Nyria había sido entrenada para el combate. Ya sin muchas espectativas de encontrar algo verdaderamente interesante, abrí el tercer cajón. Estaba completamente vació a excepción de un pequeño cubo de metal. Lo identifiqué rápidamente, era un almacenador de memoria como los que utilizamos para enviar los informes al Mando. Me pregunté si tendría algún vídeo de Nyria próbandose el uniforme, así que cogí mi casco y deslicé el pequeño cubo en la ranura de información. Era de una versión bastante antigua y mi reproductor holográfico lo reprodujo sin problemas. Un listado de imágenes y accesos a vídeos apareció en el receptor holográfico de mis gafas. Pulsé un icono al azar y una ventana de vídeo se abrió. La calidad era la estándar en las cámaras de casco de los Catachanes, con lo cual no era muy buena, aún así pude ver con más o menos claridad lo que había grabado. El cámara (que probablemente tenía la cámara en el casco o en un ojo biónico) enfocaba a unos informes garabateados con rapidez que estaban desplegados y desperdigados sobre una mesa de campaña verde oscura. Estaba en una habitación de hormigón, con una litera de sábanas verdes, unos armarios metálicos, algunas baldas con libros de gastada tapa y mesas con elementos de comunicación tales como radios de campaña y transmisores. Una taza de un líquido caliente y negro humeaba al lado de una radio que no lanzaba más que estática. Una mano de hombre, grande y con un vendaje manchado de sangre seca fue ordenando el desorden de papeles. Me fijé en la fecha, que estaba en números amarillos: un lunes de hacía algo más de veinte años. Durante un par de minutos, la mano, en compañía de su homóloga izquierda, que estaba sana, recogía los papeles e informes en silencio. Me tumbé boca arriba, aquello iba para largo. De repente, unos pasos rápidos y ligeros sonaron, amortiguados por el aislamiento que creaba la puerta de madera de la habitación, de la cual colgaban de un perchero un par de cantimploras unidas a sendos cuchillos. Los pasos cesaron y alguien abrió la puerta con dificultad, la niña de las fotos (Nyria de pequeña) entró con paso vivo en la habitación. En ese momento no debía tener más de cinco o seis años. Los pantalones le estaban mucho más grandes que en las fotos (pues debía tener tres años más por lo menos en ellas) y los llevaba mucho más remangados y ceñidos con un cinturón de cuero marrón con una hebilla negra en forma de calavera imperial, con alas y todo. El chaleco le llegaba por las rodillas y la cantimplora iba arrastrándose casi por el suelo. Su cara seguía siendo la de una niña, inocente, de ojos grandes, curiosos y vivos y con una gran sonrisa impresa en su morena cara. El pelo seguía igual que siempre, negro y liso, por los hombros. Tenía una pinta bastante graciosa. Se agarró al borde de la mesa con las manos y se puso de puntillas para mirar por encima de ella al cámara, que supuse que era su padre. Él le revolvió el pelo afectuosamente y continuó a lo suyo, recogiendo y ordenando.

- ¿Has terminado ya tus tareas, Nyria?- Preguntó tras unos segundos.

- ¡Sí!- Contestó ella con entusiasmo- ¡He encontrado además una serpiente escamada!

- Espero que no te hayas acercado a ella- Su voz era grave, de líder, pero con un matiz paternal que me recordó al Capitán.

- Emm....¡No!- Nyria miró hacia otro lado.

Él rió y le revolvió el pelo de nuevo. Nyria cerró los ojos y se pasó una mano por el pelo, enfurruñada.

- Enséñame tu cuchillo entonces- Estiró la mano para recogerlo.

Desenfundó el cuchillo, uno de esos cortos de hoja triangular y de color negro, supongo que usaba ese porque no podía con algo más grande. El cuchillo tenía unas manchas de sangre en la punta y el filo derecho. Nyria miraba hacia otro sitio, intentando disimular, aún agarrada al borde de la mesa. 

- Te he dicho que no mates a las pequeñas, tienes que dejar que crezcan para que sean buenos oponentes- me imaginé a su padre con una sonrisa cómplice mientras devolvía el cuchillo a su hija.

- Pero...¡Empezó la serpiente!- Nyria dio un saltito para dar más énfasis a sus palabras- ¡Y no era pequeña!- Entonces separó los brazos todo lo que pudo, que tampoco era mucho- ¡ Era tres veces esto, por lo menos!

- Entonces tu entrenamiento va dando resultado ¿No?- Su padre metió los informes en una carpeta y se sentó sobre la litera.

- ¡Sí!- La niña correteó por la habitación hacia la litera y se sentó en la cama de abajo, con los pies colgando- ¡Gthelo dice que mañana me enseñará como funciona una pistola!

- Oh...interesante ¿Crees que podrás dispararla?- Se sentó en la cama de abajo, junto a Nyria, que le miraba fijamente con cara de estar orgullosa de ella misma.

- ¡Claro que sí!- Nyria flexionó los brazos, marcando el poco músculo que tenía, aunque era bastante para los cinco años que tenía en ese vídeo- Mamá dice que para llevar tan poco tiempo entrenando lo estoy cogiendo muy rápido.

- Pues tiene razón- Alargó una mano para examinar un collar de chapas negras que llevaba la niña al cuello- ¿Y esto? ¿Otra vez has estado robando a los del 12º pelotón?

- ¡Nonononono!- Movió las manos de un lado a otro mientras negaba enérgicamente con la cabeza- Me las ha dado el Hombre de los sellos.

- Ah...Nutas, el sacerdote. Bueno, ya va siendo hora de que empieces a llevar identifiación y equipo- Rebuscó en uno de los bolsillos de su chaleco antifrag abierto y sacó una cadenita con el emblema del Águila Bicéfala en un extremo. Se lo dio a Nyria,que lo tomó con ambas manos y lo miraba con los ojos muy abiertos- Ten ¡Ahora puedes considerarte una verdadera servidora del Emperador!

Su padre rió, pero ella no lo debía encontrar gracioso. Se puso el collar junto al de chapas y le preguntó qué tal le quedaba. Él se encogió de hombros.

- Tapa un poco las chapas, pero es fundamental que el emblema se vea bien.

Un par de golpes sonaron tras la puerta y una mujer de pelo marrón y ojos morados entró en la habitación con un par de mochilas cilíndircas verdes en cada mano.

- ¡Nyria!- Se sorprendió. Nyria le sonrió con inocencia- Se suponía que debías de estar en los dormitorios con tus camaradas de pelotón ¿No?

Esperé que ese pelotón en particular no tuviera le necesidad de combatir. Por suerte parecía que hasta cierta edad, sólo se dedicaban a entrenar.

Nyria negó con la cabeza y su pelo se movió de lado a lado, soltando un par de ramitas que tenía enganchadas en él.

- Quería veros antes de la cena y el entrenamiento que Gthelo nos tiene preparado por la noche- Su entusiasmo fue creciendo con cada palabra- ¡Dice que nos va a enseñar a usar gafas de visión nocturna y que falta nos harán! 

Su madre sonreía, era bastante guapa. El vídeo se paró y otra escena tomó su lugar. Era la misma habitación, pero la Nyria que allí aparecía era mayor, unos diecisiete años supuse. Parecía enfadada. La ropa le estaba ahora bien y ya tenía...vaya, todo lo que tenía que tener a esas edades. Estaba lista para combatir, con una mochila marrón a la espalda, tres cuchillos y varias granadas sobre su cinturón y un rifle láser modelo Galaxy de culata retráctil como el que usaba ahora al hombro, dí por hecho que era ese mismo.

- ¡Pero estoy lista para combatir!- Exclamaba Nyria a el cámara, de nuevo su padre, que preparaba su escopeta y equipamiento mientras hablaba con ella.

- Todavía no, Nyria. Tu entrenamiento está casi completado, sí, pero todavía no estás lista del todo, te falta práctica.

- ¡Pero ya tengo quince años!- Y yo que pensaba que tenía diecisiete- ¡Este debería ser mi primer combate!

Su padre cogía la escopeta y abría la puerta, Nyria lo seguía con paso airado.

- ¡Gthelo nos ha entrenado bien! ¡Estoy lista!- Seguía intentando.

La cámara enfocaba el largo pasillo de hormigón repleto de puertas por el que ambos andaban. Varios Catachanes que cargaban con mochilas grandes, ecopetas y cuchillos corrían en la misma dirección que Nyria y su padre.

- Gthelo es un gran entrenador, sí -Admitió él- Pero ya te he dicho que todavía no estás listo. Ni tú ni el resto de tu pelotón. Fin de la discusión.

El vídeo se paró de nuevo cuando Nyria volvía a formular otra protesta, parecía que estaban grabados unos encimas de otros. Esta vez el cámara (a juzgar por las manos que sostenían el rifle láser de precisión) era Nyria. Estaba tumbada y semi-oculta entre los helechos, arbustos y ramas que había tiradas por el suelo. Sus brazos estaban pintados a rayas verdes para camuflarse y llevaba el collar de Águila Bicéfala enrollado en la muñeca derecha. Se arrastró lenta y sigilosamente hasta llegar a una zona en la que había un barranco y multitud de figuras ataviadas con armaduras blancas y rojas deambulaban debajo de ella, entre cadáveres Catachanes. Parecían eldars. Aunque los Catachanes no eran muchos, parecía ser que habían causado muchas bajas a los eldar antes de morir todos. La cámara se acercó a la mira del rifle y Nyria contempló con paciencia la escena.

- ¿Dónde estás, maldito Autarca?- Susurró. Su voz estaba teñida de odio.

Un eldar con unas alas blancas y una larga lanza apareció tras un montículo, reespaldado por dos brujos. La mira del rifle se posó sobre el Autarca, sobre su cabeza, para ser exactos.

- A ver si tus brujos presienten esto, xeno- Nyria apretó el gatillo y la mira se deslizó un poco hacia arriba debido al retroceso. La cabeza del eldar estalló y su cuerpo cayó al suelo mientras los brujos se ponían alerta. Una breve y amarga risa sonó tras la cámara y Nyria se levantó para echar a correr entre el espeso follaje de la jungla. El vídeo se cortó y la pantalla de selección de iconos apareció de nuevo. Retiré el cubo de mi casco y lo dejé donde estaba, en silencio. Dejé mi casco junto a mi armadura y me tiré de nuevo en la cama. Lo que acababa de ver era, cuanto menos, interesante. Ahora conocía un poco más a Nyria, su pasado, fundamentalmente. Seguro que sí sabía que lo había visto, me destriparía sin pensárselo dos veces. Y me quedé allí, pensando, hasta que Nyria llegó poco después, de mala leche y mascullando algo de Skianos salidos. 

Esa noche terminó durmiendo de nuevo en mi cama, porque ``Ya que llevamos todo el viaje así, terminémoslo así, ¿No? Es como una costumbre``. Yo, disimulando mi euforia, asentí. Porque...¿Quién le diría que no a alguien como ella?

A la mañana siguiente...

Cuando montamos en la Valkyria pude ver Khopesh. Era todo áspera arena y mares de onduladas dunas. Había muchas formaciones rocosas en forma de columna que habían sido erosionadas y afectadas por la acción del viento y de la arena, con lo cual eran todas distintas entre ellas, con formas extrañas, geométricas. No había rastro de ningún árbol ni ningún sitio del que se pudiera sacar agua, pero nos habían asegurado que había mucha agua bajo tierra, desde los subterráneos que se extendían desde las cuevas que oradaban los grises y puntiagudos montes hasta el mísmisimo centro del Gran Desierto. La arena parecía ondular en el horizonte, Inrah me explicó más tarde que eso era efecto del calor. Inrah tenía de nuevo su ojo,y si bien era biónico, también era exacto al original. Parecía sentir curiosidad por pisar de nuevo un desierto y combatir en ése entorno al que tan acostumbrada estaba. Nyria, sin embargo, se removía en su asiento inquieta, no le gustaba nada la arena. En una ocasión me había dicho ``La odio, se te mete por todos sitios y te destroza los pies, es como una tortura voluntaria``. El resto de mi pelotón hablaba en voz alta, preguntándose que pasaría con los Orkos de Khopesh, insúltandose unos a otros o hablando de temas que no tenían nada que ver unos con otros. En un momento dado, oí un fragmento de una conversación entre Dael y los Arrano:

- ¡Je!- Exclamaba Dael- En cuanto llegué al campamento me voy a freír un huevo en el chasis de algún Chimera, me imagino que aquí se puede hacer de sobra.

- A ver, alma en pena- Le decía el comisario desde la otra punta del transporte- ¿No crees que haciendo tanto calor aquí protegerán los chasis de los vehículos y cualquier parte de metal para que no se vea afectada por la temperatura?

- ¡Algún sitio habrá dónde freír un huevo!

- ¡Claro que sí, hijo!- Me hace gracia el acento de los Arrano, alargando la última vocal de las frases- En Vaskia freíamos huevos hasta en el hielo si hacía falta.

De nuevo estos dos exagerando. Suspiré, abrumado por la vuelta a la rutina, y apoyé la cabeza contra el reespaldo de mi asiento. Lak, a mí lado, me ofreció un cigarrillo para fumarlo cuando llegáramos al campamento, ya que en un vehículo estaba prohibido fumar. Tomé una de mis cajetillas y me la puse bajo la cinta de goma de las gafas que tenía al rededor del casco para sujetarla. El Valkyria fue reduciendo su velocidad progesivamente hasta que paró del todo y sus puertas se abrieron. Una luz clara, blanca y excesivamente luminosa me deslumbró en cuanto las puertas se abrieron, me puse las gafas, que tenían un sistema de polarización automática. Bjamos del Valkyria y vimos lo que nos rodeaba, un campamento al amparo de los picudos y rocosos montes, en cuyas cuevas podían verse luces y personas caminanado, probablemente tendrían almacenes de munición o sistemas de comunicación ahí. Había multitud de barracones prefabricados de ferrocemento gris claro con el emblema del Águila Imperial sobre la puerta de hierro, tiendas grises, hangares abovedados y una enorme carpa que supuse era el comedor. El campamento, que no era, para nada pequeño, estaba rodeado de muros de hormigón armado reforzado con placas de plastiacero y con torres de vigilancia cada veinte metros, de cuyas ventanas sobresalían los cañones de las ametralladoras pesadas allí emplazadas. Una pista de aterrizaje y varias defensas antiáereas estáticas Hydra ocupaban el centro del campamento. Sobre la pista había multitud de valkyrias, recién llegadas en su mayoría, cañoneras Fury (una versión del Vendetta pero con bólteres pesados en vez de cañones láser) e incluso algunos cazas Thunderbolt y un escuadrón de bombarderos Marauder. Un grupo de tres Chimeras pasaban el campamento de un lado a otro, levantando estelas de humo y arena a su paso. No ví mucha más actividad a parte de los soldados que vigilaban los muros, los ingenieros que estaban en los hangares y la pista de aterrizaje y algunos pelotones que entrenaban la lucha a bayoneta enfrente de los barracones. Supuse que habíamos sido enviados para rellenar los muchos puestos que faltaban.

Sin darme cuenta de ello, me fijé en los uniformes de los soldados allí presentes, que, supuse, eran los Khopesitas. Llevaban largas gabardinas de tela ligera similares en aspecto a las de los Korps, de un color arena claro y  pantalones grises con botas de combate de rastrojeras iguales a la gabardina. Utilizaban cascos con protectores de tela para la nuca y el cuello, supuse que eran para el sol. A la espalda llevaban grises mochilas cuadradas y los cuchillos que llevaban fijados a sus rifles láser (que eran vagamente similares al modelo Lucius de los Korps, de línea más delgada y de carcasa más larga y de madera, con cargadores curvos) eran largos y de hoja no muy ancha, ideales para los combates en trincheras.

Un oficial que llevaba una larga túnica blanca con capucha se dirigió a nosotros, los casi tres mil recién llegados de mi Regimiento y habló con Di Sera y su elenco de oficiales de confianza. Sí, Di Sera había llegado junto a su escolta y un destacamento del SICOM un par de días después de que hiciéramos escala en Thander. Hablaron durante casi media hora y nosotros ya comenzábamos a cansarnos del agotados y sofocante calor que los tres soles de Khopesh irradiaban sobre nosotros. Muchos ya se habían quitado la coraza y otros tantos estaban sin camiseta. Me pregunté, mientras tanto, dónde estarían los Etras, las Amazonas, los Skianos y los colegas del 78º. Ví a una larga columna de soldados ataviados con nuestra misma armadura pero con las hombreras negras desfilar hacia las cuevas liderados por otro de los oficiales con túnica. Bueno, al menos ya sabía dónde estaban los del 78º. Finalmente nosotros nos pusimos también en marcha hacia las cuevas, parecía ser que esos barracones estaban destinados a guardar equipo y los únicos que vivían ahí eran los Khopeshitas, acostumbrados al calor de su planeta natal. Dentro de las cuevas hacía mucho menos calor y un suspiro de alivio colectivo se elevó desde nuestars filas hasta el abovedado techo, que estaba a varios metros de altura y del cual colgaban lámparas fosforescentes que iluminaban las cuevas con una fría luz blanca. Pasamos por un puesto repleto de cajas de suminstros en el que nos fueron dando, a medida que íbamos pasando, gorras con protectores de tela para el cuello por si nos queríamos quitar el casco, crema solar, un par de bolsas de ``polvos de agua ``para la cantimplora y algo de material médico básico, es decir, pastillas análgesicas y estimulantes. Nos fueron asignando habitaciones a cada escuadra, sin prisa. Por fin tras tres horas de abrumante espera nos tocó el turno a nosotros y una adepta del Medicae cubierta por una exageradamente larga túnica roja nos llevó a la habitación 9871, la asignada la escuadra de granaderos. La puerta estaba colcada, al igual que las otras, en medio de la piedra y era de acero verde, con un par de sellos de pureza colgando de ella. Entramos pues. La habitación no era nada del otro mundo, como siempre: Exacavada en la msima roca, cuyas paredes no habían sido limadas ni allanadas, había suficientes literas para todos, varios armarios de madera donde guardar la ropa y las armas y una radio sobre una pequeña mesa de campaña de color arena, al igual que las sábanas de las camas. Supuse que la puerta del fondo sería la del baño. A los pies de cada litera había un par de cofres de madera muy oscura con bordes y cerraduras metálicas, probablemente eran para guardar las botas. Nos instalamos con la rapidez que proporciona la práctica, guardando nuestro equipo y ropa en los armarios, baúles, armeros y debajo de la cama si no había sitio suficiente. Yo, como siempre, acabé con mi armadura caparazón y mi mochila debajo de la cama y el rifle de Dael bajo la almohada. Nadie estaba acostumbrado a un calor igual de sofocante, así que la mayoría se quitó el casco y se puso la gorra que nos habían dado, nos dimos la crema solar y fuimos a la sala de reuniones, dónde nos explicarían la situación. La titánica sala estaba ocupada por mi regimiento, así que nos tuvimos que quedar de pie apoyados en la pared como los de los pelotones 98,99,76,12,43 y los tres de Catachanes que teníamos con nosotros. Por suerte allí había aire acondicionado para que no muriéramos de asfixia. Un comisario  nos mandó callar a gritos desde la tarima y,.una vez nos callamos, dejó paso con un respetuoso asentimiento de caabeza a Di Sera, que ocupó la tarima junto a sus tres guardaespaldas SICOM. Alzando las manos, comenzó su discurso:

- ¡Soldados del reverenciado  712º de Namether!- Los vítores estallaron al oír el nombre de nuestro Regimiento- Estamos aquí, en Khopesh, para liberarlo de la amenaza pielverde. Como ya sabréis, otros Regimientos están junto a nosotros: Las Amazonas, el 78º regular, el 90º Etra Arindare, los infames Skianos, el 10º pesado Alraquileano y tantos otros, así como las fuerzas locales. Ruego que no haya disputas entre Regimientos como en Lauta 1881, ya sabéis a que me refiero- Unas risas disimuladas sonaron por doquier. Di Sera sonrió y continuó- Los bárbaros Orkos no tienen escapatoria, atrapados en este planeta no tendrán posibilidad contra Sus tropas- Di Sera alzó el puño al cielo con fuerza, él si que sabe dar un discurso- ¡Y menos aún contra el 712º de Granaderos!- Toda la sala estalló en vítores de nuevo. Di Sera esperó a que nos calláramos para proseguir- Cada líder de pelotón tiene información acerca de la misión asignada a su tropa, así que no demoraré más en detalles inútiles cuando vosotros, granaderos del 712º, estáis deseando con toda vuestra alma destruir a la escoria xeno- Las paredes parecieron temblar bajo los gritos de casi tres mil gargantas. Di Sera se retiró tras saludar al estilo militar. La gente comenzó a salir de la sala y en pocos minutos nos quedamos solos mi pelotón y yo.

- Bien, capitán ¿Cuál es el plan?- Preguntó el teniente.

- Mañana mismo tenemos que atacar un puesto avanzado junto al pelotón 65 y otros dos de Etras- Aclaró el capitán mientras consultaba su data-pad.

Todos estábamos haciendo un corro alrededor de él y el teniente, comenzamos a hablar en voz baja, deseosos de entrar en acción. Qué fáciles somos de convencer. Inrah levantó una mano.

- ¿Sí, sargento?- Accedió el capitán. Aunque ahora la hubieran degradado a cabo, siempre seguiría siendo para nosotros la sargento que siempre había sido y nunca debió dejar de ser.

- ¿Contamos con apoyo pesado, señor? Ya sabe lo que podría pasar si carecemos de él.

Todos lo sabíamos, nos había pasado un par de veces. Como aquella fatídica maniobra de Decimus Tercia en la que casi muero.

- Parece ser que sí, sargento, no se preocupe- El capitán consultó de nuevo el aparato- Cuatro cañoneras Fury y los Chimeras que nos lleven hasta ahí.

Un murmulló de aprobación surgió de nuestras filas. 

- ¡Ya basta de charla!- El comisario se hizo oír por encima de nosotros- ¡Rompan filas!

Nos fuimos yendo de la sala poco a poco, sin hacer demasiado al comisario, ya que se había dejado su pistola bólter en su habitación. Sin embargo, el sable si que se lo había traído. En cuanto lo desenfundó, llamándonos a grito pelado de todo menos leales, salimos por patas. La mayoría tiró para la derecha, por el pasillo que lleva a nuestras habitaciones, sin embargo yo, pensando que el comisario iría a por el mayor número de ``herejes desagradecidos``, corrí por el pasillo de la izquierda. Miré hacia atrás, no me perseguía. Con un suspiro de alivio, decidí aminorar el ritmo, pero antes de poder envíar la orden a mis piernas, choqué con alguien y ambos caímos de espaldas. 

- ¡Perdone!- Me apresuré a disculparme al ver que llevaba los galones de teniente en su armadura de caparazón negra con detalles amarillos sobre su hombrera derecha. Él se levantó de un salto.

- No pasa nada, no se preocupe, cabo- Sonrió- Estaba distraído.

- Pues ya somos dos- Le tendí una mano, arriesgándome a que lo tomara como un insulto viniendo de un inferior y me pegara un tiro- Cabo Danherr, 712º de Namether.

Él aceptó el gesto.

- Teniente Roderyck Gaask del 10º pesado Alraquileano- Era fuerte, el cabrón.

Gaask era tan alto como yo, puede que un pelín más, de pelo moreno, ancho de espaldas y con una mirada tan fría como mis manos.

- ¿Por algún casual conoces al teniente Namhein?- Me preguntó mientras activaba su placa de datos y me enseñaba una foto del teniente, la que tenía en su expediente- Estoy calculando la logística y los envíos de suministros y necesito que coopere para que no se mezclen con los de su regimiento.

- Sí, es el líder de mi escuadra. Ahora le aviso.

Le avisé por el intercomunicador.

- ¿Sí?- Su voz sonó sin ganas, sofocada por el intenso calor.

- Teniente, soy Danherr. Le requieren para cálculos de logística.

- ¿Cálculos de logística? Avisa a Inrah, sabes que me rompen la cabeza.

- ¡Venga ya!- Exclamé- Y luego soy yo el incompetente...

Patilla-man gruñó a través del comunicador, estaba claro que le podía el orgullo. Sonreí por eso.

- Mándame su identifiación, me reuniré con él en la sala multiuso 98.

- ¡Sí,señor!- Colgué. Me dirigí a Gaask- En la sala multiuso 98, teniente.

- Expléndido- Asintió, dándome las gracias- Por cierto- Señaló mi amplificador- No me digas que...

- Los bisturís y mi garganta no se llevan bien- Me encogí de hombros.

- Ajá- Miró su reloj y me tendió la mano a modo de despedida- Bueno, cabo, he de irme. Un placer haberte conocido.

Y echó a andar a zancadas por el largo pasillo excavado en la roca. Decidí que también sería buena idea comenzar a andar hacia las habitaciones. De mientras, pensé en el curioso Gaask, un personaje interesante, con un aura misteriosa y a la vez humilde de ésas que tienen los personajes de novelas de épica. Llegué a mi habitación después de un retraso de media hora tras tropezarme con un grupo de Amazonas que, por algún motivo que no entedí en aquel momento, querían degollarme. Tuve que echar mano de mi fina prosa y mi personalidad exuberante, pero parece ser que en un hombre (que ya los odian sólo por ser hombres) aprecian más la humildad, ergo lo tuve jodido para escaparme. Llamé a la puerta, acojonado al ver que me habían encontrado. Pero tenía que salir el gracioso de turno:

- ¿Contraseña?- Dael, cómo no.

- ¡Me cago en tu puta madre!- Exclamé todo lo alto que mi amplificador me permitía, que no era poco- ¡Ábreme, que me persiguen las Amazonas!

El rió.

- ¡Pues mejor! ¡Todas para tí!

- ¡Dael, ábreme, maldito sea Savlar y toda la condenada escoria que lo habitáis!

- Vale, vale- Dijo, alargando las ``aes``, visiblemente incomodado por mi magistral despliegue de lindezas.

En cuanto la puerta se abrió un par de centímetros la abrí de una patada y entré a carrera justo a tiempo para esquivar una mano que intentó agarrarme, pero que cogió a Dael en vez de a mí. Cerré la puerta de otra patada y oí los insultos y maldiciones que me dedicaba Dael, recibiendo la paliza de las Amazonas por mí.  Me pasé una mano por el pelo, que lo tenía alborotado por el mal trago. Toda la habitación me miraba. Algunos estaban limpiando y preparando sus rifles inferno o sus armaduras, otros rezaban y dos o tres ( Dante y los Arrano, los vagos de siempre. Aunque faltaba Dael) estaban tirados en la cama leyendo. Nyria y Bandherr estaban al fondo de la habitación, practicando llaves y otras tácticas de combate cuerpo a cuerpo.

- Ajuste de cuentas- Contesté a su sileciosa pregunta.

Volvieron a sus tareas sin dar más importancia a los gritos de Dael, al que le debían de estar dando una buena paliza. Me pregunté porqué, pero un golpe pesado y sordo de algo o alguien contra el suelo me hizo dar un respingo y perdí el hilo. Creo que fuí el único en volverse.

- Conque el sexo débil ¿Eh?- Nyria miraba con los brazos en jarras y una sonrisa burlona a Bandherr, tirado en el suelo y con una mueca de dolor en la cara.

- Trátalo con cuidado, Nyria, que nos hace falta para mañana- Inrah estaba doblando su ropa, ahora que era cabo, dormía en nuestra habitación.

- Oh, no te preocupes- Contestó ella mientras arrancaba un par de quejidos del malogrado Bandherr al poner su pie sobre su pecho- El cabrón es duro.

- Todo es divertido hasta que le rompes las costillas, Nyria- Advirtió el capitán, que andaba por ahí, consultando detalles de logística y táctica con Inrah- No quiero que pase como en Aredlia y no podamos traer a Bandherr con nosotros.

Nyria puso los ojos en blanco y suspiró con aire cansino.

- Vaaale- Tendió una mano a Bandherr, que la aceptó a regañadientes- Levanta, Goliat.

Nyria me vio y caminó hacia mí mientras Bandherr se dejaba caer en su litera con un quejido y el capitán e Inrah seguían a lo suyo. Me saludó con un guiño y se subió de un salto a la litera que estaba encima de mi cama. Me miró e intentó decirme algo, pero justo en ese momento Nix le abrió la puerta a Dael, que entró a todo correr y cerrando la puerta tras de sí.

- ¡Hombre!- Exclamé, burlón- El hijo pródigo vuelve a casa.

- Vete a la mierda- Jadeó él- ¡Judas!

Nyria y yo reímos mientras él intentaba recobrar aliento.

- ¿Y porqué querían darte una paliza?- Preguntó Nyria.

- Se piensan que nosotros somos los que vendemos las cámaras de vídeo a los Skianos, no sé si me seguís- Respondió Dael, sentado contra la puerta.

- Je, ¿Y eso?- Dante se dio la vuelta y miró a Dael, con la camiseta hecha jirones y pequeños cortes por todos lados.

- Y yo qué coño sé- Suspiró él, intentando tranquilizarse tras tamaña somanta de palos- Malditos Skianos.

Dejamos que Dael descansara un poco, ahí tirado contra la puerta no estorbaba, además. Miré a Dante, estaba tumbado sobre su cama, sin camiseta y leyendo un libro de tapas grises que supuse era un álbum de fotos. Teníamos muchas y muy variadas fotos de todas las campañas en las que habíamos estado, de los miembros de la escuadra, combates, victorias y derrotas y las fiestas que montaban los oficiales al acabar una campaña. De improvisto, Nix se tumbó detrás de Dante, dejando sus manos sobre su pecho y apoyándose contra él.

- Vaya dos- Pensé- La verdad es que no pegan ni con cola. Bueno, Inrah y yo tampoco teníamos intereses muy parecidos, que digamos.

Sentí un escalofrío.

- Así acabasteis- Dijo una voz en mi mente, se parecía a la de aquel sueño que tuve en el Medicae.

El escalofrío cesó y la voz no volvió a oirse. Negué con la cabeza ``Qué demonios...``, ya me estaba imaginando cosas otra vez. Dejé de darle importancia y me concentré en preparar mi equipo para la batalla que se avecinaba. 

Día siguiente, 6:00 hora local

- Levanta, Valhallano- Nyria me despertó dándome un par de golpecitos con su dedo índice en la frente.

Me levanté como pude y miré el reloj, apenas eran las seis de la mañana. Bostecé y caí en la cuenta de que el resto ya estaban casi preparados. Dita sea, siempre soy el último en despertarme antes de una misión. Me puse a toda prisa los pantalones y las rodilleras y me coloqué la armadura entera encima en tiempo récord sin darme cuenta de que no me había puesto la camiseta. Metí a todo correr los paquetes explosivos en mi mochila y el detonador en el portaequipo que tengo en el pecho, me enganché al cinto las dos bombas de fusión que me dieron y me eché por encima la bandolera con granadas de cuero marrón que todos utilizábamos. Agarré el rifle de Dael y me aseguré de llenar mis bolsillos y portacargadores con los cargadores de cuarenta balas que Dael me había dado mientras bajábamos de la Ladón. También cogí un par de grandas de humo tóxico del armario de Lak, que se lo había dejado abierto. Es lo que aprendes tras estar en una Legión Penal, si nadie vigila, cógelo. Comprobé que tenía mi cuchillo en su funda sobre mi hombro derecho y que mi pistola y mi cantimplora estaban en su lugar. Tras comprobar satisfactoriamente que todo estaba en orden menos el hecho de que iba sin camiseta, me dispuse a salir junto al resto, que ya se estaban yendo por la puerta a paso ligero. Afuera, el calor era igual de intenso que ayer, así que casi  agradecí haberme dejado la camiseta en la habitación. La otra sección de granaderos aguardaba a la sombra de sus respectivos Chimeras ( seis: cuatro para las cuatro escuadras de granaderos, uno para la escuadra de mando y otro para el equipo de armas pesadas), también estaban los Etras, formando disciplinadamente por escuadras con sus respectivos Chimeras al frente de la formación.

Las escuadras de fusileros Etras eran lideradas por, supuse, nobles menores, quiénes iban ataviados con metálicas armaduras similares a las de Elfgar y Sigfrido, pero menos adornadas, con capa de tela negra y no tan voluminosas. Aún así imponían bastante y parecían ser tan resistentes como nuestras armaduras de caparazón. Llevaban largas espadas de energía enfundadas a un lado del cinturón y una pistola bólter en el otro lado. Parecía ser que las inclinaciones de los Etras en lo que a armas especiales y pesadas se refiere solían decidirse más por las ametralladoras y los cañones automáticos, y no por los lanzagrandas y bólteres pesados como nos pasaba a nosotros.

Sus escuadras de mando de pelotón eran también radicalmente difrentes a las nuestras. Las nuestras, así como las de la mayoría de regimientos Nametherianos, se componían de seis hombres: El oficial al mando del pelotón, que por lo general es un capitán y lleva un sable de energía y una pistola bólter, un comisario, un voocoperador que suele hacer las veces de ingeniero de combate, un equipo de lanzamisiles o, en algunos casos, cañón automático, y por último, un guardia con lanzallamas pesado u otra arma especial si la situación así lo requiere. Las escaudras de mando de pelotón Etras eran prácticamente distintas en todo: Un noble al mando, con la armadura más adornada y robusta que la de los nobles menores, un noble menor que hace las veces guardaespaldas y que carga con un gigantesco escudo, como Sigfrido. El resto lo componían un sacerdote equipado con una armadura antifrag que en verdad parece de un mundo feudal y un martillo de energía y tres guardias con armaduras de caparazón, escudos de combate y espadas de energía.

Un Chimera con cañón automático en lugar del tradicional multiláser frenó en frente nuestro y de él desembarcó una escuadra de seis componentes, sin lugar a dudas era la escuadra de mando del coronel Taviar, al mando de esta operación. La escuadra seguía el esquema habitual de las escuadras de mano de compañía: El coronel, un portaestandarte, un comisario y tres guardias de élite ataviados con armaduras de caparazón y rifles de plasma. Taviar nos dedicó un alentador discurso sobre la misión, con mucho ``Muerte al xeno`` y luego embarcamos a todo correr en los Chimeras mientras las cañoneras Fury levantaban el vuelo. El Chimera aceleró y se colocó junto al resto, que iban en cuatro filas. 

- De acuerdo, muchachos- El teniente llamó nuestra atención- El plan es el siguiente: Los Etras atacarán por el flanco derecho, nosotros por el izquierdo. Las Fury darán apoyo intermitente en un flanco y otro, no pueden mantenerse quietas en el mismo sitio demasiado tiempo, los Orkos tienen baterías antiaéreas muy potentes en su campamento, no pueden arriesgarse.

Nos pasó un par de planos llenos de garabatos en azul, rojo y gris con acotaciones por todos los lados. No               entendí nada, pero hice como que sabía de que iban y se los pasé a Nyria, que la tenía al lado. Dante levantó una mano.

- Teniente, dígale a algún mecánico que repare el servidor que le ha imprimido esto, no hay quién lo entienda.

El teniente a punto estuvo de darse de cabezazos contra el Chimera mientras el resto reíamos. Qué inocente es Dante. Dejamos listo nuestro equipo mientras el proyector holográfico del Chimera nos mostraba un holograma del puesto avanzado Orko: un conjunto de dentados muros rojos y desvencijadas torres con cañones en su cima en medio de una explanada rodeada de ruinas de lo que debía haber sido un poblado Khopeshita. El teniente introdujo con un chasquido metálico un cargador estándar de treinta disparos en su bólter, de diseño similar al  usado por los Astartes, pero, obviamente, en versión ``reducida``. Levantó una ceja, interrogante, al ver mi rifle. Sin embargo ya estaba acostumbrado a las armas de Dael, así que sólo me pidió que tuviera cuidado si comenzaba a hacer ruidos raros. Agradecí el consejo y retiré el seguro del rifle con un sonoro chasquido. Tras unos minutos que ocupamos con conversaciones sin relevancia y apuestas sobre quién mataría más Orkos en cuerpo a cuerpo, el piloto del Chimera nos avisó para que nos preparáramos. Nos pusimos en pie, retirando los arneses de los asientos y quitamos los seguros de nuestras armas. Dael se ajustó las correas de la armadura mientras preparaba una granada, con el rifle al hombro.

- Tristán, te apuesto veinte créditos a que mato yo a los primeros siete Orkos de nuestra escuadra.

Yo, que no iba a ser menos saco dos con una sonrisa.

- Que sean setenta y cinco.

Las puertas del Chimera se abrieron de golpe y bajamos con celeridad en fila, poniéndonos a cubierto tras el transporte. Las toscas balas Orkas impactaron contra el fuselaje del vehículo, levantando chispas y arrancándole la pintura, nada más. La torreta multiláser gira y encara a los pielesverdes, que cargan contra nosotros entre las ruinas, que les protegen de gran parte de los disparos. Un torrente de  refulgentes disparos láser los acribilló sin piedad, atravesando pieda, metal, carne y hueso por igual. Bandher entró en el Chimera de nuevo y se subió a la torreta, donde había una ametralladora. La desatornilló de su soporte y volvió con nosotros.

- Espero que la devuelvas- Le advirtió el teniente.

- ¡Claro!- Contestó Bandher, descargando una amplia ráfaga contra las ruinas mientras sonreía- No se preocupe por eso.

A mi derecha, el Chimera del pelotón 65 que transportaba a su escuadra de armas espadas derrapó y los seis soldados bajaron cargando un bólter pesado cada dos. Los colocaron con relativa rapidez y descargaron una lluvia de proyectiles explosivos sobre los Orkos que asomaban entre las ruinas. Las balas de bólter pesado dejaban espesas estelas de humo a su paso, mientras destrozaban la roca y hacían estallar a los Orkos. Los Chimera comenzaron a avanzar entre las ruinas, aplastando los restos de edificios y los cadáveres humeantes de los pielesverdes bajo sus orugas. El teniente nos hizo un gesto para que fuéramos tras el Chimera, le seguimos con la cabeza agachada mientras las balas y el láser zumbaban a nuestro alrededor. Una bala orka arrancó un pedazo dintel de la puerta por la que estaba pasando en ese justo momento. El polvo se desparramó por mi cara y tosí mientras quitaba las anillas de las dos granadas que llevaba ya preparadas. Las lancé por encima mío, con un propósito más intimidatorio que ofensivo. Explotaron mientras avanzábamos por las ruinas, sorteando cascotes y restos de muros. Una nube de metralla al rojo vivo aguijoneó a un grupo de no menos de una decena de pielesverdes que se ocultaba tras un muro lleno de agujeros de bala y manchado del negro hollín de las explosiones. Sonreí, había ganado la apuesta con Dael. Nos agachamos tras el muro que acababa de despejar.

- Bien- Comenzó el teniente- Inrah, Patxi, Skerry y Dante, conmigo. El resto con el sargento Bandher, vamos a dividirnos a cada lado del Chimera y avanzar por delante de él ¿Entendido?- Se levantó y descargó una corta ráfaga sobre un Orko que cargaba contra nosotros con la rebanadora en alto. Los proyectiles le atrevesaron el torso y estallaron dentro de él, partiéndolo por la mitad- ¡En marcha!

Nos dividimos en los grupos acordados y nos dirigimos a nuestras posiciones. Todo a mi alrededor eran disparos, explosiones, gritos y órdenes ladradas a través de los amplificadores de los vocooperadores. No podía ver al otro pelotón de granaderos ni a los Etras, pues estaba entre columnas y muros que fácilmente doblaban mi estatura aún estando en ruinas. Bandher nos llevó hasta los restos aún humeantes de un Kamión Orko que había sido acribillado a misilazos por una cañonera Fury y nos dejó claro que no quería que nadie se despistara. Nix, que estaba a mi lado, revisó que llevaba bien cerrado su botiquín y ajustó su rifle inferno a la mínima potencia, que venía siendo más o menos como un rifle láser estándar pero con mucha más cadencia y con el añadido de poder hacer estallar a tu objetivo. A la señal de Bandher, corrimos bajo el enorme arco de blanca piedra bajo el que estábamos unos segundos antes. De nuevo entramos en un laberinto de ruinas y restos de estructuras. Un chasquido sonó a un costado de la pared por la que yo había pasado hace tan sólo un segundo y rodé hacia adelante, advertido por la experiencia. Algo explotó y la pared quedó reducida a cascotes, que saltaron en todas direcciónes. Uno me golpeó en la greba derecha y la abolló un poco. Así que los orkos estaban poniendo cargas de proximidad...no eran tan tontos. Un rugido y el inequívoco sonido de los pesados pasos de un orko que cargaba me alertó y me puse en guardia, con el rifle listo. Una barra de metal con alambre de espino enrollado en su extremo apareció de repente a mi derecha, destrozando una columna de madera y estampándome contra la pared que tenía detras, que se resquebrajó bajo el imponente golpe que suponía la mezcla de mi peso y la fuerza del brutal golpe. El dueño del arma, un orko ataviado con pesadas hombreras pintarrejadas de rojo apareció, sorprendido al ver que seguía vivo. El golpe sólo me había cambiado de sitio, nada más. Mi armadura (a excepción de una abolladura que tendría que reparar más adelante) estaba intacta. Bandher bramó unos insultos en Cadiano mientras elevaba su ametralladora a la altura de la cadera y disparaba contra el Orko. La ráfaga lo acertó de lleno y el pielverde cayó hacia atrás con el costado reducido a un amasijo sangriento por el que sobresalían sus costillas, rotas y astilladas por las balas de impresionante calibre de la ametralladora de Bandher. Antes de que el Orko estuviera en el suelo, Bandher y Dael ya habían seguido adelante para consolidar nuestra posición. Nix se deslizó hasta  mi lado y examinó mi armadura mientras se llevaba una mano a su botiquín.

- ¿Alguna herida?- Preguntó- ¿Te duele algo por dentro?

- No, estoy bien- Lo cierto es que toda la espalda me había triscado en cuanto me estampé contra la pared, pero a parte de eso no parecía tener ninguna herida más. Aunque claro, si me estaba ofreciendo algo, puesto a pedir...- Pero creo que un estimulante me vendría bien.

Ella sacó una jeringuilla de su botiquín mientras asentía, me mandó sentarme y relajar los músculos del hombro. Si llego a saber que me lo iba a dar con jeringuilla en vez de con pastillas, me callo. Retiró con mano hábil las correas de mi peto e insertó la delgada y larga punta del instrumento en mi clavícula, en alguna vena de esa zona noté como el líquido entraba con rapidez, dejándome el hombro adormecido durante un par de segundos. Se levantó tras ajustarme las correas de nuevo y me hizo señas para que la siguiera hasta un edificio de tejado esférico donde Bandher y Dael habían tomado posiciones. Entramos y nos sentamos contra la pared que daba al exterior, que estaba medio derruida por algún impacto de arma de artillería. Asomé la cabeza aprovechando el respiro que Bandher y Dael habían sonseguido tras acallar a los Orkos que se cubrían dentro de un agujero humeante causado por un par de disparos del lanzagrandas de Dael. No había más ruinas, sólo esas extrañas columnas de roca tan distintas unas de otras, hollos en la tierra causados por la artillería y Orkos, muchos, muchos Orkos con akribilladores y otras armas más pesadas. La primera oleada, compuesta en su mayor parte por los que preferían el combate cuerpo a cuerpo, había sido rechazada y los Orkos que quedaban eran los que se habían quedado a la retaguardia con sus akribilladores.

Divisé al capitán y su escuadra combatiendo entre las ruinas, casi llegando al final. Él y el comisario combatían hombro con hombro, matando un pielverde tras otro con certeras estocadas y diestros mandobles de sus letales sables de energía, que refulgían con su luz azulada bajo la capa de espesa sangre que tenían sus afiladas hojas. Lak y Cyntia iban un poco más a la zaga al no tener armas de combate cuerpo a cuerpo tan potentes. Entre el cuchillo de Lak y los golpes del báculo de Cyntia (que más que aturdir al Orko por la fuerza del golpe lo hacía por el efecto que ella le imbuía) lograban mantener a raya a los pocos pielesverdes que se les acercaban.

Y al frente, con la agilidad de un Eldar y la fiereza de un lobo, Nyria acuchillaba a los desgraciados Orkos que se ponían en su camino. Su Garra del Diablo destrozaba gargantas, partía cráneos y ensartaba a los pielesverdes como si fueran de mantequilla. Los cadáveres caían al suelo entre espasmos y empapados por los surtidores de sangre y vísceras que eran sus terribles heridas. Giraba, bloqueaba, contraatacaba, esquivaba y engañaba a sus oponentes con rápidos movimientos. A su lado, el magistral dúo que componían el capitán y el comisario no era más que una vaga imitación de la matanza que ella estaba haciendo. Su morena piel estaba manchada de polvo, sudor y sangre, que se desprendía con cada rápido movimiento para quedar manchada de nuevo por más sangre. Un Orko cayó al suelo y se golpeó contra una pared, con sus tripas desparramadas por todos lados. Nyria giró sobre sí misma y hundió su imponente Garra del Diablo en el cuello de otro xeno. Su cabeza salió despedida hacia arriba, dejando una estela de sangre y restos de garganta por el camino mientras que el resto de su cuerpo se quedaba de pie en el sitio, con los brazos hacia abajo.

Mirándola estaba, ensimismado en la magistral habilidad y tenacidad con la que llevaba a cabo ese baile de la muerte, improvisado sobre la marcha y matizado de toques personales por todos lados, cuando una ráfaga de balas me pasó por encima de la cabeza y volví a la realidad. Quité el seguro del rifle y apunté hacia afuera. Vi a un Orko con el arma aún humeante que intentaba agacharse en un hoyo. Lo encaré y disparé una ráfaga de tres disparos. Las seis balas explosivas impactaron en su torso y lo hicieron estallar, mandando sus brazos y cabeza en dierentes direcciones. Volví al parco amparo de la derribada pared y ajusté el rifle en semi-automático, con una descarga era suficiente para un enemigo con armadura ligera. Dael volvió también a cubierto, recargando su humeante lanzagrandas y me hizo un gesto para atraer mi atención.

- Qué, ¿Funciona bien?

- A las mil maravillas- Repuse, con una sonrisa de agradecimiento.

Él asintió, orgulloso y volvió a su tarea de bombardear a los Orkos, que cada vez eran menos, pues o morían o se retiraban a su base. Escuché un rugido a lo lejos, que poco a poco se fue intensificando mientras mi equipo y yo disparábamos a los Orkos que asomaban la cabeza. Cuando el sonido era ya insoportable, la cañonera Fury apareció encima de nuestras cabezas, disparando sus bólteres pesados y ametrallando con una cascada de balas tan grandes como mi puño a los pielesverdes, que caían al suelo desmembrados, hechos trizas o simplemente estallaban. Un par de escuadras de granaderos acompañadas por sus respectivos Chimeras aparecierón a derecha e izquierda de la casa que habíamos convertido en nuestro puesto de tiro. Tomaron posiciones con rapidez y descargaron una intensa lluvia de ardiente láser sobre los pielesverdes, que cargaban de nuevo contra nosotros al verse reforzados por la presencia de un par de Lataz Azezinaz y varios grupos de akribilladores. Los multiláseres que los Chimeras llevaban junto a los bólteres pesados que llevaban acoplados en su frontal hacían una combinación letal, creando una cortina de fuego que no solo mataba orkos, si no que también los había retroceder o agacharse para buscar algo de cobertura. Los rifles láser, lanzagrandas y bólteres pesados castigaban a la horda orka sin piedad ni titubeo alguno. Retiré el cargador de mi rifle al gastarlo tras disparar contra la carga pielverde e inserté uno nuevo con las manos temblorosas por la emoción de la batalla y la tensión que consigo traía. La carga apenas duró unos minutos, pues al ver las pocas oportunidades que tenían frente a nosotros optaron por retirarse de nuevo, corriendo como posesos y disparando apresuradamente para cubrir su huida. Sin embargo las Lataz no se retiraban y seguían su chirriante avance bajo los disparos láser, que rebotaban en su duro caparazón. Los oficiales se pudieron a ladrar órdenes y todos comenzaron a correr hacia la fortaleza mientras las Fury lanzaban sus misiles a escasa distancia de la base pielverde para crear algo de cobertura. Pero las Lataz siguieron avanzando.

Y una iba hacia mí y mi grupo.

- ¡Joder!- Bramó Dael mientras recogía ls granadas del cargador de su arma, que se le habían caído mientras recargaba por los nervios- ¡¿Porqué avanzan si no hemos acabado con ésas malditas máquinas?! 

- ¡Y a mí que me cuentas!- Bandher estaba de pie tras el muro, disparando sin parar su ametralladora. Las balas hacían saltar chispas y pedazos de metal oxidado del engendro mecánico. 

Me eché el rifle al hombro y saqué una granada krak de mi cinturón. Sin embargo, algo me detuvo antes de retirar la anilla. Me harían falta dos o tres para acabar con él, y a ésa distancia no había tiempo. La lancé de todas formas por pura frustración y contemplé como estallaba en una pequeña bola de anaranjado fuego contra el centro del bípode. Logré atravesar su blindaje, pero no impactar en ningún sitio crítico. 

- Mierda- Susurré.

- ¡Tristán madlita sea!- Nix disparaba sin cesar contra la Lata- ¡Tú eres el experto en explosivos, haz algo más útil que eso!

¡Cierto! Ya no me acordaba con tanta tensión. Busqué a tientas una de mis bombas de fusión. Con una maliciosa sonrisa, la saqué de su soporte, retiré la espoleta de seguridad y la programé para que explotara al impactar. La lancé acompañada por una maldición y esperé la explosión. La Lata estalló en una deflaración de fuego, negro humo y la metralla en la que se había convertido su estructura. Sólo quedaron las piernas, sosteniendo sus humeantes restos, de pie, inmóviles. Otra explosión sonó y vi la otra Lata en el suelo, con un agujero en el centro del que salían un humo negro como la pez. Sus piernas se movían arriba y abajo, intentando levantarse y su piloto, un orko incrustado de cables intentaba salir. No lo consiguió, Nyria le saltó encima con una agilidad imponente y lo empaló en su Garra del Diablo. Lo alzó del suelo y lanzó al pielverde muerto al suelo al sacar su hoja del tronco de su víctima. Bandher me dio una palmada en la espalda para felicitarme y nos ordenó que bajáramos para reunirnos con el resto del pelotón. A lo lejos, los granaderos y los Etras atacaban furiosamente el bastión desde la poca cobertura disponible. La escuadra de mando estaba apoyada sobre su Chimera, el Capitán, Lak, Nyria y el comisario fumaban. Cyntia se apoyaba sobre sus rodillas, extenuada. Nuestro Chimera pasó de largo para unirse al asalto a la base orka. El resto de la escuadra, capitaneados por el Teniente, apareció entre las ruinas, con los rifles y lanzagrandas humeantes y el uniforme lleno de hollín.

- Qué- Preguntó Dael, sonriente a Dante una vez nos reagrupamos- ¿Ha tocado jugar con explosivos?

Dante resopló.

- Ni me hables del tema.

Dael le dio un puñetazo en el hombro mientras reía. Nos juntamos toda la escuadra y nos subimos sobre el Chimera, la escuadra de mando entró dentro de él. Vi de pasada a Nyria. Seguía empapada de sangre, y algo en sus ojos me intimidaba. ¿Qué era? ¿Odio? ¿Venganza?....¿Placer por la matanza? El Chimera arrancó mientras yo pensaba y me tuve que agarrar a un saliente de la torreta para no caerme. A toda velocidad nos dirigimos al asedio que estaba tomando lugar delante nuestro. La torreta multiláser comenzó a rugir y los disparos de láser se empotraron creando pequeñas explosiones contra los muros del bastión orko. Los Etras y granaderos estaban en los hoyos creados por los misiles de las Fury, disparando contra los Orkos que iban y venían por los muros de la fortaleza. El Chimera derrapó tras la carcasa destrozada de un Kamión atravesado por los cañones automáticos de los Etras y bajamos de un salto. El capitán y su escuadra tomaron posiciones a nuestra izquierda, junto al coronel Taviar y sus hombres, que disparaban sin cesar sobre las torretas antiaéreas que los orkos tenían ahí emplazadas y que no dejaban en paz a las Fury. Los muros de la base orka, picudos y hechos de metal sobre piedra, estaban pintados de rojo y tenían numerosos estandartes apolillados y varias torretas Tarántula saqueadas, que, cómo no, habían personalizado a su grotesca manera. Un cohete salió disparado de detrás de los muros y trazó un exagerado arco, dejando una estela de humo rojizo a su paso. El proyectil impactó contra el Kamión que estábamos usando de cobertura y el suelo pareció ser sacudido por un terremoto. Me levanté con una de las granadas tóxicas de Lak en la mano y una sarta de insultos en los labios. Lancé la granda y a su paso dejo una débil neblina verduzca. En cuanto tocó el suelo, los gritos proliferaron aún más entre los Orkos de esa zona del muro, que corrían a otras secciones de éste o se desmoronaban sangrando a raudales de sus ojos, nariz y boca. Varios metros a mi derecha, uno de los cohetes Orkos hizo saltar por los aires un Chimera y a media escuadra de Etras que se cubría tras él. Divisé al autor del disparo y lo abatí con una ráfaga corta. Su cabeza simplemente se vaporizó.

- ¡Las torretas antiaéreas!- Bandher me dio un par de toques en el hombro- ¡Cóncentrate en ellas!

Asentí y saqué mi segunda bomba de fusión, le retiré la anilla y giré el asa, preparándola para explotar nada más impactar. Sobre un montículo de chatarra y cadáveres Orkos, se erigía una torre rectangular revestida de capas y capas de oxidada chapa recubierta de mugre y sangre Orka que se confundía con su pintura roja, desgastada y hecha un desastre. Sobre la torre, una batería Hydra robada, prácticamente desmantelada y ataviada con infinidad de conductos de munición y aparatos de puntería Orka en forma de cruz dentro de un círculo, disparaba sus cuatro cañones automáticos con un intenso fulgor rojizo acompañado del tronar de sus detonaciones, que se producían a una impresionantemente alta velocidad. Los casquillos de las balas ya usadas, grandes como cuchillos, salían en metálicas cascadas por las ranuras laterales de los cañones automáticos, de los cuales colgaban cadenas y manos humanas cortadas y medio putrefactas. Ahí tenía mi objetivo. Me deslicé hasta el Chimera de al lado para tenerla más a tiro, pues estaba bastante lejos si lanzaba la bomba desde el Kamión. Una ráfaga amplia y descontrolada de akribillador me pasó por encima de la cabeza y fue a parar al suelo, donde creó humeantes surtidores de tierra. Seguí corriendo mientras las balas zumbaban a mi alrededor, una de ellas me creó un profundo surco en la hombrera izquierda. Las cañoneras Fury volaban en círculos alrededor de la fortaleza Orka, disparando sin cesar sus bólteres pesados gemelos y bombardeando sus muros con sus misiles mientras esquivaban las rápidas y potentes descargas de las baterías antiaéreas. Algo explotó a algunos metros sobre mi cabeza y una lluvia de metralla me hubiera destrozado de no haber saltado hacia adelante. Corrí sin parar, con la bomba aún en la mano, preparada. Solo unos metros más...

- ¡Maldita sea, Tristán!- Tronó Bandher a través de los auriculares del casco, dejándome casi sordo- ¿¡A dónde demonios crees que vas!? ¡Por el Trono, vuelve aquí, joder!

Apagué los auriculares y apreté aún más la bomba en mis manos. Otro cohete salió de entre los muros y estalló entre uno de los equipos de armas pesadas de los Etras. Las municiones de los cañones automáticos estallaron junto al explosivo Orko y la escuadra quedó aniquilada sin soltar siquiera un grito. Apreté los dientes. Iba a llegar. 

- ¡Waaaaaaaagh!- El grito del Orko sonó sobre los muros, no supe dónde exactamente. Disparó su akribillador contra mí y fue abatido casi al instante por el certero disparo de un rifle láser Etra. Las balas del Orko hicieron saltar chispas y pequeños pedazos de mi armadura al impactar contra mi torso. Frené poco a poco y eché el brazo hacia atrás, listo para lanzar la bomba de fusión. Había cogido carrerilla más que de sobra. 

- ¡Dispara recto, Orko!- Insulté mientras lanzaba la bomba, que salió con impresionante rapidez y fuerza y estalló en una informe tormenta de fuego y aire hiper-calentado mientras un trueno rasgaba el aire. 

Con la respiración agitada por una repentina furia, los dientes apretados y la mano derecha sobre mi cuchillo, saqué mi última bomba de fusión y la lancé contra el muro, en una zona más débil que el resto de la estructura y que, al parecer, nadie más a parte de mí se había dado cuenta. Ese sector del muro se desintegró junto a los Orkos que disparaban sobre él. Con un rugido de victoria, los Etras se lanzaron a través de la brecha, desenfundando espadas cortas y arrengados por sus nobles, que cargaban con sus largas y elegantes espadas en alto. Yo también eché a correr con el cuchillo preparado. Se me olvidó por completo encender de nuevo mis auriculares. Cegado por la repentina furia que había experimentado de repente, me uní yo también al grito de guerra Etra. Aunque yo no lo sabía en aquel confuso momento, el resto de mi escuadra, junto a la de mando y las otras de granaderos, corrían también hacia el muro derribado. En seguida nos plantaron cara, pero los Etras parecían poder defenderse de los Orkos bastante bien, sobre todo sus nobles, que mataban un Orko tras otro con precisas estocadas o los decapitaban con arrogante facilidad. Un Orko corrió hacia mí con un hacha. Me agaché para evitar el golpe y la lenta mente del Orko no pudo responder a tiempo, por lo que su hacha se quedó atascado en la pared metálica del muro que tenía detrás. Por teoría estudiada y práctica sufrida, sabía de sobra que lo mejor sería acabar con él antes de que consiguiera recuperar su arma. Así pues, clavé hasta la empuñadura mi cuchillo en su cuello y el pielverde cayó de rodillas, intentando agarrarse a la pared para levantarse. La sangre me salpicó en la frente y la mejilla derecha  y noté su sabor a acre en la boca. Giré mi cuchillo y la cabeza del Orko cayó al suelo, con la boca abierta y espumarajos sangrientos saliendo aún de ella. Miré el hacha del pielverde y sopesé la idea de usarlo. Era de mango ancho y largo, de madera forrada en duro cuero negro, con una hoja más o menos limpia y muy curvada hacia abajo.

- Qué demonios- Susurré mientras llevaba ambas manos al asta del arma.

Arranqué el hacha de la pared con un desquiciante chirrido acompañado de varias chispas y eché a correr con él al costado, listo para descargar un golpe al primer pielverde que se me pusiera delante. No recuerdo haber corrido muchas más veces en mi vida como áquella, iba a una velocidad tremenda, con mi pierna biónica funcionando perfectamente. Asié con más fuerza el mango del hacha y fijé mi vista sobre mi siguiente víctima. El Orko acababa de arrancarle un brazo a un granadero y alzó su rebanadora para rematarlo, pero no le dio tiempo. El impulso que llevaba y la fuerza con la que ejecuté el golpe, fueron suficientes para partir al Orko por la mitad. La gran hoja del hacha entró por un hombro y salió por el lado opuesto, a la altura del estómago. Noté de nuevo la calided de la sangre y su feroz sabor bulléndome en la boca. Aquello rozaba lo enfermizo. Una creciente euforia acompañada de un considerable aumento de la adrenalina en mi sangre me conviertieron en una máquina de matar, yendo en piloto automático de un lado al otro del combate, entre las roñosas cabañas Orkas y las pilas de armas y munición que había tiradas por el suelo, decapitando, desmembrando, bloqueando y gritando insultos hacia los pielesverdes. Mis recuerdos actuales respecto a ese momento son muy borrosos y confusos. Un pielverde recibió un golpe en pleno pecho, siendo separado en dos partes a partir de aquel corte. A otro le clavé el hacha en la frente, y al sacar la hoja le partí el cráneo. Seguí absorto en mi mortal carrera, disfrutando sobremanera de los gritos de dolor, la adrenalina que crecía sin parangón en mi torrente sanguíneo y saboreando  la sangre que cada vez me cubría más y más...y más...y más.

Hasta que me di cuenta de que ya no había más Orkos para saciar mi furia ciega. Y me quedé ahí, de pie sobre varios cadáveres, con los brazos bajos, sosteniendo aún el hacha, rezumante de sangre y restos de hueso y carne. Respirando con violencia y con la mirada de un loco, cubierto por los restos de mi carnicería, chorreando sangre de mi armadura y mi uniforme. Todos me miraban absortos, impersionados, temerosos. Mi respiración fue haciéndose cada vez más rápida y seguí apretando los dientes. Sin pensarlo, alcé sobre mi cabeza el hacha con una sola mano y solté un tremendo grito. Durante unos segundos sólo se oyó el eco de mi grito, tronando entre las paredes de la fortaleza Orka, pero poco después todos estallaron en vítores y alabanzas al Emperador. 

Con el hacha en alto, la furia asesina aún nublándome la mente y una sonrisa que bien pudiera haber pertenecido a Tirrius, me sentí orgulloso por primera vez de haber creado una matanza similar.

Marioneta

- ¡Ya llego, Cyntia!- Ya casi estaba casi allí. No había guardias por los alrededores. Desenfundé mi cuchillo con rapidez y me preparé para cualquier cosa.

Entré de golpe en el arqueado hangar, notando como la misma furia de aquella mañana comenzaba a ganar terreno a mi cordura. La controlé como pude, no era fácil.

- ¡Cyntia!- Llamé a gritos.

El hangar estaba completamente oscuro a excepción de la blanca luz de luna que penetraba a través de los grandes ventanales de cristal que había en el techo y la luz artificial de las farolas, que entraba por las puertas. Me quedé de pie bajo la puerta, lo único que veía ahí eran vehículos parados y mi sombra, alargada unas tres veces su tamaño normal. Comencé a caminar, con el cuchillo listo y atento a cualquier movimiento. Durante unos segundos no vi nada, pero de imrpovisto, una figura envuelta en una capa Skiana que le cubría por completo salió corriendo de entre las sombras y escapó por la puerta opuesta a la que yo había entrado. Me dispuse a correr tras él, pero algo cayó de costado en el sitio donde antes el asesino había estado. Era un cuerpo. Un cuerpo masacrado, lleno de cortes y con la cara destrozada a cuchillazos. Dejó el suelo lleno de sangre al caer. Un escalofrío me recorrió la columna al darme cuenta de que Cyntia llevaba callada un rato.

No podía ser. Ese cadáver no podía ser suyo. Corrí hacia el cuerpo.

- ¡Cyntia! ¡No!

En el campamento, cuarenta y cinco minutos antes.

La noche en Khopesh no tenía nada que ver con el día. 

Las temperaturas bajaban hasta los diez grados y la brisa que de día se escondía, de noche acudía para mecer con suavidad los estandartes que coronaban la base. El cielo se tornaba de un bonito tono azul oscuro, iluminado por sus dos gigantescas lunas, que me recordaban a los ojos de aquella niña vivaz y alegre que mataba serpientes y quería aprender a disparar pistolas. 

Revolví el café moviendo un poco la taza y le di un sorbo. No había podido dormir desde que llegué al campamento, así que decidí admirar el paisaje nocturno de Khopesh y tomarme algo para calmar los nervios. La adrenalina aún seguía en mis venas y, de vez en cuando, mi pierna derecha sufría algún espasmo. Estaba demasiado alterado aún para dormir, a pesar de estar aquejado de una extenuante fatiga. Apenas podía sostenerme sobre mis piernas, de modo que opté por apoyarme contra el muro de la torre, junto a la ametralladora. Tener un arma cerca siempre me había reconfortado un poco. Miraba el desierto, grande, insoldable, silencioso. Unos pasos pausados y silenciosos sonaron sobre el muro, en algún punto detrás de mí. Bebí otro trago, saboreando el café y sintiendo como su calor se propagaba por mi gargana. Suspiré, aquejado de unas agujetas tremendas en los hombros. Los de mi escuadra me habían vitoreado al llegar al Chimera y, si bien Banhder había estado a punto de mandarme fusilar por desobedecerle, el capitán intervino y todo quedó resumido en una felicitación por mi gran actuación y una leve reprimenda por desobodecer órdenes directas de un superior. 

Alguien se apoyó en el muro, junto a mí. No era nadie que conociera. ¿O quizás sí?

- ¿Qué somos si no sirvientes del Emperador?- No volví la vista, pero supe que era una mujer. Estaba recitando el discurso del Gobernador Katerio en Lanba.

- Sirvientes dignos de Su gracia y protectores de Su don- Terminé yo, con una media sonrisa.

Vi por el rabillo del ojo como asentía. El pelo rojo como la sangre que hasta hace poco había saboreado con placer y por los hombros, con las puntas abiertas. Llevaba puesto el uniforme gris claro de los soldados del SICOM sobre su delgado y esbelto cuerpo, con el brazo derecho lleno de tatuajes negros y rojos en forma de rosas cuyos tallos espinados se enrollaban a lo largo de todo su brazo. No llevaba más armas que una pistola guardada en una funda negra que colgaba de su cinturón. La miré entonces. Era ella, la guardaespaldas de ojos rojos de Di Sera. Me sonrió amigablemente.

- ¿Me reconoces?

- Claro, eres la guardaespaldas de Di Sera ¿No?

- Y tú debes de ser Tristán ¿Me equivoco?

- En absoluto.

Me tendió una mano. Me recordó a las de Inrah.

- Cabo Mist Tahira.

Le estreché la mano. Estaba tan fría como la mía.

- He oído las historias que cuentan sobre tu....hazaña de esta mañana- Se apoyó de nuevo sobre el muro, mirando  al desierto- No me lo creí hasta que vi las grabaciones de vídeo. Mi enhorabuena.

Me pregunté si estaba allí para reclutarme. Algo en alguna parte de mí se burló de tan vana esperanza.

- Gracias. Supongo.

Hubo una pausa. La brisa nocturna mecía su pelo.

- ¿Oíste voces?- Preguntó, sin más.

- Venga ya- Pensé, ofendido- No puede pensar eso en serio. 

Negué con la cabeza. Ella me miró durante un par de segundos y asintió, como si en realidad supiera que decía la verdad.

- Entonces- Dijo- Tienes el síndrome de Aquiles.

- ¿De quién?- No había oído ese nombre en mi vida.

- Ya te pasaré algunos libros- Hizo un gesto con la mano para que la dejase hablar- Entras en ocasiones en trance en medio del combate y tus capacidades de combate se ven seriamente aumentadas debido a una mayor concentración de adrenalina en la sangre. Soldados como tú son muy buscados en algunos regimientos.

- ¿Y se supone que eso es malo?

- No si sabes distinguir entre amigos y enemigos- Se cruzó de brazos- Pero por supuesto, no suele ser así.

-No maté a ningún aliado- Me defendí.

- Podrías hacerlo la próxima vez- Sentenció con una fría mirada.

``La próxima vez``. Algo dentro de mí rezaba para que fuese tan gloriosa como la última.

- Si no sabes controlarlo, cada trance es más intenso que el anterior. Hasta el punto de que te pueda dar un ataque cardíaco.

- Y...¿Cómo se controla? ¿Entrenamientos? ¿Cirugía?

Negó con la cabeza. Su pelo rojo bailó sobre sus hombros.

- Simple fuerza de voluntad.

Pues menuda chorrada.

- Pero no es tan fácil como te crees- Me dijo, como si leyera mis pensamientos- Hace falta saber luchar contra ello. Si no me equivoco, y según lo poco que sé sobre el síndrome, apuesto a que fue una experiencia realmente intensa e incluso agradable ¿Cierto?

- Sí- Admití.

Ella asintió de nuevo.

- Es como una droga, cuánto más lo experimentas, pero será el efecto. En este caso, tu primera reacción fue positiva, atacaste solo a los Orkos. Pero imagina que, la siguiente vez que entres en trance, atacas a tus aliados.

- No creo que sea tan rápido, con tan poco margen- No me creía que fuera de verdad un problema.

- Lo es. Y prevenir es mejor que sufrir, supongo que coincidirás conmigo en eso- Mist tenía un extraño acento parecido al de Nix pero más pausado entre frase y frase.

- Sí- Me froté las sienes con los dedos como hago siempre que algo me está fastidiando en exceso- Entonces, ¿Sólo fuerza de voluntad?

- Te he dicho que no es tan fácil como parece. Tienes que poder concentrarte mucho en ello, y no te ofendas, pero  tú pareces de los que no se pueden concentrar demasiado en una sola cosa.

Me encogí de hombros, la verdad es que no se equivocaba.

- Debes controlarlo, formas parte de uno de los pelotones con más reconocimiento y experiencia en todo el Regimiento.

- Bien, haré lo que pueda.

Ella sonrió en señal de acuerdo, pero era una sonrisa fría a pesar de intentar que fuera todo lo contrario.

- Entonces, no me queda nada más que decirte- Me tendió la mano a modo de despedida- Enhorabuena de nuevo por el gran combate de esta mañana.

- Gracias.

Y se fue por donde vino. Suspiré, cansado, y volví a mi anterior ocupación: mirar el desierto. Estuve pensando más o menos durante media hora acerca de lo que Mist me había dicho. 

- Simple fuerza de voluntad- Recordé sus palabras.

¿De verdad era tan fácil? Ni de coña, ahí había gato encerrado. Terminé con avidez las pocas gotas que quedaban en la caliente taza metálica y la dejé posada sobre el muro.

- ¡Tristán!

Retrocedí por lo repentino del grito. ¿Era la voz de Cyntia? Miré a mi alrededor, no había nadie. Me encogí de hombros, la fatiga debía de hacerme oír cosas.

- ¡Tristán!- La voz de Cyntia sonó de nuevo. Es como si sonara en mi cabeza.

- ¡Maldita sea! ¿Qué?- Grité en mi mente, obedeciendo a un impulso cuya procedencia no conocía.

Me sorprendió recibir una respuesta, aunque, sabiendo que Cyntia era telépata, no fue precisamente muy perturbador.

- ¡El hangar siete! ¡Por favor!- Parecía realmente asustada. Respiraba agitadamente y hablaba muy rápido- ¡Por favor!

Eché a andar a paso rápido hacia el hangar que Cyntia me había dicho, ignorando el hecho de que las piernas me dolían sobremanera. Intenté tranquilizarla.

- ¿Qué está pasando?

- ¡Él es un Skiano!

- ¿Qué?- Exclamé- ¿Quién?

¿Mierda, otra vez esos malditos Skianos intentando meterla mano?

- ¡El asesino!- Un grito de dolor se oyó de fondo- ¡No! ¡Lak!

¿El asesino? ¿Un Skiano? No había ningún Skiano en Tarel, imposible. Corrí hacia la escalera y la bajé lo más rápido que pude, estando a punto de caerme dos veces. A través de mi mente, de ese vínculo telepático que Cyntia había creado conmigo, la oí sollozar.

- ¡Ya llego, Cyntia!- Efectivamente, ya estaba casi allí. No había guardias por los alrededores. Desenfundé mi cuchillo con rapidez y me preparé para cualquier cosa.

Entré de golpe en el arqueado hangar, notando como la misma furia de aquella mañana comenzaba a ganar terreno a mi cordura. La controlé como pude, no era fácil.

- ¡Cyntia!- Llamé a gritos.

El hangar estaba completamente oscuro a excepción de la blanca luz de luna que penetraba a través de los grandes ventanales de cristal que había en el techo y la luz artificial de las farolas, que entraba por las puertas. Me quedé de pie bajo la puerta, lo único que veía ahí eran vehículos parados y mi sombra, alargada unas tres veces su tamaño normal. Comencé a caminar, con el cuchillo listo y atento a cualquier movimiento. Durante unos segundos no vi nada, pero de imrpovisto, una figura envuelta en una capa Skiana que le cubría por completo salió corriendo de entre las sombras y escapó por la puerta opuesta a la que yo había entrado. Me dispuse a correr tras él, pero algo cayó de costado en el sitio donde antes el asesino había estado. Era un cuerpo. Un cuerpo masacrado, lleno de cortes y con la cara destrozada a cuchillazos. Dejó el suelo lleno de sangre al caer. Un escalofrío me recorrió la columna al darme cuenta de que Cyntia llevaba callada un rato.

No podía ser. Ese cadáver no podía ser suyo. Corrí hacia el cuerpo.

- ¡Cyntia! ¡No!- Grité mientras corría hacia el cuerpo desprovisto de vida de Cyntia.

Caí de rodillas con un golpe sordo y doloroso y di la vuelta al cadáver.

No era ella.

Al ver la cara al cadáver, destrozada a cortes y con la mandíbula colgando, una oleada de alivio se unió a las crecientes naúseas que me invadían. Solté asqueado el cuerpo, que cayó con un espeso chapoteo sobre el charco de sangre que él mismo había creado en el suelo. Retrocedí, con las manos chorreando sangre y vi de nuevo el cuerpo, con mayor claridad ahora que estaba a la luz.

Era un hombre, pero su cara estaba tan llena de cortes que no pude identificarlo a la primera. Un tajo horizontal le cruzaba el estómago, por donde la sangre le salía a borbotones. No aguanté más y las naúseas hicieron efecto. Me puse a vomitar lo poco que me quedaba en el estómago, apoyado en las orugas de un Chimera. Me quedé un par de minutos ahí, doblado, con una mano en el Chimera y la otra en el estómago, cuando empecé a oír unos gemidos apagados, y me sonaban muy familiares. Erguí la cabeza, aún con los dientes apretados, conteniendo una nueva oleada de vómito. Cyntia estaba arrodillada frente al cadáver, no llevaba su gabardina de psíquica, si no una camisa blanca de botones lisa y unos pantalones naranjas excesivamente cortos. Tenía la cara escondida entre las manos y temblaba incontrolablemente mientras los sollozos se fragmentaban en ecos que viajaban y rebotaban por todo el hangar. Me acerqué a ella, tambaleante.

- Cyntia...-Murmuré- Estás viva.

Ella siguió llorando un rato. Al fin levantó un poco la cabeza y pude ver sus grandes ojos, llenos de lágrimas, que me miraban aterrorizada. Maldije entre dientes, ella no estaba preparada para el combate ni sus horrores. Y nunca lo estaría.

- Viniste tarde- Bajó la mirada de nuevo, hacia el cadáver- Tarde. Lak está...tarde.

Así que era Lak. Cierto, había oído a Cyntia gritar su nombre antes. Mierda.

- ¿Quién...?- Tartamudeé- ¿Quién querría matar a Lak?

Cyntia me miró de nuevo. Esta vez había algo más en sus ojos. ¿Tristeza? ¿Culpabilidad?

- No quería matarle a él.

Una hora antes

La pesadilla terminó tornándose demasiado macabra y Dante se despertó, jadeante y sudando. Se frotó los ojos, sentado sobre la cama y se encaminó al baño para lavarse la cara y despejarse un poco. Accionó la manilla del grifo y el agua, fría como el hielo, manó con fluidez. Se mojó las manos y se las pasó por la cara, espabilándose poco a poco, sintiendo como su mente se aclaraba y como comenzaba a ser dueño de sus pensamientos. Se miró en el espejo y vio en que estado le había dejado la pesadilla; los ojos enrojecidos y cansados, ojeras y un reguero de sudor que el caía por las sienes y la frente.

- Tío...- Masculló, frotándose los ojos con pereza- Siempre que duermo con Nix me pasa lo mismo.

Pero al mirar al espejo de nuevo no se vio a él. O por lo menos al él que conocía.

Tenía los ojos desorbitados en una mueca de locura, que combinaba a la perfección con su exageradamente amplia sonrisa. Sus dientes parecían colmillos e iba ataviado con una larga y maltrecha capa marrón, del mismo color que las vendas que cubrían toda su cara, excluyendo sus ojos y boca. Algunos mechones de pelo se escapaban por las vendas. Un cuchillo de combate refulgía en su mano derecha, mientras que la izquierda permanecía dentro de su capa.

Cuando Dante se dio la vuelta, no era él quién movía los hilos de la marioneta en la que se había convertido. Antes de salir de la habitación, recogió un cuchillo de combate que descansaba sobre su almohada, cerca de la cara dormida de Nix. Afuera hacía frío, pero Dante no lo sentía. Caminó hacia los hangares, controlado por una conciencia externa, por algo, o mejor dicho, alguien. Se paró enfrente del hangar siete y se quedó mirando la insignia del Águila Bicéfala que estaba sobre la gran puerta. No había nadie alrededor. Nadie a excepción suya y de un Skiano que montaba guardia frente a la tienda de comunicaciones mientars fumaba. Caminó hacia él, oyendo los susurros de su arma, que le cantaban el destino del universo en un lento y macabro ritmo que haría enloquecer al más valiente de los Astartes. 

- ¿Te apetece uno?- El Skiano le tendió un cigarro con una sonrisa amigable.

Su sonrisa desapareció cuando el filo del cuchillo atravesó su barbilla y apareció en lo alto de su cabeza. Cuando la hoja salió de su cabeza, el cadáver se desplomó en silencio sobre el suelo, con un surtidor de sangre en lo alto de la cabeza y espasmos recorriendo todo su cuerpo. Dante se arrodilló y le despojó de su capa y las vendas marrones que llevaba atadas en los brazos. Con una fúnebre sonrisa, se echó la capa por encima y se enrolló las vendas en torno a su cabeza, dejando sólo a la vista sus ojos y boca. Reanudó su camino hacia el hangar siete, donde una animada conversación entre dos personas proliferaba entre los Chimeras y bípodes allí destacados. Entró en silencio al oscuro interior, reconociendo las voces, cada vez más audibles. A su espalda, el cadáver del Skiano seguía chorreando sangre. 

- Espera, creo que he visto a alguien entrar- Susurró una voz masculina detrás de un Chimera.

Su cabeza se asomó por un costado del transporte, lo justo para ver a la figura que se acercaba, envuelta en una ondulante capa mecida por la brisa nocturna. El hombre desenfundó una pistola y se puso totalmente al descubierto.

- ¡Quieto ahí!

Dante seguía acercándose, sin hacer caso a sus palabras.

- ¡Te he dicho que te estés parado!- Gritó de nuevo el hombre, apuntándole con la pistola.

Se produjo un rápido movimiento de su brazo derecho, acompañado por el momentáneo brillar de la hoja de su cuchillo y el cañón de la pistola cayó al suelo, partido en dos. Dante siguió andando. Él no era su objetivo. El hombre estaba atónito, intentó tirarle al suelo, pero Dante lo eludió con una facilidad que no hubiera tenido de ser él quién le controlaba. Cruzó la esquina del Chimera y una voz de mujer dejó escapar un chillido al ver el brillo de su cuchillo alzarse. El arma trazó un arco horizontal y se estampó contra la oruga del vehículo al ser esquivada por su presa. Su presa. Le encantaba como aquello sonaba. Danté sintió como el hombre desenfundaba su cuchillo y se disponía a clavárselo por la espalda. La voz de su arma, antes un susurro, tronaba ahora en la mente de Dante.

- ¡Necio! ¡Es un necio!

Se maldijo cuando vio por el rabillo del ojo como ella escapaba, presa del pánico, mientras él combatía con el hombre. Los cuchillos chillaban y soltaban chispas con cada golpe bloqueado, con cada golpe que no acabaría el combate. Y Dante necesitaba acabarlo cuanto antes. Su cuchillo trazó un brillante arco de arriba a abajo y sonrió como el reflejo que había visto antes en el espejo al toparse su filo con el torso del hombre, que gritó de dolor. Otro amplio arco cercenó su mandíbula, que quedó colgando de una sola parte. El hombre retrocedió, perdiendo la  conciencia por el dolor y lo Dante aprovechó. Una lluvia de cuchillazos y cortes atravesó y trituró su cara en medio de una nube de sangre que manchó la capa y cara de Dante, sin que su demente sonrisa se borrara de sus labios. Él trastabilló hacia atrás, muerto ya, pero Dante quería más, quería sentir de nuevo el calor de la sangre sobre su piel y su sabor en su boca. Se dio la vuelta y lo empujó contra las orugas del Chimera, donde había estado minutos antes. Comenzó a descargar una intensa tormenta de estocadas sobre su torso. El cadáver se mantenía aún en pie mientras se sacudía violentamente por los cuchillazos recibidos y la sonrisa de Dante iba en aumento. Ya no le importaba la mujer, ahora lo único que quería era seguir acuchillando a aquel desgraciado hasta que toda su dulce sangre estuviera sobre él. 

Unos pasos apresurados sonaron en la entrada del hangar y Dante se volvió, la sonrisa interrumpida por una mueca de ira. ¿¡Cómo osaba nadie interrumpirle!? 

Ya no tenía conciencia propia, era una marioneta. El mensaje llegó a su mente y se retiró a regañadientes mientras dejaba caer de lado el cadáver del hombre. Oyó gritar algo al recién llegado, pero lo ignoró y se escabulló. Siguió corriendo y se paró en un callejón entre el muro y los barracones, amparado por la oscuridad. Comenzó a sentir como las insidiosas telarañas que obstruían sus pensamientos y controlaban su mente iban despejándose y recuperaba el control de su cuerpo y su mente. Se encontró cubierto con una capa Skiana manchada de sangre y restos de carne. Se la quitó con rapidez, sintiendo repulsa, y se percató de que su cara estaba también cubierta por algo. Fue retriando poco a poco las vendas chorreantes de sangre y las lanzó al suelo. Contempló, absorto, como, al igual que el cuchillo que llevaba en la mano derecha, comenzaban a desvanecerse en una neblina negra que fue dispersa por la brisa nocturna. La sangre que empapaba sus brazos y ropa también se desvaneció.

- ¡Por el trono!- Murmuró, no pudiendo dar crédito a sus ojos. No recordaba nada, no sabía de dónde había salido todo aquello- ¿Qué es esto?

Por un momento se sintió desmayar de horror, pero casi al instante, el resto de su memoria desapareció y olvidó por completo las ensangrentadas ropas desvanecerse y se preguntó que demonios hacía en un sitio como aquel a una hora como aquella. Se encogió de hombros y volvió a su habitación, donde Nix le esperaría. Acogió con una feliz sonrisa esa idea y aligeró el paso.

Dos días después

Era definitivamente Lak. Como siempre, el capitán, el comisario y el resto del pelotón habían acudido a nuestra llamada, seguidos, obviamente, por Di Sera y sus SICOM. Aún recuerdo las exclamaciones de horror y las caras de dolor y repugnancia. Ésta vez, incluso Nyria apartó la vista, asqueada y con los dientes apretados de prua frustración y furia. Cuando todos se fueron, Di Sera nos planteó unas cuantas preguntas a Cyntia y a mí. Ella estaba demasiado asustada para responder y estaba sentada en el suelo con la vista perdida en el vacío mientras yo respondía a sus preguntas como buenamente podía. Recordé como Di Sera sacudía la cabeza mientras el cadáver de Lak era tapado por una mortaja blanca del medicae con el Águila Bicéfala bordada en ella. Tras eso, tuvimos una escaramuza con los Orkos, nada que destacar. Lo que de verdad debo resaltar es aquella conversación que tuve con el capitán al volver al campamento en el Chimera de la escuadra de mando, por petición suya:

- Danherr- Empezó, rompiendo el incómodo silencio que reinaba en el Chimera- Como ya sabrás, nos falta un puesto en la escuadra de mando.

- Lo sé- Respondí.

- Entre todos- Abarcó toda la estancia del Chimera, implicando a todos los presentes- Hemos decidido que tú deberías rellenar ese hueco.

Todos me miraban. No supe que responder y balbucí algo incomprensible bajo la mirada divertida de Nyria y la mirada de ánimo que Cyntia me dedicaba. Finalmente respondí que no podía dejar la escuadra de granaderos, y además Inrah me mataría por entrar antes que ella. Pero me terminaron convenciendo y yo, como soy imbécil, acepté. Y ahora estaba sentado contra el parapeto del muro, aguantando los fríos aguijones de la noche Khopeshita, más molesto por la inactividad que por la temperatura. A mi derecha, Nyria se arrebujaba en su manta y temblaba, ya que ella estaba habituada a temperaturas cálidas y no frías.

- Mi...mierda de...de frío- Tartamudeó, con los dientes castañeteando por el frío- O...odio este pu...pu..puto pla..planeta de mi...mierda. Ti...tiene arena, ti...tiene frío...tiene todo lo que o...odio.

Se encogió dentro de su manta.

- Bueno- Respondí- debemos montar guardia por si vemos al asesino ¿Cierto? El frío poco importa.

- ¡Pero tú eres Val...valhallano!- Exclamó- Qué...qué envidia me das ahora.

Cierto, era Valhallano y resistía bien el frío, pero eso no me libraba de sentrilo. Opté por hacer algo que nunca antes hubiera hecho, pero claro, últimamente habían cambiado muchas cosas. Quizás demasiadas. 

- Anda, ten- Me quité la manta y se la pofrecí. En cuanto me vio hacerlo abrió los ojos como platos y me la devolvió.

- ¡N-no! ¡De nin-ninguna manera!- Apartó la manta con ambas manos.

- Venga ya- Suspiré- te estás muriendo de frío, además, a mí no me molesta. 

- ¡Mie-mientes!

- No miento- Le eché la manta por encima- Acéptala, es de mala educación no hacerlo.

Acompañé esas palabras de una sonrisa para convencerla. Nyria terminó aceptándola, se arrebujó en ella, subiéndola hasta su nariz y se quedó mirando hacia adelante con mirada somnolienta.

- Soy imbécil- Pensé tras mirarla unos segundos- Ahora me voy a helar yo.

- Lo eres- La voz de Cyntia resonó en mi cabeza como un eco distorsionado hasta que finalmente se asentó del todo y sonó normal- Podías haberte tapado junto a ella.

Cuánta razón tenía.

- Oye- Respondí- Deja de meterte en mi cabeza...¿Vale?

- No- Denegó. Su voz era algo más triste desde que Lak había muerto delante suyo- No quiero romper el vínculo psíquico por si acaso. Además, me costó mucho establecerlo.

Suspiré. Nyria me miró, extrañada. Claro, ella no sabía que estaba hablando con Cyntia a través del vínculo telepático que había creado conmigo la noche que iba a ser asesinada. Le indiqué con un gesto que no era nada por lo que preocuparse.

- En fin, tú mismo. Te dejo solo, es difícil mantener una conversación así mientras se duerme.

¿Estaba hablando conmigo mientras estaba dormida? La verdad, había visto tantas cosas que ya pocas me podían impresionar. Noté como su presencia abandonaba mi mente y una repentina sensación de sueño me invadió.

- ¿En qué piensas?- Nyria me miraba con la cara medio enterrada en sus mantas. Era evidente que algo me rondaba la cabeza.

- Ah...es lo de Lak, me jode bastante el no poder haber llegado a tiempo- Mentí.

- No hubieras podido hacer nada de todas formas, Tristán- Me dijo. Me extrañó un poco que me llamara por mi nombre de aquella manera.

- Algo hubiera podido hacer, insisto- Para ser sincero, si que me reconcomía un poco el tema.

Ella se giró para mirame a los ojos.

- Vamos a ver- Empezó- Ya has visto como dejó a Lak ¿Crees que podrías haber hecho tú algo? Sabes de sobra que Lak era de los que mejores luchaban a cuchillo de todo el pelotón.

- Bueno...- Me había pillado- Pero hubiéramos podido entre los dos- Al ver que abría la boca para replicarme, decidí sacar otro tema- Y hablando del tema, deberías enseñarme a manejar esa espada, no creo que las técnicas convencionales sirvan con ella.

Estaba hablando de una espada que me había dado aquella mañana con el pretexto de que probablemente me tocaría combatir en cuerpo a cuerpo y porque `` No te lo tomes a mal, pero esa mierda de cuchillo no creo que haga mucho``.

- Era de un amigo mío, de la Legión Penal- Me había explicado- Las habíamos robado de los almacenes locales. Hacíamos un muy buen equipo, no te imaginas cuantos rebeldes mandamos al hoyo con ellas.

Ella sonreía, entre nerviosa, feliz por recordar aquellos viejos tiempos y triste por desprenderse de una parte de ellos. Tomé la espada como quien coge entre sus manos una reliquia de la Edad Oscura, temeroso y admirado. Su diseño era, cuanto menos, peculiar: Más o menos metro veinte de ancha hoja de acero, carecía de punta en su final, pero  en el extremo opuesto al pomo (que era un aro metálico) su hoja se prolongaba unos cuantos centímetros hacia atrás, creando una punta. Con todo,la hoja del arma parecía una ``L`` del revés. El mango estaba forrado en cuero negro endurecido. 

- No sé que decir- Sopesaba la espada, la movía de un lado a otro y la blandía con ambas manos. Tenía un peso perfecto- ¿Gracias?

Ella frunció el ceño.

- ¡Pues claro que gracias, imbécil!- Me espetó. Me aparté todo lo que pude, pues Nyria mantenía en su mano derecha la otra espada.

Ambos habíamos reído después por aquel momento. Sin embargo, ahora ella me miraba con una ceja alzada, interrogante. 

- ¿No practicaste con los servidores de entrenamiento como te dije?

- No me dio tiempo- Admití- De todas formas prefiero entrenar con alguien que tenga conciencia y que me pueda enseñar como funciona.

Ella suspiró.

- Realmente no tienes remedio.

- Todas decís lo mismo- Me crucé de brazos- ¿Pues sabes lo que te digo? Inrah decía que no podía dejar de fumar y lo dejé.

- No te lo crees ni tú.

- Bueno, durante un mes lo dejé.

Ella volvió a sentarse contra la pared y se subió de nuevo la manta hasta la nariz.

- Como quieras- Accedió- Mañana mismo por la mañana te enseñaré a usarla.

Sonreí.

- Gracias.

- No me mires como si me debieras algo- Ni siquiera volvió la mirada.

Me encogí de hombros y me apoyé en la fría pared para continuar con aquella aburrida y larga vigía en busca de alguien al que no íbamos a encontrar.

A la mañana siguiente, en el gimnasio de la sala Oeste, cuevas del campamento...

- ¿Qué? ¿Ya te has cansado, sesos healdos?

Nyria no parecía estar cansada, daba saltos cortos a derecha e izquierda con rapidez y mantenía con firmeza en su mano la réplica en madera de su espada. Maldita fuera, ni siquiera jadeaba, y yo ya estaba con la lengua arrastrando por el suelo. Me aparté el sudor de la frente con el antebrazo y volví a ponerme en guardia. Sentí un molesto dolor en el hombro izquierdo al flexionarlo, Nyria me había dado un buen golpe antes ahí. La verdad es que me había dado varios, y tenía dolores por todo el cuerpo. Ya deseaba que el Síndrome de Aquiles asomara por ahí, pero no había manera.

- ¡De eso nada!- Jadeé- ¡Estoy como nuevo!

Ella sonreía, divertida con la paliza que me estaba dando y disfrutando su venganza por aquel golpe que le di en la cara con mi casco hace tanto tiempo. Dirigió hacia mí un barrido con sus piernas, destinado a derribarme y lo esquivé con un torpe salto, luego intenté golpearla con mi espada, pero ella se puso rápidamente de rodillas, recuperando el equilibrio, y lo bloqueó. Envidiaba su agilidad y su coordinación, lo único que yo le podía sacar de ventaja era la fuerza, y por muy poco. Además, para terminar de arreglarlo, ella iba sólo con aquella tira de tela verde sobre el pecho, como la que llevaba cuando lo de Tirrius y unos pantalones negros bastante por encima de las rodillas, de manera que no podía concentrarme del todo en su espada y sus movimientos, ya que la vista se me iba a otros sitios más agradables de ver. Yo llevaba los anchos pantalones naranjas del uniforme y mi típica camisa gris sin mangas, pero no parecían amortiguar sus golpes en absoluto. 

Intentó otro barrido de nuevo, sin levantarse si quiera, y esta vez si que caí. Me golpeé pesadamente la espalda y las caderas y solté de golpe todo el aire que tenía en los pulmones. Posó sonriente su pie derecho, descalzo, sobre mi pecho y puso el tope de su espada a la altura de mi nariz.

- ¿Te rindes ahora?

- ¡Que no, he dicho!- Giré hacia un lado todo lo rápido que pude, pero ella dio una vuelta entera a la vez que yo giraba y colocó su otro pie a mi otro costado, dejándome rodeado.

Me fijé en sus piernas por enésima vez desde que la conocía. La parte baja de la derecha estaba llena de pequeñas cicatrices de un color más claro que su piel, con lo cual resaltaban bastante. También tenía un par de largas cicatrices en el muslo y la parte baja del vientre, plano como una tabla. En ambos brazos también tenía varios pequeños cortes, repartidos por toda su tonificada superficie. En la parte inmediata bajo el pecho tenía también tres cortes largos, en línea paralela, arañazos, supuse. Alargué sin darme cuenta la mano derecha y la pasé por su pierna, sin embargo, no noté la irregularidad de las cicatrices sobre su piel. Ella apartó rápidamente mi mano con un brusco movimiento de su pierna.

- ¿Qué haces?- Juraría que se había ruborizado, pero sobre el moreno de su piel era difícil saberlo.

- ¿Cómo te los hiciste?- Pregunté, sin hacer caso.

- Ya te lo dije, un devorador.

- No creo que te hiciera todos esos- Señalé todas las cicatrices que tenía por todo el cuerpo.

Se señaló la pierna derecha.

- Las de esta pierna me las hizo un devorador. Éstas- Se señaló el torso y el brazo izquierdo- Roces de metralla. Las del brazo derecho creo que fue en un duelo.

Hasta ese momento, nunca había sido realmente consciente de lo mucho por lo que había pasado Nyria y los muchos campos de batalla a los que había sobrevivido. Posé de nuevo la mano sobre su pierna, esta vez no la retiró.

- ¿Las de la pierna izquierda y ésas?- Señalé los tres arañazos que tenía bajo el pecho.

- Las de la pierna no tengo ni idea- Respondió con una sonrisa, sin darle demasiada importancia- Las del pecho fueron cuando...- Frunció el ceño, intentando recordar- Un...¿Genestealer? No, no creo. No- Se cruzó de brazos, pensativa- Quizá fuera el mismo devorador de las cicatrices de la otra pierna, la verdad es que no me acuerdo.

- Y...¿Todo te pasó en tu antiguo Regimiento?

Negó con la cabeza.

- Apenas combatí un par de veces ahí. Fue en la Legión Penal.

Cierto, ella había estado en la Legión Penal de Caribdis II. No sabía porqué, así que se lo pregunté. Ella desvió la mirada.

- Verás...no...-Sacudió la cabeza de lado a lado y me miró- De acuerdo, te lo contaré.

Mundo letal de Nippa, ocho años antes.

Nyria se apresuró en cruzar la pequeña colina que la llevaría a sus barracones, había sido un día muy largo, si bien glorioso. Habían extermiando a los maltrechos restos de los regimientos locales, renegados y sentenciados así a su perdición. Los oficiales habían ordenado abrir todas y cada una de las bodegas que había bajo las fortalezas de los renegados y lo que allí habían encontrado era magnífico: licores de todo tipo, a cada cual más exótico, jugosas carnes de extraños animales y, por supuesto, infinidad de armas, equipo y demás objetos bizarros y letales que, sin duda alguna, los Catachanes se habían llevado sin decir ni mu al Munitorum. Los mandos del regimiento no habían tardado en mandar encender las hogueras y repartir la comida y los licores entre sus hombres en cantidades más que razonables.

La noche había caído ya hace tiempo sobre las junglas de la salvaje región de Hathare y de entre las oscuras copas de los árboles y los frondosos matorrales surgían infinidad de aullidos, gañidos y todo tipo de sonidos emitidos por  animales. Las luces anaranjadas de los faroles se fundían con la blanca luz de luna, arrojando sombras de un color confuso por el suelo y las paredes. La alargada sombra de Nyria se desplazaba con rapidez y soltura, clavada a los pies de su dueña. Pasó de largo las cajas de munición apiladas frente a los transportes y pasó delante de los alegres soldados que, ya ebrios por la acción de los lujosos licores incautados, cantaban sin coordinación canciones de cuartel y se movían torpemente bajo la ondulante luz de los faroles. Tomó una botella de amasec de manos de uno de los soldados que intentaron cortejarla y continuó su camino con una sola cosa en mente: dormir un día entero.

Su pelotón en particular había tenido una de las tareas más complicadas y habían sufrido bastantes bajas, por lo que estaba más cansada que nunca, tanto física como moralmente. Flexionó su cansado brazo derecho para desuntemecerlo  mientras elevaba la botella con el izquierdo y bebía de ella. Lanzó hacia atrás la botella vacía y se metió las manos en los bolsillos.

- ¡Niña!- Nyria se sobresaltó al oír aquel grito. No sonaba borracho, pero tampoco sobrio.

Se dio la vuelta con rapidez y se cuadró para saludar al Capitán Blamer, el oficial al mando de su pelotón. Él avanzó con su paso exagerado y orgulloso, mientras le dedicaba una de esas miradas turbias y furibundas que tan bien le describían. Blamer era de estatura normal para un Catachán y fornido, muy musculoso. De buen ver y muy mal humor, era odiado por muchos del pelotón que comandaba.

- Maldito imbécil- Pensó. A ella no le caía bien para nada.

Blamer ni siquiera había saludado.

- ¿Qué demonios haces sola a éstas horas? El resto del Regimiento estamos celebrando la victoria- Gruñó, sin dejar de avanzar hacia ella. Alzó una ceja y preguntó. Más que hablar parecía que escupía las palabras- ¿O es que te estás viendo con alguien?

- Capitán...yo- Lo único que quería era dormir, no tenía ganas de perder el tiempo con aquel deshecho humano.

- ¡Maldita sea!- Le cortó él- ¡Habla, joder!

Nyria no dijo nada. El cansancio y aquella última estupidez le habían roto los esquemas. Por supuesto que no se veía con nadie, ni tenía intención de ello.

- ¡Mestiza de mierda!- Blamer le agarró con fuerza un muñeca y le atrajo hasta él. Nyria intentó zafarse, pero él era demasiado fuerte, incluso otro Catachán hubiera tenido problemas para escapar de su presa- Ni siquiera eres tan fuerte como un Catachán.

Escupía aquellas palabras con un desprecio apabullante. Ella sabía que algunos miembros del regimiento no la tenían en muy alta estima por su condición de mestiza (su padre era Catachán y su madre Cadiana), pero, de todos ellos, Blamer era el más jodidamente imbécil y agresivo de todos. Se maldijo a sí misma por haberse dejado la pistola láser dentro de la mochila. Blamer continuaba bramando sus insultos.

- ¡Eres el resultado fallido de una mezcla que nunca tendría posibilidades!- Agarró con más fuerza aún su muñeca. Nyria le dio un potente gancho en la barbilla, pero él apenas se inmutó- Débil, estéril...¡No eres nada!

Otro puñetazo fue a parar a su nariz, pero de nuevo ni siquiera se dio cuenta, o al menos no mostraba su dolor. Si es que lo sentía, claro. Nyria le atestó otro gancho con furia. No era débil, pero ese desgraciado se empeñaba en creer que así era.

- ¡No tienes lugar en este Regimiento!- La arrojó contra el suelo son un brusco movimiento. Nyria se levantó con rapidez e intentó darle otro puñetazo, pero Blamer le paró el golpe con mano experta- Deberías estar en una pasarela...¡O en un burdel! 

Otro puñetazo, otra parada perfecta.

- ¡Jodido error de la genética! ¿Y te consideras un igual a nosotros?- La lanzó al suelo de nuevo.

- ¡Blamer! ¿¡Qué está pasando aquí!?- La voz grave y paternal de Gthelo sonó en la distancia.

Nyria volvió la mirada hacia Gthelo, enormemente agradecida por la milagrosa intervención del anciano adiestrador. Avanzaba con grandes zancadas hacia ellos, su túnica marrón sin mangas ondulando por la velocidad de sus pasos. Blamer gruñó y agarró a Nyria por el cuello, levantándola un poco del suelo con su tremenda fuerza.

- Suéltala, Blamer- Gthelo ya les había dado alcance. Posó una mano sobre el hombro de Blamer y tiró un poco de él para dar más énfasis a su orden- Si queréis resolver vuestras diferencias hacerlo en un duelo, como ha de ser, no de esta manera.

Nyria murmruró su nombre mientras intentaba escaparse  de Blamer, agarrando inútilmente su ancha muñeca con ambas manos e intentando separarle de ella.

- ¿Porqué la defiendes?- Le espetó Blamer a gritos, perdiendo el control- ¡Ni siquiera es Catachana! ¿Y la tratas como a una de los nuestros?- Esbozó una mueca de asco en su curtido rostro- Mierda, anciano, ¡No me jodas!

Gthelo volvió a Blamer de un potente tirón, pero él aún aguantaba a Nyria, que voqueaba en busca de aire, asfixiándose bajo la presa del furioso capitán, que aumentaba en fuerza cada vez más.

- Serss Blamer- Gthelo elevó la voz, imponiéndola sobre la del furioso Catachán- Es una igual, maldición ¿Qué más da su sangre? Ha nacido en este Regimiento y lleva toda su vida en él, ha matado un Autarca eldar, a multitud de xenos y ha salvado a cuatro de sus compañeros en los escasos tres años que lleva combatiendo como una más de nosotros ¿Dudas entonces de su derecho a ser considerada una semejante?

Blamer miraba furioso al sereno Gthelo, ancho de hombros y musculoso, como toda su vida había sido. Dejó caer a Nyria, agarrándola por las correas de la mochila para que no huyera.

- Escucha, anciano- El desprecio no había desaparecido de su voz, incluso al dirigirse a su superior- Ella no tiene lugar entre nosotros. Es una condenada mestiza, maldición. ¡Mírala!- La adelantó con un fuerte tirón de las correas de su mochila, ella cayó al suelo. Blamer la agarró del pelo y la elevó hasta su cuello- ¿Acaso te parece una de nosotros? ¡Con que mires su piel es suficiente!- Hundió su dedo en el brazo de la chica, del mismo color moreno que todos los Catachanes tenían, pero surcada en algunos puntos por delgadas y alargadas líneas de un color más claro que el resto de su piel, contrastando bastante- No tiene nuestra piel, ni siquiera tiene nuestro físico. ¡Incluso es estéril, condenación!

- ¡Ya basta, Serss!- Gthelo soltó la mano de Blamer del pelo de Nyria con un fuerte manotazo. Ella intentó escaparse a gatas, pero el enfurecido Catachán apresó su mochila de nuevo- ¡Suéltala! No lo repetiré, suéltala. O tendrás que vértelas con su padre, y lo sabes.

- Su padre no me importa, carcamal- Llevó furitvamente una mano al pomo de su cuchillo- Es un desgraciado que ha cometido la abominación de mezclar nuestra sangre con la de esos Cadianos de mierda. Él también merecería un castigo.

- ¿No te das cuenta de que los que pensáis así sois los que menos?- Gthelo intentaba hacerle entrar en razón.

Blamer gruñó. Con un movimiento rápido e inesperado, separó la cabeza de Gthelo de sus hombros de un tajo con su afilado cuchillo. La cabeza del anciano cayó al suelo con un golpe sordo y una mueca de sorpresa y ofensa aún grabada en su ensangrentada cara. El resto de su cuerpo se derrumbó, chorreando sangre a borbotones por el cuello. 

- ¡No!- Nyria alargó la mano hacia el cadáver del anciano, con los ojos enormemente abiertos.

- ¡Y le sigues tú, zorra!- Blamer la alzó del cuello y preparó su cuchillo.

La mente de Nyria comenzó a funcionar con más rapidez de la habitual, estimulada por la furia y el miedo que sentía. Actuó más acorde con su instinto que por lógica. Blamer se dobló al recibir una patada en la entrepierna y Nyria se zafó en cuanto la presión que la mano de su captor ejercía sobre su cuello se aflojó un poco. Rodeó con sus piernas su torso y desenfundó su propio cuchillo, un Aguijón Nocturno de aguda y letal hoja probada en cientos de combates. Echó hacia atrás el arma y se preparó para vengar a Gthelo, a su honor y a acabar con el odio que Blamer le tenía a ella y a sus padres. 

Sólo cuando la sangre salpicó sus manos, se dio cuenta de que había sellado su destino con aquella acción.

De una manera u otra.


De nuevo en el gimnasio

Cuando Nyria terminó su relato, me la quedé mirando. Se había tumbado sobre el acolchado suelo del gimnasio y cruzaba los brazos tras la cabeza, la mirada fija en el techo. La historia me había sorprendido bastante, y también me había dejado con muchas dudas que no quería preguntar por si acaso. ¿De verdad era estéril? ¿Su padre no la defendió para que no fuera a la Legión Penal a pesar de ser un oficial importante?  ¿Había matado en realidad a aquel capitán? Sinceramente, no la creía capaz de matar a un oficial aliado, o por lo menos desde el punto de vista desde dónde la veía ahora. Se quedó callada un buen rato. Yo, sentado a su lado con las piernas cruzadas, opté por dar voz a mis pensamientos:

- Así que...-Empecé- No eran cicatrices.

Negó con la cabeza.

- ¿Porqué me dijiste entonces que eran cicatrices?

- Eres el único que sabe esto- Dijo, sin despegar la mirada del techo- Así que mantén la boca cerrada ¿Vale?

Como si pudiera hablar por ella.

- Sabes que si esto lo sabe alguien más del pelotón, serás la primera sospechosa de los asesinatos ¿No?

- El capitán y el comisario lo saben, y hasta ahora no han dicho nada contra mí- Se encogió de hombros.

- Pero si el resto lo descubre pensará que has sido tú. No todos te conocen tan bien como el capitán o como yo.

- Tú no me conoces ni la mitad de lo que piensas- Sacudió la cabeza lentamente, se levantó y me tendió una mano para levantarme- Ya está bien por hoy de entrenamiento.

Me encogí de hombros, arrepintiéndome al instante tras sentir el doloroso quejido de mis músculos. Echamos a andar hacia el vestuario tras quitarnos parte del sudor con las toallas. La puerta de chapa blanca quedó abollada en la parte de abajo tras recibir la patada que Nyria utilizó para abrirla, era obvio que estaba intentando rehuir la conversación. Los vestuarios, tanto de los gimnasios como de los barracones, eran mixtos. Según los oficiales, de esta manera se reforzaban los lazos de camaradería entre los soldados. Algunos habían calificado la medida de innecesario, otros de obsceno y otros, simplemente habían abrazado la propuesta. Cómo no, yo estaba entre los partidiarios. 

Dejé mis ropas en una de las taquillas metálicas y cogí una toalla del dispensador. Las duchas eran simplemente una larga hilera de tubos que sobresalían de la pared a la altura de mi cabeza. No había separaciones ni nada por el estilo, por lo que ella insistió en que yo me duchara primero. Algo desanimado, me duché todo lo rápido que pude y volví a las taquillas para avisarla de que ya podía ducharse. Ella esperaba envuelta en la larga toalla, apoyada contra las taquillas y mirando al suelo.  

- Date prisa, solo hay dos minutos de agua caliente por persona- Avisé.

Ella hizo un gesto con la mano para indicar que le daba igual y desapareció tras la pared que separaba las taquillas de las duchas. Un segundo después, vi su toalla saltar y quedarse enganchada a uno de los percheros que había en la pared que estaba enfrente de las duchas. Suspiré, había sobreestmiado la confianza que ambos habíamos ganado durante esos últimos meses. Pero claro, Nyria era siempre la que se duchaba sola, era muy desconfiada con todo el mundo. Oí cómo el agua comenzaba a salir y repiqueteaba contra su piel. No voy a mentir, me hubiera gustado verla. Decidí darle algo de conversación mientras me vestía.

- Pensé que las duchas eran para compartirlas- Comenté en tono de broma.

Ella tardó un poco en responder.

- Eres un cerdo.

Y ahí acabó la conversación.

Me quedé un rato apoyado contra la pared, esperándola. El agua caliente ya debía de haber parado. De repente, el aullido de las alarmas sacudió mis oídos y rebotó por todo el vestuario. Me puse tenso. ¿Qué demonios pasaba? Oí un fugaz chapoteo, el roce del algodón contra el metal y vi a Nyria salir corriendo de la ducha, con la toalla por encima. Cuando fui hacia mi taquilla para recoger mi pistola, ella ya se había puesto la tira de tela verde que usa de sujetador y estaba peleando con los pantalones.

- ¿Qué pasa?- Pregunté, alarmado, mientras abría la taquilla.

- Es la alarma de ataque- Explicó ella, poniéndose el cinturón- Los Orkos deben de estar contraatacando.

Nuestros comunicadores sonaron a la vez. Ella colgó el suyo mientras seguía enredando con el cinturón y me dijo a mí que contestase al mío. 

- ¿Sí?

- ¡Danherr!- Era el teniente, se le oía correr por los pasillos entre mucho revuelo- ¡Al centro de mando, ya! ¡Si Canaar anda por ahí, avísala también! ¡Corto y cierro!

No sé por qué dio por hecho que Nyria estaba conmigo.

- El teniente- Dije- Tenemos que ir al centro de mando.

- ¿Nos atacan?

- Eso parece, pero no me ha dicho nada al respecto.

- Mierda- Masculló.

Se echó la camiseta sin mangas por encima y echó a correr hacia la salida. La seguí. Corrimos hacia la sala de mando, no muy lejos de nuestras habitaciones. Ella era muy rápida y esquivaba con soltura a los muchos soldados que corrían por los pasillos, rifle en mano. Yo tuve bastantes problemas para seguirla, pues mi pierna biónica había comenzado a resistirse un poco y así mi velocidad disminuía bastante. Finalmente llegamos, los guardias que había a cada lado de la puerta nos saludaron y Nyria abrió la puerta de un golpe de hombro. El interior era como el resto de habitaciones, excavado en la roca. Multitud de cogitadores, radios de campaña, paneles de mando de verdes brillos, mesas de hormigón con proyectores holográficos y guardias que corrían de un lado a otro ocupaban hasta el más pequeño espacio disponible. Mi pelotón al completo estaba enfrente del mirador que daba a la parte frontal del campamento. Miraban el panorama: explosiones por doquier, columnas de fuego láser que hacían arder Orkos y más Orkos, grises estelas de humo provenientes de las balas de bólter pesado y una enorme marea verde que se abatía sobre la trinchera frontal, intentando sobrepasar la muralla de láser y plomo que se abatía sobre ellos. Dael, que estaba en la parte de atrás, de puntillas intentando ver por encima de los anchos hombros de Bandher, se dio la vuelta al vernos. Se nos quedó un rato mirando de hito en hito, probablemente malpensando de nuestra ropa manchada por el sudor y nuestros jadeos de cansancio tras la carrera.

- Mañana movidita ¿Eh?- No le pude ver la cara porque llevaba su máscara antigás encima, pero daba por hecho que estaba sonriendo. Se volvió hacia mí- No olvides usar protección, y no me refiero a la de caparazón.

Se echó a reír el muy condenado. Nyria fruncía el ceño, con un leve rubor en sus mejillas. Apartó a Dael de un empellón y se coló entre los granaderos hasta llegar a la escuadra de mando, que miraba el combate en primera línea junto a los otros líderes: Elfgar y Sigfrido, las dos Amazonas y Baldassare. Del coronel Skiano no había ni rastro.

- Oye, macho- Dael se había deslizado hacia mi lado y me hablaba al oído. Me aseguré de darle una colleja por malpensado- ¿De qué color tiene las bragas?

Le di otra colleja y lo aparté de mí con un empujón no muy fuerte. Él reía de buena gana. Me abrí paso yo también y me puse junto al comisario, que miraba con una mano en la barbilla la lucha. Contemplé con asombro como un gigantesco Kamión erizado de akribilladores y cañones láser robados estallaba en una desmesurada bola de fuego de un rojo intenso al ser alcanzado por varios impactos de cohete disparados desde la trinchera. Las ametralladoras que estaban en las torres y sobre los muros de la fortaleza eran operadas por artilleros Khopeshitas, que no quitaban el dedo del gatillo, abatiendo sobre la imparable marea verde una lluvia de balas de gran calibre que rasgaban el aire con distorsionados chillidos. Un grupo de pielesverdes saltó dentro de una sección de la trinchera y dieron comienzo a un fiero combate cuerpo a cuerpo bayoneta contra rebanadora, Humano contra Xeno. Yo ya había dado por perdida aquella parte de la trinchera, pero los Khopeshitas tenían un gran arrojo y muy buenas aptitudes con la bayoneta, por lo que consiguieron expulsar a los Orkos de la trinchera con la ayuda de algunos refuerzos. Admiraba el combate, absorto en aquella matanza, cuando oí a Cyntia desde algún punto a mi derecha.

- Sección de trinchera Épsilon, manténganse alerta. Un grupo de medio centenar de pielesverdes se dirige a su posición. Rebanadoras y lanzallamas- Su voz sonaba algo distorsionada, como si otras dos Cyntias repitieran sus palabras de fondo. Estaba de pie, bueno, flotando unos centímetros sobre el suelo, mejor dicho. Toda su silueta brillaba con un leve tono violeta y sus ojos estaban enteros del mismo color, brillando más intensamente. Estaba con los brazos extendidos y las palmas de las manos hacia arriba. Un manojo de cables recorridos por electricidad estática que salían de uno de los cogitadores conectados a centrales de comunicación estaban conectados a su nuca y cabeza.

Seguramente estaba en trance, usando sus poderes psíquicos para ver a los Orkos y avisar de sus movimientos a los soldados que defendían la trinchera. Me extrañó verla de esa manera, parecía una persona seria incluso.

Un exagerado escalofrío cruzó la espalda de Cyntia, haciéndola temblar y mecerse en el aire.

- Ala Oeste, Kamiones y bípodes- Continuó informando- Décimo tercer pelotón, aconsejo que sus especialistas en armas pesadas ignoren a la infantería pielverde y se concentren en los vehículos que se aproximan. 

- El Coronel Skiano pensó que sería de ayuda- Me explicó Inrah, que se había puesto a mi lado- No ha tenido una mala idea.

- ¿Y porqué estamos aquí y no ahí abajo?- Preguntó por detrás Dante.

- No hay más sitio en las trincheras o en las murallas, supongo- Respondió Skerry.

- ¡Venga ya!

El comisario, que hasta ahora había estado estudiando el desarrollo del combate con atención, arrugó la nariz y me miró.

- Entrenando, ¿eh?

Supuse que se refería al olor a sudor que desprendían mis ropas, así que me disculpé y me sentí bastante avergonzado por ello.

- No es precisa una disculpa, muchacho- Sonrió. Era una de las pocas veces que le veía sonreír- Con lo repentino del ataque, no me extraña que no te haya dado tiempo a cambiarte.

Asentí en señal de agradecimiento.

- Oiga, comisario. ¿Qué demonios hacemos aquí arriba?- Mi amplificador distorsionó mi voz durante las últimas palabras de la frase. Lo ajusté y continué con la pregunta- Quiero decir, en vez de estar ahí abajo luchando como deberíamos estar. 

Se inclinó hacia afuera, con los antebrazos apollados sobre el balcón.

- Di Sera quiere tenernos cerca- Hizo un gesto con su mano derecha, haciéndola girar- Ya sabe, cabo, por lo del asesino. Además cree que podríamos ser sus...digamos- Meditó el término- Su pelotón ``enchufado``, como dirías tú. 

- Ajá. Eso suena bien.

Un escuadrón de Lataz Azezinaz fue atravesado por las torretas láser Tarantula que había repartidas por las distintas secciones de la trinchera. Las carcasas agujereadas y humeantes de los grotescos bípodes se desplomaron sobre el suelo, levantando nubes de arena ennegrecida.

- Supongo- Se encogió de hombros- Se traduce en mejor equipo, más posibilidades de supervivencia y más fama e influencia. Pero el riesgo también aumenta- Se giró para reprender a Dael y los Arrano, que ya estaban apostando sobre la sección de la trinchera que caería primero. Se disculpó conmigo y volvió a la conversación- El asesino sabrá que somos ahora más importantes y, por lo tanto, más peligrosos. Además, no es sólo el asesino, si no las misiones a las que nos mandarán. 

- Bueno, para eso somos los mejores de la compañía, ¿No? Quién sabe, puede que incluso el SICOM se interese por nosotros.

- Los guardaespaldas de Di Sera estuvieron fijándose en Canaar, que no te extrañe si nos tiene que abandonar al acabar esta campaña.

Fruncí el ceño. ¿Se habían fijado en Nyria? No me hacía a la idea del pelotón sin ella, de mi vida sin ella. Por romanticón que suene, así me sentía.

- Y...- Dije, frotándome la nuca e intentando parecer tranquilo- ¿Se han fijado en alguien más?

Él lo pensó durante un par de segundos y consultó su placa de datos portátil.

- También hablaron sobre Dalek, Bandher y Meck.

¿Inrah, Dael y Bandher también? Que no me hubieran mencionado me cabreó bastante, sobre todo teniendo en cuenta mi actuación bajo los efectos de mi síndrome.

- Pero...¡No se los pueden llevar así como así!

El comisario sonrió como quién sonríe a un niño que no entiende nada.

- Son el SICOM, Danherr. Es voluntario unirse a ellos si eres elegido, pero...¿Quién va a rechazar tal oferta?

Me quedé mirando el combate hasta que terminó. Ni siquiera me uní a los vítores y las oraciones del resto, simplemente me fui a mi habitación a limpiar y preparar mi equipo, sin nada más en mente que el poco prometedor hecho de perder a personas que significaban tanto para mí.

++++++++++++++

La noche había caído sobre el campamento sin haber tenido más ataques. Yo había pasado la mayor parte del día leyendo ``La Rosa del Desierto``, tirado en la cama y con la camiseta perdida en algún lugar del cajón de la colada. Hacia las once, cuando estaba anocheciendo, Nyria entró en la habitación. Del resto no había ni rastro.

- ¿No tienes frío?- Me preguntó mientras se quitaba la camiseta y se ponía otra limpia.

La verdad es que dentro de las cuevas se estaba mucho más fresco que afuera, pero tampoco hacía frío. Entonces me di cuenta de que lo decía porque no llevaba camiseta.

- Estoy acostumbrado al frío- Respondí, sin levantar la mirada del libro- Si alguna vez me has tocado, sabrás que mi piel siempre está fría.

- Sí, lo sé- Lanzó la camiseta sucia al cajón de la colada y se llevó las manos al cinturón. Se lo desabrochó y volvió la mirada hacia mí- No mires.

- No sé porqué no debería- Comenté con una sonrisa burlona.

Se quedó un par de segundos quieta, en esa postura, con las manos sobre la hebilla del cinturón y sus ojos fijos en mí. Cerró los ojos y exhaló el aire por la boca, sin prisa.

- Escucha, Trisán- Empezó. No parecía haberle hecho gracia mi comentario- Aprecio tu amistad y compañía más que la de ningún otro, pero estás pasando ciertos límites con tus bromas.

¿Límites? ¿Ella me estaba hablando de límites? Aquello no me sentó muy bien, que digamos, pues había pensado que tras la escenita de la noche anterior al desastre de Optima Secundus estas cosas no pasarían. Pensé que me había cogido más confianza.  

- Vale, vale- Me tapé la cara con el libro y esperé. Escuché el roce de tela contra dermis, el golpe sordo de su pantalón cayendo junto al resto de la ropa sucia y de nuevo la ropa contra su piel. La oí caminar, pasó por mi lado y oí el chirriar de la puerta al abrirse, un segundo después, la puerta se cerró. Me levanté de un salto, esperando que no se hubiera ofendido demasiado con mi comentario de antes. Abrí la puerta de un tirón y ella se volvió al escuchar el sonido.

- ¿Dónde vas?

- El capitán me ha ordenado montar guardia- Respondió.

Sabía que mentía, era demasiado obvio, pero lo dejé pasar. Al fin y al cabo, ni quería discutir con ella ni eso era una buena elección. Ya me estaba dando la vuelta para entrar de nuevo en la habitación cuando la oí carraspear.

- Oye- Me dí la vuelta al oírla- Mañana de nuevo en el gimnasio a la misma hora. Tienes que pulir esa técnica. Mucho.

Asentí.

- Bueno- Pensé- Al menos sé que no está enfadada.

Se despidió con la mano y echó a andar por el pasillo. Cerré la puerta y continué con la lectura de ``La Rosa del Desierto``, pues había llegado a una parte erótica y me tenía bastante interesado.

Sin embargo, en lo único que pude pensar fue en el entrenamiento del día siguiente.

++++++++++++++++++

Como era de esperar, mis golpes no fueron ni coordinados ni especialmente rápidos debido a las agujetas y moratones que tenía por todo el cuerpo, fruto del entrenamiento del día anterior. Viendo que no estaba en muy buenas condiciones para el entrenamiento práctico, Nyria optó por pasar al teórico mientras me recuperaba.

- Agáchate un poco y flexiona las rodillas, como cuando utilizas un cuchillo- Se puso en guardia como me dijo para que tuviera una referencia- Eso es, el brazo izquierdo adelantado.

Me dolían las rodillas y los hombros, pero aún así mantuve la postura. Sostuve la espada con la mano derecha, el pico de la hoja hacia delante, como ella me había enseñado.

- Oye- Moví un poco el brazo izquierdo, sentía que estaba demasiado expuesto- ¿No sería mejor usar un escudo o algo así en el brazo izquierdo? Me parece que así es demasiado vulnerable.

Se cruzó de brazos.

- De eso nada. Aprendí a luchar de esa manera con esta espada, sin escudo.

- Pero...- Insistí- Ésta postura está bien para usar un cuchillo. Lo clavas y sales corriendo. Pero con una espada no es lo mismo.

Di un golpe para ensayar. Tenía que recoger el brazo izquierdo hacia atrás un poco si quería ampliar bastante el golpe y no me era muy cómodo.

- Es una postura de guardia para descargar el primer golpe- Dijo, pasándose una mano por la cara, perdiendo la paciencia- Empujas con el brazo izquierdo si es necesario y golpeas con el derecho, no es una postura fija.

- Lo sé- Di de nuevo un golpe- Pero me da la senación de que me quedaré sin brazo izquierdo antes de poder dar el primer golpe.

Sus brazos se separaron y me arrebató la espada. Se puso en la misma postura en la que estaba yo y asestó con rapidez un potente golpe sin mover el brazo izquierdo. Me devolvió el arma.

- ¿Ves?

- Sí, pero...este...-Me rasqué la nuca, buscando las palabras adecuadas- Sigue sin convencerme.

Ella se puso de brazos en jarras, mosquéandose cada vez más con cada palabra que yo decía. 

- Tristán, he usado esta técnica durante los siete años que pasé en la Legión Penal y he sobrevivido gracias a ella. Así que cierra la boca y déjate enseñar.

Estaba poniéndose cada vez peor la cosa, pero yo, testarudo como Valhallano que soy, me negué a dejarlo ahí.

- ¡Pero tú eres más rápida que yo!- Protesté- Además, también manejas este tipo de armas mucho mejor. No esperes que pueda adaptarme a una técnica que tú hayas desarrollado.

- ¡Pues tendrás que adaptarte!- Explotó ella. Me agarró de las correas laterales del amplificador de voz.

A nuestro alrededor, un nutrido grupo de granaderos que estaba entrenando con las pesas se nos quedó mirando. Éramos los únicos en el gimnasio junto a los granaderos y un pequeño grupo de Amazonas que praticaba técnicas de lucha cuerpo a cuerpo sin armas.

- ¡Pero no tengo ni idea, maldita sea!- Me vi obligado a arrodillarme para que Nyria no arrancara accidentalmente las correas al moverme bruscamente.

Me soltó.

- Tristán- Me tendió una mano para levantarme- Séeme sincero, estás despreciando esta técnica. Me la enseñó Gaz, y no estoy dispuesta a aguantar tales insultos.

Supuse que Gaz era el otro legionario penal junto al que usaba estas espadas.

- No exageres, no te estoy insultando- Enfundé la espada y me encaré a ella, que me miraba desafiante Simplemente me parece nula para alguien como yo.

Nyria frunció el ceño y desenfundó su cuchillo. Era el Aguijón Nocturno que había visto en sus manos en el vídeo y  las fotos de su infancia. Me di cuenta de la importancia que aquel arma tenía para ella. Clavó el cuchillo en el suelo, lanzándolo entre los dos.

- A mediodía tras los hangares.

Se dio la vuelta y empezó a andar. La agarré un brazo, no entendía nada.

- ¿A mediodía tras los hangares?

- Un duelo a la manera Catachana- Se escapó de mí con rapidez.

Me quedé mirándola mientras se marchaba con ese peligroso contoneo que tenía cuando estaba mosqueada, pensando que, cuánto más se enfada, más guapa estaba. Dio un portazo al salir y pugné por ir al vestuario mientras todavía estaba por allí y disculparme, pero soy Valhallano, no me disculpo. Suspiré y me dejé caer en el suelo para descansar mis doloridos músculos. Sinceramente, no me creía en condiciones de poder luchar, y menos aún contra ella.

++Al mediodía++

Sin ganas de luchar, me encaminé hacia el lugar acordado. Se me había olvidado la gorra en la habitación y el sol me pegaba con fuerza en la nuca. Agradecí que los hangares dieran sombra.

- ¿Un duelo con Nyria? ¡Ni de coña!- Recordé las palabras de Dante. Sencillamente flipó cuando se lo conté.

- Creo que sería conveniente que fuera contigo- Me había dicho Nix- Lo más probable es que uno de los dos terminéis desangrándoos.

Yo me había hecho de rogar, pero terminé accediendo, pues ya sabía de antemano como iba a acabar. Ahora Nix, Dante y Dael me seguían. No sé porqué Dael vino con nosotros, pero me prometió un par de latas de Grox, así que no me importo demasiado.

A mi alrededor, los guardias, tanto Khopeshitas como Nametherianos, Amazonas, Etras e incluso Skianos, iban de un lado a otro transportando cajas, armas o entrenando. Todo eso bajo un sofocante y abrasador sol.

Llegué a los hangares y fui a su parte trasera, donde había sombra y un hoyo causado por un proyectil Orko que impactó allí hace semanas. Nyria esperaba a un borde del hoyo, que no tendría más de dos metros de profundo y cinco de ancho. En su fondo, negrecido, estaba su Aguijón Nocturno clavado, justo en el centro.

Ella torció el gesto al ver que Dante, Nix y Dael me acompañaban.

- Pensé que vendrías solo.

- Un poco de atención médica nunca viene mal- Intenté sonreír, pero no me salió nada creíble.

- Como sea- Hizo un gesto despectivo con la mano y señaló el interior del pozo- Saltaremos a la vez, el qeu primero coja el cuchillo, gana el duelo. Es a primera sangre.

Recé para que no le diera por que la primera sangre fuera en el cuello o en el pecho. 

- Bien.

Noté una mano sobre mi hombro.

- Eh- Era Dael, que me susurraba a la oreja- Si le arrancas el sujetador, te regalo todo el Grox que quieras.

Tentador...por ambos lados.

- Déjalo, prefiero pagar- Respondí- Así al menos viviré más.

Andé hacia el borde del hoyo y la miré. Me iba a enfrentar a Nyria, nacida para luchar, entrenada para matar y adoctrinada para no morir. ¿Qué posibilidades tenía yo frente a ella? Ella me miraba a los ojos, incluso a esa distancia se notaba. Desafiante, iracunda, hermosa en su cólera. Levantó una mano con tres dedos extendidos y los fue encogiendo poco a poco.

3

Me mordí el labio inferior. No me sentía capaz.

2

Ya veía aquel cuchillo entre mis costillas. Reprimí el escalofrío que aquel pensamiento me causó.

1

Eché el aire por la boca. Quisiera o no, iba a pasar.

Su mano se transormó en un puño al contraer el último dedo. Saltamos.

Rodé por el suelo al caer y me lancé hacia delante con la pierna izquierda, la biónica, aprovechando los amortiguadores que tenía. Avancé casi hasta el centro con el salto y extendí la mano para recoger el arma. No la alcancé, pero al caer rodé de nuevo y agarré el mando del cuchillo de pasada, arrancándolo de la tierra resquebrajada y saltando de nuevo hacia atrás con mi pierna biónica para ponerme lejos del alcance de Nyria, que estaba muy cerca. Ella había caído bien y había echado a correr hacia el centro, pero por suerte, puedo pegar saltos bastante largos hacia delante gracias a mi pierna biónica. Cuando me vio con el cuchillo en la mano, se tensó, poniéndose en guardia y retrocediendo unos pasos. Yo sabía que no le iba a hacer nada, le lancé un par de cortes para terminar aquel absurdo duelo de una vez. Intenté no herirla, como mucho, un corte en el brazo, no muy profundo. Pero ella me esquivaba con una agilidad pasmosa que me hacía parecer un Orko con retraso mental. Intenté algunos de lso movimientos que más me habían funcionado en mi vida, girando sobre mis talones a la vez que lanzaba cortes amplios, cambiando de mano el cuchillo o cargando de golpe hacia delante, pero ella me esquivaba todos los ataques como si previera mis movimientos. Giraba grácilmente, se agachaba, saltaba hacia los lados o golpeaba la hoja con el dorso de la mano para desviarlo. Cuando desvió el mejor golpe que pude hacer, me di cuenta de que había pecado de optimista al creer que podía con ella en su campo. Nyria era una cazadora de xenos, experta en repartir muerte y dolor con nada más que un cuchillo y su imparable furia. 

Furia.

Poco a poco me iba consumiendo a mí también, embriagándome segundo a segundo con el placer del combate. Supuse que era el Síndrome de Aquiles de nuevo, que intentaba abrirse paso a través de mi razón. Sacudí la cabeza, esforzándome por mantener el control. No era fácil. Era demasiado tentador, demasiado sencillo y cómodo dejarse llevar. Luchar contra ello era una de las cosas más difíciles a las que me he tenido que enfrentar. Y todo ello mientras combatía a la mujer de la que, probablemente, estaba enamorado. Una voz comenzó a tronar dentro de mi mente.

- ¡En el lugar equivocado, el momento equivocado!- Me recordó a mi voz original, pero tenía algo...violento y bestial que la deshumanizaba- ¡Siempre!

Recordé a Mist preguntándome si había oído voces, comencé a preocuparme. Nyria me agarró de las muñecas, intentando quitarme el cuchillo. La voz volvió a tronar de nuevo.

- ¡Pártamosla el cuello!- Su volumen iba aumentando poco a poco- ¡Rompámosla los huesos y bebamos su tuétano!

Retrocedí, espantado por el tono de la voz y Nyria aprovechó para darme la vuelta de una patada en el mentón y robarme el cuchillo. En sus manos parecía mucho más amenazador. Ella adoptó la postura de combate a cuchillo que me había enseñado y me lanzó un par de estocadas. La primera la bloqueé con mi pierna biónica, poniéndola en medio de la trayectoria del arma y bloqueando así el ataque, la segunda estocada simplemente la esquivé. La adrenalina comenzaba a fluir en mi torrente sanguíneo cada vez con más fuerza y notaba como mis movimientos eran más rápidos y coordinados, pero también como perdía el control de mis pensamientos. Apenas pasaron unos segundos y ya notaba como mis piernas eran manejadas por mis instintos más primitivos y salvajes. A las piernas les siguieron los brazos, que lanzaban puñetazos y se movían en compás con las piernas para mantener el equilibrio. Comencé a ver las cosas borrosas por la velocidad de mis movimientos y la, cada vez menor, influencia de mi cerebro sobre mis acciones. Mis manos volaban por su cuenta, repartiendo manotazos, puñetazos y agarrando sus brazos para impulsarme a mí mismo. Era intocable, e inconsciente de lo que estaba haciendo, al final el Síndrome había podido conmigo. Entendí las advertencias de Mist. 

- ¡Vamos a arrancarla los brazos!- La voz, salvaje y desenfrenada, seguía bramando sus incoherencias dentro de mi cabeza- ¡Vamos a abrirle la puta cabeza!

La hoja de su cuchillo voló hacia mí en un letal arco, pero, al instante anterior a ser impactado, mis brazos se plegaron de golpe, pegándose contra el tronco y giré sobre mí mismo varias veces a gran velocidad, poniéndome fuera de su alcance. Una dientuda sonrisa perfiló en mi rostro, involuntariamente, mientras una enajenada carcajada de pura insania ascendía por mi garganta y salía al exterior a través de mi amplificador de laringe. Me puse de repente en guardia, con los brazos hacia atrás y el tronco inclinado hacia delante, desafiante. Una pequeña porción de mí que aún controlaba mi cuerpo gritaba, pidiendo auxilio frente a la demencia que me dominaba. Mi pierna biónica era sacudida por espasmos creados por los excedentes de adrenalina que colmaban mi sangre, sentí, de alguna manera desde el extraño limbo en el que me contraba, como mi pulso se aceleraba y mi corazón latía desbocado. Los músculos metálicos de mi pierna izquierda se tensaron, listos para saltar y atacar, pero Nyria fue más rápida. El Aguijón Nocturno fue de abajo a arriba, rasgando tela y carne por igual y segándome el costado entre una neblina roja. 

Mis piernas me fallaron cuando la adrenalina dejó de funcionar. Temblaron y caí de rodillas mientras sentía como desaparecía la ingente energía que antes me dominaba. La salvaje voz se extinguió de repente y noté como mi pulso deceleraba y se serenizaba, volviendo a la normalidad de la que no debería haber salido. Aunque el efecto de la adrenalina había desaparecido, seguía presente en mi sangre, y mis brazos y dedos tenían algún que otro espasmo de vez en cuando. La sangre salía con regularidad de mi herida, que se extendía desde el comienzo de la cadera hasta la axila, en el lado derecho del tronco. Rápidamente empapó las partes de la camiseta que la rodeaban, así como parte de los pantalones y el vientre. La espesa calidez de la sangre se mezcló con el frío de mi piel y la carne se me puso de gallina por el cambio de temperatura. El aire que quedaba en mis pulmones se fue escapando poco a poco por mi boca, medio abierta. Sabía que había perdido contra mí mismo, que había dejado el control al Síndrome, y aquello me reconcomía. Así con todo, me alegraba de volver a la normalidad. 

Pero eso poco duró, pues me desmayé casi al instante debido a la pérdida de sangre y el rápido descenso de energía.


Me desperté en mi cama, solo en la habitación y con todo el torso vendado, las vendas del costado estaban manchadas de sangre seca. Me incorporé. Me dolía todo el cuerpo y lo notaba excesivamente cansado y entumecido. Estiré el brazo derecho, me dolía un horror y tuve que parar, además, me costaba incluso levantarlo unos centímetros. Misma historia con el izquierdo.

- Joder- Susurré, pero no emití ni un sonido, pues mi amplificador estaba sobre la cómoda a la derecha de mi cama. Al no poder mover apenas los brazos, di por hecho que no poder hablar no era tan malo.

Pasé media hora con la cabeza caída y dormitando hasta que la puerta se abrió y entró alguien. Tenía un ojo cerrado y no lo podía abrir por alguna razón que escapa a mi comprensión, pero aún así pude distinguir la atractiva y esbelta figura de Nyria. Se sentó en el borde de mi cama y se me quedó mirando un rato. Pensé que volvía a rematarme.

- No parecías tú- Dijo al cabo de un minuto largo.

Asentí y le señalé el amplificador. Ella lo cogió y me lo puso, atando las correas laterales con rapidez. 

- Gracias- Y entonces dije algo que nunca creí que pudiera decir- Estoy...¿A tiempo de disculparme?

Ella, con una sonrisa divertida, apoyó una mano sobre mi frente y me tumbó en la cama.

- Descansa, anda. Y déjate de gilipolleces- Me cerró los párpados con sendos dedos.

Me pregunté si sabía lo del Síndrome.

- Oye, Nyria. ¿Tú sabes qué me pasó durante el ataque al puesto avanzado Orko?

- Nos lo contaron los SICOM de la escolta de Di Sera, sí ¿Síndrome de Aquiles o algo así?

Vaya, me había pasado de listo.

- No sabía que podías entrar en trance combatiendo en un duelo con un aliado- Se justificó.

La miré, pese a que ella me había dicho que descansara. Ella me había ganado, incluso estando yo en trance. Era simplemente un talento innato. 

- Bah- Aquello sonaba como el jadeo de un animal a través de mi amplificador- Da igual. No causé daños graves, por lo menos.

Se encogió de hombros.

-  Los únicos daños te los causaste a tí mismo. Y pareces estar recuperándote bien- Me cerró los párpados de nuevo.

- Yo no diría lo mismo- Guñí- Me duele todo.

Oí como se pasaba una mano por el pelo.

- No estás acostumbrado- Posó un dedo sobre mi brazo y lo bajó lentamente hasta llegar a mi mano. Su tacto era cálido y más suave de lo que cabría esperar de alguien que se dedica a cargar con un lanzallamas todo el día.

- ¿Es una indirecta?

- Sé que eres fuerte, pero si no tienes práctica con armas blancas eso no te sirve de nada- Adujo- Y ese síndrome tuyo tampoco te será de ayuda.

- ¿Y qué quieres? Toda mi vida he manejado armas de fuego, las pocas veces que he usado el cuchillo han sido para hacer la cena o afeitarme- Recordé un par de escenas- Y, bueno, algún xeno también ha caído.

- Pero eso no es nada, Tristán, eres un inútil con el cuchillo- No parecía querer ofenderme, pero, vaya, tengo mi orgullo- Yo he matado tantos enemigos con el cuchillo como tú con tu rifle inferno, probablemente más.

Ya me estaba empezando a tocar las narices.

- Vale, vale. Me lo has dejado claro- Dije, mosqueado- ¿Has venido sólo a decirme que soy un inútil?

- Bueno...en un principio venía a explicar mi conducta- Su dedo seguía sobre mi mano- El capitán se ha enterado y, bueno, el comisario nos ha echado una bronca de cuidado. Así que venía a...- Aquello le costaba realmente. Disfruté con ello- Pedir perdón. Ya sabes lo impulsiva que soy, carácter Catachán.

- Lo sé- Me incorporé de nuevo y me quedé mirándola. Ella levantó una ceja y me puso una mano en el pecho para que me tendiera otra vez, pero me resisití y seguí con los ojos fijos en ella. Frunció el ceño y presionó aún con más fuerza. 

Pero qué guapa era cuando se enfadaba.

Acerqué mi cara a la suya, casi sin darme cuenta. Ella levantó la mano de mi pecho y echó la cabeza un poco hacia atrás, pero yo seguí acercándome. No estaba muy seguro de lo que iba a hacer, pero algo superior a la razón me impulsaba a ello.  Cerré los ojos y nuestros labios se juntaron. Al principio, ella abrió mucho los ojos y su mano se elevó para apartarme, pero se posó en mi hombro en vez de empujarme y cerró los ojos. Fue una sensación agradable. Cálida, recomfortante. Y ella parecía sentirlo igual que yo. El beso se alargó varios segundos, y la mano que había posado sobre mi hombro bajó hasta mi antebrazo, acariciándome con las yemas de los dedos. Cuando nos separamos, nos quedamos un par de segundos quietos. Ella tenía los ojos aún entrecerrados y los labios un poco separados. Alargué con dificultad la mano para acariciarle el rostro, pero ella sacudió la cabeza repentinamente y me encontré con una sonora bofetada que casi me vuelve la cara del revés.

- ¿Qué te crees que haces?- Tartamudeó mientras se levantaba de golpe de la cama y se acercaba a la puerta- ¡Imbécil!

- Nyria, espera- Tendí la mano hacia ella, el brazo me rechinó de dolor- No quería...

- No te esfuerces- Cerró la puerta con un sonoro golpe.

Me dejé caer sobre la cama.

- No puede ser tan cabezota- Suspiré.

Estaba claro que a ella también le había gustado, pero era lo suficientemente testaruda como para mentirse a ella misma. Gruñí al notar como todo mi cuerpo se quejaba por el dolor que me envolvía cada músculo, hueso y tendón. La puerta se abrió de nuevo y yo me senté de golpe, agradeciendo al Emperador que Nyria hubiera vuelto. Pero a excepción del color de su piel, la recién llegada no tenía nada que ver con ella. Se me cayó el alma a los pies.

- Ah, estás aquí- Dijo Inrah tras cerrar la puerta- Oye ¿Sabes que le pasa a Canaar? Me acabo de cruzar con ella en el pasillo, iba de muy mala gaita y estaba toda colorada.

Sonreí para mí mismo. Entonces sí que le había gustado.

- Será un día de ésos- Dije, encogiéndome de hombros.

Ella se cruzó de brazos.

- Salía de esta habitación ¿Se puede saber qué habéis estado haciendo?

- Oye Inrah- Intenté no ser demasiado directo- No me toques los cojones, no estábamos haciendo nada raro.

Muy a mi pesar.

- Eh, tranquilo- Se fue a su litera y comenzó a quitarse su armadura de caparazón. Estuvimos un rato en silencio, yo me volví a tumbar. Inrah no me mandaba que no mirase, supongo que es por la confianza que nos teníamos por haber salido juntos. Pero aún así no miré- Así que...tú y Canaar os batisteis en duelo ¿Cierto? ¿Porqué?

- ¿Y a tí que más te da?- La verdad, no me hallaba en disposición de contarlo.

- Me preocupo por tí- Contestó- Y por ella, por supuesto. Como camaradas soldados, quiero decir. No puedo concebir tal idea, dos soldados del mismo bando luchando entre ellos en vez de luchar contra Sus enemigos.

- Siempre has sido muy cuadriculada, no me extraña que no lo entiendas.

- Y tú demasiado utópico.

- Pero eso no es malo- Me defendí.

- No, claro que no- Se sentó en el suelo, al lado de mi cama- Por supuesto que no es malo.

La miré. Se había quitado el uniforme y llevaba en su lugar la camisa de botones que yo le había regalado hace tanto tiempo. No supe si en las piernas llevaba unos pantalones cortos o solo la ropa interior.

- Te queda muy bien esa camisa- Le dije.

- Lo sé, siempre me lo dices- Se ató un botón de los del medio- ¿Es porque me la regalaste tú?

- Sabes que esas bobadas no me importan.

Asintió.

- Gracias- Miró hacia otro lado, pensativa- ¿Sabes algo de Dante y Nix? No les he visto desde que te llevaron al medicae.

La verdad es que no tenía ni la más remota idea de donde estaban esos dos. Negué con la cabeza.

- Disfrutando del calor y del otro en algún escondite ahí afuera, imagino.

Inrah suspiró.

- Los hay con suerte- Dijo mientras se levantaba- En fin, ha sido un día muy largo y estoy muy cansada. Voy a dormir.

Y se alejó, despidiéndose con un ligero movimiento de mano. Si llevaba algo bajo la camisa, no se le notaba. Se tumbó en su litera y se dio la vuelta, de espaldas a mí. Me quedé mirándola un rato, pues eran unas buenas vistas, pero terminé desistiendo y abrí mi cómoda para sacar un par de latas de Cadiansberg. Si nadie más iba a aparecer por la habitación en toda la noche, se iba a hacer realmente larga.

Operación Céfiro

Las raudas motos cruzaban la inmensidad del Gran Desierto entre nubes de polvo y arena. Sus silenciosos motores alimentados por energía solar no causaban el más mínimo ruido, por lo que eran idóneos para misiones en las que la sorpresa y el silencio eran vitales. Tal y como lo era aquella. 

Mist aceleró a la par que sus otros dos compañeros. Las largas capas marrones en las que estaban envueltos ondulaban frenéticamente por la gran velocidad que llevaban. Giró el manillar de su moto hasta acercarse al sargento Ulrik, que le hizo señas para que activara el canal de comunicación cercano. Confirmó la orden con un breve asentimiento.

- Estamos a cinco minutos del objetivo- Informó Ulrik. Mist no pudo verle la cara, ni saber si estaba nervioso o tranquilo, pues Ulrik llevaba la cara totalmente cubierta por una capucha y los ojos tapados con unas gafas de combate de lente naranja que no permitían verle los ojos.

- Recibido- Confirmaron Snare y Mist a la vez por el comunicador.

- Plan de despliegue Épsilon, el acordado- Prosiguió el sargento- Mist, irás a ésta posición, Snare, a ésta otra. Yo iré al punto de reunión siete.

Las placas de información personales de Mist y Snare parpadearon en sus brazales al recibir las coordenadas.

- Nos separaremos a partir de aquí- Aumentaron la velocidad casi hasta el máximo que las motos podían alcanzar- Buena suerte.

Mist les deseó suerte también y giró a la derecha bruscamente. Snare comentó algo sobre arena en la boca y se desvió a la izquierda. Ulrik siguió hacia delante.

Mientras sorteaba las abundantes y extrañas columnas de piedra que invadían todos y cada uno de los rincones de aquel basto e implacabe desierto que era todo aquel planeta, Mist se fijó en las escarpadas y puntiagudas montañas marrones que se erigían frente a ella, a un escaso kilómetro de su posición. Comprobó el radar que la moto llevaba integrado sobre el manillar, estaba despejado. Los Orkos aún no les habían detectado, pero la harían en cuanto los SICOM cumplieran su objetivo. Y por supuesto que lo iban a conseguir. 

Tras recorrer casi tres cuartos del recorrido hacia la posición establecida, Mist paró el vehículo y bajó de él. Lo medio esondió en la arena y lo tapó con la larga capa de camuflaje que había guardado en su mochila para esa ocasión. Se aseguró de que la baliza estuviera encendida a frecuencia corta para que la pudiera encontrar más tarde y echó a andar hacia su puesto. Aquella actuación tenía una explicación simple, y era que si los Orkos veían la gran nube de polvo y arena que la moto levantaba, la descubrirían. Se envolvió por completo y sin problemas en su capa de camuflaje, algo raída y maltrecha en la parte que daba con sus pies y comprobó con rapidez el correcto esatdo de su rifle de precisión: Un modelo Accatran compacto y con una mira de precisión acorde al modelo. El arma era la misma que los Regimientos de Elysia utilizaban, pero no era raro ver en el SICOM armas de modelos utilizados por otros regimientos. El SICOM no sólo tenía armas y armaduras estándar superiores a las de los otros regimientos de Namether, sino que también poseía una gran variedad de equipo y armamento exclusivo para cada situación y que era usado por su élite. En este caso, Mist y su equipo habían preferido el modelo Accatran por su tamaño compacto, pues debían ir ligeros y ni siquiera llevaban las armaduras de caparazón reforzadas, pues les ralentizarían. En su lugar, iban con los pantalones de camuflaje desértico estándar Nametherianos y una camiseta sin mangas negra sobre la que llevaban un ligero chaleco de portaequipo para llevar la munición, la pistola y un par de granadas. En el cinturón también llevaban más munición, otras clases de equipo, tales como bengalas o escáneres y el omnipresente y letal Kukri, utilizado en el SICOM desde su lejana fundación.

Caminó pegada a la montaña, aprovechando la camaleonina de su capa, que había adquirido ahora un tono marrón exacto al de la roca. Se puso la capucha y mantuvo el rifle a mano y oculto bajo la capa. Al cabo de unos minutos, Mist pudo divisar los dentados muros de la fortaleza Orka. A su lado, el puesto avanzado que habían conquistado hace tan sólo unos días no era más que una humilde chabola. Los muros estaban recubirtos de capas y capas de chapa oxidada y pintada de rojo. Cada tantos metros, una torre hecha con restos de vehículos se alzaba sobre las murallas, coronada por un grueso cañón de artillería pielverde. Varios búnkeres achaparrados y llenos de akribilladores se encontraban a los pies de la fortaleza. Continuó andando, notando como una gota de sudor caía por su rostro y sabiendo que no se debía precisamente al intenso calor. Si los Orkos los descubrían, a cualquiera de los tres, la misión se iría al traste y ellos probablemente no sobrevivirían. Se estremeció cuando vio algo que se agitaba a los pies de una ondulada duna. Mist se agachó de repente, pudiendo pasar por una roca más, y sacó su rifle de entre los pliegues de su capa, encarando con la mira a la zona de donde procedía el movimiento. Un segundo, dos, tres...otro movimiento más. Aumentó el zoom y pudo ver a un Orko cubierto por una gruesa tela color arena recubierta de hierbas secas. Distinguió el brillo del grueso cañón de su akribillador y se percató, con alivio, de que no le estaba apuntando a ella. Apuntó con paciencia a la cabeza pintada de marrón del Orko y apretó el gatillo. Una de las ventajas de los rifle láser de francotirador, o rifles largos, era que no producían sonido alguno al disparar, o por lo menos a un volumen alto. El rayo láser, delgado y de un color verde intenso, atravesó la cabeza del pielverde, que estalló dejando pequeñas manchas de sangre y sesos a su alrededor. Mist se quedó quieta unos segundos, esperando a que otro pielverde asomase la cabeza para ver que había pasado, pero no ocurrió nada más. Reaunudó su camino, apuntándose una baja y transmitiendo el informe al resto de equipo a través de la placa de datos. Las respuestas no tardaron en llegar.

- ``¿Orkos camuflados? ¡Ni de broma``- Había escrito Snare.

- ``Recibido, estad atentos al mínimo movimiento, pero no os descubráis``- La respuesta de Ulrik fue clara, como siempre.

- Se están adaptando demasiado rápido- Pensó Mist mientras subía a una rocosa cresta de un salto- Incluso están manteniendo vigilancia en los alrededores de su Fortaleza.

Apenas le quedaban doscientos metros para llegar a su posición. Se tumbó y sacó los prismáticos, en busca de otro Orko camuflado u otras trampas. La función de visión térmica simplemente no funcionaba de día, cuando el calor que desprendían la arena y las rocas enmascaraba cualquier otra señal calorífica, así que optó por hacerlo a la antigua usanza. 

- Objetivos a las trece*- Susurró mientras guardaba los prismáticos y se levantaba.

Calibró su rifle a la máxima potencia y envió una señal a Ulrik para comunicarle que ya estaba en posición. Las otras dos luces que representaban a Ulrik y a Snare parpadearon en placa de datos para indicar que también estaban en sus respectivas ubicaciones. 

- Mist- Era Ulrik, a través del intercomunicador- El Kaudillo está más cerca de tu posición- Unas coordenadas titilaron en la mira de su rifle- Ocúpate de él.

- ¿Porqué siempre le toca a ella?- Protestó Snare.

- Recibido- Conestó Mist mientras desplegaba el bípode del rifle láser largo- Y me toca a mí porque soy la mejor tiradora del grupo.

Nadie se lo discutió. Apoyó el bípode sobre un saliente y echó un vistazo. La base Orka estaba rodeada a derecha, izquierda y atrás por montañas, por lo que solo podía ser asaltada frontalmente. Sin embargo, lo que no sabían los pielesverdes era que podían ser acechados por francotiradores que se se ocultaran en las mismas montañas que les protegían. Era un plan tan sencillo y obvio que los Orkos nunca podrían darse cuenta. 

Asió con la mano izquierda el mango del arma y con la derecha el guardamanos, tumbada sobre el suelo de roca, que ardía. Localizó con rapidez a su objetivo y centró la mira sobre su cabeza, protegida en su mayor parte por una gigantesca mandíbula metálica. El Kaudillo era un enorme Orko de piel verde oscura surcada de cicatrices y tatuajes, recubierto de una armadura hecha a apartir de restos de blindaje de Sentinel y armaduras antifrag. Estaba echándole la bronca a otro Orko algo más pequeño, un noble probablemente. 

- ¿Tus últimas palabras?- Susurró Mist, sin despegar la mira de la sien del Kaudillo.

Como si la  hubiera oído, el Orko se puso a bramarle en la cara al noble, que se encogió, asustado.

- Buen argumento- Apretó el gatillo.

El disparo cruzó de lado a lado la cabeza del xeno, entrando por la sien izquierda y saliendo por la derecha. Como estaba a máxima potencia, la cabeza simplemente se vaporizó una vez el rayo láser la atarvesó del todo. El cuerpo sin vida del Kaudillo se tambaleó hacia delante, luego hacia atrás y finalmente cayó de bruces sobre el suelo, bajo la sorprendida mirada del noble al que había estado gritando.

- Buen disparo- Felicitó Ulrik- Ahora lárguemonos. Recoged las motos y volved al punto de reunión cuatro.

- Recibido- Contestaron a la vez Mist y Snare.

Mist se levantó de golpe mientras se apuntaba mentalmente otra baja y plegaba el bípode. Echó a correr mientras los Orkos se arremolinaban en torno al cadáver de su líder. Varios de ellos corrían hacia los Kamiones y Kópteros que había aparcados a un costado de un gran búnker hecho enteramente de hierro. Entonces sí que corrió todo lo rápido que pudo, la simple idea de verse perseguida por Kamiones y Kópteros no le era muy agradable. Especialmente si se tenía en cuenta que su moto no tenía ningún arma y un blindaje que apenas era capaz de resistir las balas de pistola. Mist se echó a la espalda el rifle láser largo con rapidez y desenfundó su revólver, un modelo algo antiguo pero potente, utilizado en muchas FDP e incluso en regimientos de la Guardia en Namether. No era un arma utilizada en el SICOM, pero lo tenía desde que había nacido. Corría frenéticamente, volviendo sobre sus pasos. Una vez localizó en el radar la señal de la baliza que había dejado en la moto, se dirigió hacia ella y la sacó de la arena. Con un silencioso ronroneo, se puso en marcha y comenzó a levantar de nuevo una enorme nube de arena al acelerar casi hasta la velocidad máxima. El punto azul que representaba el punto de reunión parpadeaba cada vez más cerca de ella en la pantalla del radar y pudo divisar las estelas de arena que dejaban tras de sí las motos de sus otros dos compañeros. Mantuvo la velocidad, a pesar de escuchar los ruidosos vehículos Orkos en la lejanía. Las motos de Ulrik y Snare ya eran visibles y aceleró para unirse a ellos.

- Estoy en posición- Exclamó por encima del sonido del viento Snare a través del comunicador.

- Yo también- Informó Mist.

- Bien- Ulrik se les acercó- Buen disparo, Mist. Como siempre. 

- Gracias, señor.

- ¡Oye, Mist!- Dijo Snare- La próxima vez déjame probar a mí ¿Vale?

- ¡Cuando no me importe que una marea verde se me eche encima!- Rió ella.

- ¡Silencio!- Ordenó Ulrik. Tras una breve pausa, preguntó- ¿Oís eso?

Mist fue la primera en identificar aquel lejano rugido.

- Son los vehículos Orkos que han venido a por nosotros al ver las estelas, vi varios pielesverdes subir en Kamiones y Kópteros, sargento.

Ulrik gruñó.

- Mierda- Opinó Snare mientras miraba hacia atrás y aumentaba la velocidad.

- Aquí Céfiro siete-cinco- Exclamó Ulrik a través de su comunicador- ¡Ya podéis despegar, dirigiros al punto de extracción Nido! Nos persiguen varios vehículos Orkos, estén preparados para atacar. Equipo, acelerad al máximo, no sé cuando nos darán alcance.

- ¡Sí,señor!- Mist activó el turbo de su moto y apretó los dientes por la tremenda velocidad. Detrás de ellos, media docena de Kamiones cargados de akribilladores pesados y Orkos rabiosos iban a su caza, acercándose cada vez más. Sobre los Kamiones, un pequeño escuadrón de tres Kópteroz cargados de misiles y cañones automáticos saqueados planeaban a gran velocidad en su dirección.

Snare ahogó un gritó al ver la gigantesca columna de humo y arena que tenían detrás.

- ¡¿Lo estáis viendo?! ¡Estamos jodidos!

- ¡Esa lengua,cabo!- Rió Mist, divertida por la actitud del joven.

- Seguid acelerando, las Fury están de camino. En tres minutos las tendremos aquí.

Una explosión hizo ondular el aire encima de ellos.

- ¡Ja! ¿Y cuánto tardarán esos malditos pielesverdes en matarnos?

- ¡No te preocupes, Snare! Si uno de esos cohetes te alcanza lo más probable es que no lo sientas- Se burló Mist- ¡A menos que te arranque las piernas!

Otras dos detonaciones tras de ellos hicieron castañetearles los dientes.

- ¡No tientes a la suerte!

- ¡Atención!- Ordenó Ulrik, haciéndose oír por encima de las explosiones y el rugido del viento- ¡En zig-zag!

Los Orkos cada vez estaban más cerca y las toscas balas de sus akribilladores comenzaban a inundar su alrededor, levantando surtidores de arena en el suelo, haciendo saltar chispas al rozar el fuselaje de las motos y agujereando las capas de los tres SICOM. Uno de los cohetes disparados por los Kópteros se chocó contra una duna y estalló dentro de ella, haciendo llover arena sobre Snare, quién se cagó en todo y continuó dirigiendo su moto de lado a lado para que los pielesverdes no tuvieran un blanco fácil. Un Kamión se acercó al flanco de Mist, situándose a tres escasos metros de ella. Los ocupantes del burdo transporte la encararon con sus rifles de ancha boca y se preparaon para disparar, pero ella frenó casi del todo, dejando que el Kamión avanzara por delante de ella. Con la carga anti-blindaje que le había colocado en la oruga antes de retroceder, por supuesto. El semioruga Orko estalló en cuanto Mist apretó el botón del detonador, después ella aceleró para recuperar la velocidad, dejando atrás la bola de fuego y chatarra medio fundida en la que se había convertido el Kamión, que además exhumaba una espesa columna de humo negro como el carbón que contrastaba sobremanera con el cielo azul y despejado de Khopesh. A su izquierda, Ulrik le había hecho la misma jugada a otros dos Kamiones que le habían intentado encerrar. Snare giraba hacia todos los lados frenéticamente mientras era perseguido por los Kóptero, que disparaban sin parar los cuatro o cinco cañones automáticos que llevaba cada uno encima.

- ¡Excelente!- Felicitó Ulrik por el comunicador- ¡Las Fury están al llegar, frenad poco a poco, dejad que ellos avancen!

- ¿Porqué?-Quiso saber Snare.

- Créeme- Contestó Mist- No te gustará estar cerca cuando los misiles de las Fury atomicen a esos pielesverdes.

- ¡Oído cocina!- Snare alargó la primera o de ``Oído`` todo lo que pudo.

Deceleraron siguiendo la orden de Ulrik, dejando atrás, o mejor dicho, delante, a los Orkos. Las grandes siluetas atiborradas de paneles lanzamisiles de las cañoneras Fury aparecieron en el horizonte, a toda velocidad. Los Kópteros dieron media vuelta y se encararon contra los tres SICOM mientras los Kamiones derrapaban sin control para girarse y tener una línea de fuego clara. Sin embargo, no les dio tiempo. Los paneles lanzamisiles que las Fury tenían en las alas y bajo la cabina destellaron y vomitaron un enjambre de proyectiles perseguidores que, entre nubes de vapor y fuego, avanzaron a desmesurada velocidad contra los vehículos Orkos. Los primeros misiles estallaron y cuatro de los seis Kamiones estallaron con violencia, arrojando ruedas quemadas, restos de blindaje humeantes y cadáveres ardiendo por todos lados. La segunda oleada de proyectiles no tardó en llegar, y los dos transportes Orkos restantes volcaron en medio de tremendas explosiones de llamas y acero. Las Fury continauron su imparable rumbo, mientras una de ella se daba la vuelta, dando la cola a Mist y a su equipo y abriendo la puerta trasera para que pudieran entrar. Pero las otras dos no pararon, y descargaron una nueva ráfaga de misiles que convirtió a los tres Kópteros en poco más que escoria al rojo vivo y aspas destrozadas que giraban sin control para estrellarse contra el suelo. 

- Justo a tiempo- Suspiró Mist mientras entraba con un bandazo en la Fury, cuyo interior había sido despejado para que las motos cupieran dentro de ella.

Se bajó de su moto, estirándose y consciente del leve temblor que acosaba su rodilla derecha. 

- ¡Trono de Terra!- Exclamó Snare mientras ataba las correas de seguridad a su moto y la fijaba contra la pared de la cañonera- ¡Ha estado cerca!

- Y tanto- Contestó una voz femenina escondida entre las sombras.

Una mujer de estatura normal, tez pálida, pelo negro y ojos violetas salió de entre las sombras que las propias paredes proyectaban sobre una de las esquinas de la sección de carga de la Fury. Llevaba una armadura de caparazón reforzada como la que Ulrik y el resto solían llevar y estaba cruzada de brazos, con un sable de energía enfundado colgando de su cintura.

- ¡Coronel, señora!- Mist se cuadró y saludó, algo incomodada por la repentina sorpresa.

El resto la imitaron mientras la Fury despegaba con brusquedad.

- Descansen, Céfiro- Ordenó la coronel- Buen trabajo, como siempre.

Le dedicó una fugaz sonrisa a Mist, quién sintió una repentina punzada de orgullo. 

- ¿Sabemos algo nuevo del asesino?- Preguntó mientras les ordenaba con un gesto que se sentaran.

- Negativo- Negó Ulrik, sacudiendo la cabeza con parsimonia- Pero ha habido otros dos nuevos asesinatos. Un Skiano y otro hombre de Vinne.

Eneria, coronel del SICOM y experta en mil combates, sintió un escalofrío de miedo al imaginarse la escena.

- Esto es realmente un problema- Puso una mano bajo su barbilla, en postura pensativa- Si la Inquisición se entera de esto, investigarán al resto del Regimiento y puede que a los otros también. Retrasarán la campaña y probablemente mueran muchos, víctimas de esos paranoicos.

- Lo sabemos- Asintió Ulrik con preocupación- Por eso debemos encontrar al asesino y acabar con él. Sugiero que se le estudie posteriormente por si está relacionado con algún culto.

- El 90º de granaderos- Murmuró Snare.

- Exacto, cabo.

Mist atrajo la atención de Eneria con un gesto de mano. Ella le sonrió de nuevo y la invitó a hablar enarcando una ceja.

- Tengo...una teoría- No estaba segura de lo que iba a decir a cotninuación- Danherr, uno de los soldados de Vinne, padece el Síndrome de Aquiles. Quizás, en algún trance repentino...

Ulrik negó con la cabeza, cortándola.

- Imposible, habría pruebas. De todas formas, deberíamos vigilarle algo. Mist, tú te ocuparás de ello, has congeniado bien con él.

Mist asintió.

-Bien, dejando esto de lado- La coronel de levantó si problemas de su asiento a pesar del traqueteo de la Fury- Algunas casas nobles y oficiales de alto rango de los regimiento de Khopesh estarán hoy en una fiesta para celebrar la aparente rápida victoria que tendremos aquí. Di Sera querrá que vayan con él, tienen permiso para ir de traje.

Snare acogió la idea con un largo silbido, Ulrik dejó que una sonrisa iluminara su rostro y Mist lo imitó. Por fin algo de descanso entre tanto infierno.

La Flor de Catachán

En cuanto nos comunicaron que los oficiales y algunos nobles Khopeshitas iban a dar una fiesta en uno de los palacios de la ciudad capital de aquella zona, todo el pelotón estalló en vítores. Pero fueron acallados en cuanto el comisario nos dijo que debíamos ir de traje. La única ropa que teníamos era el uniforme y las cuatro camisas y pantalones que usábamos en los permisos para no desentonar demasiado con la población civil. Por suerte, cuando nos trasladamos al palacio, los sirvientes nos ofrecieron varios pares de trajes a elegir con tal de que no fuéramos en camisa de tirantes. Solamente nosotros, el General y su escolta y algunos oficales se habían trasladado hacia allí, lo que causó algunas discusiones entre nosotros y un par de notas del cuerpo de ingenieros, que nos llamaron enchufados. 

El palacio era un colosal edificio plagado de blancas columnas, formas caprichosas y cristaleras de color azul cielo por las que se podían ver las lunas del cielo Khopeshita. Yo, la verdad, no estaba demasiado a gusto con la idea de estar entre oficiales de alto rango y nobles locales, pero el comisario nos dijo que si alguno faltábamos, nuestros anfitriones se lo tomarían como una muestra de desprecio y él mismo se encargaría de suministrarnos ``vitamina fe*``.

La noche en la que se celebraba el evento, salí de mi habitación (nos habían asignado una a cada uno, un lujo) con un suspiro resignado y me encaminé hacia la habitación de Cyntia, dónde el resto de mujeres del pelotón estaban. Los sirvientes les habían ofrecido vestidos a ellas también, pero Cyntia y su enorme colección de marca se les habían adelantado. No me imaginaba a Nix, Inrah y Nyria probándose vestidos, para ser sincero. Nos habían ``solicitado`` también que fuéramos con pareja, lo cual terminó de joderme la idea de ponerme ciego a amasec en un rincón junto a Dael y Dante, quizás con Nyria también. Cuando llegué, con las manos en los bolsillos de mi elegante pantalón negro, me di cuenta de que Bandher, Dael y Dante estaban ahí también. Supuse que el teniente había ido con su mujer y que los Arrano se habían buscado alguna Amazona que no les quisiera despedazar o, directamente, una mujer normal. Todos ellos esperaban con los brazos cruzados, de pie en el ancho pasillo plagado de artísticas lámparas de hierro forjado y cuadros de gente que no conocía. Dael levantó una mano para saludarme.

- Vienes a por la morena ¿No?

Le di una colleja, él y Dante se partían de risa. No era muy difícil hacerles reír, de todas formas.

- ¡No me has dicho de qué color tiene las bragas!- Continuó riéndose como un gilipollas.

- Rojo pasión- Mentí. Con tal de que se callara, cualquier cosa me valía.

Ellos rieron aún más por mi broma, incluso Bandher se permitió una ligerísima sonrisa. Él llevaba, al igual que yo, un sobrio traje negro con camisa roja y corbata a juego. Dante iba con un esmoquin blanco con una camisa azul por debajo y Dael se había puesto una larga túnica tradicional Khopeshita beige. No sé porqué le había dado por llevar eso, pero le quedaba bien. Al cabo de unos minutos y media docena de collejas que repartí equitativamente y con generosidad entre el dúo D, la puerta de oscura madera  del cuarto de Cyntia se abrió y de ella salió Nix, que cerró la puerta tras de sí. Se oía a Nyria protestar, diciendo algo sobre repipis y vestidos sin bolsillos para guardar cuchillos. Dante se quedó con la boca abierta al verla. Ella llevaba el pelo inesperadamente recogido por una peineta cuadrangular marrón y que dejaba parte del pelo que sostenía hacia arriba, con las puntas abiertas. Un vestido rojo con un tímido escote cubría su delgada figura. Nos dedicó una sonrisa a cada uno y se agarró al brazo de Dante, después echaron a andar por el pasillo, camino a la sala de fiestas. Parecían una de esas parejas de jóvenes actores camino a la sesión de fotos.

- Vaya una suerte que tiene el enano- Musitó Dael mientras se alisaba una minúscula arruga de su túnica.

Me encogí de hombros, Nix no era mi tipo. Esperamos otros tantos minutos, yo, cansado de mirarme la punta de los zapatos, casi me alegré cuando la puerta se abrió de nuevo. Salió Inrah esta vez, con un elegante vestido negro y largo, con cuello y escote en forma de lágrima (¿Dónde había visto eso antes?). Le quedaba realmente bien, y pegaba a la perfección con la coleta en la que se había recogido el pelo, que le caía sobre el hombro derecho.

- Caballeros- Saludó con una leve inclinación de cabeza y un deje de ironía en su suave voz cargada de acento- ¿Quién tendrá el honor de acompañarme?

Bandher carraspeó y se puso tieso. Le tendió un brazo y ella lo aceptó con una sonrisa divertida.

- Si me hiciera el favor, señorita.

Casi me entra la risa. Ver a Bandher en ese plan es una de las cosas más anómalas y cómicas que he visto en mi vida. Me pregunté si esos dos se llevaban algo entre manos mientras. Caminaron con paso lento y elegante hacia la sala de fiestas para reunirse con el resto. Inrah estaba realmente guapa vestida así, con el negro del vestido contrastando con su morena piel y su pelo castaño. Tuve un poco de envidia del bueno de Bandher.

- Y así nos quedamos solos los más feos- Bromeó Dael. Para ser honestos, ninguno de los dos lo éramos, pero no hubiera sido gracios si hubiera dicho ``Y así nos quedamos solos los no feos``.

- ¿No tienes a tu sargento Catachán aquí?

Él sonrió.

- Vaya una fijación que tenemos los dos con las Catachanes ¿Eh?

- Cada persona es un mundo, no me compares contigo.

Dael iba a responderme, pero la voz de Nyria, a buen volumen, sonó tras la puerta.

- ¡No quiero salir! ¡No así, por lo menos!

- Oh, venga ya ¡Estás muy guapa!- La otra voz era Cyntia.

- ¡No lo estoy! ¡Parezco una puta!

- No digas bobadas ¡Te queda realmente bien! 

Con todo eso que habían estado diciendo, me entró verdadera curiosidad por ver el vestido que le habían encasquetado a Nyria.

- Je, vaya un genio que tiene la morena ¿Eh?

Me quedé mirándole un par de segundos.

- ¿Tú qué pintas aquí, personaje?

Se encogió de hombros.

- Hay que ir con pareja, así que he pensado que quizás a Cyntia no le importaría acompañarme.

- Vaya unos gustos que tienes, le sacas casi cinco años.

- No me refiero a eso, imbécil- Me pregunté si, con tanto llamarme imbécil todo el mundo, lo sería de verdad- Con tal de que el comisario no me pegue un tiro, sería capaz de pedirle salir a Nyria.

- No creo que pudiera sobrevivir, no sé cual de las dos opciones es peor- Reí. 

- Bueno, la bala en la nuca no la notas, las tripas saliéndote por el culo sí- Respondió él, riéndose también.

Estaba a punto de soltar otra parida, pero la puerta se abrió y apareció Cyntia tirando con esfuerzo del brazo de Nyria, que se mantenía dentro de la habitación. Iba vestida con un elaborado vestido azul largo, con varias pulseras plateadas en cada muñeca y el pelo con tirabuzones. Me pareció que estaba bastante guapa, como el resto.

- ¡Venga, sal! ¡El comisario se enfadará!- Imploró Cyntia mientras tiraba con fuerzas renovadas del brazo de Nyria.

- ¡Que vengan él y toda la Inquisición si le apetece! ¡No salgo así!

Sonreí, Nyria había nacido para el combate, no para llevar vestidos de alta costura y charlar con la aristocracia. Lo suyo era la sangre, los gritos y el acero.

- No estará tan mal- Dijo Dael mientras Cyntia seguía peleando con el brazo de Nyria.

- ¡Claro que no lo está!- Se apresuró a contestar Cyntia.

Me adelanté un par de pasos y le hice un gesto a Cyntia para que la soltara. Ella la dejó su brazo de mala gana y me agaché un poco para susurrarla al oído:

- Ve yendo con Dael a la sala de fiestas, no os arriesguéis a que el comisario la tome con vosotros.

Oí su voz en mi mente. Claro, no lo recordaba.

- ¿Sólo está él disponible?- Parecía algo decepcionada.

- Sí  ¿Porqué? ¿Algún problema con él?

- No, no- Miró a Dael y le cogió una mano. Él miró hacia otro lado, visiblemente incomodado por lo repentino del gesto- Es sólo...que no es mi tipo.

- Entonces, ¿Qué hombres son tu tipo?- Pregunté mientras se alejaban y nos despedíamos con la mano.

Ella volvió la cabeza y la apoyó en el hombro de Dael, que estaba ya hasta las narices.

- Yo no he dicho que deban ser hombres.

Vale, eso no me lo esperaba. Me quedé en silencio, embobado y asombrado por aquella súbita confesión. Casi me olvidé de Nyria, que había cerrado la puerta de la habitación con todo el disimulo de una Catachana cabreada, es decir, ninguno.

- Eh, oye- Llamé con los nudillos a la puerta- Sal, anda, no me voy a reír.

- ¡Ve tú!- Contestó ella, la voz amortiguada por la puerta- ¡No me da miedo el comisario!

- Oh, venga ya- Respondí- Estará bien, ¡Ya lo verás! Seguro que hay litros y litros de amasec y carne de Grox.

- ¡No me importa! ¡Me niego a salir así!

- ¿Tan feo es el vestido? ¿O es que no había y tienes que ir desnuda?

- ¡Vete al infierno!

- Vale, vale- Intenté sonar arrepentido, pero era imposible. Sobre todo teniendo en cuenta los esfuerzos que debía hacer para no estallar en risas, aquello era ridículo- Ahora en serio, no estarás tan mal.

- ¡Odio los vestidos!

- Seguro que te queda bien, déjame verte con él puesto al menos ¿Vale?

Se lo pensó....medio segundo.

- ¡Ni lo sueñes!

Suspiré, exasperado. No sabía que más decir, así que recurrí a lo más básico.

- No tengo pareja, si el comisario no me ve ahí en cinco minutos me quedo sin nuca. Te quedarás sin nadie a quién gritar.

Silencio.

- Por favor...

Silencio de nuevo. Pasaron unos cuantos segundos y el chasquido de la manilla de la puerta abriéndola me hizo dar un respingo. Nyria salió por la puerta, mirando hacia otro lado y muy sonrojada. Estaba como nunca antes, a su lado, Nix, Inrah y Cyntia no tenían punto de comparación, o por lo menos eso me parecía a mí. Llevaba un vestido largo de color verde oscuro, sin espaldas y con un escote bastante llamativo, aún sin enseñar nada. No se cerraba del todo por el costado izquierdo y su pierna podía quedaba un poco al descubierto. Me fijé en una cadenita de plata con el emblema del Águila Bicéfala enrollada en su talón. Sus pies estaba cubiertos por unas sencillas sandalias negras. El pelo lo llevaba como siempre, corto y con el flequillo a un lado.

- Estás...-Blabucí.

Ella puso una mano entre los dos.

- Ni lo digas.

Iba a recitar aquellos versos que tanto mi padre utilizaba, los  de ``Venida de allá dónde la belleza de la primavera era eclipsada por la suya propia``. Pero supuse que ella pensaba que me iba a reír de ella. 

- No sé de qué te quejabas- Le tendí una mano, pero ella no se dio cuenta.

- Ya te he dicho que odio los vestidos- Refunfuñó ella mientras ignoraba de nuevo el brazo que le tendía- Son tan poco prácticos...Y que conste que esto lo hago por mí, no me importa que el comisario te ejecute.

Desistí en mi vano esfuerzo por que me cogiera el brazo, como una pareja normal.

- Era eso o una dósis de vitamina fe- Añadí con una sonrisa.

Ella me miró.

- ¿Sabes?- Me cogió del brazo por su cuenta- Estás un poco raro con la corbata y el amplificador.

- ¿Cuál de los dos me quito?

Echamos a andar por el pasillo.

- Déjate las dos- Respondió- Pareces alguien formal con la corbata, y si te quitas el amplificador no podré hablar contigo, así que, mejor no te quites ninguno.

- Sí, señora- Comenté con ironía.

Ella sonrió. Se iba tranquilizando poco a poco.

- Ya no soy tu superior, es más, ahora tenemos el mismo rango.

- Eh, tú eres cabo primero, yo soy cabo a secas.

- ¡Da igual!- Rió- Es casi lo mismo.

- Si tú lo dices- Me encogí de hombros.

Se me hizo rara aquella escena. Verla vestida así, sin piercings y cogida a mi brazo mientras caminábamos a la vez, quiero decir. Pero era agradable, en cierto modo. Di un respingo cuando apoyó la cabeza en mi hombro.

- Vaya- Le dije- Pareces una mujer normal y todo.

- Vete a la mierda- Me susurró, sin separarse de mí ni alterar su rostro, entonces tranquilo.

Llegamos a la sala de fiestas. Era una gigantesca habitación con columnas, fuentes, muchísima gente y una estatua en el medio que representaba a dos hombres sosteniendo en alto rifles como los de los soldados Khopeshitas que yo conocía. Uno llevaba el uniforme que los soldados del campamento llevaban, el otro iba ataviado con una túnica parecida a la que Dael llevaba aquella noche. Una banda compuesta por catorce personas con violines, flautas traveseras e incluso un piano tocaban canciones de ritmo lento en un iluminado rincón. La abundante iluminación corría a cargo de decenas de lámparas de cristal que pendían del techo sujetas por cadenas.

Divisé al comisario entre la multitud y le saludé para que supiera que Nyria y yo habíamos acudido a la fiesta. Él levantó su copa con un leve asentimiento de cabeza para saludarme a su vez. Estaba rodeado de adeptas del Medicae, sirvientas e incluso algunas soldados de nuestro Regimiento. Ellas le miraban con admiración y escuchaban sus historias con los ojos brillantes.

- Me parece que el comisario tendrá compañía ésta noche- Le susurré a Nyria.

- No será el único. No me mires así, no me refiero a tí- Señaló al Capitán, que estaba hablando con, nada más y nada menos, que la General de las Amazonas. Me sorprendió que pareciera a gusto hablando con él, sin intentar sacarle los ojos ni nada por el estilo. Ella llevaba, al igual que el resto de las Amazonas allí presentes, un vaporoso vestido blanco sin mucho detalle. Que se riera por un chiste del Capitán me resultó realmente asombroso.

- Vaya un don que tiene el Capitán, ¿No crees?- Le pregunté a Nyria mientras andábamos hacia la estatua de los dos Khopeshitas.

- Las Amazonas respetan a los hombres como el Capitán, las comprendo- Dijo, sin más.

Iba a preguntarle que quería decir con eso y si lo decía con algún doble sentido, pero Mist, la guardaespaldas pelirroja de Di Sera, apareció de entre la multitud. Llevaba un lujoso vestido rojo que hacía juego con su pelo y sus ojos.

- Hola, Tristán- Me saludó, con esa sonrisa fría tan típica de ella.

- Hola, eh...Mist.

Nyria la miraba con disimulo, desconfiada. Mist le tendió una mano.

- Y tú eres...- Preguntó Nyria tras estrechar su mano.

- Cabo Mist Tahira, segundo regimiento SICOM. Llámame sólo Mist ahora, no estamos de servicio. Tú debes de ser Canaar, ¿Cierto?

- Sí.

- Un placer conocerte, Nyria.

Aunque Mist había acompañado sus palabras por otra sonrisa algo más cálida, la desconfianza en los ojos de Nyria no había disminuido lo más mínimo. 

Una grupo de personas entró en la sala, al frente iba un tipo con pinta de oficial de alto rango por su vestimenta y mirada. Canoso, de ojos verdes pálidos y mirada afable, aunque teñida de la competencia y orgullo característicos de los oficiales. Entre el grupo que le seguía divisé a Gaask, aquel teniente que me encontré en los pasillos de la base en las cuevas. Lllevaba un traje parecido al mío, pero a él le quedaba mejor, dándole más porte y elegancia. Yo cuando me pongo un traje de éstos parezco un abogado de baja cuna, Gaask parecía un noble o un diplomático. Le acompañaba una mujer que no se quedaba atrás si la comparábamos con Nyria o cualquier otra del pelotón: Ojos violetas, pelo largo y castaño, rizado en las puntas, rasgos finos pero a la vez un tanto agresivos, como Nyria. Llevaba un vestido azul lavanda con poco escote y sin espaldas. Me pareció una mujer muy atractiva.

- ¿Quiénes son?- Pregunté.

- El General Bargent y sus hombres de confianza- Un hombre alto, con el pelo negro y largo recogido en una coleta y vestido de negro entero salió de entre la multitud y se acercó a Mist mientras seguía respondiendo a mi pregunta- Del 10º pesado Alraquileano. No me esperaba que...

Mist dejó de hablar cuando el hombre posó una mano sobre su hombro. Ella volvió la cara hacia él, que hizo un gesto con la cabeza para que le siguiera. Mist asintió y se despidió de nosotros con otro apretón de manos. No le faltaba fuerza.

- Lo siento- Se disculpó- Debo irme. Asuntos del SICOM. Ha sido un placer verte de nuevo Tristán, lo mismo a Nyria.

Nos sonrió y se fue con el del pelo negro, que no había medrado palabra. Mist no me parecía la persona misteriosa y experta en el arte de la muerte que todos tenemos en mente cuando pensamos en alguien del SICOM. Mi vista se posó sin intención en un vendaje que Mist tenía en la espalda. No le di demasiada importancia teniendo en cuenta sus ocupaciones habituales y el hecho que pertenecía a la escolta del General Di Sera.

- ¿De qué te conoce?

- ¿Hm?- Me giré hacia Nyria.

- Que de qué te conoce.

- Ah, eso. Verás, una noche, en los muros de la base- Levantó una ceja, malinterpretando mi explicación- No, no. No pasó nada. Solamente vino a hablarme del Síndrome de Aquiles, ya te conté qué era.

Ella se pegó a mí y me susurró al oído con tono picarón:

- ¿Seguro? ¿Ni un roce? ¿Ni una proposición?- Apoyó su mano contra mi pecho, disfrutando de la vergüenza que me estaba haciendo pasar con aquellas palabras- ¿Ni tan sólo una promesa?

La cogí de orejas. Ella se sobresaltó.

-Na-da-de-na-da- Le dije, después le solté las orejas.

- ¡Ay!-Se frotaba las orejas, igual me había pasado un poco- ¿A qué ha venido eso?

Me encogí de hombros.

- Tú te lo has buscado.

Noté una mano sobre mi hombro y una risa alegre tras de mí.

- ¡No deberías tratar así a una dama!- Reía el teniente.

Nyria y yo nos giramos para saludar.

- ¡Teniente, señor!- Exclamamos ambos a la vez. Saludé también a su esposa, casi sin darme cuenta- Y... señora del teniente, hola- Otro saludo militar. Ella rió.

La esposa del teniente y adepta jefa del Medicae que se ocupaba de nuestra compañía, May Gairo, era una mujer que se conservaba asombrantemente bien para tener tan sólo dos años menos que su marido. Feliz y risueña, siempre optimista. Sus ojos marrones, de igual color que su pelo, reflejaban su personalidad alegre y extrovertida como si fueran un libro abierto. Solía visitarnos de vez en cuando a los barracones y nos traía alguna que otra botella de zumo (no le gustaba el alcohol) o postres caseros. Todo sea dicho, era una excelente cocinera. 

- Cuánto tiempo, Tris- La mujer del teniente tenía la manía de abreviar nuestros nombres- Has crecido desde la última vez que te ví.

- Y tanto, señora.

- Vaya- Repuso ella, con un deje de preocupación en su vivaz mirada- Pensé que vendrías acompañado de Inrah.

Vi por el rabillo del ojo como Nyria desviaba la mirada, molesta quizás por la observación de May. A veces hablaba demasiado, aunque no lo hiciera con mala intención.

- Ella...prefiere otras compañías- Respondí- Lo siento, teniente, May, pero debemos irnos.

El teniente y ella asintieron para despedirnos.

- Nos vemos, Danherr, Canaar.

Nos alejamos mientras se despedían de nosotros.

- Lo siento- Me disculpé- A veces May se va de la lengua.

- No es culpa tuya- Negó- Lleva meses sin vernos, entiendo que no se haya enterado de que lo dejasteis.

Estuvimos un rato callados, andando sin rumbo, hasta que me tiró de la manga y me pidió que fuéramos al balcón. Accedí. 

- ¿Porqué decidisteis dejarlo?- Me preguntó, como quién no quiere la cosa- Os vi muchas veces juntos, y parecíais a gusto el uno con el otro.

- Y lo estábamos- Cruzamos la puerta que nos llevó al balcón, enorme y con barandillas talladas en mármol. La noche era impresionante. Un escudo de energía a baja potencia protegía la ciudad de las inclemencias del tiempo, y hacía una temperatura muy agradable- Pero, simplemente no funcionó. No me gusta dar detalles sobre el tema.

- Lo entiendo- Apoyó los antebrazos en la barandilla, mirando al cielo nocturno.

Me apoyé yo también en la barandilla y miré a las lunas de Khopesh.

- Bonito ¿Verdad?

Asintió.

- Casi tanto como tú- Comenté- Casi.

- Sabes que no me hacen gracia esas bromas.

- No era una broma. Tiendo a decir la verdad cuando algo es cierto.

- Lo que tú digas- Devolvió su mirada a las lunas.

Suspiré. ¿Porqué tenía que ser tan fría? ¿Tan insensible? 

Mirando el cielo estuvimos durante varios minutos. Me fijé en que Gaask y su acompañante estaban en un extremo del balcón, al amparo de las sombras, en actitud cariñosa, compartiendo caricias y susurros. No era de mi incumbencia, y lo sabía, así que les dejé tranquilos.

- No hay manera ¿Eh?- Era Cyntia, hablándome a través de nuestro vínculo telepático. Me sobresalté.

- Pues parece que no.

- No suenas muy animado- Observó- No te tenía por una persona romántica.

Miré a mi espalda y la divisé. Estaba hablando con Dael, que estaba apoyado con pinta de estar aburrdísimo en el quicio de la puerta que llevaba al balcón.

- Ni lo soy- Contesté, volviendo mi mirada de nuevo al cielo- Pero todos tenemos nuestros momentos.

Ella suspiró, entre decepcionada y cansada.

- Siempre se enamoran del tío equivocado. ¡Eres demasiado indolente!- Suspiró de nuevo- Te importan tan poco las cosas...

- ¿Cómo sabes que ella....?

- ¿Olvidas que soy telépata? 

- No pensé que podrías hacer tales cosas.

- Ya ves que puedo.

- Me siento...invadido.

Con aquello la conseguí hacer reír.

- No te preocupes, ¡Soy una tumba!- Aseguró. Aún así, no las tenía todas conmigo.

Fruncí el ceño. Aquello me daba más mala espina...

- ¿Qué sabes de mí?

- Poca cosa, tu mente es difícil de descifrar, hay demasiados pensamientos y emociones en ella- Su tono cambió a algo más atrevido- Pero he conseguido algunas cosas.

- Dime- Alargué la ``i`` bastante, intentando darle un tono apremiante a esa simple palabra.

- Nora, Inrah, Oleg, aquella vez que se te quedó la lengua pegada al cuchillo porque estaba demasiado frío...¿Sigo?

- Eh...mejor no- No me hacía ninguna gracia que supiera de Nora.

- No te preocupes, no se lo contaré a nadie.

- Por tu bien- Bromeé.

Sentí una punzada de dolor en la sien.

- No me tientes.

- Anda, déjame.

- Como quieras, tú mismo con tu mecanismo.

La presencia de Cyntia abandonó mi mente. Era una sensación rara, como si te vaciaran un vaso de agua dentro de la cabeza. Le di un pellizco a Nyria en el hombro para llamar su atención, me gané un puñetazo en los bajos y le pregunté si quería irse, ella negó con la cabeza.

- Parecías aburrida- Pregunté con la voz entrecortada por el dolor.

- No, sólo estaba pensando.

- ¿En qué?

Ella apartó la mirada. Me di cuenta de que Gaask y la mujer que lo acompañaba ya se habían ido. Probablemente a disfrutar del resto de la noche por su cuenta. Me dieron un poco de envidia, ya que llevaba unos cuantos meses sin...bueno. Confiaba en que eso cambiara pronto, pero sabía que lo iba a tener jodido. Como mínimo.

- ¿Y a ti que más te da?

-  Me importa y punto. ¿Porqué tienes que estar siempre a la defensiva? Sabes de sobra que no tengo malas intenciones.

Ella volvió su mirada hacia mí. No parecía ni enfadada, ni triste, ni con ganas de matarme. Un tanto abatida, quizás.

- Estaba pensando en que estoy harta de luchar.

- ¿No decías que has nacido sólo para luchar?- Pregunté, con un deje de broma en la mirada.

- Para luchar contra los xenos y los enemigos del hombre. Pero no conmigo misma.

- Explícate- Le pedí.

- Estoy cansada de mantener a raya algo que no puedo doblegar- Apartó la mirada de nuevo- Y me he dado cuenta de que es simplemente inútil.

Un cosquilleo me recorrió el estómago. ¿Lo estaba consiguiendo?

- Y te refieres a...

- Lo sabes de sobra.

Me hice el sueco.

- No tengo ni idea.

- ¿Entonces el beso de hace tres días fue sólo producto de tus heridas?- Ironizó.

- ¿Buscas otro?

Me apartó un poco de un empujón.

- ¡Eres imbécil! ¿No te puedes tomar nada en serio?

- Me lo dicen a menudo- Admití.

Ella levantó una mano para darme un puñetazo, pero se dio cuenta de que bastante gente nos estaba mirando y lo bajó de mala gana.

- Estamos montando demasiado follón. ¿Quieres que continuemos fuera de aquí?

- Sería genial- Farfulló mientras echaba a andar hacia la salida de la sala. La seguí.

En cuanto estuvimos en el pasillo, lejos de las miradas curiosas de invitados y sirvientes, me llevé el puñetazo que ella se había estado guardando. Mientras me frotaba la barbilla, ella me rodeó el cuello con ambos brazos y me besó. De nuevo aquella sensación. El dolor de la barbilla fue desapareciendo poco a poco y un cosquilleo me recorrió toda la columna vertebral. Mientras pensaba a cerca de a qué se debía ese repentino cambio de humor, el beso terminó y ella hundió la cabeza en mi pecho mientras me daba puñetazos en el costado con su mano izquierda.

- ¡Imbécil, imbécil, imbécil!- Repetía por lo bajo.

Puse una mano sobre su cabeza para que se serenara un poco y tuve que aguantar sus golpes durante un par de minutos. Cuando paró, me abrazó a la altura de la cadera y así nos quedamos varios minutos. Comenzó a soltar el aire en una queda y pausada risa, sin más sonido que el del aire abandonando sus pulmones.

- Confié en que no tendría que decirlo yo- Susurró. Sus palabras fueron algo amortiguadas porque aún seguía con la cara contra mi pecho- Pero eres demasiado tonto como para darte cuenta de que ambos sentíamos lo mismo.

- Entonces no soy tan tonto como piensas.

- No me hagas reír.

- Sería un logro si lo consiguiera.

Se oyeron pasos y voces animadas tras la esquina, Nyria se despegó de mí y me hizo un gesto para que la siguiera. Aparecieron por el pasillo media docena de guardias Khopeshitas totalmente equipados y uniformados que hablaban y reían entre ellos.

- ¿No quieres volver?- Le pregunté cuando pasamos de largo a los guardias.

- No- Negó- Odio esas fiestas. Además, el comisario ya sabe que he ido, no tengo que preocuparme más por eso.

- Como quieras- Suspiré. Y después de unos segundos dije, con la mera intención de satisfacer uno de los instintos más básicos del ser humano- Qué sólo voy a estar en mi habitación...

Ella volvió la mirada hacia mí. No parecía ni enfadada ni con pinta de estar pensando en ello.

- Ahora que lo dices- Empezó, pensativa- He visto a la pareja de Skianos que me espíaban en la Ladón rondando por el pasillo donde está mi habitación.  ¿Te importa que duerma en la tuya? 

Una sola frase me vino a la mente en aquel momento: ``No será tan fácil``.

- Solo hay una cama y...

- Oh, por favor ¡No seas ridículo! Dormí contigo en la Ladón ¿Qué diferencia va a tener con esto?

- Nin...ninguna- Tartamudeé.

Nyria ladeó la cabeza.

- Ya estás pensando en otra cosa ¿Eh?

- ¡No!- Esperé que mi cara no estuviera tan roja como la sentía.

Ella se encogió de hombros. El pelo le saltaba sobre los hombros cuando lo hacía.

- Bah, al fin y al cabo, eres un tío. En fin, si tanto lo deseas...

La noche comenzaba a mejorar.

- ¡No irás en serio!

- ¡Claro que no!- Rió ella.

- ¿Te he dicho alguna vez lo mucho que te odio?

- Creo que ésta es la primera.

- Te aseguro que no será la última- Dije mientras sacaba la tarjeta-llave de mi habitación y la pasaba por el lector de datos que había sobre la manilla- Bueno, dejémoslo. Bienvenida.

Ella entró con aire reticente y mirando a todos lados.

- Está hecha un asco- Sentenció.

Mis maletas y todo su equipaje estaban tiradas por el suelo y esparcidas sobre mi cama. Sí que estaba desordenado.

- Si supiera que ibas a venir probablemente lo hubiera adecentado todo un poco- Me defendí mientras recogía aquel desastre.

- Seguro. No te lo crees ni tú.

- Un hombre tiene derecho a soñar ¿No?

- Sólo si se lo ha ganado- Murmuró.

Nyria se llevó las manos a la cadera y desabrochó su vestido, que cayó al suelo como si de una cascada de tela verde se tratara. Me di la vuelta girando sobre mis talones, instintivamente.

- ¿Qué haces?- Me preguntó, extrañada.

- Pensé que debía...

- No pienses tanto, los dos sabemos que no se te da bien- Me cortó ella, con una sonrisa divertida en la cara- Voy a darme una ducha, ni se te ocurra intentar nada.

- Sí, señora- Hice un saludo militar. Ella me hizo un corte de mangas antes de cerrar la puerta del baño.

La hechizante imagen de sus tentadoras curvas me acosó durante varios minutos una vez ella cerró la puerta. Sacudí la cabeza para desterrar a las sugerentes ideas que comenzaban a ocupar mi mente y terminé de recoger la ropa. Luego, dándome cuenta de que Nyria no saldría de la ducha  en un buen rato, opté por tirarme en la cama y esperarla, pero me quedé dormido.

Aún en sueños, no pude descansar tranquilo, pues la imagen de Nyria en la ducha se asentó poco a poco en mi mente y terminé viéndola solo a ella. Lo que yo llamo un buen sueño.

++++++++++

Cuando me desperté, más o menos cuatro horas después de caer redondo, me encontré con que Nyria estaba dormida en frente mío. Estaba tumbada de lado, con las manos bajo la cara y vestida tan sólo con la pequeña toalla que había en la ducha, que apenas le llegaba hasta algo más arriba de las rodillas. Sus piernas estaban sobre las mías, el tacto era cálido y su piel estaba algo húmeda todavía. Sentía su aliento sobre mi pecho, pues estaba bastante cerca de mí. Acerqué mi barbilla y la apoyé sobre su cabeza casi sin darme cuenta. De nuevo aquel relajante olor a malvas. 

Nyria murmuró algo en sueños y se arrebujó contra mí, cruzando las manos sobre su pecho. Le pasé un brazo por encima, sintiendo como la carne se me ponía de gallina por el repentino cambio de temperatura. Ella frunció el ceño y se removió sobre la manta al sentir mi brazo, mucho más frío que su piel. Murmuró de nuevo. Sonreí para mí mismo. Verla así era un tremendo contraste con su habitual forma de ser. Me estuve planteando muy seriamente retirarle la toalla mientras no se daba cuenta y luego alegar en mi defensa que se le había caído mientras se movía dormida, pero ella despertó antes de que tomara una decisión.

- Mierda- Bostezó- Me quedé dormida.

Ni siquiera pugnó por separarse de mí, lo cual me sorprendió para bien. Levantó la cabeza para mirarme a los ojos. Tenía los párpados un poco caídos por el sueño.

- Buenos días- Susurró antes de plantarme un beso en los labios.

Hice ademán de coger mi amplificador para poder devolverle el saludo, pero ella me detuvo posando una de sus manos sobre mi muñeca.

- Déjalo dónde está- Me puso un dedo en los labios- Estás más guapo callado.

Asentí. Ella se permitió una pequeña sonrisa y apoyó de nuevo la cabeza contra mi pecho.

- ¿Sabes qué?- Murmuró, sin levantar la mirada ni mover la cabeza para mirarme- Cuando llegaste no te tragué. Parecías el típico Legionario Penal liberado al que nada le importaba salvo cambiar de compañera cada noche. Cuando comenzaste a salir con Inrah dejé de pensarlo. Parecíais tan unidos...Y luego te vi luchar- Por el casi inaudible sonido de sus labios al separarse, supe que había sonreído- No cambias ni siquiera cuando estás luchando. Eso me sorprendió mucho. Mantienes tu expresión habitual, tu mente tranquila....siempre me ha impresionado eso- Alzó la cara y me dio otro beso- Eso es en parte lo que me atrae de tí. Siempre eres tú.

- Y tú tienes demasiadas personalidades- Me hubiera gustado decirle. La Nyria agresiva y hostil, la tranquila y cariñosa...aquello era un tanto confuso, pero me gustaba.

Besé su cabellera y le acaricié el cuello. Ella se acercó más a mí.

- Nunca me imaginé de ésta manera con un hombre- Dijo en voz baja- Y menos aún con un mudo.

Levanté una ceja. ¿Qué le pasaba con los hombres? ¿Y qué problema tenía con los mudos?

- No me gusta estar atada a nadie, y menos aún a un hombre- Dijo, como si hubiera escuchado mis pensamientos- Pero...tú eres distinto. Supongo que no lo entiendes, lo tuyo no es darle a la azotea.

Ella era así, por muy tranquila que estuviera. No podía cambiarla. Pero, claro, tampoco quería hacerlo.

- Es un poco raro esto de hablar sola- Dijo mientras se daba la vuelta para tumbarse voca arriba, con un brazo sobre el pecho. Sonreía, aunque yo no le veía gracia al asunto- Y también...- Calló durante unos segundos- También me he preguntado siempre como sería mi primera vez contigo.

Noté como se me calentaba la cara y como la sangre comenzaba a confundirse de destino. El tema comenzaba a ponerse escabroso, y el final parecía prometedor.

- Eeeh...yo- Intenté decir, pero solo me salió aire por la boca. A ella le hizo gracia y sonrió un poco. Sus sonrisas nunca son demasiado explícitas.

- No me mientas diciendo que ni siquiera lo has pensado- Dijo. La toalla comenzó a abrirse y terminó tendida sobre la cama. Mi sangre ya no sabía si irse hacia mi cara para calentarla aún más o dejarse caer para abajo.

- Esto sí que es desplegar los pétalos- Pensé mientras veía como se llevaba la otra mano a la entrepierna para taparse.

- Ups- Murmuró con una fingida mueca de vergüenza.

El brazo derecho, que cubría sus pechos, prácticamente solo ocultaba el centro de éstos, dejando los bordes a la vista. La otra mano ni siquiera tenía mucha intención de esconder su entrepierna, pues, aunque la tapaba, no estaba extendida, si no suelta, con pereza. Mi vista quedó atrapada por sus curvas y su piel morena, aún húmeda y que reflejaba débilmente la blanca luz de luna que se escabullía a través del cristal de las ventanas. Su pelo estaba suelto y desparramado sobre la cama, con algún que otro mechón sobre su cara. Noté como, poco a poco y mientras la miraba embobado, mis pantalones comenzaron a estar cada vez más y más prietos. Ella debió de advertirlo, pues una sonrisa divertida asomó entre sus labios y sus ojos no se separaron de mis pantalones. Aquella situación era incómoda y gratificante a la vez, me pregunté si desembocaría de la manera que yo pensaba. 

Un gesto de su dedo índice me indicó que así sería. Cuando separó el brazo de su torso, vi sus pechos de nuevo, la última vez que los había visto fue durante el incidente de Optima Secundus, y mi mente no estaba para fijarse demasiado en tales detalles. Eran grandes y firmes, tal y cómo ya sabía. La cicatriz que Tirrius le había hecho con el bisturí había desaparecido casi del todo.

Forcé a mis piernas a moverse y me acerqué a ella. Estaba realmente nervioso, ya sabía como iba a acabar aquello. Y no podía esperar a que empezase.

++++++++

Nyria estuvo muy callada. Pero su silencio, por primera vez, no era hostil ni incómodo. Fue un silencioso entendimiento entre ambos. Hasta que ella decidió romperlo.

- Tristán- Murmuró- Hay una cosa que debo decirte.

Le acaricié el cuello, invitándola a hablar. Estaba tumbada de lado, pegada a mí, con ambas manos sobre mi pecho y las piernas sobre las mías. Era una postura algo incómoda, pero no me importaba demasiado.

- El SICOM- Empezó, con un leve temblor en la voz- Quieren que me una al 2º Regimiento al acabar esta campaña. Si sobrevivo, claro.

El comisario me lo había comentado, pero ya no me acordaba. El alma se me cayó a los pies.

- Y...¿No hay posibilidad de negarse?- Pregunté.

- No- Negó con la cabeza- No soy ciudadana Nametheriana, no tengo derecho a elegir.

- Ya veo- Murmuré. Le di un beso en la frente para animarla- No te preocupes, conseguiré que me recluten a mí también. 

Su cuerpo comenzó a temblar y ella hundió su cabeza en mi pecho.

- No lo dices en serio- Sollozó.

- ¡Pues claro que sí! ¿Como no iba a decírtelo en serio?

- Sabes tan bien como yo que es imposible que te cojan. Lo estándares que buscan son muy altos, y tú no sobresales en nada.

- Gracias por los ánimos- Posé una mano sobre su nuca para que se tranquilizase un poco- Pero te lo digo en serio, haré que se fijen en mí.

Ella seguía llorando.

- ¿Y cómo?- Preguntó tras enjuagarse una lágrima que le caía por el pómulo.

- Haciendo lo único que sé hacer bien-Contesté- Mataré a todos los Orkos que pueda.

- No te servirá.

- Habrá de hacerlo.

- Eres un soñador- Se abrazó a mí, rodeando mi cintura con sus brazos, repleto de tatuajes uno, de aquellas finas  líneas el otro.

- Si he de luchar- Intenté sonar convenido- Venceré.

- Sé que lo harás- Me besó el cuello- Pero intenta sobrevivir.

- Eso ni se menciona.

Se pegó a mí, quedándose poco a poco dormida. Yo no podía conciliar el sueño, sabía que algo malo me iba a pasar. Debía conseguir que el SICOM se fijase en mí costara lo que costase. ``Si debo luchar, venceré`` me repetí a mí mismo, intentando insuflarme los ánimos que me faltaban.

La muerte era algo común en mi vida, quizás demasiado, pero no había terminado de acostumbrar a esa sensación que tienes cuando sabes que todo va acabar mal. Abandoné tales pensamientos cuando noté una punzada de dolor en la cabeza.

- Patético- Era la voz que había oído mientras estaba en coma tras el incidente de Optima Secundus. Sonaba dentro de mí, como cuando hablaba con Cyntia a través de nuestro vínculo telepático.

- ¿Quién eres?- Pregunté. Quería saber quién era de una maldita vez. Y porqué me llamaba patético.

- Patético- Repitió- Promesas vacías, metas inútiles. Estás perdiendo el tiempo.

- ¿Quién cojones eres?- Grité en mi mente, perdiendo mis modales.

- Lo sabrás cuando llegue la hora- Siseó la voz- Estás perdiendo el tiempo, hombre de Valhalla. Y con eso me estás haciendo a mí perder la paciencia.

Gruñí.

- ¿Qué demonios se supone que debo hacer?

- Lo sabes de sobra.

- ¡No!- Exclamé- ¡No tengo ni idea!

- Entonces es que eres menos inteligente de lo que aparentas- Dijo despectivamente la voz.

Comencé a perder los nervios. ¿Quién se creía para entrar en mi cabeza sólo para insutarme? 

- ¿Quieres saber a qué me refiero?

- ¡Sí!-Troné.

- Entonces te enseñaré una cosa- Noté otro pinchazo en la cabeza- Desgraciado.

Mi cabeza me dolía horrores, parecía estallar, y, de repente, todo paró. Veía...cosas. No estaba seguro, pero todo comenzó a asentarse en mi mente y a cobrar sentido. 

- No puede ser- Murmuré.

Aquello que estaba viendo, aquel planeta infernal repleto de muertos vivientes era mi antiguo hogar: Nieria.

Nieria, seis meses antes.

Para Nora, el fin del mundo comenzó con un informativo de la radio.

Estaba en su biblioteca, trabajando, como tantos otros días. Aquel sitio era, sin duda, el lugar más tranquilo de toda la ciudad, un oasis de calma y conocimiento en medio de aquella algarabía de frenéticos vaivenes que era la gran ciudad. 

- Sí, Zat- Decía un reportero a través de la radio- Parece ser que la Plaga no ha dejado de extenderse, y que ahora se dirige a Alestra. Las autoridades están colaborando con las Fuerzas de Defensa Planetaria y el Adeptus Arbitres para evacuar a la población.

Nora se sobresaltó al escucharlo. Su pelo, de un naranja ígneo, bailó sobre sus hombros. ¿Seguía la plaga extendiéndose? No, imposible. El Gobernador había dicho que la plaga sería detenida en la región de Nascer, donde se inició. Aunque era un mensaje tranquilizante, la inquietud seguía presente en todo el mundo. Cuando recibieron comunicados desde Hefyr diciendo que la Plaga había llegado hasta allí, el resto de Nieria comenzó a preocuparse de verdad. Pensaban que no pasaría de las fronteras de Nascer, pero pasó. Después se extendió por todo el continente Sur. Nora pensaba en ello, con las rodillas temblándole por el miedo, cuando oyó como varios transportes Chimera del Adeptus Arbitres aparecieron en la calle y se pararon frente a la calle donde estaba la biblioteca donde ella trabajaba. Pudo ver, a través de las amplias puertas de cristal, como multitud de Arbitres subían los escalones de edificio y entraban en la biblioteca. Estaban armados, y sus inquietantes armaduras negras estaban complementadas con multitud de portacargadores. Uno de ellos se adelantó a la formación mientras unos cuantos se desplegaban por las grandes estanterías holográficas para buscar a toda persona que estuviera en el recinto.

- ¡Ciudadanos!- Exclamó el que se había adelantado- ¡La Plaga está acercándose a la ciudad! ¡Debemos evacuar a todo civil que esté en la zona!

Cuando terminó, hizo un gesto a los que estaban detrás de él, que se dirigieron a los Chimeras junto a varias personas que estaban en la biblioteca. Uno de ellos tomó a Nora por el brazo. El hombre era muy fuerte y, a pesar de ser incluso intimidante, pudo ver en su mirada un vestigio de inquietud.

- Señorita, ha de venir con nosotros para ser llevada al centro de evacuación- Dijo el Arbitres con voz firme y autoritaria.

- Pero en la radio han dicho que la Plaga está acercándose a Alestra ¡Es imposible que estén ya aquí!- Tartamudeó Nora mientras salía de detrás de su mostrados y se unía a las personas que iban hacia a los Chimeras. A salir de su biblioteca, puedo ver como la gente, acompañada por un puñado de Arbitres, se dirigía en ingentes grupos hacia el centro de la ciudad.

- Ha habido otro brote en las afueras- Murmuró el hombre al oído de Nora, que lo escuchaba aterrada- Se extiende con una facilidad insultante.

La metieron en el Chimera junto a otras quince personas y el transporte arrancó junto al resto del convoy. Los Arbitres que habían entrado en la biblioteca (unos treinta, supuso Nora) se dirigieron hacia las afueras, juntándose en el camino con otros grupos de Arbitres y soldados de la Fuerza de Defensa Planetaria. A éstos últimos les acompañaban un par de Chimeras pintados con el mismo esquema de camuflaje que toda organización militar en Nieria: Gris y verde. 

Nieria no era un planeta especialmente militarizado, y sus Regimientos de Guardia Imperial y FDP no eran muy avanzados, sobretodo estos últimos, quiénes aún utilizaban los anticuados (aunque útiles) chalecos antibala. Las FDP de Nieria también hacían uso de rifles automáticos, lanzallamas y lanzamisiles, pues carecían de armas láser, que eran reservadas para sus Guardias Imperiales. Recientemente habían adquirido bípodes Sentinel, que se añadían a la parca lista de vehículos utilizados por ellos, resumida fácilmente en Salamanders (que la gran mayoría de las veces utilizaban bólteres pesado en vez del habitual lanzallamas), Chimeras y un puñado de Leman Russ. 

La puerta del transporte terminó de cerrarse del todo y la oscuridad reinó durante un segundo en el interior del vehículo antes de que fuera mitigada por las luces azules que había en sus paredes y techo. Nora vio a las personas que estaban con ella, la mayoría eran jóvenes estudiantes, que se miraban unos a otros sin saber del todo lo que pasaba. Un niño pequeño comenzó a llorar y su padre le cogió en brazos para calmarlo. El hombre intercambió una preocupada mirada con Nora.

- ¿Adónde vamos, papá?- Lloriqueó el niño.

- Tchsss, tranquilo.

Nora se quedó mirando al crío, acordándose de su hijo cuando era pequeño. Se había enrolado en la Guardia Imperial junto a varios amigos, y simplemente había desaparecido de su vida sin dejarla nada más que un par de mensajes en el teléfono y las pocas fotos que tenía de él. El otro muchacho del que cuidaba, y que era también de la edad de su hijo, se había ido también con él. Habían desaparecido, como todos los hombres que había apreciado en su vida. Primero fue su padre, que le dejó a cargo de al biblioteca, luego su difunto marido, su posterior amante y, finalmente, su hijo y su amigo, que también podía considerarlo como su hijo. 

Suspiró, preocupada y sintiendo el miedo en su interior, mientras sus rodillas seguían temblando. Y no precisamente por el tarqueteo del Chimera.

Nieria, cuatro meses antes.

Nora corrió por el oscuro y frío callejón, siendo perseguida por media docena (o eso era lo que ella creía) de perros. O lo que antes habían sido perros, mejor dicho. Estas criaturas, que ni eran entonces ni perros ni seres vivos en el pleno sentido de la palabra, eran similares a los canes, pero ahí se acababan sus similitudes. Las extremidades semi-putrefactas de las bestias no podían alcanzar la misma velocidad que sus homólgos vivos, pero aún así podían dar alcance a Nora, que no era una corredora muy veloz. 

Se dio la vuelta mientras corría, escuchando los gluturales y gorjeantes aullidos de los Cerberos (ella y su grupo así los habían nombrado) y disparó su pistola, un modelo compacto de apenas doce balas. Dos de los disparos hundieron el cráneo de uno de los enjendros, pero los otros tres fallaron. Tampoco era una tiradora especialmente hábil. 

Con un quejido atemorizado, Nora reemprendió su carrera. Vio una figura al final del callejón. Era humana, y se parecía a Haz, pero en aquella pesadilla sin fin nada era lo que parecía, y decidió llamarle para comprobar que era él.

- ¡Haz!- Gritó mientras seguía corriendo sin pausa, la pistola recién disparada dejaba rastros de humo a su paso - ¡Por favor, échame una mano!

Por un momento creyó que era un Infectado y no Haz al no recibir respuesta, pero una oleada de alivio la invadió al escuchar su voz cargada de chulería.

- ¡No te preocupes, monada!- Exclamó él desde el final del callejón mientras abría el conducto del compacto depósito de gasolina que llevaba colgando de la mochila- ¡Ha llegado la caballería!

Nora apenas tuvo tiempo para tirarse al suelo y esquivar la abrasadora ráfaga de gasolina en llamas que el improvisado lanzallamas de Haz lanzó contra los Cerberos, que cayeron al suelo de golpe entre aullidos y el crepitar de su carne al bullir. Se movían espasmódicamente mientras sus asquerosos cuerpos llenos de huesos puntiagudos en su columna vertebral ardían, iluminando el callejón y lanzando insidiosas sombras sobre sus paredes. Nora se levantó rápidamente y corrió hacia Haz. Lo abrazó y le dio las gracias reiterada y exageradamente. 

- ¿Dónde están Goru y las niñas?- Preguntó.

- Nos hemos reunido en la camioneta- Explicó el muchacho mientras giraba la manilla de su depósito de gasolina para cerrar el flujo de combustible- Al ver que no llegabas, nos preocupamos y decidí venir a ver si te había pasado algo ¿Has conseguido provisiones?

Nora asintió y le mostró su mochila, repleta de latas y pequeños recipientes de comida envasada al vacío.

- También he encontrado unos cuantos cartuchos de escopeta y esto, no sé lo que es- Nora le mostró un maletín negro mate con un Águila Bicéfala verde tallada en el centro. Era alargado y no demasiado ancho, pero pesaba bastante para ella. Haz lo tomó, dejando a un lado el tubo de su lanzallamas casero y lo abrió.

- ¡La hostia!- Exclamó mientras sacaba el arma que el maletín contenía. Nora no sabía de armas, así que le preguntó que era- ¿Qué que es? ¡Es un lanzallamas, pelirroja!- Haz le plantó un beso en los labios de pura emoción- ¡Y además un modelo Nameth Ar-XII! ¡Es una versión adaptada de la que usan los Astartes, Nora!

No entendía como un arma podía hacer tan contento a un hombre, y menos a uno tan joven como Haz, que ni siquiera llegaba a los veinte años. 

- Eh...yo- Tartamudeó ella mientras su cara se ruborizaba por el repentino beso- Me alegro de que te sirva.

- ¡Y tanto que me va a servir!- Se descolgó su lanzallamas improvisado y tomó en las manos el nuevo arma. Encendió las pequeñas llamas que bailaban a cada costado de la boca del lanzallmas y lanzó un silbido de admiración- Nora, te debo una.

- Que sean dos- Contestó ella con una sonrisa.

- Una y media- Zanjó él mientras apagaba el arma y se la colgaba al hombro- Será mejor que nos pongamos en marcha, Goru y las enanas no estarán muy a gusto expuestos a todos esos Infectados.

Nora asintió y se pusieron en marcha, saliendo del callejón y entrando en una gran plaza redonda llena de estatuas de piedra, desiertas terrazas de bar y manchas de sangre por todos lados; en el suelo, las paredes, la carretera...

Goru y las dos gemelas estaban sentados en el suelo, cerca de la camioneta y con las armas preparadas. Se levantaron para recibir a Haz y a Nora.

Goru había sido carnicero antes de que todo ocurriera, y tenía un par de impresionantes cuchillos de carnicero con los que se había salvado de los Infectados tantas veces que ya ni las sabía contar. Era un cuarentón más bien gordo, con el pelo entrecano y clareando en la coronilla, de brazos fuertes y tatuados con el nombre de su difunta mujer y con formas geométricas en negro y rojo. Era un hombre bonachón y optimista al que toda aquella pesadilla no le había afectado casi lo más minímo.

- ¿Tuvisteis problemas ahí atrás?- Preguntó mientras se levantaba con la ayuda de la culata de su escopeta.

- Unos cuantos Cerberos pillaron desprevenida a la pelirroja- Explicó Haz mientras se acercaba a la camioneta- ¡Pero hemos encontrado un montón de papeo y este pedazo de lanzallamas!

Haz le mostró orgulloso el arma. Goru lanzó un silbido de admiración al verlo.

-¡Nora!- Exclamaron las gemelas al unísono mientras corrían hacia ella. Se le abrazaron a las piernas con fuerza- ¡Pensábamos que ya no volverías!

Uri y Ura, las dos gemelas, apenas llegaban a los seis, y habían adoptado a Nora como su madre. Ella también las consideraba hijas, puede que fuera por su parcialmente insatisfecho instinto maternal, o porque todo aquello le asustaba a ella tanto como a las dos niñas. Ambas eran algo bajas para su edad y bastante delgadas. Las dos llevaban el pelo castaño por los hombros, adornado con algunas horquillas de vivos colores. Sus padres habían muerto durante el Día del Fin, cuando la Plaga entró en su ciudad matando a todo aquel que no pudo huir a tiempo. Ahora su ciudad no era más que un hervidero de Infectados y toda clase de sus mutaciones, un nido de carne putrefacta y huesos astillados.

- Bah, no os preocupéis por ella- Dijo Haz desde el interior de la camioneta- ¡Siempre termina volviendo!

Haz se echó a reír. Él era un estudiante de universidad de primer año, y a pesar de tener apenas dieciocho años era un pirómano sin cura ni remedio. Era alto y delgado, y en su flequillo, siempre hacia arriba, tenía unos mechones de pelo naranjas que parecían una llama y contrastaban mucho con el negro del resto de su pelo. Llevaba una chupa de cuero negro sobre una camiseta de tirantes naranja y unos pantalones de combate negros. Haz también llevaba un par de pulseras de tela en la muñeca derecha, una a cuadros negros y blancos y otra negra entera con el contorno amarillo de una cara sonriente en el centro. En la izquierda llevaba una cadena enroscada a su alrededor. Era un bromista y un arrogante, pero sabía cuando no debía ser así, lo que Nora agradecía y respeteba. En secreto, ella se sentía intimidada por el joven, aunque reconocía que era bastante atractivo.

- Los mugrosos están empezando a acercarse- Goru señaló a varios Infectados que comenzaban a asomar de entre las numerosas calles que desembocaban en la gran plaza- Será mejor que salgamos pitando de aquí.

- ¡El gordo tiene razón!- Exclamó Haz desde la camioneta- ¡Con tanto Infectado por aquí lo mejor será salir cagando hostias de este sitio!

Con un asentimiento de cabeza, entraron en el vehículo. Haz se sentó en el asiento del conductor y pisó el acelerador....pero no ocurrió nada.

- ¡Mierda!- Gritó- ¡Esta mierda no arranca! 

Goru se adelantó y se situó a su lado.

- ¡No me fastidies! ¡Lo había arreglado la semana pasada!

- ¡Pues buena chapuza has hecho, viejo!

Mientras discutían, los Infectados comenzaban a juntarse al rededor de la camioneta, mirando con ojos muertos su pintura blanca gastada.

- ¡Dejadlo ya!- Chilló Uri- ¡Se están acercando!

Gritó y se abrazó a su hermana cuando uno de los Infectados golpeó con la frente el cristal de la ventanilla que tenía al lado. Ambas estaban sentadas en el asiento del co-piloto, y cabían de sobra.

- ¡No me rayes el cristal!- Goru bajó la ventanilla pulsando uno de los botones del volante y apuntó a la cabeza de la criatura con su revólver. El sonido de la tremenda detonación reverbró por toda la plaza y el Infectado cayó al suelo con media cabeza sobre sus hombros y el resto esparcido por el suelo detrás de él. Goru subió la ventanilla de nuevo y se puso a enredar, destornillador en mano, con los cables que colgaban sobre los pedales del asiento del conductor- ¡Dadme unos minutos!

Haz abrió la puerta trasera de la camioneta de una patada, derribando a dos Infectados que se habían acercado demasiado, y encendió el lanzallamas.

- ¡Oído cocina!- Apretó el gatillo y una abrasadora lengua flamígera redujo a cenizas y huesos ennegrecidos a un pequeño grupo de Infectados que se arremolinó frente a él.

Nora se desabrochó el cinturón y sacó su pistola del bolsillo de su pantalón. Se situó cerca de Haz e intentó ayudarle lo mejor que pudo, disparando a los Infectados más alejados y que quedaban fuera del alcance del lanzallamas. Uri y Ura, por su parte, bajaron un poco las ventanillas del asiento del conductor y el co-piloto, situándose cada una en una y disparando con sus respectivas pistolas a las criaturas que se les acercaban. Nora detestaba todo tipo de violencia, pero era consciente de que en aquel infierno debía hacer uso de ella si quería sobrevivir, así que (si bien de muy mala gana) había enseñado a las dos gemelas a utilizar unas pequeñas pistolas para que pudieran defenderse en el caso de que fuera necesario. Las dos habían aprendido a usarlas con facilidad, pero el retroceso era aún bastante fuerte para ellas.

Un chisporroteo brotó de los cables que Goru estaba arreglando y éste maldijo sonoramente.

- ¡Eh!- Haz señaló con el dedo a una de las criaturas- ¡Mirad al cabezón ese!

El ``Cabezón`` hubiera sido un Infectado normal de no ser por que su cabeza había sido sustituida por un manojo de tentáculos largos y enroscados que llevaba arrastrando tras de sí. Nora le disparó sin pensárselo dos veces. Las dos balas le atravesaron el torso, pero el Infectado continuó andando con el paso lento y renqueante característico de esas criaturas. Sin previo aviso, y antes de que Nora pudiera volver a disparar, los tentáculos de la abominación giraron como una hélica por encima de él, segando a otros tres Infectados que tenía a su alrededor. Los tentáculos tenían una especie de ganchos afilados en sus terminaciones. Haz gruñó y cambió el combustible de su lanzallamas. 

- ¿Cómo llamamos al Cabezón, pelirroja?

Ella abatió al de los tentáculos con otros dos disparos.

- Gorgona está bien- Contestó mientras recargaba con manos temblorosas- Por los tentáculos de la cabeza.

- Me gusta- Haz abrasó a otro cúmulo de Infectados que cometieron el error de ponerse a su alcance.

La camioneta comenzó a vibrar y su motor a rugir.

- ¡Bingo!- Goru se puso al volante, sentó a Ura en el asiento del co-piloto y aceleró por una de las callejuelas, llevándose por delante a varios Infectados.

Haz cerró la puerta trasera del vehículo y se ató el cinturón.

- ¡Eres un manitas, tío!- Elogió- ¡Esperemos que dure!

- Eso digo yo.

Nora se levantó de golpe de su asiento, señalando a un grupo de Gorgonas que se acercaban a la camioneta desde el frente.

- ¡Goru, cuidado!

++++++++

Me desperté de golpe, jadeando y lleno de sudor. Me costaba mucho respirar y hacía un ruido rasposo al hacerlo. Todo el cuerpo me temblaba y mi ojo biónico se había apagado de golpe. Nyria se despertó por lo brusco de mis movimientos y se me acercó, preguntándome algo, pero no la podía oír. La miré. Parecía preocupada, así que le dije que solo había sido una pesadilla, suponiendo, claro está, que ella me hubiera preguntado que me pasaba. Se mordió el labio inferior, sabiendo que no estaba diciendo la verdad, pero asintió y se recostó en la cama, lo más cerca de mí posible. Me tranquilizó un poco tenerla al lado.

- ¿Lo has visto?- La misma voz de antes.

La busqué con la mirada, con la vana esperanza de que estuviera en la habitación. Obviamente, no estaba.

- ¿Eso?-Jadeé. Parecía estar así incluso en mi mente- ¿Eso era Nieria?

Mi ojo biónico se encendió de nuevo.

- Lo era- Un agudo dolor me aguijoneó la nuca- O, mejor dicho, lo es. Nieria está así hoy día, lo que acabas de ver está sucediendo ahora mismo.

Nora...¿Estaba viva? Una oleada de alegría me recorrió entero, pero fue rápidamente contrarestada por el dolor de pensar que estuviera sufriendo aquella pesadilla. Nora odiaba la violencia, era una persona tranquila y pacífica que nunca haría daño a nadie. Saber que estaba ignorando a la fuerza sus principios me resultó tan doloroso como el más fuerte de los puñetazos.

- ¿Quién...demonios eres?

- Lo sabrás muy pronto- Su tono de voz se había vuelto meloso, sugerente. Lo cual consiguió ponerme de más mal humor aún.

- ¿De qué la conoces?

- Tranquilízate, suenas demasiado enfadado. Y no te conviene enfadarte de esa manera, no estás en disposición de sentirte así- Su voz se tiñó de un matiz agresivo, amenazador- Si, claro está, quieres sobrevivir. Preguntas de qué la conozco, y yo respondo: Lo sé todo sobre tí. Todo lo que esté en tu delirante mente está a mi disposición. Y sí, me ha sido muy difícil encontrar ese recuerdo, tu mente es demasiado extraña. Como la de un loco.

- No estoy loco.

- Pero tu mente sí. Eres un espécimen raro, y no te voy a desaprovechar.

No pude más, estallé en gritos. No solo en mi mente, si no también en la realidad. Di gracias al Emperador por no tener el amplificador puesto.

- ¡¿Quién cojones eres?!- Exploté- ¡Dímelo!

- Lo sabrás muy pronto- Dijo de nuevo.

Y desapareció. 

++++++++

Tras la conversación que tuve con ``Ella``, las dudas sobre Nora se juntaron con los pensamientos pesimistas sobre su futuro y el mío propio. No pude más, recordé lo que me había dicho Mist -``¿Oíste voces?``- y decidí ir a verla para contarle todo aquello. Simplemente, me estaba volviendo loco. Poco a poco. Era una verdadera tortura saber que te estabas volviendo loco sin poder hacer nada más que destrozarte el cerebro intentando saber quién era ``Ella`` y como se había metido en mi mente.

El SICOM tenía un su cuartel general en Khopesh justo en la misma ciudad en la que estaba el palacio donde se celebró la fiesta, así que ir a hacerla una visita allí mismo me pareció buena idea. Me levanté poco después de que amaneciera y me duché para despejarme un poco. No pude evitar pensar que de ahora en adelante, mi vida sería una carrera contrareloj para evitar volverme loco. Deseé que no fuera así.

Nyria seguía dormida una vez me fui, así que le dejé una nota explicándole que volvería por la tarde y que no se preocupara. A fuera hacía un calor agradable gracias al escudo que proyectaba la ciudad y el sistema de refrigeración que tenía implantado en todas las farolas y alcantarillas, con lo cual el aire se calentaba mucho menos y no hacía ese calor sofocante que hacía en el campamento. Aquella ciudad era curiosa, no era la típica aldea Khopeshita con casas redondas de piedra blanca y tiendas de lona roja. Las casas eran más o menos normales, con amplios ventanales azulados, puertas de madera clara y balcones de hierro forjado no muy oscuro adornados con macetas repeltas de coloridas y exóticas flores. Las casas eran de dos pisos, algunas de tres o cuatro. También había bastantes bares y terrazas, así como alguna que otra tienda y un par de puestos de reclutamiento de los Regimientos locales. Había cargado la localización del cuartel SICOM en la placa de datos electrónica que le había robado a Dael en la Ladón, por lo que no tuve demasiados problemas para llegar allí.  

Una vez llegué, más o menos tras dos horas de paseo desde el palacio, me quedé en la entrada, dudando entre entrar o quedarme afuera. El cuartel del SICOM era un gran edificio de piedra gris de diecisiete pisos con cristaleras negras y un gran Águila Bicéfala gris sobre le entrada, que era de unos cuatro metros de largo por dos y medio de ancho, con dos pared de puertas automáticas de cristal negro. No era siniestro, ni nada por el estilo, pero infundía respeto con su mera visión. Al final me decidí por entrar y caminé hacia las puertas automáticas, que se abrieron con rapidez y pasé a través de ellas. En el interior se estaba fresco. Las paredes eran grises, con varias fotos de soldados y oficiales en campos de batalla, campamentos y desfiles. Pegada a la pared que había enfrente de las puertas, a unos siete metros, había una mesa de recepcionista con varias pantallas sobre ella. Un hombre de mediana edad, con el pelo negro y corto estaba sentado tras de ella, examinando las imágenes de las pantallas. Un par de soldados vestidos con uniformes de combate grises hablaban cerca de un dispensador de café. Tras la mesa, había una gran Águila Bicéfala con las palabras ``In optimun optimo`` (lo mejor de lo mejor) bajo ella.

Me acerqué al recepcionista para preguntarle por Mist. Me fijé en una foto en la que salían tres SICOM sobre el cadáver de un gigantesco noble Orko. Reconocí a Mist y al tipo de la coleta, pero al otro no le conseguí identificar. Era un hombre más bien joven, no le pondría más de veinte años, pelo castaño y pinta de bromista. A pie de foto, y apuntadas a lápiz, aparecían estas palabras ``Dasthasa, 286/980/M41``. 

Hola, eh...buenos días- Saludé. No sabía si el recepcionista era un militar o un civil, así que no sabía muy bien como tratarle, si cuadrarme y saludar u ofrecerlo un pitillo.

- Buenos días- Dijo él, con formalidad- ¿Qué desea? 

- Eh, sí, mira- Me rasqué nerviosamente un codo- Busco a la cabo Mist Tahira, está en este Regimiento.

Él tecleó durante unos segundos y me dijo:

- La cabo 1º Tahira no se encuentra ahora mismo aquí- Levantó la vista de las pantallas y fijó sus ojos en mí- ¿Quiere dejarla algún mensaje?

¿Mist no estaba? Supuse que estaría en alguna misión, me pareció más que normal.

- No es necesario, ya vendré cuando...

- ¿Buscas a Mist?- Era una voz de mujer la que me había interrumpido. El recepcionista saludó al estilo militar y yo me di la vuelta para terminar haciendo lo mismo. Me topé de frente con una mujer casi tan alta como yo, de pelo largo y negro, con unos impresionantes ojos violetas y la piel palída. Vestía un uniforme de combate gris oscuro y llevaba una pistola bólter al cinto, lo cual no me extrañó, pues el SICOM tiene acceso a multitud de armas extrañas o poco comunes.

- Sí- Respondí tras terminar el saludo- ¿La conoce?

Ella sonrió.

- ¿Que si la conozco?- Su sonrisa se borró de golpe y me miró de arriba a abajo, examinándome. Eso me extrañó bastante- Encajas con su descripción...¿Eres Danherr?

Asentí. Aquello de que alguien del SICOM me conociera me gustó bastante.

- El que viste y calza- ¿Y tú eres...?

- Coronel Eneria Bae,  3ª compañía del 2º Regimiento del SICOM- Me tendió una mano.

Se la estreché. ¿Coronel? No llevaba los galones puestos, si lo hubiera llegado a saber, mi saludo anterior hubiera llevado un poco más de ánimo.

- Ven conmigo, Danherr- Le hizo una seña al recepcionista, que asintió y volvió a lo suyo.

Eneria me llevó por los pasillos de la primera planta hasta un ascensor de aspecto muy moderno que nos subió hasta el piso diez, una vez allí, me llevo a su despacho. La puerta era de madera clara y tenía una placa negra con letras blancas sobre ella: ``Coronel Bae`` Una vez entramos, me indicó que me sentara en un sillón de piel negro que había en frente de su mesa. Obedecí.

- Y bien, Danherr- Empezó mientras se sentaba tras su mesa y sacaba una botella de amasec de uno de sus cajones. Me tendió un vaso y ella se quedó con el otro, que era el que más tenía- ¿Qué quieres de Mist? Está claro que no has venido hasta aquí solo para saludarla.

Hombre, eso era obvio. Pero a ver como le explicaba a su oficial en jefe que oía voces y tenía visiones. Decidí que cambiar de tema era una estratagema mucho más inteligente.

- ¡Vaya!- Dije- ¿Esta es usted?

Señalé a una de las fotos que tenía sobre la mesa. En ella aparecía Eneria (o al menos supuse que era ella) enfundada en una enorme armadura negra. Me llamó la atención su diseño, pues no se parecía en nada a ninguna armadura usada por la Guardia Imperial que yo ya conociera. Era ancha, hombreras similares a las estándar, pero más grandes, una más que otra. La más grande estaba sobre el hombro, y la otra estaba pegada a la grande, cubriendo una parte del brazo, algo por encima del codo. Los antebrazos estaban cubiertos por sendos brazales, gruesos y con correas, segruamente para sujetar un cuchillo o granadas. El torso estaba cubierto por un robusto peto rectangular que le llegaba hasta casi el vientre, aunque no estaba muy seguro de hastan donde llegaba exactamente, pues esa zona en concreto estaba cubierta totalmente por grandes portacargadores. En el pecho, a un costado del peto, tenía un Águila Bicéfala blanca encima de una ranura rectangular que desprendía un brillo azulado. Un manojo de granadas cegadoras pendían de su pecho, sujetas por una correa negra. Unas grebas tan gruesas como los brazales protegían sus piernas, y sus rodillas estaban cubiertas por dos grandes rodilleras. Sus botas tenían un diseño curioso, como si también estuvieran protegidas por placas de blindaje. 

Todo aquello era sencillamente impresionante, pero, lo más destacable de todo estaba sobre sus gruesas hombreras llenas de marcas de recuento de bajas hechas a tiza. Su cabeza, cubierta por un casco con gafas de combate reforzadas, estaba totalmente rodeada por una protección que le llegaba hasta algo más arriba de la testa, rodeándola casi del todo excepto por -claro está- arriba y al frente, para que tuviera una visión despejada. También le cubría el cuello, el mentón y la nariz. 

Sujetaba en la mano izquierda un escudo de combate blindado, rectangular y casi tan alto como ella, con el Águila Bicéfala pintada en la parte baja y semi-oculta por infinidad de manchas de sangre y hollín. Tenía pinta de estar blindado y era rectangular, con las esquinas cortadas y un hueco ovalado en su costado derecho, a la altura del pecho, seguramente para poder disparar a través de él mientras se cubría con el escudo. Su otra mano estaba enfundada en un puño de combate con pinchos en los nudillos, y por la columna de humo que salía de su palma suspuse que tenía un lanzallamas incorporado en ella. 

Eneria estaba sobre varios cadáveres Orkos, todos ellos chamuscados, desmembrados o todo a la vez. A pie de foto ponía una fecha que no pude leer porque estaba borrosa y el siguiente rótulo: ``Exterminio de Kuzzag``

Sí, soy yo- Eneria tomó la foto con la mano derecha y se la quedó mirando con el codo izquierdo apoyado en la mesa y la mano izquierda en la barbilla, con aire nostálgico- Exterminio de Kuzzag, me acuerdo como si fuera ayer- Suspiró- Mi escuadra y yo matamos a ciento siete Orkos aquella tarde.

¿Ciento siete Orkos? Menos mal que era del SICOM, porque si no no me lo hubiera creído ni con pruebas.

- Pues...no se ofenda, pero parece un tío con esa armadura.

Ella rió.

- Me lo suelen decir- Dejó la foto donde estaba- La Armadura Potenciada de Asalto Nameth A-97, armadura de Mirmidón, para resumir. Compuesta por varias capas de placas de caparazón reforzado, me enorgullezco al asegurar que protege casi tanto como una servoarmadura Astartes. Pero, claro, pesa demasiado. Incluso con el sistema de apoyo que lleva incorporado. A mí y a mi escuadra nos ha costado mucho dominarla. Pero la protección y el aumento de fuerza física merecen la pena. Y mucho- Eneria flexionó los brazos y pude ver que tenía bastante más músculo del que aparentaba, pues a simple vista no parecía tener más que Nyria- Sólo con esto apenas podría mover el brazo dentro de la armadura, por eso es necesario tanto entrenamiento.

- No sabía que existiera- Repuse. Me costaba creer que algo así existiera, incluso para el SICOM, era algo extremandamente raro y avanzado.

- Está aún en fase de prueba- Explicó- En cada Regimiento SICOM hay un par de escuadras de Mirmidones. Sólo los mejores están autorizados a utilizarlas, por lo que su rendimiento en combate es simplemente inmejorable. La única pega que le pongo es la falta de movilidad, pero nos arreglamos bastante bien. Sobre todo teniendo en cuenta que combatimos cuerpo a cuerpo con ella- Se encogió de hombros- Algunos prefieren usarla para poder llevar armas pesadas, pero yo prefiero la emoción del cara a cara. Aunque tiene sus riesgos- Sonrió de nuevo- Aquí donde me ves, uno de mis pulmones y parte de mi columna vertebral han tenido que ser reemplazados por sustitutos mecánicos. 

- El que no arriesga no gana, supongo.

- Exacto.

Iba a preguntarle sobre el paradero de Mist y su equipo, pero su intercomunicador sonó y me hizo un gesto de disculpa por la interrupción. Reconocí la canción, era de un grupo de Ar-K llamado Catachan Syndrome. El Ar-K consiste en canciones sin letra, solo guitarra eléctrica, bajo y batería y es muy popular, por lo menos en mi Regimiento. He de admitir que me gusta bastante.

Eneria estuvo hablando cinco minutos con su asistente y después colgó.

- Perdona, el trabajo nunca cesa- Se disculpó.

- No hay problema ¿Puedo preguntar donde se encuentra Mist? Necesito hablar con ella cuanto antes.

Ella se reclinó en su silla y tomó un sorbo de amasec.

- Me temo que la misión actual de Mist y su equipo es confidencial, pero si es algo relacionado con el síndrome que padeces, yo tengo información de primera mano.

Me pareció que estaba intentando decirme algo.

- ¿Usted también lo tiene?

Ella se echó a reír.

- ¡Claro! ¿Por qué crees si no que estoy ahora viva, hablando contigo? Si no fuera por el Síndrome de Aquiles, y al hecho de que sé como controlarlo, hubiera muerto unas cuantas veces.

Me tensé de golpe, encaramándome a la mesa.

- ¿Sabes como controlarlo?- Pregunté con precipitación.

- Por supuesto- Dio otro sorbo a su vaso- Pero ha sido un camino largo y costoso. Quizás la respuesta te decepcione, pero solo hay un método: Luchar y sobrevivir.

O sea, que para controlar el síndrome solo debía luchar y evitar que me matasen. Me sentí como un gilipollas. Yo pensando que lo que debía hacer era intentar detener su acción sobre mí, y lo único que debía hacer era liarme a palos. La lógica es una mierda.

Enería debió de darse cuenta de la cara de bobo que estaba poniendo y se puso a reir.

- Yo también me quedé así- Rió de nuevo- A veces lo más simple es lo más eficaz, Danherr.

- No, si ya veo.

- Bien, entonces ¿Qué querías saber?

Tragué saliva y me dispuse a contárselo. Eneria no me intimidaba, pero era consciente del lío en el que me podía meter si malinterpretaba mi información.

- Últimamente he comenzado a oír voces, y ayer mismo soñé con mi planeta natal. No el típico sueño en el que te ves de niño, no. Quiero decir que lo vi tal y como está ahora. Dudo que lo que vi fuera cierto, pero...

Ella reflexionó un par de segundos.

- Lo de las voces es normal, yo aún las oigo en combate- Se llevó un dedo a la sien- Por el sustancial aumento de adrenalina y otros factores psicológicos que causa el esatdo de trance, tu sistema nervioso termina algo tocado- Se encogió de hombros- Tú y yo acabaremos locos algún día. No locos como para ingresar en un manicomio, pero no seremos lo que se dice normales. No me parece un mal precio.

Es decir, que con la poca suerte que me quedaba, en unos años acabaría como una puta cabra.

- Lo del sueño no sabría decirte- Dibujó algo con el dedo en la mesa, un círculo o algo así- Es normal que te sientas intrigado por lo que pasa actualmente en tu planeta natal, pero nos pasa a todos. Bueno, a mí me importa más bien poco, pero allá cada uno.

Asentí, como si lo entendiera. Pero sabía que aquel sueño no era un producto de mi mente. O, por lo menos, creado voluntariamente por ella.

- Bien ¿Algo más?

- No, muchas gracias- Me levanté tras tenderle una mano y, justo antes de salir de su despacho me di cuenta de que había otro asunto que me gustaría tratar- Bueno, sí que hay otra cosa que querría preguntarle.

Ella se había sentado de cara a la ventana, que estaba con las persianas levantadas.

- Tú dirás- Ni siquiera se dio la vuelta.

Avancé hacia ella y posé una mano sobre la mesa.

- Sé que está interesada en algunos componentes de mi pelotón, coronel. También sé que se unirán a su Regimiento en cuanto esta campaña termine- Posé la otra mano sobre la mesa e intenté insuflar la máxima convicción que pude a mis palabras- Quiero unirme a ellos, coronel.

Vi como ella cruzaba las piernas e inclinaba la cabeza hacia un lado, apoyándola sobre el dorso de su mano izquierda.

- Tenemos motivos para elegir a nustros integrantes- Dijo. No había rastro de emoción en su voz- Hay ciertos minímos que deben cumplir los candidatos. 

- ¿Y bien?- Pregunté- ¿Cumplo alguno?

Ella rió por lo bajo. Aquello me resultó incluso siniestro.

- Me temo que el de salud mental no. El nivel de influencia del síndrome sobre ti es demasiado alto, lo que no es bueno- Dio la vuelta a su silla. Sonreía- Acabarás loco dentro de poco si no consigues controlarlo. Y te advierto, joven Danherr, hay ciertos factores externos que pueden acelerar la demencia. Y el asesino que acecha a tu pelotón es uno de ellos- Se levantó- Estaré encantada de ayudaros, pero no cuentes con que vaya a intervenir directamente.

- Se lo agradezco, pero...

- Sin peros- Me cortó- Y dicho esto, vete ya, tengo mucho papeleo que atender.

Con un leve asentimiento de cabeza, me fui. Antes de cerrar la puerta le oí decir:

- Estaré encantada de incluirte en los candidatos a admisión si sobrevives a la campaña, Danherr.

Hice como que no la había oído y cerré la puerta tras de mí.

Si tenía alguna posibilidad de entrar en el SICOM y cumplir mi promesa con Nyria, era esa. Debía sobrevivir y encontrar al asesino.

Paranoia

Por supuesto, al día siguiente tuvimos que volver al frente.

-¿Y con el sector cinco qué hacemos?- Preguntó Atalanta.

Me encogí de hombros por instinto.

- Y yo qué sé.

Me fulminó con la mirada. El resto se aguantó para no reirse. Con ``el resto`` me refiero a los que estábamos en la tienda de mando planificando el ataque. Habíamos rodeado una ciudad que los Orkos habían tomado no hace mucho tiempo y nos disponíamos a asaltarla y retomarla. Las escuadras de mando de mi Regimiento (que en realidad éramos Di Sera y mi escuadra, pues su escolta no estaba disponible), de las Amazonas, los Etras y el destacamento SICOM estábamos reunidas para trazar una estrategia y repartir los sectores. Yo me sentía tan incómodo en una de estas reuniones, como de costumbre, que a veces repondía sin darme cuenta a las preguntas que no iban dirigidas a mí, que eran todas.

- Deja al muchacho, Atalanta- Le reprendió Elfgar al ver que estaba comenzando a desenvainar sus cuchillos- Tenemos asuntos más importantes de los que ocuparnos.

Atalanta gruñó y guardó sus cuchillos, pero no dejó de mirarme como si me fuera a matar. Su ayudante, Mirina, le dijo algo al oído, que si bien no la tranquilizó, consiguió que dejara de clavar su mirada en mí. Me extrañó ver que Mirina estaba equipada para combatir, pues pensaba que era más bien una oficinista o algo por el estilo. Su armadura era la inusual mezcla entre la armadura de caparazón estándar y una ceñida túnica blanca, dejando a la vista sus brazos, que estaban tatuados con varias franjas compuestas por pequeños hexágonos. No sé porqué, pero esos tatuajes me recordaron a las serpientes. Mirina no llevaba sus habituales gafas, lo cual también me sorprendió bastante.

Cyntia me puso una mano sobre el hombro y me susurró:

- Será mejor que no hagas tonterías delante de ella, es muy susceptible.

- Vaya- Respondí- No me digas.

- La psíquica Obvia vuelve al ataque- Repuso Nyria con una sonrisa.

Elfgar carraspeó.

- Como iba diciendo antes de que Atalanta me interrumpiese, saltaremos encima de ellos, no se lo esperarán después del bombardeo.

Atalanta le interrumpió de nuevo.

- Vosotros no usáis paracaídas gravíticos.

- Gracias por la información- Suspiró él, perdiendo la paciencia- Lo iba a decir ahora. Mis tropas irán por tierra para coger a los pielesverdes con la guardia baja. Después del bombardeo al que hemos sometido a la ciudad, no tendremos demasiada resistenica y podremos llegar al punto de reunión según lo previsto.

Eneria dio un paso al frente, chocando su rodilla contra la mesa holográfica, que titiló y volvió a la normalidad tras un par de segundos. Estaba enfundada en su enorme armadura de Mirmidón, y la única razón que me hacía podía saber que era ella era el simple hecho de que se había quitado el casco. Y, bueno, por su voz.

- ¿Y eso dónde nos deja a nosotros?- No le gustaba que Elfgar planease el ataque por una única razón: Eso le dejaba a ella en segundo plano- Hasta ahora has nombrado a las Amazonas, al 712º y a tus tropas. Nostros también estamos en el ataque ¿Recuerdas?

Elfgar se la quedó mirando en silencio durante unos segundos, como si se acabara de dar cuenta de que estaba allí. Obviamente la estaba ignorando.

- Ah, vosotros- Hizo un gesto con la mano, haciéndola girar, como sin darle importancia al asunto- ¿De qué regimiento eráis?

Eneria apretó los dientes.

- Tercera compañía del 2º Regimiento SICOM.

Él asintió y se lo pensó durante un par de segundos.

- No creo que deba influir en las acciones del SICOM- Dijo al final- Decidid vos el papel de vuestras tropas- Hizo una reverencia- Me sentiré sumamente complacido de contar con sus mesnadas para el ataque.

Eneria gruñó, cada vez con menos paciencia.

- Habla en mi idioma ¿Quieres?

Se hizo un silencio sepulcral. Que una coronel hablase así a un general significaba dos cosas: O se tenían mucha confianza, o se odiaban a muerte (con las consecuencias que esto traía consigo). Y, de las dos, la primera me parece que no pegaba nada. Sin embargo, Elfgar sonrió.

- Lamento el no haber podido habituarme- Lo pensó un par de segundos- acostumbrarme al idioma común. Pero ya no tiene remedio, y dudo mucho que no se me entienda cuando hablo. Así que, coronel, apreciaría su silencio.

El hombre que iba con Eneria se adelantó, poniéndose al lado de ella. Era una cabeza y media más alto que ella y también lo más parecido a un Astartes que había visto nunca. Su armadura era más robusta que la de Eneria (que, supuse debía ser el tamaño estándar) y tenía una espada de larga hoja y sin punta de aguja. Su casco también era distinto, pues en vez del visor y la máscara tenía un yelmo liso, con una simple franja en horizontal para que pudiera ver. Se levantó el yelmo y miró al general Etra con unos ojos negros y fríos que no eran nada amistosos. Pero fijarse en su mirada era casi imposible, pues su cara atraía todas las miradas. Hubiera sido un hombre atractivo, supuse, de no ser por que parecía que habían cosido su cara en varios puntos. La piel no era de distinto color ni textura, pero las marcas que tenía eran como las de cuando te cosen una herida. Una le cruzaba la cara en el lado derecho, pasándole por el ojo, que lo tenía ciego. Otra le ocupaba parte del cuello y había otras dos en el lado izquierdo de su cara, en su frente y su mejilla para ser exactos. Lo único normal que tenía aquel hombre era su pelo, corto y negro.

- No, Artaris- Eneria puso una mano delante de él para detenerle- Estaremos en nuestra tienda planeando el despliegue de nuestras tropas si se nos requiere para algo.

Y se fueron de la tienda enfundados en sus impresionantes armaduras.

- Bien- Dijo Di Sera- Ya que nuestro papel se ha resuelto, nos iremos también. Debemos hacer los preparativos.

Elfgar nos despidió con un asentimiento de cabeza. Atalanta ni siquiera nos miró, pero Mirina nos guiñó un ojo. Sigfrido nos despidió llevándose dos dedos a la frente y lánzandolos hacia adelante. Una vez hubimos salido de allí, Cyntia se estiró y bostezó. El bostezo se nos contagió a todos y terminamos riéndonos como si fuéramos bobos. Di Sera se fue para preparar a los Valkyria y el Capitán y el Comisario tuvieron que escoltarlo, así que Nyria, Cyntia y yo nos fuimos a preparar nuestro equipo para el salto. Odio las alturas, y lanzarme desde un Valkyria en pleno vuelo sobre una ciudad repleta de Orkos no ocupaba un puesto preferente en mi lista de cosas por hacer. Una vez estuvimos en nuestras tiendas, nos pusimos a limpiar nuestras armas y a adecentar nuestras armaduras. Cyntia estaba pensativa, sentada con las piernas cruzadas delante de Nyria y de mí, que estábamos sentados uno al lado del otro.

- ¿Porqué las Amazonas os odian tanto a los hombres?- Preguntó con aire ido.

Dejé el destornillador sobre el suelo y cogí el cepillo para limpiar mi pistola por dentro.

- Y yo que sé- Contesté- La verdad es que tampoco me importa.

Nyria enroscó de nuevo el cañón de su rifle láser con un sonoro chasquido.

- Son una especie de tribu en su planeta- Explicó- Repudian todo contacto con los hombres, excepto para matarlos, por supuesto.

Algo no me cuadraba, si solo se veían con hombres para matarlos ¿Cómo demonios...? Cyntia debió de entender mi mirada, pues se cruzó de brazos y miró, airada, hacia otro lado.

- Eres un simple de mente- Me espetó a través de mi mente.

- Ni siquiera sabías que iba a preguntar- Me defendí.

- Oh, por favor- Resopló ella- Por supuesto que sé adonde querías llegar.

- ¿Tú qué vas a...? Bah, déjalo.

- Todos los tíos sois iguales- Zanjó. Se levantó, limpiándose con las manos el polvo de las rodillas y nos dijo- He de irme a preparar mi equipo- Salió corriendo de la tienda mientras se despedía con la mano- ¡Nos vemos Nyria!

A mí ni me nombró.

- No hace falta que hagas tan obvio que te has enfadado conmigo- Pensé. Cyntia es bastante infantil a veces.

Nos pasamos el próximo cuarto de hora en silencio, desarmando nuestras armas, limpiándolas y volviéndolas a armar. Habló Nyria mientras revisaba la mira de su rifle.

- Es curiosa esta chica ¿No crees?

Hablaba en tono distraído, concentrada en limpiar la mira de su rifle.

- ¿Quién?- Pregunté yo mientras guardaba mi pistola en su canana- ¿Cyntia?

Asintió.

- Un poco- Me encogí de hombros.

Otro silencio. De nuevo lo rompió ella.

- ¿Sabes que la han visto con la ayudante de la comandante de las Amazonas?- Sacó un trapo de su bolsillo y comenzó a limpiar el cañón de su pistola láser por dentro- Hablando, quiero decir.

- ¿Y?- No creía que Nyria sospechase nada, aunque, para ser sincero, tampoco me importaba mucho- Que hable con ella, siendo una mujer no corre peligro estando con ellas.

- No me preocupa que le hagan daño- Murmuró- Ya sé que no se lo harán. Pero me incomoda la idea de que intenten quedársela ellas.

Dejé de quitarle las quemaduras a la carcasa de mi rifle.

- ¿Qué quieres decir?

Ella suspiró.

- ¿Eres tonto? Es bastante obvio. Aunque solo te queden dos neuronas averiguarlo es fácil.

- Pues a mí solo me debe de quedar una.

Se me quedó mirando un par de segundos con el ceño fruncido.

- Traspaso- Dijo- ¿Te suena de algo?

Sí que me sonaba. Un soldado con la suficiente influencia y algunas razones de peso podía pedir el traspaso a otro Regimiento, o por lo menos en Namether. Muy pocas veces estas solicitudes eran aprobadas y, aún así, había muy pocos soldados que quisieran cambiar de Regimiento. Los que lo hacían tenían buenas razones, económicas normalmente.

- Ni de broma- Solté- El mando no lo aceptará.

- Cyntia viene de una familia muy influente de la Capital, por supuesto que lo harán- Replicó ella mientras se afanaba en limpiar su pistola con el ya sucio trapo.

- Es una psíquica, no la dejarán marcharse así como así.

- Su familia está forrada ¿Qué más da que sea psíquica? 

- Y digo yo- Me volví hacia ella y la miré a los ojos- ¿Qué más te da que se vaya? Nunca te ha caído bien y viceversa, ambos lo sabemos.

Como esperaba, ella me sostuvo la mirada.

- Porque si abandona el Regimiento, lógicamente abandonará la escuadra de mando ¿Y sabes lo que eso significa?

- No- Reconocí.

- Que Doña Ojos Bonitos ocupará su lugar- Gruñó.

Me hizo gracia esa forma de llamar a Inrah.

- Oh, qué miedo- Ironicé.

Ella torció el gesto.

- Gilipollas- Volvió con su pistola- ¿No ves que te quiere camelar? No puedes ser tan tonto.

Ojalá fuera verdad.

- No me vengas con bobadas, esa no es razón.

Ella se levantó, guardando su pistola en su funda y recogiendo su mochila y equipo. Tomó el lanzallamas y se echó el rifle láser al hombro.

- Como tú quieras- Sentenció- Tú mismo.

Y se largó de la tienda. En serio, algo raro estaba pasando. Nyria nunca había sido ninguna paranoica, y menos tratándose de mí. Pensaba que ella confiaba en mí para esos temas. Me entraron ganas de destrozar algo a tiros, pero mi comunicador restalló con la voz de Dael diciéndome que fuera al almacén de equipo para recoger la Mochila de Impulso y el casco de vuelo. Los cascos de vuelo tenían un visor plano que ocupaba toda la cara desde la frente hasta la barbilla y la verdad es que me encantaba ese diseño.

Cuando llegué al almacén, todo el mundo de mi pelotón parecía haberse vuelto loco. Los Arrano discutían a gritos en su idioma y pronto terminaron pegándose puñetazos, Dante tenía a Nix cogida del brazo y miraba a todos como si se la fueran a quitar y Cyntia parecía querer esconderse de todos. Se palpaba una tensión y desconfianza como nunca antes había sentido en ningún otro sitio. Me acerqué a Dael, que estaba mirando a Bandher como si lo fuera a matar.

- Eh, tío- Saludé- ¿Qué os pasa?

Él murmuró algo incomprensible, sin despegar la vista de Bandher y me señaló las cajas de equipamiento que había al fondo para que cogiera lo que me corespondía. Me pregunté como se suponía que íbamos a luchar estando de aquella manera, intentando matarnos unos a otros. Abrí una de las cajas, que eran metálicas y verdes. Saqué un casco de salto, la mochila de impulso y un par de filtros de aire por si me hacían falta. Cuando salí, el comisario había separado a los Arrano y el Capitán, acompañado por Inrah, estaba reuniéndonos a todos. El comisario, el capitán e Inrah parecían ser los únicos normales.

Nyria sospechaba que Cyntia se quería ir y que Inrah iba a ocupar su lugar para camelarme, los Arrano se querían matar a puñetazos, Dael parecía pensar que Bandher quería robarle, Dante sospechaba de todo el mundo pensando que le querían quitar a Nix y Cyntia se ocultaba del resto ¿Qué demonios pasaba? Agradecí que el capitán pusiera algo de orden con las instrucciones de despliegue.

- Veamos. Todos, prestad atención al holomapa- Señaló con un dedo una zona del mapa, que brillaba con un trémulo fulgor azulado- Saltaremos sobre el centro de la ciudad junto al resto de nuestra compañía ¿Entendido? Los Etras avanzarán por tierra junto a las FDP y las Amazonas saltarán por los flancos. Todavía no sé nada del destacamento SICOM, pero deberían envíar ya sus planes.

El comisario tomó la palabra.

- Póneos las mochilas y comprobad que funcionan, nos vamos en dos minutos.

Todo el mundo se puso a encender sus mochilas y a comprobar sus niveles de energía de mala gana. A lo lejos, algo más allá de las alambradas y las líneas de defensa, divisé la ciudad de Khardago, que estaba siendo sometida a un intenso bombardeo de artillería llevado a cabo por la artillería Basilisk de los Etras. Un nutrido grupo de soldados Khopeshitas de las FDP pasó corriendo cerca de nosotros cargando con varios morteros y cajas de munición para ellos. Los soldados que integraban las FDP y los Regimientos Khopeshitas se dividían en dos razas: Los que habitaban en el oeste y los que vivían en el este. Yo ya conocía a los del este, que se parecían mucho a nosotros, y todos ellos tenían el pelo negro y los ojos azules. Sus Regimientos se especializaban en guerra de trincheras y ataques blindados, mientras que los Khopeshitas del oeste se dedicaban a las guerras de guerrillas y a las emboscadas y el sabotaje. Éstos últimos eran totalmente opuestos a los del este, pues sus ciudades estaban exacavadas en las montañas y eran inmensas. Sus rasgos físicos eran también totalmente opuestos a los del este, con la piel morena, el pelo blanco y los iris rojos. Solían ir vestidos con túnicas de colores claros y esas cosas, pero para combatir usaban camisetas sin mangas normalmente de color gris y pantalones de combate beiges. Usaban en su mayoría rifles láser modelo MK4 Catachán y rifles de precisión. Como apoyo, no tenían más que ametralladoras - eso sí, de todo tipo- y morteros. No utilizaban más vehículos que los camiones de transporte de tropas y munición, pues no era su estilo la guerra blindada.

- ¡Venga!- El comisario nos indicó que nos pusiéramos en camino.

Entre empujones y miradas asesinas, echamos a andar hacia los Valkyria, que comenzaban a encender sus motores. Las cañoneras Fury despegaron y volaron a gran velocidad hacia los derruídos edificios de Khardago. El bombardeo había cesado, ahora nos tocaba retomar la ciudad. Nos subimos en el Valkyria que el capitán nos indicó y nos aseguramos a los asientos atando los cinturones cruzados que éstos tenían. Los artilleros de los bólteres pesados laterales hicieron un gesto a los técnicos en el exterior y éstos retiraron el tubo a través del cual introducían el combustible en el Valkyria. Nos elevamos poco a poco y de repente la velocidad incrementó, sumándose a nosotros docenas de Valkyrias. Avanzamos, pues, hacia Khardago. Confíabamos en que el bombardeo hubiera reducido considerablemente a los Orkos, pero en una ciudad en ruinas hay demasiados sitios para cubrirse.

Divisé una columna blindada Khopeshita compuesta por blindados Leman Russ (de la variante Exterminator, que utiliza en su torreta dos cañones automáticos en lugar del tradicional cañón de batalla) y por los rápidos Tauros de los Skianos, que no sólo se dedicaban a atacar al enemigo, si no que también transportaba cada uno un equipo de cuatro fusileros, que iban sentados o agarrados a donde podían. Sus desgastadas capas marrones ondulaban frenéticamente por la velocidad. Un comunicado de Eneria sonó a través de los altavoces del Valkyria.

- Aquí la coronel Bae, del destacamento SICOM- Su voz no transimitía más sensación que la de la absoluta certeza de que iban a ganar. No esperaba menos de alguien del SICOM- Capitán Vinne, nos reuniremos con usted y su pelotón en el punto de reunión que acabamos de enviarle. Tengo un encargo especial que debemos llevar a cabo juntos.

El capitán se llevó un dedo al comunicador de su oreja al mismo tiempo que revisaba su placa de datos.

- Recibido, coronel. Estaremos allí cuanto antes.

El lejano tableteo de los bólteres pesados y el siseo de los cohetes de las Fury llegó a mis oídos. Habían iniciado el ataque a las fuerzas Orkas supervivientes. Otro sonido se mezcló con la cacofonía del combate: el inconfundible chirrido de los cañones antiaéreos Orkos al disparar. 

- Soltaos los cinturones y agarraos a algo- Ordenó el capitán mientras desabrochaba su cinturón- Saltaremos en breve.

Ya sobrevolábamos Khardago. Todos sus edificios estaban medio derruídos, en el mejor de los casos. Oscuras nubes de humo brotaban por doquier, las paredes de los muros y los edificios estaban manchadas de ollín y el suelo estaba plagado de agujeros creados por la explosión de las cargas de artillería. No me hubiera sorprendido que no nos encontrásemos con ningún pielverde por el camino. Sus imponentes torres y edificios no eran más que piedras destrozadas y manchadas de quemaduras.

- ¡Sangre del Emperador!- Exclamó Dael de repente- ¡Le han dado al Valkyria de al lado!

En efecto, los orkos habían derribado al Valkyria que iba a nuestro lado. Uno de sus cazas había aparecido de repente y nos había pillado por sorpresa, derribando el Valkyria con una ráfaga de su armamento frontal, que atravesó la carlinga e hizo estallar algo en su interior. El caza Orko paso de largo y volvió para dar otra pasada, esta vez junto a otros tres artefactos. Pero nosotros ya estábamos preparados. Los artilleros de bólter pesado dispararon sin demora hacia los aparatos Orkos y derribaron a dos de ellos, que estallaron como bolas de fuego, mandando trozos de chatarra carbonizada por todos lados. Los otros dos cazas restantes fueron abatidos por los multiláser de los Valkyria. Uno fue alcanzado en el ala y se desvió descontroladamente hacia la derecha, estampándose contra un edificio que aún estaba casi entero. El otro recibió un impacto en el motor y cayó al suelo, chocándose ruidosamente contra él y estallando al poco tiempo de tocar el suelo.

- Ha estado cerca- Dijo el piloto a tarvés de los amplificadores que le conectaban con el compartimento de pasajeros- ¡Prepárense para saltar! No podemos arriesgarnos más.

- Recibido, piloto- El capitán se levantó y encendió su mochila de impulso- Preparaos para el aterrizaje, muchachos.

El repiqueteo de los proyectiles de las armas ligeras Orkas bajo el blindaje del Valkyria me apremió a desatarme y activar mi mochila de impulso. Parecía que ya habíamos entrado en la zona caliente. Las chirriantes detonaciones de las baterías antiaéreas pielesverdes llenaron de nuevo el aire y los proyectiles que disparaban llenaron el aire como un torrente. Me pregunté sobre cuantos objetivos estábamos volando. Los rugidos de los Orkos casi lograron imponerse por encima de los ladridos de sus armas, por lo que estimé que estábamos sobre un buen puñado de esos condenados pielesverdes, los suficientes como para causarnos problemas.

Me asié al costado de la puerta del Valkyria para no caerme en caso de que hubiera un cambio brusco de la dirección. Entonces los vi. Eran tantos que ni siquiera me impresioné. Salían de las ruinas, de las alcantarillas y de todos los sitios imaginables. Cargaban con akribilladores, lanzacohetes y armas más pesadas con las que disparaban a los Valkyria. Los esfuerzos de los artilleros de bólter pesado no servían de nada, pues si bien acertaban a varios Orkos con cada ráfaga, otros tantos volvían para ocupar su lugar. Recé por los Etras y los Skianos, que debían asaltar la ciudad por tierra. Divisé en la lejanía a los Tauros Skianos y a los carros de combate Khopeshitas. Parecían estar más que ocupados y avanzaban sin descanso, prodigando la muerte entre los Orkos con sus terribles armas y su inquebrantable obstinación en exterminar a los xenos. Yo no podía sentir más que admiración por ellos.

Una ráfaga perdida de batería antiaérea acertó al artillero que tenía al lado, que cayó a plomo al vacío, quedándose colgando del Valkyria por las correas con las que se había asegurado al vehículo para poder disparar sin mucho estorbo mientras se movía. Las balas, que eran de un gran calibre, impactaron por todo el torso del desgraciado, haciendo saltar por pedazos su armadura y su carne, abriéndole la caja torácica de par en par y mandando un reguero de sangre a su alrededor. Maldije para mí mismo, sintiéndome impotente por no poder hacer nada al respecto. Otra ráfaga impacto en el interior del ala, arrancando parte del blindaje entre chispas y llamas.

En ese momento, se desató el infierno.

Nuevas ráfagas aparecieron de la nada, inundando todo el espacio a nuestro alrededor, arrancando partes de blindaje de las alas y la cola. El capitán ordenó a gritos que nos preparásemos para saltar, pero fue acallado por los gritos agónicos de los Arrano, que fueron destrozados por una serie de balas de gran calibre que atravesaron el suelo que pisaban y les cruzó a ellos de arriba a abajo, partiéndolos en mil pedazos y mandándolos por la escotilla lateral al no poder sujetarse más. Un proyectil al rojo vivo arrancó las correas del otro artillero, que se precipitó hacia el suelo gritando como un poseso. Bandher intentó cogerle antes de que cayera, pero no fue lo suficientemente rápido.

- ¡Maldición!- Exclamó el capitán. Era la primera vez que dos de nuestro miembros morían en la misma misión- ¡Saltad! 

El capitán se dispuso a saltar, pero un nuevo disparo, esta vez de láser, arrancó el ala izquierda del Valkyria. El piloto nos mandó a gritos que saltásemos de una vez mientras el vehículo daba bandazos hacia todos lados y caía hacia el suelo, envolviéndose poco a poco en una fina capa de llamas. Todos saltaron en tropel. Vi como sus mochilas de impulso encendían sus reactores con un fantasmal fulgor azul y caían suavmente en el suelo. Pero los Orkos les rodearon. Combatieron como nunca, y los pielesverdes no pudieron acercarse. Ahora era mi turno de saltar, pero me di cuenta de que Inrah no podía soltarse las correas de seguridad.

- ¡Inrah!- Me acerqué a ella y comencé a desatárselas, pero estaban atascadas.

- ¡Déjame!- Me ordenó- ¡Salta!

Nyria, que todavía no había saltado por esperarme, me cogió un brazo.

- ¡Salta, Tristán! ¡Vamos!

La miré a los ojos durante un segundo. Seguro que estaba aliviada por saber que Inrah iba a morir. No, debía dejar de pensar de aquella manera. Pese a las súplicas de Inrah, desefundé mi cuchillo y corté las correas de su cinturón de seguridad.

- ¡Vamos!- Me dispuse a saltar, pero ya no había tiempo.

El Valkyria se estrelló con violencia contra el suelo mientras, poco a poco, se recubría de rojas llamas. Los pilotos quedaron destrozados por el impacto, esparciendo sus huesos astillados y pedazos de carne por el quebrado parabrisas.

++++++++

Me levanté como pude, siendo consciente de las varias costillas rotas que tenía. Jadeando, conseguí ponerme al fin en pie. Había caído al suelo antes de que el Valkyria se empotrase contra el suelo, y si había sobrevivido había sido solo por mi armadura.

Armadura...

Una oleada de pánico me recorrió entero al pensar en Nyria...ella nunca usaba armadura. Maldita sea ¿Había sobrevivido?

Caminé, renqueante, hacia los restos del vehículo, que estaba en llamas y muy maltrecho. Noté como el pánico crecía en mí. No, no era pánico. Era locura.

- Tristán....-Jadeó una voz a mis pies- ayúdame.

Bajé la vista. Era Inrah. Tenía las piernas atascadas debajo de un montón de rocas. Las quité una a una, eran muy pesadas. Mientras tanto, ella me ayudaba como podía.

- ¿Y Nyria?- Pregunté. Mi amplificador se había golpeado bastante fuerte y mi voz sonaba distorionada- ¿Está bien?

Ella negó con la cabeza. Tenía un corte muy feo debajo del ojo derecho y le salía algo de sangre por la comisura de la boca.

- No lo sé.

Me apresuré aún más, una vez Inrah estuvo libre, se levantó con mi ayuda y cayó de rodillas, jadeando.

- ¿Tienes algo roto?- Le pregunté.

- No- Negó. Miraba al suelo, con las manos apoyadas sobre las rodillas- Puede que alguna costilla, quizás. Nada importante, estaré bien.

Me sonrió con aire cansado, pero no la tragué, sabía que estaba mal. 

- Iré a ver si Nyria y los pilotos han sobrevivido, espera aquí- Le puse una mano en el hombro mientras le hablaba- Avisa si vienen Orkos.

- Descuida, lo haré.

Me alejé de mala gana. Sabía que Inrah no estaba bien. Y reunirnos con nuestro pelotón iba a ser un infierno con ella herida y un montón de Orkos de por medio. Pero ahora lo único que me importaba era Nyria. Si seguía aún dentro del Valkyria, estaba en peligro, pues estaba ardiendo en llamas. Había un leve desnivel entre la zona donde yo había caído y el Valkyria, estando yo algo más alto. 

- ¡Tristán! ¡Inrah!- Era la voz de Nyria, gritando desde algún punto cerca del Valkyria. Suspiré de alivio al saber que estaba viva. Había pasado verdadero miedo- ¡Ayudadme, por favor!

Parecía algo asustada, lo cual consiguió preocuparme. Me di la vuelta para avisar a Inrah de que seguía viva y que me echara una mano, pero me topé con ella de frente. Me había seguido. Cayó sobre mí, agarrándose a mis hombros con sus brazos para no caer al suelo.

- ¡Inrah! ¿Qué demonios haces? ¡Te dije que esperases!- Me pasé su brazo derecho por los hombros para mantenerla de pie y ayudarla a andar- No estás en condiciones de moverte.

Ella miraba al suelo, abatida. Apenas dimos dos pasos, me susurró:

- Vayámonos- Hablaba lentamente, como si estuviera tan cansada que incluso le doliese pensar en las palabras que iba a decir.

Me paré en seco.

- ¿Qué?

Inrah levantó la mirada del suelo y clavó sus ojos en los míos. El corte que tenía en el ojo parecía llorar lágrimas de sangre. 

- Tú y yo- Murmuró- Vayámonos. Como antes. Tú y yo solos. Vaguemos por la galaxia, lejos de la Guardia Imperial, lejos de la muerte y la locura.

- Te has golpeado la cabeza- Gruñí. La ayudé a dar unos pasos, pero se negaba a avanzar. Levantó una de sus manos y la apoyó en mi mejilla. Acercó su cara a la mía con intención de besarme, pero la situación no estaba para esas cosas. Tampoco la hubiera dejado besarme aunque no estuviéramos en combate. Aparté su rostro poniéndole un par de dedos sobre la frente y echándola un poco hacia atrás- Vamos, Inrah. Debemos sacar a Nyria de ahí.

Nyria seguía gritando, pidiendo ayuda en algún sitio dentro del Valkyria. Se me acababa el tiempo, y el comportamiento de Inrah comenzaba a preocuparme. Bastante era ya tener la certeza de que íbamos a morir a manos de los Orkos. 

- Tristán- Murmuró de nuevo. Dejó de andar, con lo que tuve que pararme yo también- Déjemosla donde está. Morirá de todas formas. Escapemos tú y yo, ella no es importante. Si los Orkos nos persiguen, sus gritos los atraerán y nos dará tiempo para escapar mientras se encargan de ella- Una terrorífica sonrisa perfiló en su rostro. Comencé a darme cuenta de que Inrah también parecía estar afectada por la locura y la paranoia, al igual que el resto de mi pelotón esa mañana- Huyamos tú y yo, sigamos como en los viejos tiempos. Nunca debimos dejarlo, me he arrepentido tanto...

La tomé de los hombros y la sacudí. Aquello comenzaba a rozar lo demente. Su cabeza se balanceó hacia adelante y hacia atrás, suelta sobre sus hombros. Aún sonreía levemente, con la mirada perdida, mirando a la nada. No me esperaba esto de Inrah, no de ella. La locura que residía en mi interior se acentuó, creciendo poco a poco, deslizándose dentro de mí como un cáncer imparable.

- Ella no es importante- Repitió, susurrando- No es más que un elemento sin importancia en tu vida. Ya la has usado, ahora tírala- Intentó besarme de nuevo, pero se lo impedí- Ella no sabe cómo eres, no te aprecia como yo.

La aparté de un empujón, podía notar la demencia en sus ojos. Cayó de rodillas. Me dispuse a ir con Nyria para ayudarla, pero Inrah se abrazó a mis piernas, pegando su ensangrentada mejilla a mi muslo. Me di cuenta de que ambos teníamos la ropa desgarrada y quemada. 

- No vayas a por ella- Arrastró las palabras, casi parecía una súplica- ¿Recuerdas lo que me dijiste aquella noche en Namethia? Que siempre estaríamos juntos ¿Recuerdas?- Dejó escapar una histérica risita- Nyria no importa, esa zorra Catachana no sabe como complacerte. 

Sacudí mi pierna para alejarla de mí. Estaba empezando a ponerme furioso, y por si fuera poco, notaba como mi demencia estaba creciendo más rápido aún que antes. 

- ¡Aparta!- Bramé- ¡Mierda, Inrah! ¿Qué cojones te pasa?

Ella clavó su mirada en mí y murmuró un quedo ``Te quiero``, seguido por otra risa entre dientes. Con una mueca de repugnancia, eché a andar hacia el Valkyria, pero se me agarró de nuevo a las piernas.

- Eres tan frío conmigo...Desde que lo dejamos siempre me has ignorado- Restregó su mejilla contra mi pantalón- Eso me gusta tanto...

Verla así me estaba destrozando. Inrah siempre tenía la situación bajo control, siempre sabía como actuar. Era dueña de sí misma en toda ocasión y era la más inteligente de todo el pelotón. Para mí, ella era invulnerable. Tanto a las balas como a la locura. 

Intenté alejarla de nuevo sacudiendo mi pierna, pero tropecé con un cascote y caí al suelo. Ella se deslizó hasta colocarse justo encima de mí. Retrocedí arrastrándome con las manos y empujando los pies contra el suelo, levantando polvo y cenizas mientras intentaba escapar de la insania de Inrah. Nyria seguía pidiendo ayuda. Si alguna vez he estado realmente en el infierno, ha sido en ese momento.

- Vámonos- Murmuró mientras apoyaba su cabeza en el torso de mi armadura y se abrazaba a mi cintura.

- ¡Suéltame!- Apoyé las manos sobre los hombros de Inrah y la intenté apartar- ¡Déjame! ¡Estás loca!

Ella me besó el cuello, dejándome una mancha de sangre con la forma de sus labios.

- Loca...por ti- De nuevo aquella risa histérica tan impropia de ella.

Plegué mis piernas contra el estómago, apoyando las rodillas en su vientre y descargué una tremenda patada. Inrah cayó hacia atrás, sujetándose las costillas por el dolor.

- Lo siento- Murmuré mientras me levantaba costosamente y me disponía a correr hacia el Valkyria.

Comencé a bajar la pequeña cuesta hasta el Valkyria estrellado, pero un sonido me detuvo a medio camino. Ese sonido era inconfundible: El chasquido de una bala al entrar en la recámara de una pistola. Me di la vuelta lentamente, temiéndome que Inrah me iba a disparar por la espalda. Pero cuando la pude ver, todo rastro de repugnancia u odio hacia ella en aquel momento desapareció. 

- Inrah- Alcancé a susurrar.

Estaba de pie en lo alto de la cuesta. Sus mejillas estaban surcadas por lágrimas, que arrastraban la sangre seca y el ollín. Tenía la cara más triste y dolida que nunca he visto. Su mente en aquellos momentos debía ser una pesadilla. Me arrepentí al instante de haberla tratado así, no solo aquel día, si no desde que decidió dejarlo conmigo. Sostenía su pistola en la mano derecha, con el cañón pegado a su cuello.

- Si no puedo ser tuya- Susurró, con la voz entrecortada por los sollozos- No seré de nadie.

Unos bombarderos Marauder sobrevolaron la ciudad, llenando el aire por encima de nosotros de los titánicos rugidos de sus motores y armas al disparar.

- ¡Inrah! ¡No!- Grité. Pero el ruido de los bombarderos era aún mayor que el de mi propia voz. La voz de la impotencia y el miedo.

Cuando los Marauder estuvieron justo encima de nosotros, el ruido ni siquiera me dejó oír los desbocados latidos de mi corazón, que restallaban como látigos por todos los rincones de mi magullado cuerpo.

- ¡Inrah, espera!- Grité de nuevo, pero ni siquiera yo me pude oír.

Una sonrisa asomó en su rostro, pero no era esa sonrisa paranoica cargada de locura. Era esa hermosa sonrisa, deslumbrante y sincera que había aprendido a relacionar con ella. Cerró los ojos y dijo algo. No supe que fue, pero  lo vi en sus labios: ``Te quiero``. Yo no sabía leer los labios, pero me lo había dicho tantas veces que sabía que forma tomaban al decirlo. Corrí hacia ella, estirando una mano para quitarle la pistola.

Pero llegué tarde.

El sonido de los motores, ya alejándose, también silenció el disparo de la pistola. La bala atravesó su cuello de lado a lado e Inrah se derrumbó hacia el suelo, quedándose de rodillas. Un delgado surtidor de sangre manó del agujero de salida de la bala. Seguía con los ojos cerrados cuando perdió las fuerzas de las piernas y cayó hacia atrás. Me tiré al suelo de rodillas, al lado de ella, poniendo una mano sobre su espalda para levantarla un poco del suelo y taponando uno de los agujeros de bala con la otra mano. La sangre empapaba mi mano.

- Inrah...¡Inrah!- Noté como se me saltaban las lágrimas. Era la primera vez que lloraba desde Decimus Tercia.

Ella movía sus labios, pero no emitía palabra alguna. Una de sus manos se deslizó, agonizante, hacia uno de los portacargadores de mi pecho, lo abrió y depositó algo en él. Por el repentino brillo, supuse que era aquella pulsera de aro que le regalé en Namethia. Me dedicó una última sonrisa y su cabeza cayó hacia atrás, inerte. Estreché su cuerpo contra mí, llorando como nunca antes lo había hecho, recordando a aquella callada y aplicada mujer que, a pesar de todo, me había amado siempre, aún después de cesar nuestra relación. Había estado sufriendo en silencio, viendónos a Nyria y a mí comenzar una nueva relación.

- Estúpida- Murmuré, sin soltar su cuerpo. 

Recordé el plan que urdió para descubrir al asesino. Cuando fuimos a Optima Secundus para saber qué arma hizo los cortes en los cadáveres de Pierre y Recks. Ella solo quería ayudar, hacer un favor a sus amigos muertos. Nunca había tenido malas intenciones hacia nadie. Lo que le había pasado...no había sido algo voluntario, de eso estaba seguro.

- ¡Ayudadme, joder!- Los gritos de Nyria me devolvieron a la realidad.

Dejé de mala gana el cadáver de Inrah sobre el suelo, le dediqué una rápida oración y eché a correr hacia el Valkyria. El beso que me había dado en el cuello me ardía. Bajé la cuesta lo más rápido que pude y me acerqué a los restos del Valkyria, que ardían furiosamente.

- ¡Nyria!- Llamé, notando como el humo y el calor de las llamas me hacía llorar los ojos.

- ¡Estoy aquí!- Sonaba cerca, dentro del compartimento de pasajeros- ¡Esto está empezando a arder, date prisa!

Me abrí paso entre las llamas y la ceniza, internándome en el ardiente espacio del interior del Valkyria. Las llamas crepitaban a mi alrededor mientras las destrozadas placas de blindaje comenzaban a calentarse más y más. Apenas podía ver un metro más allá de mí, pues el humo era tan intenso que no podía ver, ni siquiera con mi ojo biónico. Nyria gritó mi nombre de nuevo y me di la vuelta. Estaba bajo uno de los bólteres pesados, que se había desprendido de su soporte. Al (ya de por sí tremendo) peso del arma se le habían sumado un par de capas de grueso blindaje que le impedían moverse. Me apresuré a retirar la primera plancha de acero, que estaba ardiendo. Cayó al suelo con un golpe sordo. Quité la otra capa de blindaje, que estaba aún más caliente que la anterior. Una vez libre de todo aquel peso, ella se quitó el bólter pesado de encima y salimos del Valkyria. Una pequeña explosión en la cola sacudió el aire a nuestro alrededor. Nos alejamos de ahí para estar fuera del alcance de las llamas. Una vez a salvo, detrás de los muros calcinados de lo que antaño fue una casa, Nyria se dejó caer en el suelo con un gruñido de dolor.

- ¿Estás bien?- Me preguntó.

- No- Amití- Tengo unas cuantas costillas rotas.

Me senté contra el muro y saqué los prismáticos para otear en busca de pielesverdes en la zona. Por suerte no había ni rastro de ellos.

- Yo creo que también tengo algo roto- Dijo ella con un quejido dolorido- El brazo izquierdo. Las costillas no lo sé.

Me alegraba de que estuviera bien, o, por lo menos viva. Pero lo de Inrah me impedía pensar en ello. 

- Ven- Le dije- Siéntate contra el muro. Será más seguro.

Ella obedeció y, tras apoyar la espalda contra el muro, tosió un poco de sangre. Sus brazos y su cara estaban llenos de cortes y quemaduras. Me arrodillé a su lado y comencé a palpar su torso para ver si tenía las costillas rotas.

- ¿Qué haces?- Protestó.

- Cállate- Le espeté. No estaba para aguantar quejas- Quiero ver si tienes las costillas bien.

Pero no las tenía bien. Conté cuatro rotas, y cuando presioné un poco los dedos en su vientre soltó un quejido mal disimulado. Cuando me separé de ella para sentarme a su lado, me miró.

- ¿Y bien?- Preguntó.

- Tienes cuatro costillas rotas y un buen golpe en la zona del vientre, no sé con exactitud qué es- Suspiré- En estas condiciones no vamos a poder movernos por la zona de guerra hasta el punto de reunión.

- Y nuestros comunicadores están inutilizados- Dijo ella de mala gana, dejando caer el suyo al suelo, totalmente destrozado.

Asentí y evalué mentalmente nuestra situación. Sin comunicaciones, sin más armas que nuestras pistolas y cuchillos y rodeados de Orkos. Por no mencionar que ambos teníamos lesiones lo suficientemente graves como para no poder combatir a pleno rendimiento aunque fuera necesario. Estábamos jodidos.

- Eh, espabila- Nyria me tiró de la manga- Hay que hacer algo- Al ver que no sugería ninguna idea, se calló. Estuvo así durante un par de segundos. Luego habló con voz trémula- ¿Inrah ha sobrevivido?

Recordé su patética actuación y su suicidio. No pensaba contárselo a nadie, se lo debía. Una muerte así es demasiado deshonrosa.

- No- Mentí- Cayó al suelo, murió al instante.

Ella se mordió un labio.

- Lo siento.

Gruñí.

- Esta mañana ni querías verla ¿Y ahora te preocupas por ella?

Ella me miró, perpleja. No fingía.

- ¿Qué dices?

- No querías que Cyntia se vaya con las Amazonas para que Inrah no ocupe su lugar en la escuadra de mando- Le recordé. Acto seguido, me asomé de nuevo por uno de los huecos de la pared para otear de nuevo la zona.

- Yo...nunca he dicho eso, Tristán- Me pasó una mano por la cabeza, buscando heridas- ¿Estás seguro de que no te has golpeado la cabeza?

Aparté su mano de un manotazo y comprobé que mi pistola tenía balas y funcionaba bien. A parte de algunas magulladuras, estaba bien, lo cual agradecí.

- Podríamos utilizar la radio el Valkyria- Sugirió ella- Si ha sobrevivido, claro.

Otra explosión sacudió el suelo. El Valkyria estalló en pedazos, esparciendo planchas de blindaje ardiendo por todos lados.

- Me temo que tendremos que olvidarnos de esa idea- Respondí- Y si no me equivoco, los Orkos vendrán dentro de poco a ver que ha pasado. Sabes que siempre que pueden roban todo el material a su alcance. Y un transporte derribado es una mina de oro.

Ella tosió de nuevo. Un hilillo de sangre comenzó a bajar desde sus labios hasta su barbilla.

- No sé que podrán recuperar de aquí.

- Vendrán de todas formas- Gruñí de dolor al sentir un tirón en las entrañas. Me pregunté si las costillas eran lo único que tenía roto- Creéme.

- ¿Dónde estamos?- Preguntó ella- ¿Estamos en la ruta del ataque terrestre?

- No lo creo- Saqué distraídamente la pulsera que Inrah me dio y la pasé de un dedo a otro, examinándola- Puede que envíen a alguien a buscar supervivientes cuando se calmen algo las cosas, pero dudo mucho que lleguen antes que los Orkos. 

Se calló durante unos segundos mientras desenfundaba de mala gana su pistola láser y comprobaba su estado. 

- ¿Qué es eso?- Me preguntó, refiriéndose a la pulsera. Me la arrebató de las manos y se puso a mirarla- Oh, es bonita. No sabía que te gustaban estas cosas.

- ¡Dámela!- Se la quité y me la puse en la muñeca derecha. Era lo único que me quedaba de Inrah. Merecía la pena conservarlo.

- Vale, vale- Suspiró y me puso una mano en el hombro- Esto te supera. Pero no te preocupes, conseguiremos salir de aquí.

La miré, agradecido. Admiraba su optimismo, pero yo sabía que no estaba de aquella manera solo por el hecho de saber que los Orkos se nos iban a echar encima de un momento a otro. Ella sacó unos vendajes de su mochila y comenzó a cubrir las heridas de sus brazos en silencio.

- Deberíamos ponernos en marcha u ocultarnos en algún sitio hasta encontrar algo para poder comunicarnos con el resto- Sugirió- ¿Funciona tu mochila de impulso? Podríamos usarlas para escapar si es necesario.

Yo no me veía en condiciones de poder usarla, pero asentí y comprobé que estaba operativa. Tardó unos segundos más de lo normal en encenderse, pero por el resto parecía estar bien.

- Luchar no es una opción, muy a mi pesar- Reconoció ella mientras seguía vendándose las heridas- En este estado, solo podemos escapar y ocultarnos.

- No me jodas- Ironicé.

En aquel momento, gracias al Emperador, el instinto de supervivencia de Nyria tomó las riendas de la situación. Se entablilló el brazo izquierdo con algunas vendas y un par de delgados tubos de cañería que arrancó de la pared  y luego me vendó los brazos a mí para que las heridas dejaran de sangrar. 

- Estuve en una situación parecida en la Legión Penal- Dijo- Sé lo que hacer.

Asentí, algo más animado por el aparente control de Nyria sobre la situación. Un lejano rumor de motores y gritos comenzó a asomar por el horizonte, acompañado por una gran nube de humo.

- Mierda- Masculló Nyria- Han llegado más rápido de lo que esperaba.

- ¿Y si son los Skianos?- Dije, esperanzado.

- ¿Quieres quedarte a comprobarlo?- Se levantó trabajosamente y activó su mochila de impulso.

Negué con la cabeza y me levanté yo también. Sentía una opresión en el pecho que me hacía respirar con dificultad. Probablemente alguna de las costillas rotas estuviera demasiado cerca de los pulmones.

- Ese edificio- Señaló una pequeña fábrica derruida a unos cuantos metros de la zona donde el Valkyria se estrelló- Podremos vigilar desde la azotea, no nos verán.

- Perfecto- Mascullé.

Caminamos hacia la fábrica para que estuviera al alcance del salto de las mochilas de impulso. La azotea estaba a unos diez metros, supuse que podríamos llegar. 

- Y...oye- Me dijo antes de subir- Siento lo de Inrah.

Y acto seguido despegó, dejando una brillante estela azul a su paso. Silbó para indicarme que había llegado sin problemas. Miré hacia atrás antes de saltar, esperando ver a Inrah corriendo hacia nosotros, con su coleta bailando sobre sus hombros y pidiéndonos que la esperásemos.

Ella tenía razón, soy un utópico.


Zona de aterrizaje de emergencia Prima, al mismo tiempo.

Cyntia se agachó justo a tiempo para esquivar el proyectil Orko. El disparo errado continuó su camino y se estrelló contra una columna, partiéndola por la mitad con una pequeña detonación de polvo y fuego, arrojando escoria humeante por todos lados. Si no hubiera sido por sus conocimientos de la adivinación, el disparo la hubiera decapitado. 

- ¡Capitán!- Exclamó mientras corría a cubrirse detrás de un muro abollado por los disparos- ¡Vigile el flanco izquierdo!

- ¡Recibido!- Contestó él, y a continuación envió a algunos hombres a cubrir la zona, por la que rápido apareció un pequeño grupo de pielesverdes que cargaban con lanzallamas. Las ráfagas de láser los cosieron de lado a lado antes siquiera de que pudieran ponerse a cubierto

Un disparo perdido hizo estallar el cristal de la farola que Cyntia tenía al lado y ella se agachó aún más tras el muro, asustada. Asió su pistola láser con ambas manos, murmuró una oración de protección con los ojos cerrados y esperó el momento exacto en el que el Orko de la coleta y el collar de tuercas saltase a través de la alcantarilla que se situaba a siete metros delante de ella. Lo había visto. Sabía que aparecería pronto y correría hacia ella. No sabía en que momento exacto haría su aparición el pielverde, pues cuando estaba en combate sus predicciones no solían desvelarle el momento preciso en el que ocurrían, pero su mente había aprendido a contrarestar esto de alguna manera. Como esperaba, el Orko apareció tras un par de segundos. La tapa de la alcantarilla salió disparada hacia arriba por una carga explosiva y el pielverde saltó a través del hueco, blandiendo un hacha pintorrejeado de rojo. Cyntia apuntó al pecho del xeno y apretó el gatillo. El primer disparo impactó en el medio de su pecho, atravesándolo de lado a lado. La segunda descarga de láser le dio en el cuello, rematándolo. Cyntia también había aprendido a utilizar sus dotes de adivinación para guiar sus disparos en el momento exacto, pues sabía de sobra que no era una tiradora especialmente buena. 

A tres metros de ella, cubiertos por una serie de grandes piedras, Bandher y Dante disparaban a los Orkos sin separar el dedo del gatillo, segando a los pielesverdes con potentes descargas de láser explosivo. Todo a su alrededor era una lucha constante. Las tropas Imperiales saltaban desde sus Valkyrias para aterrizar en la zona de despliegue de emergencia Prima, el área donde su pelotón y varios otros de granaderos de su mismo regimiento habían aterrizado cuando las baterías Orkas les habían atacado. Ahora ellos luchaban por mantener a los xenos a raya hasta que llegaran los suficientes refuerzos como para poder hacer retroceder a los Orkos que los asediaban por todos los lados, surgiendo de las alcantarillas y las ruinas como la plaga que eran.

Thales Arridae, comisario del pelotón de Cyntia, avanzó sin descanso hasta el Orko más cercano, esquivando con facilidad el torpe golpe que le dirigió y clavando su sable en el esternón de la bestia. Alzó su mano izquierda, que sostenía su pistola bólter, y disparó contra otro de los alienígenas que se le echaba encima, rugiendo. La bala explosiva se incrustó en la frente de su objetivo y estalló, cercenándolo de golpe y creando un surtidor de sangre que empapó los negros ropajes de cuero del comisario. Otro sablazo horizontal cortó el brazo que sostenía el arma de otro pielverde, que cayó poco después al suelo tras recibir una letal estocada en el pecho. Thales sacó su afilada arma del destrozado pecho del xeno y bloqueó un tajo en vertical que le dirigió un Orko ataviado con unas pesadas hombreras de metal y un casco de acero abollado por los disparos. El xeno era fuerte, pero Thales era mucho más veterano y había vivido los suficientes años en el campo de batalla como para saber el movimiento que debía ejecutar a continuación. Levantó su pistola bólter y presionó su cañón contra la barbilla del Orko. Cuando apretó el gatillo, se vio rodeado de un sangriento diluvio y cubierto por pedazos de carne. Thales no disfrutaba precisamente del combate, pero sabía que era un medio necesario para lograr sus órdenes. Y cuando Thales hacía algo, por el Emperador que lo hacía lo mejor que pudiese. 

Un violento bramido sonó detrás de él, emitido por la gruesa garganta de un Noble Orko. Arridae apenas tuvo tiempo de bloquear el golpe. Su guardia quedó rota y el rerocedió, tambaleándose mientras intentaba recuperar el equilibrio. El golpe había sido demasiado fuerte y repentino. El pielverde alzó su descominal hacha, mientras una horrible mueca similar a una sonrisa perfilaba su rostro lleno de cicatrices.

Pero Thales no iba a morir sin luchar. 

Sin embargo, la estocada que había preparado fue en vano, pues el Orko se quedó seco en el sitio mientras infinidad de zarcillos eléctricos surcaban todo su cuerpo. Cuando su cuerpo desprovisto de vida cayó al suelo de bruces, Arridae pudo ver el gran agujero humeante que tenía en la espalda. Inclinó la cabeza como señal de agradecimiento a Cyntia y continuó con su tarea: Combatir a aquellas bestias hasta que ellos o él estuvieran muertos.

Cyntia asintió frente a la señal de agradecimiento del comisario y continuó ayudando a sus compañeros de la mejor manera que podía: Un aviso mental por aquí, dos disparos al depósito de combustible inestable del Orko de allá...Pero su mente solo ocupaba un tema: Tristán.

Sabía que las posibilidades que tenía de haber sobrevivido eran minúsculas, pero albergaba la esperanza de que lo hubiera conseguido. Él era duro y un buen combatiente, siemrpe tenía un as en la manga. Se obligó a sí misma a apartar los pensamientos pesimistas que comenzaron a asediar su mente. No, él, Nyria e Inrah habían sobrevivido, estaba segura. Había pensado en intentar localizarlo mediante su vínculo psíquico, pero otra presencia psíquica interfería en sus intentos. La presencia era cercana, muy cercana, pero Cyntia no había visto ningún psíquico Orko cerca. 

Su despiste le costó caro: Un Orko se lanzó sobre ella, derribándola y rodando ambos por el suelo. El pielverde le rugió en la cara. Su repulsiva boca despedía hilillos de saliva mientras su hediondo aliento invadía el olfato de Cyntia. Se aguantó las tremendas náuseas que le causaba aquello. Ella era una muchacha refinada, criada en el seno de una familia muy rica e influyente, tales olores le causaban verdaderos mareos. Casi agradeció la muerte que se el aproximaba. Pero Cyntia tenía un último truco. Envió un mensaje a la mente de Dael, quien, pensando que era algo voluntario, se giró justo a tiempo para disparar al Orko antes de que clavase su cuchilla en la delicada garganta de Cyntia. El pielverde recibió un impacto de granada perforante en la espalda, siendo seccionado casi por la mitad y llenando a la asqueada psíquica de sangre y vísceras. 

- ¡Ándate con cuidado, princesita!- Le dijo él antes de volver a combatir.

Ella sonrió para agradecérselo. Aquel hombre le caía bien, era irónico y animado. Apreciaba su compañía y su satírico humor tanto como valoraba el elocuente silencio y las humorísticas observaciones de Tristán. Estaba segura que, de haberle gustado los hombres, aquellos dos hubieran sido buenos candidatos.

- ¡Atención, verde a las doce!- Aquel grito en argot Nametheriano le sacó de nuevo de sus pensamientos. El propietario de la voz que había perpetrado aquel aviso era el teniente Namhein, que retrocedía desde su antigua posición disparando su bólter en ráfagas amplias para impedir que los Orkos le dieran alcance.

Un grupo de granaderos que estaba cerca del teniente se apresuró a ayudarle a contener a los pieles verdes. Las ráfagas de láser, que brillaban con un intenso fulgor anaranjado característico de los rifles láser utilizados en Namether, volaban alrededor de los Orkos, derribándolos de impactos limpios en la cabeza o atravesando su primitiva armadura para luego acabar con su portador.

La habilidad con las granadas de la que hacían gala los granaderos no tardó en hacer aparición, y una lluvia de explosivos de fragmentación cayó sobre los Orkos, que seguían avanzando a pesar de estar recibiendo un verdadero torrente de fuego láser que les impedía llegar hasta las tropas Imperiales. Las granadas estallaron en medio de los Orkos, haciéndolos saltar en pedazos y creando grandes manchurrones de sangre y ollín en el suelo agrietado de la ciudad en ruinas.

Viendo su avance totalmente frustrado por el eficiente fuego de los defensores y la llegada de nuevos refuerzos, los pieles verdes emprendieron una rápida retirada, corriendo a través de las ruinas y sorteando el fuego láser como buenamente podían. Sin embargo, los Orkos habían distraído su atención de su propia retaguardia el tiempo suficiente como para que un nuevo contingente de granaderos aterrizase detrás suyo, cortándoles la huida y exterminando sin piedad los maltrechos restos del contraataque piel verde.

+++++++

En cuanto oyó las detonaciones de láser y las explosiones de granada en la retaguardia Orka, Cyntia se permitió exhalar un tenue suspiro de alivio. Los combates siempre le ponían nerviosa, especialmente cuando una apestosa mole verde de cien kilos le echaba el aliento en la cara. Finalmente no pudo aguantarse más las naúseas y, al ver uno de los cadáveres Orkos mientras iba a reagruparse con su escuadra, vomitó, intentando ocultarse detrás de una columna. Bandher y Dael rieron al pasar al lado de ella. Ambos la consideraban demasiado refinada para combatir en tales condiciones. Por millonésima vez desde que entró en el 712º de Granaderos, Cyntia se maldijo por no haberse dedicado a otro trabajo en el que no tuviera que utilizar sus poderes psíquicos para desintegrar xenos, corriendo así el riesgo de que alguno de sus enemigos la tomase con ella. 

Se estremeció al sentir una mano sobre su hombro, pero no se volvió.

- ¿Mal estómago?- Preguntó una voz de mujer con un exótico acento. Lo más seguro es que fuera Nix, la médico de su pelotón.

Cyntia asintió.

- Esto es asqueroso...

Nix rió entre dientes para que la asqueada psíquica no se sintiera molesta y le tendió una gasa.

- Ten, supongo que hará falta que limpies tu boca.

Cyntia aceptó de grado la gasa y se limpió los labios y la barbilla, luego arrojó la gasa detrás suyo y echó a andar hacia su escuadra acompañada por Nix, que le dedicaba una tranquilizadora sonrisa de ánimo.

- ¡Cyntia tiene un estómago demasiado delicado!- Reía Nix. El Gótico Bajo no era su idioma materno, por lo que no se expresaba en él con especial soltura, confundiendo palabras y cambiando el orden de éstas en algunas ocasiones.

- No tengo el estómago delicado- Se defendió Cyntia, aún sabiendo que no era verdad- Es sólo que esto es asqueroso.

Nix rió de nuevo, divertida por el peculiar comportamiento de la psíquica y aumentó el ritmo para situarse junto a Dante, que ya se había reagrupado con el resto de su escuadra. Cyntia se apresuró también y se situó al lado del comisario, que estaba un paso tras el capitán, quien estaba dando instrucciones al resto del pelotón. La psíquica intentó de nuevo localizar a Tristán a través de su vínculo psíquico, pero de nuevo aquella conciencia externa le impedía comunicarse con él. 

- Bien, muchachos, escuchadme -Empezó el capitán, haciéndose oír por encima del ruido de los cientos de botas al pisar el suelo y las órdenes de los oficiales- Por oden expresa del general Di Sera, nosotros estaremos al mando del ataque. Así que, teniente, mantenga a su escuadra lo más cerca posible de la escuadra de mando.

El teniente Namhein asintió y ordenó a sus hombres que formaran. Torció el gesto al darse cuenta de que, sólo en ese combate, había perdido a tres soldados: Los Arrano e Inrah. Por no hablar de Tristán, ahora en la escuadra de mando. Pero probablemente hubiera muerto en el Valkyria, no merecía la pena pensar en él. No en aquel momento, por lo menos. 

- De acuerdo. Inrah, ¿Podrías...?- Se mordió el labio al darse cuenta de que no estaba- Olvidadlo, Bandher, que formen.

El sargento saludó y ordenó al resto de su escuadra que formara mientras el teniente hablaba con el capitán. Pero poco quedaba de su escuadra. Bandher, Meck, Mylers, Lherrer y él mismo. No era la fuerza de combate que él llevaría para comandar un ataque a una ciudad dominada por los pieles verdes, pero, desgraciadamente, no tenía nada más.

- Necesitamos toda la potencia de fuego que podamos reunir, teniente. Por eso necesitamos mantenernos cerca. Ya sabe, un simple descuido, y esos pieles verdes arrasarán con nosotros. No somos el pelotón más numeroso del Regimiento, precisamente- Dijo el capitán Vinne a su subordinado, que asintió de nuevo y preparó a su escuadra. Sin embargo, Vinne no estaba del todo convencido de sus posibilidades de supervivencia, aún manteniéndose unidos. Su mirada se posó, sin quererlo, sobre Nix, la joven médico del pelotón. Estaba vendándole la frente a Bandher, que había recibido un impacto de culata ahí. Ella, junto a Mylers y Danherr, había sido uno de los últimos soldados que habían llegado al pelotón como reemplazo. Maldijo la mente diabólica que movía los hilos en el Mando para que las filas de su pelotón no fueran repuestas- Espere, Namhein- Se le ocurrió una idea mejor.

El veterano oficial se volvió.

- ¿Sí, señor?

- Junte a sus hombres con la escuadra de mando, será lo mejor- Sacó su placa de datos personal y marcó a los integrantes de la escuadra de granaderos como miembros de la suya propia. Se fijó en Canaar y Danherr, los dos miembros de su escaudra que habían perecido en el Valkyria junto a Dalek. Les dedicó una silenciosa oración y se apresuró en comunicarse con el resto de oficiales para comenzar el avance hacia la residencia del Gobernador Planetario, donde los Orkos habían instalado su base principal. Iba a ser un dura batalla, y lo sabía por experiencia.

Al mismo tiempo, en el otro lado de la ciudad...

Atalanta observó la ciudad en ruinas desde las alturas, de pie en el compartimento de pasajeros de su Valkyria. A pesar de estar constantemente en movimiento y a gran velocidad, el paisaje no cambiaba. Todo eran ruinas, cráteres causados por el bombardeo llevado a cabo por los Etras y negro humo que ascendía hacia el cielo en columnas. En el horizonte, los carros de combate Khopeshitas y los vehículos de ataque rápido de los Skianos rompían las líneas Orkas, avanzando sin descanso a través del rococemento destrozado y las maltrechas calles de Khardago.

Su vista se posó, inconscientemente, sobre su edecán: la joven Mirina. Estaba de pie a su lado, con una mano firmemente asida al soporte de seguridad que pendía de lo alto de la puerta lateral del Valkyria y la otra con el puño cerrado con decisión. Sus electrotatuajes brillaban ahora con un vibrante tono blanco.

Sonrió. 

Eran los mejores electrotatuajes que se habían podido permitir y, en condición de la edecán de la general del regimiento, Mirina tenía más que derecho a recibirlos. El puesto de edecán de un oficial era algo muy respetado en los regimientos de Amazonas, pero a la par, sus obligaciones requerían una gran decisión y compromiso. El título de edecán no era solo el de ayudante y oficinista de la oficial con la que se hermanaba, si no que también comprendía otras funciones para las que eran necesarias una fe y confianza ciegas por ambos lados (oficial y edecán): escudero, consejero, guardaespaldas y consorte entre tantos otros.

Muy pocas oficiales estaban dispuestas a otorgarle el cargo a una de sus subordinadas. Y, por supuesto, menos aún eran las Amazonas que aceptaban el gran compromiso que aquello representaba.

- Cinco minutos para llegar, señora- Era la voz de Febe, a través del comunicador de Atalanta, la que la sacó de sus pensamientos. Febe era una de sus capitanas de confianza, siempre dispuesta a luchar por ella contra lo que hiciera falta.

Atalanta se llevó un dedo al comunicador que llevaba en la oreja derecha.

- Recibido, Febe- Confirmó con voz firme- Prepara a tu equipo de asalto para desembarcar en medio de la formación enemiga. Si a esa masa verde se le puede llamar formación, claro.

Febe rió a través de comunicador. También gozaba de un gran sentido del humor y la suficiente perspicacia como para usarlo correctamente.

- ¡Entendido, señora! Caemos sobre ellos mientras los incineramos con los lanzallamas.

- Eso es, Febe.

Atalanta vio como Febe, desde el Valkyria que volaba a su lado, le dedicaba una suave reverencia y una sonrisa pirómana. Cuando se trataba de caer sobre los enemigos del Emperador mientras  disparaban con sus lanzallamas, nadie lo hacía mejor que Febe y sus ``Alas Rojas``.

Mirina levantó un brazo, sin prisa, y señaló al frente.

- Son muchos- Murmuró.

- ¿No era acaso eso obvio?- Contestó Atalanta con una leve sonrisa, deseosa de entrar en combate.

- Muchos más de lo normal.

Atalanta se llevó la mano derecha a uno de los pomos de sus cuchillos, que colgaba de sus fundas cruzadas, sujetas a la parte trasera de su cadera. Normalmente solo utilizaba sus dos letales cuchillos y su pistola bólter, pero consideró que sería útil llevar algo más de potencia de fuego, por lo que se había colgado un rifle láser a la espalda y había llenado todos sus portacargadores con todas los cargadores de células de energía que había podido. 

Estaba lista para matar tantos Orkos como fuera necesario, y por El Emperador que lo iba a hacer.

Ordenó a todas sus tropas que se preparasen para el inminente combate mientras una combativa sonrisa perfilaba en su rostro.

De nuevo sobre el tejado de la fábrica derruida, cerca del lugar del accidente del Valkyria...

Pasaron dos horas.

Los Orkos ya habían llegado, y saqueaban sin piedad el transporte derribado. Cogían las placas de blindaje del Valkyria y las subían sobre el vehículo semioruga en el que habían venido. No parecía importarles que estuvieran ardiendo muchas de ellas. Aunque, claro, los bólteres pesados se los llevaron también sin comprobar si funcionaban o no. 

No nos habían descubierto, pues nos mantuvimos ocultos, pero la situación de Nyria no era mucho mejor que antes. No paraba de toser sangre y parecía estar perdiendo la consciencia poco a poco.

- Eh, despierta- Le toqué el hombro al ver que sus párpados se cerraban- No me dejes solo en una situación como ésta ¿Quieres?

Perdido en una cuidad plagada de Orkos, herido y aún intentando asimilar el hecho de la muerte de Inrah. De nuevo, me di cuenta de que nuestra situación era insostenible. Mi propia muerte ya no me parecía tan lejana.

- Demasiada...sangre- Fue su única y débil respuesta.

Sacudí sus hombros de nuevo,

- ¡Mierda!- Le susurré, perdiendo los nervios. Si es que no los había perdido ya- ¡Se suponía que lo tenías todo bajo control!

- Déjame- Murmuró, con los ojos cerrados- No voy a morir. No aquí.

Pero cuán incierto sabía yo que era eso.

- Nyria, ¡Por favor!- Sacudí sus hombros con aún más fuerza- ¡Mierda! ¡Abre los ojos, joder!

Su respiración se volvió más pausada.

- No...voy a morir- Dejó caer su cabeza y un hilillo de sangre bajó por la comisura de su boca.

- ¡Condenada zorra! ¡No me dejes solo aquí!- Exclamé, fuera de control. Intenté sosegarme, sabía de sobra que nunca le llamaría eso a ella. La situación estaba pudiendo realmente conmigo, tal y como Nyria me había dicho.

La muerte tan cercana, las hordas de Orkos, el estado de Nyria, la muerte de Inrah...todo aquello era una mezcla explosiva. Mi mente era un infierno. En aquel momento sí que me estaba volviendo loco. Pensé que Cyntia se comunicaría conmigo a través de nuestro vínculo psíquico, pero no. Eso significaba dos cosas: O estaba muerta, o demasiado ocupada intenando sobrevivir a los Orkos.

A mis espaldas, los Orkos seguían saqueando sin miramientos el Valkyria, aparentemente sin haberse dado cuenta de mis gritos. Uno de ellos bajó de la pequeña colina donde yo había aterrizado, con el cadáver de Inrah agarrado por el cuello de la camisa del uniforme. La sangre le caía por los agujeros de bala del cuello. La ira se apoderó de mí, y hubiera saltado del tejado del edificio para atacar al piel verde de no ser por el sonido cercano y conocido de los estruendosos motores de una cañonera Fury.

Por un momento pensé que Cyntia había conseguido localizarme, pero en cuanto vi que no estaba pintado como los nuestros, supe que no había sido así. La Fury ni siquiera era una Fury, si no una cañonera Vulture con dos gigantescos cañones rotativos, uno en cada ala. Apareció tras la fábrica dónde Nyria y yo nos moríamos poco a poco, y varias figuras desembarcaron desde su compartimento de pasajeros hasta el tejado. Se elevó varios metros sobre mi cabeza y apuntó a los Orkos con sus tremendos cañones totativos. Los pieles verdes comenzaron a rugir y a sacar armas de su transporte, algunas de ellas verdaderamente extrañas, como por ejemplo un rifle de plasma con cadenas y una sierra circular en la culata. Apenas les dio tiempo a disparar un par de veces, pues la cañonera desató una tormenta de plomo sobre ellos con el estruendo de un trueno y el fulgor de un sol. Las balas explosivas surcaron el arie, dejando espesas estelas de humo gris y reduciendo a los desgraciados Orkos y a su vehículo a poco más que pulpa sangrienta y pedazos de metal enrojecido.

El área donde poco antes había habido un vehículo Orko y unos cuantos pieles verdes había quedado reducido a un charco de sangre, fuego, y metal abollado y humeante. La Vulture se acercó a nosotros y aterrizó a varios metros de nuestra posición.

Entonces reconocí a una de las figuras, que se acercaban ahora a nosotros con rapidez. Gaask. ¿Qué demonios hacía él aquí? Los otros cuatro eran Mist y su equipo: El del pelo negro recogido en una coleta y un chaval más joven que mi hermano con el pelo marrón y corto. El otro era un hombre enfundado en una larga gabardina negra antifrag, con una máscara metálica lisa cubriéndole el rostro y una larga espada de fina hoja negra al cinto.

Nyria abrió un segundo los ojos, contempló a los recién llegados con una mirada cansada y murmuró algo. Acto seguido, cerró los ojos.

- ¡Nyria!- Exclamé, aterrado- ¡Nyria, no te vayas!

Gaask gritó algo al del pelo castaño y se arrodilló junto a nosotros. Las costillas me ardían, y cada gota de sangre que salía por mis heridas la sentía como un ácido enloquecedor. Mist le dijo algo a Gaask y él le respondió con otro grito, pidiéndole que trajera aquello que había mencionado. El de la gabardina apartó de un empujón al joven del pelo marrón y dijo:

-Calma, Gaask. Antes de saber que era psíquico, fui médico- Se arrodilló junto a Nyria y puso una de sus manos enguantadas sobre su cuello para tomarlel el pulso- Puedo mantenerla viva hasta que llegue el Medevac, ¡Pero apartaos! ¡La agobiaréis!

¿Había esperanza para Nyria? A mí no me importaba perder un par de litros más de sangre, pero ella no estaba en condiciones de poder aguantar mucho más. Me agarré a ella, impulsado por algo más poderoso que la razón, negándome a que me separaran de ella. Los labios de Nyria se movieron débilmente. Habían perdido su color, al igual que el resto de su piel, que estaba gélida y húmeda de sudor frío y sangre.

-A lo mejor...- Me sorprendió que aún tuviera fuerzas para hablar. Ni siquiera había abierto los ojos -Puede que... esté embarazada.

Yo sabía que aquello no era cierto ya que, (por suerte o por desgracia) era estéril. Intentó reír aquella broma de mal gusto, pero solo consiguió ponerme más nervioso al exhalar un cascado sonido vagamanente similar a una risa, interrumpido por el gorgoteo de la sangre saliendo por su boca.

Se desmayó ahí mismo

Grité su nombre, y Gaask hizo lo propio, pero maldiciendo en un tono muy soez. Noté como, con frustración, las lágrimas comenzaban a brotar de mi ojo derecho, el bueno. Las lágrimas estaban teñidas de angustia, de impotencia y de la desgarradora certeza de que ambos lo teníamos muy crudo. Era la segunda vez que lloraba en el mismo día, y odiaba con toda mi alma que el resto me viera así. Por suerte, el psíquico de la gabardina acaparó toda la atención al ordenarnos a gritos que nos callásemos.

-¡Callaos de una puta vez!

El SICOM comenzó a aplicar diferentes vendajes anti-infección, ungüentos e inyecciones mientras murmuraba letanías y palabras sueltas para sí mismo. Nyria cada vez tenía peor aspecto.

Y ahí estaba yo, de rodillas a su lado, separado de ella por el psíquico SICOM y siendo desgarrado en cuerpo y mente por la situación. Nyria, que siempre tenía todo bajo control, que siempre estaba radiante de vitalidad y dispuesta a combatir contra lo que fuera, yacía moribunda en los brazos de un total extraño. Sentí el impulso de clavarle el cuchillo al psíquico en el cuello y abrazarme a ella hasta que ambos muriésemos desangrados, pero, por suerte, mi sentido común aún funcionaba. Me quedé ahí quieto, contemplando como el SICOM vendaba a Nyria y le aplicaba todo tipo de tratamientos mientras Gaask ladraba a través de su comunicador pidiendo una evacuación. Él estaba muy nervioso e inquieto, embrutecido por la situación. Cuando terminó de hablar a través del comunicador, se lo devolvió a Snare, quien miraba a Nyria con aire apenado, y se puso de cuclillas a mi lado.

- No te preocupes, tío- Dijo, colocándome una mano sobre el hombro derecho- Os vamos a sacar de aquí. El equipo de evacuación de heridos está llegando.

Me miraba con ojos desconsolados, preocupados e inquietos. Volví poco a poco mi cara hacia él y me lo quedé mirando, con la vista ausente y los ojos vidriosos. Entonces sentí un tirón en el estómago, un dolor inaguantable en las costillas y me desplomé en el suelo, agarrándome el pecho con una mano y la manga de la camisa de Gaask con la otra. Él comenzó a gritar, pidiendo ayuda. Mist respondió a su petición y se acercó a mí. Noté como me retiraban entre los dos la coraza y ella comenzaba a presionar mi pecho con ambas manos.

Entonces las luces se apagaron.

+++++++++

Mist presionó más fuerte sus manos contra el pecho de Tristán al ver que cerraba los ojos. Cada vez con más fuerza, siguió intentando reanimarle, pero desistió en cuanto la sangre comenzó a brotar de la boca del herido. Se pasó la mano por la frente con preocupación, sabedora de las pocas posibilidades de sobrevivir que Nyria y Tristán tenían. A su lado, de pie sobre el suelo manchado de sangre seca, Gaask había retomado el comunicador de Snare y espetaba al equipo de evacuación para que se dieran prisa, pero tenían muchos frentes que cubrir. 

Él les había ordenado que cambiasen el rumbo, de repente, sin dar explicaciones. Y entonces se encontraron a Danherr y la Catachana medio muertos y rodeados de Orkos. Mist se había preguntado cómo Gaask lo había sabido, y Hex, el otro psíquico que les acompañaba, le respondió mentalmente que algunos psíquicos pueden sentir la presencia de otras personas aún estando lejos de ellas. Ella sabía que Gaask era un psíquico poderoso, pero no que pudiera compararse a Hex o, incluso, superarlo.

Hex se afanaba en mantener con vida a la moribunda Catachana. Las probabilidades de que pudiera sobrevivir eran muy bajas, pero Mist sabía que Nyria era dura y que Hex era un experto en curación, por lo que aún albergaba una débil esperanza. 

Miró a Ulrik y a Snare, quiénes fingían estar ocupados con transimisiones e informes de combate, los cuáles probablemente no formaran parte de su actuación. Sabía que se sentían incómodos y apenados por Nyria y Tristán, pero, aunque apenas les conocieran, sabían que ambos eran buenos candidatos para entrar en su regimiento, y no querían dejarlos morir. 

- ¡Hex!- Exclamó Snare- ¡Date vida! ¡Los de evacuación están al caer!

Él prosiguió con sus oracionesy súplicas el Emperador. No dirigó una palabra al joven SICOM, quien comenzó a ponerse a dar golpecitos en el suelo con la suela de su bota, como siempre hacía al estar nervioso.

Esperaron cinco minutos. Cinco largos y agonizantes minutos en los que el estado de los heridos no hizo más que empeorar. Un Valkyria con el símbolo del Medicae en las puertas laterales asomó por el horizonte y se dirigió hacia la bengala de señalización que Ulrik había lanzado sobre el tejado para atraer su atención. El humo rojo parecía un mal presagio que se alzaba hacia el cielo que pronto se llevaría a Tristán y a Nyria.

El transporte aterrizó en el tejado de la estructura y de él desembarcaron varios soldados Khopeshitas escoltando a tres adeptas del Medicae y a un par de servidores-camilla. Entre Mist y Gaask llevaron a Tristán y lo dejaron sobre una de las camillas mientras los servobrazos de ésta le administraban calmantes y otras sustancias medicinales a través de largas agujas que las inyectaban en las venas de su calvícula. Ulrik llevaba a Nyria en brazos, con su cabeza cayendo hacia atrás, más cerca de una orilla que de la otra. Hex se limpiaba las manos en un paño gris ya manchado de sangre y Snare se encargó de responder a los comunicados que la coronel Eneria les estaba enviando a través de sus comunicadores personales para poder saber dónde estaban y porqué demonios tardaban tanto en llegar al combate.

- ¡Lleváoslos ya, condenación!- Exclamó Gaask mientras ataba las correas de la camilla a Tristán- ¡Esta zona no será segura por mucho más tiempo!

Ulrik asintió y dejó a Nyria sobre el otro servidor-camilla, atando sus correajes y cediendo sus controles a la adepta que lo acompañaba. Posó una mano sobre la frente de la Catachana y murmuró una oración al Emperador para que velara por ellos.

Gaask corrió hacia el Valkyria del Medicae y le enseñó su identificación a los pilotos a través de la manchada cabina, exigiéndoles que se dirigieran inmediatamente al centro Medicae más cercano para tratar a los heridos. Luego volvió junto al equipo SICOM para embarcarse de nuevo en su Vulture y unirse al combate en el centro de la ciudad. Él no quería dejarles a su suerte, expuestos a algún repentino ataque piel verde, pero no tenía más opción que cumplir sus órdenes. Con un suspiro más preocupado que resignado, Gaask dirigió una última mirada a los dos heridos, cuyas camillas estaban siendo subidas entonces al transporte.

+++++++++++

- ¡Al suelo, asquerosos hijos de perra!- El cabo Häyrk lanzó una de sus últimas granadas de fragmentación contra los pielesverdes que le cortaban el camino.

El explosivo estalló violentamente justo en frente de las propias narices de los Orkos, aguijoneándolos en un instante con un diluvio de metralla incandescente y arrancando sus miembros mediante la tremenda fuerza de su explosión. Cuando el humo y las cenizas se disiparon, Häyrk barrió la zona con su fusil láser en busca de supervivientes, pero a esa distancia de la explosión, era imposible que alguno hubiera sobrevivido.Y así fue, todos los pieles verdes yacían muertos en el suelo, con sus vísceras esparcidas por el sucio suelo de rococemento o flotando sobre el repulsivo agua de alcantarilla que fluía en el canal exacavado a su derecha. Al confirmar la muerte de los xenos, el cabo levantó la mano en señal de avance para el resto de su equipo. 

- La próxima granada la lanzo yo- Sugiriró el soldado Kafte al pasar junto a los restos de los desgarrados Orkos.

- Sí, claro- Contestó Ketaris mientras revisaba el correcto funcionamiento del dispositivo de radio de su equipo- Cuando a mi hermana le crezca rabo.

- Entonces- Hadre le pasó una granada a Kafte- ¡Cógela!

Ketaris le dio un puñetazo en el hombro a Hadre y Kafte rió mientras se guardaba la granada en uno de los portacargadores de su chaleco porta-equipo.

- Cerrad el pico- Häyrk metió una nueva célula de energía en su rifle láser y encendió la linterna que llevaba acoplada bajo el cañón para inspeccionar el largo túnel de alcantarillado que tenían por delante- Como esos cabrones nos oigan lo vamos a tener crudo- Miró a Ketaris, que además de la radio del equipo llevaba una carga explosiva de alto calibre- No dejes caer eso ¿Vale?

Él asintió y simuló un corte en su garganta usando su dedo índice, el saludo tradicional Skiano. Häyrk le devolvió el saludo y comenzó a andar lentamente, a la cabeza de su equipo de tres hombres.

Les habían enviado a los subterráneos de la ciudad con la intención de volar los pilares de la residencia del Gobernador, donde los Orkos se habían atrincherado. No sólo ellos habían sido escogidos para tal misión, si no otros cuantos equipos de cuatro hombres a los que se les había suministrado una carga explosiva de demolición y un número considerable de granadas de fragmentación y munición para sus armas. Su comandante había sugerido el uso de bípodes de apoyo Sentinel para la limpieza de los túneles, pero la mayoría de los pasillos eran demasiado estrechos para ellos. Y tanto que estrechos, su equipo tenía que dividirse en dos filas de dos para poder avanzar, y aú así sin mucha separación con el compañero que tenían al lado. A su derecha, el canal por el que fluían las aguas residuales emanaba repugnantes olores que acosaban el agudo olfato de los cuatro Skianos.

- Ante las puertas del Olvido me debato y desespero- Canturreaba por lo bajo Hadre. La canción era bien conocida por todo Skiano que se precie, y no había ninguna más cantada que aquella en las tabernas de Skia- Mi rifle está atascado y mi alma falta de esperanza.

Hadre continuó cantando por lo bajo, seguido distraídamente por Ketaris y los chasquidos de la lengua de Kafte. A Häyrk no le molestaba aquello, ni siquiera cantaban mal. Hubiera dado un brazo por tener también un par de guitarras eléctricas a mano, y, a poder ser, que disparasen plasma o tuvieran lanzallamas adosados al mástil. Cuatro rifles láser le parecían poca potencia de fuego para enfrentarse a todas aquellas bestias que se habían refugiado en las alcantarillas, pero hasta entonces no habían tenido muchos problemas. Rezaba por que su suerte les durarse un poco más.

- Tío- Murmuró Kafte mientras enfocaba con su linterna al techo del húmedo túnel- Ojalá tuviéramos unas coristas y un par de guitarras para que la canción quedase mejor.

- Sí, un par de esas Amazonas y la rubia del Medicae- Confirmó Ketaris- Con unos de esos vestidos que llevaban las bailarinas de Sátrepa.

Hadre silbó.

- Me lo estoy imaginando.

Häyrk se paró en seco, estaba seguro de que había oído el chasquido metálico de un arma de proyectiles sólidos, y ellos no estaban llevando ninguna encima en aquel momento.

- ¡Todos a cubierto!- Susurró- ¡Apagad las linternas!

Sus hombres obedecieron y apagaron las linternas. Hadre y Kafke se ocultaron tras un saliente en el muro del túnel y Ketaris y Häyrk se cubrieron tras el que estaba inmediatamente delante. Al cabo de unos segundos, siete figuras aparecieron tras una esquina. No eran humanos, de eso seguro. Eran mucho más anchos de hombros y algo más altos, con gruesas cadenas pendiendo de sus muñequeras tachonadas de pinchos y sus voluminosos fusiles. Sin duda eran Orkos.

Claro, ¿Qué iba a haber ahí abajo si no?

Con un gesto de mano, indicó a sus hombres que preparasen sus granadas, estaba claro que los pieles verdes llevaban armaduras. Y los rifles láser no podrían atravesarlas antes de que las toscas balas de akribillador los descuartizasen a ellos primero. Además ellos eran cuatro contra siete.

Los Orkos avanzaron con paso lento y sonoro a través del pasillo, chapoteando en la fina capa de limo negro que cubría el suelo. Häyrk aferró una de sus granadas contra su pecho y murmuró la Letanía del Disparo certero para sí mientras los xenos seguían acercándose más y más. Hadre se llevó un dedo a la anilla de la granada, Kafke se envolvió en su capa de camuflaje por pura costumbre y Ketaris soltó un quedo gruñido.

- Son un montón- Susurró Hadre.

- Somos Skianos- Respondió Häyrk- Ni muchos ni hostias- Y exclamó- ¡Por el Emperador!

Y se levantó, lanzando la granada a los pies de los Orkos y siendo imitado por el resto de sus hombres. Los pieles verdes reaccionaron y los encararon con sus voluminosos rifles, pero ni siquiera pudieron apretar el gatillo. Las cuatro granadas de fragmentación estallaron en una gran bola de fuego, fragmentos incandescentes de metal y retorcidas extremidades Orkas cercenadas recubiertas de metal arañado. De los xenos no quedó nada, o al menos nada que fuera reconocible. Las paredes estaban manchadas de rojo y negro, y las placas de sus armaduras habían quedado incrustadas en el techo o el suelo.

- Nos habrán oído en todos los jodidos túneles- Masculló Hadre mientras el equipo retomaba su camino.

- Sí, y me estoy quedando sin granadas- Protestó Kafke por lo bajo.

- Callaos- Les ordenó Häyrk mientras miraba su áuspex- Estamos llegando.

En efecto, ya casi estaban ahí. Caminaron durante un par de minutos más y desembocaron en una inmensa sala redonda, con paredes de piedra negra y húmeda.

- Estos deben ser los pilares- Dedujo Ketaris mientras apretaba un botón de la pantalla de su carga de demolición para activar el temporizador.

Häyrk se acercó a una protuberancia en el muro que ascendía desde el suelo hasta el techo, que estaba muy alto y goteaba agua helada.

- Sí- Convino- Estas deben de ser. Ket, déjame la radio.

Ketaris se adelantó y dejó la radio a sus pies, entregándole el auricular y avanzando él hacia el pilar central para colocar el explosivo.

- Häyrk a los equipos de demolición Omega y Estigma- Se produjo una larga pausa, acompañada por el rugido de la estática- Adelante, Omega y Estigma.

Hadre se removió, incómodo, mientras sostenía con fuerza su fusil láser.

- ¿Ocurre algo, tío?

Häyrk maldijo en un susurro y dejó el comunicador en su soporte sobre la radio.

- Que estamos jodidos.

Nadie había conestado por la radio, ya le pareció raro que nadie contactase con ellos durante la última media hora. No era una persona pesimista, pero había vivido lo suficiente como para saber que no estaban en muy buena situación.

- ¿Qué?- Kafke sacó su aúspex y lo consultó para ver si había enemigos cerca.

- Que se han cargado al resto, joder- Gruñó Häyrk mientras se descolgaba el rifle láser- ¡Ket, date prisa y coloca esa bomba ya!

Ketaris asintió mientras toquiteaba los botones de la pantalla de control del detonador.

- ¡Sí, señor!

Hadre, que había cogido la radio para intentar contactar con alguien, recibió una transmisión de la superficie.

- ¡Häyrk, tenemos contacto con el exterior! ¡Ven, date prisa!

El cabo Skiano corrió hacia su subordinado y tomó el auricular del transmisor. La voz de una mujer sonó a través de él.

- ¿Qué demonios estáis haciendo ahí abajo?- Gritó la teniente Strova, la líder de su pelotón. De fondo, los sonidos del combate sonaban salvajemente- ¡Si tengo que repetiros una vez más que voléis esos pilares os mandaré fusilar a todos!

Häyrk levantó una ceja, aquella era la primera vez que respondía a una transmisión suya.

- Teniente- Contestó, es la primera vez que contacta con nosotros en media hora.

Ella no dijo nada durante un segundo, luego habló con un deje de recelo en la voz.

- ¿De qué vas? Acabo de hablar con vosotros hace cinco minutos.

- Lo siento, Strova, te equivocas.

La voz de la teniente Skiana adoptó un matiz de preocupación.

- Si es una broma de las tuyas no tiene gracia, Häyrk.

- No veo porqué debería bromear en un momento así.

Hubo un largo silencio a través del comunicador, tan sólo interrumpido por los estruendos de las explosiones, el traqueteo de los rifles láser y los gemidos de los heridos.

- Salid de ahí, chicos- Ordenó Strova. Y, acto seguido, se puso a dar órdenes a sus tropas antes de colgar- ¡Lanter, maldito seas, trae aquí tu condenado lanzallamas!

Häyrk colgó de mala gana el auricular y se echó la radio a la espalda, aunque algo le decía que no le sería de más utilidad. 

- ¿Här?- Kafke y Hadre se volvieron hacia él, esperando órdenes.

El soldado Skiano se pasó una mano por la cara para quitarse la mugre y el sudor y plantó cara a sus subordinados.

- Bueno, muchachos, escuchadme.

Sabiendo que aquello no iba bien, los dos Skianos se acercaron a él y se dispusieron a escuchar lo que tuviera que decir, por desalentador que fuera.

- Ket, ven aquí- Häyrk le hizo señas al joven soldado para que fuese hacia él- Deja la bomba activada antes de venir.

- Sí, señor- Ketaris accionó la cuenta atrás y se apresuró a cumplir sus órdenes.

Häyrk tomó aire y lo expulsó lentamente.

- Vale- Dio un par de pisotones en el suelo- No me voy a andar con rodeos, estamos, posiblemente, rodeados de Orkos y no tenemos vía de salida. Nuestras comunicaciones están saboteadas y tenemos que colocar el explosivo sí o sí. Los que queráis, podéis huir de aquí, a ver si tenéis suerte con los pieles verdes y os podéis zafar de ellos- Sonrió, aunque no tenía ninguna gana de ello- Pero al que aún le queden un par de huevos, que se quede conmigo a defender la carga hasta que estalle.

Kafke se encogió de hombros, se llevó una mano a la entrepierna en un exagerado gesto cómico y se puso al lado de su superior.

- A mí todavía me quedan, tío. Cuenta conmigo.

Hadre suspiró y se colocó junto a su hermano.

- Hasta el Infierno si hiciera falta, Här.

Ketaris asintió y se dispuso a avanzar también, arengado por las muestras de valor de sus compañeros, pero la firme mano de Häyrk lo detuvo.

- ¿Qué haces?

- Tú no, aún eres demasiado joven para morir de este modo- Le entregó la radio y un par de granadas- Intenta escapar, retardaremos lo máximo posible la explosión.

- ¿Qué?- Exclamó Ketaris- ¿Porqué yo, maldita sea?

Häyrk gruñó.

- No lo hago por ti- Dijo- Lo hago por el bellezón de tu hermana, así que sal de aquí ya mismo.

- Aunque intente escapar, los Orkos me cogerán- Intentó Ketaris.

Häyrk le dio un empujón para que avanzase por los túneles de las alcantarillas.

- Entonces muere como un hombre y llévate unos cuantos cabrones de ésos contigo- Señaló la bandolera con granadas que llevaba al pecho.

El joven Skiano vaciló unos instantes, pero pronto agradeció el gesto de Häyrk y echó a correr por los túneles. En cuanto los ecos de sus rápidos pasos dejaron de sonar a través del túnel, el cabo Skiano suspiró y se encaminó hacia la carga de demolición, que estaba encajada en una grieta del pilar central. Sacó su aúspex del bolsillo y examinó sus señales, todo ello en completo silencio.

- Parece que no hay Orkos por el camino que ha escogido- Dijo al fin- Cabrón con suerte.

Pero, sin embargo, sí que había pieles verdes por su camino. Al oír los rugidos de las bestias, los tres Skianos se pusieron en guardia, fusiles láser en ristre.

- Bien, tíos- Gruñó Häyrk- Asegurémonos de llevarnos unos cuantos por delante antes de saltar por los aires.

Acero a la espalda

Soñé con mares de sangre, con fuego y humo. Y con un par de ojos completamente verdes desapareciendo tras un manto de oscuridad insoldable, paralizante de puro horror que causaba.

Pero, por suerte, alguien me sacó de aquella horrible pesadilla.

La mano de Gaask, enfundada en un mitón de tirador negro, me zarandeó el hombro derecho. 

- Eh, tranquilo- Me pasó el amplificador de laringe cuando me desperté- Estabas teniendo una pesadilla. Y de las gordas, a juzgar por la cara que ponías.

Me costó habituar la vista a la iluminación de la habitación donde estaba, y vi borroso durante unos cuantos minutos. Me encontraba en una sala larga, con las camillas de los pacientes separadas unas de otras mediante cortinas de lino blanco. Por las ventanas entraba la luz clara de los soles de Khopesh y una brisa cálida y agradable. Todo parecía normal, hasta que me di cuenta de que tenía un montón de agujas clavadas por los hombros, inyectándome calmantes, o cualquier otra sustancia medicinal, a través de ellas. Una esfera de bronce repleta de agujeros por los que salía un humo aromático pendía de una clavija encima de mi cama. Intenté sacarme una de las agujas, pero los brazos me dolían un horror y me vi forzado a desistir en mi intento de desembarazarme de ellas. 

- Eh, no te fuerces- Me advirtió Gaask- El médico dijo que no te movieras hasta dentro de unas horas. Te recuperarás rápido si permaneces descansando. No estarás como para entrar en combate, pero así te podremos llevar a tus barracones y dejar la camilla para otro herido.

Así que la batalla había terminado. Y yo no había podido hacer nada. Una intensa frustración y un sentimiento de inutilidad me recorrió la mente de arriba a abajo.

- ¿Hay muchos heridos?- Pregunté. Alguien había arreglado mi amplificador, y ahora sonaba normal, sin distorsiones- ¿Cómo fue la batalla? Gaask se encogió de hombros.

- Ganamos- Resumió- Los Skianos volaron los muros desde los cimientos, tomamos la base Orka y los exterminamos a todos. Tuvimos que meternos en las cloacas para cazar a los que huían, y sufrimos bastantes bajas durante el asedio, pero ganamos.

Entonces me vino algo a la cabeza que era mucho más importante que todas las bajas aceptables y los Orkos perseguidos de la Galaxia juntos.

- ¡Nyria!- Exclamé. Casi me pude sentar del impulso que tomé, pero el dolor me tumbó de nuevo- ¿Como está?

- Oh, está bien. No te preocupes, tío- Gaask se rascó la nuca, incómodo- Está hecha unos zorros, pero sobrevivirá.

- ¿Qué le pasa?- No pude examinar sus heridas cuando tuve ocasión, y tenía curiosidad por saber qué le pasaba exactamente.

Gaask echó el aire por la boca de manera algo cómica.

- Veamos...Cuatro costillas rotas, una astilla de metal de diez centímetros en el intestino grueso, hemorragias internas, una arteria de la calvícula pinzada- Carraspeó- Mejor no sigo ¿No?

- No, no, déjalo.

¿Estaba de verdad en aquel estado? Me pareció increíble que hubiera podido mantenerse consciente todo aquel tiempo en ese estado. Nyria era simplemente un caso excepcional. Al ver la cara que estaba poniendo, Gaask decidió cambiar de tema, aunque no le salió demasiado bien:

- Pero, en fin. Tú tampoco estás mucho mejor, no te creas.

- Prefiero no saber que tengo roto- Le corté.

- Bueno, es normal que no quieras saberlo- Se encogió de hombros.

Entonces me acordé de una pregunta que me rondaba la cabeza desde que Gaask y Mist nos salvaron: ¿Qué diantres hacía él con el SICOM?

- Oye, Gaask- Le pregunté- ¿Qué hacías tú en Khardago? Y además con el SICOM. Él se cogió las manos tras la cabeza.

- Necesitaban un psíquico poderoso para llevar a cabo una misión, así que Mist y su equipo me incluyeron en su escuadra provisionalmente. Cuando terminamos, nos mandaron a combatir aquí, y, mientras sobrevolábamos las ruinas, sentí tu presencia. No me preguntes como, porque todavía no tengo ni idea.

Bueno, él era psíquico, así que no tenía dudas acerca de ello. Cyntia podía hacer eso, ya estaba acostumbrado.

- ¿Qué fue de mi pelotón?- Pregunté tras un breve silencio. La idea me llegó como de imrpovisto, la verdad es que ni siquiera había pensado en ello antes.

- Pues...bueno- Le dio un golpecito con el dedo al recipiente aromático, que se balanceó de lado a lado con lentitud. Estaba claramente más nervioso con cada pregunta que yo hacía- Dos de los miembros de la escuadra de granaderos murieron antes de desembarcar- Asentí, eso ya lo sabía, eran los Arrano. Gaask comenzó a juguetear con los pliegues de su pantalón, incómodo por lo que tenía que decir a continuación- Inrah, la otra soldado que cayó con el Valkyria...-Apartó la mirada- Murió. Los Orkos la mataron de un disparo en el cuello.

Claro, los Orkos. Bueno, no podía decirle sin más que se había pegado un tiro en medio de un ataque de locura.

- Lo siento, era muy apreciada en vuestra compañía.

- Lo sé.

Otro silencio de nuevo. Finalmente él recibió un mensaje por su comunicador y tuvo que irse, con lo que me quedé a solas con las docenas de heridos del centro Medicae y las agujas que tenía clavadas en los hombros y el cuello. No era precisamente el tipo de compañía que me gusta tener.

Decidí dedicar la poca capacidad de raciocinio que tenía en aquel momento para intentar asimilar la muerte de Inrah y los Arrano y el estado de Nyria, pero me quedé dormido sin proponérmelo.

Cuando me desperté, había pasado casi un día, y me sentía algo mejor. Alguien había retirado las agujas y me había puesto un sello de pureza inscrito con infinidad de letanías sobre el pecho. Me sentía aturdido y cansado, pero ya no me dolía todo, o al menos no con tanta intensidad. Hacia el mediodía, May vino a traerme algo de comida y a decirme que ya estaba en condiciones de poder dejar las instalaciones, aunque me tendrían que llevar en silla de ruedas, pues estaba aún demasiado débil como para andar el trecho que separaba el Medicae de los barracones de las cuevas. También me expresó sus condolencias por la muerte de los Arrano y -sobretodo- de Inrah. A ella también le había afectado bastante, pero conservaba su habitual expresión optimista, un tanto desanimada, pero seguía como siempre. Me llevaron un par de horas después a los barracones. Quise ir a ver a Nyria, pero no me dejaron, lo cual me molestó bastante. 

Gaask fue el que me llevó hasta los barracones. Al salir del Medicae, la deslumbrante luz de los soles Khopeshitas estuvo a punto de cegarme. Cuando pude ver de nuevo con claridad, me di cuenta del precio de aquella batalla. Había tiendas médicas improvisadas por todos lados, bolsas para cadáveres a los pies de uno de los muros y gente herida tirada en cualquier sitio, con los brazos, el tronco o la cabeza vendados, aunque parecían no estar en estado grave. Me sentí un poco raro yendo en silla de ruedas mientras esos estaban tirados por el suelo a los pies de sus barracones, pero era lo que había.

Cuando entré en los barracones sentado en la silla de ruedas, todos se volvieron hacia mí. O, mejor dicho, me acosaron como buitres con preguntas y palmadas en la espalda. Bandher y el comisario estaban tirados cada uno en su cama con vendajes en las extremidades y en la cabeza. Nix estaba arrodillada al lado de la cama del comisario, arreglándole los vendajes. 

Un momento ¿Qué hacían los de la escuadra de granaderos en nuestra habitación?

- Pensamos que no volverías entero- Me dijo Dael. Su humor negro me recomfortó un poco, saber que todo seguía casi igual era aliviador.

El capitán se adelantó, le dedicó un breve asentimiento de cabeza a Gaask a modo de saludo y luego se dirigió a mí.

- Bienvenido, Danherr- Sonrió un poco, aunque daba la impresión de que no tenía ninguna gana de ello- Pensamos que os habíamos perdido a ti y a Cannar en el accidente- En su mirada destelló un resquicio de ira contenida- Bastante hemos tenido con lo de los Arrano e Inrah. Y con el esatdo de Cyntia tampoco estamos como para tirar cohetes.

¿También Cyntia había sido resultado herida? Siempre se mantenía en la retaguardia, fuera de peligro, y siempre alguien estaba pendiente de ella, por si acaso. Además tenía sus poderes de adivinación. No quise imaginar que le había pasado, peor aún así pregunté:

- ¿Qué le pasó?

El capitán carraspeó, incómodo por aquella pregunta.

- Un Orko la cogió con la guardia baja mientras avanzábamos por las ruinas y, bueno- Carraspeó de nuevo. Me di cuenta de que tenía un par de cicatrices más en el cuello y un ojo biónico nuevo- Le cortó el brazo izquierdo.

Nix se levantó y, dejando los vendajes del comisario, ya reemplazados, avanzó hacia nosotros limpiándose las manos con un trapo.

- Perdió mucha sangre por herida- Dijo con su característico y curioso acento- Casi muere, pero por fortuna las Amazonas nos dejaron meterla en uno de sus Valkyrias de evacuación junto a sus heridas. Fue una suerte, porque no pude parar la hemorragia- Suspiró, se apoyó las manos en la cadera y sonrió un poco- Voy a hacer solicitud de envío de suministros médicos e intentaré que me den material mejor. Con su permiso, coronel.  

Y, dicho esto, se fue por la puerta, seguido de Dante, que me dio una palmada en un hombro antes de irse. Me extrañó mucho que hubieran herido a Cyntia, y más aún que, siendo como es, hubiera podido sobrevivir a tamaña herida y en semejantes condiciones.

- No sé si es consciente de que me está poniendo más rango del que tengo o es simplemente la fuerza de la costumbre- El capitán se rascó la nuca, suspirando con resignación.

- Mire el lado bueno- Replicó Dael desde la otra punta de la habitación- ¿Cuánto lleva con nosotros? ¿Dos, tres años? Y mira lo rápido que ha aprendido a hablar Bajo Gótico.

- Para ti todo tiene un lado bueno- Gruñó Bandher desde su cama. Arrastraba las palabras y tenía la voz teñida de dolor- A veces me das envidia.

Dael miró hacia otro lado, avergonzado por algo que yo no sabía. Gaask comenzaba a sentirse incómodo y, con el pretexto de tener que reunirse con su compañía, se fue. Le dedicamos un saludo algo mustio de ánimos y volvimos a nuestros quehaceres, que consistían en recuperarse de las heridas sufridas y reparar y limpiar nuestro equipo. Yo, como nadie me había ayudado a levantarme de la silla, me quedé un buen rato ahí sentado, mirándoles como un pasmarote. Finalmente me decidí a preguntar porqué demonios estábamos todos en la misma habitación.

- Bueno- Comenzó a responderme el capitán- Sufrimos unas cuantas bajas durante el ataque, quedando ambas escuadras bastante mermadas, así que lo mejor me pareció unir ambas para formar solo una- Suspiró- Y pensar que antes tenía más de cincuenta hombres bajo mi mando. Me pregunto quién demonios es el desgraciado que impide que el Mando envíe refuerzos a mi pelotón.

- Es un misterio que quedará sin resolver- Tosió el comisario. Estaba hecho polvo, mucho más que aquella vez en Circox, donde recibió una serie de disparos de akribillador por todo el cuerpo.

El comisario tosió de nuevo.

- Demasiadas pérdidas de golpe- Masculló Dael- Y empiezo a echar de menos a Inrah.

- Ella no querría que la recordásemos tanto ni en esta situación, deja de romperte la cabeza- Le dijo Bandher.

- No sé como puedes tomártelo así.

- Cuando te crías en la Guardia y creces luchando, hazme caso que no estás para sensiblerías- Respondió Bandher en un tono indiferente.

Dael se levantó de su cama con un ademán furioso y se largó a paso ligero por la puerta, cerrando de un portazo. Estaba claro que aquello nos había tocado a todos demasiado hondo. Bandher cerró los ojos con un gruñido quejicoso. Y yo seguía sentado en la silla de ruedas mirando aquel desalentador panorama. Al final, tras un buen rato, el capitán se dio cuenta de que no podía andar sin ayuda, así que me pasó un brazo por el hombro y me ayudó a levantarme. Luego me dejó postrado en la cama que más cerca tenía (que, por azar del destino fue la de Inrah)

- Descansa, Danherr, todavía no estás ni para andar- Me dijo- Y dentro de poco tendremos que combatir de nuevo. 

Asentí y cerré los ojos. Pensaba que me costaría dormirme, pero de eso nada, quedé frito a los pocos segundos de cerrar los ojos. El olor de Inrah aún residía en su almohada, aquello me ayudó a relajarme, aunque no por ello me resultó esa cama menos perturbadora. No me gusta ir por ahí tirándome a dormir en las camas de los muertos.

++++++++++++++

Dormí todo el día y parte de la noche hasta que me desperté por culpa de una pesadilla particularmente real. Fue un sueño más bien confuso, lleno de sonidos extraños y formas que desaparecían y volvían a parecer mucho más grandes. 

Pero, cuando abrí los ojos, me di cuenta de que no me había despertado por la pesadilla. El acero frío es un buen despertador, sobre todo cuando lo tienes pegado a la garganta. Estuve a punto de echar la cabeza hacia delante del susto, pero por sentido común decidí quedarme quieto. En cuanto mi vista se aclaró un poco pude ver que algo...o alguien estaba sentado sobre mi estómago, ligeramente inclinado hacia mí y sosteniendo en su mando izquierda un cuchillo de combate estándar, con la punta pegada a mi garganta. No pude verle la cara ni ningún otro detalle, pues estaba demasiado oscuro. Pero sí que pude discernir otros detalles, como por ejemplo que no pesaría más de sesenta kilos.

Estuvo inmóvil todo el rato, y solo cuando mi mente comenzó a funcionar entendí lo que pasaba.

Estaba muerto.

- Mierda- Pensé, con los músculos paralizados por el miedo- ¿El asesino?

No, imposible. No podía haber entrado en el cuarto sin más. No sin haber matado al resto. Agradecí al Emperador que Nyria no se encontrase en la habitación en aquel momento. 

- ¿Porqué tendrás tanta suerte?- Susurró el asesino con una suave voz femenina que se me antojó extraña en tal situación- Siempre consigues sobrevivir. A todo- Suspiró con fingido pesar- Incluso pudiste sobrevivir al accidente del Valkyria. Eres un condenado estorbo, todo hubiera sido mucho más fácil si te hubiera dejado desangrarte en Decimus Tercia.

A esas alturas ya tenía unos cuantos datos: el asesino era una mujer, no muy alta y de poco peso, con una voz que no pegaba para nada con sus intenciones. Pero en cuanto pronunció el nombre de aquel planeta, supe inmediatamente con quién estaba tratando. La persona de la que menos había sospechado: Nix.

Algo en mi interior me dijo que era imposible, que todo era un sueño de mal gusto. Pero no era así, por supuesto. Maldita fuera esa condenada puta. Y pensar que era la médico del pelotón, que nos había salvado a todos tantas veces. Y pensar que llevaba con nosotros años, y ni siquiera nos dimos cuenta de que ella era la asesina.

- Siempre al lado de esa zorra Catachana- Susurró, pasando la hoja del cuchillo por las conexiones para el amplificador que tenía implantadas en la garganta- Ella era la que iba detrás del Mordiano, pero cambiaste el orden. 

Intenté hablar, pero no tenía el amplificador puesto.

- Sé lo que estás pensando- Sonrió. Era una sonrisa espeluznante y hermosa a la vez. A continuación puso voz de asustada y se llevó las manos al pecho. Lo clavaba, no me extraña que nos engañase a todos- ¡Nix! ¿Porqué haces esto? ¡Me salvaste en Decimus Tercia, patán de mí! ¿Porqué ahora nos traicionas?- Su tono volvió a ser el mismo de antes, dulce, sin su característico acento, letal- Puedo ver lo que piensas ¿Sabes?- Sonrió de nuevo, esta vez de una manera obscena. Nunca pensé que ella pudiera sonreir así- Es fácil, creéme, tu mente es demasiado simple.

Su acento había desaparecido. Me pareció imposible que alguien pudiera fingir durante tanto tiempo. ¿Y qué era eso de que podía ver lo que pensaba? Solo Cyntia podía hacer tal cosa, y era sólo porque era psíquica, y de las buenas.

Con una nueva y perturbadora sonrisa, Nix se agachó hasta la altura de mi oreja, casi tumbándose sobre mí y me susurró:

- La psíquica era otro estorbo. Interferir en su mente durante el último combate fue verdaderamente arduo- Mordió con suavidad el lóbulo de mi oreja. Entendí por que Cyntia no pudo encontrarme a través de nuestro vínculo psíquico, por que Nix había interferido en él. ¿Pero cómo era posible? Nix no era psíquica, ni nada parecido. Para mi sorpresa y, dando veracidad a su afirmación de que podía leer mi mente, Nix me susurró de nuevo al oído- No tengo capacidad psíquica, si es lo que estás pensando- Rió un poco en voz baja. Un sonido demasiado inocente para una mente tan perversa- Y pensar que aún no has adivinado el tipo de poder que me ayuda y al que sirvo...patético.

No podía pensar en un momento así, lleno de miedo y con la mente ocupada en encajar todo aquello. Pero una fugaz brisa de iluminación cruzó mi mente. Nix servía a los Poderes Ruinosos.

- Exacto, hombre de Valhalla- Se separó de mi cara y volvió a su posición inicial ¿Hombre de Valhalla? ¿Entonces Nix era también ``Ella``?- Veo que a pesar de todo conservas un mínimo de inteligencia. Aunque tu mente es demasiado caótica y desordenada- Entonces su voz se tiñó de un matiz de anhelo- Cuanto hubiera disfrutado si fueras mi marioneta....- Se pasó la hoja del cuchillo por la lengua- Pero eres imposible de controlar. Demasiado seguro de tí mismo, demasiado estúpido como para pdoer tomar tu mente.

¿Su marioneta? ¿De qué iba todo aquello? ¿Estaba tomándome el pelo antes de matarme? Aunque, teniendo en cuenta que servía a los Dioses Oscuros, me esperaba cualquier cosa. Sin previo aviso, Nix tomó mi amplificador de la cómoda y me colocó en la garganta. Sus dedos estaban helados, mucho más fríos que mi piel o que cualquier otra cosa que hubiera visto nunca. El amplificador se encendió con un poco de ruido blanco y un par de chasquidos. En cuanto pude hablar, me puse a gritar pidiendo ayuda, presa del pánico. Pero nadie se despertó. Me temí lo peor.

- No, no- Murmuró Nix mientras llevaba la punta del cuchillo a mi frente- Chico malo. No grites- Sonrió- No se van a despertar- De nuevo otro silencio. Mi mente intentaba procesar toda aquella información, y era un verdadero caos. Nix continuó- No están muertos. Me he asegurado de que reciban una dosis adicional de esporas morfeo, no se despertarán hasta dentro de unas cuantas horas. Pero para cuando estén en disposición de ayudarte, será demasiado tarde.

Intenté ganar tiempo. Y, de paso, sacar algo en limpio de aquella locura.

- ¿Y porqué demonios no me puedo mover?- Por suerte el amplificador no reflejaba el miedo que sentía. Tanto daba, ella lo sentía igual.

Ella esbozó una perturbadora sonrisa lasciva.

- Las agujas aplicadas en ciertas partes del cuerpo pueden tener efectos sorprendentes- Respondió sin más. Entonces me di cuenta de que sentía algo en los costados. Giré la cabeza, que era lo único que podía mover. Los laterales de mi vientre estaban plagados de agujas- La acupuntura sirve para algo más que para curar- Me sacó una de las agujas del costado derecho y me la mostró. Era larga y fina, metálica y, para mi sorpresa, no estaba manchada de sangre. De repente, y con un movimiento rápido que apenas pude ver a tiempo, me la clavó en la clavícula. Entonces no pude mover el cuello. Sintiendo mi terror, retiró la aguja con una nueva sonrisa y la devolvió a su lugar en mi costado- No sabes cuantas veces he soñado con esto.

- ¿Con qué?

- No te hagas el tonto- Pasó el cuchillo por mi amplificador, produciendo un desagradable chirrido metálico- El momento en el que te mato. El momento en el que, por fin, la vida del mayor estorbo con el que me he topado llega a su fin. El momento en el que esa zorra Catachana se convierte en un objetivo vulnerable- Definitivamente, Nix estaba loca. Pero estaba demasiado asustado como para exteriorizar tal pensamiento- Muchas veces sueño con la manera en la que os mato. Uno por uno. Y la tuya es siempre la más placentera- Se relamió. Y juraría que estaba moviendo su cadera de alante a atrás lentamente- A veces te abro la garganta- Trazó una línea vertical invisble desde mi barbilla hasta el final de mi cuello- Otras te abro en canal. Habiéndote suministrado antes una droga potenciadora del dolor, por supuesto- Un escalofrío de puro y sádico placer la recorrió de arriba a abajo- Pero sin duda alguna, la mejor de todas es cuando finjo tu suicido y todos piensan que no has podido aguantar la tensión. Apareces una mañana con un cuchillo clavado en tu pecho y tus manos sobre él- Colocó el cuchillo en vertical sobre mi pecho, la punta hacia abajo, y tomó mis manos para ponerlas sobre el pomo del arma. Puede que no pudiera moverme, pero el dolor sí lo sentía. Y en cuanto la punta de acero del arma traspasó unos milímetros de mi piel no pude evitar torcer el gesto y gruñir de dolor. Eso pareció complacerla.

Mi mente pensaba frenéticamente. Tenía que ganar tiempo, aunque supiera que ya estaba muerto desde hace rato. Quizás Cyntia o Gaask sentirían que estaba en peligro y acudirían a ayudarme. Pero era demasiado pedir, y, por desgracia, Nix era consciente de todo lo que pasaba por mi cabeza.

- Me gusta este cuerpo, es imposible sospechar de ella- Susurró. Al principio pensé que se refería al mío, pero en cuanto dijo lo de ``es imposible sospechar de ella`` me di cuenta de que se refería al suyo propio. No entendía nada- Oh, no pongas esa cara. Te lo explicaré. Morirás de todas formas, así que no representas ninguna amenaza- Acarició con su dedo índice mi barbilla, acosada entonces por una rala barba, fruto de tantos días sin tiempo para afeitarse- Tú no conoces a la verdadera Nix, Tristán- Se inclinó otra vez para hablarme al oído. Su aliento era cálido, bastante- ¿Cómo se llamaba? Ah, sí. Andrea di Venti, si no me equivoco. Una chica muy callada. No fue difícil hacerme pasar por ella, ni cambiar su nombre. En cuanto ingresé en este pelotón, ni siquiera comprobasteis si Nix era el nombre verdadero.

- En la ficha de servicio ponía que Nix Lherrer era tu nombre. Harakon. Veintitrés años, siete de los cuales en la Guardia Imperial- Repuse. Cada segundo que pasaba con aquella psicópata encima se alargaba eones. Eones de miedo y agonía. No sabía ni como podía soportarlo.

- Manipular a los humanos es demasiado fácil- Respondió en un susurro. Un momento, ¿Había dicho ``a los humanos``?- Os dejáis llevar por vuestros deseos. Y es tan sencillo...

- Manipulaste a un agente del Monitorum para que te cambiase el nombre. Lo que no entiendo es porqué hiciste eso.

Se encogió de hombros. Un gesto tan sencillo parecía algo lascivo e insinuante cuando lo hacía con ese tono de voz y su sonrisa.

- Nix me gusta mucho más- Ladeó la cabeza, como si lo estuviera pensando- ¿Sabes lo que significa Nix en dialecto Urhsi?- Negué con la cabeza. El Urshi es una lengua muerta que muy pocos en todo Namether saben. Y los que la conocen forman partes de sociedades tribales- Maldición, infortunio, condena. Interprétalo como quieras. Tiene su lado filosófico ¿No crees?- Posó sus manos sobre mi mano derecha, que a su vez estaba sobre el pomo del cuchillo y presionó un poco. La hoja de acero del arma se introdujo unos milímetros más en mi piel. El dolor era insoportable- Y ahora, me temo que debes morir. Ha sido un verdadero placer conocerte. Es una verdadera pena que tu mente esté tan trastocada como para que yo no pueda controlarla- Su semblante cambió de repente y se transformó en la habitual expresión de la Nix que yo conocía. Sonreía. Menuda ironía- Adiós, Tristán.

De nuevo aquello de ``marioneta``. Pregunté acerca de eso, preso de los nervios y el miedo. Por suerte, a ella le divertía -o excitaba, que no había manera de adivinarlo- responder a las preguntas de sus víctimas.

- Una marioneta se mueve según los designios de su amo. El que está al otro lado de los hilos conduce sus acciones y su pensamiento- Explicó, con mucho gesto de manos- ¿Debería ser distinto con los humanos?

No quería creer lo que me estaba diciendo. Tenía el control sobre una persona, probablemente del pelotón. Era impensable, de puro grotesco. Además, tampoco sabía quien era el controlado, y mi cabeza ya no daba para más. De repente, con parsimonia y serenidad, Nix apoyó su rodilla en un costado de mi cara y la puso de lado contra la almohada. Susurraba cosas. Al poco tiempo me di cuenta de que me estaba confesando todas las cosas que no podríamos hacer al no ser su marioneta. Todo ello salpicado de obscenidades y palabras que hacía tanto tiempo que no oía que ya las había olvidado. Intentando no escucharla, de manera que miré - como buenamente podía- la situación de la habitación. Todo estaba normal. Sumidos en la más tétrica oscuridad, el resto de mis compañeros dormían, ignorantes de la muerte que me daba alcance. Banhder, que debía estar en la cama de al lado, no estaba. Una idea que no me gustó nada cruzó mi mente, ¿Y si la marioneta de Nix era Bandher? Era lógico que lo hubiera escogido a él. Era listo y tenía una constitución de acero, además de estar curtido en el manejo de las armas. Pero no me hacía a la idea, me parecía demasiado improbable.

- Estoy muy cansada- Susurró un vez hubo terminado de exlicarme todas las posturas que quería haber intentado. No despegó la rodilla de mi cara- Obstruir el sondeo psíquico de esa niñata me agotó demasiado. Es poderosa, tuve que invertir gran cantidad de poder para la interferencia. Y eso por no mencionar lo que me costó infundiros la paranoia a todos.

¿Paranoia? ¿Se refería al estado en el que estaba mi pelotón el día del accidente? Si así fue...Inrah había muerto por su culpa. El miedo dejó paso a la ira, y comencé a insultarla con todo lo que sabía. No podía moverme, pero, de ser así, me hubiera encantado romperle el cuello.

- Estate quieto- Dijo, con un deje de aburrimiento en su voz- ¿Porqué crees que te he paralizado? Sabía de sobra que te darías cuenta tarde o temprano, y, como eres más fuerte que yo, lo más conveniente era dejarte así.

Maldita zorra, lo tenía todo previsto. Levantó su rodilla de mi cara y volvió a su postura original.

- Controlar vuestras mentes no fue fácil. Aunque uno a uno podría haberlo sido- Explicó, levantando la hoja del cuchillo de mi pecho y pasándosela por los dedos- ¿De veras que no ibas a investigar sobre ese repentino cambio de humor? Eres patético. 

Todo se iba descubriendo poco a poco. Había vuelto locas nuestras mentes con un objetivo: matar a alguien. Sabía que matarnos a todos era imposible, así que espero al momento exacto para transferir todo el poder de su control a una sola persona en una situación propicia: Inrah. Ella se suicidó, influida por el embrujo de Nix, y yo estuve a punto de hacerlo. El plan le había salido redondo. En cuanto consiguió su objetivo, cesó el control y todos volvieron a la normalidad. Por eso Nyria no se acordaba de haber dicho esas cosas sobre Inrah. Nix debió de darse cuenta de que lo había deducido todo, porque una pequeña y maliciosa sonrisa comenzó a asomar entre sus finos labios.

- No eres tonto, o al menos no tanto como pensaba- Iba a gritarle que se callase la boca, pero me desconectó el amplificador con un rápido movimiento- Sí, Inrah era uno de mis objetivos principales. Era la más lista de todo el pelotón y parte de la compañía, por lo que podía haberme descubierto relativamente pronto. Sin embargo, no encontré el momento adecuado para quitarla de en medio. Hasta entonces, claro. La oportunidad fue perfecta. Su mente confundida por sus sentimientos y debatiéndose entre el deber y sus deseos- Ronroneó- Ella se hubiera quedado con el deber si no hubiera intervenido, todos sabíamos como era. Así que, cuando la liberé de sus cadenas y se dejó llevar por sus deseos...el resultado no podría haber sido mejor- Encendió mi amplificador con un dedo- Ahora ya puedes hablar.

O sea que Inrah no había actuado así controlada por Nix, o al menos no del todo. Ella en realidad quería que todo volviera a ser como antes. Me sentí como un imbécil.

- Ha habido más intentos para matarnos, ¿Verdad? - Inquirí.

Ella rió por lo bajo. Era fácil ver que todo esto le divertía.

- Por supuesto. ¿Recuerdas Deciums Tercia? Oh, seguro que sí- Un malvado centelleo cruzó sus ojos. Uno verde y otro rojo- Supongo que también recordarás al primer francotirador Orko de la historia ¿No?- Rió despectivamente- ¿De veras sois tan estúpidos? ¡Un Orko francotirador!- Rió más aún. Sus carcajadas estaban teñidas de locura. Una vez se serenó un poco, continuó- Era yo todo el tiempo. Me separé de vosotros para acecharos y poder matar a la psíquica. Ella es también una amaneza para mí. Podría sentir que no soy humana, y todo se iría al traste.

Lo había admitido...¡No era humana! El miedo que sentía aumentó aún más. Si en realidad lo que tenía encima era un demonio...un ente siniestro y herético salido de las disformidad...Mis probabilidades de sobrevivir se esfumarían. Apartando los pensamiento negativos (con mucho esfuerzo) para poder serenarme, pensé en lo que había descubierto. Nix había intentado matar a Cyntia haciéndose pasar por el francotirador Orko, también manejaba a su antojo a uno de los miembros del pelotón y se había metido en mi cabeza, siendo lo que yo llamaba ``Ella``. Me pregunté si la visión de Nora era falsa. Pero mejor era preguntárselo a ella. Aunque mi voz sonó trémula y asustada, la pregunta fue clara.

- ¿La visión de tu planeta dominado por esa plaga?- Meditó la respuesta un par de segundos- Fue real. Solamente tuve que rebuscar en tu mente para encontrar algo que usar en tu contra. Y el recuerdo de esa pelirroja me vino de perlas- Se relamió y prosiguió con un tono de voz más bajo y sugerente- De esa manera conseguí introducir la locura en tu cabeza. Tanto miedo, tanta tristeza... fue delicioso- Se llevó un dedo a sus labios y se mordió la uña con suavidad- Me hubiera encantado conocer a esa mujer en persona.

Entonces Nora estaba viva de verdad. Lamenté estar tan cerca de la muerte. Hubiera dado la mitad de lo que me quedaba de vida por volver a verla. Pero no pude dedicar más tiempo a mis pensamientos, pues Nix devolvió el cuchillo a su lugar sobre mi pecho y el dolor volvió a acumularse en la zona. Jadeé cuando la sangre comenzó a salir poco a poco y a deslizarse por ambos costados de mi torso para caer al colchón. Negué enérgicamente con la cabeza, como si pudiera detener a Nix con aquel gesto. Quise gritar, pero ella me desconectó el amplificador otra vez.

- En fin, Tristán- Ronroneó- Hasta aquí llegamos- Sacó unos centímetros la lengua y lamió con pereza la yema del dedo índice de su mano derecha- Hubiera sido tan fantástico que fueras mío...qué pena.

Y dicho eso, de una manera tan provocativa y a la vez intimidante, acercó su cara a la mía mientras la hoja del cuchillo se hundía más y más en mi pecho. Poco a poco mis ojos se fueron cerrando, y lo último que vi, mientras Nix me daba el beso más macabro de mi vida, fue el tatuaje que ella llevaba en el hombro, que se transformaba poco a poco para convertirse en un signo de formas redondas y extrañas que brillaba con un fantasmagórico fulgor violeta. 

No podía morir, no así. No quería morir tan joven, abandonar la vida cuando apenas había comenzado a valorarla. Hasta hace poco solo había pensado en luchar y morir matando, en llevar el nombre del Emperador al más remoto confín de als estrellas, y en aquel preciso momento estaba con el hilo de mi vida a merced de la tijera del destino.  En cuanto el frío acero llegó a mis costillas, el dolor fue demasiado intenso, no podía aguantarlo más. Y lo peor de todo es que el resto pensaría que me había suicidado, presa del pánico y la tensión. Nyria, Inrah, Nora, Dael, Dante...mi hermano. Les había fallado.

Y en el último momento, cuando la lengua de Nix abandonó el abrigo de mis labios y el hilo de mi vida estaba a punto de desgarrarse, el Emperador me hizo caso por primera vez en mi vida. O puede que solo fuera obra del azar al que tanto venero. Nix había planeado todo aquello milimétricamente: Me había paralizado, había suministrado somníferos al resto y se había asegurado de que no gritase apagándome el amplificador. Pero había una incógnita de la ecuación que no había resuelto: Dael. Durante su estancia en su regimiento de Savlar, Dael había probado todas las sustancias de la Galaxia que pudieran comparase a las drogas, y había desarrollado así una resistencia tal a ese tipo de elementos que el somnífero de Nix apenas le había servido para dar una cabezada. 

El chasquido de una pistola y una irónica risa entre dientes anunciaron mi salvación. 

- Eh, zorra- Masculló Dael, adormecido todavía por el efecto de las esporas morfeo- La próxima vez, asegúrate de quitarte de en medio a los toxicómanos como yo. Esa mierda que me has dado no me ha servido ni para echar una siesta.

Nix volvió la vista poco a poco. Por suerte, el cuchillo dejó de atravesar mi pecho.

-Savlar de mierda- Susurró con desprecio tal en su voz que incluso yo me sentí ofendido- Tenía que haberte degollado cuando pude. Debería de haberte colgado del Sentinel con tus tripas como a Reks.

Dael elevó su pistola y apuntó a la cara de Nix.

- Eras la última en mi lista de sospechosos- Confesó Dael- Quién lo iba a decir. La guapa médica con heteroctomía...je, qué bien lo has disimulado.

Nix dejó escapar un siseo mientras sacaba el cuchillo de mi pecho y se daba la vuelta para plantar cara a Dael.

- Será un placer abrirte la garganta, tú siempre me has caído en gracia.

- Pues entonces- Dael rió entre dientes amargamente- Cuando te vea en el otro lado, hazme eso que le querrías haber hecho a Tristán.

- Estaré encantada- Y de repente, veloz como una centella, saltó de encima de mi cama hacia Dael, cuchillo por delante.

Ya sin el cuchillo taponando a herida, la sangre manó a borbotones. Mis ojos se cerraron, y lo único que pude discernir de la contienda fueron el sonido de la pistola de Dael bramando, el crujido de la puerta al derribarse de una patada y los gritos de alarma de los soldados que había por los pasillos. La sirena de alarma comenzó a sonar frenéticamente y varios desgarradores gritos de dolor resonaron por los pasillos, acompañados de los golpes sordos de los cuerpos al caer y el gorgoteo húmedo de la sangre al desparramarse.

Después, todo se volvió negro y el frío abrazo de la muerte llegó a mí.

++++++++++++++

El sargento Kalt Bandher tiró al suelo el cigarro que hasta hace poco había estado fumando. Era el sexto aquella noche, que se preveía larga. Sus heridas no habían sanado del todo, pero en cuanto fue capaz de andar, lo primero que hizo fue salir de los asfixiantes barracones de las cuevas para relajarse un poco. Y su idea de relajación se resumía en una caja de cigarrillos Benthianos y un poco de aire fresco. 

Había sido una semana demasiado dura. No se quejaba por los combates ni por las heridas, pues estaba más que acostumbrado. Pero perder a tres compañeros de golpe...no, nunca se acostumbraría a eso. A pesar de ser duro como una roca y veterano de incontables batallas, Bandher gaurdaba cierto apego hacia sus camaradas soldados, especialmente los que combatían en su unidad. Bastante tuvo con haber perdido a casi todo el pelotón a lo largo de los años. Ahora los pocos supervivientes estaban todos destacados en una sola escuadra. Sabía el Emperador lo que les aguardaba...

Bandher estaba dispuesto a seguir así toda la noche, pero de repente oyó como dos disparos resonaban en las cuevas, seguidos de los aullidos de la alarma y las voces de los guardias. Un grupo de soldados Khopeshitas avanzó a paso ligero hacia la entrada a las cuevas, fusiles láser en mano. Bandher echó a andar con paso renqueante hacia la entrada, preguntándose qué demonios estaba pasando ahí dentro. Los soldados se apelotonaba en todas y cada una de las puertas de acceso a las cuevas, por lo que no podía ver nada. Y, de repente,  la multitud vomitó a Nix de sus entrañas. Ella corría como una loca, seguramente yendo a avisarle de lo que estaba pasando. Se encaminó hacia ella, preparado para oírla gimotear incoherentemente con su particular acento sobre lo que estuviera pasando en los barracones.

Pero cuando pudo ver su cara con claridad, Nix no parecía asustada, ni mucho menos. Su cara era la mezcla perfecta y perturbadora entre una macabra sonrisa de locura y una mirada furibunda solo equiparable a las que Nyria les lanzaba cuando no estaba de humor. Aquello sorprendió sobremanera a Banhder, Nix era muy tranquila y rara vez esteriorizaba sus sentimientos, no digamos ya ir por ahí con esa sonrisa de loca y esa mirada asesina.

- ¡Nix!- La llamó, aunque le costaba levantar la voz- ¿Qué está pasando?

Pero ella no respondió. Siguió corriendo hacia él, y había desenfundado un cuchillo cuya hoja estaba empapada de sangre y pedazos de carne roja. No le cuadraba ¿Qué demonios de los siete infiernos estaba pasando?

Entonces, como respuesta a sus silenciosas preguntas, su comunicador se encendió. Era la voz de Dael, y había un buen revuelo de fondo.

- ¡Bandher!- Gritaba- ¡Nix es la asesina! ¡Repito, Nix es la asesina! ¡Cógela si la ves, o mátala!

En aquel momento, solo una cuestión existía en la mente de Bandher: ¿Nix, la asesina?

Y todo comenzó a cobrar sentido. De repente, una furia como nunca antes había sentido lo invadió, y se vio a sí mismo apretando los puños con tanta fuerza que los nudillos se le pusieron blancos. Todo su odio se canalizó hacia un único punto de su mente: La venganza. Si de verdad Nix era la asesina, ella era responsable de la muerte de sus amigos y camaradas soldados, y no estaba dispuesto a dejar tal abominación impune. 

Ella cargó contra él, pues estaba en su camino. Cuchillo en mano, saltó hacia el furibundo Bandher, clavándole el arma en el hombro izquierdo, pero, a su vez, Bandher la agarró del cuello en pleno salto y la lanzó contra el suelo con un sonoro golpe. Ni siquiera se inmutó por su herida, de la que manaba sangre a borbotones. Sin miramientos, se arrodilló sobre su torso y comenzó a descargarle una lluvia de puñetazos. Con cada golpe conseguía hacerla sangrar, pero las heridas no parecían ser todo lo graves que deberían haber sido. Bandher se preguntó a sí mismo por aquel extraño suceso. Pero eso no le impidó seguir dandóle puñetazos a aquella psicópata. Nix intentó zafarse, pero Bandher la tenía bien asegurada contra el suelo. ``O mátala``, había dicho Dael, y por supuesto que iba a hacer eso. Llevó su puño derecho de nuevo contra la barbilla de Nix, y su cabeza rebotó contra el suelo por el duro golpe. Otro golpe le causó un serio moratón en la mejilla izquierda. Bandher levantó ambas manos sobre su cabeza, juntas, dispuesto a dar el golpe de gracia y acabar con la vida de aquella desgraciada de una vez por todas. 

La venganza estaba tan cerca...

Unos pasos sonaron tras él, y su dueño se paró a unos escasos treinta centímetros de la espalda de Bandher, quien dejó caer la cabeza de Nix, hasta ahora agarrada por el cuello. El iracundo sargento se dio la vuelta para ver quién estaba detrás suyo. Sus ojos se toparon con los del joven Dante, que miraba la escena horrorizado.

- ¡Dante!- Exclamó él, cogiendo de nuevo a Nix por el cuello con tanta fuerza que ella apenas podía respirar- ¡Nix es la asesina! ¡Nos ha estado matando desde dentro!

Pero el muchacho no se movió, no dijo nada. Estaba horrorizado, embargado por el terror. Nix tosió, y la sangre que salió de su boca manchó su pecho y los pantalones de Bandher.

- Ma...mátalo- Dijo, con voz cascada pero cargada de autoridad.

- ¡Calla!- Otro puñetazo de Bandher fue directo a la nariz de Nix, pero algo detuvo su puño. La mano de Dante. Bandher giró su cabeza para mirarle a los ojos y espetarle que le soltase, pero se topó de frente con un cañón de pistola.

Ni siquiera pudo decir sus últimas palabras.

Una nueva oportunidad

Siendo fiel a la verdad, o más bien tanto como puedo serlo hoy día, he de confesar que no esperaba sobrevivir. 

Conozco perfectamente los puntos débiles de un ser humano, y Nix los conocía aún mejor. La zona donde el cuchillo había sido clavado era demasiado vulnerable, justo en el centro del pecho. Si no mueres por daños en la columna, los pulmones o el corazón, morirás desangrado. Lo tenía bien planeado, y, siendo conocedora de las técnicas de asesinato que conocía, me considero una persona más que afortunada por poder haber sobrevivido a aquel espantoso momento. Mi historia podría haber llegado a su fin ahí mismo, pero aún me quedaban muchas cosas que hacer, y otras tantas que sufrir. 

Lo primero que vi, tras la dura lucha que supuso la apertura de mis ojos, fueron los grandes y vivos ojos de Cyntia, que me miraban desde un lado de la camilla en la que estaba tirado, aguijoneado de inyectores de medicina y con tubos semitransparentes conectados a mi torso. No quise saber hasta donde llegaban. A mi alrededor, todo eran paredes blancas forradas de sellos de pureza, pergaminos con plegarias y alguna que otra foto en la que aparecían soldados tomándose fotos de grupo, las típicas que el mando te pide para publicidad civil. 

Todo el mundo estaba reunido en la habitación. Y con todo el mundo me refiero a mis camaradas de escuadra, a Mist y sus dos compañeros y a Gaask. También estaban Eneria y su guardaespaldas, Artaris, el de la cara cosida. No vestían sus armadura de Mirmidón (como es lógico), y en su lugar iban enfundados en sendos uniformes de un color gris oscuro, con una pistolera al cinto y el tradicional Kukri del SICOM en el otro lado.

No vi ni a Bandher ni a Dante.

- ¡Eh!- Exclamó Cyntia, que se inclinó de golpe hacia delante, poniendo su cara casi encima de la mía- ¡Ha vuelto en sí!

Todos se dieron la vuelta, pues estaban hablando entre ellos. No parecían muy animados. Se acercaron a mi camilla, intentando parecer contentos porque estuviera vivo. No digo que no lo estuvieran, pero en una situación así yo no tendría ganas de parecer alegre. Dael fue el primero en hablar. Tenía un vendaje manchado de sangre en la frente.

- Por fin te despiertas, ya temíamos que no fueras a hacerlo- Estaba cruzado de brazos, y me dedicaba una sonrisa burlona típica de él. Pero aún así podía ver que estaba cansado.

Cyntia cogió mi amplificador de laringe y me lo colocó, asegurándose de que las correas estuvieran bien atadas. Cuando terminó, me invitó a hablar con una sonrisa.

- ¿Qué pasó?- Fue lo primero que pregunté, sin rodeos ni nada por el estilo. Quería saber que había pasado con Nix, con Bandher y con Dante.

Todos apartaron la vista con aire pesaroso. Todos menos Eneria y Artaris, que se mantenían de pie, ella apoyada sobre la puerta, con los brazos cruzados y él a su lado, firme y con las manos sujetas tras la espalda. Fue ella quien habló primero.

- Nix, la médico de tu pelotón, es la asesina- Comenzó- Aunque supongo que ya sabes de eso. También resulta que no es humana, eso no sé si lo sabes. Se transformó en un demonio, un ente disforme, una diablilla, para que lo entiendas mejor, mientras huía. Mató a varios guardias e, incluso, civiles en su huida. Entre ellos el sargento Bandher. También hemos descubierto que el soldado Mylers, Dante, ha sido secuestrado por ella. O tomado como rehén, no estoy segura. Lo que sí sabemos de seguro es que lo controla con su magia impía, o algo de esa índole. En cualquier caso, la estamos buscando por todos los sitios posibles para capturarla o matarla directamente- Carraspeó- Siento lo del sargento.

Me quedé de piedra. Para mí Bandher era como Inrah, inmune a la muerte. Era un verdadero personaje, dándonos órdenes a gritos en el combate y actuando como si fuera nuestro hermano mayor mientras no combatíamos. Aunque, tras todos aquellos sucesos, su muerte no se me hacía tan extraña. Había visto a Inrah sucidarse delante mío, eso me había preparado para cualquier cosa. 

O al menos esperaba que así fuera.

Y lo de Dante...puede que ellos pensasen que Nix lo había raptado, pero yo sabía la verdad. Dante era su marioneta. ¡Claro! ¿Cómo no lo había deducido cuando me lo dijo Nix? Seré imbécil, él era realmente el candidato más adecuado: joven, con un cuerpo sano y fuerte y una mente manejable, y, lo más importante de todo, estaba tan enamorado de ella que obedecería sin rechistar. Dante era mi mejor amigo, pensar que un demonio se lo había llevado para poseerlo a placer y usarlo para quién sabe qué fines...eso me afectó más que la muerte de Bandher o los Arrano. Ellos por lo menos habían muerto rápido, a Dante le esperaba una eternidad de agonía. Me sentí inútil y desgraciado.

Yo podía hacer frente a cualquier cosa que pudiera matar, fuera con el arma que fuera, incluso con mis manos. Pero combatir a un demonio, a un ente salido de la disformidad...eso era otra cosa muy distinta a los apestosos Orkos o los deplorables cultisas del Caos.

- Nuestro pelotón ha quedado seriamente mermado durante esta campaña, Tristán- Era la priemra vez que el Capitán me llamaba por mi nombre. Aquello me sugirió que lo que me iba a decir era serio, y probablemente mucho- En vista de que apenas quedamos...siete miembros- Carraspeó, incómodo. El resto me miraba con una mezcla de preocupación y aplomo- Me he visto obligado a disolver el pelotón para redistribuir a sus componentes en otros pelotones.

- ¿Qué?- Estallé.

Cyntia me puso una mano en la frente para que me serenase.

- Tranquilo, no te fuerces, no es bueno para tu herida.

El Capitán hizo un gesto con su mano derecha para que le dejase hablar.

- No he terminado- Dijo- Aunque me duela, los pelotones a los que os reubicarán serán a los del SICOM. En vista de vuestro impoluto historial y vuestros años de servicio, han considerado que sois merecedores de ingresar en él. Cyntia puede elegir si entrar en él o no, aún está por decidir. Canaar, Meck y tú no sois ciudadanos Nametherianos, por lo que no tenéis derecho a decidir si entráis o no, lo siento si al final habíais cambiado de idea. Mañana seréis trasladados al cuartel del SICOM. Canaar ya está despierta, por lo que podremos llevarla, aunque sea en silla de ruedas, no te preocupes por ella.

Aquel día estaba lleno de sorpresas. ¿Nos habían aceptado finalmente en el SICOM? Un haz de esperanza se abrió paso entre toda aquella desesperación. Así que Eneria me había hecho caso.

- Si no le importa, Capitán, me gustaría hablar con los nuevos candidatos- Dijo Eneria. Luego miró a Mist y a su equipo, que asintieron y se retiraron en silencio. Mist me dedicó una sonrisa de ánimo- A solas.

El capitán suspiró, resignado e indicó con un gesto al comisario que lo acompañase. Ambos se retiraron junto a los otros tres SICOM y el guardaespaldas de Eneria. Una vez la puerta se cerró, Eneria comenzó a hablar. Ni siquiera se movió de la pared sobre la que estaba apoyada.

- Bien, vamos a ver- Señaló a Cyntia- Tú piénsatelo, me gustaría tener una psíquica de tu nivel en mi compañía. Nuestro Primaris murió durante los combates por la capital- Luego se dirigió a nosotros. Me fijé entonces en el brazo biónico de Cyntia. Era de muy buena manufactura, como me esperaba, seguro que su familia no había reparado en gastos- Durante esta campaña, Canaar, el Savlar y tú, Danherr, formaréis un equipo de operaciones encubiertas, ¿Estamos? 

- ¿Operaciones encubiertas?- Le interrumpió Dael.

Eneria meditó la respuesta un par de segundos.

- Operaciones especiales, encubiertas, da igual. Algo así como Mist y su equipo, para que te hagas una idea. Bien, continúo. No esperéis seguir formando uno tras esta campaña, pues pasaréis a formar parte de uno de nuestros pelotones. Teniendo en cuenta vuestra experiencia, es probable que, si lo hacéis bien como operaciones especiales, entréis en los granaderos de élite.

Aquello era demasiado ¿Entrar no sólo en el SICOM, si no también en uno de sus cuerpos de élite? Algo en mi interior me dijo que aquella campaña estaba mereciendo la pena al fin y al cabo. Me miré la muñeca derecha, donde descansaba la pulsera plateada de Inrah.

No, no merecía la pena. 

- Guau-Dael soltó un silbido de admiración- El SICOM, y el cuerpo de granaderos de élite, nada más y nada menos.

Él, al igual que yo, aún estaba flipando. Me pregunté como reaccionaría Nyria. Sin embargo, Eneria le cortó rápidamente el rollo a Dael.

- Eso si sobrevivís, claro está. La campaña por Khopesh apenas ha terminado. No sabes lo que os espera.

Dael se encogió de hombros, no es tan fácil bajarle la moral.

- No sabe usted por lo que nosotros hemos pasado, coronel- Sonrió y posó una mano sobre mi hombro. No sentí su tacto- ¿Verdad, Tristán?

Me encogí de hombros. Bien era cierto que habíamos pasado por lo indecible, tanto en el combate como fuera de él, y esto, de alguna manera, nos había fortalecido a los supervivientes. Pero la perspectiva de pasarlas canutas de nuevo no me era muy atractiva. Por primera vez en mi vida, me entraron ganas de retirarme e irme a vivir a Thander VII con mi padre. 

- Creedme que os esperan dificultades aún más grandes que solventar, no os creáis que lo que habéis pasado es el verdadero infierno- El tono de Eneria se volvió sombrío- Yo he vivido una invasión Tiránida de principio a fin. Y no sabéis lo que es eso. Muchos de mis compañeros enloquecieron- Puso cara de estar molesta- Ni siquiera teníamos la edad de Cyntia cuando ocurrió.

Cyntia levantó la mirada, como si la hubieran llamado.

- ¿Cuántos?-Preguntó.

- No es de vuestra incumbencia- Repuso Eneria, serena aunque con un destello de ira en la mirada- Combatí durante diez años para nada, pues perdimos el sistema. No debéis saber más.

Me pregunté si era posible para el SICOM perder un combate, no digamos ya, una campaña. La amenaza Tiránida era realmente algo a tener en cuenta. Yo había luchado contra una flota escindida en una ocasión. Una larga campaña de dos años al principio de mi ingreso en el pelotón. Dos años de tortura, casi sin dormir, con el estómago vacío y embadurnados de sangre y barro. Muchos murieron y otros tantos huyeron. Si yo pude aguantar fue solo por un motivo: Inrah.

- Bien, Danherr, Meck, Kyle- Se despidió Eneria- He de atender otros asuntos. Os quiero a vosotros dos y a Canaar mañana mismo en el cuartel SICOM del distrito de Szy- Luego se dirigó a Cyntia con una pequeña sonrisa de ánimo- Y tú, niña, piénsatelo ¿Vale?

Cyntia asintió y Eneria salió de la habitación. Dael no se lo creía, y hablaba sin parar, entusiasmándose más con cada palabra. Cyntia miraba por la ventana, pensativa y con un aire meláncolico nada común en ella. Me pregunté si estaba así por el traslado a las Amazonas, que competía en su mente con la posibilidad de entrar en el SICOM.  Una punzada de dolor me recorrió. Se estaba debatiendo entre el deber y sus deseos, aquello me trajo muy malos recuerdos. Me pregunté a mí mismo si hubiera sido posible para Inrah decantarse por seguir a sus sentimientos en vez de optar por elegir el deber. Negué con la cabeza. No, Inrah no podría haberlo hecho nunca, siempre había sido más leal al deber que a ella misma. Suspiré, y Cyntia se volvió para mirarme. Me tumbé en la camilla y comencé a recordar uno de los momentos de mi vida que más odiaba entonces. Por estúpido, por egoísta. Ahora pensar en aquello me dolía como si una lanza me atravesase el pecho. 

++++++++++++++++++++

Era viernes, o quizá fuera sábado o jueves. Quién sabe. Mi cabeza estaba demasiado cansada como para pensar

Salve_maria-peace_be_with_you

Salve maria-peace be with you

Esta parte tiene mucha más fuerza si se escucha esta música mientras se lee. Busca esta canción en youtube y escúchala hasta que acabes esta parte (ponla de nuevo si se acaba). Créeme que merece la pena. Sé que ya tiene nombre y no tiene nada que ver con este relato, pero, personalmente, me gusta pensar que es la canción de Inrah, un personaje lleno de tristeza y pena, al igual que esta canción.

en tales nimiedades. Mi cabeza, mi cuerpo y mi fe estaban demasiado cansados como para poder hacer nada.

El inesperadamente lujoso permiso que el mando nos había dado casi se me había antojado un insulto. No se nos podía compensar con tres días de permiso por lo que habíamos pasado durante los dos últimos años. Por muy mundo jardín que fuera aquel planeta, los placeres que nos brindaba no podrían cerrar nuestras heridas, ni revivir a nuestros camaradas caídos. Ni tampoco devolvernos la cordura que se nos había sido arrebatada. Dos años cara a cara con la muerte, viviendo en las peores condiciones imaginables. Luchando sin parar, sin dormir, con el estómago vacío y notando como tanto nuestra fe en el todopoderoso Emperador como nuestra cordura era reducida poco a poco, pero inevitablemente. No podían compensarnos con tres días de estancia en hoteles a pie de playa y camas limpias de blancas sábanas. 

No podían compensarnos, pero lo agradecíamos enormemente.

Estaba tumbado en mi cama, una bastante grande, de estructura de madera pulida y mantas de seda blanca de agradable tacto. Pero el placer era lo último en lo que podría pensar. Solo quería descansar, sanar mis heridas y olvidar. Sobretodo olvidar. 

En cuanto a mis heridas, tuve mucha suerte, no eran todo lo graves que hubieran podido ser. No me rompí ni perdí ningún miembro, ni mi cara fue desfigurada por el icor tiránido ni por la metralla o el bioácido. Sí, definitivamente tuve mucha suerte. Los únicos recuerdos de los dos años que pasé en el infierno eran una gran cantidad de cicatrices repartidas por todo el tronco y mis homóplatos, causadas por garras, dientes y ácido. Mi pecho y estómago no volverían a ser lo mismo, y los abdominales que tanto me habían costado definir, ya fuera por diversión o aburrimiento, habían quedado desfigurados. El tatuaje que tenía en el hombro derecho, con el nombre de Nora, había sido eilimado totalmente de mi cuerpo, junto a la carne en la que estaba grabado, por supuesto. 

Pero, como ya he dicho, podía estar peor.

Tan profundamente estaba sumido en mis reflexiones internas, que no advertí la llegada de Inrah a la habitación, seguida  por un suave portazo. 

- ¿Tristán?- Susurró. El cansancio era palpable en su voz, y en las ojeras que colgaban de sus preciosos ojos. Pero todos estábamos así, o mucho peor algunos. Me di cuenta de que se había cambiado el vendaje del brazo izquierdo y se había puesto la camiseta de tirantes gris del uniforme para los permisos. Los arañazos y las cicatrices contrastaban mucho con su piel, morena y cálida. Se encaramó a la cama, que era de matrimonio por petición de ambos, y me puso una mano sobre el pecho- ¿Estás bien?

Asentí lentamente y crucé las manos tras mi nuca, flexionando también la rodilla izquierda, con el pie sobre el colchón. 

- Sí. Solo estoy cansado- La miré y acaricié con un par de dedos su mejilla- Pero tú sabes igual que yo como estoy.

Asintió, mientras inclinaba su cara contra mi mano. Inrah nunca había sido una mujer romántica, pues la mayor parte de su vida se había llevado a cabo en la Guardia, y las costumbres civiles eran inútiles en su mayoría allí. Sin embargo, al haber pasado conmigo tanto tiempo, las pocas maneras civiles que me quedaban se le habían pegado.

- Todos estamos igual- Respondió. Se acercó a mí y puso una de sus piernas sobre las mías.

En cualquier otro momento de mi vida en el que estuviera a plenas facultades físicas y mentales, aquella situación hubiera sido de lo más agradable y relajante. El sol dándome en la cara a través de los amplios y limpios ventanales, Inrah pegada a mí y con sus piernas sobre las mías, y ambos tumbados en una comfortable cama. Pero, claro, cuando uno sale de un planeta infestado de bestias y cadáveres, no tienes ganas de nada. Solo de descansar y olvidar.

- ¿Qué quieres hacer hoy?- Preguntó tras un silencio demasiado largo como para hacerse incómodo- Tenemos tres días para nosotros solos. Aprovechémoslos.

Y era cierto, tenían que ser aprovechados. El resto del regimiento, así como los soldados de los otros regimientos junto a los que combatimos, estaban en la ciudad, pasándoselo lo mejor posible en casinos, museos, salas de fiestas...todo lo que a mí no me gustaba. Pero era el primer día, el viaje había sido largo y yo estaba demasiado cansado tras la campaña como para ir de turismo.

- Descansar- Dije, sin más.

Ella suspiró.

- Oh, por favor- Protestó, sin muchas ganas- Son los primeros días que tenemos libres de peligro de muerte y luchas incesantes...por favor, Tristán, vayamos a algún sitio- Se sentó en la cama y señaló por la ventana- Me di cuenta de que se había soltado el pelo, que era de color castaño oscuro- Podemos ir a la playa. Sería la primera vez que voy, tengo muchas ganas.

Pese a su insistente mirada, cargada de un atisbo de impaciencia un tanto infantil, aunque recomfortante, me negué a salir aquel día. 

- Venga, por favor, vayamos- Volvió ella a la carga- Si lo que buscas es traqnuilizarte, los paseos por la orilla tienen fama de relajantes.

- Hoy no, sólo hoy- Me excusé. Le di un beso para que no se lo tomase demasiado mal. Pero incluso a mí me supo a falso- Llama a Cyntia y ve con ella, mañana te prometo que iré contigo.

Ella suspiró.

- De acuerdo, llamaré a Cyntia- Me acarició la barbilla- Pero mañana ven, por favor.

Asentí, aunque no tenía ninguna gana de levantarme de la cama en todo el permiso. Por suerte, ese fue nuestro famoso permiso de tres meses.


Pero aunque al final fuí a la playa con ella, y todo lo que quiso, hoy día me odio por ello. Tenía que haber aprovechado cada momento con ella, y no tratarla de manera tan fría. A pesar de su manera de comportarse, tan fríamente militar y correcta, Inrah era una persona dulce y afectuosa. Comienzo a pensar que sólo empecé a valorarla a partir de su muerte.

Eso me hace odiarme aún más.


++++++++++++++++

- ¿Tristán?- Cyntia me sacó de mis recuerdos con la misma facilidad con la que podía acaparar toda la atención de la gente que la rodeaba. Se había plantado delante mío, y sus grandes ojos estaban a tan solo un palmo de los míos, que no tendrían un muy buen aspecto entonces.

Siempre me ha dado vergüenza estar delante de alguien de buen ver, aún a sabiendas de que no soy un horror, así que no pude evitar sentirme incómodo frente a la incansable mirada de Cyntia. Puse una mano en su rostro y la aparté de mí sin hacer demasiada fuerza.

- Estoy bien- Me disculpé, sin demasiadas ganas- Solamente estoy algo cansado.

Ella se sentó a mi lado en la camilla, con toda la confianza del mundo, cosa que ni estaba fuera de lugar ni me molestaba, todo sea dicho. Suspiró.

- Cualquiera estaría cansado, no me extraña. Todo ha pasado tan de repente...¡Y tan inesperado!- Tuvo un escalofrío- Y pensar que Nix era la asesina. Ella que tantas veces nos ha salvado la vida. Qué irónico, ¿No?

Mientras me daba la brasa, me di cuenta de que Dael se había ido ya. Cyntia seguía rajando, sin darse cuenta de que no le estaba haciendo ni caso. Quizá hablaba tanto con la intención de tranquilizarme, quién sabe. Me saqué un cigarrillo y lo encendí. Ella puso mala cara y se calló.

- No deberías fumar- Me reprendió- Las Adeptas han dicho que tienes los pulmones en muy mal estado. ¿No te basta con el humo y la polucción que inhalas en el combate que tienes que fastidiártelos aún más fumando?

No me gusta que me digan que no debería fumar. Lo más normal sería que le mandase a la mierda de la manera menos educada posible, pero Cyntia parecía ser una excepción al trato habitual. No sé si es por que es más joven que yo, por que me cae bien o por que no está acostumbrada a que le hablen más. Intenté no pegarle un bufido.

- Fumo cuando quiero- Y le pegué una calada al cigarrillo para dar más enfásis a mis palabras. Sopesé la atractiva idea de echarle el humo en la cara y reírme de de ella un poco, pero al final no lo hice.

- Como quieras- Se encogió de hombros- Como sigamos así, ese amplificador de laringe te lo tendremos que cambiar por un pulmón auxiliar.

Di otra calada, ésta bastante larga.

- Todavía queda mucho hasta eso- Zanjé.

- En serio- Volvió ella- ¿Tú sabes lo que llevan los cigarros?

- Que te jodan a tí, al relleno de los cigarros y a las Adeptas- Gruñí. Cyntia frunció el ceño, más ofendida que enfadada. Sabía que con ella me podría pasar cuanto quisiera, ya que Cyntia no iba a pegarme o a seguirme el rollo como haría Nyria, pero decidí no tomarle el pelo más e ir al grano, pues quería preguntarle algo- Oye, ¿Qué te pasa con la solicitud para el SICOM? ¿No quieres entrar o tu padre no te deja?

Eso último del padre lo dije en broma, muy a mi pesar, no podía resistirme a vacilarla un poco. 

- No es cosa de mi padre- No pareció ofendida, puede que se lo hubiera tomado en serio y todo- Ya sabes que he solicitado un traspaso al regimiento de Amazonas ¿No?

Así que era eso. Asentí.

- Si entro en el SICOM no podré irme con las Amazonas, y viceversa.

Me rasqué la nuca, aquello me estaba haciendo pensar.

- Entonces- Me aventuré- Lo que quieres es entrar en las Amazonas, y a la vez en el SICOM, ¿Cierto?

- No era difícil de comprender- Contestó ella con una sonrisa divertida. Siempre me he preguntado si mi escasa inteligencia es lo que hace a los demás acercárseme.

- ¿Mirina tiene algo que ver?- Pregunté, de golpe, sin miramientos. 

Cyntia se puso colorada, muy colorada. Se llevó las manos a las mejillas y desvió la vista. 

- ¡No! ¿Quién es esa?- Fingió. Una actuación penosa para alguien de su talento, todo sea dicho.

- Te vi hablando con ella el otro día- Mentí, basándome en lo que me había contado Nyria- Estamos solos, no me vengas con rodeos y excusas.

Ella volvió la mirada de nuevo hacia mí y asintió.

- Así que era eso- Murmuré- ¿Algún motivo más aparte de ese?

Entonces, su rostro se volvió mucho más serio, y asintió con aplomo.

- Tenía miedo del asesino.

Asentí. Aquello era perfectamente normal, sobretodo tratándose de Cyntia. Nix había dicho que ella era la siguiente, me alegré de haberla descubierto a tiempo. 

- ¿Qué harás?

- Ese es el problema. Sólo se te da una oportunidad en la vida para entrar en el SICOM, si te la dan, claro. Pero, por otro lado, también quiero entrar en las Amazonas.

- ¿Sólo por ella?- Aventuré. Me parecía un motivo absurdo.

Para mi sorpresa, Cyntia respondió con inesperado arrojo.

- Yo también tengo derecho a estar enamorada- Ni un titubeo, ni una mirada baja. Me pregunté si había tocado una fibra sensible.

No me gustaba hablar sobre esos temas, menos aún cuando había algo serio entre medias. Cyntia parecía decidida a plantarme cara si decía algo en contra, así que me pareció que lo mejor que podía hacer era darle la      razón y recordarle que el SICOM era lo mejor a lo que podíamos aspirar, tanto ella como yo. Mi consejo no surtió efecto alguno y, tras una media hora de charla indeterminada, Cyntia se fue con el pretexto de tener que hacer algo.

Yo no me tragué su desganada excusa, pero lo dejé estar. Me habían entrado unas ganas tremendas de estar solo y poder pensar un poco. Me tumbé boca arriba y tendí la mano derecha hacia el techo, mirándome la pulsera plateada de Inrah. No fue con una intención determinada, si no más bien como un acto reflejo, algo que hice sin pensar. 

Cuánto hubiera dado por que siguiera viva. Siempre me hablaba sobre el SICOM y lo que daría por entrar en él. Y justo cuando tenía la oportunidad de entrar, muere. Qué ironía.

Suspiré y bajé el brazo. Eneria había dicho que mañana debíamos presentarnos en el cuartel que el SICOM tenía allí, y que era de los pocos que había en esta zona del contiente. Por lo poco que sabía sobre su despliegue en Khopesh, el segundo regimiento del SICOM se había repartido por los dos continentes que conformaban Khopesh, con la intención de apoyar a las fuerzas Imperiales de la zona y llevar a cabo operaciones encubiertas de máxima prioridad. Como, por ejemplo, esa en la que se cargaron a uno de los Kaudillos que dirigían a los Orkos del continente norte. No dieron más detalles, simplemente dijeron que uno de los Kaudillos pieles verdes había sido eliminado por un equipo de élite del SICOM. No publicaron sus nombres, lo cual, supongo, lo hacen para mantenerse tras ese velo de misterio y secretismo que nos hace pensar al resto de soldados regulares que el SICOM está compuesto por súper-hombres.

Desvié la mirada hacia la ventana. El sol ya comenzaba a ponerse, y en mi estado, si tenía que andar al siguiente día, juzgué oportuno dormir todo lo que mi magullado cuerpo y mi alterada mente me dejasen. Mientras intentaba conciliar el sueño, apareció la maravillosa idea de enviarle una carta a mi hermano con toda la información que me pareció necesario transmitirle, la cual, no era poca. Era una idea que, francamente, me daba demasiada pereza, y así el sueño llegó antes.

SICOM

El día en el que pasaría a formar parte del SICOM no podía empezar de una manera más inesperadamente mundana. 

Me desperté solo, sin que nadie me sacara de la cama a rastras o a gritos, lo cual me mantuvo bastante perplejo hasta que miré el reloj de bronce que había clavado en la pared: Eran las cinco de la mañana. Como era obvio,  esperaba que vinieran a por nosotros bastante pronto, pero aún era demasiado pronto para ese ``pronto``. Tuve que contentarme con mirar por la ventana hasta que alguien viniera a retirarme los tubos que tenía conectados al pecho. Al fin, tras dos horas de aburrida espera, mirar por la ventana e intentar controlar los espasmos de mi pierna biónica, alguien llamó a la puerta. 

- ¡Adelante!- Dije, esperando que se me pudiera oír a través de la puerta.

La puerta, de madera clara, se abrió con algo de brusquedad y entró alguien. Cuando volví la mirada de la ventana, me di cuenta de que no era una Adepta. A menos que las Adeptas lleven armaduras de caparazón negras con los símbolos del SICOM, claro. Pero no, no era una Adepta, sino Mist, lo cual me sorprendió, y para mal, porque estaba esperando a alguien que pudiera quitarme los tubos y agujas que tenía conectados a mi cuerpo.

- Buenos días, Danherr- Saludó al estilo militar. Llevaba el casco apoyado en el brazo izquierdo, con la mano sujeta al cinturón- No te esperaba despierto, dí por hecho que seguirías durmiendo, estabas rendido. Me complace ver que no ha sido así.

- Aquí somos duros- Contesté. Incluso a través del amplificador mi voz sonaba ronca- Estoy acostumbrado a no dormir, un puñado de horas de sueño las considero un regalo.

Mist sonrió un poco en señal de acuerdo. Sabía que ella había pasado situaciones mucho más complicadas que las mías, y la miraba con una mezcla de admiración y envidia. 

- Eso te vendrá bien, pero podías haber aprovechado. Dentro de poco no tendrás mucho tiempo para dormir.

- Lo sé.

Mist dejó su casco colgando del perchero que había al lado de la puerta y se apoyó en la pared que estaba a mi derecha, cruzando sus brazos a la altura del pecho.

- No esperes luchas encarnizadas en campo abierto, ni nada por el estilo- Dijo, mientras consultaba algo en la placa de datos que llevaba en el brazal derecho.

- ¿Qué quieres decir con eso?- Pregunté.

- Que esto no será una guerra a gran escala, ni mucho menos. Una guerra secreta, si acaso- Me respondió ella, con serenidad- Hemos recibido informes...da igual, os lo explicaremos a todos más tarde.

Asentí. Me daba por satisfecho con que me lo explicaran, aunque fuera luego. Pero había una cosa que quería preguntarle, y que llevaba un tiempo dándome vueltas a la cabeza.

- ¿Han admitido a alguien más?

Mist levantó una ceja.

- ¿Perdón?

- Que si alguien más de mi regimiento o algún otro ha sido admitido en el SICOM.

Ella asintió con parsimonia.

- Sí- Consultó la placa de datos que llevaba en la muñeca derecha- Tres Skianos y dos granaderos de la sexta compañía de tu antiguo regimiento- Hizo una breve pausa- También se les ofrecieron plazas a siete Amazonas, pero sólo una de ellas aceptó.

Ni siquiera me sorprendió, las Amazonas eran racistas y muy desconfiadas, lo raro es que una de ellas aceptase. Sin darme cuenta, me habían entrado ganas de conocer a aquella desertora de la doctrina de las Amazonas.

- Ah, por cierto, de parte de la Coronel- Dijo de repente Mist. Por su expresión, acababa de acordarse de ello- Te da las gracias por haber convencido a Kyle, acabamos de confirmar su admisión esta misma mañana. 

¿Cyntia había terminado aceptando la solicitud? Bueno, al menos no tendríamos que dejarla atrás, he de admitir que sus dotes de psíquica son muy útiles, y su compañía, agradable. La gracia de todo aquello era que yo no la había convencido de nada.

- Una psíquica Eta Plus nos vendrá de perlas, nuestra compañía perdió al Primaris la semana pasada en Ardäis.

- ¿Queréis hacerla Primaris?- Solté. Nosotros no la habíamos llevado más alto por su miedo al combate y sus maneras civiles.

Mist se encogió de hombros con indiferencia.

- Tiene un nivel psíquico alto y el poder suficiente para controlarlo, sería un desperdicio no desarrollar su potencial.

Asentí. Razón, desde luego, no le faltaba.

Seguimos hablando durante unos minutos hasta que llegaron un par de Adeptas, seguidas por un servidor-camilla que transportaba útiles de operación y frascos rellenos de líquidos de variopintos colores y aromas medicinales. Entablaron una breve conversación con Mist para decirle que debía abandonar la sala mientras me extirpaban los tubos y las agujas, pero ella les enseñó su identificación del SICOM y entonces cerraron la boca. 

El proceso de retirada de los aparatos médicos duró un par de horas, y, en toda la operación, Mis no desvió la mirada del trabajo de las Adeptas, aunque, eso sí, esbozando de vez en cuando muecas de asco. No quise saber qué era lo que me estaban haciendo. Cuando terminaron, me dieron uno de los frascos, que contenía un fluído rojo intenso, con una tapa plateada remachada con el símbolo del Águila Bicéfala. 

- Tómate esto al mediodía, es para retirar los químicos del sedante en tu sangre- Me dijo la Adepta que me lo dio, una mujer más bien bajita, de pelo marrón y largo.

Tomé el frasco y lo guardé en uno de los bolsillos de mis pantalones. Las Adeptas se largaron de la misma manera de la que habían llegado, es decir, en silencio y sin llamar la atención. En aquel hospital había muchos heridos graves, y no convenía despertar a ninguno por su propio bien. En cuanto la puerta se cerró, Mis se despegó de la pared sobre la que había estado apoyándose y me pasó mi camseta de tirantes. No pude evitar fijarme en el brillo de repulsa que cruzó sus ojos al posarse sobre las heridas de mi torso.

- Cuántas- Dijo ella para romper el incómodo cruce de miradas.

Me pasé una mano por el pectoral derecho, el cual había desaparecido debido a una descarga de icor ácido Tiránido.

- Lo sé- Me puse la camiseta- Me gusta pensar que me hacen parecer más duro.

Ella asintió.

- Sin duda alguna. Por cierto, bonita pulsera, parece mentira que te pueda quedar bien algo que está pensado para una chica.

En realidad, el tío al que se lo había comprado me dijo que valía tanto para hombres como para mujeres, pero no debía de notarse mucho.

Reí su gracia por educación y luego salimos del Hospital, donde nos esperaba un Chimera negro con marcas grises y el símbolo del SICOM en los laterales. Un par de soldados del SICOM estaban apoyados sobre el chasis del transporte, fumando. Estaban ataviados con la armadura de caparazón negra del SICOM y sus cascos tenían un visor que les cubría media cara, con una gran lente roja en el lado derecho y un cúmulo de lentes mucho más pequeñas del mismo color en el izquierdo. Dí por hecho que era el casco de piloto el SICOM.

Dael estaba sentado en el interior, junto a los tres Skianos y los dos de mi regimiento que Mist había mencionado. Nyria también estaba dentro, sentada junto a Dael. Estaba bastante pálida, con el torso rodeado de vendas y unas ojeras horribles. No tenía buen aspecto, pero al menos parecía poder hablar. Cuando me vio entrar, me recibió con una sonrisa cansada y me tendió un puño para que lo chocase con el mío.

- Ya te echaba de menos- Murmuró. Tenía la voz ronca.

Choqué su puño.

- Lo mismo digo.

Me senté a su lado. Entonces me acordé de la Amazona que había acepatdo la entrada en el SICOM.

- ¿Sabéis algo de la Amazona?- Les pregunté a Dael y a Nyria.

- ¿Qué Amazona?- Nyria puso cara de asco.

Sin embargo, Dael, como siempre, estaba bien informado. Asintió y señaló con disimulo a una chica joven, de pelo negro y largo, con vetas verde esmeralda, que estaba sentada en frente de uno de los Skianos. Estaba vestida de civil, con una camiseta lisa blanca y unos pantalones rojos. Leía a través de unas pequeñas gafas de montura negra y cristales rectangulares. No di crédito a lo que veía ¿Esa era Mirina?  Estaba acostumbrado a verla en uniforme, o vestida con su extraña armadura, mezcla de túnica de lino blanco y armadura de caparazón. 

- ¿Esa es...?- Pregunté.

Dael asintió de nuevo.

- Sí, la elecrán de Atalanta.

Nyria abrió los ojos como platos.

- ¿Esa? ¡No me jodas!

- La última vez que la vi, estaba repartiendo estopa entre los Orkos en Khardago, armada tan sólo con unas nudilleras- Se encogió de hombros- Claro, que, unas nudilleras de energía son mucho más letales que unas nudilleras de cuero. No veas las hostias que pegaba.

Algo me dijo que Cyntia se sentía protegida estando con ella, normal que no quisiera separarse de Mirina. Tenía ganas de ver la cara de Cyntia al ver que Mirina era la Amazona que había aceptado el ingreso en el SICOM. A todo aquello, me pregunté donde demonios se había metido Cyntia. No me dio tiempo a pensar más sobre el tema, pues Mist entró en el Chimera y este arrancó cuando ella avisó al piloto. 

Los Skianos hablaban animadamente entre ellos, aunque poco les duró, porque al poco de arrancar, uno de ellos sacó unos naipes con fotos de cuestionable legalidad y se pusieron a jugar al póker. Los dos que eran de mi regimiento estaban hablando con Dael, y Nyria simplemente no estaba como para hablar. Estuvo dormitando un rato, intentando controlarse para mantenerse despierta, y así estuvo todo el viaje.

- Qué testaruda es, ¿Eh?- Me susurró Mist desde mi derecha.

- Dímelo a mí. Oye, Mist, ¿Dónde está Cyntia?

Ella se encogió de hombros.

- Supongo que vendrá por su cuenta.

Y durante el resto del viaje, el cual duró casi una hora, estuve hablando con Mist y lanzando miradas fugaces a Mirina, que leía, tranquila, en su asiento. No la miraba por ningún motivo en especial, sino más bien solo por curiosidad, para hacerme una idea de los gustos de Cyntia, los cuales, al parecer, no eran para nada malos.

Cuando desembarcamos nos encontramos con un gran edificio gris oscuro, con ventanales negro y un Águila Bicéfala sobre una gran puerta automática. Parecía ser que todos los edificios del SICOM eran iguales. Mist nos guió a través del portón y nos llevó hasta el ascensor, lo suficientemente grande como para que todos cupiéramos sin estar apretujados. No había ni música de espera ni nada por el estilo, solo paredes grises y un espejo demasiado limpio para mi gusto. Después, Mist nos condujo a través de varios pasillos, los cuales albergaban varias oficinas. Cuando finalmente se paró frente a una puerta, nos dijo:

- Bien, aquí se les dará la información necesaria- Abrió la puerta usando su tarjeta-llave y esperó a que todos estuviéramos dentro para cerrar la puerta tras de sí.

La sala era como el resto del edificio por dentro: paredes de color gris claro y un amplio ventanal de cristales negros al fondo. había unas cuantas sillas de madera oscura y una holomesa enfrente de ellas. Ocupamos nuestros asientos a una orden de Mist. A los tres minutos entró Eneria, acompañada por Artanis y Ulrik, que se mantuvieron firmes detrás de ella, con la vista al frente. Advertí, casi sin darme cuenta, la disimulada sonrisa que Eneria le mandó a Mist, en señal de agradecimiento, reconocimiento o un simple saludo. Eneria nos miró con seriedad y comenzó a hablar con toda la profesionalidad y elocuencia que cabía esperar de su rango:

- ¿Sabéis porqué estáis aquí?- Ninguno respondimos, ya fuera por miedo o por respeto. Lo cierto es que Eneria desprendía un aura de respeto que ninguno podíamos ignorar- Estáis aquí porque se os ha dado la oportunidad de entrar en el SICOM. Estad orgullosos de vosotros mismos, y olvidad vuestra vida pasada. A partir de hoy comenzáis con las pruebas de acceso. Son arduas, pero estoy segura de que la mayoría de vosotros conseguiréis superarlas- Por un momento, su vista se centró en Nyria, que estaba mirándola con los ojos entornados, intentando concentrarse- Bien, ahora la cabo primero Tahira os conducirá al gimnasio para haceros unas pruebas físicas. Meck, Danherr, Canaar y Täriva, quedaros aquí.

Aquello no me gustó un pelo, pero no dije nada. También pude ver la inquietud en los rostros de dael, Nyria y Mirina, aunque esta última estaba mucho más serena que el resto. Mist se levantó, abrió la puerta y condujo a los otros cinco fuera de la sala. Antes de cerrar e irse, miró a Eneria y asintió. Me pregunté qué demonios se traían entre manos. Una vez la puerta se cerró, la severidad de la mirada de Eneria se suavizó, aunque sin desaparecer, y se sentó en la mesa que estaba detrás de ella. 

- Bueno, doy por hecho que vosotros sabéis de que va todo esto, ¿No?

Eneria se había cruzado de brazos y piernas, y sus dos acompañantes habían relajado un poco su postura. 

- ¿La asesina?- Inquirió Mirina.

Eneria asintió.

- Eso es. Vamos a encontrarla, cueste lo que cueste. Tenemos los medios...y la información- Se levantó, encendió la holomesa y nos hizo levantarnos. Dael se ocupó de Nyria, que tenía que ir en silla de ruedas, por poco que le gustase.

La holomesa se encendió con un fulgoroso brillo verdoso, mostrando el sector de Namether donde Khopesh se encontraba. En el sector había tres planetas habitados: Khopesh, el más alejado, Ogygia, un mundo jardín muy conocido en todo Namether, lugar de recreo de ricos y nobles, y Famm, un mundo agrícola sin nada que destacar. Eneria señaló a Ogygia, y la imagen se centró en el planeta. El planeta en sí era un titánico océano salpicado de islas, unas más grandes que otras.

- Aquí- Dijo Eneria- Ogygia. Hemos recibido informes de personas que llevan el mismo tatuaje que Nix. En cuanto tuvimos esa información, la enviamos a todas nuestras centrales para mantenerles informados sobre el aspecto de Nix, de esta manera hemos llegado hasta aquí. Me siento afortunada, sinceramente.

Ir a un mundo jardín para buscar a Nix y sus posibles compañeros...he de admitir que aquello me defraudó un poco. Yo esperaba incursiones a gran escala, ataques a bases subterráneas y demás elementos de la guerra urbana. No porque me gustase, si no porque eran los tipos de guerra que yo conocía y sabía manejar, una ``guerra secreta``, tal y como Mist había dicho, no me hacía ninguna gracia. Dita sea, no se me dan bien el sigilo y el disimulo, yo soy de esos que escogen el camino más rápido, no me gusta andarme por las ramas, nada de charlar con el enemigo y conocerle. No, yo soy de esos que primero disparan y luego preguntan. 

- He acordado con mis oficiales en que vosotros forméis un grupo- Explicó Eneria- Para infiltraros en Ogygia como si fuerais turistas normales para que confirméis nuestras sospechas. En el caso de que sea así, no podremos arriesgarnos a una operación a gran escala, por lo que tendremos que eliminarlos en silencio y sin causar alboroto. Destruir sus bases y refugios, matar a sus líderes...ese tipo de tareas- Levantó la barbilla con autoridad- Estoy segura de que este trabajo está a vuestro alcance, no me decepcionéis, o tendremos un problema. Tanto vosotros como yo- Se puso de pie, pues había estado apoyada contra la holomesa, y se echó el pelo hacia atrás. Cuando despegó la mano de su cabellera, un mechón de pelo cayó sobre su rostro- Cuando Kyle llegue, os daremos más información sobre vuestro despliegue y misiones. Sé que no estáis en estado de prestar demasiada atención, pero no tenemos más tiempo. El carguero en el que iréis a Ogygia saldrá mañana por la tarde.

O sea, que ya tenían preparado nuestro vuelo y todo. En fin, por algo son el SICOM.

- ¿Dónde está Cyntia?- Preguntó Dael, con los antebrazos apoyados sobre el reespaldo de la silla de ruedas de Nyria- No ha venido con nosotros.

Esta vez fue Artaris quien habló.

- Vino por la mañana, muy temprano. Ha estado hablando con vuestro antiguo capitán hasta hace una media hora, estará al llegar.

Miré a Mirina. Estaba de pie a un lado de la holomesa, mriando los datos sobre Ogygia, con los brazos cruzados y los ojos entrecerrados, probablemente pensando en cualquier otra cosa que no tuviera nada que ver con el mundo jardín. Pareció advertir mi mirada, así que desvié la vista de nuevo, esta vez hacia Artaris y Eneria, que estaban hablando en voz baja, no pude oír de qué.

Cyntia llegó, por suerte, rápido dentro de lo que cabe. A Eneria le llegó un mensaje a través de su placa de datos, y, tras intercambiar un par de órdenes a través de su intercomunicador, uno de los oficinistas entró con Cyntia detrás, y cuando ella entró, se despidió con un saludo militar y cerró la puerta. Ella entró un tanto decaída, con los hombros caídos y la vista en el suelo. Nos dedicó un saludo desganado y se sentó cerca de la holomesa. Y, cuando levantó la vista, y vio a Mirina, sus ojos se abrieron de par en par. Su postura recuperó la rigidez y pude notar una explosión de sentimientos a través de nuestro vínculo psíquico. Estaba claro que no se la esperaba ahí, Mirina, no tengo ni idea si sabía que Cyntia estaba en el SICOM. De todas formas, ambas disimularon todo lo que pudieron, no era ni el lugar ni el momento para ese tipo de cosas. Creo que era la primera vez que veía a Mirina sonreir, y, para hacer honor a la verdad, he de decir que estaba bastante guapa.

- Bien- Eneria asintió- Ahora que estáis todos, os daremos la información que necesitáis, el resto se os dará a través de mensajes cifrados y confidentes del SICOM camuflados como civiles en Ogygia. Empezemos por vuestra misión. Como os habréis imaginado, consiste en encontrar a los aliados de Nix y descubrir para quién trabajan, quiénes les ayudan y qué demonios usan de tapadera. Para ello, os trasladaremos a la ciudad donde se nos ha avisado de la presencia de las personas con los tatuajes como los de Nix, los cuales, por cierto, trabajan en hoteles y demás servicios dirigidos al disfrute de los turistas- Las imágenes de varios logos de compañías hosteleras aparecieron junto al holograma del planeta- Os alojaréis en un hotel cerca del centro de la ciudad de Xatyl. Hemos hecho las reservas en distintos días y con distintas preferencias para no levantar sospechas, pero intentad no dejaros ver juntos por si acaso. Esto no debe salir mal- Carraspeó. Me encantó eso del hotel, todo sea dicho- También os hemos conseguido identidades falsas, con trabajos y orígenes de personas reales, así que no os preocupéis por que alguien os descubra al leer vuestro nombre en el registro del hotel- Nos señaló a mí y a Nyria- Canaar, Danherr, vosotros estaréis en la misma habitación, una de matrimonio. Sois una joven pareja que disfruta de su luna de miel ¿De acuerdo? Nada de bromas al respecto. Tú, Danherr, eres bombero- Se señaló el pecho- Es una excusa creíble para justificar tus cicatrices. Canaar, tú trabajas de guía turística en la península de Tanglatk, y eres nativa de ahí. Es lo único que se nos ha ocurrido para explicar el tono de tu piel y tus rasgos. Hay una tribu en Tanglatk con características muy similares a los tuyas, estoy segura de que pasarás por una indígena de la zona- Ladeó la cabeza en dirección a Dael- Meck, prestá atención. Tú estás alojado en una suite, es probablemente mucho más de lo que te mereces- Él se encogió de hombros, con una sonrisilla pícara perfilando en su rostro- Eres hijo de un acaudalado comerciante de Arindare, y vas a Ogygia por pura diversión. Nada más que destacar.

- Nada de lo que quejarme- Rió él. 

- Por supuesto. Y por último- Puso una mano sobre la espalda de Mirina, que estaba su lado, y señaló a Cyntia con el dedo índice de la otra mano- Vosotras dos sois geólogas, y estáis en Ogygia para contactar con uno de los dirigentes de vuestra empresa. No os preocupéis por eso, tenemos una tapadera idónea. Os alojaréis en una habitación normal, aunque me he tomado la libertad de pedirla con vistas a la playa que hay al lado- Dio un par de golpecitos en la mesa- Bien, esto es lo que Inteligencia ha preparado, el resto de información se os dará más adelante. Podéis iros, Mist estará esperando en el piso tres para llevaros a vuestro alojamiento. Alojamiento hasta que salgáis mañana, por supuesto. Espero que no os moleste dormir juntos, no teníamos nada más libre.

- Sin problema- Musitamos todos al unísono.

Eneria asintió y apagó la holomesa. 

- Podéis iros- Y, antes de que saliéramos de la sala, nos dijo- Sed precavidos, no podemos permitirnos fallos en esta misión. Y recordad que esto no es un permiso.

Asentimos todos a la vez y cerramos la puerta. Caminamos en silencio hasta el ascensor, pasando por delante de las oficinas. Me dio algo de vergüenza cruzarme con tanta gente en el estado en el que estábamos. Hechos polvo, con unas ojeras tremendas, apestando a sangre seca e incienso medicinal y con el pelo grasiento y revuelto, pues hacía unos días que no tuvimos oportunidad para ducharnos. Mirina llamó al ascensor. Era la única que estaba limpia y con buen aspecto. El ascensor llegó a nuestro piso con un pitido y las puertas se abrieron de par en par. Entramos detrás de Dael, que llevaba a Nyria en su silla de ruedas. También estuvimos en silencio mientras bajábamos, parecía que la idea de resisidir en un hotel de lujo en un mundo jardín no había levantado la moral del grupo lo más mínimo. Solo Cyntia y Mirina daban alguna muestra de actividad, intercambiando miradas disimuladas, acompañadas por fugaces pero radiantes sonrisas de felicidad que rápidamente eran escondidas o disimuladas.

Cómo las envidiaba, yo también quería ser joven de nuevo. Bueno, cuatro años más joven, mejor dicho. Cuando llevas casi diez años combatiendo a los peores horrores imaginables y has recibido heridas lo suficientemente graves como para que nunca más una mujer te mire ni el torso ni la espalda, pierdes mucha fe en la vida venidera.

- ¿Creéis que tendrán bufet?- Preguntó Dael espontáneamente, rompiendo el silencio.

Cyntia asintió.

- Cuando era pequeña, mi familia y yo íbamos todos los años a Ogygia unos meses. Todos los hoteles tienen bufet ahí, Dael, y muchos de ellos son más suculentos de lo que puedas imaginar.

Él dejó escapar un largo silbido de admiración. La verdad es que yo también estaba deseando incarle el diente a algo de comida de calidad. 

- ¡Cómo se nota que eres de alta cuna!- Rió Dael.

Sonreí. Es fácil subir la moral de Dael, solo se necesitan un par de cosas: mujeres y comida decente. 

- Deberías preocuparte más por meterte en tu papel, en vez de andar babeando con la sola imagen de un bufet- Gruñó Nyria.

- Ya tenía que salir la disidente- Dael sonrió y le revolvió el pelo desde detrás de la silla de Nyria. Ella le apartó la mano de un manotazo, pero no se dio la vuelta.

El ascensor llegó al piso tres, donde Mist nos esperaba cruzada de brazos. 

- Qué mala pinta tenéis todos- Nos dijo con una sonrisa. Después nos hizo un gesto para que la siguiéramos- venid, os llevaré a una de nuestras habitaciones. Tenéis que descansar y daros una ducha.

Seguimos a Mist por los pasillos del edificio, doblamos un par de esquinas y nos dejó frente a la puerta de acero de una de las habitaciones del tercer piso. Nos abrió la puerta y le entregó a Mirina la tarjeta que abría la cerradura.

- Mañana a las siete saldrá vuestro vuelo. Tenéis que estar arriba a las cinco. Os daremos un coche a cada pareja para que podáis ir por vuestra cuenta. Y dicho esto, me despido. Intentad descansar.

Antes de que la puerta se cerrase, yo ya estaba tirado en una de las cinco camas. Dael se había metido el primero en la ducha y Nyria se dejó caer desde su silla de ruedas hasta la cama que estaba a mi derecha. La habitación no estaba nada mal, un poco sobria, con las paredes grises y armarios metálicos, pero tenía una gran ventana y las camas eran muy cómodas. 

Cyntia estaba enredando con una de sus maletas y Mirina estaba a su lado, hablando por lo bajo con ella. El grifo se oyó a través de la puerta del baño e imaginé que Dael ya había empezado a ducharse. A todo eso, me di cuenta de que mi camiseta cantaba bastante. La llevaba puesta desde hacía varios días, el de la batalla de Khardago incluído, y entre el sudor, la sangre y las sustancias medicinales, olía que echaba hacia atrás. Me puse de pie para quitármela y ponerme otra limpia. Rebusqué en mi maleta y saqué una que, si bien no estaba limpia del todo, no olía. Me quité la sucia y la tiré debajo de la cama de Dael. Estaba a punto de ponerme la camiseta limpia cuando advertí la mirada de Mirina.

Al principio no pillé lo que pasaba, me estaba mirando el pecho con los ojos muy abiertos, llenos de...no sé ¿Miedo? ¿Repugnancia? Me bajé la camiseta en cuanto me di cuenta de que había visto mis cicatrices. Mi pectoral derecho no era más que tejido cicatrizado, liso y casi del mismo color que mi piel, y los surcos que tenía en la zona del vientre  no eran muy distintos, era comprensible esa mueca de desagrado. Me maldije por no haberme dado cuenta. Mirina nunca las había visto, aunque pensaba que habría visto cosas similares o peores. Por lo visto, me equivoqué.

- Sagrado Emperador- Musitó, llevándose las manos a la cara para taparse los ojos- ¿Cómo diablos...?

- Icor tiránido, bioácido, metralla...-Expliqué- No es agradable a la vista, lo sé. No me he dado cuenta, perdona.

Ella negó con la cabeza y se frotó la cara con las manos.

- No pasa nada. He visto cosas parecidas, solo que no tan cerca ni en alguien vivo.

Nyria había girado la cabeza para mirarme y me miraba con lástima. Sabía que se había acostumbrado a mis heridas, pero verlas le dolía en cierto modo. Le hacía recordar demasiadas cosas que todos queríamos olvidar.  

- ¿Aún te duelen?- Me preguntó.

- Cuando hace calor me molestan un poco- Contesté- Pero tengo la zona insensibilizada, todos los nervios están quemados. Si te soy sincero, no sé ni como me podían doler antes. 

- A mí no me preguntes- Se encogió de hombros ella.

- ¿Creéis que puede ser una organización grande?- Preguntó Cyntia, refiriéndose a los posibles aliados de Nix, los de los tatuajes de serpiente- Oculta en Ogygia como una gran empresa o algo así, quiero decir.

Mirina fue la que respondió. Se había puesto sus habituales gafas y soltado el pelo, que lo llevaba bastante largo.

- Al igual que los adoradores de los Cuatro Innombrables se esconden entre la población civil, es posible que un gran grupo de cultistas sea parte de una misma entidad o empresa, para poder así ocultarse y no levantar sospechas. El tatuaje de la serpiente de dos cabezas podría ser perfectamente un símbolo común de todo miembro de dicha empresa, razón por la cual nadie sospecha de ellos. Nadie hasta que hemos descubierto a Nix, por supuesto.

Nyria y Cyntia asintieron. Yo asentí también en señal de acuerdo con su teoría, ni siquiera yo lo hubiera expresado mejor. Aunque, claro, había otra posibilidad...

- Eh, Mirina- Ella se volvió al escuchar mi voz artificial y levantó una ceja para invitarme a hablar- La serpiente de dos cabezas me ha recordado a un símbolo usado por los heréticos, supongo que sabes a cual me refiero. Creo que una legión de Astartes renegados usa ese icono también

Cyntia y Nyria me miraron impresionadas, como si hubiera hecho un descubrimiento importante, pero en seguida Mirina me tiró la idea por los suelos, aunque no con mala intención, supuse.

- Sé a qué te refieres, la Legión Alfa- Negó con la cabeza- No, su símbolo es una serpiente de tres cabezas. Y, además, la forma, tanto la de la cabeza como la del cuerpo es diferente. No, ellos no pueden ser.

Entonces, recordé que el tatuaje de Nix se convirtió en otro signo totalmente diferente. Violeta brillante, de formas redondas y puntiagudas. Seguro que con eso averguábamos algo.

- Hay una cosa que el resto no sabéis- Dije, lo más serio que pude. Ellas se volvieron casi al unísono. Todo sea dicho, se me hacía algo incómodo estar en la misma habiatción que tres mujeres, dos de ellas menores que yo y la otra mayor por un año- Mientras Nix intentaba asesinarme, su tatuaje cambió de forma completamente. Se convirtió en una figura extraña, violeta, con forma rdonda y curvada. No sé, era extraña.

Nyria entornó los ojos y se sentó sobre la cama. Cyntia hizo lo propio y Mirina se cruzó de brazos, pensativa.

- Tristán- Murmuró Nyria- ¿Recuerdas a Paik? Cassandra Paik.

Fruncí el ceño.

- Por supuesto. Esa zorra traidora. Mató a Lham y a Lía antes de huir y unirse a los Infieles. ¿Cómo no la iba a recordar?

Nyria asintió. Cyntia estaba callada, todo eso era anterior a su ingreso en el pelotón.

- Exacto. ¿Recuerdas sus tatuajes? Cuando la abatimos durante los últimos combates. Los suyos y los de todos los otros renegados.

Me devané los sesos intentando recordar como eran sus tatuajes. Cuando lo conseguí, comprendí la mirada turbia de Nyria.

- Slaneesh...- Murmuré.

Nyria asintió y Cyntia intentó disimular un gritito ahogado. No sabía casi nada del Caos y sus agentes, pero cuando has combatido contra ellos alguna vez, se te quedan los nombres de sus deidades.

- Eso tiene sentido- Apostilló Mirina, sentándose al lado de Cyntia mientras revisaba una pequeña pistola primitiva que había sacado de su maleta- Slaneesh, un mundo de placer y la agilidad sobrehumana de Nix. Por no mentar el hecho de la suplantación de identidad de Andrea di Ventii- Mirina estaba enterada de todo, no pude sentir más que admiración- Eso también explciaría la aparición de los demonios en Khopesh, no recuerdo el nombre de la provincia exacta. Un portal disforme surgió de la nada junto a unos cuantos demonios. Hubo muchas bajas, pero por suerte alguien logró cerrar el portal antes de que surgieran más demonios de su interior. Y eran diablillas en su mayoría. Lo entendéis, ¿No?

Asentimos. Tenía sentido.

- Avisaremos a la coronel cuando lleguemos a Ogygia- Sentenció Mirina- Tristán, ahora sí que puedes esperar combates, estoy segura de que antes o después habrá.

- Y yo que pensaba que no haría falta luchar por una vez- Suspiró Cyntia, visiblemente afligida.

- Siempre hace falta luchar, Cyntia- La reprendió Nyria, que se estaba quedando dormida- Estamos en la Guardia Imperial, no hay nada que no necesite lucha.

- Ya, pero aún así..

Dael salió de la ducha al acabar Cyntia su tímida protesta, abriendo la puerta con más fuerza de la que era precisada para abrirla. Se secaba el pelo con una toalla negra y llevaba atada a la cintura otra algo más grande, que apenas le llegaba más abajo de las rodillas.

- ¡Sí señor!- Exclamó- ¡Como echaba de menos la ducha!

Nyria se levantó como un resorte de la cama, a pesar de no estar en condiciones ni para andar. Se encaminó a la ducha con rapidez.

- Es mi turno ¡Ni se os ocurra entrar!- Y nos miró a Dael y a mí.

Dael seguía secándose el pelo.

- Hombre, a él déjale, ¿No?- Dijo en tono socarrón mientras me señalaba con la barbilla.

Pensé que Nyria le soltaría algún insulto, pero se limitó a fruncir el ceño, agarrarme de la muñeca y meterme en el baño. Ella entró después y cerró la puerta.

- Es solo para que se calle, no estoy para discutir. Date la vuelta.

- ¿Y porqué no me dejas mirar?

Se encogió de hombros. Era cierto que no quería discutir.

- Como quieras.

- Ya que estamos, duchémonos juntos para ahorrar tiempo y agua- Sugerí. 

Afuera, las carcajas de Dael resonaban por toda la habitación. 

++++++++++++++++++

A la mañana siguiente, el golpeteo de unos nudillos contra la puerta de nuestar habitación me despertó. No le di importancia alguna, pues estaba más dormido que despierto en aquel momento. Aquella noche había dormido muy bien, lo cual agradecí sobremanera, pues necesitaba con urgencia dormir unas cuantas horas del tirón. 

Cuando los golpes persisitieron, esta vez con más fuerza, desperté. Tengo un sueño más bien ligero, por suerte. El panorama en la habitación no nos hacía parecer un equipo de operaciones especiales ni por asomo: Dael dormía boca abajo, con los brazos extendidos a ambos lados de la cama, las manos cayendo por los costados. Nyria había estado durmiendo en la misma cama que yo, lo cual se había convertido en una costumbre ya. Dormía de lado, de cara a mí, con la boca medio abierta y las manos sobre la amohada. Cyntia y Mirina dormían en la cama que estaba más cerca de la puerta. Mirina estaba en el costado izquierdo, de espaldas a la puerta y Cyntia estaba detrás de ella, con la cara pegada a su espalda y rodeando su cintura con los brazos.

- Como debe de molar volver a tener su edad- Pensé. Sin proponérmelo, estaba comenzando a hablar como si tuviera veinte años más.

Me levanté, renqueante, y me dirigí a la puerta. De no ser por la luz que entraba a través de la ventana, que estaba entreabierta, no hubiera podido ver nada. Me detuve tras la puerta y pregunté:

- ¿Quién?

La voz de Mist, suave y serena, sonó al otro lado de la puerta.

- Soy yo, Mist. 

Cierto, casi se me había olvidado, teníamos que tomar un vuelo. Pero acababa de despertar y tenía poca lucidez. Le abrí la puerta, más por educación que por cualquier otro motivo y ella se quedó en el umbral, mirando dentro de la habitación con cara de estar poco contenta. 

- No tenéis pinta de ser un equipo de élite- Murmuró.

Me encogí de hombros:

- Tampoco lo somos.

++++++++++++++++

En Ogygia todo era lujoso y exuberante. Todas las ciudades eran enormes, y estaban destinadas exclusivamente al turismo, que era el modo de vida del planeta entero, incluídos sus habitantes y recursos. Siempre hacía sol, un radiante y cálido sol, y el cielo era el más azul de todo el sistema. A Nix le encantaba aquel sitio, era lo más cerca del extásis que podía estar en aquellos momentos.

Lo cual le decepcionaba bastante.

Desde que tuvo que anular por completo la conciencia de Dante para que no se rebelase contra ella y la obedeciese, todo se había vuelto más aburrido y monótomo. Ya no hablaba si no era para responder, y su cara se mantenía en una perpetua máscara de impasividad. Ni siquiera intentaba colarse en la ducha cuando era el turno de ella.

Ahora era todo tan aburrido...

Se tumbó boca arriba en su cama, de blancas sábanas y cabecera de madera clara, dejando que el sol iluminase todo su cuerpo. Ni siquiera el cálido tacto de la luz solar consiguió levantar sus ánimos. Necesitaba algo de acción, y no precisamente de aquella que se encuentra en el fragor de la batalla.

Ahora que estaba en Ogygia y había avisado a su amo de que los perros Imperiales la habían descubierto (con el subsiguiente castigo), estaba más apática que nunca, estado emocional que nunca antes había conocido. Sentía la imperante necesidad de matar, de saborear la sangre de un mortal. Pero debía esperar para satisfacer su deseo. Todavía no era el momento de luchar de nuevo.

Todavía.

++++++++++++++

Las dos semanas de travesía desde Khopesh hasta una estación espacial para repostar combustible y de ahí a Ogygia se me hicieron demasiado breves. Nos habían embarcado en una nave de recreo, digna de ciudadanos pudientes y de clase alta, y, aunque estar ahí era agradable y entretenido, no podía evitar sentirme un poco incómodo. Aquello era demasiado animado para mí y el resto, y para colmo, no pudimos establecer contacto entre nosotros para no levantar sospechas, así que cada grupo se fue por su lado. A veces veía a Dael en la sala de bailes acompañado de una pareja de veinteañeras de alta cuna, otras veía a Cyntia y a Mirina observar el espacio a través de los ventanales de la cubierta, pero no podía hablar con ninguno de ellos para no poner en peligro nuestra identidad falsa.

Pero al menos tenía a Nyria. Lo cual no era precisamente alentador, ya que nunca ha sido una buena conversadora. Ella donde se luce es en el combate, no cuando toda hablar. Al menos era algo. Su silencio no me molestaba, para ser sincero, y esa mirada cansada que sus ojos desprendían tampoco me desagradaba.

Cuando por fin llegamos a Ogygia, aquello me dejó pasmado. Inmensos rascacielos de pieda gris clara con grandes ventanales azules se alzaban desde el pavimentado suelo hacia el cielo, azul, despejado y soleado. Había playas de blanca arena y espumosas olas, todas ellas a rebosar. Las personas que allí había eran en su mayoría jóvenes de familias adineradas, lo cual se podía ver en su aspecto, su ropa y su excelente condición física.

Los habitantes del planeta, que trabajaban en los negocios recreativos y de ocio, los hoteles y toda la industria turística en general, eran de piel morena y cabellos claros, de estatura más bien media y delgados, con una costumbre para mí incomprensible de adornar sus peinados con cuentas y abalorios rojos y verdes lima. Sus vestimentas eran ligeras, de lino de colores claros, y el uso de pequeñas pulseras en los tobillos y muñecas era algo bastante común entre los habitantes de Ogygia.

Hacía mucho calor, pero no era agobiante, para mi sorpresa. Yo llevaba puesta una camisa escotada de lino gris y unos pantalones negros largos, y me extrañó no sentir excesivo calor. Nyria, por su parte, llevaba una camisa de botones verde oscura y unos pantalones blancos, demasiado formales para mi cerrado gusto militar. Nos habíamos puesto esas ropas por una sencilla razón: intentar parecer ciudadanos de a pie normales y corrientes en vez de soldados. Cyntia y Mirina no lo hacían ni tan mal, parecían estudiantes de universidad y todo, Dael lo llevaba en los genes, es camaleónico. Pero Nyria y yo...eso era otra historia. Estábamos acostumbrados a luchar y a responder con agresividad a cualquier estímulo del ambiente, así que fue bastante duro disimular.

Nada más salir del espacio-puerto, fuimos al hotel directos. Cyntia arrastró a Mirina hacia la jungla de tiendas de bisutería de lujo que había cerca de nuestro alojamiento, y Dael se fue a comprar tabaco, de manera que no pudimos establecer siquiera contacto de señas. 

El hotel ya era por fuera impresionante, con amplias cristaleras azul cielo, hecho de blanca piedra y con columnas  de caprichosas y llamativas formas, pero, por dentro...era lo más lujoso que había visto en mi vida. Aunque, claro, no he estado en muchos hoteles a lo largo de mi vida, por no decir ninguno. Las paredes, revestidas de madera clara de Centripholia, tenían candiles eléctricos, cuadros de paisajes de Ogygia y carteles de eventos recreativos. Del techo, casi a seis metros de alto, pendían lámparas de araña, gigantescas y decristales azules y violetas. El suelo estaba revestido de mármol, y los mostradores eran de piedra blanca, impecable. Las personas que trabajaban en el hotel iban pulcramente uniformados, y antendían con amabilidad y cortesía a los huéspedes que requerían su ayuda.

- No me gustan estos sitios- Nyria comenzó a respirar con más fuerza- Hay demasiada gente. Demasiado lujo.

Reí.

- ¡Venga ya!

Me fulminó con la mirada, pero terminó resignándose y dejándose llevar por el lujo de todo aquello. Busqué el mostrador de recepción y me dirigí hacia él. Lo atendía un hombre joven, de aspecto saludable, con el pelo negro y liso peinado hacia atrás.

- Buenas tardes, señor. Bienvenido al hotel Nimua.

- Buenas- Respondí. Hacía mucho que nadie me trataba de señor y me hablaba con tanto respeto- Teníamos una reserva a nombre de...- Saqué mi carnet de identidad y lo miré. Si al recepcionista le pareció raro, no dijo nada- Tisón y Sifa Nüler.

¿Tisón? ¿Sifa? La única explicación para aquellos ridículos nombres era que fuesen nombres nativos del planeta del que se suponía eramos.

- Por supuesto, deme un segundo- Tecleó durante unos segundos y luego sacó una tarjeta azul de un cajón del mostrador, me la entregó y me sonrió- Su habitación es la número siete de la cuarta planta.

- Muchas gracias- Tomé la tarjeta, le di las gracias de nuevo al hombre y, cogido del brazo de Nyria, eché a andar hacia uno de los ascensores, de aspecto tubular y de cristal, bastante impresionantes.

Como era cuestión de aparentar que éramos una pareja recién casada, Nyria no sólo se dejó coger del brazo, sino que tampoco se quejó cuando le di un beso en la cabeza. Mientras caminábamos hacia los ascensores, algunas miradas se dirigieron hacia nosotros. Al principio no me dí cuenta, pero en cuanto Nyria comenzó a quejarse, advertí de ello:

- Esto es muy incómodo- Susurró ella.

- ¿El qué?

- No hacen más que mirarme.

Me encogí de hombros.

- Sólo son dos o tres que te miran de pasada, hombre.

- Sigue siendo incómodo.

- Nunca habrán visto una piel como la tuya, quién sabe.

- No creo que sea eso.

A mí no se me ocurría otra razón (aparte de su atractivo físico, evidentemente), así que terminé por darle la razón y decirle que yo también estaba incómodo proque un grupo de estudiantes me estaban mirando abobadas, lo cual era mentira, por supuesto. Solamente me miró una de las trabajadoras, y de pasada. Cuando entramos en el ascensor, el estar rodeados de más gente aún consiguió poner más nerviosa a Nyria, aunque, al parecer, solo lo percibí yo. Si el resto de los que iban en el ascensor la conocieran tan bien como yo, seguro que se hubieran dado cuenta. Al salir del ascensor, cuando llegamos a la cuarta planta, donde estaba nuestra habitación, pude sentir como el pulso y los músculos de Nyria se relajaban un poco. Sabía que los sitios con mucha gente le ponían nerviosa, especialmente cuando son civiles (algo bastante normal entre los soldados), pero no me imaginaba que pudiera llegar a ponerse así. He de admitir que me pareció incluso gracioso.

Nos costó bastante encontrar nuestra habiatción, pero, tras un cuarto de hora de perdernos por los pasillos y preguntar al servicio, la conseguimos encontrar. La puerta era como todas, de madera clara, con un picaporte electrónico y un holograma con el número de la habiatción. Pasé la tarjeta por el picaporte y este activó la puerta, la cual se abrió con un chasquido. Por costumbre, abrí la puerta del todo de un rodillazo, y entré a paso ligero, lanzando las maletas sobre la cama, que era de matrimonio y con estructura de madera pulida, las sábanas blancas y ligeras, y las almohadas grandes y mullidas. Un par de metros a la derecha de la cama, había una ventana entreabierta, cubierta por una fina cortina de lino. El resto del mobiliario se resumía en un par de mesas y un sofá para dos personas, emplazado en frente de la pared que estaba a los pies de la cama, donde había una pantalla negra, bastante grande, y que se controlaba mediante dos holo-teclados, que estaban en el costado derecho de la cama y del sofá.

Iba a encender la pantalla, a ver qué programas había en Ogygia, pero el teléfono móvil que me habían dado para usarlo en vez del intercomunicador, vibró y comenzó a emitir un cutre tono de llamada. Lo abrí y conetsté. La voz de Dael sonó a través del aparato:

- Tristán, reunión en mi habitación, la setenta y cinco del quinto piso. Ya tenemos más información. Que nadie te vea, corto y cierro.

No esperaba que todo empezase tan rápido, pero tanto daba, teníamos las órdenes, y era el momento de ponerse en marcha.

El plan

La reunión fue breve.

Un agente del SICOM de paisano vino a la habitación de Dael para darnos unos cuantos mapas y algo de información. De momento, nuestras órdenes eran investigar sobre la organización de Nix y no ser descubiertos. Simples pero dificíles de llevar a cabo. Tras la ronda informativa, cada uno volvimos a nuestras respectivas habitaciones, excepto Dael, que se fue a la playa que estaba enfrente del Hotel.

- Bien, ya tenemos órdenes- Comenzó Nyria, una vez estuvimos en la habitación- Lo difícil será llevarlas a cabo. No sé como moverme por estos ambientes.

Yo, personalmente, tampoco era muy experto en moverme por esas esferas, pero durante nuestro permiso de tres meses en Namethia, estuve con Inrah en algunas discotecas y locales de moda entre la población joven. Cyntia fue la que nos arrastró, por supuesto. Confiaba en tener una idea aproximada de como comportarme en esos lugares.

- No te preocupes- Me rasqué la nuca, pensativo- No debe ser tan difícil. Esta misma noche iremos al complejo de bares que hay al oeste del Hotel. Ponte algo de ropa elegante o...no sé, de vestir. Guárdate una de esas pistolas compactas que nos dio el encubierto, será mejor que no haya sorpresas. Y si las hay, debemos ir preparados.

Nyria sonrió y asintió, feliz ante la recomfortante idea de poder llevar un arma consigo.

- No sé que debo ponerme. Toda esta ropa me parece igual- Gruñó mientras rebuscaba en su maleta- ¿Esto vale?

Sacó una camisa de botones blanca y unos pantalones de tela negros. Me encogí de hombros. ``Supongo que sí``. Ella asintió y se quitó la camisa que llevaba. Me di cuenta de que todavía usaba esa tira de tela verde como sujetador. Supongo que algunas costumbres no se pueden cambiar nunca. Mientras se abrochaba los botones, me di cuenta de que Nyria llamaría mucho la atención en lugares con alta concentración de jóvenes, y que eso podría entorpecer nuestra investigación. O acelerarla. El resultado de aquello era tan impredecible como un arma de plasma. 

- Eh, no te los abroches todos deja los dos primeros y los dos últimos sin abrochar, creo que se llevan así- Le dije. En realidad, esa era la manera como Inrah las llevaba, y me parecía que se solían llevar de esa manera. Recordando a Inrah, me di cuenta de su pulsera, que aún llevaba encima. Me la quité y se la tendí a Nyria- Ten, ponte esto. Hace más contraste con tu piel que con la mía. Se notará más.

Ella se estaba poniendo los pantalones, así que tuve que esperar a que se los subiese y abrochase. Cuando terminó, miró reticente la joya, dudando entre aceptarla o dejármela a mí, sabedora de lo mucho que siempre he apreciado a Inrah. 

- No, quédatela tú- Se mordió el labio inferior- A mí nunca me cayó muy bien.

- Tómala como un regalo de mi parte- Acerqué más la pulsera, dándole énfasis a mi oferta.

Nyria puso los ojos en blanco y cogió la pulsera. Se la puso en la muñeca derecha. El metal plateado contrastaba muchísimo con su piel morena, le quedaba incluso mejor que a Inrah. Asentí en señal de aprobación.

- No es mi estilo. Sabes que no me gusta llevar joyas.

- Tendrás que llevarlo por ahora- Le contesté- Tenemos que parecer civiles reales.

Se encogió de hombros. Estaba seguro de que, en el fondo, le gustaba, o al menos apreciaba el gesto.

+++++++++++++++++++++

Cuando cayó la noche, salimos del Hotel y nos adentramos en el complejo de bares que estaba al oeste del mismo. Aquello era un mar de luces de neones, carteles luminosos y gente. Nos repartimos el complejo entre los tres grupos: Yo y Nyria nos ocuparíamos de los bares y locales ``normales``, Dael de todos aquellos en los que hiciera falta interacción social, y, por último, Cyntia y Mirina se ocuparon de los locales frecuentados por gente de clase alta, ya que ambas estaban acostumbradas al protocolo y el trato a personas de alta cuna.

Desde las once hasta la una de la mañana, estuvimos rondando por bares y locales diversos sin hallar ningún resultado, pero cuando entramos en el cuarto local, una discoteca atiborrada de gente y gigantesca, las pistas comenzaron a surgir. Pensábamos que sería un local más, sin nada que mostrarnos, pero cuando me acerqué a la barra para pedir algo, lo vi.

Era el mismo tatuaje de Nix.

La camarera que servía en la barra no parecía ser nativa. Era pálida, de pelo negro y ojos azules, y tenía un extraño acento, parecido al de Nix. Tenía tatuada la serpiente de Nix en el cuello, bien visible. Pedí mi bebida con total normalidad, y me fijé en el resto del personal del bar, el cual básicamente se componía de mujeres jóvenes y de buen ver, si bien había también algunos hombres, también bastante jóvenes. Todos ellos, sin excepción alguna, llevaban la serpiente tautuada en el cuello, en el lado izquierdo. Nyria también se dio cuenta, y no tardó en hacérmelo saber.

- Todos tienen el tatuaje de Nix- Me susurró, simulando que me iba a dar un beso, para disimular.

- No me digas.

- Tenemos que informar de esto cuando volvamos.

- Por esupuesto- Me levanté de la silla, cogí del brazo a Nyria, pagué las bebidas y salimos del bar- Vayamos a mirar en otros lugares, debe de haber más locales con personal tatuado. Todos deben de pertenecer al culto de Nix.

Ella asintió, se pegó a mí y apoyó la cabeza en mi hombro al notar como un grupo de muchachos la miraba y hacían gestos obscenos. Durante las siguientes tres horas, estuvimos de bar en bar y de discoteca en discoteca, y de los diez que visitamos, siete de ellos tenían personal tatuado con la marca del culto de Nix. Y muchos de esos sitios eran gigantescos. Nos enfrentábamos a un enemigo que contaba con el secreto y el poder económico de su parte, por no hablar del material bélico y el personal que pudiera tener gracias a su capital.

La búsqueda acabó al despuntar el alba, momento en el cual volvimos al hotel, a la habitación de Dael, para informar acerca de nuestros hallazgos durante la noche. Nyria y yo llegamos los últimos. Cuando llamamos a la puerta, ya estaban todos dentro. Cyntia y Mirina estaban sentadas sobre la cama de Dael, y él estaba tirado en un sofá, esperándonos. 

- ¡Ya era hora!- Dael abrió la puerta tras llamar nosotros durante casi un minuto- Pasad, rápido.

Entramos rápida y sigilosamente, a pesar de que no había nadie más en el pasillo. Dael cerró la puerta tras nosotros y volvió al sofá, pero lo giró para que quedase de cara a nosotros y poder hablar sin impedimentos.

- Bien- Dael se repantingó en el sofá- Supongo que todos habréis visto los tatuajes.

Asentimos.

- Pues ya sabemos a lo que nos enfrentamos. Informemos al mando y fuera, no hace falta hablar más del tema. Cuanto antes acabemos con ellos, mejor.

Cyntia se removió, inquieta.

- Pero...no sabemos cual es su centro de mando, o...lo que usen como tal.

Una perturbadora sonrisa apareció en el rostro de Dael.

- Eso es fácil- Sacó un cuchillo de un bolsillo interior de su traje y se lo puso a la garganta- Sólo tenemos que coger a uno de esos payasos tatuados y torturarle hasta que cante. Luego, por supuesto, le pegamos un tiro y olvidamos el tema.

El plan de Dael no era para nada absurdo, aunque era el único que teníamos. La vía libre para investigar que nos habían dado podría servirnos para llevar a cabo su idea, pero nos haría falta la ayuda de los agentes encubiertos del SICOM en Ogygia. Si queríamos interrogar a uno de los cultistas, necesitábamos un lugar donde hacerlo sin nadie que nos molestase, y la habitación del Hotel no era lo que buscábamos. Otra razón para necesitar ayuda.

- Vale, resumamos lo que llevamos hasta ahora- Mirina se adelantó un poco- Tenemos un gran culto, oculto por una gran organización de turismo que usan como tapadera. También sabemos que son muchos y están bien equipados, y que tienen bajo control toda esta zona. 

- Hablando de lo bien equipados que están- Cortó Dael- ¿Habéis visto las pistolas que los guardas tenían?

Yo no me había fijado mucho para no llamar la atención, pero sí que vi una de pasada. Era una pistola automática con un diseño al que no estaba costumbrado, pero que parecía de buena calidad. No tenía de idea de qué modelo era. Sin embargo, Mirina y Nyria si debían saberlo, pues asintieron, serias. Me decepcionó verme en las mismas que Cyntia, peus tampoco ella sabía qué modelo era. 

- Távores- Dijo Dael, mirándonos a todos- Pistolas automáticas Tavor. Jodidos Távores. ¿Sabéis dónde las fabrican?- Preguntó, cada vez más serio- ¡En el puñetero Alraquis! ¿Os imagináis la cantidad de dinero que tiene el cabecilla de esa panda de desgraciados? Recemos para que no tengan nada más grande, lo cual dudo mucho.

Tomó la palabra Mirina:

- Debemos ser cautos. Si tienen más material armamentístico de similar calidad, podríamos vernos en problemas. No pongo en duda la competencia del SICOM, ni mucho menos, pero sí la nuestra. Nosotros somos cinco, ellos son cinco mil.

- O cincuenta mil, o cinco millones- Apostilló Nyria.

Mirina asintió:

- Exacto. Debemos pensar nuestros próximos pasos. Estamos en una desventaja númerica muy grave, y, por si fuera poco, el enemigo cuenta con material de buena calidad.

Me encogí de hombros, no me parecía tan grande que tuvieran Távores. El SICOM tenía material de mucha mejor calidad:

- No hagas una montaña de un grano de arena. Estamos con el SICOM- Afirmé, y, para reducir la tensa atmósfera que allí había, añadí- El SICOM siempre gana.

Dael me miró y dejó escapar una risita irónica.

- Díselo al tercer regimiento, al que está combatiendo en Manrha.

¿Manrha? Me sonaba, y mucho. Claro, era un subsector que limitaba con Namether, y que estaba siendo asediado por el Imperio Tau como parte de la tercera esfera de expansión, como nosotros la hemos denominado. Oí que las fuerzas Imperiales estaban teniendo muchos problemas para mantener sus posiciones, y que prácticamente medio subsector había sido conquistado por los malditos alienígenas, conviertiendo a toda fuerza militar en auxiliares de combate, y a toda oposición en historia. El tercer regimiento del SICOM estaba combatiendo ahí, y estaba habiendo un debate muy serio para mandar al primero también.

- Bueno- Me defendí- El SICOM sigue siendo el SICOM.

- ¿Sabes que han enviado a un capítulo Astartes? Ímaginate como debe de estar la situación de jodida.

¿Un capítulo Astartes? Entonces sí que estaba mal la cosa.

- Los Ángeles de Icor, ese capítulo que recluta en Saleris- Mirina asintió. Me fastidió bastante no haberme enterado de eso, era un asunto muy importante- Sí, lo he oído.

- Bueno, dejadlo, estáis comparando a un culto caótico con el Imperio Tau, eso es pasarse- Repliqué.

- No lo estoy comparando, solo quiero recordarte que no siempre los buenos ganan- Zanjó Dael.

- Cierto- Coincidió Mirina- Bien, creo que alguien debería contactar con el cuartel SICOM local para pedir ayuda. Dael, ¿Podrías...?

Él se encogió de hombros.

- Si me lo pide una dama, ¿Cómo voy a negarme? Os avisaré cuando tengamos a nuestro colaborador.

++++++++++++++++++

Apenas me dio tiempo a descansar un par de horas cuando Dael ya había conseguido a alguien para interrogar.

El móvil, que estaba dentro del bolsillo de mis pantalones (los cuales aún tenía puestos) comenzó a vibrar como un loco a la vez que una canción de Catachan Syndrome rugía a través de los altavoces del aparato. Me revolví en la cama, medio dormido, y saqué el teléfono del bolsillo, desplegué su pantalla y contesté a la llamada. A mi lado, Nyria comenzaba desperezarse, despierta también por la inesperada llamada:

- ¡Eh, Tristán!- Era Dael- ¡Ya tenemos a una colaboradora! Hay un transporte esperándoos en la parte trasera del Hotel. Cogedlo vosotros dos y Cyntia y Mirina, sin que nadie os vea. Os llevará al cuartel Arbitres que está en las afueras del complejo turístico. 

- De acuerdo, ahora mismo vamos para allá- Colgué e hice un gesto a Nyria para que se vistiera.

Dos minutos después, ya estábamos enfrente de la habitación de Cyntia y Mirina, llamando a la puerta sin hacer demasiado ruido. Al ver que no abrían, Nyria le dio un tremendo puñetazo a la puerta, abollando ligeramente la madera.

Entonces sí que se despertaron.

La voz de Cyntia, asustada y temblorosa sonó tras la puerta:

- ¿Qui-quién?

- ¡La Inquisición, no te jode!- Exclamó Nyria- ¡Abre!

- ¡No!

Nyria suspiró, exasperada. Simpre ha sido muy fácil de enfadar.

- En la parte trasera del Hotel- Susurró, para que solo Cyntia la oyera- Ya- Luego me tiró de la manga de la camisa y me señaló el ascensor- Venga, ahora vendrán.

Así pues, bajamos en el ascensor, salimos del Hotel y nos dirigimos a la parte trasera de éste, donde un coche negro de seis ruedas esperaba con el motor en marcha. Entramos con rapidez tras asegurarnos de que no había nadie mirando. En el interior del vehículo hacía incluso más calor que afuera, con lo cual comencé a sudar sin tardar mucho. En la parte frontal había dos personas un hombre y una mujer, ocupando el asiento del piloto y el co-piloto respectivamente. Ella se dio la vuelta:

- Habéis hecho un buen trabajo. Enhorabuena, aunque lo podría haber hecho solo yo en la mitad de tiempo, la verdad- Era Eneria. Vestía su uniforme gris del segundo regimiento SICOM y llevaba el pelo recogido en una larga coleta.

- No estamos acostumbrados a este tipo de trabajos- Me encogí de hombros.

- Lo sé, y yo tampoco- Sonrió un poco- Lo nuestro es la acción directa, ¿Eh?

Asentí. Cuánta razón tenía. Los siguientes diez minutos los pasamos hablando sobre posibles soluciones una vez encontrásemos el cuartel general del culto, al cual habíamos bautizado como Viperofobia, por los tatuajes de serpiente que sus miembros usaban. Las ideas que expusimos se pueden dividir en dos partes: Las que implicaban cargarse toda la ciudad, y las que solo acabarían con el cuartel general y el líder del culto. Por supuesto, la primera era exageradamente tentadora, pero implicaba que miles de civiles muriesen. Descartamos esa en particular, pues no debíamos hacer de aquella operación algo público. 

Cuando finalmente llegaron Cyntia y Mirina, ya habíamos trazado un esbozo de plan, que consistía en infiltrarse y cárgarselos a todos dentro de su propia base. No era nada elaborado, pero seguro que surtiría efecto. Ellas dos entraron disculpándose por la tardanza y mirando hacia detrás para comprobar que nadie les estaba siguiendo.

- Bien, ya estamos todos. Acelera, Artaris- Le dijo Eneria al que ocupaba el asiento del conductor.

El vehículo comenzó a coger velocidad y entró en la carretera, a más velocidad de la permitida, que no era poca, precisamente. Mientras íbamos hacia el cuartel de los Arbitres, Eneria nos fue dando información sobre la colaboradora, la cual, al parecer fue capturada anoche por Dael y ella misma en uno de los bares por los que Nyria y yo pasamos.

- A pesar de haberla pegado unos cuantos puñetazos, se niega a hablar- Informó Eneria- Sin embargo, para cuando lleguemos nosotros estoy segura de que vuestro compañero habrá ideado algo para que hable. No se le dan nada mal las torturas.

Cierto, Dael tenía mucha imaginación para esas cosas. Es lo que tiene haberlas sufrido, te quedas con ellas. El trayecto duró casi media hora, y dentro del coche hacía un calor bochornoso, inaguantable, a pesar de que tenía un sistema de refrigeración integrado. 

El cuartel de los Arbitres estaba a las afueras de la ciudad, lejos de la vista de los turistas. Era un gran edificio hecho de piedra negra, con focos en el tejado y un gran Águila Bidéfala metálica en el centro, sobre una gran puerta blindada custodiada por dos Arbitres. Nos dejaron entrar cuando Eneria les aseguró que íbamos con ella y que éramos el equipo especial que estaba investigando a Viperofobia. El interior difería bastante con la apariencia externa del edificio, pues era de paredes claras, suelo cubierto de baldosas grises y bastante bien iluminado. había mucha actividad, y los agentes del Arbitres trabajaban en informes y cosas similares. Eneria nos condujo a la planta subterránea, en la cual se encontraban el arsenal, la sala de generadores y la de interrogatorios. Obviamente, nos dirigimos a la de interrogatorios, que no andaba muy lejos del calabozo, fuertemente vigilado por cámaras y agentes del Arbitres armados hasta los dientes. 

- Aquí es- Eneria abrió la puerta metálica de la sala de interrogatorios y entramos- Yo tengo que arreglar unas cosas, envíos de equipo y esas cosas, sentíos libres de hacer lo que queráis con la colaboradora.

- Claro, no se preocupe por eso, coronel- Respondió Dael desde la otra punta de la sala.

El habitáculo era bastante amplio, unos cinco metros de largo por otros tantos de ancho y tres de alto. Sus paredes estaban repletas de instrumentos de tortura y armeros metálicos. Unas pocas lámparas fluorescentes iluminaban pobremente la habitación, para darle así, supongo, un toque más tétrico aún. En el centro de la sala, sentada sobre un taburete y con las muñecas y tobillos juntos al estar perforados por sendas barras de hierro, estaba sentada nuestra colaboradora, la cual reconocí como la primera camarera a la que ví el tatauje. Tenía la cara llena de cortes y moratones, al igual que los brazos y el pecho. Lloraba sin fuerzas, no podía imaginarme qué demonios le había hecho Dael.

- Bueno- Empezó Dael, limpiándose la sangre de las manos con un trapo y caminando hacia nosotros- Aquí tenemos a nuestra colaboradora, ¿Alguien quiere cortarle algo en especial antes de que le arranque los ojos?

La camarera empezó a temblar aún más. Sabía que Dael no hablaba en serio, sino para meterle miedo y que hablase, pero ella no lo sabía. Se inclinó un poco hacia nosotros y nos susurró:

- No ha dicho mucho hasta ahora, pero no tardará en soltar prenda. Tened preguntas preparadas.

Asentimos. 

- ¿Tú qué pintas de torturador?- Le preguntó Nyria, dando voz a la pregunta que teníamos todos rondando en nuestras mentes.

Dael sonrió un poco.

- Será mejor que no lo sepas- Y, dicho esto, arrastró un carrito metálico con ruedas hasta ponerlo al lado de la camarera y cogió un bisturí de él- ¿Qué quieres que te corte primero?

Ella gimió algo incomprensible y siguió sollozando por lo bajo. Me fijé en lo que llevaba el carrito de Dael: una pistola compacta Craver, varios bisturís, unas tenazas y un soplete. No quise ni pensar en lo que tenía planeado hacer con todo eso.

- ¿Qué? No te oigo- Le cogió del pelo y levantó su cabeza- Dilo más alto.

- No sé nada de él, lo juro, lo juro- Gimió ella.

Dael asintió, tranquilo, y de repente comenzó a gritar en su oído, tan alto que todos nos sobresaltamos.

- ¿Cómo que no sabes quién es? ¡Es el líder de tu puta secta! ¡Habla, puta, o te sacaré los ojos con las tenazas y te los rellenaré de Prometio! ¡Te juro por El Emperador que prendo fuego a tu cráneo desde dentro!

- ¡No, no!- Lloriqueó ella, un poco más alto- ¡No sé nada de él, lo juro! ¡Sólo lo conocen los que tienen los rangos más altos! ¡El resto sólo hemos oído sus discursos!

Dael soltó el pelo de ella y su cabeza cayó de golpe, sin fuerzas. Siguió llorando.

- Esto es un asco- Nos dijo- Esta gilipollas no sabe nada de su propio líder.

- Es normal- Dijo Mirina- Es una secta, la identidad del líder debería ser secreta excepto para sus más allegados. Pregunta por su sede, o lo que usen como tal.

- Eso es pensar a lo grande- Sonrió Dael- Buena idea.

Dejó el bisturí sobre el carrito, pues no lo estaba usando y se agachó, poniendo su cara a la misma altura que la de ella. Su larga melena caía sobre su cara, tapándosela. 

- Bien, ahora voy a preguntarte otra cosa.

- No, por favor.

- Sí, claro que sí. Dime dónde está vuestra base, vuestro culto, como lo llaméis.

- No puedo decirlo. Me matarán.

- Escucha, si no me lo dices, te cortaré los dedos uno a uno hasta que hables.

Ella tragó saliva ruidosamente y siguió llorando. Dael le hizo una seña a Nyria para que se acercase.

- Mira- Levantó su cabeza de nuevo tirándole del pelo- ¿Ves a esta mujer? ¿Es guapa, verdad?

La camarera asintió, temblando más y más. Nyria miró a Dael extrañada, pero siguió seria, intentando asustar a la prisionera.

- ¿Sabes de dónde es?- Ella negó con la cabeza- De Catachán, ¿Y sabes lo que puede hacer con tu cuello si te descuidas un poco?- Otra negativa- Arrancarte la cabeza. No quieres eso, ¿Verdad?

- No. 

- Entonces dímelo.

- No puedo.

Dael se levantó, se dio la vuela y le hizo un gesto a Nyria.

- Toda tuya. Tristán, vete avisando a Eneria para que capture a otro colaborador, ella no va a durar mucho más.

Como sabía que lo decía para asustar a la prisionera, no lo hice de verdad, sino que activé el teléfono y fingí hablar con ella. Mientras tanto, Nyria se colocó tras ella, pasó uno de sus brazos por su cuello y posó la mano del brazo opuesto en su nuca. Comenzó a hacer fuerza y a tirar. La otra no hacía más que gritar y llorar, pero no me dio pena, era una hereje, y merecía la peor de las muertes. Nyria siguió tirando hasta que se oyó un sonoro chasquido y su víctima comenzó a chillar más aún, con mucho más dolor en su voz. Un hilillo de sangre comenzó a salir por su nariz. Dael le hizo un gesto a Nyria para que parase y avanzó hacia la prisionera, con paso lento y los brazos cruzados:

- Dime donde está, o le diré que siga tirando.

La colaboradora jadeaba y gemía. No dijo nada. Dael suspiró e hizo otro gesto más.

- Sigue, Nyria.

Siguiéndole la corriente a Dael, Nyria hizo fuerza de nuevo, pero esta vez sin tirar, sólo para asustarla. 

- ¡Basta! ¡Para, por favor!- Chilló- ¡Lo diré, lo diré!

Nyria paró y separó sus brazos de su cuello. Dael, con las manos cogidas tras la espalda, se situó enfrente de ella.

- Adelante.

- Sector Argia- Jadeó. Tosió violentamente y prosiguió- Un Manufactorum abandonado.

- ¿Ha sido tan difícil?- Preguntó Dael.

De improvisto, Cyntia habló, bastante seria:

- Miente.

- ¡No, lo juro!

Todos nos giramos hacia Cyntia. Sabíamos que era una buena psíquica y que podía captar esas cosas.

- Es telépata- Le dijo Dael a la colaboradora mientras señalaba a Cyntia con la barbilla- Sabrá cuando nos mientes. Ahora, dime cuál es la real.

- ¡Me matarán!

Dael gruñó, cogió una botella de plástico en la que había una pegatina con un ``Prometio`` escrito rápida y descuidadamente y se la puso en frente de la cara.

- Es inflamable, estoy seguro de que lo sabes.

Ella asintió lentamente.

- Abre la boca.

- ¡No!

- ¡Que abras la jodida boca!- Ladró Dael. Acto seguido, propinó una tremenda patada en la entrepierna de la interrogada, que se dobló por el dolor y boqueó, buscando aire. Aprovechando esto, introdujo la botella en su boca y vertió todo el contenido en ella- No lo tragues, es tóxico. 

- Dael- Susurró Cyntia- ¿Qué demonios vas a hacer?

Como toda respuesta, Dael tomó el soplete de la carretilla e insertó su boquilla en la boca de la cultista, que abrió los ojos hasta el límite, presa del pánico.

- ¿Aprieto el botón?- Bramó- ¿Quieres que apriete el botón? ¡Voy a hacer que tu puta cabeza arda desde dentro como no me lo digas!

La camarera escupió todo el Prometio y dejó caer la cabeza, respirando con dificultad y temblando exageradamente.

- ¡Ya!- Gimoteó- Por favor, por favor. 

- ¡Pues dilo ya!- Dael la abofeteó, y no paró hasta que ella comenzó a gritar, diciendo la ubicación de su central.

- ¡En el centro de esta ciudad! ¡La torre Sköla! ¡La usamos como tapadera, los veinte primeros pisos son oficinas, pero después hay tres más!- Dael dejó de pegarla. Cuando levantó la mano de nuevo, siguió hablando- En la más alta- Jadeó- ¡En la planta más alta está él!

- Dice la verdad- Cyntia asintió.

- Bien, bien- Dael se dirigió a nosotros- Ya está. Tenemos todo lo que necesitábamos. Mirina, ven a echarme una mano, vamos a ver si podemos sacarle algunos detalles menores más- Nos señaló al resto- Vosotros id a informar a Eneria sobre esto- Pensó durante unos segundos- La Torre Sköla es la sede de una importante empresa. Si Viperofobia la controla, o es la fachada que usan para ocultarse, no habrá más dudas sobre su poder económico. Venga, id.

Asentimos y salimos de la habitación. Justo antes de irnos, oí como Mirina comenzaba a darle puñetazos en la cara a la prisionera mientras Dael le preguntaba datos a gritos.

+++++++++++++++++++

Cuando le informamos a Eneria sobre la ubicación de la sede de Viperofobia en la torre Sköla, ni siquiera pareció impresionada.

- Me lo temía- Torció el gesto.

- ¿Ya te esperabas que Sköla fuese la tapadera de Viperofobia?- Pregunté, asombrado.

- No- Negó con la cabeza- Pero sí que usasen como tapadera una empresa o entidad importante, y eso se aplica con todo detalle a Sköla.

- ¿Qué tipo de empresa es Sköla exactamente?- Preguntó Cyntia.

Eneria estaba enviando mensajes e informes de peticiones de equipo con su placa de datos electrónica, pero aún así podía responder a nuestras preguntas con relativa soltura.

- Ecónomica- Respondió- Lleva la gran mayoría de bancos de Ogygia.

Ahora ya sabíamos el porqué de su capacidad adquisitiva. Misterio resuelto.

- ¡Oh!- Cyntia se sobresaltó- ¿Y si el presidente de Sköla es el líder del culto? Parece lo más probable.

Era una buena deducción, sin embargo, Eneria negó con la cabeza.

- No, no. Eso no tiene sentido, por muy obvio que parezca, te lo aseguro. Seguramente nadie de Ogygia, a excepción de los altos cargos de Viperofobia, conozca a su líder.

- Sí, tiene sentido- Asinitó Nyria, que estaba a mi lado, cruzada de brazos. 

- Pues claro que lo tiene- Replicó Eneria mientras guardaba su placa de datos y se dirigía a un armario metálico que estaba detrás suyo- He desmantelado varios cultos caóticos en mis diez años al mando de mi compañía, y todos hacen lo mismo, os lo aseguro- Abrió el armario y sacó una pistola semiautomática NA-13- Y ahora, me temo que os debo dejar. Voy a ver qué ha conseguido Dael, y a ejecutar a esa hereje en cuanto obtenga un par de datos. Vosotros id con Artaris, os llevará a vuestras habitaciones, a partir de ahora estaréis aquí hasta que ataquemos la torre Sköla. Os recomiendo que practiquéis algo mientras podáis, os vendrá bien.

Y salió de su despacho con paso ligero camino a la sala de interrogatorios.

- Bueno, vayamos a buscar a Artaris- Dijo Nyria mientras echaba a andar hacia la planta superior. 

Miré a Cyntia, que se encogió de hombros, y seguimos a Nyria escaleras arriba.

- ¿Crees que tendremos que asaltar la torre Sköla?- Me preguntó Cyntia a través de nuestro vínculo psíquico- Ya sabes que no sé luchar muy bien, entrar ahí, plagado de enemigos...sería un suicidio para mí.

- Bueno, tienes a Mirina para protegerte. Y ella no me parece que vaya a tener miedo de un puñado de cultistas, por muy bien armados que estén. Probablemente sea al revés.

- Tienes razón.

- Además- Seguí- Tienes tus poderes de premonición, no te podrán coger por sorpresa.

Asintió.

- Sí, supongo que me he preocupado por una tontería.

``No te creas, yo también estoy asustado``, quise decirle, pero no tuve valor para ello. Seguimos subiendo escaleras durante un poco más, y llegamos al piso superior, donde Artaris estaba hablando con otro SICOM mediante el comunicador de su muñeca. Parecía estar arreglando unos envíos de equipo y personal, y no acabó hasta media hora después de llegar nosotros.

- Perdonad, estamos preparando una ofensiva sobre la Torre Sköla, y necesitamos a todos los miembros del SICOM que podamos reunir- Se disculpó tras apagar su comunicador. Su voz era grave e imponía mucho.

- ¿Lo estáis planeando tan rápido? Apenas hemos descubierto que la Torre Sköla es la base de Viperofobia- Cyntia cambió su peso de un pie a otro, nerviosa.

- Indudablemente- Contestó Artaris- Debemos atacar antes de que puedan hacer nada, debemos ser rápidos y letales. Asaltaremos la Torre Sköla, acabaremos con todos los que estén dentro y perseguiremos al resto del culto junto a los Arbitres. Simple, espero que no haya dudas.

Por supuesto que no las había. Era tan simple que no podía fallar: entrar en la torre, matarlos a todos y perseguir al resto del culto. Me había esperado algo más elaborado del SICOM, pero en aquella situación, el plan actual era el mejor y más sencillo. Miré de pasada a Nyria. Se la veía tranquila, no como a Cyntia y a mí, especialmente a ella, pues sus rodillas temblaban y miraba a un lado y a otro sin parar. Me sentía aliviado de contar con Nyria en el equipo, pues ella era una especialista en el combate a corta distancia, justo lo que ocurriría en un edificio como lo era la Torre Sköla. 

- La coronel me ha ordenado que os lleve a vuestras habitaciones- Informó Artaris tras hacernos un gesto para que le siguiéramos y echar a andar hacia el ala oeste del cuartel- Mañana mismo asaltaremos la Torre Sköla, así que aprovechad si...queréis hacer algo antes de morir- ``Morir`` lo dijo con un tono extraño, como si se lo tomase a broma. Yo, sinceramente, comenzaba a albergar serias dudas sobre nuestra supervivencia.

- No me ha gustado la manera en la que ha dicho ``morir``- Me dijo Cyntia, de nuevo a través de nuestro vínculo telepático.

- Ni a mí lo de ``por si queréis...hacer algo antes de morir``- Respondí.

- Bueno, eso es obvio, ¿No?. Es una manera de relajarse, ya que estamos todos muy nerviosos.

Me sorprendió la respuesta de Cyntia, y ella lo debió notar, pues se disculpó sin demasiadas ganas y dejó la conversación. Artaris nos llevó frente a una puerta metálica con el símbolo del Águila Bicéfala tallada sobre el pomo y nos dejó allí.

- Debo irme a preparar la operación con la coronel. Buena suerte, muchachos. Y descansad, os hará mucha falta.

Y, dicho eso, se largó escaleras abajo a paso ligero. Miré a Nyria, que se encogió de hombros y abrió la puerta. El interior, nada fuera de lo común, básicamente como el resto del interior del cuartel, pero con camas y armarios metálicos repletos de material médico y munición. 

- Es menos acogedora que la del Hotel- Comentó Cyntia- Pero las camas parecen buenas, creo que podremos dormir bien.

Yo había dormido miles de veces en el suelo, así que cualquier cama me parecía cómoda, por lo que el estado de las camas poco me importaba. Sin embargo, Cyntia, siendo como es, por supuesto que le interesaba que fueran cómodas. No podía dormir si la cama no era buena, y, teniendo en cuenta que debíamos descansar todo lo que pudiéramos, el buen estado de las camas era una buena noticia, al menos para ella.

- Si mañana vamos a asaltar la Torre Sköla, será mejor que descansemos todo lo que podamos- Nyria se desperezó- Con vuestro permiso, yo voy a dormir- Y se dejó caer en la cama que tenía delante. No pasaron ni dos minutos cuando ya se había quedado dormida.

Estuve mirando a Nyria dormir durante un buen rato, mientras tanto, Cyntia se cambiaba de ropa para dormir. Yo no tenía ese hábito, pero ella lo hacía siempre. Cuando estuve por meterme en la cama y dormir hasta que tuviéramos que levantarnos para preparar el equipo y recibir los informes, Cyntia me habló:

- ¿Tienes miedo?

Lo directo de la pregunta, y el hecho de que me lo susurrase en vez de decírmelo a través de nuestro vínculo psíquico, me hicieron vacilar al responder:

- Sería un ingenuo si no lo tuviera.

Ella asintió, como si se esperase la respuesta:

- El ataque a la torre...¿No te parece demasiado repentino?

- Hombre, yo no me esperaba que lo planeasen para mañana, pero sí sabía que sería pronto.

- No me da buena espina, Tristán- Replicó- Tienen mucho dinero, tendrán mucho personal de seguridad, y muy bien armado. Además...son un culto caótico, Tristán. Seguro que en algún momento podían...-Tragó saliva- Invocar un demonio o algo así. Eso es lo que realmente me da miedo.

Me adelanté y, aún no sabiendo porqué, apoyé su cabeza en mi hombro y posé mi mano en su nuca.

- Todos te protegeremos- Aseguré- Siempre lo hemos hecho.

Ella dudó y asintió.

- Lo que me preocupa es quién nos protegerá al resto- Me pregunté a mí mismo.

Tenía miedo, por supuesto, y estaba nervioso. Pero era mi deber para con el Imperio, y los herejes y caóticos no merecían vivir. Lo haría lo mejor que pudiera.

O moriría en el intento.

Fin del juego

No pude dormir, o al menos no tanto como hubiera necesitado. Dí vueltas y vueltas en la cama, sin poder conciliar el sueño, hasta que me dí cuenta de que Nyria estaba despierta también:

- Eh- Susurré- ¿Tú tampoco puedes dormir?

Negó con la cabeza.

- No necesito dormir tanto.

Miré mi reloj. Eran las cuatro de la mañana, habíamos dormido cerca de seis horas. Mucho más de lo que yo estaba acostumbrado. En media hora, una como mucho, alguien nos avisaría para prepararnos e ir con Eneria y el resto a planear el ataque.

- ¿Qué crees que pasará?- Le pregunté- Quiero decir, ¿Qué crees que nos encontraremos ahí?

Se encogió de hombros. Estaba bocarriba, mirando al techo y con los brazos cruzados tras la cabeza.

- Cultistas. Muchos cultistas. Y civiles, seguro que habrá civiles también- Se encogió de hombros de nuevo- Supongo que intentaremos no matar a los civiles.

Asentí.

- Sí, supongo. 

- Esto tiene pinta de acto final para una novela trágica, ¿Eh?- Bromeó ella- Cuando todos los protagonistas mueren combatiendo al enemigo.

- Esperemos que no sea así.

- Claro que será así.

Me tumbé de lado para mirarla.

- Piénsalo bien. Docenas, probablemente cientos de cultistas bien armados ahí dentro, y la alta posibilidad de que invoquen algún demonio mediante rituales o...yo qué sé- Sonrió con aire irónico- Esos datos no garantizan mucho nuestra supervivencia, ¿Eh?

- Estamos con el SICOM- Respondí- Y estaremos con más equipos, y seguro que Eneria se une al ataque con su escuadra de Mirmidones. Eso sí que lo garantiza, ¿No?

- Yo no daría nada por hecho.

No me pareció el mejor momento para hacer bromas, pero aún así decidí tomarle un poco el pelo.

- ¿Tienes miedo o qué?

- Claro que no. Ya he vivido suficiente.

- ¿Tú crees?

- Sí.

Siempre me ha soprendido lo decepcionantemente cortas que eran nuestras conversaciones. 

- Te inquieta morir- Inquirí, aún sabiendo que no tenía ninguna garantía de que así fuera.

- Como a todos alguna vez.

Sonreí. Había conseguido que confesase. Aún sonriendo, me acerqué a ella y le pasé un brazo por encima. Ella se dejó abrazar, como siempre:

- No te preocupes, si algo pasa, te protegeré.

- ¿Porqué?- Dijo ella con su característica frialdad- No creo habértelo pedido.

Me acerqué más a ella.

- Porque te amo.

Esperé una contestación con un contenido mínimamente afectivo, pues ya había comprobado en un par de ocasiones que Nyria era capaz de mostrarme su afecto, ya fuera con un simple gesto, ya fuera respondiendo a un beso o a una caricia. Pero aquella vez, su respuesta me sorprendió bastante: Supiró.

- Tristán, creo que los dos tenemos un concepto muy distinto de esa palabra.

- ¿Qué?- Pregunté, alzando una ceja, extrañado.

Sonrió un poco:

- Mírame. Llevo entrenándome para luchar desde casi al nacer y combatiendo antes de los quince. Me he criado en mundos letales, y he sobrevivido a una legión penal. Mírame y dime, ¿Crees que tengo tiempo, o al menos una referencia para pensar en, o sentir siquiera eso que llamas amor? Yo creo que no- Al ver mi mirada desanimada, me levantó la barbilla con dos dedos- Pero me atraes, por supuesto que me atraes, te respeto y te admiro como soldado. Eso es lo máximo que puedo sentir por alguien, es mi tipo de ``amor``, supongo.

Y se hizo el silencio. Yo no sabía qué decir, ni qué pensar. Yo también había pasado por muchas cosas, claro que sí, llevaba diez años luchando y estando a punto de morir, pero había vivido con Nora en Nieria, y por aquel entonces sí que había tenido una referencia y un significado para aquella palabra.

- Eh...yo- Balbucí. Y, antes de que hiciese el ridículo, alguien llamó a la puerta, y la voz de Artaris me salvó de quedar como una persona más imbécil aún de lo que ya soy.

- En la sala de comunicaciones en quince minutos. Vestidos y equipados- Dijo, acto seguido, se largó.

Nyria se levantó rápidamente y comenzó a levantar al resto. Yo estuve unos segundos más en la cama, pensando en lo fría que enrealidad era Nyria. Nunca sabré por qué extraña razón del destino pude pensar en ella como alguien capaz de pensar y sentir como una persona normal. Las palabras de Inrah asaltaron mi mente: ``Eres un utópico``. Bueno, si aún mantenía la cordura, era por algo. Nunca venía mal tener esperanzas de más. Me levanté y me dí cuenta de que Artaris nos había ordenador que nos vistiéramos y equipáramos. Estaba vestido, pero no sabía dónde encontrar el equipo. Entonces me fijé en los armarios de acero que estaban pegados a las paredes, de los cuales Dael estaba sacando una armadura caparazón negra mate con el símbolo del SICOM en la hombrera derecha. Abrí yo también uno y saqué otra, pero parecía demasiado pequeña para mí y la volví a meter en el armario. Me pregunté si nos las habían hecho a medida. Probablemente sí. 

- ¡Eh, Tristán!- Llamó Dael- ¡Esta es tuya!

Y me lanzó la armadura que había sacado él. La cogí con esfuerzo, pues pesaba mucho, y le dí la vuelta, de manera que viese la pechera. Para mi sorpresa, en ella ponía mi apellido ``Danherr`` en letras grises, en la protección pectoral izquierda. Sí que estaban hechas a medida. Desaté las correas que mantenían las dos partes de la coraza juntas y me la puse, para luego volverlas a atar. Cogí las hombreras y me las coloqué, aseguré sus correas y me ajusté las de los brazales, las rodilleras y las grebas. Descubrí con satisfacción que la hombrera izquierda tenía una funda para un cuchillo de combate y enfundé ahí el mío. 

Miré a mi alrededor en cuanto terminé de ajustar todas las correas de mi armadura y de colocar los portacargadores y portaequipos en el cinturón y la coraza. Me ajusté también mediante una goma un paquete de cigarros de Ilho a la hombrera derecha. Dael ya estaba terminando de colocarse la armadura y Mirina también estaba cerca de acabar. Nyria no sabía ni por donde empezar, pues nunca en su vida se había puesto una armadura antifrag completa, mucho menos una caparazón, más pesadas y con más partes que asegurar y vestir. Decidí echarle una mano. Mientras tanto, Cyntia preguntaba por la suya y Dael sacó una gabardina negra y larga, de tela gruesa, rellena de láminas de kevlar, me pareció. Ella se la puso, se la cerró y la miró con aire decepcionado. Muy pobrablemente, si nos habían hecho las armaduras a medida, Eneria (supuse que era ella quien lo ordenó) se habría dado cuenta de que Cyntia no podría cargar con el peso de una armadura caparazón y poder moverse con la soltura necesaria, bueno, si se podía mover, claro. De manera que, pensando en su escasa fortaleza física, decidieron fabricarle una protección más ligera, pero que pudiese proporcionarle una defensa aceptable contra las armas de los cultistas. O eso era lo que yo pensaba, al menos.

- ¡Eh!- Exclamó Dael de repente- ¡Mirad esto!

Todos nos volvimos, y vimos Dael sacar unas máscaras balísticas lisas y de color gris de uno de los armarios. Cogió una, le dio un par de golpe, la olió y silbó:

- Joder, es de antifrag. Nuna había visto una que no fuese de kevlar- Y volvió a meterse casi hasta la cadera en el armero. Al poco rato salió con un rifle láser similar al modelo Kantrael, pero más robusto y largo, con una células de energía con forma de cargador de tambor y un lanzagranadas acoplado bajo el cañón. En la otra mano llevaba una escopeta de cañón corto, sin culata, y con la empuñadura y el guardamanos de madera sintética- ¡Hay una de estas para cada uno!

Terminé de ajustar las correas de la coraza de Nyria y me dirigí hacia el armero, del cual saqué uno de esos rifles láser, una escopeta recortada exacta a la de Dael y una funda de cadera para esta última. Sopesé la escopeta. Era un buen arma, y de excelente calidad. La guardé en su funda, la cual a su vez me había colgado a la cintura, y me eché el rifle láser al hombro, colgándomelo de él mediante su correa, que era de tela negra. Abrí otro armero y me lo encontré lleno a rebosar de petates y maletas. Por curiosidad, cogí una de las maletas y la abrí. Estaba llena de productos estéticos, revistas impresas en Namethia y ropa. Eso debía ser de Cyntia. Le hice un gesto para que se acercase. Se había colocado la máscara balísitica, pero no se la había bajado, de manera que pude ver su expresión de sorpresa al ver el contenido de la maleta.

- ¡Son mis cosas!

Todos vinieron a sacar las maletas y revisarlas para ver si alguna era la suya. Habíamos tenido que dejar nuestras cosas en Khopesh, y Eneria nos había dicho que se ocuparía de ellas. Lo que no me esperaba era que nos las fuese a dar tan pronto. Dael se quedó con unas cuantas maletas, unas cinco o seis, todas suyas. Mirina tenía sus cosas repartidas en tres maletas y las de Nyria, que eran tres también, contenían además toda su colección de cuchillos. Y, por último, quedaron dos, que eran mías. Saqué mi pistola de una de ella y la enfundé en la pistolera que mi coraza tenía en su parte inferior.

- Bueno, ya estamos todos, ¿No?- Preguntó Mirina.

Desvié la vista hacia ella. Su armadura era la misma que había usado en Khopesh, y no tenía el rifle láser, pero sí la escopeta. Sus manos y antebrazos estaban cubiertos por un par de formidables guanteletes hechos de un material negro muy flexible y recubiertos por placas rectangulares de armaplás pintado de rojo. Cuando movía los dedos o la mano, unos delgados zarcillos de energía envolvían los guanteletes. Me pregunté qué demonios eran, y para qué servían exactamente, aunque me hacía una ligera idea.

- Listo y preparado- Dael terminó de rellenar sus portaequipos con munición para sus armas. Mirina asintió, abrió la puerta y salió la primera. La seguimos y nos dirigimos a la sala de comunicaciones.

Eché un vistazo a mi alrededor. Parecíamos un equipo de operaciones especiales: equipados con material del SICOM, armados con armas de excelente calidad y listos para combatir lo que fuese. Recé para que eso nos durará, pues, antes siquiera de entrar en la sala de comunicaciones, ya había sufrido un par de escalofríos de puros nervios. Con el tiempo te acostumbras, y siempre los he tenido, pero esta vez eran distintos, podría decirse que también estaban causados por el miedo. Llamar a la puerta de la sala de comunicaciones fue, probablemente, uno de los actos que más valor requirió aquel día. 

- Y antes de lo que esperábamos- Añadió Eneria al vernos entrar- Puede que al final este día no vaya a ir tan mal.

Entramos en silencio, los más serios que pudimos e intentando disimular los temblores que acudían de vez en cuando a nuestras articulaciones. Incluso Cyntia los pudo disimular, en mayor o menor grado, al menos.

La sala de comunicaciones era, como su nombre indicaba, una sala dedicada a albergar todo tipo de aparatos de comunicación que los Arbitres usaban para contactar con sus patrullas y cuarteles. Las mesas estaban repletas de cogitadores, radios de onda corta y máquinas tan grandes como un humano que, supuse, debían ser las que hacían las veces de radio de largo alcance. La habitación había sido despejada para que la pudiéramos usar hasta que terminásemos de planear el asalto a la Torre Sköla, de manera que nadie nos estorbase. Eneria y Artaris, reespaldados por tres de sus hombres embutidos en las impresionantes armaduras de Mirmidón, estaban al frente de ocho soldados del SICOM, repartidos en dos equipos, uno de ellos de tres, y el otro de cinco.

El que estaba formado por tres era el de Mist, y estaban ataviados con armaduras y pertrechos mucho mejores que los nuestros, a pesar de que nosotros estábamos excelentemente equipados: blandían rifles láser sobrecargados modificados con lanzagranadas y miras de combate y armaduras de, supuse, caparazón, completas, con amplias protecciones para el cuello y hombreras ampliadas. Sus compañeros, Ulrik y Snare, llevaban los cascos puestos y las máscaras tácticas caladas, sin embargo, el casco de Mist colagaba de su cinturón, repleto de portaequipos, y su máscara pendía de su cuello. Me dedicó una fugaz sonrisa al mirarme de pasada. Asentí a modo de saludo y, cuando volvió la cara hacia el mapa que Eneria estaba dibujando de la Torre Sköla, me fijé en el otro equipo. Estaba formado, al igual que el mío, por cinco soldados, equipados de manera idéntica a nosotros, exceptuando el caso de Cyntia, por supuesto. De repente, y sin darme cuenta, mi vista se posó sobre uno de ellos, y su cara me resultó extrañamente familiar: Gaask. Parpadeé y le miré de nuevo. ¿Qué hacía Gaask ahí, cooperando con el SICOM? Bien era cierto que ya había operado junto a Mist y su equipo durante el asedio de Khardago, pero de ahí a que le volviesen a reclamar, había un trecho que mi mente no conseguía comprender.

- Y en el fin de los tiempos, cuando el cielo arda y la tierra muera, nos volveremos a ver para luchar juntos- Me susurró a modo de saludo.

- Espero que no arda el cielo ni se muera la tierra- Confesé.

- Bueno, sería interesante verlo- Sonrió- Si sobrevivimos, te invito a algo. 

Me encogí de hombros. ``Como quieras``

- Bien- Eneria dio un golpe en la mesa tras la que estaba. Con la fuerza aumentada de su armadura, el mueble chirrió como si estuviera a punto de partirse por la mitad y se tambaleó- Saldremos en cuanto explique el plan, todo está listo. Las fuerzas del Arbitres custodiarán las salidas del edificio para evitar que nadie escape y para poder poner a salvo a los civiles que se encuentren dentro de la Torre. Seremos tres equipos de asalto- Nos señaló a mí y a mi equipo, al de Mist y al de Gaask- Cuatro parejas de francotiradores, las cuales ya se han colocado en posición al rededor de la Torre Sköla y servirán como informadores y apoyo a distancia. Y, por último, yo y mi equipo, que estaremos esperando en la parte superior del edificio para entrar por las ventanas cuando se nos requiera y así poder aprovechar el factor sorpresa- Al ver que nadie se disponía a plantear una pregunta, asintió, satisfecha y señaló el dibujo de la Torre con un dedo- Los equipos dos y tres- Señaló con la barbilla al equipo de Gaask y al mío- Entrarán desde la planta baja, y subirán por las escaleras, combatiendo a todos los hostiles que se encuentren hasta la planta diez, donde se encontrarán con el equipo uno- El cual supuse, era el de Mist-, que habrá bajado desde el último piso. A partir de ahí, subiréis hasta la última planta y buscaréis la entrada a los últimos tres pisos, los que están ocultos. Las fuerzas del Arbitres cubrirán los ascensores de la planta baja para que ningún hereje escape- Apartó el dedo del esquema que había dibujado en el plano y movió su cuello hacia ambos lados, produciendo sendos chasquidos- Si no hay preguntas, proceded entonces a dirigiros a los garajes subterráneos que hay bajo el cuartel. Yo y mi equipo iremos en un transporte aéreo, pero estaremos en contacto. 

Asentimos y nos dirigimos a la puerta. El plan era extremadamente sencillo: Subir desde la planta baja, cogiendo en tenaza a los cultistas en el piso diez, pues el equipo de Mist bajaría desde el último piso, conduciendo a los hostiles al piso donde nos reuniríamos todos (el susodicho piso diez) 

- Y buena suerte- Nos deseó Eneria- Que el Emperador esté con nosotros.

Así pues, salimos de la sala de comunicaciones y nos dirigimos a los garajes subterráneos, donde siete furgones del Adeptus Arbitres nos esperaban. Solamente uno de ellos estaba destinado a transportarnos a nosotros, los otros seis transportaban cada uno a doce agentes armados hasta los dientes y preparados para cualquier cosa. Cuando me senté en nuestro furgón, las rodillas me comenzaron a temblar sin control y me saqué un cigarro de Ilho del paquete que me había fijado a la hombrera para calmar los nervios. Le tendí uno a Nyria y otro a Dael. Gaask, que se había sentado enfrente mío, también me pidió uno. 

- ¿Qué haces aquí?- Le pregunté una vez el vehículo se puso en marcha.

Se encogió de hombros.

- Necesiataban de nuevo un psíquico de buen nivel y con mucha experiencia en combate. Como los suyos estaban ocupados, recurrieron a mí una vez más- Sonrió- Así que, aquí estoy- Se bajó la máscara balística y señaló un par de pequeñas placas metálicas que estaban colocadas a la altura de las sienes. Ambas tenían una lucecita azul en el centro- Y esto me ayuda a controlar mis poderes psíquicos, así que, ¿Cómo me podía negar?

Dí una larga calada al cigarro y asentí:

- Esperemos qeu sobrevivas para poder usarlo.

- No te preocupes, lo haré. Y te invitaré a esas copas que te prometí antes.

No hubo una palabra más hasta que, una hora después, llegamos a la Torre Sköla.

- Quince segundos para objetivo- Avisó el pilotó.

El habitáculo de pasajeros se llenó de los metálicos chasquidos de los seguros al desactivarse y de los cartuchos de postas al entrar en la recámara de las escopetas. Todo el mundo estuvo listo en menos de seis segundos. Apagué el cigarrillo y lo aplasté contra el suelo.

Nueve segundos.

Sudaba, y mucho, pero siempre pasaba antes de un combate.

Cinco segundos.

El vehículo aminoró la marcha y entró en la acera con un brusco traqueteo.

Dos segundos.

Casi al mismo tiempo, todos nos liberamos de nuestros cinturones de seguridad y saltamos del furgón en cuanto éste se paró. Mi equipo, el de Gaask y yo corrimos hacia la entrada de la Torre Sköla, un gigantesco rascacielos de piedra gris clara y ventanales azules. Mientras tanto, Mist, Ulrik y Snare corrieron hacia un pequeño helicóptero que los elevó hasta la última planta, desde la cual comenzarían su ataque entrando a través de las ventanas mediante cuerdas de rappel. Los Arbitres comenzaron a formar una apretada línea de escudos de supresión y escopetas en torno a las salidas dle edificio, y sólo cerraron la formación una vez mi equipo y el de Gaask estuvimos dentro. 

En cuanto las puertas automáticas se cerraron tras nosotros, supe que no había vuelta atrás.

- Bienvenidos a la Torre Sköla- Balbució una recepcionista que estaba tras un mostrador de madera, a unos seis metros de la entrada. Estaba tatuada con la serpiente de Viperofobia, no había duda alguna, esa era su base- ¿Qué desean?

Todos se habían quedado de piedra al vernos entrar. Y, al unísono, todos bajamos nuestras máscaras balísticas. La recepcionista tragó saliva, y los guardas que había a ambos lados de las puertas los dos ascensores y que custodiaban las escaleras al segundo piso se llevaron las manos al interior de sus chaquetas, donde guardaban sus pistolas. No hubo ni un movimiento. Los civiles que estaban ahí, ya fuera haciendo consultas, depositando o sacando su dinero o lo que fuera que hubieran ido a hacer ahí, no se movieron ni un pelo. Casi parecía que no respirasen.

- Qué...¿Qué desean?- Dijo de nuevo la recepcionista. Temblaba ligeramente. Sabía que les habíamos descubierto.

De nuevo, nadie se movió, ni siquiera los guardas, que seguían aún con las manos dentro de sus chaquetas. Sin previo aviso, uno de los integrantes del equipo de Gaask, con la insignia de sargento en su hombrera, se adelantó hacia el mostrador de la recepcionista con paso lento. Cuando finalmente llegó a él, desenfundó su es escopeta, sacándola con rapidez de su funda. Puso su cañón en la cara de la recepcionista, que retrocedió hasta pegar con la pared y comenzó a sudar y a temblar aún más.

- ¿Qué es esto?- Tartamudeó, presa del pánico y el miedo.

Los guardas sacaron sus pistolas y apuntaron al sargento. Nosotros levanamos nuestros rifles láser y les apuntamos a ellos. En ese momento me dí cuenta de que en mi brazal izquierdo había una pantallita azul con un número (ciento cuarenta) y una runa que representaba un rayo. Supuse que era la munición actual del rifle láser. Era una buena idea, estaba a la vista, aún si disparaba, y marcaba la munición de mi arma actual, de manera que nunca me quedaría sin munición sin darme cuenta. Sacudí la cabeza. ``Este no es el momento``, me dije, y me concentré de nuevo en el sargento que tenía encañonada a la recepcionista.

- ¿Que qué es?- Dijo- Su voluntad, ¡Herejes!

Y disparó. Las potentes postas de plomo destrozaron la cara de la mujer y vaciaron su cráneo, proyectando su parte trasera y su contenido contra la pared que había detrás, que quedó manchada de rojo y saplicada de trocitos de hueso y cerebro. El cadáver semi-decapitado de la cultista cayó de rodillas al suelo y ahí se quedó. Hubo una calma extrema, terrorífica, incluso, durante una milésima de segundo, y, después, se desató el infierno. Los guardas dispararon contra nosotros, pero sus balas rebotaron en nuestras armaduras sin hacernos daño. Devolvimos el fuego mientras intentábamos no acertar a los civiles y, al mismo tiempo, esquivarlos mientras corrían en tromba contra la salida y gritaban de miedo. Las primeras ráfagas de láser abatieron a los guardas que estaban en las escaleras y en el ascensor más próximo a éstas. Las potentes desscargas de láser sacudieron sus cuerpos al estallar en su interior y hacerles picadillo por dentro. Sus cuerpos, sin vida, cayeron al suelo de cualquier forma, con la boca y los ojos echando humo y la sangre manando de sus destrozados troncos y sus frentes abiertas.

Nos giramos para abatir a los otros dos que guardaban el otro ascensor, pero el sargento fue más rápido. Ya había enfundado su escopeta para cuando nosotros abatimos a los cuatro primeros, y, antes de que pudiésemos siquiera apuntar a los dos restantes, disparó el lanzagrandas de su rifle láser contra ellos, haciéndolos volar por los aires y destrozando la puerta del ascensor. Sus cadáveres volaron hasta que se estrellaron contra las paredes que tenían delante, justo a seis metros de su posición. Uno de ellos estaba abierto prácticamente en canal, el otro había sido desintegrado de cintura para abajo, pues de sus piernas solo quedaban algunos pedazos de carne y tela quemadas que habían sido esparcidas por toda la planta baja.

- ¡Ahora!- Gritó el sargento- ¡Vamos al segundo piso, lanzad granadas cegadoras!

Corrimos todo lo rápido que nos permitieron nuestras pesadas armaduras en dirección hacia las escaleras.

- ¡Hay doce guardias en el segundo piso!- Avisó Cyntia, haciendo uso de sus poderes de adivinación.

En los pisos superiores sonaban los disparos de los potentes rifles láser sobrecargados, por lo que supuse que Mist y su equipo ya habían comenzado su parte del ataque.

Subimos las escaleras a toda prisa, con los rifles láser en ristre. Mirina no había tocado sus armas, simplemente se mantenía cerca de Cyntia, con sus brazales chispeando y lanzando descargas de electricidad estática al aire. Antes de llegar al final de la escalera, dos de los SICOM de la unidad de Gaask lanzaron sendas granadas cegadoras al interior de la sala de oficinas del piso dos, que era la que daba a las escaleras. Dos destellos gemelos inundaron de luz y sonido toda la estancia, y todos los cultistas cayeron al suelo, tapándose los oídos y gritando incoherencias. Sin embargo, los guardias no parecían haber sido afectados por las cargas aturdidoras. Se mantenían de pie, con sus pistolas Tavor listas para disparar y apuntando a la puerta por la que nosotros haríamos nuestra aparición. Las ráfagas de tres balas de calibre estándar para pistola resonaron a través de los cañones de las Tavor en cuanto aparecimos, pero no consiguieron más efecto que aturdir a Dael cuando una de las descargas le impactó en la máscara y le hizo caer escaleras abajo. Cyntia no tardó en correr hacia él para socorrerle, aunque no estaba herido. El resto nos desplegamos en la sala de oficinas, volcando mesas para usarlas como cobertura y disparando sin piedad nuestras armas. Antes de ocultarme tras el mamparo de un despacho, ví a no menos de tres guardias desmoronarse bajo los disparos del equipo de Gaask. Divisé a Nyria acortar el espacio entre ella y los guardias con suma rapidez, corriendo a largas zancadas y saltando por encima de los escritorios con una increíble agilidad. Rápidamente, me dispuse a cubrirla, de manera que me levanté y disparé contra los guardias sin separar el dedo del gatillo, sin apuntar siquiera, solo necesitaba que se agachasen y no la vieran. Nyria llegó sin problemas a una cobertura segura y se agazapó con la escopeta preparada, esperando el momento exacto para atacar.

Dael apareció subiendo las escaleras de tres en tres, con Cyntia detrás blandiendo su pistola láser y disparando contra los guardias, valiéndose más de sus capacidades psíquicas que de su puntería para poder atinar en el blanco. Uno de sus desesperados disparos impactó en el pecho de un guardia, lanzándolo hacia atrás, de manera que se golpeó con fuerza contra la pared y su cadáver se quedó ahí, sentado, sufriendo espasmos. Ella se agachó tras una mesa derribada, pero Dael siguió corriendo, y disparó su escopeta desde la cadera, sin apuntar siquiera. Pero, por fortuna, la descarga de postas acertó de lleno en el pecho del guardia más próximo, el cual estaba recargando su pistola. Se desmoronó de golpe, prácticamente sin hombros ni cabeza y empapándolo todo a su alrededor con un caudaloso surtidor de sangre. Dael se lanzó al suelo, deslizándose hasta quedar justo debajo del Infiel que estaba más cercano al otro, y disparó a bocajarro. La pierna derecha se le desprendió de golpe junto a gran parte del tronco y el brazo del mismo lado. Dael tiró al suelo el cuerpo de una patada y rodó hacia la cobertura más cercana, la cual estaba muy próxima a la de Nyria.

Mientras tanto, otro guardia fue abatido por Gaask, de un formidable disparo en la cabeza, y los restantes se retiraron hacia las escaleras que llevaban al tercer piso. Me dí cuenta de que todos los oficinistas y, en resumen, todos los cultistas de Viperofobia presentes en la segunda planta (exceptuando, obviamente, a los guardias armados) habían corrido en estampida hacia la tercera planta. Los guardias solo nos habían retenido para darles tiempo para que escapasen. Pero de poco les iba a servir, pues si seguían retirándose, terminarían todos muertos en el piso diez, cogidos en tenaza por nosotros y el equipo de Mist. 

- Tristán- La voz de Cyntia, susurrada en mi oído, me sobresaltó- Déjame tomar control de tu mente unos segundos. Para abatir a los guardias restantes.

Fruncí el ceño.

- ¿Puedes hacer eso?

- Puedo saber cuando se pondrán al descubierto, y, guiando tu arma hacia ellos, abatirlos en cuanto se asomen. Pero necesito que lo sepas. Todavía no lo tengo muy controlado, y si te sobresaltas no podría seguir manteniendo el control.

Asentí. Me pareció una buena idea.

- Adelante.

Ella cerró los ojos y se llevó los dedos a las sienes. De pronto noté como mi cuerpo no respondía a mis pensamientos, y un extraño miedo me invadió, aunque desapareció con la misma rapidez con la que había llegado. Oí como Cyntia susurraba ``Ahora``, y me levanté, controlado por ella. El enlace óptico de mi máscara se alineó con la mira del rifle láser, y, al instante, me encontré arrancándole la cabeza de cuajo a uno de los guardias de un disparo. Acto seguido, la parte superior de mi cuerpo giró hacia la derecha y abatí a otros dos que habían comenzado a retroceder demasiado apresuradamente hacia las escaleras. Ambos recibieron sendos disparos en la cabeza, en el medio de la cara, para ser exactos, y cayeron hacia atrás, humeando y sufriendo sonvulsiones. 

- ¡Ya!- Cyntia estuvo a punto de desmayarse ahí mismo- No puedo mantenerlo más, lo siento.

- No importa- Contesté- Tres disparos a la cabeza, genial. No podía haber pedido nada mejor.

Ella levantó la mirada, y, aunque no podía verle la cara debido a que llevaba la máscara balística, supuse que un atisbo de sonrisa comenzó a despuntar poco a poco en su fino rostro.

- ¡Adelante!- Exclamó Mirina, que acababa de hacer estallar la cabeza de un puñetazo a un guardia- ¡Al tercer piso!

Y entonces comprendí la función de los guanteletes de Mirina: Amplificar su fuerza. Eran similares en uso a los puños de combate, pero eran más pequeños y livianos, aunque, supuse, por esa razón no podrían igualar la potencia de unos puños de combate estándar. Tanto daba, con que le confiriese la fuerza necesaria para matar a un hombre de un sólo puñetazo, era más que suficiente.

- ¡Vamos, vamos, vamos!- Bramó el sargento mientras comenzaba a correr a toda velocidad hacia las escaleras, el rifle por delante, humeante..

Salté por encima del escritorio tras el que me estaba cubriendo y esprinté en dirección a las escaleras, adelantando al resto y llevándome una mano al cuchillo por si me hacía falta cuando llegase , mientras que con la otra sostenía aún el rifle láser, listo para ser utilizado. Subí las escaleras de dos en dos, de tres en tres, y al fin llegué arriba del todo, bastante por delante del resto, excepto de Gaask, que estaba casi a mi altura y blandía una impresionante espada de energía como nunca yo había visto antes, pues proyectaba la energía en forma de hoja de espada, y no alrededor de una hoja física. 

- ¡Cuidado!- Cyntia, a través de nuestro vínculo telepático, me advirtió- ¡Están a los costados!

No supe a qué se refería hasta que un guardia se lanzó sobre mí en cuanto pasé el umbral del tercer piso. Blandía un cuchillo de combate, y se movía con más rapidez y soltura de la que yo me esperaba, de manera que no solo me pilló por sorpresa, sino que también con la guardia baja. Pero gracias a Cyntia pude reaccionar a tiempo, sosteniendo la muñeca de su mano derecha, con la que blandía su cuchillo e inmovilizándole así. Intentó darme un puñetazo con la otra mano, pero yo fui más rápido, y logré doblarle de una patada en el estómago. En cuanto estuvo de rodillas, solté su mano izquierda con fuerza, lanzándola hacia atrás para impedir que contraatacara con su cuchillo, y le mandé al suelo de un rodillazo en la cara. Desenfundé mi pistola y apunté a su frente. La sangre salpicó el frontal de mi máscara, y comencé a notar como aumentaban las ganas de matar en mi interior. 

El Síndrome de Aquiles estaba comenzando a tomar las riendas de mi mente de nuevo.

Sacudí la cabeza y me esforcé por controlarme. Justo cuando estaba a punto de enfundar la pistola, me dí cuenta de que el guardia que estaba en el lado de Gaask había cogido a este por detrás, rodeando su cuello con su brazo y usándolo de escudo humano. Encaré al cultista lo más rápido que pude, pero sabía que no podía ser lo suficientemente rápido. Y mi equipo y el de Gaask tampoco lo serían, a pesar de haber apuntado ya al emboscador con sus armas. Sin embargo, y para sorpresa de todos, Gaask echó una mano hacia atrás, agarrando la solapa del cuello de la chaqueta de su atacante, y, tirando de ella, lo arrojó por encima de él, estampándolo contra el suelo con tremenda fuerza y propinándole un terrible pisotón en la cara con sus botas de combate, dejándosela destrozada y rompiéndole la nuca contra el suelo. La sangre no tardó en manar, y un gran charco de ésta comenzó a formarse en torno a la quebrada testa del guardia.

- ¡Vamos allá!- Gruñó Gaask, activando de nuevo su espada de energía y blandiendo su pistola bólter- ¡Esto no nos detendrá!

Con fuerzas renovadas, tiramos abajo la puerta del primer cuarto del tercer piso, dedicado a guarecer a algunos trabajadores destinados en la Torre Sköla. La planta en sí era como el pasillo del Hotel en el que nos alojamos durante nuestros primeros días en Ogygia. Tras lanzar una granada dentro de la habitación asaltada y comprobar que no hubo supervivientes, nos dividimos en grupos de dos para poder asaltar todas las estancias del piso lo más rápido posible. Yo, obviamente, me junté con Nyria, y, escopeta en mano, asaltamos otras tres habitaciones. En dos de ellas no había nada más que objetos personales y muebles, pero en el último nos topamos con un grupo de unos cuatro oficinistas supervivientes que, armados con pistolas cortas, intentaron defenderse de nosotros. De poco les sirvió. Nyria lanzó una granada aturdidora dentro de la habitación, y, tras oír la detonación, entramos de golpe, con las armas por delante y una mano en el mango del cuchillo. Se cubrían detrás de un par de camas que habían sido puestas una sobre la otra para ser usadas como barricada, y los encontramos tirados en el suelo, aturdidos, desorientados y sin posibilidad de vernos.

Fueron presas fáciles. 

Abatimos cada uno a uno con un disparo de escopeta y después las enfundamos para ocuparnos de los otros dos restantes. Ella simplemente desenfundó uno de sus soberbios cuchillos y atravesó la cabeza de su cultista con rapidez y fuerza. Yo dí la vuelta al mío de una patada, me arrodillé sobre su pecho, le agarré la cabeza por ambos lados y se la estampé contra el suelo, rompiéndole la nuca, tal y como Gaask había hecho minutos antes con el guardia que le atacó por detrás. Nyria me miró durante un instante.

- Tranquilo- Me advirtió- No te dejes llevar.

Era cierto, el Síndrome estaba pudiendo de nuevo conmigo. Me esforcé al máximo para controlarlo y asentí para hacerle entender que le había oído. De improvisto, y cuando íbamos a salir de la habitación, la puerta del baño, que estaba justo en frente de donde los Infieles habían montado su barricada con las dos camas, se desprendió de sus goznes y apareció un cultista ataviado con una máscara de hueso blanco decorada con inscripciones violetas. Me sorprendió ver al fin a uno de ellos vestido como lo que eran, cultistas, pero no tuve mucho tiempo para fijarme en él, pues empuñaba una tremenda escopeta de robusta carcasa hecha de madera sintética, de la cual pendía una cadena con símbolos caóticos y blasfemos. Representaba claramente una amenaza, y me dispuse a eliminarlo con celeridad, pero Nyria fue mucho más rápida que yo. Saltó en su dirección, cuchillo en mano, y empaló su cabeza contra la puerta, medio derribada, clavando su arma en la sien del cultista y atravesando su cráneo hasta que la hoja del cuchillo salió por la otra sien y se quedó clavada a la puerta. El cadáver del Infiel se quedó tieso por un momento, y luego perdió la fuerza en todas sus extremidades, quedando de pie simplemente porque estaba pegado a la puerta por el cuchillo de Nyria, quien pronto recuperó su arma, haciendo que el cuerpo sin vida del hereje se derrumbase sonoramente contra el suelo.

Suspiré, aliviado. Por suerte, Nyria tenía los reflejos y la agilidad necesaria para reaccionar a ese tipo de ataques antes de que pudiéramos salir heridos. Le dí la enhorabuena por aquel magistral movimiento con un gesto de pulgar y ella, por toda respuesta, se limpió la hoja de su cuchillo en la manga de su chaqueta. 

- Vamos- Dijo- Reunámonos con el resto.

Asentí. Salimos de la habitación y nos reunimos con el resto enfrente de las escaleras hacia la cuarta planta, donde seis cadáveres de guardias yacían esparcidos por el suelo, apollados contra la pared, empapada de su sangre y llena de agujeros de disparo de láser. Me fijé en que estos tenían rifles automáticos, y no pistolas automáticas como los de las dos plantas anteriores.

- Ya han comenzado a armarse- Observé.

-  Y no sólo eso- Añadió Dael, rebuscando en uno de los cuerpos- También tienen granas de fragmentación y cuatro cargadores para sus rifles, aparte de sus pistolas y cuchillos, claro. Y por si eso fuera poco, los otros, los oficinistas y residentes, quiero decir, también se han armado- Se encogió de hombros- Solo tienen pistolas de poco calibre y alguna que otra escopeta, pero podrían representar un problema si nos rodean.

El sargento del equipo de Gaask terminó de recargar su escopeta y habló con voz firme y clara:

- No pueden atravesar nuestra armadura, no podrán hacer nada aunque nos acorralen- Acto seguido, miró a Gaask- Roderyck, ¿Puedes ver cuántos hay en el piso superior? Y pensar que aún nos quedan siete...

Gaask asintió, se llevó los dedos a las sienes y se concentró.

- Debe de haber- Su voz se quebró, pero rápidamente volvió a la normalidad- Hay demasiados como para hacer un cálculo exacto. Aún no controlo esto todo lo bien que quisiera- Separó sus dedos de sus sienes y volvió a su postura anterior- Calculo que no más de treinta, pero tampoco menos.

- Mierda- Masculló el sargento. Se dio la vuelta, mirando por los amplios ventanales de la torre- Tendremos que echar mano de los francotiradores- Se llevó un dedo a la oreja derecha, donde todos teníamos un comunicador- Equipos de tiradores, ¿Me recibís? Limpiad el cuarto piso. Es más que urgente.

La respuesta no se hizo esperar, y vino en forma de descarga de disparos. Los cuatro equipos abrieron fuego, y oí el ruido de las ventanas de cristal al estallar y los cuerpos al desplomarse. Por el desmesurado sonido de las detonaciones de los rifles de precisión, supuse que estaban utilizando fusiles anti-materia, los cuales disparaban balas de gran calibre capaces de atravesar incluso la ceramita. Poco quedaría de los cultistas si eran alcanzados por un disparo de esas monstruosidades, y, teniendo en cuenta la magistral puntería de la que hacían gala los francotiradores del SICOM, dudaba mucho de que alguno se salvase.

- Si son tantos como dices, tardarán un par de minutos en despejar todo el piso- Explicó el sargento- Aguardemos unos segundos, para que los ablanden, y luego rematémosles. 

Todos asentimos, estando de acuerdo. Unos segundos para revisar y preparar nuestro equipo y recargar nuestras armas. Aproveché para meter un par de cartuchos en mi escopeta y cambiar el cargador de mi rifle láser. En cuanto inserté la nueva célula de energía, la pequeña pantalla de mi muñequera pasó de marcar el número doce a marcar el ciento cuarenta de nuevo. También metí una nueva bala en el cargador de mi pistola, aprovechando que siempre llevo encima unas cuantas balas de recarga de emergencia en uno de mis portacargadores. Cuando acabé, eché un vistazo por la ventana. Sólo un segundo, lo suficiente como para ver lo que pasaba. Cientos de curiosos se arremolinaban en torno a la Torre Sköla, y los agentes del Arbitres los mantenían a raya, sin hacer uso de la violencia.

- Bien- El sargento terminó de recargar su rifle láser- Vamos allá. Equipos de francotiradores, aquí equipos de asalto dos y tres, cesen el fuego y transiféranlo al siguiente piso, vamos a subir. Si el equipo de asalto uno necesita su ayuda, dénles prioridad.

Y allí íbamos de nuevo, sedientos de sangre, embrutecidos. Listos para morir en aquella carrera de la muerte.

+++++++++++++++++++++

- Han alcanzado el cuarto piso, y el otro grupo, el que entró por el décimo piso, está ya en el séptimo. Hemos debido de perder no menos de cuatro docenas de fieles, maestro.

- Déjales.

El cultista se volvió hacia su líder con una mueca de desconcierto dibujada en su tatuada cara.

- ¿Perdón, amo?

- Déjales que suban y que combatan. Perderán hombres y munición a medida que vayan avanzando- El líder de Viperofobia esbozó una maliciosa sonrisa- Y morirán cuando lleguen aquí.

- Gran idea, maestro, como siempre- El cultista hizo una suave reverencia.

- Es pura lógica- Y, tras una breve pausa, añadió- De todas formas envía a todos los fieles de La Cima a su primera planta.

- ¿Sólo a la primera, amo?

- Solo a la primera. De la segunda me ocuparé yo- Hizo un gesto al cultista, quien se retiró con otra reverencia. Cuando se hubo ido, levantó la cabeza la muchacha que estaba tumbada a sus pies tomándola de la barbilla y le susurró- Te daré una segunda oportunidad para que acabes con ellos, diablilla.

La chica ronroneó y se pegó a sus piernas, acariciándoselas con los dedos de su mano izquierda.

- Gracias, mi amo. Haré lo que ordenéis.

- Por supuesto que lo harás- Deslizó el dedo índice desde la barbilla hasta la sien de la chica- O si no ya sabes lo que te espera.

- No os defraudaré.

- Más te vale.

- Pero para que sea capaz de detenerlos si superan el primer bloqueo, debéis concederme algunos favores.

- Habla.

- Necesito que le liberéis, y que me cedáis una docena de fieles para llevar a cabo un ritual de invocación.

- Tienes a los cultistas- Cedió- Pero, ¿Liberarle? ¿Para qué? Estuvo a punto de matar a uno de los fieles.

La joven besó la mano de su amo.

- Me es muy útil, sobre todo con la cirugía a la que le sometimos.

- Dudo que una bestia así pueda serte de ayuda, demonio.

- Oh, lo será. Vos solo tenéis que darme permiso para liberarlo, y los Leales morirán antes de llegar aquí.

- Está bien. Tómalo si tanto lo quieres.

Con una sonrisa complacida, la muchacha se levantó, dedicó una reverencia a su maestro y desapareció de la sala en la que se encontraban para buscar a los cultistas que necesitaba.

Iba a invocar unos cuantos entes de la disformidad, y necesitaba un sacrificio justo.

++++++++++++++++++++++

Hasta llegar al piso diez, todo fue lo mismo: Oficinas y pisos residenciales atestados de cultistas. Muy pocos habían cambiado su ropa, lo cual no sorprendió a todos. Nos esperábamos hordas de cultistas vestidos de cuero negro y tatuajes de la estrella de ocho puntas por todo el cuerpo, pero lo que allí había era todo lo contrario: oficinistas y guardias. Sin embargo, eso no les salvó de Su justicia. El combate se recrudecía más y más a medida que subíamos e incluso hubieron momentos en los que nos vimos obligados a abatir a los cultistas a golpes de culata y cuchillazos, pues se nos lanzaban encima blandiendo cualquier cosa que pudiera causar cierto daño: Llaves inglesas, navajas, varas de hierro...

Los equipos de francotiradores despejaban los pisos antes de que subiéramos, pero aún así seguía habiendo demasiados cultistas. Estaban desesperados, veían su propia muerte, sabían que no podrían salir de ahí con vida, de manera que luchaban con todas sus ganas, pues, y recurriendo a una de las famosas frases de Inrah sobre los cultistas, ``No hay mayor furia y coraje que los de alguien que no tiene nada que perder``. Utilizaban a sus heridos como escudos humanos para protegerse de nosotros, e incluso intentaban agarrarnos para empujarnos a través de las ventanas, si bien eso acabó muy mal para ellos.

Con obstáculos o sin ellos, seguíamos avanzando lenta pero implacablemente, y un gran número de cultistas había muerto bajo nuestros ataques. No teníamos siquiera heridos, aunque nuestras armaduras presentaban ya algunas abolladuras y marcas causadas por los disparos. Cuando llegamos al piso diez, pensamos que todo había acabado, pero no fue así:

- Equipo de asalto uno, aquí equipo de asalto dos, respondan- El sargento del equipo de Gaask hablaba a través de su comunicador- Coordinemos el ataque para que no haya errores. Sí. T menos quince, entendido. Buena suerte.

Cuando apagó su comunicador,  nos ordenó revisar nuestro equipamiento y tener cuidado al lanzar granadas, pues el equipo de Mist entraría por el lado opuesto al nuestro, y el riesgo de fuego amigo era muy alto. Entraríamos en quince segundos para coincidir con el equipo de Mist. Ya no había vuelta atrás, si alguna vez la hubo, claro. Me pregunté si Nix estaría escoltando al líder de Viperofobia, seguramente sí. No podía esperar a coserla a tiros, a ella y a todos los que estuvieran a mi alcance. 

- Tres, dos, uno- El sargento contó hacia atrás mientras retiraba el seguro de su rifle láser- Es el momento, ¡Adelante, por El Emperador!

Y comenzó a subir las escaleras a toda velocidad, seguido por el resto. Me aseguré de colocarme justo enfrente de Cyntia para poder desviar la atención de los disparos enemigos hacia mí en el caso de que la disparasen a ella. No iba a morir por ella, ni mucho menos, pero mantenerla con vida era importante para la misión. Recité en silencio una oración de protección y puse el rifle en posición de disparo, listo para abrir fuego en cuando tuviera un enemigo a tiro. Sin embargo, en cuanto subí el último escalón, no pude más que gruñir de rabia. 

El décimo piso era una fortaleza.

Los cultistas habían creado barricadas y parapetos con los muebles y varias cajas blindadas, de las que los bancos usan para transportar el dinero. Los Infieles ahí estaban mejor armados, e incluso, a pesar de que la mayoría conservaba sus ropajes civiles, todos llevaban puestas máscaras de hueso blanco, lisas, tan sólo decoradas por una única estrella de ocho puntas dibujada en negro en un costado. Portaban en su mayoría rifles automáticos Tavor, los cuales eran versiones estilizadas y con cargador de tambor del Armageddon Modelo 40, mucho más común. No tardé mucho en comprobar que hacían honor a su reputación, pues su cadencia de fuego era muy elevada y estaban cargados con balas de gran calibre, que si bien no podían atravesar nuestras armaduras con facilidad, podían hacerlo al fin y al cabo. Los guardias se habían puesto chalecos antifrag y blandían potentes escopetas de combate. 

Pero lo peor de todo no eran los cultistas armados hasta los dientes o las imponentes barricadas, sino una ametralladora pesada que habían emplazado en el centro de la sala. Solo un vistazo de pasada me permitó observar que utilizaba una tira de munición de calibre 12,5 Nameth, capaz de atravesar de un solo disparo nuestras armaduras de caparazón, y a nosotros con ellas.

En cuanto estuvimos a la vista, abrieron fuego. Los disparos de los rifles automáticos y las escopetas no hicieron más que rebotar en nuestras armaduras, pero cuando el artillero que manejaba la ametralladora pesada abrió fuego, el sargento, que iba en cabeza, fue partido en dos. O, mejor dicho, su torso desapareció en una nube de sangre y huesos astillados. Nadie se detuvo. No había cobertura disponible para nosotros, de manera que cargamos contra las barricadas, rezando para que la ametralladora no nos arrancase la cabeza de un disparo. Divisé fugazmente a Nyria, saltando sobre la sección más próxima de la barricada y disparando su escopeta en pleno salto. Su objetivo, uno de los guardias, cayó de espaldas dos metros más allá de su posición, con el pecho atravesado por un boquete humeante. Ví también a Dael, que disparaba casi a bocajarro contra los cultistas. 

Yo seguí corriendo. Las balas repiquetearon en mi armadura, y una de ellas logró hacer un surco bastante profundo en mi hombrera izquierda, pero seguí corriendo. Desenfundé el cuchillo y salté por encima de la barricada. Caí sobre un cultista, que quedó derribado en el suelo. No le di oportunidad alguna de recuperarse. Cuando hube sacado la hoja de mi cuchillo del cuello del Infiel, otro cultista intentó darme un golpe en la nuca con la culata de su rifle, pero lo desvié con el antebrazo y le hundí el cuchillo en el estómago. Cuando se dobló por el dolor, se lo clavé en la parte trasera del cuello. Oí un chasquido metálico y vi como uno de los guardias me apuntaba con su escopeta. Rápidamente, agarré el cadáver del cultista al que acababa de matar y me protegí con él del disparo. El cuerpo de estremeció brutalmente cuando la descarga de perdigones le abrió el pecho casi de par en par. Me hizo perder el equilibio y caer, pues fue demasiado repentino como para asegurarme de que no me caería, pero al menos me protegió. En el suelo, desenfundé mi pistola y, mientras el guardia se preparaba para otra descarga, apreté el gatillo y disparé hasta que el cuerpo del hereje cayó al suelo. El chaleco de antifrag le había protegido de los disparos, pero, por suerte, uno de ellos le había acertado en la garganta, y otro en la frente. Aplaqué la creciente ira que me invadía desde dentro y me apresuré a levantarme, pero alguien me dio una patada en el costado y me derribó de nuevo. Buscando a mi agresor, levanté la pistola y apreté el gatillo en cuanto un cultista apareció en mi campo de visión. 

Sin embargo, de mi pistola no salió nada.

Apreté el gatillo de nuevo, nada. Un casquillo de bala se había quedado atascado. El cultista me apuntó con su rifle, y yo me llevé una mano a la funda de mi escopeta, pero sabía que sería lo suficientemente rápido como para abatirle antes de que me matase. Oí un ruido de pasos, acompañados por un grito furioso:

- ¡Por El Emperador!- Gaask saltó sobre la barricada y abatió al cultista que me apuntaba de un disparo de su pistola bólter, haciendo que su pecho estallase y enviando sus brazos y cabeza en distintas direcciones.

Le di las gracias con un gesto y desatasqué mi pistola mientras veía como partía por la mitad la cabeza de un guardia de un sablazo de su formidable espada. Me levanté y desenfundé mi escopeta tras guardar la pistola, cuyo cañón humeaba y desprendía calor, pero me vi obligado a lanzarme al suelo de nuevo cuando una ráfaga de balas de alto calibre disparada por la ametralladora pesada pasó silbando demasiado cerca de mi cabeza. Miré al artillero y lo encaré con la escopeta, pero él ya me apuntaba. Gruñí. Otra vez llegaba tarde. Pero, de repente, y para dar constancia de nuevo de mi excesivamente abrumadora suerte, algo se lanzó sobre el artillero y lo mandó al suelo. Antes de que el artillero se levantase, la figura (la cual identifiqué como Mirina) le aplastó la cabeza contra el suelo de un potente puñetazo llevado a cabo con sus llamativos guanteletes.

Un guardia apareció detrás suyo, blandiendo una porra eléctrica tachonada de clavos. Mirina pareció percibirlo, y se dio la vuelta con asombrosa rapidez, preparando un tremendo puñetazo. Sin embargo, no pudo llevarlo a cabo, pues el cuerpo del cultista, o, mejor dicho, el cuerpo partido en dos del cultista fue propulsado varios metros hasta estamparse contra una pared. Mirina se volvió hacia la ventana más próxima, la cual estaba destrozada. Aquello era obra de uno de los francotiradores que nos cubrían, sin duda alguna.

Me levanté de un salto y esquivé una cuchillada que me lanzó un cultista. Le dí un puñetazo en la cara, rompiéndole la nariz y arrancándole un par de dientes, y lo rematé disparándole a bocajarro con la escopeta. El cadáver, casi partido por la mitad, voló un par de metros antes de caer al suelo por la potencia del impacto, pues hundí el cañón en su estómago todo lo que pude. Recargué la escopeta, y el cartucho usado saltó de la récamara, humeando. No paraban de salir cultistas por todos lados. 

Gruñí.

Me acababa de dar cuenta de que todos los cultistas de la Torre se habían retirado a este piso, tal y como queríamos, pero, por desgracia, eran demasiados, incluso para nosotros. Aún con la ayuda de los francotiradores, nos estábamos separando mientras intentábamos evitar ser rodeados, lo cual irónicamente, no lo estábamos conseguiendo. A pesar de que matábamos un cultista tras otro, acabarían aislándonos y masacrándonos si seguíamos así. 

Un lejano zumbido comenzó a resonar en mis oídos, y fue aumentando su volumen hasta convertirse en el atronador rugido de las aspas de un helicóptero al girar. Un aparato civil, negro, apareció enfrente de uno de los ventanales del piso. Había un hombre encaramado a la puerta lateral del helicóptero, sosteniendo una gran cámara de televisión sobre su hombro izquierdo y asiándose a la puerta con la mano derecha. Debíamos de estar apareciendo en las noticias. Me pregunté si nos estaban tachando de terroristas.

Uno de los pocos guardias que quedaban se abalaznó sobre mí, pero lo esquivé, agarré su cabeza, la estampé contra una mesa que tenía al lado y, sin quitar mi mano de su nuca, presioné el cañón de mi escopeta contra su cuello. Apreté el gatillo y una nube de sangre y carne pulposa inundó mi campo de visión. Limpié mis gafas y contemplé durante medio segundo el cadáver decapitado del guardia, que se sacudía por los espasmos. Un buen trabajo.

Esperé que el de la televisión me estuviera grabando, porque en los momentos subsiguientes llevé a cabo una serie de movimientos y disparos sinceramente impresionantes. Golpeé con la culata del rifle láser, disparé a quemarropa, degollé con mi cuchillo y estrangulé cultistas has la muerte con mis propias manos. Esquivaba golpes y los devolvía con más fuerza, lanzaba al suelo a mis enemigos de una patada y los remataba en el suelo, e incluso llegué a ser parcialmente dominado por el Síndrome, al menos hasta que pude reprimirlo.

Pero no conseguí arreglar nada. Seguíamos separados, y los del equipo de Gaask habían sufrido un par de bajas. Ví de pasada a Mirina combatir contra varios cultistas, y a Cyntia detrás de ella, disparando con su pistola láser. Nyria blandía un cuchillo en cada mano y decapitaba a un Infiel tras otro, pero terminó siendo derribada por un golpe en la cara con una tubería de hierro. No pude ayudarla, pues tenía mis propios problemas, pero por suerte Dael acudió en su ayuda, disparando su rifle láser en ráfagas amplias y abatiendo a los que se intentaban acercar a Nyria, que se levantó con rapidez para continuar con el combate.

La refriega siguió, cada vez más brutal y frenética, y, de repente, como quien cierra un grifo y el agua cesa de correr, los cultistas dejaron de aparecer. En los siguientes momentos, me fijé en la manta de cadáveres que cubría el suelo. Docenas de cultistas tirados de cualquier forma, con heridas horribles, mutilados, seccionados, partidos por la mitad o simplemente atravesados de lado a lado por las ráfagas de láser. Dantesco hasta lo indecible.

- ¿Se acabó?- Jadeó uno de los soldados del equipo de Gaask- ¿Hemos acabado con todos?

El tabique que separaba nuestra parte del piso de la otra, que daba a las escaleras del piso once, por donde el equipo de Mist había entrado, estalló. Apuntamos nuestras armas en dirección a la pared derruida, pero cuando el polvo se asentó las bajamos. Mist, Snare y Ulrik aparecieron caminando entre los escombros, los rifles al hombro. Sus armaduras estaban llenas de cortes, marcas de disparos y manchas de sangre.

- Piso despejado- Informó Ulrik- Subamos a la planta veinte y busquemos los pisos secretos. Acabemos con esto.

Asentimos y echamos a andar tras ellos, que ya habían comenzado a subir las escaleras hacia el siguiente piso, cuyo suelo estaba cubierto de cadáveres y sus paredes revestidas de manchas de sangre y hollín. Los ventanales estaban empapados de sangre, plagados de agujeros de bala y, en general, destrozados. Siendo solo tres, Mist y su equipo habían conseguido lo que nosotros en el mismo tiempo, a pesar de ser muchos menos. La admiración que sentía por ellos se acrecentó con cada piso que ascendíamos, pues en todos y cada uno de ellos se veía el mismo panorama. 

- Aquí el Juez Numbro- El mensaje sonó a través de los comunicadores de todos y cada uno de nosotros- Exteriores de la Torre Sköla asegurados. Un magnífico trabajo, no ha escapado ninguno, pero hemos recibido informes y llamadas que hablan sobre ataques en toda el subcontinente. Doy por hecho que son el resto de Viperofobia. Ya se han enviado fuerzas para combatirlos, y nosotros debemos irnos también, así que me temo que el SICOM está solo en esto. Suerte, y que el Emperador os proteja. 

El resto del culto había iniciado su ataque en vista de que los habíamos descubierto, no podíamos tener más suerte. Serían suprimidos por los Arbitres en un abrir y cerrar de ojos. Me sorprendió que todo fuese tan fácil, aunque algo en mi interior me decía que aquello no se había acabado todavía. 

- Ya habéis oído- Habló Ulrik- Acabaremos con ellos antes de lo previsto, esto está saliendo bien.

- Quizá demasiado- Murmuró Mirina para sí. 

De repente, Mist alzó un puño y todos nos paramos.

- ¿Qué pasa?- Preguntó un impaciente Gaask.

- Habíamos colocado explosivos con detectores de movimiento en esta zona por si algún hereje huía- Miró a su alrededor- No parece que haya llegado ninguno hasta aquí. Desactivaré los explosivos- Y apretó un botón de la placa electrónica de su brazal- Desactivados, continuemos.

- Es muy probable que haya hostiles en los pisos secretos, así que entrad atentos- Informó Ulrik mientras seguíamos subiendo.

Una vez estuvimos en el último piso, nos paramos, las armas preparadas y los corazones latiendo desbocados. Algo me dijo que no sólo habría humanos en los pisos ocultos. 

Mist caminó hacia el centro de la sala, repleta de cadáveres. Miró al techo y a las paredes laterales, que eran de cristal.

- La única ubicación que se me ocurre para los pisos secretos es arriba- Señaló al techo- Tiene que haber algun pasaje que se despliegue desde el techo o una escalera o algo así- Apuntó su rifle láser al techo y disparó. El disparo lo atravesó sin problema alguno- Es hueco. Colocaré una carga y subiremos con las cuerdas- Sacó una carga metálica con rayas rojas y la colocó justo en el agujero que había causado su disparo. Ajustó el temporizador y echó a correr hacia las escaleras al piso inferior, haciéndonos señas para que también nos pusiéramos a cubierto. El techo estalló en una nube de polvo y fragmentos de rococemento- Bien, vamos allá. Snare, dame las cuerdas.

El aludido le lanzó un par de largas sogas grises con garfios en uno de los extremos. Mist cogió las cuerdas y lanzó el extremo del garfio hacia el boquete que había causado con su carga explosiva, la aseguró y comenzó a subir. Por la otra cuerda subió Ulrik, y, una vez Mist terminó de subir, lo hizo Snare. Después subimos todos. Yo odio subir por cuerdas, de manera que simplemente me subí un metro y después tomé impulso con las piernas para saltar y agarrar el borde del boquete con las manos para poder subir. No es el método más ortodoxo, ni el más fácil, pero para mí es más sencillo que trepar por la maldita cuerda.

- Hostia...puta- Murmuró Dael. Me pregunté a qué venía eso, y cuando me dí la vuelta lo ví: un gigantesco portón metálico inundado de pinturas que representaban blasfemos símbolos y obscenas figuras en no menos comprometidas acciones. 

Sin lugar a dudas, era la entrada a los pisos secretos.

Pero algo no me cuadraba, pues la sala parecía mucho más grande que por fuera. Su interior era oscuro, muy oscuro, de manera que encendimos las linternas de nuestros cascos y escrutamos las paredes que nos rodeaban. Estaban, al igual que el portón, llenas de pinturas y símbolos de chillones colores y bizarras formas. Avanzamos poco a poco, en círculo, con los dedos en los gatillos y los seguros desactivados. De repente, Cyntia chilló:

- ¡Algo...viene!

Aunque no sabíamos a qué se refería, no podía ser nada bueno. Nuestra carne se puso de gallina, nuestro vello se erizó al unísono, y nuestras armas fueron alzadas con suma celeridad. Gaask gruñó, el también lo había sentido. Gruñí mientras apretaba con más fuerza la empuñadura de mi rifle láser. Todos estábamos cansados, no sólo por el largo combate que habíamos pasado, sino también por el considerable peso de nuestras armaduras. Levanté mi máscara balística y me limpié el sudor de la frente. Antes de que me diera tiempo a bajarme de nuevo la máscara, toda la sala vibró y el rugido de un trueno resonó a nuestro alrededor.

- ¡Mierda!- Exclamó alguien- ¿Una jodida bomba?

No, no era una bomba.

Era mucho peor. 

Un relámpago violeta cruzó las paredes, rodeándonos. Y, de golpe, estalló sin causarnos daño alguno, pero multitud de figuras aparecieron de golpe al estingirse el fulgor violeta que nos iluminaba. 

- ¿Demonios?- Murmuró alguien.

Sin embargo, los disparos de multitud de rifles automáticos dieron la negativa a su pregunta. Debían ser los últimos cultistas de la Torre, y, probablemente, los mejor equipados y entrenados. Ni siquiera nos lo pensamos, apretamos el gatillo y comenzamos a disparar sin cesar, con las balas de los távores enemigos repiqueteando en nuestras armaduras, abollándolas y haciéndonos perder precisión. Los francotiradores no estaban disponibles, pues no había ventanas en la sala, y si sumábamos eso a nuestra clara inferioridad numérica, estábamos en una clara y apabullante desventaja. Pero yo no pensaba morir sin dar guerra.

- ¡A por ellos!- Bramé, dejando de lado mi rifle láser y desenfundando mi cuchillo. No era la primera vez que hacía eso, ya que entablar combate cuerpo a cuerpo con el enemigo te solía salvar de los disparos de otros adversarios, ya que podían herir a sus aliados.

Los disparos de los cultistas me arrancaron pedazos de ambas hombreras y del peto, y tuve la suerte de que no me acertaran en la cabeza, pues hubieran conseguido derribarme y aturdirme, aunque no matarme al instante gracias a la máscara balística. 

- ¡Cargan contra nosotros!- Bramó una voz rasposa- ¡Hacedlos sufrir!

Y, a la vez, el sonido de multitud de hojas de acero al abandonar su funda siseó a través de mis oídos. 

- ¿Qué cojones haces?- Me chilló Cyntia a través del vínculo telepático.

- Salvarme de morir acribillado.

- ¡Nos van a matar a todos en cuerpo a cuerpo!

El primer ataque que recibí fue una estocada. Las espadas que los cultistas usaban eran ligeramente curvas y cortas, y eran de acero muy pulido. Paré el ataque con el dorso del brazal izquierdo mientras que con la mano derecha desplazaba el cuchillo hasta la nuca del Infiel y le atravesaba el cráneo. A mi derecha, el resto también se habían lanzado a la carga. 

Otro cultista me lanzó un tajo horizontal, pero lo bloqueé con la rodillera y le clavé el cuchillo en la cara. Me topé con una máscara de hueso que impidió que le matase. Le di una patada en el pecho y le hice tambalearse hacia atrás, lo que aproveché para lanzarme encima de él y rematarle, pero el cabrón era fuerte, y me agarró de las muñecas. Forcejeé con él, pero era inútil, era tan fuerte como yo. Le di un rodillazo en la entrepierna, pero la tenía protegida, al igual que las piernas y el pecho. No sabía como matarle, siquiera como escaparme de él. Un cosquilleo insistente comenzó a recorrer mi espalda, y la ira empezó a llenarme. ¿Era un buen momento para permitir al síndrome que tomase las riendas de la situación? Si no lo hacía, moriría, así que era el mejor momento posible. Los efectos del síndrome no tardaron en manifestarse, y comencé a perder la conciencia de lo que pasaba a mi alrededor, y a notar como mi fuerza aumentaba un poco. Propiné un tremendo cabezazo al cultista, consiguiendo aturdirle lo necesario como para que su presa en mi mano izquierda aflojara la presión, dejándola libre. Rápidamente, cambié el cuchillo de mano y cercené su mano derecha, para después atravesar su mano izquierda, liberando mi otra mano, que fue a arrancar la máscara de la cara del cultista. Estaba horriblemente mutado. Tenía tres o cuatro pares de pequeños ojos negros, su piel era totalmente blanca y surcada de arrugas, cicatrices y tatuajes violetas. Repugnado, asesté un golpe con el pomo del cuchillo en su cara, rompiéndole la nariz y haciendo que la sangre manase de su boca al destrozarle varios dientes. Una mueca de absoluta y desenfrenada ira se apoderó de la cara del mutante, pero no esperé a ver lo que podría hacer, liberé a mi pistola de su pistolera y metí su cañón en la boca de la criatura. Cuando apreté el gatillo, un chorro de sangre empapó mi máscara.

Me levanté rápidamente, pistola en mano, y abatí a otro cultista de un disparo al cuello. Otro más cayó cuando le encajé tres tiros en la cara, rompiendo la máscara de hueso y atravesando su cráneo, y a un tercero le metí el cañón de la pistola por la ranura del ojo izquierdo y le descargué las tres balas que me quedaban en el cargador. Tiré mi pistola, descargada, contra otro de los mutantes, dándole en la cara y haciéndole perder el equilibrio. Salté sobre él y le rompí el cuello con el bíceps. 

Mientras me alzaba de nuevo para asestar una puñalada en la garganta de otro Infiel, ví de pasada como nos estaban derrotando. Simplemente eran demasiados para nosotros. Nyria y Dael combatían juntos, él disparando a bocajarro sus últimas municiones de escopeta, ella blandiendo dos cuchillos de Catachán, haciendo volar cabezas y desgarrando gargantas. Mirina luchaba frente a Cyntia, impidiendo que alguien se le acercase con sus terribles puñetazos. Gaask enarbolaba por encima de su cabeza su formidable y extraña espada, mientras mataba un cultista tras otro. Y Mist y se equipo combatían como la élite que eran. Sin embargo, todos los demás habían muerto ya. Alcancé a ver uno de los cadáveres. De rodillas, con la cabeza caída hacia atrás y tres espadas atravesando las junturas del cuello y los brazos, destrozadas a golpes. 

Pero no me importaba. Mi mente sólo se centraba en una cosa: matar. Degollaba y ensartaba sin parar, abriéndome paso entre los Infieles, que intentaban abatirme sin resultado alguno. Recibó un par de golpes, y un puñetazo me desplazó la máscara ligeramente a la derecha, pero aún así no cejé en mi masacre. Cuando quise recuperar mi conciencia para no tentar demasiado a la suerte, estaba rodeado de cultistas y con todo el cuerpo dolorido.

- Mierda- Murmuré- ¿Y ahora qué hago?

Busqué mi pistola, pero no estaba. La correa del rifle láser se había roto por un corte y la había perdido, y no me quedaban cartuchos para la escopeta. Solo tenía un cuchillo y muy mala hostia. Nyria, Dael y el resto tampoco estaban en una situación mucho mejor que la mía. Me quité la máscara, bastante maltrecha por laa cción de golpes y disparos, y escupí al suelo. Dí la vuelta a mi cuchillo, colocando su hoja hacia abajo y me puse en guardia. No estaba seguro de cuantos podía matar antes de acabar cruzando al otro barrio, pero no podía morir sin plantear resistencia. Llegar hasta ahí para morir como un cobarde no era mi estilo.

Primero se me lanzaron encima dos cultistas, blandiendo sus espadas por delante de ellos. El primer golpe lo esquivé, y el segundo rebotó contra mi armadura. Contraataqué con fuerza, y atravesé de lado a lado la cabeza del mutante más cercano, clavando el cuchillo en la sien derecha, lejos de la protección de su máscara. Al otro le dí la vuelta de un puñetazo en la cara y rodeé su cuello con el brazo izquierdo, usándolo como escudo humanos, si es que se le podía llamar humano a eso, claro. Guardé el cuchillo y desenfundé la pistola automática Távor del cultista. Retiré el seguro con el dedo gordo y disparé contra los otros cultistas, que ya comenzaban a moverse para atacarme. Dos cayeron con las primeras ráfagas, y otro más recibió el último disparo en la frente, penetrando la bala la frente de la máscara y destrozando el cráneo del hereje. Tiré la pistola, descargada, al suelo, y degollé con mi cuchillo al cultista que usaba de escudo humano. Lo mandé al suelo de una patada en la espalda y me preparé para plantar cara al siguiente, pero no tuve tiempo para reaccionar.

Sentí un agudo dolor en la base de la espalda, el cual se acrecentó a medida que la espada curva atravesaba mi cuerpo, y la punta del arma salía por mi vientre, levantando la última placa de caparazón, que protegía esa zona. Otro tajo rebotó contra mi amplificador, pero lo destrozó totalmente. Mi vista comenzó a tornarse roja, muy roja, y en pocos segundos no pude ver nada. Noté un impacto en mi ojo biónico, el cual se apagó, roto. Un potente tajo cortó las correas de mi peto, el cual fue retirado por los mutantes a base de goles y patadas. Lo último que sentí fue como el frío acero penetraba en mi pecho y alcanzaba algo en mi interior. Por desgracia, algo importante.

Nyria

Mata, obedece, adora al Emperardor, muere por tu causa.

Eso es lo que siempre me han enseñado desde mi más temprana infancia. La fe y las ganas de morir por la causa se pierden con determinadas experiencias, o simplemente con el paso del tiempo. La obediencia se olvida en cuanto las cosas se ponen feas. Lo único que queda en tu mente, estés en la situación que estés, es matar. 

Mi vida siempre ha girado en torno a eso: matar y no morir.

Da igual tu raza, sexo, religión o estatus, todos somos iguales ante la muerte. Y, por desgracia, eso lo sé demasiado bien. He visto morir a las personas más cercanas a mí, por no hablar de todas las personas que no conocía y que han muerto delante mío, y, por supuesto, de los que he matado yo. A estas alturas, morir ya no me importa, sé que he cumplido con mi misión y con lo que se esperaba de mí. Así que morir a manos de una marea de cultistas en la Torre Sköla me daba prácticamente igual, pero quería divertirme antes de que mi cabeza acabase en el suelo flotando en un charco de sangre.

Apretaba el mango de mis cuchillos con tanta fuerza que los nudillos se me estaban poniendo blancos, aunque apenas se notaba, pues tanto mis manos como mis muñecas y mis antebrazos estaban embadurnados de sangre. La máscara balística me estorbaba y el peto de la armadura me pesaba, pero no podía quitármelos si quería sobrevivir a los ataques que no pudiera parar. 

Los cultistas nos tenían totalmente rodeadas a mí, a Cyntia y a su perra guardián. Mirina y yo podíamos defendernos, pero, como siempre, la psíquica sería un condenado estorbo. Nunca me han gustado lo más mínimo los psíquicos, y menos aún cuando no saben luchar y no dejan de lloriquear. Si de mí hubiera dependido, haría tiempo que Cyntia hubiera muerto. Siempre estorbando, y esta vez no iba a ser distinta. Súbitamente, como si leyera mis pensamientos, dio un respingo:

- ¿Qué coño te pasa?- Pregunté.

- Tristán- Murmuró- He perdido el contacto con él.

- ¿Contacto? ¿De qué cojones hablas?

No me pudo responder, ya que los cultistas que nos rodeaban se nos lanzaron encima como una tromba. Para variar de su habitual inutilidad y hacer algo por una vez, Cyntia lanzó un rayo que pulverizó a tres o cuatro mutantes, no los conté, tenía mis propios problemas. La primera estocada no fue tan torpe como cabía esperar de un cultistas normal, pero, claro, estos cabrones no eran normales. En cuanto esquivé el ataque le di una patada en la cara, seguida de una puñalada en la cara para rematar la faena. Otro se me lanzó por la izquierda, con su flanco derecho desprotegido, lo cual aproveché con la mayor celeridad posible, pero el cuchillo se quedó atascado entre sus costillas y no me dio tiempo a sacarlo. Un ingente sablazo llevado a cabo por una mano experta me derribó. Aunque no estaba herida, pues mi peto había absorvido casi toda la fuerza del impacto. No acostumbro a llevar armadura debido a que no puedo moverme todo lo rápido que me puedo mover no portando una, pero he de reconocer que son útiles. El cultista se plantó delante mío, espada en mano, listo para rematarme, pero yo fui más rápida. Desenfundé mi pistola y le abrí la cabeza a tiros mientras me levantaba como podía. Oí un conocido chillido de dolor en algún punto a mi derecha, pero no me importó. Si era de Cyntia o su amante, tanto mejor. 

El combate seguía, y los enemigos se me lanzaban desde todos lados. De no ser por la armadura, hubiera muerto un par de veces. Saqué el único cuchillo que me quedaba de la garganta de uno de los Infieles que nos atacaba y le rompí la mandíbula a otro de un golpe con el pomo del arma, seguidamente, le abrí el vientre de un tajo y dejé que la gravedad hiciese su trabajo. Mientras sus intestinos caían como una cascada y lo empapaban todo de sangre, oí unos golpes sordos en las paredes, como si alguien estuviera caminando sobre ellas por fuera.

De improviso, a derecha e izquierda las paredes se vinieron abajo y tres enormes figuras entraron por cada flanco. Cada uno de ellos me sacaba fácilmente una cabeza y estaban enfundados en robustas y amenazadoras armaduras negras, además cada uno portaba una ametralladora modificada con un cargador de tambor y una mira de combate. Todos excepto uno, que llevaba un puño de combate y un gran escudo blindado. Sin lugar a dudas eran la coronel Eneria y sus Mirmidones. Lo mejor de lo jodido mejor, qué suerte tenerles de nuestro lado.

Los cultistas enseguida nos dejaron en paz para cargar contra ellos, pero no pudieron sobrevivir a la tormenta de plomo que les cayó encima. Solamente un puñado llegaron hasta ellos, y el del puño de combate se encargó personalmente de triturarlos y lanzar sus despojos contra el suelo.

- ¡Salvados!- Oí exclamar a Dael- ¡Joder, qué suerte!

- Sí, hemos tenido suerte de que entrasen, las comunicaciones no funcionaban.

El del puño de combate se acercó a nosotros. El resto de sus tropas buscaban heridos para rematarlos e intentaban dar con los cadáveres de nuestros camaradas. 

- Ha sido un combate duro, ¿Eh?- Dijo el del puño de combate, quitándose el casco. En cuanto habló supe que era Eneria- No esperaba tantas bajas.

- Nosotros tampoco- Repliqué, secamente. Odio a esa mujer- Podíais haber venido antes.

Ella se encogió de hombros, un gesto harto difícil llevando su tremenda armadura.

- Hemos venido en cuanto la psíquica me ha contactado. Ya os dije que nos avisaseis para entrar.

- Las comunicaciones no funcionan aquí- Explicó Dael.

Eneria hizo un gesto desenfadado con la mano.

- Entonces sentíos afortunados de tener una telépata con vosotros. Hablando de ella, ¿Dónde está?

Dael miró hacia atrás, buscando a Cyntia. Mi opinión sobre ella mejoró un poco, al menos había conseguido salvarnos, aunque no me hubiera importada que se la hubieran cargado en el intento. De repente, Dael tocó mi hombro:

- Mierda, ¡Venid!

Me giré, y vi a Cyntia arrodillada al lado de un cuerpo. El cuerpo de alguien que portaba una suntuosa armadura roja con un largo y ligero faldón de lino blanco. Aquel atuendo solo podía pertenecer a esa perra, Mirina, estaba segura. El hecho de comprobar que así era mejoró un poco mi día.

Para mi sorpresa (y la de todos, supuse), Cyntia no estaba lloriqueando como una cría. En su lugar, tomaba la mano de la Amazona, y estaba hablando con ella. Me acerqué para poder oírlas.

- No, aguanta, por favor, te conseguiremos un cirujano de campo. ¡Estoy segura de que el SICOM tiene muchos!

No me parecía que tuviéramos tiempo de llevarla a un cirujano de campo, aunque quizás pudiera sobrevivir hasta que llegase una evacuación, pues no parecía tener heridas demasiado graves. Sin embargo, la pérdida de sangre sí que era un problema. Cyntia había hecho algo por su cuenta por primera vez en toda su puta vida y estaba presionando las heridas de Mirina con vendas para detener la hemorragia, pero con su mierda de fuerza poco iba a hacer.

Eneria torció el gesto.

- Mierda- Gruñó, alargando mucho la e- Estoy harta de que esta clase de cosas pasen cuando menos necesarias son, joder- Hizo un gesto para atraer la atención de uno de sus Mirmidones, y el más corpulento se acercó- Artaris, mira a ver si puedes contactar con la base avanzada y pedir una evacuación médica y un equipo de recogida de cadáveres.

El gigante saludó.

- Déjelo en mis manos, señora- Y se encaminó hacia el boquete de la apred más próximo para ver si podía entablar contacto con la base avanzada.

Eché un vistazo a la cara de Mirina. Abundante sangre por las mejillas y la frente, cortes e hilillos de sangre saliendo de su boca y nariz. Estaba hecha una mierda. Son un poco de suerte, no sobreviviría hasta la evacuación.

- No, no. ¡Joder! ¡Dael, ayúdame, por favor!- Dael se apresuró a presionar las vendas sobre las heridas de Mirina junto a Cyntia- Aguanta, han pedido una evacuación, aguanta, aguanta...

Chasqueé la lengua con desagrado y me volví, algo había aparecido en mi mente: Tristán. ¿Dónde hostias estaba? Sabía que no podía haber muerto, muy probablemente estaría inconsciente o algo así, ya que no le había visto todavía. No me preocupaba, Tristán era un hombre duro y sabía luchar bien, y había sobrevivido a situaciones más jodidas que esta.

- Eh, gilipollas- Llamé- ¿Dónde carajo estás?

Busqué entre los cuerpos y no pude encontrarle. Ya comenzaba a preocuparme cuando oí a uno de los Mirmidones hablar con Eneria.

- Hemos encontrado a estos dos con vida de momento- Dejó en el suelo dos cuerpos que llevaba sobre los hombros- Uno está solo inconsciente por un golpe en la nuca, el otro está bastante jodido, la verdad. Tendrá que irse en la evacuación junto a la Amazona.

Eneria se agachó para ver más de cerca al segundo, el que, según el Mirmidón, estaba bastante jodido, la verdad. Me acerqué. Su estatura, su pelo...¡Era Tristán!

- Joder- Masculló Eneria- Está hecho unos zorros. No me lo esperaba, sinceramente. Imaginé que llegaría hasta el final de la misión.

Corrí hacia él y me arrodillé a su lado. Con las manos temblando y notando que comenzaba a perder los nervios, examiné sus heridas. Cortes profundos en el torso y una estocada muy preocupante en el vientre. No, dos estocadas, una en el vientre y otra en el pecho. Las heridas habían sido tapadas con apósitos para detener la hemorragia, pero moriría en breve si seguía así. Mordí mi labio inferior. Aquello era imposible, joder. Tristán tenía que llegar hasta el final, era el jodido líder del equipo.

Mientras intentaba serenar mi cabeza, Artaris avisó a Eneria de que la evacuación llegaría en cinco minutos. No me hacía a la idea de luchar sin él, ya me había costumbrado. Sacudí la cabeza. No, había luchado toda la vida sola, por una batalla más no pasaría nada. Pero luchar sabiendo que él podía morir en cualquier momento...eso me desconcentraba. Detestaba admitirlo, pero el jodido imbécil me gustaba de verdad. 

- No te mueras- Le di una palmada en la mejilla derecha.

Me levanté y fui donde Dael, quien aún intentaba mantener con vida a Mirina junto a Cyntia. 

- Qué- Dije- ¿No se ha muerto todavía?

Dael no se volvió, su humor era tan negro como el mío y aquello no le ofendía, pero Cyntia, haciendo acopio del poco valor que tenía se levantó, mirándome furibunda.

- ¿Pero qué coño dices?- Me chilló, plantándose delante mío y con la vista fija en mis ojos.

Que aquella niñata se creyese alguien y tuviese el descaro de gritame agotó la poca paciencia que tengo. La aparté de un empujón. Ella tropezó y cayó al suelo, desde donde siguió mirándome con tanto odio que ya no parecía la puta cría mimada por la que siempre la he tenido. La agarré del cuello y levanté su ligero cuerpo del suelo, colocando su cara a la altura de la mía.

- La próxima vez que tengas los huevos de desafiarme, tenlos también de darme una hostia.

Solté su cuello y cayó de nuevo. Le hubiera dado un puñetazo si Eneria no me hubiera cogido el brazo.

- Déjala- Me ordenó- Cuando acabemos ya lo arreglaréis. Ahora tenemos cosas más importantes de las que ocuparnos. En cuanto llegue la evacuación, cargad a los heridos y a los muertos en el Valkyria, recoged la munición y preparaos para matar al líder de este jodido culto.

Dediqué una última mirada de advertencia a Cyntia antes de echarme a Tristán a los hombros con la ayuda de uno de los hombres de Eneria y encaminarme hacia la bengala que Artaris había colocado en una de las paredes derribadas para señalizar nuestra posición al Valkyria de evacuación. Eché un vistazo a la ciudad. Todo había cambiado de repente. Los Arbitres combatían contra las multitudes, había incendios por todas partes y los sonidos de las sirenas, los gritos y los disparos sonaban por doquier. 

- Vaya mierda- Mascullé- Menuda la han liado esos cabrones de Viperofobia.

- Y espera a que se organicen del todo- Dijo alguien a mis espaldas.

Me giré y me encontré con Gaask frotándose la nuca. Él debía ser al que dejaron incosciente.

- No creo que viva tanto.

- Ni yo, pero me gustaría verlo. Eh, mira, por ahí llega el Valkyria.

El vehículo apareció volando de entre los altos edificios, seguido por otro más, éste con insignias médicas. Supuse que uno era para los muertos y el otro para a los que poco les quedaban para estarlo. Primero cargamos a los heridos. La primera fue Mirina.

- Aguanta, por favor- Le suplicó Cyntia antes de que la subieran al compartimento de pasajeros- Por favor.

Hice una mueca. Maldita niñata, era emasiado emotiva. 

Mirina, más muerta que viva, sujetó la cara de Cyntia con ambas manos, ya despojadas de sus guanteletes, y le dio un largo beso. Habían conseguido lo imposible: que les odiase aún más. Cuando sus labios por fin de separaron, Cyntia se apresuró a dejarme paso para que pudiera dejar a Tristán en el Valkyria. Miró durante un segundo a Tristán y se obligó a apartar la vista de él e irse con Eneria. Pude notar inquietud en su mirada. Sabía que se llevaba bien con Tristán, y que le tenía en buena estima, pero jamás pensé que pudiera llegar a preocuparse de si muere o no. No tiene mi misma manera de pensar, gracias al Emperador. Yo no me preocupo por los compañeros muertos. La vida desemboca en la muerte, al fin y al cabo.

- ¿Qué está pasando ahí afuera?- Pregunté al soldado que ayudaba a coger a los heridos. El Juez nos lo había dejado claro en su mensaje, pero quería saber más si era posible. Saber más sobre tu enemigo es una obligación.

Él cogió de los hombros a Tristán y lo sentó sobre uno de los asientos del transporte. Habló mientras ataba las correas de su cinturón:

- Una puta locura- Resumió- Células de Viperofobia dirigiendo cultos menores y cosas así. Las mafias están luchando entre ellas, unas de nuestro lado, otras del de Viperofobia. Pero, aún con el apoyo de algunas de las más influyentes y poderosas casas mafiosas, los Arbitres lo van a tener jodido para aguantar lo que se les echa encima, así que hemos movilizado a la mitad del 2º regimiento. Hasta el momento no tenemos más noticias.

- Gracias. Y suerte.

- A ti- Me contestó mientras cerraba las compuertas laterales- La necesitas más que yo.

- No me dijas- Refunfuñé en voz baja.

Recargué mi rifle láser con la munición que nos habían dado los de recogida de cadáveres y procedí a reunirme con el resto. Ahora, reforzados con los Mirmidones y la nueva munición, estábamos listos para acabar con la misión. Miré el reloj. Habían pasado varias horas desde que comenzamos, de manera que, si había una ruta de escape no vigilada por los Arbitres, al líder de Viperofobia le había dado tiempo a usarla. Pero no podía haberse escapado, estaba segura.

- Yoy mis Mirmidones entraremos primero- Explicó Eneria- Ulrik y su equipo cubrirán la retaguardia, y en el medio iréis vosotros- Nos señaló a Gaask, a Cyntia, a Dael y a mí- ¿Alguna pregunta? ¿No? Excelente. Acabemos con esto de una vez- Activó su canal de comunicaciones para dar dar sus últimas órdenes antes de iniciar la última parte del plan- Equipos de francotiradores, acudan a ayudar sin demora a las fuerzas Arbitres en la zona, aquí no podéis hacer más. 

Snare apareció corriendo y con una sonrisa de oreja a oreja:

- ¡Cargas colocadas, agachaos!

Apretó un botón de la interfaz electrónica de su brazal izquierdo y el gigantesco portón que vimos al principio reventó en mil pedazos en medio de una nube de polvo, fuego y un rugido atronador. A la orden de Eneria, ella y sus Mirmidones cruzaron corriendo el hueco que dejó el portón. Preguntándome como demonios podían correr con esas armaduras puestas, eché a correr tras ellos junto a Cyntia, Gaask y Dael, pero, de repente, el suelo se vino a abajo de golpe con gran estruendo para, acto seguido, saltar por los aires.

Mientras volaba a sabe El Emperador cuántos metros sobre el suelo, no pude ver nada más que polvo. Al caer me golpeé con fuerza la espalda, y de no ser por la armadura me la hubiera roto. Me dolía todo, y más me dolió aún cuando me levanté. Me apoyé en una gran viga que sobresalía para retomar aliento. Oí los gritos de Eneria y sus hombres, que habían vuelto al oír la explosión.

- ¿Qué hostias ha pasado?- Bramó la coronel.

- ¡Una trampa! ¡Era una carga trampa!- Respondió Ulrik.

- ¡Joder! ¿Estáis todos bien?

- ¡Estoy entera!- Contesté.

Por desgracia, Cyntia respondió.

- ¡Y yo!

- La madre que me parió- Tosió Gaask- ¡Yo estoy también vivo!

Ulrik, Mist y Snare estaban bien también, solo un poco aturdidos, como nosotros. Faltaba Dael. Joder, ¿Dónde coño estaba? 

- ¡Dael!- Llamé.

- A...¡Joder! ¡Aquí!- Su voz sonó dolorida. Me temí lo peor.

Me dirigí hacia donde sonaba su voz. El centro de la sala se había derrumbado totalmente, y, tirado en el suelo, se encontraba Dael, retorciéndose de dolor. Corrí hacia él.

- ¿Tienes algo roto?- Pregunté. 

Él señaló su estómago. Me quedé de piedra. Un tubo de acero empapado de sangre sobresalía de su vientre, atravesando su armadura. Respiraba rápido y fuerte, lidiando con el dolor.

-Estoy acabado- Gruñó. Su voz se quebraba- Id a por ese cabrón, intentaré mantenerme con vida.

La voz de Eneria sonó desde lo alto del piso, donde estaba yo antes.

- Está herido- Respondí- Si acabamos rápido podemos sacarle de aquí.

- ¡Que así sea!- Respondió. ¡Sube, date prisa!

Dael se quitó su máscara antigás. Sudaba mucho y entrecerraba ambos ojos. Se mordía el labio inferior con fuerza. Me jodió verle así, y más me jodió aún la idea de dejarle atrás, pero debía hacerlo.

- Mantente vivo- Le advertí mientras subía- O tú y yo tendremos un problema.

- Como si tuviera otra opción- Tosió.

Me obligué a dejar de pensar en él y Tristán, cejé mi mente en matar a todos los de Viperofobia con los que me encontrase y me reuní con el resto para acabar con la misión de una vez por todas. 

- ¿Cuánto crees que puede aguantar?- Me preguntó por lo bajo Eneria.

- Chutándose toda la droga que lleva encima, algo más de una hora.

- Bien, creo que podremos conseguirlo a tiempo.

- Eso espero.

Con la explosión, los posibles enemigos de la siguiente planta ya nos habían descubierto, y probablemente estarían preparando sus defensas, así que el factor sorpresa estaba descartado. Ahora tocaba el método que más me ha gustado siempre: entrar de golpe disparando a todo lo que se mueve.

- ¡Adelante, por El Emperador!- Bramó Eneria mientras cargaba junto a sus Mirmidones a través del portón derribado.

Ya sin peligro de bomba, reaunudamos nuestro camino. Tras el portón había una escalera de caracol que ascendía en la más completa oscuridad hasta el siguiente (y esperé, último) piso. Me aseguré de que Mist y su equipo nos seguían y subí a grandes zancadas las escaleras. Al llegar arriba del todo, me encontré con los Mirmidones quietos, con las armas apuntando al centro de la sala que teníamos delante, que era redonda, no tan grande como la interior y totalmente de piedra, alumbrada por antorchas y símbolos brillantes en las paredes. Miré también al centro de la habiatción, y lo que allí vi me dejó paralizada. El suelo estaba subierto casi en su totalidad por cadáveres, y, aunque eso nunca me causa ningún problema, las criaturas que estaban devorando la carne de los cuerpos sí que consiguieron asustarme.

Eran figuras femeninas, no especialmente altas, pero sí muy delgadas, de cuerpo fibroso y con acentuados atributos femeninos. Su piel era violácea, y su pelo oscilaba entre el morado y el negro, y lo llevaban suelto y muy adornado con cuentas y colgantes. Muchas llevaban el pecho al descubierto, pero las que no, lo tapaban con cintas de tela raída y manchada de sangre seca, al igual que los faldellines y taparrabos que todas, sin excepción alguna, vestían. Tenían largas y delgadas colas de piel, así como muchas tenían también cuernos o crestas. De sus orejas, ligeramente alargadas, colgaban pendientes que representaban símbolos heréticos, así como los collares y colgantes que pendían de sus cuellos y tobillos. Inclinadas sobre algunos cadáveres, devoraban la carne de sus cuerpos, bañando su tersa piel en sangre. 

Debían ser demonios...y su alimento, los invocadores.

Cyntia vomitó casi en cuanto vio el macabro panorama. Gaask torció el gesto, asqueado, al igual que Ulrik y compañía. Escruté la sala en busca de alguien que pudiese parecerse a un líder de un culto o algo así, pero no vi a nadie más aparte de los demonios antropófagos y los cadáveres de los que estaban comiendo. Aunque uno de los cuerpos iba vestido de manera diferente (los otros llevaban largas túnicas violetas con capucha), con una ligera toga de lino blanco, y además llevaba su pelo en una larga melena rubia. Si no era el líder, debía ser uno de los principales dirigentes del culto.

Me hallaba absorta en mis cavilaciones cuando, de repente, una de ellas levantó la cabeza para limpiarse la cara con el dorso de la mano, pero abrió los ojos de golpe cuando nos vio. Sonriendo, se levantó e hizo señas al resto para que se levantasen también. Aquel demonio me sonaba, pero...¿De qué? Nunca antes había luchado contra demonios, y menos contra estos. Había oído hablar de gigantescos demonios alados que blandían tremendas hachas capaces de partir un blindado Leman Russ por la mitad, y de pútridos entes capaces de aguantar cantidades ingentes de daño, pero de demonios mujer de piel violeta y que devoran cadáveres...nunca. 

- ¡Diablillas!- Exclamó Gaask, preparando su pistola bólter- ¡Claro! ¿Cómo no lo había pensado antes?

- ¿Conoces algo sobre estas criaturas?- Le pregunté.

- En Erkarhelm hubo un ataque súbito, sí, se puede decir que sé algo sobre ellas. Más te vale no acercarte.

Me pregunté qué podían hacer. Parecían inofensivas...si dejamos de lado el hecho de que estaban comiendo cadáveres y que sus manos se acababan de transformar en retorcidas garras. 

- Cuánto tiempo, zorra Catachana- Habló la que primero se había levantado. Di un respingo, aquello me sonaba tanto...

Teniendo en cuenta la naturaleza insidiosa y maquinadora de los demonios, nadie le hizo caso. Pero a mí me seguía sonando, tanto su voz como su cara.

Su cara...

¡Claro! ¡Era Nix! No leí los informes finales, pero oí hablar de un ente demoníaco. No me lo creí, pero en cuanto la vi así, mis dudas desaparecieron. Quién cojones lo iba a decir.

- Nix, pensé que estabas muerta- Le respondí- Sigues teniendo la misma cara de zorra sodomita.

Ella lamió la sangre de una de sus garras con sumo placer y después siseó:

- Ese no es mi único placer, Nyria.

Al unísono, las diablillas se lanzaron sobre nosotros y los Mirmidones retiraron los chasquidos de sus ametralladoras.

- ¡Matadlas!- Ordenó Eneria.

A la vez, las ametralladoras de sus hombres rugieron, y una cascada de casquillos de bala vacíos y humeantes llovió sobre el suelo con un repiqueteo metálico, mientras que los proyectiles que antes cobijaban en su interior silbaban mientras volaban a toda velocidad contra los demonios. Las primeras balas no hicieron efecto alguno, parecían desvanecerse, o simplemente estallaban en el aire antes de tocar a las diablillas. La gran mayoría, unas trece, consiguieron saltar sobre nosotros, mientras que sólo cinco fueron abatidas por nuestros disparos.

A la diablilla a la que yo estaba disparando mis disparos no le hicieron nada. Las ráfagas de láser se desvanecieron antes de llegar a ella, milímetros antes de tocar su maldita piel. Gruñí y activé el lanzagranadas. El objetivo estaba a cinco metros y acercándose, de manera que programé la explosión para que se activase al entablar contacto con cualquier cosa y disparé al suelo inmediatamente enfrente de la criatura. La explosión no sólo le alcanzó a ella, sino que también a otras dos, pero que salieron ilesas. De la mía sólo quedó un manchurrón rojo en el suelo y pedacitos de carne violeta desvaneciéndose poco a poco en un asqueroso vapor negro. Las otras dos (las que sobrevivieron a mi disparo) fueron abatidas por los disparos de Snare y Ulrik, mientras que Mist estaba recibiendo una paliza de una de las diablillas, quien parecía disfrutarlo sobremanera.

Disparé contra otra que estaba peligrosamente cerca de mí. El aire a su alrededor onduló cuando los disparos se desvanecieron antes de llegar a su objetivo, entonces lo entendí. Algo les protegía, como un campo de fuerza o algo así. Podía resistir los disparos de los rifles láser y el calibre 7.62 de las ametralladoras, pero no los ataques potentes, como las granadas o los disparos de los rifles sobrecargados, por ejemplo. Teniendo en cuenta eso, Cyntia y yo estábamos jodidas. Gaask tenía su jodidamente rara espada, Mist y los suyos sus rifles láser sobrecargados y los Mirmidones podían conseguir matar a los demonios superando sus escudos mediante un alto número de proyectiles, pero Cyntia y yo solamente teníamos armas láser convencionales, si bien yo contaba con un lanzagranadas. 

Nix danzaba y saltaba entre los Mirmidones, intentando en vano penetrar su armadura con sus garras. Los Mirmidones intentaban abatirla golpeándola con las robustas culatas de sus armas, pero era sencillamente demasiado rápida para ellos. Eneria aplastó una diablilla con su puño de combate, aturdió a otra golpeándole con su escudo, y Artaris se ocupó de rematarla a tiros. 

- ¡Joder!- Ladró Snare al ser empalado por las garras de una diablilla.

La sangre manó con fluidez, desplizándose por el filo de cada garra y llegando a las muñecas de la criatura, que sonreía complacida. Sin embargo, Snare era un hombre luchador, y con los huevos bien puestos, de manera que se negó a morir solo. Quitó las anillas de sus granadas y se abrazó a la diablilla. Ambos estallaron en una deflagración de fuego, humo y metralla, y sus cuerpos destrozados volaron cada uno por su lado. 

- ¡Snare!- Chilló Mist al ver como sus despojos volaban por doquier.

El despiste le costó caro, y la diablilla con la que se estaba batiendo le saltó encima, cayendo las dos al suelo. Forcejearon ferozmente, y al final Mist logró ponerse sobre la criatura y degollarla con su kukri. Se levantó rápidamente y aprestó su rifle láser sobrecargado, pero otra diablilla apareció de la nada y la puso contra la pared. No parecía que quisiera matarla, sino más bien que quería violarla. Quise echarle una mano, pero una pezuña dura como la ceramita me golpeó en la cara y me lanzó al suelo. Me masajeé la mandíbula, que me dolía horrores, y miré a la diablilla que me había atacado. 

Era Nix. 

Me miraba con una amplia y perfecta sonrisa, y me dedicó una elegante y a la vez sensual reverencia. Me percaté de que, como todas las otras diablillas, sus pies eran pezuñas. Mirándola desde abajo, se le veía todo lo que el faldellín ocultaba sin mucho esmero, lo cual me obligó a levantarme de golpe para plantarle cara. Seguro que a Cyntia aquello le encantaba, pero no a mí. Nix no se tapaba el pecho, y lucía orgullosa sus grandes y respingones atributos femeninos. Muy a mi pesar, era difícil no perder la concentración teniéndola delante. Había una fuerza extraña, una insidiosa atracción en su cuerpo que liberaba mis más oscuros y ocultos deseos. 

Para apartar esos condenados y sugerentes pensamientos de mi atormentada mente, comencé a atacar a Nix. Estocadas, cortes, florituras...todo lo esquivaba con gráciles movimientos, a la vez que contratacaba con una velocidad tal que me costaba esquivar o bloquear sus ataques. Me dejé llevar por la furia. Nix había matado a mis camaradas, y por su culpa Tristán estaba malherido. Además era un ente demoníaco. Debía matarla por el bien de los caídos y los que están por caer, por mi bien, para cumplir mi deber como soldado y ciudadana del Imperio.

Su garra derecha arrancó un buen pedazo de mi hombrera izquierda, pero conseguí clavar mi Aguijón Nocturno en su clavícula. Rezando al Emperador, me pregunté si el veneno de su hoja podía afectar a seres disformes como eran los demonios. Sin embargo no pareció surtir efecto, y con otra sonrisa, Nix me apartó de ella de una patada. De un barrido me lanzó de nuevo al suelo, y rodeó mi cuello con su cola. Llevé mi mano hasta mi Aguijón Nocturno, que yacía a pocos centímetros de mí, pero una de las pezuñas de Nix la pisó, inmovilizándomela. Mi otra mano estaba demasiado lejos, por lo que solamente la pude emplear para apretar su abominante apéndice con la vana intención de que soltase mi cuello. 

- ¿Qué te parece?- Siseó- Ahora estás a mi merced- Se lamió las garras, manchadas de sangre y carne arrancada.

Oí un fuerte golpe, y vi como uno de los Mirmidones caía al suelo con tres diablillas encima, quitándole el casco y destrozándole la cara con sus garras óseas. Eneria, aunque tarde, acudió en su ayuda, partiendo por la mitad de un manotazo de su puño de combate a una de las viles y lascivas diablillas mientras que Artaris disparaba contra las otras dos, pero sin más efecto que su retirada hacia otro objetivo: Ulrik. 

Ulrik acababa de decapitar de un disparo a su segunda diablilla cuando las otras dos se le echaron encima y le arrancaron un brazo de un solo tajo. Él no gritó, sino que siguió luchando como un verdadero hombre. Disparando su arma con una sola mano, derribó a la diablilla más cercana. La otra le lanzó contra la pared de una patada y agarró su pierna izquierda con su cola, tirando y así arrojándole al suelo. Ulrik perdió su rifle en la caída, pero desenfundó su pistola automática y descargó en la cara sus veinte balas de núcleo explosivo. Con el rostro reducido a carne ensangrentada y quemada, el cuerpo del demonio se desvaneció en una nube negra. Ulrik intentó levantarse, pero de sus heridas comenzó a manar humo, que después se convirtió en fuego. Cuando las llamas se extinguieron, de Ulrik solo quedaba una marca de ceniza en el suelo.

- ¿No se supone que siempre ganan los buenos?- Rió Nix mientras seguía forcejeando con su cola para estrangularme. Otro Mirmidón cayó al suelo, y Nix me dio una coz en en el brazo, haciendo que soltase su cola y consisguiendo así una clara ventaja sobre mí- No te mataré...no todavía- Tiró más aún y noté como el aire comenzaba a faltarme- Ya verás qué bien nos lo pasaremos cuando despiertes.

Agarré su faldellín en un último esfuerzo y se lo arranqué de golpe. Esperaba que se sobresaltase y aflojase la presión sobre mi cuello, pero se quedó quieta donde estaba, sonriendo. La vista comenzó a nublárseme, y mis piernas a flaquear. Aquello era enfermo, totalmente enfermo. Me notaba caer desmayada, y, mientras tanto, ella se relamía y me miraba con avidez. 

Totalmente enfermo.

- ¡Eh, Nyria!- La voz cargada de acento de Mist me hizo levantar la cabeza y enfocar la mirada para poder verla. Después, lo único que oí fue un disparo y el grito de dolor de Nix, que al poco se tornó un bramido de furia.

Su presa se aflojó, y algo cayó al suelo. Boqueando todo lo que podía para tomar aire, plaqué a Nix desde abajo y la derribé sobre el suelo. Mi vista se aclaró poco a poco, y vi parte de su cola en el suelo, humeando. Un disparo magistral, no esperaba menos de ella. Pero ahora una de las pocas diablillas que quedaban estaba apuñalando a Mist con sus garras, haciendo saltar trozos de armadura y carne sobre ella misma. Pero poco le duró la diversión. Oí un grito, cargado de más miedo que ira, y un relámpago blanquecino desintegró al demonio. Cyntia apareció detrás, jadeando, y corrió hacia Mist para ocuparse de sus heridas. Al menos estaba siendo útil.

Aproveché la coyuntura para atacar a Nix. Rodé para escapar de su alcance y coger mi cuchillo y, de rodillas aún, le di una estocada dirigida al estómago, pero que no surtió efecto, pues su campo de fuerza impidió que consiguiese herirla. Me levanté del todo y lancé una patada a su cara, que fue esquivada con facilidad. Maldije en voz baja, Nix era demasiado rápida para mí.

- Venga, ven aquí- Me instigaba ella, ahora en guardia, ahora lanzándome tajos y patadas- Te haré mi esclava, y nos lo vamos a pasar muy bien. Te trataré como a una reina, apuesto lo que quieras a que nunca te han dejado ponerte debajo.

- Lo tienes claro. 

Salté contra ella y la estampé contra la pared. Exhaló con gran fuerza cuando mi rodilla aplastó sus costillas, y a ese tremendo golpe le siguió un codazo en la cara que le reventó el labio inferior y le hizo sangrar de la mejilla. Parecía ser que el campo de fuerza, de alguna manera, se había desactivado o mitigado. No sabía porqué, pero lo aproveché todo lo que pude. Agarré su cara con la otra mano y estampé su cabeza contra la pared, y a eso le siguió un cabezazo que le rompió la nariz. Desenfundé mi Aguijón Nocturno, y, dispuesta a acabar con ella de una vez por todas, se lo clavé hasta la empuñadura en la clavícula. Cuando su sangre me salpicó y mojó la guarda de mi arma pensé que ya estaba, que había ganado, pero Nix plegó las piernas y descargó en mi peto una brutal patada que me hizo perder el equilibrio y alejarme de ella.

¡Mierda! ¿Cómo podía seguir viva? Estaba segura de que un humano normal hubiera muerto ya al aplastarle la cabeza contra la pared, no digamos ya al clavarle el cuchillo en la clavícula, pero, claro, era un demonio, un ente de la disformidad, no se le aplicaban las reglas habituales. Rugiendo furibunda, se arrancó mi cuchillo y lo lanzó al suelo. Preparé un gancho, pero Nix agarró mi muñeca y me alzó su garra para acabar conmigo. Estaba demasiado cerca, no tenía manera de esquivarlo. 

Una detonación sonó varios metros detrás de mí, y una ráfaga de balas detuvo a Nix. Miré hacia atrás, y vi a Artaris y a los otros dos Mirmidones restantes apuntando a Nix. Eneria avanzaba hacia nosotras con el puño de combate chispeando energía de pura destrucción, y Gaask acababa de despedazar a la última diablilla con la ayuda psíquica de Cyntia. Parecía mentira que hubiésemos vencido a los demonios.

Nix gruñó y retrocedió unos pasos.

- No pensé que esto podría pasar- Ronroneó, recuperando la compostura. Desnuda y llena de sangre como estaba era más terrorífica que cualquier otro enemigo al que haya combatido en los últimos años junto al 712º- Así que, damas y caballeros- Hizo una reverencia- Tendréis el placer de fenecer bajo las garras de mi última sorpresa- Y, acto seguido, gritó algo en un idioma desconocido para mí, pero que era vil y tétrico.

Durante los siguientes cuatro segundos mi corazón se aceleró hasta extremos indecibles, pero no pasó nada. Eso era malo, no cabía duda. Ella seguía de pie, con una pierna delante de la otra y mirándonos sonriente, goteando sangre de su cara y clavícula.

- Puta bruja- Escupió Artaris, levantando su ametralladora- No sé que demonios quieres hacer, pero hasta aquí llegas.

Y el tiempo se paró. Pensé que ahí moriría Nix y acabaría nuestra misión. Pensé que Artaris dispararía su ametralladora y haría saltar en pedazos el delgado cuerpo de la diablilla, pero no pasó así. Algo, no sé qué exactamente, cruzó, desde el abovedado techo, la sala, y aterrizó en la espalda de Artaris. Era un ser metálico y encorvado, pero un vistazo más me confirmó que también tenía partes humanas, el torso y los bíceps, para ser exactos. De su cabeza, rectangular, ascendían una serie de crestas óseas que lo hacían asemejarse a los Kroot, xenos que conozco de primera mano. Sus manos no eran nada fuera de lo común, pero sus dedos eran tremendamente alargados, y tenían filo y punta, como si fueran escalpelos de veinte centímetros. No tenía ojos en sí, sino dos visores en forma de x a derecha e izquierda de su cabeza. 

Antes de que pudiéramos abatir a la criatura, alzó sus garras y atravesó el grueso casco de Artaris como si no fuese más que papel. Acto seguido, levantó los brazos, lanzando por los aires el casco del Mirmidón...con su cabeza dentro. El cuerpo inerte del SICOM bajó sus brazos y cayó pesadamente hacia delante cuando la abominación saltó hacia atrás. Dio una voltereta en el aire y aterrizó en el torso de otro Mirmidón, aferrándose con las cuchillas de sus pies a su peto. Él levantó su arma para defenderse, pero las garras de la criatura partieron su cráneo en infinidad de pequeños pedazos.

Eneria avanzó con rapidez y descargó un puñetazo sobre el cadáver de su subordinado, pues la bestia esquivó el golpe, que iba dirgido a ella. La armadura quedó destrozada, al igual que el cuerpo que protegía, y los despojos se desparramaron por el suelo. Gaask intentó atinarle con su pistola bólter, pero su objetivo se aferraba a las paredes para luego saltar al techo y al suelo, esquivando sus disparos. Noté como mi sangre hervía de cólera. Aquello era una jodida encerrona, pero por la sangre del Emperador que no iba a dejar que Nix sobreviviese. Cogí mi cuchillo y cargué sobre ella, que seguía igual que antes. 

Justo cuando iba a cortar su garganta, noté como algo tocaba mi espalda y la usaba para tomar impulso y saltar hacia atrás. La fuerza del empujón fue tal que acabé estrellándome poco decorosamente contra el suelo, a los pies de la diablilla. La criatura, que era la que se había lanzado sobre mí para proteger a su ama, me dio la vuelta y alzó sus garras para acabar conmigo. Su cara estaba tan cerca de mí que pude ver los colmillos crudamente tallados en sus mandíbulas de hierro, y también sus ojos, que estaban por debajo de los visores en forma de x.

Sus ojos.

Me resultaron increíblemente familiares. Eran de un claro color azul, y reflejaban un terror y una agonía que me era imposible de comprender. Me recordaron a alguien...pero ese alguien había desaparecido junto a Nix.

No creí que pudiera ser Dante (o lo que quedaba de él) hasta que ví en su bíceps un número tatuado, el 712.

Dael

- Venga, joder- Jadeo- No debe ser tan difícil.

Sigo intentando cortar a la mitad el tubo que me atraviesa el vientre para poder desembarazarme de él y unirme a mis compañeros en la lucha. Lo que he oído en los últimos segundos no me gusta nada. Al fin, la afilada hoja de mi cuchillo de combate vence al acero del tubo y lo corta, permitiéndome levantarme. Mis piernas flaquean, las fuerzas me están abandonando junto a sabe el Emperador cuantos litros de sangre que habré perdido ya. Rebusco en uno de mis portacargadores y saco una jeringuilla, la última que me queda. La potente droga que contiene puede mantenerme consciente durante unos minutos más, pero no sé si será suficente para mí.

Me deshago de mi pesada armadura y de mi máscara antigás, no me serán útiles en el sitio en el cual acabaré en breve. Mientras vendo mi herida pienso en lo ilusa que ha sido Nyria al pensar que podría sobrevivir, el desgarrón es terrible, y ya es demasiado tarde para mí. Por mi honor, por mis camaradas muertos y por los vivos, solo me queda una solución, y espero que sea lo más útil que haga en la vida. Nunca pensé que acabaría así, pero eso es lo que siempre me ha gustado de la vida, el factor sorpresa.

Es un final agridulce, pienso mientras recojo mis granadas y las de los cadáveres cercanos. El estruendo de un tremendo golpe seguido de varios ligeramente menos sonoros llega a mis oídos desde el piso de arriba. Sí, definitivamente seré de ayuda. Con mano experta, y no precisamente por mi experiencia en estas cosas, paso un hilo de fibra de carbono por las anillas de las casi doce granadas que llevo cruzadas sobre mi pecho en dos bandoleras, por no hablar de las seis que llevo en la cintura y las dos combas de fusión que me he asegurado de robar del almacén del SICOM. 

Irónicamente, mi último robo no me ha conducido a la muerte, sino que lo usaré para conseguir mi salvación en una última acción final que expíe mis no poco pecados.

Con gran trabajo llego a las escaleras de caracol y las subo con no menos esfuerzo. Sigo perdiendo mucha sangre, ahora sí que ni tengo cura ni posibilidad de retirarme. No, tengo que seguir.

Cuando llego al final de las escaleras me detengo momentáneamente en la puerta, destrozada, para tomar aire y ver cómo va la batalla. Me sorprendo al ver a sólo una diablilla con vida, de manera que no entiendo el porqué del estruendo anterior, pero me sorprendo aún más al ver a casi todos los Mirmidones muertos, así como a los dos soldados de asalto SICOM que venían con nosotros. Oigo un golpe sordo en una placa de metal, y veo a dos fuguras revolcándose en el suelo. Una de ellas es una criatura mitad humano mitad máquina, con grandes garras en lugar de dedos, y que está intentando matar a una mujer morena embutida en una pesada armadura de caparazón. Sin lugar alguna ella es Nyria.

Nyria...rezo por que Tristán sobreviva y puedas verle de nuevo.

Tiro del cordel y el tintineo metálico de las anillas al desprenderse de las granadas es lo único que llega a mis oídos. Corro hacia el ser metálico. Sí, esta es mi retribución.

Mi paso a la historia y a la salvación.

Nyria

No sabía cuánto más podría lidiar con la fuerza de Dante. Bloqueaba sus garras con tan sólo mi cuchillo, y el resto estaba demasiado lejos como para ayudarme, además, Nix se estaba ocupando de que no pudieran salvarme. Hice toda la fuerza que pude para alejarlo de mí, pero no había manera. Apoyé mis botas sobre su tronco e hice fuerza también, pero tenía mucha más fuerza que yo. Fue ganando terreno poco a poco, y, cuando ya casi podía sentir el frío del acero de sus garras en el cuello oí el tableteo de unas botas sobre el suelo.

Por el rabillo del ojo, ví como un hombre vestido tan sólo con unos pantalones de combate y una camisa gris corría hacia mí. Sobre su torso llevaba dos bandoleras de cuerpo repletas de...¿De qué? ¿Granadas? Y lo reconocí, ¡Era Dael!, ¡Maldito imbécil, le dije que se quedase ahí, que pediríamos una evacuación! 

Nix gruñó y saltó hacia él, haciéndole un tremendo corte en el pecho, pero él siguió corriendo, y no sólo eso, sino que agarró a Nix del cuello y a Dante de un brazo. En el anterior piso no había ventanas, pero en éste sí, varios amplios ventanales en cada pared. Dael corrió veloz como un eldar, con los dos engrendros pegados a él. Antes de que saltase por la ventana más próxima, rompiendo el cristal con su propio cuerpo y cayendo al vacío, Nix le había cercenado una pierna y la bestia lo había decapitado, pero los tres cayeron igual, dejando un rastro de sangre. 

Todos corrimos hacia las ventanas, todos sin excepción. Ví de pasada a Cyntia. Su cara reflejaba una gran preocupación y una inmensa tristeza. Me pregunté desde cuando coño esos dos se llevaban bien. Antes de que llegásemos todos al gran ventanal roto, las granadas, y, probablemente una carga de fusión, que Dael llevaba encima estallaron, desintegrándolos en el aire tanto a su cadáver como a Nix y la abominación en la se había transformado el pobre Dante. 

Sin quererlo y sin ganas de disimularlo, noté como las lágrimas comenzaban a salir de mis ojos y a cruzar mis mejillas. Dediqué una merecida oración al alma de Dael y le saludé por última vez. Tanto a mi derecha como a mi izquierda, los otros supervivientes estaban saludando también. Cyntia lloraba sin parar, liberando por fin toda la tensión y el miedo acumulados durante las últimas horas. No la culpaba, ni mucho menos. Durante esta misión había superado con creces mis excepctativas: No sólo había sobrevivido, sino que también había luchado con valor. Me acerqué a ella y le posé una mano en el hombro mientras el resto volvían al centro de la sala para atender las graves heridas de Mist y rebuscar el cadáver del líder entre la matanza que hicieron las diablillas. 

- Enhorabuena, bollera- Le dije con el tono más afable que pude. Quizá mi opinión sobre ella era equivocada, puede que se mereciese una oportunidad- No lo has hecho nada mal. 

Ella miraba por la ventana, llorando. Tenía cara de niña.

- Yo...- Me miró, y más lágrimas salieron de sus grandes ojos. Escondió su cara en mi torso y siguió llorando. 

- Qué incómodo- Pensé- Pero por fin todo se ha acabado.

Pasaron cinco minutos, probablemente los cinco minutos más largos de mi existencia, y Gaasj gritó algo:

- ¡Lo encontré! ¡Los datos concuerdan!

Fuimos todos hacia él, que señalaba el cadáver en el que yo me había fijado al principio, el rubio de la toga blanca. Gaask lo apuntaba con su escáner y revisaba los datos. 

- Sí, es éste, no cabe duda.

- Entonces- Jadeó Mist, cubierta de vendas y sangre, y que se apoyaba en Eneria para poder andar- Esos demonios hicieron nuestro trabajo. ¿Pero porqué los mataron?

- Nix era una zorra psicópata- Repliqué- Lo que me extraña es que no se los haya follado muertos en vez de comérselos.

Eneria se encogió de hombros:

- Eso ya no entra dentro de mis competencias- Se quitó el casco, dirigió una miraba apesadumbrada a los cadáveres de sus hombres y añadió- La misión ha sido cumplida, Gaask, informa de esto al cuartel general y pide una evacuación. Estás tardando. 

Pero antes de que Gaask pudiera siquiera replicar, un mensaje resonó a través del comunicador del casco de Eneria.

- ¡Aquí el Juez Numbro!- Era el mismo Arbitres del mensaje que recibimos antes- ¡A todas las unidades Imperiales disponibles, diríjanse al puesto central del Adeptus Arbitres en el distrito de Iüeve!

Eneria suspiró y se puso el casco:

- Gaask, déjalo, me ocuparé yo de comunciar con el cuartel general. Bien, muchachos, me parece que esta misión sólo ha sido la primera de muchas.

- Amén- Mascullé.

Epílogo. A bordo de la fragata ``Perdición imparable``, subsector Manrha, tres años después

Tomé un sorbo de cafeína mientras admiraba el bello y peligroso espacio infinito, recordando la tristemente famosa Rebelión de Ogygia. 

Viperofobia se llamaba realmente El Culto de la corte del soberano. Psché, menuda mierda de nombre. Fui gravemente herido durante la misión que tenía como objetivo aniquilar a su líder, en la cual participaba, de manera que tuve que abandonarla, aunque por suerte tuvo éxito, si bien tuvimos muchas bajas. Han pasado tres años desde aquello, y tan sólo cuatro meses desde que acabamos con la última célula cultista, pero se me antoja tan lejano...

Según lo que Nyria me contó, Nix era la que en realidad movía los hilos del culto, y la que mató al líder del culto cuando él y varios cultistas invocaron a unas diablillas para defenderse de los que habían ido a acabar con ellos en la Torre Sköla. A partir de ahí, la locura se desató, y el 2º Regimiento SICOM pasó tres años envuelto en una sangrienta guerra de guerrillas. Dael había muerto como un héroe, y Artaris, Ulrik, Snare y los otros Mirmidones habían muerto luchando con valor, no esperaba menos de ellos. 

Mirina y yo estuvimos ingresados en uno de los templos Medicae de Ogygia durante varias semanas hasta que pudimos volver a luchar, y Cyntia se había vuelto prácticamente loca. Dante había sido transformado en un servidor de combate o algo similar según la descripción que Nyria y Eneria me dieron de en lo que Nix se había convertido. Pensar que mi mejor amigo se había convertido en semejante monstruo...joder, aún a día de hoy tengo pesadillas.

El SICOM nos aceptó en la 3ª compañía del 2ª Regimiento al acabar la campaña de Ogygia, pero no como equipo de operaciones especiales, sino en una escuadra de granaderos. Cyntia aún estaba pasando pruebas para ver si podían aceptarla como psíquica de combate, y Mirina había sido asignada como su vigilante. Mist ahora era la guardaespaldas del capitán de mi compañía, y había sido ascendida a sargento y condecorada en persona por el General en jefe del SICOM, al igual que todos los que participamos en aquella funesta operación. Se habían dado también  medallas y honores póstumos a los caídos, especialmente a Dael.

En esos pensamientos y en las vistas me andaba absorto cuando la cavernosa y artificial voz del capitán de la nave sonó a través de los altavoces:

- A todos los elementos de la 3ª compañía, 2º pelotón, repito, a todos los elementos de la 3ª compañía, diríjanse al hangar armados para recibir al carguero 78971 procedente de Nieria. Puede que los tripulantes estén infectados, así que que también vayan hacia allí los miembros del Medicae para cerciorarse de que están o no infectados.

Fruncí el ceño. ¿Había dicho Nieria? Una oleada de adrenalina y esperanza me inundó cuando recordé la visión sobre Nora que Nix me había enseñado. Si seguía viva en aquel entonces era probable que hubiese sobrevivido hasta ahora. Eché a correr hacia el hangar lo más rápido que pude, pistola en mano para no incumplir las órdenes del capitán. Me reuní con más soldados de mi pelotón mientras iba al hangar. Todos ellos iban armados y hablaban sobre la plaga zombie de Nieria y la posibilidad de que los tripulantes del carguero estuvieran también contaminados, pero yo rezaba por que no fuera así.

Cuando llegamos, me acerqué a Nyria, que estaba ya ahí, rifle láser en mano, apuntando a una gigantesca nave que estaba entrando en el colosal hangar. Los del Medicae habían puesto varios aparatos para ver si estaban infectados por la plaga, y el resto de mi pelotón había tomado ya posiciones a una distancia prudencial de la nave. Tras aterrizar, el portón de desembarco frontal del carguero se abrió, y cinco figuras comenzaron a bajar.

- Joder- Silbó uno de ellos, alargando mucho la o- ¡Qué pasada!

El que había dicho eso era un joven de unos veintipocos años vestido con una excesivamente gastada chaqueta de cuero antaño negro y unos pantalones anchos negros. Llevaba sobre su frente unas gafas de lente redonda de cristal naranja. En su mano derecha sostenía un voluminoso lanzallamas.

A su derecha caminaban dos chicas de no más de quince años, las dos idénticas, de pelo castaño y corto y vestidas con camisas de botones rojas y pantalones cortos blancos, sucios y rasgados.

Las seguían dos personas, una de ellas era un hombre de mediana edad ligeramente gordo, medio calvo y que llevaba un delantal de carnicero que antes podía haber sido blanco, pero que ahora era gris de tanta suciedad que llevaba encima.

Y la otra persona...

Mis ojos se abrieron más de la cuenta, y bajé mi pistola poco a poco. Era ella, ¡Nora! ¡Estaba viva! No tengo palabras para describir la inmensa alegría que me invadió al verla. Era como si una parte de mi pasado a la que creía muerta demostrase que no lo estaba. Salté las escaleras y corrí hacia ella sin pensármelo. Era muy probable que después de eso mi superior me degradase por incumplir las órdenes, pero me daba igual.

- ¡Nora!- Grité- ¡Nora!

Ella se volvió hacia mí, sobresaltada. Su cara era pura sorpresa.

- ¿Tristán?

Corrió también hacia mí, y vi por el rabillo del ojo como varios de mis compañeros saltaban las escaleras también y venían hacia nosotros. Me daba absolutamente igual, en ese momento solo Nora ocupaba mis pensamientos. Saltó de la rampa que había formado el portón de desembarco y se me abrazó con más fuerza de la que recordaba que tenía. Posé una mano sobre su cabeza y ella la hundió en mi pecho. Apestaba a sangre, pólvora y carne quemada, y tanto su piel como su ropa y su larga melena estaban sucias, pero aún podía admirarse el hermoso color naranja ígneo de sus tirabuzones.

Ni ella ni yo nos lo podíamos creer. Era un enigma, que ella estuviese viva para mí, y que yo lo estuviese lo era para ella. Hice esfuerzos por no llorar, Nyria me lo tenía prohibido.

- ¡Tristán!- Me gritó Nyria desde la escalera- ¿Qué coño haces?

Seguro que me mataría después, pero no me importaba. Noté como alguien cogía el cuello de mi camisa y tiraba, separándome de Nora, aunque a ella también le habían cogido por los brazos y se la estaban llevando con los Medicae.

- ¡Tristán!- Exclamó- ¡Prométeme que nos veremos luego!

- ¡Luego!- Asentí.

Luego...no hay palabra con más variables y significados.

Nyria me agarró del cuello una vez vino hasta mí me espetó a voz en grito:

- ¿Pero te has vuelto loco o qué? ¡Gilipollas!- Su expresión de cólera cambió poco a poco por una de incredulidad- ¿Porqué sonríes?

Y yo qué sabía, y qué me importaba. Tenía la sensación de que mi vida no había acontecido en vano, y que aún me quedaba labrar un final para mi historia.

Palabras Tabú y expresiones de los Regimientos de Namether y otra información.

"Denam": Cojonudo. Utilizada después de que el comisario prohibiese el uso de Cojonudo en ``la prohibición del trece´´.

"Hijo de Paik": Hijo de puta. Paik viene de Cassandra Paik, cabo en la escuadra de granaderos ´´Mandados`` y que se unió a las tropas heréticas de slaneesh durante la campaña de Namether.

``Una del doce``: Bala calibre 12,5 Nameth. Utilizada por los francotiradores y las ametralladoras de los Regimientos de Namether. Tiene una potencia y un alcance muy altos,capaz de atravesar una armadura caparazón de una vez siendo disparada por una ametralladora. Entre las escuadras de los Regimientos Nametherianos circula una leyenda que hace referencia a estas balas. Sin más complicaciones, los soldados tienen una broma entre ellos que consiste en meter balas de este tipo en la comida u otros objetos personales de uno de sus camaradas para reirse un rato. No hay soldado que no haya perdido parte de un diente por una bala del doce en el estofado o que no haya sido pinchado en el pie al calzarse las botas estando una bala del doce dentro.

``¿Hacen unas dianas?´´: Ir al campo de tiro a hacer prácticas.

``Objetivos a las trece``: Despejado, no hay moros en la costa. Es especialmente utilizado por los Regimientos SICOM.

``Vitamina Fe``: Ejecución. Juega con la palabras fe (la que se supone que el comisario imparte) y la fórmula del hierro (fe), que hace alusión a las balas.





Advertisement