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Veredicto del Certamen de Relatos Wikihammer + Voz de Horus ¡Léelos aquí!

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"La galaxia arde.
Con cada día que pasa, la pira que encendí quema con más ardor, con lenguas de fuego cada vez más altas. La mitad del reino del Emperador Cadáver está asolado. Sus mundos, asfixiados y ahogados, se marchitan bajo mi dominio y en los rescoldos sus ejércitos se retuercen y mueren como trozos de pergamino en una hoguera.
No me basta.
Los adoradores del cadáver me siguen desafiando. Los Dioses Oscuros siguen susurrando sus falsas promesas. Aún siguen vivos algunos que me creen débil, idiota, un fracaso asegurado, como mis ancestros genéticos. Que hablen. Sus palabras de mofa se tornarán gritos de agonía cuando las llamas los consuman.
Aún queda trabajo por hacer.
Deberás encontrar al Viajero y liderarlo en mi nombre. Reuniréis una fuerza con el poder de apagar las estrellas, y con ella hundiréis al Sector Charadon en la anarquía.
Ahora que arrecia el fuego, aticemos las llamas.
"

Abaddon el Saqueador


Acto 1: El Libro de la Herrumbre[]

La Gran Fisura partió el Imperium en dos. La región de Imperium Nihilus se perdió entre las sombras; su sino es una incógnita y sus mundos están asediados por conquistadores herejes e incursores xenos. Si la humanidad quería resistir, los ejércitos del Emperador debían estabilizar el Imperium Sanctus - la región todavía iluminada por el Astronomicón - por todos los medios. Pero los planes del Señor de la Guerra Abaddon ya estaban en pleno movimiento, y la furia de su ejército se había tornado hacía el Sector Charadon.

El dominio definitivo de los reinos de la humanidad fluye de Terra y el Trono Dorado. Sin embargo, un imperio tan extenso requiere subdivisiones. El Imperium está repartido entre los Segmentums Solar, Obscurus, Pacificus, Tempestus y Ultima. Cada uno de ellos está dividido, a su vez, en distintos sectores, con nombres propios y conexiones a las principales rutas de tránsito disforme y con múltiples subsectores. Incluso estos últimos están divididos, ya que contienen múltiples sistemas estelares, de los cuales la mayoría albergan mundos controlados por el Imperium, así como multitud de peligros, anomalías, territorios de piratas e imperios xenos menores.

En las profundidades del Segmentum Ultima está el Sector Charadon. Este sector, ubicado en el círculo defensivo de Ultramar, el imperio estelar de los Ultramarines, es la puerta de entrada al Imperium Sanctus y un bastión para los tecnosacerdotes de los Adeptus Mechanicus. Pero, sobre todo, está ubicado muy cerca de uno de los pocos canales estables en las amenazadoras tormentas disformes de la Gran Fisura.

El Sector Charadon ha sufrido los estragos de la guerra desde hace milenios. Solo en los últimos siglos, sus subsectores Palan y Anungul han sido prácticamente invadidos por el imperio Orko de Charadon. Los tentáculos de la flota enjambre tiránida Leviathan han tocado cada subsector de la región, aunque en todos los casos, los alienígenas han sido combatidos y forzados a volver al espacio exterior. Recientemente, los subsectores Psyphos y Palan han sufrido nuevas invasiones xenos, esta vez perpetradas por la dinastía necrona Sautekh.

La pieza central de defensa ha sido Metalica, el mundo forja cuyas cohortes Skitarii y manípulos de titanes han marchado sobre el Subsector Obolis para aplastar a los enemigos de la humanidad una y otra vez. Además, no han luchado solos. Los han acompañado, entre otros, los Caballeros de la Casa Raven; los Marines Espaciales del Capítulo de los Atormentadores, las naves de guerra de la Marina de Charadon; Las Hermanas de Batalla del mundo cardenalicio de Alexistor; regimientos varios de soldados del Astra Militarum... Entre todos, han convertido el sector en una fortaleza imperial impenetrable.

Pero ahora, a medida que retrocede la oscuridad de la Noctis Aeterna y la Era Indomitus surge del fuego, una enorme hueste de adoradores del Caos quiere condenar al Sector Charadon. Empieza la Guerra de la Herrumbre y el Cieno.

"El poder de Nurgle no es obvio ni directo. No a primera vista. Nuestros enemigos alfombran sus zanjas con soldados. Se enfrentan al vacío en naves briosas. Apuntan sus armas a los cielos oscuros y prometen rechazarnos en nombre de su dios cadáver. Pero no se dan cuenta de que Nurgle ya está con ellos, infestándoles la carne, comiéndoles el alma. Cuando por fin sienten el mordisco de sus negros dientes, ya es... demasiado... tarde.""

Typhus, puente de Terminus Est, justo antes de la translación disforme al sistema Duralim.


El Corazón de la Forja[]

Mapa Sector Charadon

Mapa del Sector Charadon

Cronología: Met/CI/Chron-716LRC-854LRC

Cada Sector del espacio imperial tiene un valor tremendo, pero hay regiones que son esenciales: Joyas de la corona que deben defenderse a cualquier precio. El Sector Charadon es una de ellas. La producción del mundo forja de Metalica por sí misma ya era crucial para la máquina de guerra imperial en doce frentes galácticos, pero Charadon era valioso por mucho más.

Durante mucho tiempo, el Sector Charadon ha sido el granero y la reserva bélica de amplias zonas del Segmentum Ultima. El sector, dotado de planetas ricos en minerales, gigantes de gas y cinturones de asteroides cargados de menas, ofrecía al gran Imperium todo lo que necesitara. Los recursos naturales de muchos mundos similares se habían dedicado por completo a los humanos o habían desaparecido, pero el Sector Charadon seguia disfrutando de mundos agrícolas cuyos cultivos mantenían alimentada la población y llenos los graneros. Aun así la producción más importante eran las materias primas. Ya solo el mundo forja de Metalica podía producir suficientes armas, tanques, aeronaves de combate y munición para equipar a al menos una docena de ejércitos cada año en el Imperio. Combinado con la producción bélica de otros mundos industriales clientelares en la mayoría de los subsectores, no es difícil entender por qué a Charadon se le conocía como el Sector de hierro. En su centro, se encontraban los subsectores gemelos de Obolis y Lirac.

Mundo Forja Metalica[]

Metalica es un mundo formado casi exclusivamente de metal, desposeido de flora y fauna, ya que toda forma de vida fue exterminada. Incluso la atmósfera es tóxica. No fue siempre así, pero los Tecnosacerdotes causaron la extinción de todas las demás especies en su cometido por alcanzar la iluminación con la máxima eficiencia. Metalica es un mundo de pistones sibilantes, forjas abrasadoras y montañas de residuos industriales. Pero no es un desierto, sus forjas dan a luz a centenares de monstruosidades a motor que surgen de sus entrañas cada amanecer. La cacofonía generada por las montañas de metal es ensordecedora y aun así fascinante, además, todas las armas y máquinas fabricadas en Metalica emiten un sonido estridente a propósito para que sus enemigos sean testigos de la gloria industrial del Dios Máquina antes de recibir la muerte en batalla.

La hipercontaminación del planeta y su proxomidad al Imperio Orko de Charadon han preparando bien a sus legiones para la guerra. Junto con caballeros aliados del vecino mundo de Kolossi, los ejércitos de Metalica han luchado en la vanguardia de muchas batallas, incluidas las segunda y tercera guerra de Armageddon. En efecto, en un atenazado combate en ese mundo maldito, la Legión Titánica de los Cráneos de Hierro —conocida antes como Legio Metalica- fue aniquilada. El Princeps Primus Mannheim se sacrificó junto con su Titán Martillo de Acero en aquel complicado conflicto dominado por las fuerzas orkas. Su sucesor, Wynsten Van Kassen, ha trabajado a la sombra del héroe caído desde entonces para reconstruir la dañada legión. Este estratega ha mejorado la fuerza de sus Titanes en los últimos años, con lo que ahora los Cráneos de Hierro cuentan con casi dos tercios de una legión de titanes completa.

Subsector Obolis[]

El Subsector Obolis yacía en el centro del sistema Metalica en torno al mundo forja homónimo que lo lideraba. El sistema, situado en el cruce detrás canales por la Disformidad relativamente estables, estaba formado por un grupo industrializado de planetas altamente productivos, El asteroide-fortaleza armado de Ferrovigilum albergaba el único sistema de comunicaciones astropáticas del sistema. Los astilleros Solari Anchorage, en el vacío profundo, eran un puerto de escala para una división de Ia Flota de Batalla Charadon. Su comandante el Teniente-Heraldus Lihua Sheridahe, describrió las defensas de Metalica así:

"El sistema es casi inexpugnable. Los anillos de acero se suceden hasta llegar a las plataformas orbitales de Corona Industris. Los tecnosacerdotes son una panda de pseudoherejes malcarados, pero saben cómo fortificar."

Teniente Heraldus Lihua Sheridane

El “anillo de acero” exterior de Metalica estaba formado por tres sistemas a los que conectaban sus sistemas disformes: Rhodior, Brezantius y Feiror, conocidas como las Puertas de Metalica. Contribuían la región mediante el trabajo de sus mundos colmena y prisión; la producción de sus mundos industriales y mineros,y las exportaciones menos comunes, como el mundo acuático Braza del sistema Feiror o el mundo altar de Humildesperanza en el sistema Rhodior. Pero sobre todo, cada sistema poseía estaciones de control del vacío profundo y varias fortalezas espaciales. Los gobernaba un mundo fortaleza: Tremes en el sistema Rhodior; Kapston en el sistema Brezantius y Forthras en el sistema Feiror. Estaban altamente fortificados y armados hasta los dientes, pero además también contaban con superarmas de fabricación metalicana cuyo alcance transatmosférico llega hasta el mismísimo limite de su sistema. La teoría era sencilla y tremendamente efectiva. Un invasor no podría atacar Metalica sin franquear uno de sus sistemas de puertas, una hazaña imposible con un coste astronómico para quien se atreviera.

El resto de sistemas en el subsector Obolis eran valiosos por si mismos. El Sistema Chromyd era el vinculo de Metalica a la ruta por la Disformidad del canal de Barlech, y por tanto del subsector Charus. También albergaba varios mundos agricolas y mineros, y era famoso por sus aguerridos pioneros. El Sistema Gildras contenía una segunda estación de comunicaciones astropáticas en la luna de Kobolt, guardada por el turbulento mundo de Motulu, hogar del capitulo Excruciadores de los Marines Espaciales. El Sistema Duralim era un ajetreado nexo de pobladores, religión y comercio controlado por Alexistor, el orgulloso mundo cardenalicio, cuya área Mandeville lo conectaba con el estrecho de Thorlaf y el vecino Subsector Lirac. Más allá estaba el Sistema Alumax, mundo remoto y atrasado, siempre atacado por piratas orkos, pero que seguía produciendo una importante cantidad de minerales y mano de obra.

Subsector Lirac[]

Mientras que el subsector Obolis es un lugar en plena ebullición, con fábricas y tráfico procedente del vacío, iluminado por las luces de innumerables ciudades y forjas, el subsector Lirac era mucho más salvaje, e incluso primitivo. El famoso guerrero filósofo Shorvio le dedicó en su día una descripción vibrante pero ligeramente amenazadora:

"Me parecía a mí, un humilde peregrino que vagaba por los caminos espaciales de los sistemas más correosos y lóbregos, como si me hubiese topado con el ojo de un enorme centinela que yacía en silencio ¿Acaso era el ojo del Omnissiah lo que sentí mientras me enfrentaba a las sombras de Kolossi; me aventuraba por los chirriantes caminos de las ciénagas josirias, y atravesaba las tormentas de polvo de los satélites mineros de Asmul? ¿Acaso era su mirada lo que sentí, o quizá, la de otro ser acechante cuyos ojos me picaban en la piel y me ponía los cabellos de punta?"

Shorvio

Aunque mucho del relato de Shorvio era simplemente prosa adornada, capturaba la esencia del subsector Lirac, pero solo con dificultad y de manera poco fiel.

Los mundos del sistema Cyclos sufrían habitualmente tormentas de meteoritos repentinas y virulentas, aunque el origen de estos proyectiles de cristal negro era desconocido. Esto no había sido impedimento para la fundación de colonias mineras y centros industriales del Imperium, que sí que necesitaron construir cuevas reforzadas para guarecer a su mano de obra, que provenía del planeta-prisión de máxima seguridad Stryx. Por otro lado, y aunque el sistema M'bor albergaba un grupo de mundos imperiales deshabitados pero productivos, tenía una mala reputación por fenómenos sobrenaturales y espíritus malignos del vacío con los que solo se atrevían los colonos más desesperados.

Los sistemas Eladagh e Iap estaban ligeramente más civilizados, aunque su población aún se enfrentaba a tantos peligros que su fe era fervorosa y sus asentamientos aislados y desconfiados. El sistema Eladagh estaba gobernado por Vikatrina, un mundo cardenalicio hermano de Alexistor, frío y austero. Además servía como la puerta al estrecho de Thorlaf, cuyas embarcaciones iban y venían bajo la vigilancia de las baterías orbitales del mundo fortaleza de Ysarina.

Bajo el brillo de las estrellas binarias del sistema Iap, la luna colmena de Josiria se arremolinaba en íntima órbita alrededor del poderoso mundo fortaleza de Halcidonia, construido totalmente por manos humanas. Los habitantes de estos cuerpos celestes desconocían la existencia de un tercer mundo colonizado en su sistema, un lugar de glaciares de etano cristalianos y violentas tormentas químicas: Vod. En las profundidades de este mundo, más allá de la superficie, existía un sanctum inquisitorial de los Ordo Xenos, fuertemente armado y bien equipado para librar guerras secretas contra los muchos invasores xenos que atormentaban al sector Charadon.

A pesar de todos estos lóbregos reductos imperiales, el verdadero poder del subsector Lirac lo ostentaba el sistema Tethras. Era allí donde el mundo caballero de Kolossi orbitaba alrededor de su estrella forja, antigua e hinchada. Kolossi era el hogar de los Caballeros de la Casa Raven, una de las Casas de Caballeros del Questor Mechanicus más poderosas, célebres y numerosas. Sobre la superficie del asolado mundo tan solo quedaban unas pocas ciudades, que parecían islas de acero y humo entre las profundas fallas y los cañones de minería. La mayor de todas ellas era la Fortaleza Inviolada, una montaña gargantuesca de majestuosidad industrial fortificada cuyos edificios más altos alcanzaban la contaminada atmósfera del planeta. Excavada en el lecho de roca de los cimientos de la ciudad fortaleza se encontraba la Bóveda Trascedental, desde la que cientos de Caballeros blindados de la Casa Raven cabalgaban para librar batallas en los confines del Imperium. Estos gigantes de hierro llevaban a cabo incontables patrullas a pie en todos los mundos del subsector Lirac y navegaban entre sus sistemas a bordo de sus enormes gabarras de color carmesí para repeler con su poder imperial a las peores amenazas heréticas y xenos. Estaban, además, siempre listos para pasar a la defensa del mundo forja de Metalica, con cuyo Princeps, Grevan Raven, mantenía juramentos de lealtad fuertes y vinculantes.

Primer aviso[]

Cicatrix Maledictum

Cronología: Met/CI/Chron - 855LRC-890LRC

Cuando la Cicatrix Maledictum dividió las estrellas, el Sector Charadon estaba lo suficientemente lejos como para evitar los peores estragos de las tormentas de la Disformidad. Sin embargo, cuando se disiparon las sombras de la Noctis Aeterna, el señor del mundo forja de Metalica, el Fabricador General Heptus Rho-Decima Khleng, supo que acechaban peores peligros.

La Gran Fisura desato una plétora de calamidades que afectaron hasta los confines mas alejados del Imperio. La Disformidad se agitaba con furia y sus convulsiones dificultaban las comunicaciones astropáticas y los viajes empíricos como nunca antes, distorsionando incluso el flujo del tiempo.

Tras el desastre el primer edicto proclamado por el Fabricador General Khleng, siempre impertérrito ante la impureza de la no lógica, fue la implantación de un nuevo método local para determinar la lecha y la hora. El sector Charadon ahora seguiría la cronología circunscripta metalicana, medida con el número de ciclos de la pesada rotación desde la Gran Fisura. Este era el primer edicto de racionalización proclamado por el Fabricator General Khleng, y se impuso con tal fervor que casi causó disturbios en varios mundos. Sin embargo, la imposición del Met/Ci/Chron no fue ni de lejos el edicto más extremo surgido del sacerdocio dirigente de Metálica.

Malos augurios[]

Todo empezó con rumores supersticiosos y fenómenos sobrenaturales. En Heliotyr, en el Sistema Alumax, se alzó un profeta del apocalipsis, surgido de entre la mano de obra itinerante. Sus sermones fueron silenciados por una operación de los Ejecutores, pero no antes de que varios centenares de sus seguidores infligieran un acto de sangrienta aruspicina. Un pánico supersticioso envolvió la colmena Achtorian, en Descenso de Dyroch, después de que los acuíferos de algunos distritos de la ciudad aparecieran contaminados con entrañas apestosas. En el Sistema M'bor, una aberrante secta religiosa apareció brevemente en Dhaku; se hacían llamar "Los Susurrados” pero fueren exterminados por clanes mineros locales antes de que las autoridades pudieran interceder. En Brezantius, se otearon aves en Laboritum volando al revés y atravesando tormentas; en Braza, en el sistema Feiror, el fondo del océano brillaba con una luminescencia perturbadora. Aumentaron los nacimientos mutantes y fenómenos psíquicos espontáneos, con especial incidencia en los sistemas del Subsector Obolis. El descontento y el fanatismo religioso aumentaban por momentos.

Para los señores de Metalica, la causa de la perturbación era obvia: como adoradores del Dios Máquina que habían reducido su mundo a la esterilidad para optimizar la producción, los tecnosacerdotes establecieron que la vida orgánica en los sistemas vecinos era una debilidad. El siguiente pasaje de un litosermón del Dogmatus Guidiocrites Ohm demuestra el alcance y el fervor de esta convicción.

"No permitáis ni un solo error en vuestras cogitaciones, hermanos. Hecho absoluto: las emisiones criptoespectrales de energía novica que causan discordia en los reinos de Omnissiah afectan a las unidades biológicas de cada orden de la creación divina. Aclaración: las unidades biológicas que depositan su optimización espiritual en la designación divina del Emperador también son susceptibles, a pesar de su errónea convicción en términos opuestos. Conclusión: La proliferación de fenómenos negativos cesará con la eliminación de todas las unidades biológicas. La pureza reside únicamente en la máquina"

Anónimo


El Fabricador General Khleng era lo suficientemente inteligente como para entender que un extremismo de tal magnitud ponía en peligro la seguridad de la región. Podía no estar de acuerdo con lo que consideraba un aprecio irracional hacia la vida humana por parte de sus aliados imperiales, pero sabía que ejecutar una limpieza biológica en mundos ajenos causaría una oleada de hostilidad.

Sin embargo, cuando la región se vio asolada por plagas antinaturales, Khleng lo tomó como una oportunidad para justificar medidas extremas. El mundo industrial de Ferrym, en el Sistema Feiror, sufrió un brote de infestación bubónica que convertía la carne en gelatina rancia e hinchaba los órganos internos hasta que explotaban. En las subcolmenas de Regalo de San Espin, en el Sistema Rhodior, miles de muertos por la plaga se alzaron de sus tumbas. Se perdieron batallones de provostes al completo mientras intentaban luchar contra las oleadas de cadáveres infectados. Incluso el mundo cardenalicio de Alexistor perdió su santidad, asolado por una pandemia de locura bruja que afectó a los poblados de peregrinos hasta que, convertidos en turbas enloquecidas, asaltaron los lugares sagrados del planeta. Mientras tanto, una manifestación malvada se adueñaba de las comunicaciones astropáticas de Gildras, lo que obligó al Capítulo de los Atormentadores a desplegar fuerzas de ataque contra la luna maldita, despojando al subsector de su valiosa protección.

En respuesta Khleng desplegó tres arcas erradicadoras de clase Quietus. La fuerza, que combinaba Arcanotecnología prohibida y estaba capitaneada por los archimagos más fanáticos de Khleng, se dirigió primero hacia Regalo de San Espin. El arca erradicadora ignoró las exigencias urgentes de las autoridades del planeta y se situó en órbita baja. Entonces, y para el horror absoluto de sus victimas, desplegaron macrobaterías de limpieza por radium. En tan solo unas horas, el planeta había sido aniquilado. Las enormes colmenas, ya plagadas de zombis, habían sido reducidas a lagos de deshechos. La atmósfera se tornó asfixiante debido a las cenizas de miles de millones de victimas.

El cruel acto fue condenado por los atemorizados gobernadores de otros planetas, aunque era innegable que había parado en seco la herejía en Regalo de San Espin. Las arcas erradicadoras atacaron dos veces. Asolaron el norte de Borthreas, un mundo fronterizo del Sistema Alumax que sufría una plaga de psíquicos. Destruyeron hasta los cimientos uno de los tres mazmocomplejos del mundo penal Impío en el Sistema Brezantius por los rumores sobre presos con mutaciones. Estas medidas drásticas no consiguieron frenar los malos augurios y los fenómenos naturales. El Fabricator General Khleng, cogitando la peligrosidad de tales desórdenes, proclamó nuevos edictos. Las peticiones astropáticas de ayuda penetraron el caos de la Disformidad desde el sanctum de Ferrovigilum. Las legiones Skitarii, las procesiones del culto Mechanicus y manipulos enteros de Titanes Cráneos de Hierro se movilizaron para reforzar las guarniciones de las "Puertas de Metálica". Las órdenes eran claras: las guarniciones planetarias debían prepararse; los espíritus maquina alzarse, y las armas apuntar al cielo. Los augurios analíticos del Fabricador General anunciaban el horror. Ninguna medida era demasiado extrema si garantizaba el control metalicano del Subsector Obolis. Khleng envió dos de sus naves irradiadoras a Alexistor, ignorando las catastróficas consecuencias de aniquilar un mundo sagrado para el Imperium. Y estalló la tormenta.

El Viajero[]

Caos typhus

Los subsectores de Obolis y Lirac veían acercarse algo monstruoso y sucio. Akhorath Zeid de la Legión Negra, mano derecha del Señor de la Guerra Abaddon, se había aliado con Typhus, primer capitán de la Guardia de la Muerte. Zeid habló con la voz de su señor y apartó a Typhus de su propia cruzada para reunir un poderoso ejército. Typhus, el Viajero, anfitrión del Enjambre Destructor, era un gran señor de la guerra. Odiaba al arrogante Lord Zeid, y normalmente habría intentado asesinar al Señor Discordante, pero incluso Typhus se arrodilló ante Abaddon.

Las entidades enfermizas de la Disformidad habían avisado a Typhus de la cruzada por la esterilidad de los metalicanos. Conocía su creencia en la pureza de la maquina para superar todos los contagios, y de sus esfuerzos para exterminar las plagas de su señor, Nurgle. Typhus veía en la arrogancia metalicana una oportunidad para aplastar su espíritu al demostrar que sus máquinas eran vulnerables ante el Dios de la Plaga. Incluso a medida que reunía a sus huestes invasoras, Typhus ordenó a sus Putrefactores Biologus que crearan una cepa de plaga que llamó Nemesis Wurm. Si podía infectar a las defensas metalicanas, plantaría la semilla de la perdición mundial.

Campeones y Huestes[]

Entre su propia infamia y la reputación de Abaddon, Typhus reunió una impresionante fuerza invasora con la que atacar Metalica. Pero los seguidores de los Dioses Oscuros rara vez estaban unidos. La gran hueste de Typhus era en realidad una débil coalición de bandas, que servían a sus propios campeones, muchos de los cuales eran enemigos jurados a la par que aliados temporales. El mismo Typhus aportó una poderosa fuerza de vectoriums de la Guardia de la Muerte y naves de guerra de plaga lideradas por su propia nave insignia, el Terminus Est. Entre sus filas se incluían bandas de cada compañía de plaga de la Guardia de la Muerte, aunque las más poderosas eran los vectoriums de la 1ª, la 2ª y la 3ª. Los acompañaban millones de mutantes, cultos de plaga y Guardias Imperiales Traidores infectados cuyas vidas serían moneda de cambio.

Lord Zeid tampoco luchaba solo: Traía una flota de naves de guerra renegadas, máquinas demoníacas y Guerreros del Caos bestiales, respaldados por varias bandas de la Legión Negra. También se unieron bandas renegadas de Astartes Herejes. Algunos apenas eran unos pocos, mientras que otros, como los Rapacitadores, los Espadones Grises y los Hermanos de la Anarquía conformaban ejércitos enteros. El Apóstol Oscuro Tsorr'Kanath de los Portadores de la Palabra y Yharron Thayl, el taimado hechicero de la Legión Alfa, también lideraban grandes bandas para unirse al estandarte de Typhus y asistir a sus legiones para cumplir los deseos de Abaddon. Y entonces aparecieron los Titanes de la Legio Morbidus, liderados por su Reina del Dolor, Lathfyr la Ahogada. La acompañaban Caballeros del Caos, que hacían la invasión una fuerza aún más temible si cabe.

Ofensiva tridente[]

Artículo principal: Zona de Guerra: Charadon - Ofensiva tridente.

Cuando llegó el ataque, golpeó a la vez tres frentes del Subsector Obolis. En el exterior de los Sistemas Chromyd, Alumax y Duralim, la materia del espacio real se deshacía como si fuera carne necrotizada mientras la Disformidad vomitaba un navío de guerra hereje tras otro: Lord Thraxoplasmox atacó el Sistema Chromyd; al mismo tiempo, Sistema Alumax fue asediado por Oghlosmus Bilge y su flota de naves de la plaga; el golpe más salvaje cayó contra el Sistema Duralim, atacado por Typhus y Zeid.

"...Machacadlos con placer, adoradores de la putrefacción, convertid sus entrañas en ofrendas. Hacedlos pútrido picadillo. Sin prisa, deleitaos. La sonrisa del abuelo es mayor cuando sus vísceras podridas destilan desesperación gota a gota.

Enviad una oleada, y otra, y otra. Que lluevan sobre ellos las viruelas y pestes más dulces. Que enfermen, que languidezcan. Sólo así conseguiremos su auténtica desesperación..."

Vocoseñal, entrada partical. 76/87/36: Originador, Comandante Hereje (APLT) Lord Thraxoplasmox


Embestida en Chromyd[]

Sistema Chromyd

Mapa estelar del Sistema Chromyd

El primer ataque se dirigió al Sistema Chromyd. Aunque era considerado menor, su importancia residía en la ruta de la Disformidad del Canal de Barlech, que en este sistema poseía su enlace de mayor fortaleza entre los subsectores Obolis y Charus. Para los comandantes imperiales locales que se encontraban en el camino de la primera ofensiva del Caos, era mala señal que no se hubiera recibido ninguna advertencia del subsector Charus. Los comandantes imperiales estaban en ese sistema, con sus fuerzas presentes con mayor potencia de la esperada por los invasores. La causa había sido una serie de incursiones piratas Drukhari.

Las incursiones empezaron en el mundo mausoleo de Descanso del Mártir. Allí, la famosa Lelith Hesperax había organizado un circo de torturas con luchas de gladiadores, cuyo primer acto se celebró en la capital antes de expandirse por todo el mundo. El conflicto que engulló la Misión de Restauración Previsora, enviada bajo los Palatine Luminas para recuperar una reliquia fundamental para la defensa espiritual del lejano Alexistor, también desencadenó una serie de ataques réplica de otros Drukhari.

Como respuesta, las milicias de defensa planetaria tenían los refuerzos de veinte regimientos de Astra Militarum - incluidos el 14º de Lumess y el 88º de Perros Químicos de Savlar, los Zoneadores - junto con el 2º metalicano de los Macroclados Skitarii, liderados por el Mariscal Skitarii Decitor Septrax-Terciano. Este último era famoso en Obolis, y más allá, por la eficacia y la velocidad de sus macroclados contra sus oponentes y por la crueldad con la que los exterminaban.

El Mariscal Terciano había asumido el liderazgo de las operaciones antipirateria en el sistema Chromyd. Había liderado con gran habilidad, y aunque las bajas habían sido cuantiosas, lo cierto es que Terciano habia ganado victorias decisivas en Okharium y en Torthusa. Desafortunadamente para los defensores del Imperium ,las mismas disposiciones que los habian ayudado a castigar a los xenos los dejaron horriblemente expuestos; el Señor Thraxoplasmox, líder del ataque a Chromyd, se encontró a sus enemigos cómodamente repartidos.

Asalto a Alumax[]

Con la Disformidad furiosamente enervada desde la abertura de la Gran Fisura, el Fabricador General Khleng cogitó que ni siquiera las naves de guerra hereje podrían desplegar un ataque sin concentrarse alrededor de los canales más estables de la Disformidad. La conclusión de Khleng se demostró errónea cuando una flotilla supurante de pecios de plaga y naves de guerra de la Guardia de la Muerte se abrieron paso desde la Disformidad para atacar con furia virulenta los mundos del sistema Alumax. El Capitán de Plaga Oghlosmus Bilge comandó la segunda ofensiva del Caos desde su nave insignia, el Ulceramohosa. Bilge era un saco nauseabundo de carnaza coagulada y supurante fusionado al puente de mando de su nave. Era también un magnifico comandante del vacío y uno de los tenientes favoritos de Typhus. Las naves de guerra de Typhus y la tripulación infestada de abordo contaban con el apoyo de los macrotransportes de la Legio Morbus bajo la Reina del Dolor Lathfr junto con una desarrapada flotilla de naves de guerra renegadas y traicioneros Astartes Herejes.

Frente a ellos se erguía el 727º Cuerpo del ejército de Cadia, comandado por la coronel Elena Broski. Un testigo, ayudante de campo de la coronel, contaba que incluso ante una fuerza de tal imponencia, Broski mantuvo la sangre fría.

"No creo que pensara que podíamos ganar. No era tonta. Por el Trono, eso jamás. Pero era cadiana, y de rango superior. Tú no eres uno de los nuestros y no lo entenderías, ahora menos que nunca. Cadia resiste, siempre. Y, por ello debemos seguir adelante. Siempre."

Coronel Broski

Con todo, la defensa imperial fue futil, pues Oghlosmus Bilge consiguió la victoria final destruyendo el Arca Mechanicus Omnissiah Optimalis, lanzándola en picado contra la Colmena Rastigan. La explosión atómica redució la ciudad a cenizas y, con ella, a Broski y la mitad de sus fuerzas, y además neutralizó a los espíritus maquina de los sistema de defensa y de escudos de otras ciudades aún en manos imperiales. Su mando descabezado, las fuerzas imperiales tenían poca opción de resistencia.

Muerte en Duralim[]

Terminus Est Nave de Plaga Typhus

Los sacrificios que Typhus y sus aliados hicieron a los Dioses Oscuros son secretos, pero debieron de ser notables, ya que incluso cuando la flota plaga de Bilge penetraba el velo para atacar el sistema Alumax, la repulsiva Terminus Est de Typhus lideraba una flota de guerra incluso mayor, directamente hasta el mismo sistema Duralim. Durante ciclos, el vacío centelleó con el fuego y los halos de las explosiones. Varias fragatas rápidas del Imperium pusieron rumbo a la seguridad de los sistemas Brezantius y Feiror, ya que sus capitanes deseaban advertir del peligro al sistema Metalica. Gracias al Emperador, el Indomable y el Lady Grezenta lo consiguieron zambulléndose en la rabiosa Disformidad.

En la Sombra[]

La invasión de Typhus se centró en Metalica. Si podían infectarlo, se atrofiaría no solo el sector Charadon sino muchos otros fuertes imperiales. Pero El Viajero sabía que el subsector Lirac era peligroso: si la Casa Raven acudía en ayuda de Metalica, se produciría una rápida escalada de la violencia. Por eso envió a Tsorr'Kanath de los Portadores de la Palabra y a Yarron Thayl de la Legión Alfa al subsector Lirac junto con sus bandas. Su misión era efectuar ataques relámpago contra objetivos imperiales en los sistemas Eladagh, Cyclos y M'bor, para convencer a los líderes de la Casa Raven de que su propio sistema corría peligro. Typhus esperaba que los Caballeros se distrajesen y que por lo tanto fuera menos probable que enviaran ayuda a sus aliados. Pero aunque sus aliados traidores viajaron al subsector Lirac, lo hicieron por sus propias razones. Una vez llegaron, se ocultaron en el vacío profundo y esperaron a que sus planes se hicieran realidad.

Relato[]

Alexistor era un cuerpo moribundo cuyo corazón estaba siendo devorado por el gusano de Typhus. El mero pensamiento lo alegraba, tanto como ver las nubes de moscas de la plaga que flotaban en el aire atiborrado de contaminación y el aullido de las innumerables almas sumidas en el Arrasamentes.

Los clérigos de Alexistor lo llamaban locura bruja, un término poco elegante para una enfermedad tan sublime. La mayoría de ellos ya estaban muertos, o en la calle, así que ¿Qué más daba? La protección prestada por el patético santo de Alexistor había desaparecido y, con ella, cayeron estatuas, se derrumbaron cúpulas, ardieron altares y los nobilísimos defensores murieron uno a uno, enterrados bajo las almas que habían intentado salvar. La desesperación era una nube negra que oscurecía cada rincón; Typhus saboreó su aroma acre, y rezó porque llegara hasta Nurgle.

Sin embargo, el trabajo aún no había terminado. El trabajo que le había traído a la plaza que presidía la antigua Cathedrum Sanctus Absolis en Ciudad del Peticionario. El trabajo por el que Typhus y su escuadrón seguían avanzando a través de moscas y habían destrozado lo poco que quedaba en pie de los exuberantes jardines.

Desde allí se podían oír los gritos, aullidos y súplicas de las masas que abarrotaban las calles. Enterrados bajo ellas yacían los transportes de extracción de las Hermanas de Batalla.

"Esta vez no escaparás, Canonesa Joguilde", murmuró Typhus. Sus palabras vibraron con el zumbido de su enjambre destructor.

A su derecha, los Dominaplagas de los Almapodrida de Ghorloch avanzaban sin tregua. Los mosaicos de la plaza se agrietaban bajo el peso de sus zancadas; sus armaduras, henchidas por la plaga, repelína casquillos de bólter. Chorros de fluidos corrosivos y torbellinos de proyectiles salían de sus armas.

A la izquierda de Typus, los Marines de Plaga de los escuadrones Sholg y Myukus marchaban hacia delante, compitiendo para ignorar los ataques de sus oponentes y demostrar quiénes eran los mejores. Intercambiaron disparos con las Hermanas de Batalla, reventando estatuas y altares ornamentales en estallidos marmóreos cada vez que los alcanzaba una bala perdida.

Typhus ignoraba la batalla, ya había vivido muchas, y viviría muchas más. Sólo tenía ojos para la figura que comandaba la lucha, que blandía una espada blanca como la nieve, cuyos ojos brillaban con celo y cuya voz se oía entonando un himno desafiante. Debía aprender que estaba atrapada, que se acercaba su final como figura de inspiración y desafío. Joghilde nunca saldría viva de aquel tejado. Y aun así, no se dejaba a la desesperanza. Y eso irritaba a Typhus en sobremanera.

Él le pondría fin.

El Viajero aulló y se sumió en el fragor de la batalla. Alzó su sacatripas al encuentro de Joghilde, que lo aguardaba en el centro de la lucha. Typhus blandió su guadaña con un movimiento seco y estruendoso para partir a la Canonesa en dos. Pero no funcionó. La Canonesa se echó atrás, increíblemente rápida, y le dedicó una oleada de disparos bólter. Ignoró el ataque y se lanzó a por su presa, blandiendo su sacatripas una y otra vez. La hoja diseccionó a una desafortunada Hermana Celeste y decapitó una estatua de marmol, pero no consiguió tocar el cuello de Joghilde.

El aullido de frustración de Typhus se convirtió en una carcajada gutural cuando la Canonesa escapó del techo para refugiarse. Dio un nuevo estoque, tan fuerte que podría atravesar la rodilla acorazada de un caballero. Pero ella se revolvió, con su espada de blanco cegador en la mano y los talones casi fuera de la repisa. Los aullidos y los gritos de los infectados sonaban en sinergia, las voces invitaban a la Canonesa a precipitarse al vacío. pero en vez de ello, gritó al cielo.

"¡Emperador, dame fuerza para hacer tu voluntad!"

La Canonesa se lanzó, envuelta en un fuego blanco, y Typhus resopló cuando el espadón de la guerrera se hundió en su pecho. El dolor no era más que un recuerdo distante desde que habitaba su forma infectada, pero la sensación penetrante que sentía era lo más cercano a él que había sentido en siglos. La carne putrefacta ennegreció. La armadura infectada se derritió como si fuera cera caliente.

"¡Basta!", bramó Typhus, reuniendo todas sus fuerzas psíquicas y desatándolas sobre la Canonesa como un maremoto. Pero incluso cuando su halo ardiente se extinguió para la eternidad, incluso cuando su carne se pudrió y su armadura se tornó en óxido, su mirada desafiante le quemaba con la misma intensidad que su mandoble.

Las Puertas Asediadas[]

Skitarii de vanguardia

La invasión del Subsector Obolis por Typhus había sido rápida y devastadora. Los sistemas Alumax y Duralim fueron invadidos y el Sistema Chromyd se vio envuelto en una agotadora guerra de desgaste. Ahora, los defensores imperiales flaqueaban y las Puertas de Metálica estaban amenazadas. Sabiendo que Metálica pronto estaría en peligro, Khleng tomó medidas drásticas.

Triaje[]

Muchos ciclos tardó el Fabricador General Kleng en conciliar la realidad de la invasión con la infopureza de sus datos y modelos cognitivos. Durante estas semanas cruciales, los comandantes imperiales en tierra y en el vacío estaban librando la guerra por iniciativa propia. Entonces, Khleng emitió un edicto estratégico que sus soldados obedecieron como si hubiera sido escrito por el propio Omnissiah. Metalica no sería arriesgada. A tal fin, la seguridad de los sistemas Rhodior, Brezantius y Feiror se volvió primordial. El enemigo ya había demostrado su capacidad de evitar las rutas convencionales por la Disformidad y, por ello, Khleng ordenó que toda fuerza militar se concentrara en Metálica y sus sistemas vecinos. Solo de esta manera se podía asegurar la santidad del mundo forja.

El edicto de Khleng fue emitido por misiva astropática y vocoemisores, y los Skitarii de Metálica, Servidores, ingenios de guerra e incluso los titanes obedecieron sin dudarlo. Las fuerzas imperiales junto a las que habían luchado durante ciclos vieron a sus aliados abandonarlos de repente. Quienes pidieron aclaración solo recibieron la transmisión de Khleng una y otra vez. Algunos regimientos de Astra Militarum se retiraron junto con los de Metálica, sin saber qué más hacer. En otros lugares, donde la retirada era imposible o la fe y la convicción los animaban, la Guardia Imperial, las Hermanas de Batalla y los Marines Espaciales lucharon en defensa de los mundos que los metalicanos abandonaron.

En el sistema Chromyd, este momento se conocería para siempre como la "Traición de Khleng". Después de que el Mariscal Terciano y su élite Skitarii se retiraran del frente de Torthusan, se extinguió todo rastro de esperanza de detener el inexorable avance de la Guardia de la Muerte. Una furiosa marea de plagas arrasó las agrocuevas del planeta. Los regimientos defensores de Torthusa fueron atrapados y masacrados, o acribillados por enfermedades metafísicas y forzados a jurarse a Nurgle o morir la más horrible de las muertes.

Torthusa no pereció sola. Mientras Lord Thraxoplasmox machacaba sus defensas, el mundo agrícola despachó varios envíos de alimentos de emergencia. Valientes capitanes del vacío se lanzaron contra el bloqueo de la Guardia de la Muerte para proveer Reposo del Mártir y Cuenca de Dyroch. Pero sin esos suministros tan necesarios, y sin sus aliados de Metalica, sus destrozados defensores sucumbieron al hambre y la desesperación. Reposo del Mártir, otrora lugar sagrado de eterno descanso, se vio plagado de excavaciones macabras mientras su macromausoleo era vaciado de huesos por hechiceros herejes y cazadores de tesoros. Cuenca de Dyroch, mientras tanto, sufrió una matanza desoladora cuando una guarnición tras otra trató de rendirse. Los Caballeros renegados de la Compañía Malévola no mostraron piedad, y los llevaron a los desiertos en manadas para cazarlos por deporte.

Lo que la resistencia imperial soportó en el Sistema Cromyd también lo vivió en el mundo letal de Sabhira. Pleno de afiladas cordilleras de cuarcita y bosques carnívoros, Sabhira solo había sido colonizado por los más duros clanes de exploradores. Sabían cómo sobrevivir a sus peligrosas nieblas, que podían pasar de un estado de espeso gas verde a sólido aplastante sin previo aviso. Tenían experiencia en evadir sus espectrales depredadores alfa, los cacoespectros. Gracias a esta experiencia fueron capaces de ayudar a las fuerzas imperiales que se retiraron al dudoso santuario de Sabhira. Pronto, liderados por una mezcla de oficiales imperiales y jefes de clanes locales conocidos como Espadas de Sabhira, estos harapientos supervivientes se convirtieron en un efectivo ejército guerrillero que expulsó o masacró una banda hereje tras otra. Los defensores incluso establecieron bases aéreas ocultas en medio de las selvas de Sabhira, acosando sus cazas transatmosféricos y bombarderos a toda nave hereje que se acercara demasiado. Irritado por la impertinencia de estas acciones y por su compulsión de aplastar metódicamente toda resistencia, Lord Thraxoplasmox detuvo su propio avance. Ciclo a ciclo, vertió una cantidad desmesurada de sus fuerzas en el creciente frente de Sabhiran.

Desesperación Total[]

Los defensores imperiales del Sistema Duralim estaban en graves apuros ya antes de descubrir que los refuerzos de Metálica no llegarían. Con sus esfuerzos combinados, Typhus y Lord Zeid habían invadido múltiples mundos. En el vacío, naves de guerra herejes merodeaban cual jaurías, acabando con los últimos activos navales imperiales dispersos uno a uno.

Pero el Imperio no habia abandonado del todo a sus dispersos Guardias imperiales y Hermanas de Batalla que seguían luchando en el frente de Duralim. Habiendo asegurado y purificado el comunicador astropático de Kobolt, los Atormentadores lo usaron para coordinarse con otras fuerzas dispersas de Marines Espaciales y así responder a las llamadas de socorro de Obolis. Entonces atacaron en pequeñas pero poderosas flotas de combate desafiando la furiosa Disformidad para contrarrestar el ataque desde los sistemas Brezantius y Alumax. Los Atormentadores descargaron su ira sobre los invasores del mundo colmena Resplendis. Equipos de purga de Agresores y Iniciadores atacaron la artillería daemónica que machacaba la colmena Kenzelghar, silenciando las baterías y aliviando la presión sobre los defensores de la ciudad. Dhane Tanielu lideró su veterana 1ª Compañía, la infame Mafau'a, en un masivo desembarco contra la torre de la ciudad. Reforzaron así las 7ª, 18ª y 50ª de Vostroya, que estaban a punto de colapsar. Dejando a los agotados Vostroyanos y lo que quedaba de la milicia de la ciudad y de las fuerzas del orden para defender la torre, los Atormentadores se metieron en la colmena plagada de zombis, quemando y purgando a medida que avanzaban.

En el mundo agrícola de Sustace también se contraatacó. Una fuerza combinada de hermanos de batalla Ultramarines, Guardia del Cuervo y varios otros Capítulos cayó sobre las manadas de ingenios daemónicos que merodeaban por los campos. Las llanuras de cultivo ardieron desde el Valle de Threfian hasta las orillas del Ríosanto, al enfrentarse las cañoneras a los Dragones infernales sobre las hirvientes tierras pantanosas y las colinas llenas de fortalezas de Crakewold.

A pesar de estas muestras de desafio, el avance hereje continuó. Typhus seguía preocupado por la herida que le infligió la Canonesa Joghilde en Alexistor, que no curaba a pesar de todas sus profanas bendiciones. A pesar de ello, lideró el asalto final contra el Fuerte Consacris en Magnifiria. En una batalla que duró siete ciclos completos, acabó con la valiente defensa de las fuerzas de Metálica y Cadia presentes. Con los últimos bastiones de Magnifiria ardiendo, los agentes de Typhus en el planeta prisión de Oblekh provocaron levantamientos masivos. Viales de fagos parásitos convirtieron los acuíferos santificados del mundo en letales fuentes de contagio y los Malignificadores Miasmáticos proliferaron en su superficie a la vez que un salvaje conflicto interno barría la penitenciaría subterránea.

Peor era lo que esperaba a los defensores imperiales. Decidido a evitar que sus enemigos recuperaran el impulso. Lord Zeid dirigió su Legión Negra contra los Adeptus Astartes en Sustace. Desatando una bandada de Dragones infernales que oscurecía el cielo, Zeid barrió de enemigos los cielos sobre Crakewold y conquistó los bastiones de la región uno a uno. Con una base tan bien defendida desde la que operar, las bandas y manadas de ingenios daemon de Zeid lanzaron asalto tras asalto que se cobraron un alto precio en los defensores imperiales.

Con la mayor parte del sistema Duralim bajo su control, Typhus volvió sus ojos a las Puertas de Metálica. Durante muchos ciclos ya, el Viajero tenia entidades daemónicas y bandas de élite de Astartes herejes espiando la acumulación de fuerzas en estos sistemas. Al principio creyó que se avecinaban contraataques concertados, pero encontró muy divertido que sus enemigos habían optado por no purgar su invasión, sino simplemente aislar los sistemas infectados.

"Los adoradores del cadáver se esconden tras sus murallitas. Piensan que pueden esperarnos, como si las bendiciones de Nurgle fueran una pobre enfermedad carnal que hay que rechazar y negar. Subestiman la generosidad del abuelo..."

Nadie, excepto sus lugartenientes más cercanos, lo sabía, pero Typhus tenía otro aliado al que habia sacrificado los pueblos de siete mundos. Para las entidades empíreas las distancias del espacio real no significan nada. Asi que, cuando la llamada de Typhus resonó en la Disformidad, Rotigus "el Pluvioso" respondió lanzando una invasión daemónica en los sistemas Feiror y Brezantius.

Una ofensiva convencional se habría enfrentado a la fuerza de la flota combinada de las naves de Metálica y los buques de guerra de la Flota de Batalla de Charadon. En su lugar, los daemons irrumpieron por portales directamente en la batalla. Evitaron los imponentes bastiones y las mortales defensas de las vastas macroarmas de Metálica, surgiendo de entre las sombras, abriéndose camino a través de la carne de las mentes de los psíquicos y abriendo amplias fisuras en la realidad. En el mundo de Laboritum, los cielos se volvieron de color bronce y en ellos retumbó el estruendoso sonar de unos extraños cuernos de caza. Géiseres de sangre brotaron de los sumideros industriales del mundo, coagulándose y contorsionándose en portales de pesadilla de los cuales surgieron daemons de Khorne. En el mundo feudal de Felhelm, clandestinos cultos al placer se sacrificaron en un desenfreno orgiástico de autodestrucción. Los daemons de Slaanesh se alzaron de entre sus restos amontonados incluso antes de que el último cultista dejara de moverse. La luna prisión de Impíos se transformó a lo largo de nueve ciclos, sus ciudadelas de castigo similares a lápidas mutaron en laberintos de plata fluida a través de los cuales los daemons de Tzeentch acechaban a prisioneros y guardias por igual.

Fue en el mundo oceánico de Braza, en el Sistema Feiror, donde Rotigus llevó a sus propias y fecundas legiones a la guerra. Braza era un vasto planeta cubierto de polo a polo por profundos y turbulentos océanos. Era un mundo extraño. Ningún explorador había sido capaz de localizar el fondo del océano o incluso un núcleo sólido bajo las olas. Además, a pesar de los siglos de extracción a escala industrial por las plataformas de acuicultura de Metálica, los niveles de agua nunca parecían bajar. Las aguas de Braza aún rebosaban de vida marina bioluminiscente, a pesar de la contaminación desenfrenada y las hambrientas embestidas de las flotas de macrotrazadores. Braza había provisto a los mundos y sistemas a su alrededor con una generosidad aparentemente interminable, durante miles de años.

No es de extrañar, tal vez, que tal lugar atrajera el ojo reumático del Pluvioso. La invasión comenzó con tormentas sin precedentes de gotas aceitosas y apestosas sobre aparejos y barcos de arrastre. Ciclo tras ciclo las lluvias cayeron. Su toque corroía el metal, espesaba el agua de mar hasta convertirla en lodo coagulado por las algas, y sembraba una docena de cepas de enfermedades parasitarias, bacterianas y de rápida propagación entre la población. Sin enemigos con los que luchar, los regimientos aéreos Skitarii y Elysianos cayeron en una creciente desesperación por encontrar la fuente de la maldición que afectaba a Braza. Por fin, descubrieron una putrefacta masa supurante oculta en los océanos al norte de Braza. En su centro bostezaba una enorme boca que convulsionaba y vomitaba, y de la materia apestosa que expulsaba, emergían los siervos de Nurgle.

Para cuando se detectó el epicentro de la amenaza, ya era tarde. Amplias masas de grasa temblorosa y pústulas enfermas nacían de la masa mayor, llevando a falanges de daemons de plaga hacia el sur con una velocidad antinatural. Los escuadrones de Arqueópteros se adentraron en las interminables tormentas para bombardear estas grotescas islas, y lograron hundir varias, pero no pudieron detenerlas todas. Muy pronto, la Flota de Arrastre Khau-77-Vek se vio envuelta en una espantosa batalla por la supervivencia contra Rotigus y su guardia personal de Gran Inmundicia, mientras que las plataformas nueve, once y quince repelían repugnantes asaltos oceánicos.

Oleada tras oleada de atacantes cayó contra dos de las tres Puertas de Metalica. Gracias a que el avance de Lord Thraxoplasmox se vio estancado, Rhodior quedó casi intacto. En otros lugares los ataques tomaron la forma de cultos heréticos, bandas renegadas y fuerzas de asalto de la Guardia de la Muerte. Oghlosmus Bile dirigió varios escuadrones de naves de plaga escogidas por él mismo en el Sistema Feiror, en una campaña de terror en la que el mundo fortaleza de Forthras fue bombardeado desde su órbita y la estación de monitorización del vacío profundo del sistema resultó destruida durante la batalla del Estrecho de Felathia.

A pesar de esta presión constante, las masivas fuerzas de Metálica se mantuvieron fuertes. Sus redes de defensa consistían en más que simples fortificaciones estáticas. Dedicadas huestes de zelotes del Mechanicus se apresuraron a frenar cada ofensiva a bordo de la flota de transportes Skorpius. Sus contraataques utilizaron el fuego abrumador de las antiguas superarmas Ordinatus y, aunque las bajas imperiales fueron catastróficas y casi insostenibles, sus líneas de batalla sufrieron poco más que rupturas localizadas. Lo más cerca que estuvieron del desastre fue en Kapston, capital de Brescior, después de que un ataque blindado de vectoriums de la 2ª Compañía de Plaga destrozara las formaciones de Trepadunas Onagro que se les oponían y se adentraran 80 kilómetros en el territorio controlado por los metalicanos. Aquí demostró su valía la Legión de los Cráneos de Hierro, cuando el Princeps VanKassen orquestó una elegante serie de contraataques que echó a los herejes hasta sus zonas de aterrizaje.

Guerra en Remisión[]

Flota acorazado imperial y escoltas

La guerra en ambos frentes, el de Feiror y el de Brescia, pendía de un hilo. De hecho, para las fuerzas imperiales la campaña del Sistema Feiror se estaba volviendo desesperada. Sin embargo, si los comandantes imperiales hubieran tenido tiempo de reunir su inteligencia estratégica, habrían notado que, aunque el ataque hereje fue salvaje, no se había visto ninguna señal de Typhus o de Zeid. Ademas, muchos de los invasores eran o bien horrores malévolos para los que no se podía encontrar explicación, o bien renegados y cultistas. Sin embargo, antes de que tal información pudiera notarse, la situación estratégica cambió dramáticamente a favor de ios defensores imperiales.

En el Sistema Rhodior, el pánico asaltó los santuarios de mando imperiales cuando detectaron anomalías en el borde del sistema. Lo que surgió no fue un nuevo ataque hereje, sino una pequeña pero poderosa flota de naves de guerra de Deimos lideradas por la Criptoemisaria Presuntor Uchultor L'au, una Archimaga de Deimos cuyas fuerzas incluían macroclados Skitarii armados específicamente para eliminar daemons y un Crucero de Asalto de los Caballeros Grises. L'au intercambió un breve saludo con los metalicanos antes de lanzarse a la batalla en los sistemas Chromyd y Feiror. Los mundos acosados por la amenaza daemónica vieron desatarse allí la mayor furia, ya que abundaron los informes de que deimosianos y Caballeros Grises purgaron no solo a los engendros disformes, sino también a los que habían luchado contra estas criaturas empíreas.

Aprovechando la oportunidad que ofrecía el contraataque deimosiano, el Teniente Heraldus Sheradane lanzó su propia punta de lanza con todos los activos restantes de la Flota de Charadon. Después de una agotadora serie de ataques y retiradas sobre Forthras, Oghlosmus Bilge y su flota de la plaga tuvieron que retirarse. Su retirada se convirtió en una derrota desorganizada cuando, en medio del polvo brillante de la nebulosa Fhorvian, las naves de Bilge quedaron atrapadas entre la flotilla imperial que los perseguía y los restos de las naves de guerra del Kapitán Dregbad, en busca de venganza. Bilge fue asesinado, su buque insignia destrozado por las salvas a quemarropa de los Kruzeroz Matamuchoz, y algún resto de su antes tan peligrosa flota escaparon del sistema para huir a Alumax.

Aún así, en el Sistema Duralim cayó el golpe más contundente. Fue allí, con el poderío militar de los Caballeros de la Casa Raven surgiendo del Estrecho de Thorlaf, cuando Typhus descubrió que sus aliados de los Portadores de la Palabra y la Legión Alfa lo habían traicionado. Tanto él como Lord Zeid fueron sorprendidos a contrapié por el repentino ataque de los Caballeros, que acudían en respuesta a la llamada astropática de auxilio metalicana. Atascados en múltiples frentes, y con sus reservas ocupadas en viles rituales en las ruinas imperiales, las fuerzas herejes se vieron en peligro de ser superadas.

Typhus, que había estado dirigiendo ritos impíos en la humeante superficie de Magnifiria, escuchó con creciente furia los informes de ocultos mensajeros daemónicos. Alexistor había sido retomado en menos de diez ciclos por una abrumadora cantidad de ingenios de guerra. En Resplendis, el asedio a sus colmenas fue roto por una fuerza combinada de leales Marines Espaciales y Caballeros de la Casa Raven, y los herejes de los Quistes habían caído ante el Señor del Capitulo Tanielu y el Bibliotecario Jefe Ioanu durante la batalla por el Santuario de Santa Bardica. Además, el puerto espacial Griffonica y sus bastiones circundantes estaban ahora en manos imperiales, lo que significaba que los herejes que intentasen una contrainvasión en Resplendis se verían obstaculizados por las baterías orbitales desde la Colmena Saturnys hasta el Océano de Polorio. El mundo agrícola de Sustace, que unos días antes había estado casi en manos de la Legión Negra, habia sido atacado personalmente por el Princeps Grevan y los suyos, y se decía que unos tres ciclos antes las fortalezas de Crakewold habían sido destrozadas por gigantes caminantes y que Lord Zeid había desaparecido en medio del caos.

Typhus disponía de fuerzas prodigiosas y había dejado lo mejor para el final. En realidad, daba igual si el ataque daemónico cruzaba las puertas de Metálica, siempre que mantuviera al enemigo ocupado. Sin embargo, con la llegada de refuerzos enemigos y las noticias sobre la caída sus tenientes, tomó un curso de acción tan doloroso como la herida infligida por Joghilde. Typhus ordenó una retirada completa al sistema Alumax, abandonando a las legiones daemónicas, los cultistas del Caos y las dispersas bandas de renegados solos contra la ira de la venganza imperial.

Muerte en Dhaku[]

Puede que no siguieran las órdenes de Typhus en el subsector Lirac, pero las bandas de Tsorr’Kanath y Yarron Thayl no habían estado inactivas. Tras bautizarse como los Discípulos, habían seguido su propio plan. Los Discípulos, que operaban desde el vacío profundo, actuaban como malévolos fantasmas, derribando metódicamente infraestructuras de comunicación y cortando líneas de suministro en los sistemas Cydos y M'bor, esforzándose por evitar que su presencia llegara a oídos de la Casa Raven o de sus aliados, confiando que la invasión de Obolis por parte de Typhus atraería la atención de los Caballeros.

Transmitiendo sermones incendiarios envueltos en una encriptación oculta, Tsorr’Kanath despertó células de cultistas cuidadosamente sembradas en dos mundos del sistema Cydos y otros tres del sistema M'bor. Uno de estos cultos, los Hermanos Despertados, irrumpió en el principal templo fábrica del mundo industrial de Ghajas, detonando con éxito su núcleo e inmolando una extensión de unos 30 kilómetros de factorías. El culto de los Ojos de los Dioses lideró un levantamiento de psicomutantes que sumió las plataformas refinería de gas de Asmul en la anarquía. Un apocalíptico culto autodenominado Los Azotados asesinó al Gobernador Planetario de Amahaz e incluso consiguió desencadenar una incursión daemónica a pequeña escala. Décadas de cuidadosa preparación provocaron media docena de rápidas guerras puntuales que solo podían ser libradas por los defensores imperiales locales. La conquista no era la intención de los Discípulos, sino que solo deseaban mantener los ojos imperiales alejados del mundo minero de Dhaku el tiempo suficiente para lanzar su propia invasión sobre ese planeta olvidado.

Entonces descubrieron que su culto durmiente en Dhaku, llamado Los Susurrados, había sido exterminado. Una presencia diferente pero igual de insidiosa había reclamado el planeta y evitado que la noticia de la desaparición del culto llegara a la Legión Alfa. Así, cuando las fuerzas del caos desembarcaron en las altas cuencas y centros de tránsito de Dhaku-Amkha y Dhaku-Thusk no se encontraron con suplicantes adoradores, sino con disparos y ráfagas de láser minero. El Culto Genestealer de la Sierpe Interior había reclamado los túneles y macrocuevas de las minas que servían como almacén frigorífico de carne para el sistema M'bor. Estaban decididos a luchar contra los Discípulos por su mundo, y negarles lo que los Astartes herejes habían venido a conseguir.

Relato sin Título[]

El Princeps Grevan. alto gobernante de la Casa Raven. frunció el ceño frente a la escarpada colina. Sentado en el trono de la cabina de su Caballero Guardian, Ferrous Maximus, absorbía la avalancha de datos estratégicos recogidos por sus sensores externos. La información y autointuiciones surgieron a través de la red de cables que unía el cibercuerpo de Grevan con su trono Mechanicum. La naturaleza sagrada de su iluminación le llenó de éxtasis: era uno con la poderosa máquina de guerra que le llevaba a la batalla, uno con los archivados electroespectros de sus antepasados. Sentía el frío del agua del pantano derramarse alrededor de las espinillas acorazadas de su Caballero mientras veía las capa de espectrodatos, y sintió el arder del generador que hacía de corazón latiendo en su pecho.

Sí, Grevan glorificó su unidad con la máquina sagrada. Sin embargo, la información que la unidad enviaba quemando a través de sus sinapsis de sílice era menos bienvenida. Adelante, la más grande de las rocosas colinas de Crakewold se elevaba orgullosa sobre los pantanos La fortaleza en lo alto, antes un bastión imperial, ahora era la guarida de Akhorath Zeid, y jsus almenas una pesadilla de iconos embadurnados en sangre con signos de la Legión Negra.

Las armas brillaban sobre los muras deja fortaleza, lanzando furia sobre los crepitantes escudos de iones de los Caballeros de Grevan dispuestos en patrón de asedio. El Princeps no había estado t mucho tiempo sobre Sustace, solo un puñado de ciclos, pero ya había visto suficientes atrocidades cometidas por Akhorath Zeid como para una vida. Fue en esta fortaleza desde donde Zeid coordinó su brutal campaña de conquista. Grevan pretendía enterrar al emisario de Abaddon bajo las piedras malditas del lugar, o arrastrar al degenerado a la luz del Omnisiah para que se enfrentara a su castigo.

Grevan movió sus dedos a través de los controles noosféricos. Las órdenes se transmitieron a sus guerreros elegidos, los Compañeros.

» Formen una línea de batalla.

» Ajusten su avance a mi velocidad.

» Eliminen toda tecnoabominación que aparezca, pero Zeid es mío, se lo ofreceré al Omnissiah.

Las runas de confirmación destellearon en su visión periférica. Pero antes de espoleara su corcel, unos cuernos discordantes sonaron desde lo alto de la fortaleza. Su estruendo era un grito daemon, una cacofonía enlazada con código de desecho que hizo rechinar los dientes de Grevan. La colina se estremeció, un estruendo tectónico rodó por sus rocas e hizo saltar las aguas del pantano. Ferrous Maximus gruñó con aprobación cuando las enormes puertas de la fortaleza se deslizaron y una anárquica estampida de bestias de piel metálica irrumpió desde el interior.

» Zeid y sus porquerías buscan romper nuestra soga.

El mensaje era de Lady Aleka, piloto de Trueno Ferroso. Una delgada sonrisa se dibujó en los labios de Grevan.

» Fallarán.

Así, Grevan envió un impulso y ordenó avanzar a sus guerreros Ingenios daemon de todo tipo tronaron por la ladera para encontrarse con ellos. Impías garras de metal desgarraron el suelo, impulsando a las abominaciones. Y allí en medio, a horcajadas sobre su repugnante Acechante infernal, iba Akhorath Zeid Sobresalía en medio de la marea de horrores desenfrenados, cabalgando directo a las líneas de los Caballeros.

Mientras ambos ejércitos cerraban el uno contra el otro, entre ellos volaban tremendas salvas de proyectiles de artillería y rayos de energía Los escudos de iones de los Caballeros parpadeaban en azul eléctrico cuando las bendiciones del Omnissiah interceptaban los proyectiles Impíos relámpagos negros saltaban salvajemente alrededor de los ingenios daemon de Zeid. detonando los proyectiles y deshaciendo los rayos antes de que pudieran impactar. A pesar de ello, muchos disparos consiguieron derrumbar varios Caballeros entre llamas y convertir algunas máquinas daemónicas en lluvias de restos humeantes.

Grevan mantuvo su avance, desdeñando la bestial carga enemiga. ¿Qué disciplina había en una estampida tan anárquica? ¿Qué orden? El enemigo ni siquiera parecía tener un plan más allá de lanzarsecentra las armas de sus soldados. Mientras lanzaba el fuego aullante de su cañón vengador por las líneas enemigas, Grevan reflexionaba furiosamente. Un ataque tan enloquecido no encajaba con la astucia estratégica que había sido advertido debía esperar de Zeid. A menos que...

Las alarmas del auspex aullaron sus advertencias dentro de la cabina de Grevan Frenando el paso de su Caballero, clavó sus mecadendritas en unos puertos de enlace dirigiendo los sensores de imagen secundarios hacia el cielo Allí, cayendo entre las nubes, vio un leviatán que se acercaba. La nave era enorme, más grande que el propio bastión Su casco estaba lleno de púas de hueso y gárgolas de latón que vomitaban rastros de llamas y humo.

Grevan se estremeció de horror al darse cuenta de que estaba cayendo directamente sobre la batalla.

Es una locura, susurraron los espíritus de sus antepasados. Ni siquiera los sirvientes de las Dioses Oscuros serían tan imprudentes. Aplastarán a sus propios guerreros. El módulo de aterrizaje se hundirá en la ladera de la colina como un barco que encalla contra las rocas en una tormenta.

Sin embargo, ¿era una locura o una audacia? se preguntaba Crevan. Lo único que las separaba era el fracaso o el éxito. No tenía intención de darle tiempo a su enemigo para descubrirlo.

» Compañeros, protocolo de fuego Omnis- Annihalor. Despejadme el camino.

A la derecha de Grevan, un par de Diablos Despedazadores se lanzaron sobre el Caballero Andante de Sir Ikoras y lo derribaron. Detrás de él. una lluvia de cohetes y proyectiles explosivos hizo saltar por los aires un Profanador y redujo un trío de Cianurántulas a restos chispeantes. Grevan empujó a su corcel con fuerza, silenciando las advertencias de derribo y termorriesgos que gemían por toda la cabina Con un pensamiento disparó su cañón gatling y su granizada de proyectiles lanzó un monstruo de carne y metal tambaleándose en llamas. Con otro, inclinó su escudo de iones a tiempo para rechazar un proyectil explosivo. Ferrous Máximos cruzó la nube de llamas de azufre mientras el proyectil detonaba.

De repente. Zeid apareció, a apenas diez zancadas de Caballero. Mientras Grevañ pedía a los autoapuntadores que fijaran al Señor de la Discordia, el corcel de Zeid dio un ágils saltó que golpeó primero con sus garras al Caballero Paladín de Lady Ruxena. aferrándose a su torso como un parásito repugnante. Luego clavó una probóscide de púas de datos a través de su yelmo. El Señor Zeid se levantó en su silla y lo apuñaló con su archasierra, clavándola en la carne de su presa. El Caballero de Ruxena se tambaleó, luchando por mantenerse en equilibrio con el peso extra del ingenio daemon que se aferraba a ella. Grevan buscaba, pero enemigo y aliado estaban demasiado unidos. Sintió una terrible sensación de drenaje desde el frente, sintió como si la Fuerza Motriz fuera extraída de sus venas como limaduras de hierro hacia un imán. Entonces un relámpago negro estalló, saliendo del archasierra de Zeid y bailando a través del Caballero de Ruxena.

Un grito terrible irrumpió el poco usado vox de Grevan: era la voz de Lady Ruxena, desconocida a su oído. Su agonía fue fácil de discernir en medio de una ráfaga de estática de código despreciable. Su Caballero se estremeció y quedó inmóvil, muerto de pie por sus rodillas bloqueadas.

El Princeps Grevan escupió un juramento en binario y lanzó una salva de cohetes al Señor Zeid. Sin embargo, el Señor de la Discordia blandió su arma, abriendo el rayo negro como una telaraña desde su víctima y lanzándolo por el aire para detonar las municiones de Grevan. El Princeps instó a su corcel a avanzar, pero en ese momento una oscura sombra cayó sobre Ferrous Maximus. El módulo de aterrizaje estaba ahora peligrosamente cerca. Las alarmas de proximidad aullaron. ¡La maldita cosa estaba cayendo encima de ellos!

» ¡Atrás, retirada completa, extracción para la retirada segura!

A la vez que gritaba la orden giraba su propio corcel, instando a Ferrous Maximus a una rápida carrera por la ladera rocosa Se maldijo a sí mismo a medida que avanzaba, sintiendo que su oportunidad de venganza se le escapaba. Le enfermaba dejar vivo a Akhorath Zeid. pero Grevan servía al Dios Máquina y por lo tanto el protocolo y la lógica eran lo más importante en todas las cosas. No se arriesgaría a sí mismo o a los Compañeros solo por ver muerto al Señor de la Discordia.

Grevan siguió moviéndose. Se sintió aliviado al ver que sus nobles habían reaccionado con una habilidad y velocidad adecuadas a sus órdenes. Aún así, no todos ellos fueron capaces de escapar. El castigo de la fuerza de los propulsores del transporte casi puso de rodillas a Ferrous Maximus. Seguramente estaban a punto de ser aniquilados cuando la nave explotase en su aterrizaje forzoso. Sin embargo, en el último momento el casco del módulo de aterrizaje se onduló obscenamente. Masas retorcidas de zarcillos metálicos se deslizaron de innumerables grietas desde la parte inferior de la nave. La mayoría se enrollaron hacia abajo, golpeando la ladera, amortiguando su descenso final y manteniéndolo nivelado. Uno pocos golpearon con malicia, dando vueltas alrededor de los Caballeros de la Casa Raven para aplastarlos y estrangularlos.

Los ancestros de Grevan le aullaron para que se girara y se enfreptase. para que sus Caballeros lanzasen todo loque tenían contra la embarcación hereje. El Princeps sabía que que aquellos fuera del alcance de la muerte buscaban su vanagloria. En el mejor caso, podrían destrozar la nave herética y ser consumidos en su agonía, y en el peor, gastarían su furia por nada, siendo destrozados por sus monstruosos zarcillos y las ráfagas de fuego que saltaban de sus fauces de gárgola.

En cambio. El Princeps guió a sus guerreros en una disciplinada retirada. Sus escudos de iones aguantaron la mayor parte de las llamas mientras la herejía volante disparaba sus propulsores y se elevaba, majestuosa y monstruosa, de vuelta a los cielos. Así ganaron el sitio, seguros de saber que habían roto el último bastión de la resistencia de la Legión Negra en Sustace.

Sin embargo. Akhorath Zeid había escapado, y Grevan juró en ese momento que el Señor de la Discordia no volvería a hacerlo.

Remisión y Resurgimiento[]

Titanes legio Astorum batalla beta garmon

El Subsector Obolis había sido arrasado por una guerra que había consumido incontables vidas. Mundos enteros habían que dado mancillados más allá de toda redención, o se habían visto reducidos a páramos irradiados. No obstante, los defensores estaban convencidos de que lo peor ya había pasado. Con las fuerzas herejes confinadas en los sistemas Alumax y Chromyd, sin duda no tardarían en llevar a cabo un contraataque.

Durante al menos un centenar de ciclos metalicanos, los defensores del subsector Obolis habían conocido el sacrificio. Su pericia marcial y su fe habían sido puestas a prueba hasta el extremo, al verse obligados a combatir contra abominaciones antinaturales en campos de batalla llenos de radiación o enfermedades. Regimientos enteros del Astra Militarum y macroclados de ciborgs metalicanos habían sido exterminados, sus estandartes perdidos bajo montañas de cadáveres en descomposición, sus hazañas heroicas o aterradoras completamente olvidadas. Destrozados titanes de los Cráneos de Hierro estaban esparcidos por doquier, rodeados de las ruinas de edificios y de los restos de máquinas de guerra enemigas que habían aplastado al caer. También yacían guerreros de más de una docena de Capítulos del Adeptus Astartes, su carne tan infestada de malignidades que su preciosa semilla genética nunca podría recuperarse. Hermanas de Batalla habían sido martirizadas de modos que llenarían las plegarias de sus camaradas supervivientes durante los siglos venideros. Astronaves imperiales flotaban a la deriva en el vacío, los últimos incendios de su destrucción aún destellando como brasas en la oscuridad.

Sí, los defensores habían pagado un alto precio por su victoria, pero victoria era al fin y al cabo. Desde los frentes de batalla de los templos factoría fortificados de Laboritum hasta las islas de junglas, pasando por los ennegrecidos macrocampos de Sustace, los estandartes del Imperio se alzaban orgullosos entre vítores. Muchos conflictos locales seguían rugiendo por todo el subsector, por supuesto, pues los Cultistas del Caos no habían dejado de librar su guerra de guerrillas pese a ser abandonados por sus amos; bandas de renegados seguían lanzando incursiones sin preocuparse por lo que veían como la cobarde retirada de Typhus; plagas metafísicas seguían expandiéndose en los planetas más castigados por la batalla, causando estallidos de violencia, mutación y muerte. Muchos comandantes imperiales creían que justo aquel era el momento adecuado para aprovechar la ventaja y perseguir a las fuerzas invasores hasta destruirlas, pero las cosas no eran tan sencillas, pues el daño catastrófico causado a las infraestructuras de la región había borrado del mapa muchos centros logísticos y de comunicaciones, de modo que coordinar cualquier tipo de estrategia centralizada ere virtualmente imposible. Asi pues, cuando deberían haber asestado su golpe definitivo, los defensores imperiales titubearon, y en lugar de eso los comandantes de cada sistema y cada mundo se dedicaron a perseguir sus propios objetivos, de manera peligrosamente fragmentada.

Acción descentralizada.[]

Gracias a los heroicos esfuerzos de las Espadas de Sabhira, todo el frente de Chromyd se había mantenido estancado durante casi treinta ciclos. Lord Thraxoplasmox, incapaz de erradicar por completo a sus presas y negándose obesivamente a simplemente superar sus posiciones y seguir avanzado, había empeñado un número desproporcionado de tropas en el conflicto. Las junglas de ese mundo letal habían cedido a la plaga hasta pudrirse por completo y sus últimos y desesperados defensores se veían obligados a luchar a la vez contra la pandemia y la insalvable superioridad numérica del enemigo. Sin embargo, su sacrificio serviría para asegurar que el Sistema Rhodior no fuese mancillado por herejes. Una poderosa ofensiva, al mando de la Cryptoemissarius L'au del mundo forja Deimos, se estaba organizando. La traición de Khleng seguía presente en las mentes de los oficiales del Astra Militarum y el Navis Imperialis, por lo que los macroclados metalicanos quedaron excluidos de la planificación de dicho contraataque.

Los maltrechos defensores de los sistemas Brezantius y Sistema Feiror, dos portales metalicanos brutalmente asaltados por las hordas daemónicas, centraron sus esfuerzos en consolidar posiciones. Brezantius seguia siendo acosado por herejes. Una irregular coalición de Astartes Herejes bajo el mando de Gharax el Rompedor habia establecido una posición en el sistema de trincheras amaloriano, cerca del ecuador de Kapston, el cinturón donde se desarrollaba el asedio; más y más vidas se perdían durante cada ciclo, a medida que elementos de los regimientos acorazados 88 de Catskoria, 13 de Orvari y 110 de Peloria trataban de hacer salir al enemigo de allí. De hecho, la Legión de los Cráneos de Hierro, a punto de embarcarse hacia el sistema Duralim, se vio obligada a cambiar de planes para ayudar en la contienda con su colosal potencia de fuego.

El sistema Feiror era el que había recibido los golpes más duros. La respuesta de sus gobernantes y defensores se veía menguada no solo por las bajas sufridas, sino también por las cada vez más comunes purgas de los agentes de la Inquisición, que se movían de una zona de guerra a otra con Vástagos Tempestus de negras armaduras, denunciando contactos maléficos y contagios espirituales y dejando a su paso grandes piras en las que hacían arder a quienes consideraban traidores.

Pese a esto, los defensores de ambos sistemas informaron del descubrimiento de repugnantes estructuras de la Guardia de la Muerte proliferando como hongos en cada fétida colmena y cada páramo atestado de muertos. Lograron destruir algunos de estos Malignificadores Miasmáticos y, si sus sistemas de comunicaciones hubiesen estado más centralizados, podría haberse orquestado una campaña mayor; sin embargo, tal como fueron las cosas muchas de esos grotescas infecciones fueron simplemente sometidas a cuarentena en favor de ocuparse de asuntos más prioritarios.

El sistema Duralim era el mejor preparado para lanzarse en persecución de las fuerzas herejes, pues allí estaban el Princeps Grevan y sus Caballeros de la Casa Raven. Junto con los líderes de los contingentes supervivientes del Adeptus Astartes, las heroínas de la Orden de Nuestra Señora Mártir y un puñado de oficiales del Astra Militarum, Grevan había forjado la Corte de defensa de Duralim. Este cuerpo había coordinado acciones de purga ciclo a ciclo, para estabilizar los sistemas mientras reunía una fuerza de invasión lo bastante formidable como para lanzarse sobre el Sistema Alumax. Obedeciendo sus jura mentos y protocolos, el Princeps Grevan esperó a recibir la orden del Fabricador General Khleng para proceder. Pero los ciclos transcurrían, y la orden no llegaba.

El Óxido Se Asienta[]

Ningún invasor había cruzado las Puerta de Metálica. La pureza lógica de la fortaleza de Khleng seguía siendo absoluta. No obstante, las cosas no eran como deberían ser en el sistema metalicano. Los datos sagrados fluían a través de su multicerebro aumentado desde cada rincón de su dominio. Había rumores de una plaga andante en Ferrovigilum, expandida por aquellos que trabajaban en la transcripción de la visión de un Astrópata. Había informes de alzamientos de esclavos y electrocorrupción de servidores en el mundo cantera Plenitas. Manípulo tras manípulo de Skitarii había sido enviado a sofocar los mayores de tales alzamientos, y la pérdida de unidades orgánicas de grado terciario y superior (por no mencionar la interferencia con las sagradas cuotas del planeta) había alcanzado niveles inaceptables. Lo más inquietante de todo era el notable aumento de exorcismos de datos por todo el sistema. Khleng no era tan estúpido como para interrogar personalmente a ninguno de los espíritus máquina corrompidos, pues no quería que mancillaran su divina arquitectura cogitadora. Aún así, meditó durante largo tiempo sobre la naturaleza de aquellas intrusiones tecnoespirituales que no deberían haber sido posibles. Era consciente de la presencia del Mechanicum Oscuro, de la existencia de sus máquinas prohibidas y sus dataespectros infernales. Por otro lado, la creencia del Fabricador General en la pureza de la capacidad industrial de Metalica, su sagrada noósfera y sus máquinas autosantificadas, era absoluta. Todo aquello eran expresiones físicas de la divinidad del Omnissiah, y sugerir que cualquier forma de corrupción pudiese estar ganando peso era una herejía que Khleng no estaba dispuesto a alimentar. El Fabricator General meditaba en el corazón de su templo forja, atrapado en un bucle lógico de su propia creación, mientras volvía a intentar racionalizar variables que veía como imposibilidades factuales. Obsesionado con los detalles, siguió restando prioridad a las misivas estratégicas que le llegaban desde todo el subsector; y así fueron transcurriendo los ciclos, y se fueron desvaneciendo las esperanzas imperiales de represalia.

Última Defensa en Alumax[]

Ultramarines Vs Guardia de la Muerte

Fue Dhane Tanielu, el Señor del Capítulo de los Atormentadores, quien perdió antes la paciencia. Aún sabiendo de que Grevan no le apoyaría, organizó a todos los Adeptus Astartes en el sistema Duralim. Designándolos como Fuerza de Choque Azote, comprendía elementos de Ultramarines, Hijos de Medusa, Caballeros de Hierro, Jaguares de Obsidiana y otros en el sistema Alumax. Los Marines Espaciales se vieron enfrentados a un sistema rebosante de corrupción. La fuerza de choque Azote lanzó ataques inmediatos contra el Trono de San Bartolph y Borthreas. Pese a haber eliminado a prominentes campeones del Caos y haber disrumpido el control de los herejes sobre ambos mundos, estaban en una inferioridad numérica insalvable. Forzado a librar una guerra de ataque y huída, Tanielu mandó al sistema Metálica rápidas fragatas con llamadas de advertencia; los adoradores del Caos se habían reorganizado rápidamente en el sistema Alumax, y desde luego no estaban derrotados.

Typhus no había estado ocioso. Desde sus conquistas al principio de la guerra, el Trono de San Bartolph albergó a un gran cónclave de hechiceros herejes. Habían trabajado día y noche en el interior de un templo de plaga montañoso construido a partir de las ruinas de las ciudades del planeta y los cadáveres enfermos de sus habitantes. Originalmente, Typhus había pretendido que su ritual de meses de duración fuera el golpe final para abrir las Puertas de Metálica, pero en lugar de eso dio a los invasores herejes una vía de entrada para volver a la contienda y tomar por sorpresa a sus enemigos.

Tras la retirada, mientras sus lugartenientes consolidaban posiciones en torno a los mundos del sistema Alumax, Typhus se había mantenido por tres veces siete días en comunión psíquica con los emisarios de Nurgle. Esa vigilia le había traído una revelación oscura. Sabía que Lord Zeid seguía vivo, si bien ignoraba dónde se encontraba el campeón de la Legión Negra o por qué no había vuelto a la lucha. Typhus descubrió la verdad de la traición de los Discípulos, y resolvió que, una vez que la guerra por Metálica fuese ganada, tendría su venganza. También recibió bendiciones de Nurgle, transmitidas como alteraciones a las fórmulas numerológicas de su gran ritual, una muestra de que el Dios de la Plaga seguía teniendo fe en el Viajero.

Typhus reunió una aplastante fuerza de Guardia de la Muerte. Los Exterminadores de élite de su 1ª Compañía de Plaga formaban el núcleo de dicha fuerza, reforzados por seis vectoriums especialmente elegidos. El resto de naves de la Flota de Plaga transportaban al triple de Ingenios Daemónicos y bandas de renegados. Su blanco era la estación de monitorización Meta-Obol Gamma 4, el último bastión de la resistencia Imperial que aguantaba en los arrecifes gravíticos de Skothia. A medida que la hueste de Typhus se acercaba a Meta-Obol Gamma 4, los repulsivos rituales del templo de plaga del Trono de San Bartolph aumentaban su fervor.

Advertido por las visiones del Bibliotecario Jefe Ioanu, el Señor del Capítulo Tanielu redobló el empeño de la Fuerza de Choque Azote, que buscaba atravesar las posiciones de las hordas de adoradores de Nurgle para llegar hasta el templo de plaga. Simultáneamente, dirigía a las fuerzas de Marines Espaciales cercanas para que reforzasen Meta-Obol Gamma 4; las intenciones de Typhus no estaban claras, pero una actividad tan súbita y decidida sin duda hacia presagiar algo terrible.

En el Trono de San Bartolph, docenas de heroicos Marines Espaciales se lanzaron contra las siete líneas defensivas en torno al templo de plaga. Sus cañoneras las arrasaron con cohetes y bombas mientras las tropas con retrorreactores caían directamente en la zona de combate, disparando hasta agotar la munición o ser abatidas en en el aire. Tanielu, Ioanu y sus veteranos Mafau'a avanzaban en transportes acorazados superando el Puente Ihremas y adentrándose en la sombra del templo de plaga. Allí, les esperaban Rotigus y una hueste de daemons ansiosos de venganza tras la derrota en Braza. La batalla aumentaba su rugido a medida que nuevos refuerzos llegaban por ambos bandos, y las escalinatas del templo no tardaron en quedar cubiertas de sangre y otros fluidos.

En los arrecifes gravíticos de Skothia, los primeros enfrentamientos fueron entre naves de vacio, la flotilla Imperial estaba en una inferioridad numérica casi ridicula, pero sus capitanes conocían todos los trucos para evadir a las fuerzas gravitacionales que rodeaban a la estación de monitorización. Asi fue como la Poxmulch fue engañada para entrar en una anomalía gravítica donde resultó aplastada. La fragata Imperial Divinitus Aeternum logró atraer a la Amenaza Descomunal y a la Repugantor a un canal de gravedad fluctuante que las partió a ambas lentamente por la mitad, aunque no antes de lograsen hacer estallar a la fragata a cañonazos. La capitana de la Justicia convirtió su maltrecha nave en un ariete y chocó contra la Derritealmas, empujándola hacia otro arrecife donde las dos naves fueron destruidas. Entonces llegó la Terminus Est. De poder incontestable, la Barcaza de Batalla barrió los últimos focos de resistencia imperial y desembarcó una vasta horda invasora en la estación. El Teniente Sarthio de la Guardia del Cuervo lideró una emboscada maestra contra las fuerzas de Typhus, pero apenas logró retrasarlas. Para cuando Typhus llegó hasta donde estaba el decapitado cadáver de Sarthio, ya no quedaban dudas: Meta-Obol Gamma 4 había caído.

A continuación Typhus supervisó la implantación de sus últimos Malignificadores: unidades inmensas e hinchadas que pulsaban con hechicería oscura. Tras arraigarse en el suelo, los monstruosos artilugios extendieron una red en forma de estrella cuyas enfermizas raíces se hundían en la Disformidad. Con un crescendo de gritos, los ocupantes del templo de plaga completaron su ritual mientras el sol se ponía con un color rojo sangre en el Trono de San Bartolph una última vez. Desde el templo estalló un horroroso huracán del que los Marines Espaciales supervivientes se vieron obligados a huir de vuelta a sus cañoneras. Muchos no lograron salir de allí con vida. Quienes sí lo hicieron contemplaron con horror desde sus naves cómo el planeta se colapsaba desde dentro, consumido por la magia pestilente. La muerte del Trono de San Bartolph fue apocalíptica, pero no era más que el principio; las verdaderas consecuencias del gran ritual de Typhus aún tenían que manifestarse.

Maldad Desatada[]

Caballeros grises Paladín

La gran conjura de Typhus tuvo dos efectos. En primer lugar llegó la oleada de energías impías que cruzó la mycelia empírica que conectaba los Malignificadores Miasmáticos, cuyos hornos rugían con un gran brillo. De sus chimeneas surgió humo y nubes de moscas, mientras virulentas bacterias daemónicas eran escupidas por sus válvulas y tuberías. Planetas de los sistemas Chromyd, Brezantius, Feiror y Rhodior experimentaron súbitas erupciones de las mayores plagas de Nurgle. En incontables campos de batalla, una luz verde venenosa empezó a destellar en las cuencas de los ojos de incontables muertos. Inmensas piras y macromausoleos se llenaron de gritos cuando todos esos cadáveres se alzaron a la vez lanzando un grito que resonó por todo el subsector Obolis. A las pocas horas de la victoria de Typhus en Meta-Obol Gamma 4, grandes zonas ocupadas por defensores Imperiales exhaustos, desmoralizados y peligrosamente superados en número resultaron asediadas por interminables enjambres de muertos vivientes que causaron un baño de sangre. Hospitales de campaña y búnkeres se vieron transformados en posiciones que había que mantener a la desesperada. El Caos se extendió rampante como plagas que asolaron tanto al Astra Militarum como a los Adeptus Astartes y a los Skitarii. Solo las Adepta Sororitas y los Caballeros Grises parecieron resistir el toque entrópico de Nurgle, y solo los supervivientes de la Fuerza de Choque Azote supieron de la segunda muestra de hechicería maligna liberada por Typhus.

La putrefacción que se extendía desde el Trono de San Bartolph había consumido el planeta entero y a todos los que quedaban en su superficie, pero no se había detenido ahí. Sus negros tentáculos se expandían por el espacio real. Como si fuera un gusano de tamaño descomunal abriéndose camino a dentelladas, el hechizo de Typhus creó un túnel temporal a través de la Disformidad. De no ser porque toda vocored imperial y canales astropáticos era presa del pánico y la desesperación, la súbita erupción de llamadas de socorro que surgieron del sistema Metálica hubieran dejado bien claro para todos cuál era el punto de salida del túnel.

Solo los defensores del sistema Rhodior fueron capaces de registrar los aullidos astropáticos. Sin embargo, la Criptoemisaria L'au había lanzado su contraataque al sistema Chroniyd solo tres ciclos antes. La gran mayoría de las fuerzas armadas de Rhodior estaba en esos momentos en tránsito por la Disformidad, sin posibilidad de recibir comunicaciones de ningún tipo. Había pocas posibilidades de saber cuándo llegarían a su destino, si es que lo hacían, y aún menos posibilidades de transmitirles la necesidad de ayudar en la defensa de Metálica.

La situación en la zona de guerra Charadon se había revertido con gran rapidez y sincronía. Solo unos ciclos antes las fuerzas imperiales tenían ventaja y la invasión hereje remitía, y ahora en cambio los defensores estaban al borde del desastre. En el sistema Alumax, la Flota de Plaga de Typhus se reunió con las inmensas naves de la Legio Morbus y huestes de otros herejes menores que habian acudido como moscas. Con la Terminus Est liderando la marcha, cruzaron la brecha en la realidad y cayeron directamente sobre el sistema Metálica. En el propio planeta Metálica, un millón de campanas y cuernos santificados sonaron llamando ominosamente a la guerra. El Fabricator General Khleng fue golpeado por un repunte calamitoso de datos augur y aullantes alarmas corales que eliminaron tres de sus matrices cogitacionales menores y a punto estuvieron de detener su corazón biológico. Saliendo de las profundidades de su sanctum, alertado por fin del peligro, el Fabricador General se puso a coordinar una respuesta. Sin embargo, la aparente imposibilidad de lo que estaba ocurriendo entorpecía sus procesos mentales, y a cada minuto que pasaba la situación se descontrolaba más y más.

>»ORDEN DE DIRECTIVA NOOSFÉRICA

>>>AUTORIZACIÓN: KHLENG, ALPHA-PRIME-ALPHA

>»PRIORIDAD: MÁXIMA PRIMARIA

IMPERATIVO: REUNIR EN EL SISTEMA METALICA TODOS LOS ACTIVOS MILITARES DISPONIBLES CON PRIORIDAD MÁXIMA PRIMARIA. DOCTRINA OPERACIONAL ESTÁNDAR SUSTITUIDA CON DIRECTIVA DE URGENCIA ALPHA-PRIME-ALPHA. NO DEBE PERMITIRSE A LAS FUERZAS HEREJES MANCILLAR LA AUTOPUREZA DEL SISTEMA [ESTÁTICA] MEDIANTE EL USO [ESTÁTICA] DE [ESTÁTICA]

***ALARUM PURITAS! ***CÓDIGO DE DESHECHO ¡DETECTADA• ***CORRUPCIÓN NOOSFÉRICA 7% ***C0RRUPCIÓN NOOSFÉRICA 14% ***C0RRUPCIÓN NOOSFÉRICA 21% ***

>>>INTENTANDO CORTAR ENLACE NODAL CORRUPTO...

>»INTEN7AN>0 CORZAR >NLA7E N7DA[ C0#>UPT7_.

>>>777 777 777 777 777 777 777

Final en Dhaku[]

En Dhaku, en el sistema M'bor, rugía una guerra subterránea. Tras la sorpresa inicial al haber sido emboscados en sus zonas de aterrizaje, los Discípulos se reorganizaron con furia y lograron rechazara los Cultos Genestealer en todos los frentes. Tsorr’Kanath y sus Portadores de la Palabra realizaron un ritual de invocación que atrapó a millares de cultistas en los silos vacíos del Consorcio Ukharu para que acabaran con ellos los demonios de Khorne. Yarron Thayl hizo que sus operativos más habilidosos se infiltrasen en la voco-red enemiga.

Si bien no podían interferir con sus comunicaciones telepáticas, su contraespionaje hizo que los miembros de la Legión Alfa pudieran maniobrar superando y finalmente destruyendo a los cultistas en los suburbios del Consorcio Rhassa. Cuando los Discípulos capturaron el complejo macro-generatorum Ceraphus cortaron el suministro de energía en varios miles de kilómetros de túneles y centros urbanos subterráneos. Incontables cultistas se asfixiaron o congelaron hasta morir en aquella súbita oscuridad. Aún así, el Culto de la Sierpe Interior luchó por cada corredor, caverna o asentamiento. Los vehículos de excavación abrían nuevos canales para atacar las posiciones enemigas desde lugares imprevistos. Los Genestealers se ocultaban entre los silos para atacar a cualquier Marine Espacial del Caos que se acercara, destripándolo y luego desapareciendo de nuevo en los conductos de ventilación. Grandes masas de milicia del culto aguantaban posiciones contra ataques muy superiores, hasta que el enemigo les arrollaba y entonces hacían derrumbar el techo de la caverna llevándose por delante a amigos y enemigos. Los Discípulos encontraban más resistencia a medida que descendían hasta los núcleos de Dhaku, los niveles excavados más recientemente, que habían alcanzado el estrato estructural del planeta. Allí se enfrentaban a las tropas de élite del culto, entre una amalgama de templos prehistóricos y túneles arqueotecnológicos, mezclados con brutales complejos de prospección imperial. La lucha sin cuartel de los cultistas indicaba a los Discípulos que debían estar cerca de la victoria, y que sus enemigos eran conscientes de ello.

Relato sin Título[]

La barcaza cañonera metalicana Proximedes-Ajax cruzó el vacío interplanetario. Era una nave pequeña, con poco más que un santuario de mando, sistemas de soporte vital, autocapillas y un enginarium que parecía un conjunto de coral mecánico extendiéndose por entre la enorme estructura de macro carroñadas galvánicas.

A bordo del sanctum de mando de la nave, el Vanguard Alfa Lhor-Vex-57 llevaba a cabo su interminable ruta de patrulla. Avanzaba a un ritmo tan constante como el de un metrónomo, sus pies de metal repiqueteando contra el suelo mientras rodeaba el pozo central de mando con sus bancos de cogitadores y sus tecnosacerdotes cuchicheantes. Directamente enfrente de él. al otro lado del pozo, podía ver a Rho-Theta-91 realizando su propia patrulla en sentido contrario a la suya. Cada dos minutos y dieciseis segundos se cruzaban, antes de completar una ronda. Así era su sagrada labor, una labor de la que Lhor-Vex-57 nunca se cansaba. Mantenía su carabina radium a lo largo de su pecho, lista para disparar, sin relajar jamás su postura ni sentir su peso. Lhor-Vex-57 era un sistema rotatorio más en la maquinaria bendita que era el puente de la nave. Cumplir con su deber le completaba, le hacía sentir parte útil de la obra del Omnissiah, le generaba una sensación de satisfacción absoluta.

> Nueve horas treinta y seis minutos y siete segundos para la convergencia con Munis Ferrum en órbita, le comunicó Rho-Theta-91 a través de la noosfera.

> Confirmar, replicó. ¿Importancia?

> Únicamente afirmación positiva, le contestó, llegando a transmitir en su tono cierta sorna por la redundancia de su propio mensaje. Pese a los esfuerzos de los herejes, el sistema Metálica sigue operando con la pureza bendita de la eficiencia total. El sistema Vassal informa de que las fuerzas enemigas se retiran definitivamente.

> Consideras la puntualidad de las patrullas de vacío de Proximedes-Ajax y Proximedes-Cerrus como una manifestación abstracta de su santidad, dijo Lhor-Vex-57. Aprobación de comprensión. Conceptualización concordante. Así vemos la voluntad del Omnissiah en todas las cosas.

La discusión se detuvo cuando una serie de alarmas binarias se dispararon por todo el puente, iluminándolo con luces de emergencia rojas. Puertos de datos secundarios descendieron desde el techo y se conectaron a los puertos espinales de los tecnosacerdotes que trabajaban con súbito fervor en sus cogitadores. dentro del pozo. Lhor-Vex-57 sintió cómo la noosfera pulsaba más intensamente. Para su sorpresa, también detectó rastros de estática y fragmentos de código sobrante, que eran purgados rápidamente pero aún así le resultaban lo batsante intrusivos como para inquietarle Abajo, en el pozo de mando, los cogitadores entrelazaban plegarias binarias al tiempo que los tecnosacerdotes intentaban descubrir qué estaba fallando.

Lhor-Vex-57 inició su propio análisis de potenciales amenazas. Barrió la noosfera intema y, al no encontrar nada fuera de lugar en la arquitectura física o dadaespectral de la nave, llevó a cabo otro barrido por el exterior. Su petición de conectarse con los sistemas de vídeo de Proximedes-Ajax fue aceptada. La visión de Lhor-Vex-57 se llenó con la inmensidad negra del vacío, los infinitos puntos de luz que representan las incontables estrellas. Una ráfaga de interferencias digitales censuró las imágenes de la Cicatrix Maledictum, y Lhor-Vex-57 dio las gracias por ello. Reorientando su perspectiva, localizó el distante brillo rojo de Muñís Ferrum a millas de distancia de la proa de su nave. También pudo discernirá la Proximedes-Cerrus, su barcaza cañonera hermana en esta patrulla, a solo cincuenta millas a popa.

Pero aún discernió algo más. algo que no computaba. Más allá de la Proximedes-Cerrus, un tracto de espacio parecía distorsionado, como si se lo mirase a través de una lente ojo de pez. Lhor-Vex-57 pidió que se aumentara la imagen y, para su sorpresa, la congregación de espíritus máquina del exterior solo pudo mostrarle una secuencia confusa de código sin ninguna coherencia.

Enseguida, Lhor-Vex-57 se dio cuenta de que la zona de espacio distorsionado se expandía rápidamente. Parecía una herida abriéndose en la piel del espado real, a través de la cual se colaba una luz amarilla de aspecto enfermizo. Los protocolos de reconocimiento enviaron alertas a través de la noosfera mientras el fenómeno seguía creciendo. Los paquetes de datos informaron a Lhor-Vex-57 de que el Magos-navilocus de su barcaza cañonera, que era lo más cerca que una nave de su tipo podía estar de tener un capitán convencional, había ordenado a la Proximedes-Ajax establecer protocolos de alerta de tercer grado. El aire ganó densidad cuando los sistemas de ventilación santificados empezaron a liberar un incienso que danzaba en el aire con brillantes motas electro-conductoras. Una tripulación biológica hubiera quedado aturdida por él. pero a los fieles del Dios Máquina les aceleraba su capacidad de transmisión de datos a través de la noosfera local, ai tiempo que les protegía contra el código de deshecho maléfico o los dataespectros.

Lhor-Vex-57 sintió cómo el puente vibraba bajo sus pies. Reconoció la tranquilizadora reverberación a medida que los espíritus máquina de las macro carroñadas galvánicas se despertaban. Ofreció una rápida plegaria binaria de agradecimiento al Omnissiah por la protección belicosa de esos espíritus. Un constante parloteo de información cruzaba arriba y abajo entre ambas barcazas cañoneras, en un intento de co-cogitar la naturaleza de la amenaza que se manifestaba Lhor-Vex-57 envió un imperativo al resto de Skitarii de la guarnición de su nave, enviando a la mitad de ellos a proteger el enginarium, y al resto al sanctum de mando. Incluso devolvió al servicio activo a varios que estaban en reposo en las alcobas de purificación de datos.

Un murmullo de alarma, que incluía la datavoz de Lhor-Vex-57. recorrió el puente. En las cámaras de vídeo, un tentáculo colosal de carne blanca estaba saliendo de la luz amarilla de la brecha. Lhor-Vex-57 intentó establecer el tamaño de aquella manifestación aberrante y falló, pues su escala y tangibilidad fluctuaban en un espectro imposible para su sensorium. Segundos más tarde, un violento haz de luz le alcanzó a través de los ventanales del sanctum de mando. La Proximedes-Cerrus había disparado sus carroñadas defensivamente y ahora el tentáculo se estaba desintegrando en una masa informe de materia que sus sensores no podían decidir si clasificar como orgánica, energética o simplemente anómala.

Lhor-Vex-57 se sorprendió al detectar que más tentáculos aparecían por la brecha y se cernían sobre la Proximedes-Cerrus. Su visión se cegó momentáneamente cuando una interferencia de datos cortó su acceso a la noosfera. Vio alertas de corrupción destelar en ios límites de su visión periférica y titubeó unos instantes, mientras se ajustaba al hecho de haber perdido tres cuartos de su matriz perceptiva externa.

> Interrogación: qué - empezó a decir Rho-Theta-91 a través de un tosco canal de datos, pero no llegó más allá. Mientras la puerta iris del sanctum de mando se abría para admitir a más Skitarii, la nave se estremeció con violencia. Una oleada de energía recorrió el puente, haciéndose visible a medida que atravesaba la nube de incienso electroconductor. Lhor-Vex-57 intentó analizar lo que estaba viendo: a su paso, la oleada dejaba los bancos cogitadores llenos de un extraño óxido negro, que hacía entrar en convulsiones a los Magi, servitors y Skitarii que entraban en contacto con él. haciendo que sus mejoras soltasen chispas y se llenasen de corrosión. A la vez. sus componentes de carne se pudrían rápidamente, llenándose de pústulas, bubos y lesiones. Lhor- Vex-57 notó que le costaba respirar, con sus pulmones encallándose como si llevasen un siglo sin mantenimiento. Sus juntas se estremecían y, como por simpatía con ellas, el generalmente reconfortante sonido de las armas de las barcazas cañoneras le parecía ahora una serie de quejidos arrítmicos.

Cuando los primeros daemons brotaron de las distendidas tripas de los servitors. Lhor-Vex-57 intentó abrir fuego contra ellos. Era un instinto, un protocolo tomando el control mientras su mente consciente se rebelaba ante la súbita y horrible ruina del sagrado mecanismo del que había formado parte durante tanto tiempo. El fiel espíritu maquina de su carabina se rebeló, lanzando un humo acre y una dosis tan potente de radiación incontrolada que incluso su carne se marchitaba al tocarla. El arma cayó de sus manos, llenándose completamente de óxido negro antes de tocar el suelo. Lhor-Vex-57 siguió atacando a la marea de daemons de plaga que avanzaban torpemente y con aspecto borroso, igual que si fueran una filmación de vídeo con interferencias, igual que si se burlasen de los sistemas de la nave que se estaban colapsando. Su pie metálico impactó a una de las criaturas en plena cara, haciéndola reventar como un grano que lo roció todo de apestoso pus.

El resto de la horda chilló de furia y se abalanzaron contra Lhor-Vex-57, haciendo que cayera mientras soltaba un quejido binario. A través de los ventanales del puente alcanzó a ver la venenosa luz amarillenta cuto brillo aumentaba como el de un sol durante un amanecer. Colmillos afilados y mecadendritas empezaron a atravesar su cuerpo. La voz y la visión de Lhor-Vex-57 se llenaron de rugiente estática...

Metalica bajo asedio[]

Mechanicus oscuro tecnohereje

Typhus era temido desde hacia mucho por todo el Imperio, como un “hombre del saco” cuya llegada aumentaba la amenaza de los no muertos. Ahora, mediante hechicería oscura y pactos infernales, había llevado su maldición a un subsector imperial entero. Incontables siervos imperiales se enfrentaban al terror de ser sacrificados en el altar de plaga del Viajero.

Los defensores imperiales bautizaron la ruptura que Typhus había generado en el espacio real como La Llaga. Era un nombre de lo más adecuado, pues de la inmensa anomalía no solo manaban hordas herejes invasoras, sino también corrupción metafísica. Esto se hizo patente la primera vez en Munis Ferrum, un mundo colmena de gigantescas ciudades interconectadas cuya población habia llenado Metálica desde hacía mucho con trabajadores y servidores. Tenía la mala suerte de estar peligrosamente cerca de los limites de La Llaga, y debido a ello era bombardeado con llamaradas de plaga.

Cada oleada iba cargada de bacterias daemónicas, moscas de plaga y plagas oxidantes metalofágicas que machacaban tanto a las ciudades como a sus pobladores. Los Datadaemons ayudaban a expandir dichas plagas, infectando a servidores y transformándolos en bersérkeres homicidas en descomposición. Las maléficas entidades lograron atravesar los escudos noosféricos de varias naves de control Skitarii en órbita baja, poseyendo dichas naves y moviéndose por sus canales de datos para corromper a los Skitarii en tierra. La guerra civil resultante atrajo a bandas de herejes y gran número de sacerdotes del Mechanicum Oscuro, dispuestos a transformar Munis Ferrum en un paisaje daemónico.

El mundo cantera de Plenitas y el asteroide de tamaño satélite de Ferrovigilum también se vieron asaltados, el primero por parte de vectorium de la Guardia de la Muerte liderados por Lord Fecuthrott el Segador, y el segundo por Lathfyr el Ahogado y la fuerza aplastante de la Legio Morbus. En Plenitas, Fecuthrott reunió a los cultos de plaga que aparecían entre la población esclava, solo para descubrir que sus fuerzas debían hacer frente a un enorme despliegue de Skitarii y máquinas de guerra Ordinatus y el cónclave de Supervisores Magus del planeta. La guerra degeneró rápidamente en una matanza espantosa. Ferrovigilum también se estremeció con la guerra. La Reina del dolor habia traído no solamente a su Legión de Titanes, sino también a sus casas de Caballeros Renegados, a fin de silenciar la red astropática. Esperaba que aquella fuera otra conquista rápida y fácil, pero en lugar de eso se vio enfrentada a las tropas Skitarii de élite del Mariscal Tertiano. Dos manípulos veteranos de los titanes Cráneos de Hierro y una lanza completa de Caballeros Desarraigados que se hacían llamar la Compañía Olvidada. A pesar de que las fuerzas imperiales eran muy inferiores en número, una mezcla de brillantez estratégica, disciplina inquebrantable y el heroísmo poco convencional de los Caballeros permitieron que la batalla se estabilizara en los océanos de polvo, las ciudades y los cañones industriales de Ferrovigilum, sin un final a la vista.

Mientras esas batallas rugían, Typhus volvió su atención hacia Anclaje Solari. Como base principal de operaciones para la Flota de Batalla Charadon, esta enorme combinación de fortaleza espacial y muelle de atraque de astronaves no estaba ni mucho menos indefensa. La gran mayoría de su flotilla de dotación estaba ausente, no obstante, ya fuera combatiendo en los sistemas exteriores a las órdenes del Teniente-Heraldo Sheradane o desaparecida durante la valerosa defensa de Skothia. El oficial de mando de Solari, el Almirante de retaguardia Vordkin, tomó la difícil decisión de ordenar a sus capitanes de nave restantes que se retirasen antes de que llegara la invasión. Así, mientras la Terminus Est lideraba la carga contra los grandes cañones de Anclaje, el Acorazado clase Emperador Clemencia de la Espada se dedicó a escoltar a toda nave de apoyo, barcaza y transporte de evacuación que pudiese escapar de allí a tiempo. La batalla subsiguiente fue corta y brutal, con las naves de Typhus atravesando las defensas de Anclaje y desembarcando a oleada tras oleada de invasores. Los defensores lucharon valientemente, pero cuando el ciclo llegó a su fin, Typhus era el nuevo amo y señor de Anclaje Solari.

A medida que la presión aumentaba en todos los frentes, las legiones del mundo forja Metálica se defendieron allí donde pudieron. Un gran número de Skitarii y fieles del Culto Mechanicus permanecían como guarnición de su mundo natal y de las plataformas de defensa de su Corona Militaris. Además de estas fuerzas, el Fabricador General Khleng fue capaz de recurrir a varias docenas de regimientos del Astra Militarum que eran mantenidos en reserva, junto con una semicompañia de Hijos de Medusa que se habian comprometido a vigilar el mundo forja.

Utilizando su poder cogitacional para desplegar una estrategia a nivel de todo el sistema, Khleng atacó a sus enemigos allí donde detectó debilidad. Contraofensivas precisas hicieron retroceder a las fuerzas renegadas y a una banda de daemons de Khorne del mundo batería de Ohmex Magnifica. Las líneas de suministros traidoras a la zona de guerra Plenitas fueron cortadas, frenando la inercia de la ofensiva de Lord Fecuthrott en el Valle Cráter. Tres ataques de sondeo sucesivos por parte de naves herejes en el espacio vacío de Metálica fueron rechazados por acciones de abordaje rápido de Marines Espaciales.

Khleng mantenía a la mayor parte de su fuerza marcial en reserva, pues la lógica de sus cogitaciones no dejaba lugar a dudas. Incluso si hubiese comandado una ofensiva total y sus tropas se desempeñasen excepcionalmente bien en todas las batallas que librasen, acabarían siendo derrotadas por el simple peso numérico del ejército traidor. La invasión de Typhus no podía ser rechazada sin refuerzos del resto del subsector. Habiendo aceptado eso como cierto, y sin disponer de apenas información acerca de las condiciones en los sistemas vecinos, la estrategia de Khleng se centró en retrasar al enemigo lo suficiente como para que los refuerzos llegasen a tiempo al frente metalicano.

Había otro problema, más urgente y difícil de resolver. Las proyecciones de los sabios empíricos y magus ethericus que llegaban desde Metálica no dejaban sombra de duda: La Llaga estaba expandiéndose a una velocidad asombrosa. Sus putrefactos tentáculos negros se abrían camino en el vacío, dejando un reguero de corrupción a medida que el espacio real iba siendo devorado por la Disformidad. ¿Cómo de grande podía llegar a ser? Acaso todo Metálica estaba condenado a ser engullido? Aún más acuciante era la catastrófica disrupción que la brecha en la Disformidad estaba causando en las corrientes empíricas locales. Los tecnoclérigos metalicanos conectaron sus cerebros en comunión noosférica y tuvieron que aceptar la probabilidad, muy real, de que los refuerzos que viniesen en su ayuda (si es que venia alguno) quedasen destruidos antes de alcanzar la zona de guerra. Por lo que sabían Khleng y sus subordinados, quizás eso ya había ocurrido. Fuera como fuese, los sacerdotes del mundo forja Metálica entendieron que, si querían tener alguna posibilidad de salvar el planeta y su divina pureza industrial, debían cerrar la Llaga; y debían hacerlo cuanto antes.

Typhus, mientras tanto, sabia que tenia la ventaja y no iba a arriesgarse a perderla, había liderado un conflicto exitoso tras otro y sus bendiciones seguían haciéndole brillar con una energía nauseabunda. Ni siquiera la herida que le había causado la Canonesa Joghilde podía ralentizar al Viajero, pese a que no parecía cerrarse ni cicatrizar. Desde el puente de mando de la Terminus Est, Typhus supervisaba una fuerza de asalto en la Corona Militaris. Desplazándose por entre el fuego enfilado de las naves de guerra Imperiales, las plataformas defensivas de cañones de plasma y las furiosas baterías orbitales, la flota hereje sufrió un nivel atroz de bajas a fin de poder desembarcar en la plataforma Archimed-Tri a Typhus, sus guardaespaldas Dominaplagas y un cónclave de sacerdotes del Mechanicum Oscuro. Empleando grotescas capillas parásito, los Magos Oscuros celebraron un ritual para hacer aparecer a pestilentes daemons de datos desde la Disformidad. Typhus resistió contra un asalto suicida de Electrosacerdotes enloquecidos durante el tiempo suficiente para que los daemons fuesen introducidos en la arquitectura cortical de la plataforma. En un instante, el espíritu máquina de Archimed-Tri fue poseído. Las subrutinas explosivas que hubiesen separado la plataforma de sus vecinos más cercanos se detuvieron. Aparecieron espectros de código de deshecho y tentáculos de plaga férrica que infectaron a las plataformas cercanas de Aristol-Sept y Pythorus-Oct. Tras eso, más fuerzas herejes pudieron entrar en la Corona Militaris, y hacerla caer, como preludio a la invasión terrestre del mundo forja Metálica.

Por todo el subsector Obolis, siguieron los conflictos debido a hordas de Zombis de la Plaga que llenaban los corredores de las naves de guerra y se alzaban en masa como montañas vivientes contra los flancos de las fortificaciones imperiales. En algunos mundos, como Kapston, Ferryk y Sustace, los ejércitos de los vivos fueron capaces de contener y purgar la amenaza a base de fuego de artillería concentrado, siguiendo con ataques de lanzallamas y finalizando la tarea en furiosos combates cuerpo a cuerpo. En otros mundos más afligidos o infestados de daemons como Alexistor o Braza, las batallas fueron aún más desesperadas y los defensores no pudieron evitar verse arrollados.

La llamada de socorro del Fabricador General Khleng había llegado hasta un puñado de centros de mando imperiales, y todos aquellos que servían a Metálica se pusieron de inmediato manos a la obra. Sin embargo, incluso para grandes héroes como Grevan de la Casa Raven, el Señor del Capítulo Tanielu y el Princeps VanKassen de los Cráneos de Hierro, reunir a sus fuerzas durante ese periodo de profunda plaga y entropía era una pesadilla. Solo en el frente de Rhodior-Chromyd habia una mínima luz de esperanza, pues al menos allí la Criptoemisaria L'au y sus tropas habían logrado romper la Disformidad y rechazar a Lord Thraxoplasmox de los restos maltrechos de Sabhira; y aún asi, dicho conflicto seguía sin decidirse, y no parecía que fuese a hacerlo a corto plazo.

Contra una cantidad de enemigos aplastante, el mundo forja Metálica resistía ahora completamente solo...

Guerra en la Oscuridad[]

En Dhaku, los Discípulos lanzaron su asalto final contra el más profundo de los núcleos. Exterminadores traidores atravesaron oscuros pasadizos, las luces de sus armaduras iluminando tenuemente los restos de arqueotecnología y los Genestealers que acechaban entre ellos. Los disparos resonaron en estancias que ya eran antiguas cuando el Emperador ascendió al Trono Dorado. Xenos deformes se lanzaban contra los Marines Espaciales del Caos. Los principales héroes del culto lideraban un feroz contraataque tras otro; su Magus llevó su punta de lanza hasta el nivel ochenta y dos antes de ser abatido en un duelo psíquico contra Yarron Thayl. El Kelermorfo del culto, conocido por los suyos como La Sombra, estaba al mando de un grupo de incursión con la misión de matar a Tsorr’Kanath antes de que pudiese completar su última invocación ritual. En lugar de eso, el Apóstol Oscuro lanzó contra ellos al Señor de la Transformación Listho'shya el Sinuoso, que atacó a La Sombra armado con una espada chorreante de perfumado veneno.

Siguiendo al daemon de Slaanesh y a su hueste, los Discípulos avanzaron hasta un templo descomunal. Sus muros eran bloques llenos de pinchos de plata y ónice, que cambiaban y se entrecruzaban sin fin. Sus gigantescas columnas mostraban un enjambre de caras gritonas, xenos, humanos y otras espantosas criaturas a medio camino. Allí, al pie de una colosal estatua humanoide que parecía hecha de sombras, los Discípulos acorralaron al Patriarca del culto, el Predecesor Glutt. La batalla fue sangrienta pero breve, pues ni siquiera aquella abominación xenos pudo hacer frente a tan aplastante combinación de campeones del Caos. El Patriarca fue abatido, pero no murió. En lugar de eso. Tsorr’Kanath mandó reducirlo y mantenerlo preso, pues la captura del templo no era el final de la misión de los Discípulos, sino apenas el principio...

Guerra en el Cúmulo Triforja[]

Artículo principal: Zona de Guerra: Charadon - Cúmulo Triforja.

Al mismo tiempo que las fuerzas principales de Typhus se centraban en los Subsectores Obolis y Lirac, una fuerza menor se dirigió hacia el Subsector Phlegyr. Aquí se encontraba la zona conocida como el Cúmulo Triforja, que tenía un valor especial para la Guardia de la Muerte: eran tres sistemas con tres planetas cada uno, y tres es uno de los números sagrados de Nurgle. Sin embargo, nueve lo es de Tzeentch, por lo que los Mil Hijos ya tenían presencia en el subsector antes de su llegada. Así, el subsector Phlegyr se convirtió en el escenario de combates, no solo entre el Imperio y el Caos, sino en una guerra fraticida entre fanáticos de distintos dioses.

Acto II: El Libro del Fuego[]

Horda Guardia de la Muerte

"Nuestros enemigos han causado devastación en mundos que juramos defender. Han sembrado pestilencia. Han traído hambre y desesperación. Han conjurado brujería maligna, han matado héroes históricos, han puesto de rodillas a todo este subsector. En este día digo basta.
La propia Metalica corre un grave peligro, rodeada por tormentas de Disformidad, presionada más allá de los soportable por nuestros enemigos. Sus sistemas vasallos están llenos de corrupción. Nuestros propios muertos honorables nos asaltan en masas vacuas, pues la dignidad de su reposo les ha sido robada por entidades inmundas provenientes del mito más oscuro. ¡En este día digo, basta ya!
La mera existencia de un solo hereje dentro de los límites de este reino es una afrenta al Omnissiah. ¡Pero también es una afrenta para nosotros! Cada suspiro de aire imperial que roban es otra prueba de que nos falta la fuerza, la fe y la fortaleza para purgarlos de estas tierras. Señoras y señores: ¿permitiremos que estos agravios continúen?
En este día digo, ¡BASTA YA!
"

Princeps Grevan de la Casa Raven, de su discurso desafiante ante el Tribunal de Defensa de Duralim.

"Al final, todo es caos. Igual que un contagio surge al azar a través de una colmena abarrotada o un fuego avanza a voluntad a través de un bosque seco como la yesca, así ocurre con la guerra. Desde el momento del primer disparo y del primer choque de espadas, se extienden la anarquía y la mala suerte que dan al traste con cualquier plan de futuro. La marca de un gran comandante no es que se resista al caos, sino que lo acepte en toda su ruinosa gloria, y se haga con sus dones para sí mismo."

Señor Akhorath Zeid, Señor de la Discordia de la Legión Negra.

Guerra en el Frente de Metalica[]

Servidores pretorianos con bólters pesados wikihammer

Por primera vez en la guerra, Metalica acogió una batalla dentro de su propio sistema. Peor aún, la invasión fue la más concentrada y feroz del conflicto hasta la fecha, ya que Typhus lideró a la gran mayoría de sus fuerzas restantes contra el mundo forja. La lucha estalló en múltiples mundos y se enconó en el espacio entre ellos.

La Llaga surgió dentro del profundo vacío del sistema de Metalica. Se expandió hasta que fue visible desde Corona Militaris como una mancha podrida frente a un campo de estrellas. Desde sus agitadas profundidades vomitaba llamaradas entrópicas de plaga que impactaron en el mundo colmena de Munis Ferrum, que tuvo la desgracia de estar más cerca del punto de emergencia de la grieta disforme. Las ciudades interconectadas del planeta estallaron con plagas empíricas e incursiones daemónicas. Entretanto, muchas de las naves de control Skitarii en órbita estaban poseídas por entidades de código de deshecho que fluían por las cadenas de datos de las naves para corromper a los soldados cíborg en la superficie del planeta. Cuando los sacerdotes del Mechanicum Oscuro descendieron sobre Munis Ferrum, el mundo era consumido por una guerra urbana de pesadilla.

Mientras las oleadas de naves deinvasión herejes tronaron desde la Llaga, más mundos fueron asediados. La fortaleza de asteroides blindados de Ferrovigilium, que albergaba el transmisor astropático del sistema, fue atacado por la Legio Morbidus y sus grupos de caza acompañantes de Caballeros del Caos. Esperando una rápida victoria, los herejes se encontraron con la resistencia de una hueste imperial superada en número pero muy elitista. El Mariscal Skitarii Decitor Septrax - Terciano llevó a sus cohortes a la batalla para apoyar a los Titanes de los Cráneos de Hierro y a los Desarraigados de la Compañía Olvidada. Las bajas imperiales fueron numerosas ya que esta fuerza luchó para defender el transmisor astropático el mayor tiempo posible. Sus tácticas de ataque relámpago sincronizadas a la perfección causaron graves daños a las fuerzas herejes.

Al mismo tiempo, el mundo presa de Plenitas y el mundo batería de Ohmex Magnifica fueron testigos de combates feroces. En el primero, Lord Fecuthrott el Segador de la Guardia de la Muerte buscó ahogar a sus enemigos en oleadas interminables de rebeldes cultistas-esclavos, pero encontró una dura resistencia de cohorte tras cohorte Skitarii respaldadas por pesadas máquinas de guerra Ordinatus. En este último. las legiones del Omnissiah pudieron acorralar y aniquilar a la afinidad daemónica de Khornate con eficacia metódica. Tales victorias localizadas podrían haber sido motivo de celebración, pero no eran más que acciones secundarias con las que Typhus pretendía alejar a las fuerzas de Metalica de sus verdaderos objetivos.

El sistema de Metalica no solo fue asaltado, sino también desconectado y aislado. La fisura disforme que crecía sin control dentro de sus límites amenazaba la seguridad de todos los mundos a su alcance y causaba una desestabilización empírica localizada. El Immaterium fue azotado en un frenesí que consumió incluso las rutas disformes más estables, en la medida en que una ruta disforme puede considerarse estable. Cuando los Navegantes de los sistemas Rhodior, Brezantius y Feiror, los sistemas solares conocidos colectivamente como las Puertas de Metalica, volvieron su tercer ojo hacia Metalica, no pudieron encontrar ninguna señal de la luz del Astronomicón. Solo había una vorágine enfermiza de locura y violencia en la que ninguna nave imperial se atrevería a aventurarse.

Algunos quisieron intentarlo cuando les llegó la noticia fragmentada de la catástrofe. El Princeps Grevan de la Casa Raven juró luchar por Metalica a pesar de todo. VanKassen de los Cráneos de Hierro era un sirviente de su mundo forja y tenía manípulos de sus Motores-Divinos cuidadosamente controlados dentro del sistema. Los Mariscales, Tecnosacerdotes y otros líderes de culto de las legiones de Metalica deseaban ayudar a su mundo forja, e incluso se les había enviado una directiva de motivo principal para hacer precisamente eso. Más de una nave de vacío metalicana fue destruida en medio de las tormentas mientras sus señores trataban desesperados de responder a la llamada de su Fabricador General.

También había muchos líderes imperiales diseminados por toda la zona de guerra que vieron pocas razones para acudir en ayuda de Metalica. El Imperium es un lugar brutalmente opresivo, una horrible dictadura totalitaria donde la vida de la gran mayoría es corta y miserable. Sin embargo, incluso en el contexto de una distopía tan aplastante, la purga radical de mundos enteros de Metalica no sería olvidada fácilmente. Tal genocidio sin remordimientos había alejado al mundo forja entre algunos de sus aliados.

En verdad, la mayoría de las fuerzas imperiales en todo el subsector de Obolis no estaban en posición de responder al grito de ayuda de Khleng, aunque lo desearan. Desde las torres devastadas de Resplendis y los campos ennegrecidos de Sustace, hasta Braza azotada por las oleadas de ataques, la fábrica de munición de Laboritum, y las últimas fortalezas en la cima de la montaña de la devastada Sabhira, el poder de la entropía se había afianzado.

Unidos por raíces miceliales que florecieron por el espacio disforme, energizados por el gran ritual de Trono de San Bartolfo, los miles de Malignificadores Miásmicos sembrados en la zona de guerra habían desatado una tormenta de plaga sin igual. Innumerables muertos se pusieron de pie. Su carne putrefacta se retorcía por la mutación y sus ojos brillaban con un verde espeluznante. Enjambres de moscas de la plaga surgieron de todos los rincones oscuros y grietas ocultas. Se agitaron en los cielos, y sus aleteos colectivos rugieron tan fuerte como propulsores de prometio, luego barrieron las tierras como nubes de tormenta. Las plagas esotéricas se extendieron como la pólvora tanto en las filas leales como en las renegadas. El 64º el 817º Vostroyano fueron devastados por un brote de plagareptante mientras defendían las puertas de la Colmena Moshivan de un enjambre de diez mil muertos hambrientos. La devastadora ofensiva de Cresta Roja lanzada por los Guerreros de Hierro de Maardek Khal se detuvo cuando sus vehículos sucumbieron a la plaga férrica, Mientras la Operación Santuario buscaba transportar personal vital a un lugar seguro en el mundo industrial de Ferryk, el leal Titán Voluntad de Fuego estaba infestado de gusanos parasitarios. Reducida a sacos de despojos y locura farfullante, la tripulación apuntó con sus armasa amigos y enemigos por igual antes de sobrecargar su reactor y aniquilar casi cinco kilómetros cuadrados del campo de batalla.

Siguieron conflictos localizados que estallaron como incendios forestales en los sistemas Duralim, Brezantius, Feiror, Chromyd e incluso Rhodior. Los pecios vacíos se vieron afectados mientras se ocupaban de las insurrecciones desde dentro de sus morgues. Otros tuvieron que ponerse en cuarentena en un vacío profundo mientras la plaga barría sus cubiertas. Los guerreros cansados volvieron a tomar sus murallas para defender fortificaciones maltrechas frente a legiones de enemigos que ya habían matado antes. Allí donde lucharon los Adeptus Astartes, Hermanas de Batalla o los Caballeros de la Casa Raven, la marea de horrores se mantuvo a raya. Otras fuerzas imperiales no tuvieron tanta suerte y docenas de regimientos del Astra Militarum desaparecieron bajo la inundación.

Solo en el frente de Chromyd, donde el Criptoemisario L´au y sus cohortes deimosianos se habían unido recientemente a la lucha, las fuerzas imperiales lograron un verdadero impulso. Apuntaron al mundo industrial de Okharium. Allí revelaron al Capitán Glaine Kherrus y al último de sus soldados Savlar, que todavía resistían frente a las abrumadoras fuerzas herejes. L´au aseguró un punto de apoyo en el sistema Chromyd y, tras haber expulsado a sus enemigos de las ruinas de Sbhira, siguió adelante hacia Torthusa. Sin embargo, la noticia de estas victorias no se transmitió a través de la vorágine entrópica que consumía el subsector de Obolis, e hicieron poco para aliviar la presión sobre docenas de mundos asediados. Tampoco pudieron evitar otro desarrollo oscuros que incluso ahora estaba teniendo lugar en el subsector vecino de Lirac. En el remanso mundo de Dhaku, otro terrible ritual estaba a punto de completarse. Sus consecuencias para el Imperium serían realmente espantosas....

El Bombardeo de Metalica[]

Flota imperiales vs flota caos

Mientras la batalla se extendía por el resto del sistema, Typhus lanzó su verdadera ofensiva. Primero vino el ataque a la Estación de batalla en el espacio profundo Anclaje Solari. El Contraalmirante Vordkin envió naves de evacuación que huían bajo los vigilantes cañones del acorazado Clemencia de la Espada. Sin embargo, esta fue su única victoria ese día. Las naves de guerra de Typhus atravesaron la red de defensa de Anchorage y descargaron fuerzas masivas sobre la propia estación. Poco después, Anclaje de Solari fue tomado como premio y cabeza de playa. Haciendo una pausa solo para rearmarse, reabastecerse y hacer ritos de sacrificio, Typhus condujo su flota hacia el mundo forja.

El espacio orbital de Metalica estaba dominado por cadenas de manufactura denominadas Corona Industris, y por un halo de plataformas de defensa semiautónomas llamadas Corona Militaris. Escuadras de naves del vacío merodeaban por su envoltura orbital, naves Explorator y arcas de guerra junto a las elegantes naves de guerra del Adeptus Astartes y varias que habían escapado de la caída de Anclaje Solari. Utilizando una ráfaga de fintas de diversión, Typhus burlaba una y otra vez las líneas de batalla imperiales, buscando huecos en su defensa. Siete horas después de que el combate se intensificara, vio su apertura y ordenó al Terminus Est que avanzara con una escolta de cruceros bendecidos por Nurgle. Empleando las naves de sus camaradas como escudo ablativo, el Viajero se acercó a la Corona Militaris y junto a su guardaespaldas Señor de la Plaga y un cónclave de sacerdotes del Mechanicum Oscuro abordaron la plataforma Archimed-Tri.

Empleando santuarios parásitos, los sacerdotes del Mechanicum Oscuro canalizaron los dataespectros hacia la plataforma de defensa, mientras Typhus y sus guerreros proporcionaban fuego de cobertura. Los gheist abrumaron al espíritu máquina de la plataforma de defensa, poseyéndolo antes de surgir a través de acoplamientos santificados y ataduras de datos en las plataformas vecinas. Ahora, con varias fortalezas del Corona Militaris poseídas por daemons hostiles y abriendo fuego contra sus antiguos aliados, Typhus ordenó a toda su flota que avanzara. Pecios, naves de plaga e innumerables cruceros piratas renegados se lanzaron al combate. Cuando las armas anti-orbitales escupieron su furia desde la superficie metálica del planeta, y la primera nave de desembarco chirrió a través de la atmósfera contaminada, no había duda: el asedio de Metalica había empezado.

Relato sin Título[]

Yarron Thayl acechaba en el límite del santuario subterráneo que él y sus compañeros de los Discípulos habían luchado tanto por capturar. Como Hechicero de la Legión Alfa, su capacidad para soportar la visión de semejante carnicería era considerable. Aún así, la macabra grandeza de este lugar amenazaba con abrumarlo si miraba fijamente durante mucho tiempo. Varios Titanes clase Lord de la Perdición podrían haberse reunido aquí uno al lado del otro y aún tendrían espacio de sobra. Las paredes estaban en constante movimiento. Bloques de ónice con vetas de plata reluciente se entrelazaban para luego desentrelazarse de nuevo como un rompecabezas en constante cambio. Las únicas constantes eran los ornamentados balcones, sobre muchos de los cuales, en las sombras, se agazapaban los guerreros de Thayl. Columnas ciclópeas sostenían el techo en lo alto. Cada una de ellas tenía 30 metros de ancho y tenían grabados, de arriba y abajo, una legión de rostros humanos (y de cosas definitivamente no humanas) agonizantes, todos mezclados en un interminable grito bostezante. El suelo era de mármol negro, con vetas doradas.

En el extremo más alejado se alzaba una estatua titánica aparentemente tallada de pura sombra. Era humanoide pero carente de rasgos. La luz no se reflejaba en sus planos lisos, sino que se hundía en ella como si cayera en un abismo. Era antinatural y desorientador fijar allí la mirada durante demasiado tiempo. Entre sus pies se elevaba un altar de sacrificio de líneas negras y plateadas en cuyas esquinas ardían cuatro antorchas: una de latón, cuya llama era de un carmesí feroz, una de oro, cuya llama bailaba entre el azul, el rosa, el verde y el amarillo, una un bulto oxidado cuya llama ardía con un verde sucio y eructaba humo fétido, y la última, un artefacto finamente tallado en hueso, de imagen resbaladiza como el sudor, y donde ardía un fuego blanco lila apenas visible.

Los xenocultistas habían luchado fanáticamente para evitar que los Discípulos reclamaran este lugar. Thayl sospechaba que habían creído que el ídolo representaba a sus propios y difusos dioses estelares, y quizás incluso le habían ofrecido una oración para su liberación. El malentendido le divirtió.

"Este retraso me pone de los nervios", dijo Vekhus por la red vox de la escuadra. Su voz emergió distorsionada de los altavoces del casco de Thayl. Había algo extraño en este lugar que distorsionaba incluso las transmisiones de más corto alcance.

Thayl miró a sus Elegidos, dispuestos a su alrededor en la penumbra. Llevaban la armadura y las insignias de los legionarios de menor rango, pero su apariencia era una mentira. Los guerreros dentro de esa armadura eran los asesinos más veteranos de Thayl, todos ellos tocados por los dones de los Dioses Oscuros. Uno más de los innumerables engaños que Thayl y sus Legionarios Alfa practicaban tan instintivamente como el respirar.

"Paciencia, el ritual progresa", respondió Thayl. No hizo ningún gesto físico, pero un parpadeo lanzó los designadores rúnicos a las pantallas de los cascos de sus camaradas, destacando los ocho círculos rituales de Portadores de la Palabra vestidos con una túnica, desplegados alrededor de los pies del imponente ídolo. Los hijos genéticos de Lorgar, con armadura carmesí, envainaban ahora sus cuchillos de sacrificio, colocando los últimos cuerpos muertos de cultistas Genestealer en montículos cuidadosamente dispuestos dentro de cada círculo. El ícor de los xenocultistas asesinados corría por canales de sangre de plata profunda cortados en el suelo, acumulándose en un anillo alrededor del altar de sacrificio.

Los Portadores de la Palabra habían comenzado un cántico sonoro, sus voces resonaban por el templo cavernoso. Thayl parpadeó y envió otra runa a sus guerreros, dispuesta en una imitación ritual de emboscada alrededor de la cámara. Como uno solo, los Legionarios Alfa se unieron al canto. Sus voces se elevaron con un silbido que atravesó las vocalizaciones más profundas de los Portadores de la Palabra y se mezcló en un espeluznante susurro.

Ahora llegó Tsorr´Kanath, Apóstol de la Oscuridad y sumo sacerdote de los Discípulos. Él y sus siete hermanos escogidos entraron por el vasto arco del pórtico y se dirigieron hacia el ídolo con antorchas ardientes en alto. Estaban vestidos con elaboradas túnicas, decoradas con múltiples estrellas de ocho puntas. Detrás de ellos, tres enormes servidores avanzaban con dificultad. Sus cuerpos eran una masa de músculo tumoroso y mejoras impulsadas por pistones. Sus cabezas habían sido reemplazadas por braseros ardientes. Entre ellos, su cuerpo mutilado y envuelto en cadenas adamantinas, llevaban al Patriarca del Culto Genestealer de Dhaku.

Thayl se sintió asqueado por esta cosa alienígena que había exterminado a sus operativos en este mundo y había engañado a los clanes mineros de Dhaku para que adoraran a falsos dioses. Parecía apropiado que ahora fuera él quien fuera ofrecido como sacrificio.

El Patriarca se retorció y gruñó. El asesinato brillaba en sus ojos. Con sus miembros cortados y su cuerpo atado, la furia de la criatura era imponente.

Los cánticos y silbidos continuaron mientras Tsorr´Kanath y sus sumos sacerdotes avanzaban en procesión a través del pórtico y se detenían, por fin, dentro del círculo de sangre ante el ídolo. Thayl amplió la óptica de su casco hasta que pudo ver el ritual como si estuviera de pie un poco más allá del círculo. Las subrutinas personalizadas de su casco registraban todo para su posterior disección, atormentando a su espíritu máquina para que examinase los más pequeños detalles y recopilase datos. Thayl lo revisaría más tarde, por si algo de lo que había visto ese día pudiera revelar un secreto o darle una ventaja en alguna futura confrontación. Estos Portadores de la Palabra eran los aliados más cercanos con los que la banda de Thayl había luchado durante siglos, pero eso no significaba que abandonara la astucia y la desconfianza, ambas legado de los genes de Alpharius a todos sus hijos.

Los corazones gemelos de Thayl latieron un poco más rápido cuando Tsorr´Kanath dio una orden y el trío de servidores elevó a su cautivo en alto. Hicieron caer al retorcido Patriarca con una fuerza demoledora sobre el altar. El icor, humeante tras mientras se comía la carne y el metal, salpicó a los servidores. El Patriarca dio un chillido insoportable. Si el sonido comunicaba alguna emoción era demasiado extraño para que Thayl lo descifrara. Antes de que su eco muriese, Tsorr´Kanath sacó un filo de sacrificio tan larga como el brazo de un hombre. Agarrándola con las dos manos, hundió el arma en el pecho del Patriarca. Sus gritos se redoblaron. Ignorando el icor corrosivo que le salpicaba, el Apóstol de la Oscuridad liberó la espada y la hundió de nuevo, una y otra vez. Ocho veces la hoja se hundió en el monstruo alienígena. Al caer el último golpe, los cánticos y silbidos en el santuario se convirtieron en un tumulto tan fuerte que los amortiguadores de audio aislaron el casco de Thayl de ellos. El icor en los canales de sangre burbujeaba con locura, expulsando un espeso vapor negro que se elevaba en el aire y se arremolinaba alrededor del ídolo. Los ojos de Thayl se abrieron de par en par cuando la enorme figura oscura parpadeó, se estremeció y se movió.

La oscuridad que cayó entonces fue absoluta. Thayl no podía saber si toda antorcha, brasero y lumen de traje se había apagado a la vez, o si en cambio había quedado ciego. Su instinto le advirtio a gritos. Se sentía como si estuviera atrapado en un espacio reducido, incapaz de ver a un depredador mientras este se acercaba lentamente. Hilos de gasa se deslizaron por su carne, fríos como el hielo, un sudario hilado en el vacío se deslizó sobre él en preparación de su muerte. La voz, cuando llegó, fue como una terrible ráfaga de aire que escapaba de un casco roto. Era el murmullo del viento a través de los huesos de la batalla en un mundo privado de toda vida. Era el estertor de muerte de la esperanza misma. Se deslizó en su oído como si hablaran labios a punto de tocar su carne. La piel de Thayl se tensó sobre sus músculos con elsonido, doliente entre con olas de calor febril y frío doloroso. Sus corazones palpitaron. ¿Le habló solo a él? ¿O todos los Discípulos estaban experimentando esta visita malévola en el mismo instante?

El sabía una cosa. Era la voz del ser al que los Discípulos habían venido a invocar. Al que adoraban como una deidad, como el verdadero campeón de los Dioses Oscuros, el primero y el más elegido, y el único digno de su apoyo. Colgado en la oscuridad absoluta, Yarron Thayl escuchó la voz del Señor Oscuro, la voz de Be´lakor.

"Me has servido bien", dijo la voz, y sus ecos recorrieron la mente de Thayl. "Eres digno de mi favor. Yo observo, veo a través del velo el inútil pasar de aquellos que nacen. Lo veo todo".

Thayl sintió que la emoción recorría su cuerpo como una corriente eléctrica. Habían convocado al Príncipe Daemon, y estaba satisfecho con sus esfuerzos. Los Discípulos tendrían el favor de Be´lakor.

"Te doy la oportunidad de servirme", dijo el daemon, "acaso no soy, ¿benevolente? Tomad vuestras naves hacia Kolossi. Allí comenzaremos..."

La luz y el sonido volvieron tan repentinamente, que fue como si un proyectil hubiera detonado frente a él. Thayl se tambaleó, soltó un aliento brusco y casi cayó de rodillas. A su alrededor, los otros Discípulos parecían igualmente desorientados. Algunos habían caído y se esforzaban por ponerse de pie. Se sintió extrañamente descolocado, como si hubiera sido devuelto a una versión sutilmente torcida de la realidad. Cauteloso, buscó con sus sentidos psíquicos, buscando la fuente de la sensación. A pesar de su magistral comprensión de las más pequeñas minucias, necesitó el insistente repique de las subrutinas de su espíritu máquina para finalmente llamar la atención de Thayl sobre lo que había cambiado.

Era tan grande que al principio, su mente no lo había captado.

En el extremo más alejado del santuario, el sombrío coloso se había desvanecido. La estatua que había dominado el templo subterráneo con su presencia había desaparecido.

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El Premio de Be´lakor[]

Be'lakor Príncipe Demonio Horrores de Tzeentch

Kolossi, mundo de los Caballeros de la Casa Raven, era el gran bastión del subsector Lirac. Mientras que el gobierno regional recayó en el mundo cardenalicio de Vikatrina en el sistema Eladagh, Kolossi proporcionaba la verdadera fuerza armada que mantuvo al subsector defendido de los invasores. Su poderío era incuestionable... hasta ahora.

Aparte de Lith, la arrasada luna de entrenamiento, Kolossi era el único cuerpo que orbitaba la hinchada estrella del sistema Tethras. Era un planeta enorme, cuya atmósfera estaba envuelta en contaminantes y sus continentes estaban devastados por miles de años de minería y manufactura continua. La mayoría de la población del planeta vivía en complejos industriales hundidos en las paredes de las grietas que se extendían a lo largo de cientos de kilómetros por su superficie. Alimentadas por generadores geotérmicos, estas ciudades en grietas estaban llenas de servidores que trabajaban en las minas de profundidad y en las minas de forja, además de cultivar las cubas de nutrientes que las alimentaban. Cada asentamiento estaba bajo la jurisdicción de uno de los barones y baronesas de la Casa Raven. Sin embargo, esos nobles gobernantes estaban casi siempre en campaña, y sus deberes mundanos se encomendaban a administradores de menor rango.

Tal era ciertamente el caso. La Casa Raven contaba con gran número de Caballeros y pilotos Nobles, pero unos cuatro quintos de ellos habían partido con el Princeps Grevan hacia Obolis. Sir Havlorn, Caballero Senescal de Grevan, se quedó para vigilar la Fortaleza Inmaculada. Lo apoyaban una lanza de la Orden de los Compañeros, así como cuarenta pilotos Nobles de la Casa Ravenm tres docenas de cohortes de milicia ciborg, un ejército de servidores de combate y de apoyo, y todos los Sacristanes que no habían acompañado a la cruzada. El ejército de Havlorn podía defender la Fortaleza Inmaculada de invasores convencionales durante meses, ciertamente el tiempo suficiente para que una llamada de auxilio llegara al Princeps Grevan y trajera la ira de la Casa Raven a quien osara invadir su mundo natal.

Pero Be´lakor no era un invasor convencional. Despreciando la forma física, el Señor Oscuro se infiltró en las sombras de Kolossi y las pesadillas de su gente. Sembró las semillas de la duda y la desconfianza entre sus líderes y sus trabajadores oprimidos. El Príncipe Daemon fomentaba la inquietud, alimentaba los resentimientos y avivaba los fuegos del descontento. Cada vez que se deslizaba en otra mente, Be´lakor aprovechaba todo resentimiento oculto y secreto vergonzoso. Manipulaba a quien mínimamente se dejaba y controlaba sobre las mentes de las víctimas susceptibles de todo el planeta, esclavizándolas a su voluntad. Las herramientas del daemon eran meras gotas en el océano de la humanidad de Kolossi, pero era un veneno que se extendía, Susurrando a los kolossanos, Be´lakor empleó todo su poderío brujo para provocar un sutil cambio en todo el planeta.

Al principio se culpó a la instrumentación defectuosa o al error orgánico, pero pronto la verdad fue innegable: aunque los ciclos de Kolossi seguían siendo de la misma duración, sus noches duraban más. Era ilógico, imposible. La rotacion del planeta no se había alterado, su ubicación con respecto a su estrella no había cambiado. Sin embargo, en veinticuatro ciclos, la vacilante luz del día apenas se veía. Los caballeros de la Casa Raven y los señores de las ciudades forja hicieron todo lo que se les ocurrió para revertir este fenómeno antinatural. Presuntos herejes y brujas fueron arrojados a las llamas de las macropolis industriales, o enjaulados ritualmente y ahogados en sumideros químicos para apaciguar al Omnissiah y rogar por el regreso de la luz del día. Varios nobles de la Casa Raven lanzaron pseudocruzadas para descubrir la fuente del disturbio y ponerle fin, partiendo del mundo a bordo de veloces naves de vacío junto con séquitos de sirvientes. El propio Sir Havlorn descendió a las bóvedas de la Fortaleza Inmaculada acompañado de varios de los más hábiles Sacristanes de la Casa, para descubrir si algún antiguo y mal entendido dispositivo arcanotecnológico se había activado en las profundidades de las bóvedas y desencadeno el desastre. Nada funcionó.

El pánico se extendió a medida que se hizo evidente que las largas noches estaban atormentadas por presencias maléficas. Depredadores invisibles acechaban más allá del brillo del lumen artificial, arrebatando siervos en callejones oscuros y arrancando centinelas de sus puestos. Los caballeros marchaban desde la Fortaleza Inmaculada, buscando en la oscuridad a los asesinos invisibles. No encontraron nada. El pánico creció cuando la clase trabajadora del planeta empezó a susurrar que sus nobles amos no podían protegerlos. El único lugar que no fue tocado por la noche antinatural fue la propia Fortaleza Inmaculada. Allí, el amanecer se produjo a su hora habitual y en la noche no asediaban depredadores terroríficos. Empezaron los rumores, gracias a algunos de los esclavos de Be´lakor, de que el Omnissiah estaba disgustado con Kolossi, que había maldecido a todos menos a los Nobles. Los penitentes se flagelaban a sí mismos en las calles de las ciudades y ofrecían oraciones binarias en los santuarios para el perdón. Aún así las noches antinaturales se alargaban.

En el primer ciclo en que la luz del día no llegó, Sir Havlorn hizo aquello que el honor le hacía detestar. Ordenó enviar avisos astropáticos desde el sanctum de la Fortaleza, advirtiendoal Princeps Grevan de que algo amenazaba Kolossi. También envió a su milicia a reunir a los habitantes del planeta que vivían cerca para escoltarlos a la protección tras los muros de la Torre del Templo. Como dijo en su momento: "Quienquiera o lo que quiera que sea este enemigo, es un malvado cobarde y sin honor que acecha en la sombra y se aprovecha del débil. Que se atreva contra nuestra bendita e indomable fortaleza, entonces se desvelarán sus carencias".

Por supuesto, muchas ciudades estaban demasiado lejos para su evacuación. Estos asentamientos plantaron su propia defensa, alimentando sus lúmenes mientras sus soldados se aventuraban en la noche perpetua. Uno a uno, estos asentamientos fueron abandonando la red de vox planetaria y no se volvió a saber de ellos. Igualmente, no todas las columnas de evacuados llegaron al llamado Círculo Sagrado de la Fortaleza Inmaculada. Más de una se desvaneció, perdida junto con sus cohortes de escolta sin siquiera un susurro. Aún así, muchos cientos de miles de refugiados llegaron a salvo y la inmensidad de la Fortaleza los acomodó fácilmente. Su milicia se alegró de que hubiera más reclutas, pero nadie sabía que entre las masas agradecidas se movían aquellos que Be´lakor había contaminado en mente y alma, y que incluso ahora buscaban cumplir las órdenes de su Maestro Oscuro.

La Fortaleza Inmaculada[]

Pocas fortalezas más grandes o antiguas existen en el Imperium que la Fortaleza Inmaculada, hogar de la Casa Raven. Solo el Colmillo, en Fenris, y el Palacio del Emperador son más grandes. Esta montaña de bastiones con contrafuertes, templos de arcanotecnología, torres blindadas, patios bulliciosos y santuarios resonantes se extiende tan alto que sus banderines superiores flotan con languidez en el vacío del espacio. Sus raíces se extienden en lo profundo de la corteza de Kolossi, y albergan bóvedas similares a catedrales en las que brillan las preciadas reliquias de la Casa Raven.

Los Cielos Arden[]

Tras abandonar las ruinas llenas de cadáveres de Dhaku para perseguir a sus semidiós invocado, los Discípulos alcanzaron el sistema Tethras cuando Kolossi ya caía en la oscuridad. Tsorr´Kanath y Yarron Thayl ordenaron a su flotilla dirigirse al planeta a toda velocidad. Sin embargo, antes de llegar a su órbita alta, fueron interrumpidos por una llegada repentina y totalmente inesperada. Desde el lado oscuro de Lith llegaron dos enormes cruceros clase Piedad de las Adepta Sororitas. Las brutales naves capitales con la heráldica de la Orden de Nuestra Señora Mártir, iban acompañadas de una escolta de fragatas Navis Imperialis. Los Legionarios Alfa no tardaron en descifrar los códigos de vox imperiales, descubriendo que precedían a una fuerza mucho mayor. El grupo de batalla Tarsus, parte de la flota Primus en la Cruzada Indomitus se acercaba a Charadon, y estas naves se habían adelantado al interceptar las llamadas de socorro de Kolossi.

Los líderes de los Discípulos mantuvieron una rápida holoconferencia. El enemigo les superaría en una batalla en el vacío, pero Thayl sugirió que las circunstancias se podían abordar si los Discípulos entraban con fuerza y rapidez tras el alcance de los cañones largos del enemigo y lanzando abordajes en los que aprovechar para hacer valer su poderío sobrehumano. Tsorr´Kanath estaba de acuerdo, añadiendo que la prisa de sus enemigos por acudir en ayuda de Kolossi los haría imprudentes y dividiría su atención. Ambos señores renegados sabían que no podían fallarle a su Señor Oscuro. Estaban convencidos de que Be´lakor debía haber previsto este conflicto y los dirigió hacia él sabiendo que prevalecerían.

Así que las dos pequeñas flotas chocaronen la órbita alta sobre Kolossi. Los escudos de vacío parpadeaban y morían cuando los torpedos los alcanzaban con furia explosiva. Los rayos de lanza apuñalaban la oscuridad, desgarrando los cascos de las naves y vaciando explosivamente cubiertas enteras. Embarcaciones renegadas atravesaron la oscuridad para perforar los cascos de varias fragatas y uno de los dos cruceros de clase Piedad. Sin embargo, en medio del caos, la nave hermana del crucero, la Buque de la Divinidad se lanzó imprudentemente a través del tumulto y descargó su lanzadera atmosférica. Los Discípulos solo pudieron seguir luchando, esforzándose en derrotar a sus enemigos en el vacío mientras la cathedrum de invasión de las Hermanas de Batalla tronaba por los oscuros cielos de Kolossi hacia la Fortaleza Inmaculada.

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Ocaso[]

Hermanas de batalla a la carga Ilustracion

Los Discípulos estaban equivocados. Be´lakor no había previsto la llegada de las Adepta Sororitas a Kolossi. Realmente, despreciaba estos piadosos refuerzos imperiales y tomó su llegada como un estímulo para la acción. Ya era hora de dejar de atormentar a su presa, y asestarle un golpe mortal.

Una cacofonía de gritos farfullantes surgió de la oscuridad sobre la Torre Inmaculada. Los centinelas de las murallas apuntaron sus armas sobre formas que acechaban en la oscuridad. La esperanza se encendió en sus pechos cuando la cathedrum lanzada por el Buque de la Divinidad tronó por la atmósfera para aterrizar a pocas millas de la Fortaleza en un estruendo de propulsores e himnos amplificados por sus vox. Sin embargo, a medida que la luz de la llegada del cathedrum se desvanecía, los daemons se lanzaron al ataque.

Entidades empíreas surgieron de la oscuridad en oleadas. Se aferraban a las sombras, confundiendo tanto a la vista natural como a la mecánica, pero los defensores distinguían lo suficiente como para temerlas. Multitudes de abominaciones cayeron contra las murallas, unas a pie y otras volando con alas de murciélago, mientras otras galopaban sobre corceles deformes. Los horrores de mitos y parábolas emergieron a la fría realidad y cargaron aullando contra la Fortaleza Inmaculada.

A través de una red vox plagada de aullidos y susurros sobrenaturales, Sir Havlorn ordenó a los defensores que ir a sus puestos. Los Caballeros se colocaron en posición para unir su fuego al de las posiciones de artillería de la Fortaleza, mientras que otros se prepararon para contraatacar si el enemigo atravesaba las puertas exteriores. Los guerreros que ya estaban en las murallas desataron torrentes de fuego con armas portátiles y torretas emplazadas. Otros marcharon desde los bloques de la guarnición en los niveles superiores para reforzarlos. Los nobles que habían estado en reposo o rezando cuando el ataque comenzó, ahora se apresuraban a sus Tronos Mechanicum. Los Sacristanes entonaron ritos binarios mientras cables y tomas neurales conectaban a los Nobles a sus Tronos. Solo un puñado de tecnosacerdotes, aquellos corrompidos en secreto por Be´lakor, sabían que algunos Tronos estaban contaminados con parásitos daemónicos carnívoros. Ninguno de los nobles de la Casa Raven sospechaba la profanación ocurrida mientras los Tronos y sus ocupantes eran bajados a sus Caballeros y sellados. Los generadores hicieron un ciclo. Los servos se quejaron cuando un tercio de la guarnición de Sir Havlorn salió para unirse a sus camaradas en los vastos patios de clasificación de los distritos exteriores de la Fortaleza.

Fue allí, mientras Havlorn pronunciaba su discurso ante sus compañeros y los preparaba para contrarrestar cualquier amenaza daemónica que cruzara las defensas de la Fortaleza, los Nobles corruptos abrieron fuego contra sus compañeros. Los espíritus de las armas se encendieron cuando las cadenas de código basura irrumpieron en la red vox de los Nobles. Havlorn murió primero, su cabina convertida en una ruina fundida a su alrededor por una explosión de cañón termal a quemarropa. Más de la mitad de los nobles leales murieron con él en los primeros momentos anárquicos de la batalla. El resto se dispersó, sus escudos de iones inclinados desesperadamente contra el fuego entrante, escupiendo furiosos juramentos de venganza mientras devolvían fuego contra los traidores.

La traición dejó a la Fortaleza Inmaculada sin su comandante Noble. Los oficiales de la cohorte de la guarnición intentaron tomar el control, estabilizando sus líneas de defensa y manteniendo las armas disparando mientras redirigían a las cohortes tras las líneas en un intento de contener a los Caballeros Renegados desbocados por la fortaleza. Fuen entonces cuando Be´lakor atacó. El muro de oscuridad alrededor de la torre del homenaje comenzó a agitarse, y luego a girar más y más rápido cuando vibrantes rayos púrpura saltaron de él. Como una ola desatada repentinamente, la oscuridad se precipitó para sofocar el lumen de la Fortaleza y sumir a sus defensores en una noche estigia. En ese momento, la fe que los defensores tenían en la protección del Omnissiah se rompió como el cristal. Las cohortes eran demasiado disciplinadas para huir en pánico, pero no se podía decir lo mismo de los refugiados alojados en la Fortaleza. Buscando escapar, se lanzaron a través de los oscuros pasillos y cámaras. Muchos se rindieron ante el terror y la locura primitivos. Algunos atacaron a los defensores como animales rabiosos. Otros, los malditos con potencial psíquico oculto, se convirtieron de repente en puertas abiertas para una mayor invasión daemónica. Fue a través de un espantoso arco formado con la carne de estos últimos que el propio Be´lakor se puso a la cabeza de una segunda legión daemónica.

Atrapados entre las hordas de fuera de sus muros y quienes causaban estragos en su interior, los defensores de la Fortaleza siguieron luchando. Pero lo que debería haber sido un asedio prolongado y viable se convirtió en cuestión de horas en una batalla de pesadilla en la oscuridad que sabían que no podían ganar...

Relato sin Título[]

El puente del Rompejuramentos se estremeció con una urgencia controlada. Las holopantallas mostraban la furiosa batalla en el vacío que aún se libraba más allá del casco de la nave. Dos fragatas imperiales dejaron la formación, abordadas por Portadores de la Palabra y Legionarios Alfa y luego escoraron al ser tomadas. A unos cientos de kilómetros a babor, el Destructor Iconoclasta Anathema ardió de proa a popa, acercándose demasiado a los proyectores de combustión del lisiado crucero clase Piedad. La batalla aún se libraba en las ornamentadas cubiertas de esta última nave, mientras naves escolta y alas de cazas llenaban el vacío con el parpadeo de sus cañones. Vestido con la armadura de un legionario común, anónimo en el puente de su propio buque insignia, Yarron Thayl veía cómo se desarrollaba todo.

Aparte de la pequeña guarnición entre cuyo número acechaba, las fuerzas restantes de Thayl se habían dividido en tres grupos de abordaje. Cada uno liderado por uno de sus elegidos pasándose por él. Mantenía una comunión psíquica con los tres, dirigiendo desde las sombras. Ellos, en cambio, emplearon técnicas largamente practicadas para abrirse a él. Sus poderes psíquicos fluyeron a través de sus lugartenientes, manifestándose como si estuvieran a sus órdenes, asegurando que los tres sirvieran como amplificadores de su voluntad y también como sustitutos convincentes.

Por todo esto, solo parte de la atención de Thayl estaba en la guerra en el vacío. Al resto lo atraían los acontecimientos en el planeta. Era un orbe completamente oscuro, con solo unos pequeños grupos de luces que mostraban tenuemente dónde seguía la resistencia imperial. Estaban todos condenados, Thayl lo sabía. ¿Cómo pensaban enfrentarse al Señor Oscuro? Sería mejor para ellos someterse. No como las Adepta Sororitas que se habían lanzado a ese caldero de sombras. El augur transorbital mostró una concentración masiva de luz artificial, calor y rastros de armas, a un par de kilómetros al suroeste de la Fortaleza Inmaculada. Thayl estaba seguro de que esto marcaba el punto en el que la cathedrum había aterrizado, y donde sus defensores aún luchaban contra las mareas daemónicas. Dos veces, un augurio energético había mostrado probables columnas blindadas procedentes desde la cathedrum hacia la asediada Fortaleza. En dos ocasiones, esas fuerzas se habían detenido antes de llegar a su destino y, después de lo que parecía ser una furiosa última parada entre las sombras, se habían desvanecido. Thayl despreciaba a todos aquellos que seguían ciegamente el Credo Imperial, pero no podía evitar sentir una admiración a regañadientes por la sangrienta determinación de las Hermanas de Batalla de ayudar a sus aliados. No estaba seguro de haber luchado junto a camaradas que mostraran tal devoción o lealtad.

Y realmente, ¿cómo puedes burlarte de su incuestionable fe en su supuesta deidad cuando te llamas a ti mismo Discípulo de este daemon?

Eso fue diferente, sin embargo, Thayl se dijo a sí mismo. Sus muestras de fe tenían un propósito. Eran transacciones: precios pagados por los resultados deseados. Respetaba a Tsorr´Kanath, pero la fe fanática del Portador de la Palabra no se reflejaba en el alma de Thayl. Caminaban por el mismo camino sangriento, pero él sospechaba que los destinos que buscaban al final eran muy diferentes.

"No puedo pensar así", pensó con inquietud. El daemon está más allá de lo antiguo, y la astucia. "Cuida tus pensamientos, no sea que los sienta".

La sangree Thayl se convirtió en hielo cuando las alarmas de amenaza sonaron a través del puente y las pantallas rúnicas advirtieron del desplazamiento maléfico del planeta de abajo. ¿Había captado Be´lakor de alguna manera el sabor engañoso de los pensamientos de Thayl, a pesar de sus mejores esfuerzos? Pero no, algo extraño estaba sucediendo allí abajo, la oscuridad se oscureció aún más hasta que pareció aspirar la luz.

++Disrupción en el planeta++ envío a sus tenientes, enlazando el pensamiento con la mayor urgencia. ++Desconectar y volver de inmediato. El Señor Oscuro...++ Antes de que Thayl pudiera terminar el pensamiento estaba solo otra vez, atrapado en la oscuridad, el puente de su nave de guerra se había ido y nada sobre él salvo el vacío negro de la noche. Cuando llegó la voz de Be´lakor, era un tifón de susurros, pasando a su alrededor, a través de él.

"Vienen más. Los adoradores del cadáver cruzan el velo con la antorcha de la fe en alto. Dejad que los lacayos del Saqueador se ocupen de ellos. Tenemos tareas más importantes de las que ocuparnos, mis Discípulos. Sea cual sea el camino que pisemos..."

Con eso el daemon se fue y la oscuridad con él. Thayl se arrastró en un respiro, sujetándose a una consola de comando rúnica. Las alarmas aullaban por todas partes. El puente palpitaba con luz carmesí y alertas de traducción empírica.

"¿Vamos a entar en la Disformidad?" Pensó, desconcertado. "¡Yo no ordené esto! ¿Qué...?"

Entonces Thayl vio la oscuridad que se elevaba desde abajo, engullendo a Kolossi y a todos los que luchaban en el planeta. Se agitó como la tinta en el agua, rodando hacia fuera, engullendo a su vez a las naves vacías en guerra. Sintió una sensación de terrible aceleración, de caer en un pozo negro, y entonces todo fue oscuridad.

La Cruzada Indomitus[]

Alianza Mechanicus y Ultramarines

La Cruzada Indomitus es la mayor operación militar conjunta de la Humanidad desde que las legiones del Emperador desgarraran la galaxia en nombre de la unificación. Sin embargo, la Cruzada Indomitus no es una conquista. Es un último intento desesperado por repeler la oscuridad. Es una lucha por la supervivencia.

Cuando la Gran Fisura se abrió, propagó una onda expansiva de oscuridad y anarquía, conocida como la Noctis Aeterna, que puso de rodillas al Imperium. No solo se había perdido el Imperium Nihilus, sino que además lo que quedaba del Imperium Sanctus no había salido mucho mejor parado. Mundos enteros habían sucumbido a horrores de pesadilla y matanzas. Sistemas planetarios que habían sido bastiones ancestrales del Imperium estaban al borde del abismo. Las incursiones daemónicas, las mutaciones psíquicas y las insurrecciones asolaban los dominios del Emperador como una plaga.

Enlas horas más bakas, fue Roboute Guilliman, Primarca de los Ultramarines, quien ofreció un rayo de esperanza. No solo reunió a los defensores de Terra aun cunado este estaba bajo asedio, no solo lideró a los Marines Espaciales Primaris desatados para impulsar los ejércitos imperiales, sino que además ideó la Cruzada Indomitus.

Las historias de su insuperable gesta se detallan en incontables sagas imperiales. También se habla del titánico esfuerzo logístico, de la inteligentísima estrategia y de la crueldad implacable necesarias para ponerla en marcha. No hace falta decir que Guilliman, con la ayuda de muchos otros así como del nuevo Officio Logisticarum, organizó el reclutamiento y la partida de la mayor fuerza militar que el Imperium había visto en diez milenios. Sus filas estaban formadas por efectivos de todas las ramas de la máquina bélica imperial: navíos de la Navis Imperialis, los Adeptus Mechanicus e incluso mercenarios y flotas mercantes; liderados por campeones tanto carismáticos y fanáticos como calculadores, heroicos, brutales y monstruosos.

Estas eran las Flotas de la Cruzada Indomitus, cuyo cometido era apuntalar las debilitadas defensas del Imperium Sanctus antes de que este acabara por derrumbarse por completo.

Huelga decir que reclutar a las huestes de cada flota cruzada no fue fácil. No partieron al mismo tiempo ni por orden. No solo eso, sino que además cuando las flotas Tertius, Secundus, Primus y Sextus habían zarpado, las flotas Octus, Nonus y Decimus ni siquiera estaban formadas. Mientras tanto, la flota Septimus estaba envuelta en misterio; la naturaleza y el propósito de la Silente Séptima era un secreto celosamente guardado. Y después estaba la flota Quintus, que se ganó el apodo de la "flota maldita", puesto que estaba rodeada por una nube de mala suerte y dificultades que obstaculizaba el reclutamiento de los efectivos y el zarpado de las naves. Aunque elproceso no fue fácil ni mucho menos, la flota de la Cruzada Indomitus envió una nave tras otra, cada una con un cometido y estrategia distintos, separados de los de sus compañeros de batalla.

Viajar en formación cerrada habría sido ingenuo y excesivo. Si bien es cierto que habrían aplastado toda resistencia que saliera a su paso, por cada sistema asegurado habrían dejado diez en sus flancos y en la popa sin tocar, aún sumidos en el desastre. En vez de eso, Guilliman organizó las flotas cruzadas en múltiples grupos de batalla, cada uno con su identificación alfanumérica en gótico clásico. Al igual que cada flota estaba liderada por su comandante, cada grupo de batalla tenía a su propio maestro de grupo que se encargaba de las naves de guerra, los ejércitos y la cadena logística. Los grupos de batalla seguían siendo fuerzas enormes, capaces de doblegar múltiples sistemas estelares y dividirse en contingentes asignados a campañas o escenarios específicos según fuera necesario. Una veza hubo liderado a su propia flota Primus hasta el fragor de la batalla, Guilliman supo que incluso él podía hacer poco para influir en los destinos de las otras flotas que había mandado reclutar. Aun así, al proporcionarles una estructura organizativa robusta y versátil, hizo todo lo que pudo para contribuir a su éxito. Cada flota de la Cruzada Indomitus repartió sus grupos de batalla como enormes barreras extensas: eran una muralla de espadas desenvainadas con un solo objetivo, aniquilar a los enemigos de la Humanidad.

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Charadon en Llamas[]

Durante los primeros días de las guerras metalicanas, Ferrovigilum y Kobolt enviaron llamadas de auxulio astropáticas. Ya tenían la ayuda de la Casa de Caballeros Raven, y ahora por fin llegaban refuerzos. El Grupo de Batalla Tarsus, de la flota cruzada Primus, había arribado.

Las naves de guerra del grupo de batalla Tarsus emergieron de la Disformidad en el subsector Phlegyr. En su reentrada, los barrocos cascos desprendían fragmentos de realidad deshilachada. En cabeza surcaba el Halo del Mártir, la nave personal de la Abadesa Sanctorum Morvenn Vahl, la dirigente marcial suprema de las Adepta Sororitas. Cuando Vahl fue informada de los problemas en Charadon, dividió a una unidad del grupo de batalla de la Flota Primus, con la que viajaba, para responder a la llamada de auxilio astropática. Dirigía una enorme fuerza, formada por Hermanas de Batalla de las Órdenes de Nuestra Señora Mártir, del Sudario de Plata y del Cáliz de Ébano, entre otras, apoyada por los Marines Espaciales, numerosos regimientos del Astra Militarum y Caballeros de las Casas Griffith y Draconis. Había incluso un contingente, pequeño pero potente, de Garras del Emperador.

Decía mucho de la furia de las mareas de Disformidad locales que el grupo de batalla Tarsus, o al menos gran parte del mismo, decidiera aparecer en el punto del espacio real en concreto. Vahl había ordenado a sus navegantes que triangularan la ruta más directa al subsector Obolis. Pero, en vez de eso, habían emergido a años luz de su destino, y habían perdido algunas naves, que estaban en sistemas y subsectores aún más alejados. De todas las áreas salvajes de Charadon, el subsector Phlegyr había sido el más perjudicado por la Noctis Aeterna. Su Cúmulo Triforja, antaño conocido por su industria, se había convertido en una zona de guerra en la que la Guardia de la Muerte y los Mil Hijos luchaban por controlar sus instalaciones. Al menos, Vahl descubrió que aún quedaban fuerzas imperiales luchando en la región. Algunas guarniciones planetarias seguían en pie, y hacía tan solo unos ciclos, una fuerza de ataque inquisitorial había respondido a unos incursores tzeentchianos.

La estrategia de la abadesa Vahl era rápida y decisiva. En coordinación con el Inquisidor Bastobrevian de Vod, envió al nuevo Contingente III a participar en los combates del Cúmulo Triforja. Vahl lideró a la mayoría de su grupo de batalla en una serie de saltos disformes de corto alcance increíblemente rápidos, encomendándose con plegarias a la protección del Emperador contra los peligros que los aguardaban. Pasaron por la Vía Ánima, hasta los sistemas Eladagh de Lirac. Allí, un torbellino de vocotransmisiones y comunicaciones psíquicas alcanzaron a la flota. Aunque eran de difícil comprensión y se habían enviado hacía semanas, no costó mucho extraer el significado, pero sí costó que Vahl y los demás líderes creyeran lo que contaban. Se intentó extrapolar significados secretos, o intentar discurrir una historia alternativa, pero la verdad era inevitable. Kolossi, el mundo de la Casa Raven y bastión del vecino sistema Tethras, había desaparecido del vacío. No se sabía adónde había ido, pero algunos informes confusos mencionaban actividad hereje alrededor del planeta justo antes de la catástrofe.

Los líderes del grupo de batalla Tarsus estaban consternados y perplejos. Pero no podían retrasar más el avance, puesto que estaban recibiendo una nueva comunicación de voces frenéticas aullando desde el subsector Obolis. Un pequeño grupo de naves había llegado del punto Mandeville, cerca del estrecho de Thorlaf, a pesar de la minúscula ventana de tiempo en la que la flota de Vahl se preparaba para el nuevo salto. Unas pocas eran naves renegadas, incursores piratas que habían saqueado y expoliado y deseaban escapar de la retribución imperial; su destino quedó sellado bajo el fuego del grupo de batalla. El resto eran naves imperiales que huían con refugiados a su cargo o veloces mensajeros enviados para reunir toda la ayuda que Lirac pudiese ofrecer. La mayoría de ellos también fueron aniquilados, pues su cobardía fue considerado un abandono de la causa del Emperador. Sin embargo, antes de morir fueron atormentados para recoger la poca información que pudieran dar.

La situación estratégica ante Vahl era penosa. La élite de las fuerzas traidoras había seguido a Typhus a través de la Llaga hasta el sistema Metalica. Desde entonces se había oído muy poco de ese frente de guerra, y ninguna nave imperial había sobrevivido un viaje a través de La Llaga o de las tormentas disformes más allá de las Puertas de Metalica. Tras el paso de Typhus quedaban pobladores rebeldes y cultos del Caos, entre las que se movían bandas renegadas de Astartes Herejes para invocar daemons y saquear mundos. Estos residuos de la invasión eran claramente peligrosos, pero en circunstancias normales no habrían durado mucho bajo el puñode los ejércitos y flotas imperiales presentes en el subsector. Sin embargo, recibían asistencia de hordas de billones de nuncamuertos y grotescas plagas que agitaban muchos mundos de Obolis. La corrupción rampante perjudicaba a los servidores del Emperador, dificultando sus esfuerzos para coordinarse y repeler al enemigo. La abadesa Vahl entendió qué debía hacerse.

Los mundos del sistema Eladagh habían enviado a gran parte de su ejército a investigar la catástrofe acaecida en Kolossi. Vahl ordenó que los efectivos aún en pie se uniesen a su flota: cada alma pía era necesaria para la expiación venidera. Estaba meridianamente claro que una negativa sería considerada un acto impío y recibiría el castigo correspondiente. Con las fuerzas locales levantadas y reunidas, Vahl les ordenó que la siguieran con toda su fuerza. Dispuesta a no perder ni un solo momento, ella y el Halo del Mártir marcaron el camino una vez más hacia el immaterium. El grupo de batalla Tarsus emergió de la Disformidad frente a las ruinas mancilladas del sistema Duralim, donde se pusieron inmediatamente a trabajar. Lideradas por Vahl, las misiones del Adepta Sororitas aterrizaron en Alexistor, tomado por zombis, quienes fueron purgados sistemáticamente. Las Hermanas avanzaban en líneas de kilómetros de longitud, recitando plegarias a medida que aniquilaban a las hordas. Se les unieron rápidamente las fuerzas de Caballeros, Skitarii y Astra Militarum leales a la Corte de Defensa de Duralim, quienes hollaron caminos sangrientos desde sus bastiones para unirse a als Adeptas Sororitas en su expiación. Los complejos de altares y las macrocatedrales de Alexistor se estremecieron de nuevo con la virulencia de las batallas; poco quedaría de las ruinas profanadas cuando terminara la campaña.

Este espectáculo de redención mediante la destrucción corurrió una y otra vez a medida que el grupo de batalla Tarsus se adentraba en Obolis. Sustace, el mundo agrícola que había sido objeto de cruentas batallas hacía tan solo unos meses, ahora sufría tormentas de fuego que reducían a cenizas a los cultistas e infectados que quedaban. El mundo colmena de Fylenis, en Feiror, se consideró mancillado sin remedio, y sus últimos defensores fueron convertidos en mártires de la causa imperial. Sin previo aviso, los herejes y los leales fueron bombardeados hasta desaparecer. En el mundo industrial de Laboritum, las Hermanas de la Orden de la Rosa Ensangrentada estuvieron a punto de enfrentarse a una fuerza de ataque de los Ultramarines bajo el teniente Aglepus. Esto se debió a que Vahl decretó que, debido a la corrupción generalizada en el planeta, los Astra Militarum y Skitarii que aún poseyeran su manufactura debían ser expiados junto con los Señores de la Noche y los Marines Espaciales del Caos de los Espectros Vacuos. Solo el sello de la abadesa Vahl convenció a los Ultramarines que debían ayudar a las Hermanas de Batalla en vez de enfrentarse a ellas. Aun así, la lucha continuó durante ciclos en Laboritum, en una guerra que pronto fue conocida como la Flagelación.

Un Camino Sangriento[]

El grupo de batalla Tarsus llegó a la zona de guerra Charadon como un torbellino, y aun así su avance sufrió contratiempos. Varias regiones estaban cerradas: el sistema Alumax había sido prácticamente aniquilado tras la apertura de La Llaga, mientras que las tormentas de Metalica impedían que el grupo de batalla de Vahl se enfrentara a la principal fuerza de invasión de Chromyd. Se vieron obligados a luchar en un páramo de pesadilla tras otro, salvando lo que podían de los sistemas externos del subsector.

Los aliados con los que se encontraron estaban desperdigados y, en la mayoría de casos, patéticamente desmoralizados. Los Caballeros de la Casa Raven habían oído rumores de las desgracias de su mundo y solo la dura disciplina del Princeps Grevan evitaba que volvieran a Tethras. No estaba claro cuánto duraría la convicción del Princeps, pues cada ciclo que pasaba envuelto en la incertidumbre y la deshonra aplastante no hacía sino aumentar su tormento. Las cohortes metalicanas sufrían de manera similar, pues eran incapaces de responder a las órdenes del mando para acudir en defensa de su mundo forja. Los Adeptus Astartes eran fuertes pero estaban dispersos, y sus números habían disminuido tras la fallida ofensiva contra Trono de St Bartolph, mientras que muchos de los regimientos del Astra Militarum aún en pie estaban tan enfermos o diezmados que apenas podían luchar. Y, por supuesto, esto era sin contar las hordas heréticas y los piratas xenos que seguían campando a sus anchas. En el mundo fortaleza de Kapston, los Guerreros de Hierro de Gharax el Rompedor se aliaron y se hicieron con las principales batería orbitales del planeta antes de dirigirlas contra las naves de guerra de la Cruzada Indomitus. El sistema Duralim fue declarado "bajo control" tres veces, y tres veces sufrió brotes de plaga. Lor piratas orkos del Kapitán Dregbad Skullbusta pusieron a prueba a las líneas de suministros imperiales hasta la extenuación con emboscadas en el vacío produndo y ataques relámpago. Por todo esto, el sistema Feiror albergaba la mayor resistencia hereje: allí moraba el Lord Akhorath Zeid de la Legión Negra, y no pensaba rendirse.


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La Guarida de Zeid[]

Legion Negra

Akhorath Zeid era un Señor de la Discorida de la Legión Negra. Era el emisario elegido de Abaddon ante Typhus, quien había liderado bajo el Saqueador y aliado su banda a las huestes del Viajero. Pero después de que se abriera La Llaga, Zeid escogió su propio camino. Ahora quedaba claro que era uno que acababa en matanza.

Tras su espectacular escape del mundo de Sustace, Lord Zeid había retirado temporalmente de la guerra a su banda. Como depredador alfa nato, deseaba observar el conflicto, y determinar el mejor lugar donde acechar y dar caza a la presa. El Señor de la Discorida no sentía gran lealtad hacia Typhus y su gran plan. La verdad es que su lealtad a Abaddon había desaparecido en los últimos ciclos, aunque Zeid no se había dado cuenta. Tampoco recordaba los trances meditativos en los que había caído durante horas, o la voz que le susurraba como un viento helado, suspirando como una brisa entre lápidas. De lo que sí era enteramente consciente era que había sido un peón en manos de su señor. Zeid creía que ya era hora de hacerse con sus propios territorios de caza en los enormes páramos de la zona de guerra Charadon. Dejaría que Typhus siguiera luchando en Metalicam y que la infectara con los obsequios impíos de Nurgle si así podía. Zeid tenía sus propios planes para crear un coto de caza a través de varios sistemas estelares, en el que él y sus Ingenios Daemónicos serían los depredadores, y los desesperados supervivientes imperiales serían su presa.

El sistema Feiror había demostrado ser el lugar ideal para el reino de depredadores de Zeid. Aunque los defensores feirorianos habían luchado ferozmente al principio de la guerra, planetas como Felhelm, Ferryk y Forthras habían caído devastados ante las incursiones daemónicas. No solo habían sufrido matanzas y corrupción generalizadas, sino que incluso tras la derrota, sus restos atrajeron a los agentes de la Inquisición. La purga de los regimientos de defensa considerados impuros fue casi tan devastadora como la guerra librada contra los mismos daemons. Millones de soldados del Astra Militarum cayeron en un intento de disipar los rumores de seres maléficos. Las Hermanas de Batalla y los Marines Espaciales fueron capturados y sometidos a desprogramación hipnosantificada. Las cohortes Skitarii fueron sometidas a neuroformateos bináricos en masa a través de sus naves de control, y allí donde sus magos mostraron resistencia, fueron exterminados rápidamente por soldados inquisitoriales reapropiados. Tal y como decía el Comandante de Valhalla Borshenko, poco antes de que él y sus soldados supervivientes fueran ejecutados acusados de corrupción espiritusántica:

Lo hemos sacrificado todo en esta guerra, hemos visto pesadillas que no creía reales, le hemos dado al Emperador nuestro cuerpo y alma. Y ahora estos bastardos sin rostro echam por tierra nuestras ofrendas, escupen sobre nuestras penas y nos castigan por salvarles la vida. No hay justicia en este cruel reino de los Humanos. No se merece pervivir.

Las voces discordantes como esta fueron silenciadas sin compasión, sus palabras fueron borradas y enterradas en criptas bendecidas. Para los agentes del Ordo Malleus, la seguridad de un subsector imperial no significaba nada en comparación con el extenso peligro espiritual contra el que libraban una guerra eterna.

El comandante Borshenko y sus hombres podrían haberse regodeado si hubieran visto lo que sucedió a continuación. Incluso a medida que el sistema Feiror sufría las mismas pestilencias y plagas zombis que sus vecinos, Akhorath Zeid lideró a su propia Legión Negra y un abanico de bandas renegadas menores al ataque. Un mundo tras otro caía ante la ofensiva de Zeid. Los inquisidores que aún quedaban en el sistema intentaron organizar una defensa, pero acababan de diezmar a sus aliados en potencia, y ahora eran tan odiados que incluso sus condecoraciones eran papel mojado a la hora de reclutar supervivientes. La matanza que aconteció se ensañó con ellos.

Las primeras naves de vacío del grupo de batalla Tarsus entraron en el sistema Feiror varios meses después. Un crucero de asalto de los Fulminadores, el Kastoran, salió de la Disformidad compañado por dos escoltas ligeros de Charadon. Los augures de las naves detectaron simultáneamente señales significativas de una guerra cruenta: restos de naves donde se habían librado batallas y destruido plataformas; balizas de intercepción inquisitoriales emitiendo órdenes de abandono del sistema; fragmentos espectrales de vocotransmisiones y peticiones astropáticas de ayuda. Aun así, e incluso antes de poder adentrarse más, el escuadrón fue detectado por un grupo de naves de la Legión Negra y Amos de la Noche. Solo el Kastoran fue visto de nuevo al emerger de la Disformidad en el sistema Duralim algunos ciclos después. Poco quedaba de la tripulación de Fulminadores de la nave, y estos habían sido torturados hasta casi la muerte antes de ser soldados sobre el mamparo de su nave. Los Marines Espaciales, extenuados y rotos, informaron de que el sistema Feiror había caído. Poco después, fueron enviados a la redención hacia la estrella de Duralim.

La Ofensiva Feiror[]

La Abadesa Vahl, el Prínceps Grevan, el Señor del Capítulo Tanielu y un grupo de magos y oficiales celebraron un consejo de guerra tras la derrota de Kastoran. La opinión mayoritaria era que, aunque el sistema Feiror había caído, el retorno del crucero de ataque era un acto de provocación. Era el cebo de una trampa. También se acordó, tras un corto debate, que esto no impediría un contraataque de la corte de defensa de Duralim y el grupo de batalla Tarsus. Grevan ardía por resacirse de su pérdida y de su furia contra el enemigo; Dhane Tanielu sentía la misma ira, pues su belicosidad nata se había enervado tras la derrota en Trono de San Bartolph. La Abadesa Vahl está absolutamente convencida que la ortodoxia y una fuerza masiva resolverían el problema más rápidamente que cualquier otra solución. Además, su presencia aportaba la bendición implícita y la divina protección del Emperador. Bajo su mando, ninguna batalla contra los seguidores de los Dioses Oscuros podría perderse.

Y así empezó la ofensiva de Feiror, con oleadas de naves del vacío imperiales cabalgando desde el punto Mandeville del sistema, atronando con himnos de guerra. Los invasores se encontraron resistencia inmediatamente: campos de minas de vacío; bandadas de Dragones Infernales aparecidas para cometer incursiones relámpago; códigos de deshecho que causaban brotes de enfermedad a bordo de las naves imperiales... A medida que los atacantes se dirigían hacia los planetas exteriores del sistema, sufrieron ataques suicidas de naves herejes, ataques de escuadrones de naves de guerra renegadas y el fuego castigador de plataformas de defensa corrompidas en el vacío profundo. Las bajas leales eran numerosas, y se perdieron muchísimas naves con toda la tripulación y el equipamiento a bordo, pero su beligerancia permitía a los invasores mantener el impulso. Si hubiesen llegado por separado, no habían sobrevivido. En vez de ello, su martillo pilón cayó sobre los mundos del sistema Feiror, sacrificando mártires caídos y enviando escuadrones de intercepción contra las manadas de lobos herejes.

Apenas la mitad de la fuerza invasora imperial sobrevivió para aterrizar sobre los mundos enemigos. El asalto en el mundo colmena de Fylenis fue liderado por una punta de lanza de Caballeros Imperiales y Mechanicus, impulsados por Titanes Cráneos de Hierro. Se enfrentaban a acorazados y fuerazas aéreas, así como a hechicería maligna, y no tardaron en involucrarse en una guerra cruenta. En su punto álgido, las naves imperiales desataron su fuego sobre las colmenas Lastroghast y Yurlik hasta arder. En la invasión del mundo industrial de Ferryk participaron una hueste mixta de Hermanas de Batalla, Skitarii y Guardia Imperial liderada por Excruciadores, Mentores y Novamarines.

Este conflicto degeneró en una matanza violenta, puesto que los invasores se enfrentaron a miles de millones de mutantes, traidores y no vivos. Los líderes de la defensa habían transformado la inmensa manufactora ferrykiana en una fortaleza independiente que se cobró semanas de batalla e incontables vidas. Mientras tanto, la población del planeta resolvió enterrar a los leales en una montaña de cuerpos impuros, asistida por los desarrapados restos de los antiguos protectores de Ferryk. En ambos planetas, el envenamiento por radiación y la enfermedad metafísica perjudicaron a traidores y leales, engullidos por la entropía eterna de la zona de guerra Charadon.

Como un cohete potente que se deshace de sus impulsores, la flotilla de naves imperiales siguió adentrándose en el sistema Feiror, dejando atrás a sus camaradas. Estaba liderada por el Halo del Mártir, a bordo del cual iba la Abadesa Vahl. Había recibido una visión del Emperador, una revelación que indicaba la auténtica ubicación de la cantera. Con su fuerza, lideró su fuerza de ataque al torbellino oceánico Braza, para arrinconar a Akhorath Zeid en su guarida.

La Trampa del Cazador[]

Caos demonio nurgle zanganos 8 edicion

Cuando una punta de lanza imperial fue detectada ardiendo en la atmósfera de Braza, Lord Zeid se congratuló. El mundo oceánico había sufrido horribles cambios en los últimos meses y ahora era el territorio de caza perfecto para el Lord Discordante. Durante el sitio daemónico, muchas de las factorías de recolección de aqua habían sido altamente fortificadas por sus defensores imperiales. Se añadieron enormes muelles prefabricados, cúpulas acorazadas, torreones con metralletas y extensas redes presurizadas de túneles y cámaras submarinas. Los macroarrastreros se habían decomisado y soldado en posición como enormes puentes de una plataforma a otra. Los espíritus máquina que los habitaban habían sido doblegados por sumisos tecnosacerdotes que intentaban evitar una rebelión contra tal indignidad. Los Legionario Negros, junto con bandas renegadas aliadas y hordas de cultistas y mutantes, habían penetrado estos laberintos flotantes y estaban listos para luchar cada centímetro. Pero no era el único terreno de batalla. Durante las batallas anteriores, se habían formado enormes icebergs de biomasa adiposa, los cuales se habían cubierto con una costra hasta engendrar islas ondulantes. Aunque eran peligrosos, eran perfectos para instalar estaciones de comunicación remotas, alijos dea rmas y territorios de caza para los ingenios daemónicos. Además, también había macrotormentas que ardían en la atmósfera inferior del planeta. Las bandadas de Dragones Infernales de Zeid moraban allí, energizadas por los rayos y hambrientos de presas.

Cuando empezó el desembarco imperial, fue brutalmente directo. Las puntas de lanza de Vahl se centraron en las tres fortalezas que aún quedaban en pie, se había deducido que la guradia de Zeid seguramente estaba en una de ellas. El bombardeo previo fue mínimo, puesto que si una estructura se hundía, no había manera de saber si Lord Zeid se había escapado, y cualquier maniobra más sencilla podía llegar a dañar los complejos, ya de por sí peligrosos e inestables. La flota imperial se vio obligada a sumergirse en una tromenta feroz. Las macronaves de desembarco se desintegraron en pleno vuelo, arrojando los cuerpos al mar, sobre el que ya ardían fuselaje y lagos de prometio. Las cañoneras imperiales se sacrificaron para destrozar posiciones defensoras herejes o para depositar cabezas de playa de los Marines Espaciales en la lucha. Una fortaleza tras otra, los invasores aseguraron posiciones y avanzaron, sorteando emboscadas y batallas campales en su búsqueda de quien había convertido Feiror en su coto de caza. La Abadesa Vahl, a los mandos de su Venganza del Mártir y liderando su guardia celestina, iba en cabeza. Pero a medida que las bajas aumentaban y la lucha seguía sin decidirse, no quedaba claro quién era el depredador y quién la presa.

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La Corrupción se Extiende[]

Como una infección que se apodera rápidamente de un cuerpo débil, las hordas invasoras de Typhus se extendieron por Metalica. El Viajero se dirigió sin vacilar hacia su objetivo verdadero; haciéndose con el control orbital alrededor del mundo forja antes de lanzar un ataque planetario a la cabeza de una hueste enorme y monstruosa.

Hora a hora, ciclo a ciclo, la corrupción de las Coronae Militarum e Industris se había extendido. Datadaemons y tentáculos de carne putrefacta saltaban de una plataforma orbital a la siguiente, repartiendo los regalos de Nurgle con velocidad exponencial. A medida que las megaestructuras orbitales cambiaban de bando, así lo hizo el carácter de la guerra del vacío alrededor de Metalica. Allí donde antes los invasores habían sufrido enorme potencia de fuego, ahora las naves de guerra imperiales estaban en minoría. Las baterías de defensa de los mundos forja aún lanzaban bombas y rayos láser, pero con el arsenal de las Coronae corrompidas en su contra, las defensas fueron gradualmente silenciadas. Lo peor de todo era que los defensores no podían arriesgarse a destruir las plataformas infectadas en el vacío, puesto que si su fuselaje caía sobre Metalica, también lo haría su corrupción vírica. Al final, el Capitán Diogenos de los Hijos de Medusa, que se había convertido en el oficial naval de más alto rango aún con vida en la guerra de Metalica, se vio oblidado a dar la orden de retirada a las naves imperiales. Algunas naves decidieron arriesgarse a ser aniquiladas y enviaron a sus fuerzas de tierra a apoyar a los mundos forja; un sacrificio que se cobró multitud de vidas. La triste flotilla imperial continuó plantando cara a los flancos herejes en los ciclos venideros, pero esto no era sino una derrota.

Ahora empezaba el combate contra Metalica. Typhus, que había decidido ignorar la herida santa que llevaba en el pecho y que no sanaba, siguió avanzando acompañado de sus seguidores. Envió invocaciones hechizadas a través del vacío, ordenando a los señores de la guerra que abandonaran sus rencillas y se sometieran a su estandarte en Metalica. Su objetivo era lo único que importaba.

El planeta entero era una extensión infinita de manufactora, megaaltares industriales, enormes fábricas de munición y páramos tóxicos. Sin embargo, la zona industrial Primus era su corazón: un complejo, del tamaño de un continente, de forjas interconectadas, hangares titánicos, altares, autosanctums y otras e innumerables estructuras esotéricas. En su centro estaba el Macrosanctum Primus del Fabriador General Khleng. Fue aquí, en la propia guarida del Fabricador General, donde Typhus iba a liberar su dosis del Gusano Némesis y condenar al mundo forja a una muerte lenta y dolorosa. Para conseguirlo, había enviado a escoria prescindible y comandos de élite a sembrar el caos en los racimos menores de Metalica; había desplegado fuerzas para formar un cordón irrompible, y había mandado a la gran mayoría de sus fuerzas de invasión a la zona industrial Primus de Metalica.

Pero los defensores imperiales no iban a rendirse ni capitular. Cohorte tras cohorte de Skitarii los esperaba para defender su mundo hasta la muerte. Filas apretadas de robots, servidores, caballeros, tecnosacerdotes, titanes, motores de asedio Ordo Reductor y contingentes aliados imperiales se habían desplegado con ellos. En todo el planeta, las forjas manufactura y de motores continuaban produciendo a toda máquina armas, motores de guerra y guerreros cíborg listos para unirse a la lucha.

El mundo forja Metalica abrió fuego sobre las grotescas naves de invasión que intentaban aterrizar, como las defensas de un organismo vivo. Incluso antes de que las llamas de la entrada atmosférica se hubieran extinguido, las naves herejes recibieron rayos de energía esotérica abrasadora, metralla y bombas. Las unidades de aterrizaje perdieron el rumbo y explotaron sobre los páramos industriales. Las naves de ataque, rebosantes de carne putrefacta, se tambalearon antes de reventar como géiseres de fluidos infectados. Los Dragones Infernales, los bombarderos pesados y bandadas de drones fétidos merodeaban entre torres de refrigeración y altares, peleándose con escuadrones de arqueópteros y naves Vendetta. El mundo sufrió una tormenta interminable de bombardeos y metralla, que redujeron a fuselaje y entrañas, sistemáticamente y kolómetro a kilómetro, las líneas de defensa. La primera nave hereje aterrizó entre espirales de humo tóxico lleno de esporas. Su interior vomitó mareas de plagabundos y mutantes que se lanzaban contra los aterrorizados defensores. Tras ellos llegaron Typhus y la Guardia de la Muerte. La invasión de Metalica había empezado.

Las primeras batalla libradas sobre la superficie de Metalica eran acciones de contención contra los herejes. El sector dual del Polo Sur sufrió el ataque de tres equipos de contaminación de la Guardia de la Muerte. Cada fuerza de traidores contaba con unos pocos Marines de Plaga, liderados por un Biologus Putrefacto. Se teleportaron hasta los altares de reclamación, donde los Putrefactos infectaban a revivifactores y fuentes de recombinación con los obsequios enfermizos de Nurgle. Cuando los supervisores magos entendieron el peligro, los altares ya habían reciclado enormes cantidades de material contaminado y los habían convertido en servidores y munición. Localizarlos fue prácticamente imposible, puesto que los efectivos contaminados empezaron a mutar y a infectar a quienes se cruzaban en su camino. Esta distracción los obligó a reforzar el sector del Polo Sur dual con un enorme número de soldados para intentar contener la plaga, lo que dejó abandonada la línea de frente principal, en el norte.

Esto no es sino un mero ejemplo de las astutas tácticas empleadas por los invasores para aprovechar la superioridad numérica de sus enemigos. Además, Typhus se sirvió de cacoespectros en la noósfera del planeta, de plagas de óxido mediante ataques aéreos y de cabalas de Hechiceros del Caos esclavizados, aramdos con espíritus máquina enemigos; incluso transformó los paisajes en factorías del infierno que consumían a los defensores imperiales, entre otras muchas tácticas. Envió a los vectoriums de la Tercera Compañía de Plaga, conocida por ser la más correosa, a capturar pasos y fortificaciones esenciales. Las bandas, como los Nacidos en Pena, el Coro Pútrido y los Virulitas se emplearon a fondo, con la asistencia de baterías de artillería daemónica. Estas bandas habían prometido vender sus vidas al último que garantizara que los refuerzos de Metalica no llegarían a la zona industrial Primus a tiempo para evitar el golpe final de Typhus.

Entretanto, las huestes de Typhus aseguraron un puesto de destacamento en el Yermo Férreo, una estepa de hojas de metal ondulado puntuado por montañas de chatarra, valles de desagüe y lagos químicos, terreno de pruebas armamentísticas y vertedero de servidores fallidos a partes iguales. Estos últimos tenían el nivel suficiente de materia orgánica como para caer a la plaga. Así, a medida que los ejércitos de Typhus avanzaban tras el desembarco, sus enormes huestes de plagabundos aumentaban aún más.

Mientras las bandas renegadas y los Caballeros del Caos lanzaban marchas para destruir las posbiles rutas de escape, la cabeza de la Guardia de la Muerte continuaba hacia el norte, precedida por ingenios daemónicos. Pero lo cierto es que Typhus ni siquiera había necesitado preocuparse de que sus enemigos se retiraran: el Fabricador General Khleng estaba apoplético. Que los herejes hubieran puesto un solo pie sobre Metalica era ya una profanación inimaginable. Que los defensores del planeta huyeran en esa situación era imposible. En vez de ellos, Khleng movilizó cada una de las fuerzas a su disposición, aprovechó cualquier ventaja posible y abrió las criptas tecnológicas más ocultas y prohibidas. Motores de guerra que no habían funcionado desde la Herejía de Horus se pusieron en marcha; bombas radioactivas y municiones prohibidas se lanzaron desde macrobaterías en cantidades que arrasarían ciudades enteras. Tal como un Magos Obliteratum del Ordo Reductor aseveró:

"Es mejor que este planeta y todos sus invasores sufran y mueran juntos que contemplar la indignidad de un desembarco de herejes sobre un mundo del Omnissiah".

Millones de Skitarii y electrosacerdotes marcharon para enfrentarse a las fuerzas de traidores que llegaban desde el norte, arremolinándose alrededor del cañón de datos de San Facsimilus el Replicator, el cual fue e escenario de batallas entre fuerzas herejes y leales; una lucha tan cruenta que pronto el punto más hondo del cañón se halló cubierta por una montaña de metralla y cuerpos de más de medio kilómetro de dimensión. Durante un tiempo, las líneas de batalla cambiaron, y pareció que los invasores fueran a caer. Pero entonces llegaron más fuerzas oscuras desde los cielos, una nueva oleada de naves de la Guardia de la Muerte llegadas al espaciopuerto Iluminación a través de Artificio. Los ingenios daemónicos y los Caballeros del Caos se abalanzaron con gritos desgarradores, rompiendo los flancos imperiales e inclinando la balanza. Los macroclados de Metalica se vieron obligados a retirarse, y las fuerzas invasoras de Typhus consiguieron vía libre para adentrarse en la frontera de la zona industrial Primus.

El Destino de Ferrovigilium[]

Incluso a medida que las luchas se intensificaban en el mundo forja de Metalica, la sangrienta guerra de Ferrovigilium tocaba a su fin. A pesar de los heroicos esfuerzos de las fuerzas del Mariscal Terciano, de la Compañía Olvidada y de sus aliados los Cráneos de Hierro se habían visto obligados a retroceder hasta las mismísimas murallas del sanctum astropático. Habían infligido un enorme número de bajas en la Legio Morbidus. Sin embargo, ahora el corrompido Titán Imperator de la Reina del dolor Lathfyr se acercaba, liderando el ataque final que aplastaría a los defensores. Pero los líderes imperiales habían diseñado un último salve que, si tenía éxito, marcaría un tanto enorme para su causa.

A pesar del avance de los Titanes del Caos, el coro del sanctum acompaño a sus astrópatas en un rito centrado no en enviar un mensaje, sino en proyectar una disarmonía empírica devastadora hasta el corazón de La Llaga. Si podían desestabilizar la Disformidad, incluso aunque fuera una leve irrupción, sus muertes tendrían sentido. Mientras las plegarias del coro ascendían hasta convertirse en gritos de agonía, los Titanes traidores redoblaron sus esfuerzos, puesto que Lathfyr había detectado los picos de energía psíquica y había ordenado detenerlos. Frente a ellos había un trío de Titanes Cráneos de Hierro, cuya trinchera en la retaguardia fue legendaria, incluso cuando sus aliados Caballeros y Skitarii consiguieron huir hasta el espaciopuerto del sanctum. A medida que la batalla alcanzaba su punto álgido, el sanctum astropático imposionó, enviando una onda expansiva de energía psíquica al vacío. Los pocos supervivientes imperiales que huyeron fueron testigos de la caída de los Titanes, abrasados porla energía empírica. Pero no podían saber si los astrópatas habían irrumpido en la Disformidad. Aún no.

Datos Mapa Reconocimiento EXELIS-THETA MET/CI/CHRON 1035 - 1056[]

1 - El triple golpe: Las fuerzas del Caos lanzaron una ofensiva triple, cuyo objetivo era asegurar la macrobatería Reductor Rho-Zeta, el autoaltar de la Legio Cybernetica y el hangar titánido Argentus Cranii. Las fuerzas imperiales retroceden hasta la Línea de Cañón y, con un avituallamiento constante del autoaltar de la Legio Cybernetica y del Manufactorum de munición memorial Agrapatus Vung, paren el avance de los traidores.

2 - Tormenta de fuego: Tras tres ciclos de conflicto constante, el fuego castigador de la macrobatería Reductor Rho-Zeta repele a las fuerzas herejes hasta el espaciopuerto Iluminación a través de Artificio. Khleng desata dos macroclados completos de escaramuzas sicarianas y 10 cohortes de Serberys y Zancoférreos para reclamarlo y expulsar a los herejes.

3 - El descenso de los Dioses Oscuros: La mermada Legio Morbidus aterriza en el páramo industrial al oeste del hangar Argentus Cranii. Las máquinas divinas atacan el hangar y sus alrededores con bombardeos pesados. Como respuesta, las unidades sicarianas surgidas desde Iluminación a través del Artificio retornan para reforzar las fortificaciones del hangar titánido.

4 - Daemons en la profundidad: Una enorme fuerza de ingenios daemónicos corruptos por Nurgle emerge desde el depósito de Liquifactum Ejecta 974 y avanza hasta el altar Generatorum Alpha-Ajax. Si las máquinas infernales lo cercenan con éxito, denegarán la fuerza motriz a las defensas alrededor del Macrosanctum Primus.

5 - Viento en popa: Varios macroclados de Vanguardias Skitarii se despliegan desde la fortaleza operacional Gamma IV a bordo de transportes Skorpius. Navegan por la escorrentía 775 hasta el centro de la batalla. Estos refuerzos estabilizan las cohortes que defienden Alpha-Ajax, que estaban a punto de sucumbir a los ataques de los Ingenios Daemónicos.

6 - Impulso fallido: Las fuerzas renegadas, lideradas por Caballeros del Caos, intentan capturar Iluminación a través del Artificio de nuevo, sirviéndose de las instalaciones para derribar los macroaterrizadores del Mechanicum Oscuro. Sobrepasan los flancos debilitados de Serberys y Zancoférreo, quienes, sin los refuerzos de los frentes de Argentus Cranii y Alpha-Ajax, se ven obligados a retroceder. Sin embargo, la ofensiva hereje se detiene en seco bajo el fuego incesante de la macrobatería Reductor Rho-Zeta. El espaciopuerto sigue en liza.

7 - Sombras de Terminus Est: Con los tres frentes en punto muerto, Typhus ordena un ataque por teleportación desde Terminus Est para llevar Exterminadores Sudario de la Muerte y Dominaplagas directamente hasta Rho-Zeta. Los refuerzos imperiales se afanan en liberar la batería, a sabiendas que es clave para que el enemigo no llegue a puerto. Typhus espera a que las reservas aparezcan para liderar fuerzas sobre el terreno en persona en una nueva ofensiva contra el hangar titánido Argentus Cranii. Atrapada entre las fuerzas de Typhus y Lathfyr, la fortaleza de Argentus Cranii cae.

8 - Corrupción imparable: El extremo occidental de la Línea de Cañón está destrozado, con lo que los renegados envuelven el autoaltar de la Legio Cybernetica e invaden la Datacatedral del Omnissiah Resucitado. Un último esfuerzo de los regimientos 97, 99 y 305 cadianos permite que un macrocónclave de tecnosacerdotes despierte la ira de la plantación de radioaltares de electrodispositivos. La furia desatada de la fuerza motriz hace retroceder el avance hereje, pero los últimos Exterminadores de élite de Typhus sabotean la macrobatería Reductor Rho-Zeta y vencen a los espíritus máquina de las armas, con lo que finalmente el espaciopuerto Iluminación a través de Artificio cae en manos herejes.

9 - Defensa indómita: Gracias a la dirección noosférica en persona del Fabricador General Khleng, las fuerzas de reserva metalicanas reorganizan sus efectivos y responden al ataque hereje con efectividad mecánica. Animados por las Adepta Sororitas, los Astra Militarum y los Questor Mechanicus, establecen un Cordón Primus. Esta nueva línea de defensa se extiende desde las tierras industriales entre la plantación de radioaltares de electrodispositivos al oeste y la escorrentía 7775 al este. Al mismo tiempo, las naves de bloqueo herejes son repelidas por el silo de defensa orbital Icho-Decimus-II el tiempo suficiente para poder efectuar aterrizajes de emergencia al norte del macrosanctum. Los Marines Espaciales Hijos de Medusa y los Cazadores Siniestros refuerzan las líneas imperiales, junto con los supervivientes de la Compañía Olvidada y el Mariscal Terciano. No solo eso, sino que además las columnas de asistencia de la Forja Profunda y de los racimos de Nar-Vault superan a las fuerzas herejes.

10 - Dominio de la entropía: Typhus ordena un ataque integral tras otro. Los Dragones Infernales se enfrentan a los Arqueópteros sobre las torres del Macrosanctum Primus. Los ingenios daemónicos intentan romper las líneas de defensa al norte, pero son repelidos por la valiente Compañía Olvidada, que lucha junto con los Caballeros de la Casa Raven. Bombardeos interminables llueven sobre la fortaleza operativa Gamma IV, aunque no consiguen derrotar sus defensas. Plagabundos, armas, magia negra... Typhus lo intenta todo, y aun así el Cordon Primus aguanta. Tras un ciclo completo de violencia constante, los herejes apenas han conseguido avanzar.

11 - Muerte de la Hacedor de Cadáveres: Typhus ordena un bombardeo a corta distancia para intentar inclinar la balanza. La Hacedor de Cadáveres vuela en órbita baja, ignorando la furia de la defensa orbital Silo Icho-Decimus-II. Al ver que el silo orbital no derrotará a la Hacedor de Cadáveres a tiempo, el capitán de la reubatizada nave imperial Venganza de Vordkin se afana en pararlo. La nave, azotada por las armas de Coronae Corruptas, consigue estrellarse contra el Hacedor de Cadáveres y evitar que siga disparando. Sin embargo, ambas naves caen, deshaciéndose al entrar en la atmósfera y sembrando restos de fuselaje hasta el Racimo Industrial Primus y más allá. El destrozo es indecible, pero el Cordón Primus resiste. Typhus, cuya herida santa empieza a arder de dolor, sabe que se le agota el tiempo.

12 - Portaplagas: Typhus se niega a aceptar la derrota, así que desata todas las armas que aún conserva. Encomienda el ataque a la Reina del Dolor Lathfyr, y apoya a los Titanes con todo lo que tiene sobre el suelo. Sus hechiceros conjuran daemons para reforzar la Ofensiva Portaplagas. El mismísimo Typhus avanza en el corazón de la horda, montado a bordo de su Land Raider Filosucio. Solo tiene un objetivo: alcanzar el corazón del Macrosanctum Primus y desatar el Gusano Némesis en nombre de Nurgle.

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La Batalla de Metalica[]

Horda daemónica de Nurgle

Typhus lanzó toda la fuerza que le quedaba en el asedio de Macrosanctum Primus. El Viajero había luchado en la campaña con una mezcla de astucia, hechicería ritualística y violencia calculada, pero este último golpe requería pura fuerza bruta, impulsada solo por la convicción que la victoria sería suya a cualquier precio.

El asalto final de Typhus, con el nombre en clave Ofensiva Portaplaga, se llevó a cabo en un frente de un kilómetro de anchura. Era una punta de lanza virulenta, que se dirigía a un hueco donde las líneas imperiales ya estaban debilitadas por el ímpetu del Hacedor de Cadáveres. Los Profanadores y Reptadores Revientaplagas combinaron su fuego con tanques de artillería traicionera para aplanar un dique incipiente que provocó la caída de torres y manufactura. La superficie de Metalica eclosionaba con nubes de metralla y llamas cuando los conductos de combustible explotaban allí donde caían los casquillos. Las barricadas prefabricadas se disolvían en chorros de pus corrosivo y con ellas, los soldados, que gritaban de dolor al morir engullidos.

Entonces llegaron los últimos Titanes de la Legio Morbidus. Lathfyr había perdido muchos ingenios en los últimos estertores de Ferrovigilum y ahora buscaba vengarse de los defensores de Metalica. Los Titanes mutados marchaban en una monstruosa procesión cuyos mastodónticos pasos hacían temblar el suelo metálico, apartando a golpes grúas y tuberías a su paso. Ensangrentados, pero en pie, los defensores del Imperium combinaron sus fuerzas para enfrentarse a los Motores-Divinos corruptos. Titanes Cráneo de Hierro, Caballeros de la Casa Raven, tanques, Adepta Sororitas y Astra Militarum se precipitaron hacia la batalla y crearon barricadas entre líneas de defensa y altares para aplastar al enemigo con fuego. El Mariscal Terciano se quedó en la retaguardia con sus cohortes Skitarii de élite, junto con filas de furiosos tecnosacerdotes y sus servidores armados, para formar una última línea de defensa ante las murallas del Macrosanctum.

Aplastados contra el confín del páramo industrial, luchando en un frente brutalmente estrecho, la furia divina del duelo de titanes fue monstruosa. Los escudos de vacío se iluminaban y morían. Las fortificaciones atestados de infantería eran reducidas a cenizas. Las hordas de ingenios de guerra y tanques desaparecían bajo las tormentas de plasma. El Titán renegado Heraldo cayó en el fuego cruzado, y segundos después le siguió el Deus Exactor imperial. Los Cancerberos de guerra Bestia Salvaje y Lupus Rex cayeron uno tras otro; el último aplastado por la furia del reactor del primero. El monstruoso Comecarne cayó hacia atrás sobre una horda de Cultistas del Caos y mató a cientos.

Y entonces llegaron Lathfyr y Desesperación encarnada. El Imperator renegado atajó por en medio de la batalla y mató a tres Titanes Cráneo de Hierro uno tras otro. El Fabricador General Khleng, conectado a las unidades de dataimpulso de su altar interno, ordenó que las fuerzas imperiales se centraran en derribar a la deidad. Los arqueópteros hacían caer tormentas de fuego sobre el Titán. Los Caballeros Imperiales y los ingenios de guerra metalicanos repiqueteaban contra los escudos de vacío uno a uno. Y aun así continuaba avanzando, aplastando las líneas de defensa, creando un camino por el que se colaban las hordas acorazadas de élite y las hordas zombi de Typhus. En su último acto de desesperación, los altares de armas ancestrales dentro del Macrosactum se despertaron y dirigieron sus misiles contra Desesperación Encarnada, cuya arqueotecnología esquivó la realidad y penetró al Titán con explosivos. Para sorpresa de todos, el Titán Imperator se paró en seco, despojado de toda vida, ante las mismísimas murallas del Macrosanctum.

La herida causada por la Legio Morbidus seguía vomitando hordas de Typhus. A bordo de transporte acorazado, su Guardia de la Muerte de élite lideraba una oleada de Plagabundos, cultistas de plaga, Guardias Imperiales renegados y bandas de los Astartes Herejes. Era toda la potencia que Typhus aún poseía, con el cometido de llevar el Gusano de Némesis hasta el corazón del Macrosanctum Primus metalicano.

Los defensores imperiales se resintieron. Hacía ciclos que resistían, alentados por la promesa de refuerzos. Pero ahora, tan cerca de la victoria, el golpe maestro del enemigo era más de lo que muchos podían soportar. Los pocos regimientos del Astra Militarum que quedaban huyeron y atascaron las armas de las Adepta Sororitas y los Marines Espaciales que aseguraban las líneas. Entre el caos, la punta de lanza de Typhus avanzó hasta las murallas del Macrosanctum, donde le esperaba una tormenta de fuego.

El Mariscal Terciano había luchado en incontables sistemas estelares para proteger su mundo. Con las órdenes de su Fabricador General atronando como la mismísima voluntad del Omnissiah, lideró una última jugada maestra. Los emplazamientos de cañones a lo largo de las murallas y torres del Macrosanctum arrasaron a la Guardia de la Muerte. Línea tras línea de Skitarii, robots, tecnosacerdotes y servidores de batalla se abalanzaron con furia hacia los traidores. Los tanques de la Guardia de la Muerte se estremecían y explotaban cuando intentaban avanzar. De ellos salían figuras ardiendo que intentaban abrir fuego pero caían, derribadas por rayos láser. Los nuncamuertos en la zona de exterminio fueron fusilados por carabinas y acabaron formando montañas de carne podrida.

A medida que su Land Raider convulsionaba bajo los disparos, Typhus sintió que su ofensiva moría. ¡Estaba tan cerca de asestar el golpe de gracia! Un grupo de adoradores del Mechanicum Oscuro se agachaba con él dentro del tanque, nutriendo el útero biomecánico que gestaba su metaplaga. Los adoradores lo observaban, conscientes de la desesperación del momento, saboreando la esterilidad amarga de la derrota. Typhus sabía que, a no ser que ordenara la retirada, sus últimas fuerzas perecerían, y él con ellas.

Typhus activó la runa que abría la rampa de asalto del Land Raider. Esta batalla no terminaría con una derrota disputadísima y un pilar del Imperium dañado pero en pie. Typhus se haría con la victoria, o moriría en el intento. Nada menos por Nurgle. Incluso mientras se abría la rampa, el Viajero vocomunicó sus órdenes, dictando a su Guardia de la Muerte que lo rodeara en formación y avanzara mientras la artillería traidora disparaba ráfagas indiscriminadas en todo el campo de batalla. La Guardia de la Muerte era conocida por una cualidad por encima de todas: resistencia indomable. Ahora por fin podrían volver a ganarse su reputación. Typhus y sus últimos Exterminadores protegían a su valiosa carga, acompañados por Marines de Plaga a pie armados con bólteres. Cargaron sin miedo a través de la cortina de fuego. Guerreros veteranos cayeron, acribillados hasta morir. Typhus recibió disparos y fue herido dos, tres, cuatro veces, pero siguió avanzando. La estrategia de fuego Skitarii desfalleció y se tornó desesperada con la proximidad de los Marines de Plaga, que respondían con chorros de materia infectada y metralla enferma. Los traidores estaban cada vez más cerca.

El Mariscal Terciano lanzó su contraofensiva cuando Typhus alcanzó un arco majestuoso, adornado voluptuosamente con braseros y el signo del Omnissiah. Terciano, pensando ya en acabar con el Viajero y sus secuaces, alineó a su Vanguardia en una línea de fuego en la entrada del Macrosanctum. Con una carcajada maléfica, Typhus desató la fuerza de su Enjambre Destructor. Los Skitarii vacilaron y el Viajero atravesó el arco. Con un grácil movimiento de su sacatripas, decapitó al Mariscal Decitor Septrax-Terciano. Los Marines de Plaga y los hechiceros oscuros se abrieron paso tras Typhus, y antes de que las tropas metalicanas pudieran recapacitar, un maremoto de cultistas y plagabundos se abalanzó sobre ellos para inmovilizarlos.

Minutos después, guiado por la tecnohechicería del Mecanichum Oscuro, Typhus dio otro golpe magistral y derribó las puertas del altar interior de Khleng, donde el cuerpo cíborg del Fabricador General estaba conectado a incontables corrientes de datos. Su conciencia casi omnisciente estaba tan lejos, en los campos de batalla de la presencia de los invasores. Para cuando quiso pedir ayuda urgente, ya era demasiado tarde. Bajo la mirada férrea de Typhus, los hechiceros oscuros avanzaron para conectar la capa de la plaga en el cuerpo desamparado del Fabricador General.

Remisión[]

Mientras se libraba la guerra en Macrosanctum Primus, se dibujaba una nueva amenaza para los planes de Typhus. Los aquelarres de hechiceros herejes susurraban cada vez más alarmados cuando echaban las runas y celebraban sus ritos adivinatorios. Al principio no estaban seguros de sus predicciones, puesto que las enormes llamas de energía lanzadas por el mundo forja Metalica interferían incluso con la magia disforme. Pero cuantos más augurios se presentaban, más claro estaba y los aquelarres de Typhus lo entendieron con claridad diáfana. El poder de la Llaga, la abertura que asolaba el sistema Metalica, se estaba extinguiendo.

Quizá la causa era el ataque empírico contra la Llaga causado por los astrópatas de Ferrovigilium. O quizá ese había sido un martirio inútil y esto era simplemente el resultado de otro desafortunado evento, como fluctiaciones en las mareas de la Disformidad, siervos entrometidos de otros Dioses Oscuros que deseaban que Typhus cayera; la pérdida de favor del Dios de la Plaga... Todo era posible y nada era posible, puesto que el mar de alams era incomprensible en su extenso poder.

El motivo poco importaba a Typhus, pero el efecto le importaba mucho más. La presencia disonante de la Llaga era la causa de las tormentas disformes que aislaban el sistema metalicano del resto de la zona de guerra. Si caía antes del final de su batalla, ¿cuánto tardarían en desaparecer las tormentas y se abriría paso a los refuerzos imperiales? El ataque de Typhus en Metalica siempre había sido un riesgo, una aversión mutilada de la estrategia originaria, más cuidadosa. Dependía de la velocidad, que las fuerzas de Metalica habían amortiguado con su irritante defensa, y dependía de la Disformidad. Ahora parecía que ella también le iba a fallar. Se quedaba sin tiempo.

Catástrofe[]

Apenas unos pocos fragmentos de informes imperiales sobrevivieron la Ofensiva Portaplaga. Los documentos informan de un aumento catastrófico de la corrupción de datos proviniente del Macrosanctum Primus en menos de media hora tras la entrada de Typhus y sus acólitos. De los brotes de código de deshecho sucesivos que destrozaron a los soldados metalicanos sobrevivientes, de la anarquía violenta que surgió en toda la zona industrial Primus, de la lucha hereje en retirada... Apenas quedaba información valiosa. Quedaba claro, sin embargo, que en menos de medio ciclo desde el primer brote de Gusano Némesis en Metalica, Typhus y la gran mayoría de sus fuerzas supervivientes habían vuelto al espacio. No mucho después, y mientras aún seguía defendiéndose de efectivos imperiales, la flota traidora se lanzó al espacio disforme en el extremo de Metalica y desapareció. Pero no era una retirada: tras ellos dejaban un sector imperial reducido a la nada, con las semillas de la catástrofe plantadas.

MET/CI/CHRON - 1058LRC Y CONTANDO[]

Tras las líneas de Charadon[]

Artículo principal: Zona de Guerra: Charadon - La retaguardia

Algunos Sistemas en los Subsectores Obolis y Lirac consiguieron evitar la furia de la invasión de Typhus, ya sea por su poco valor estratégico o simplemente por giros del destino. Sin embargo, no quedaron sin tocar por la guerra. Se convirtieron en faros para flotas perdidas, refugiados y tropas que se trasladaban entre frentes. Su guerra era una muy distinta, de política, corrupción y medidas desesperadas. En estos lugares, las maquinaciones de Typhus seguían teniendo su efecto, ya fuese por fuerzas enviadas a realizar razias, o por hordas de no muertos procedentes de la destrucción de Trono de San Bartoloph.

El Día Después[]

Colmena Guardia Imperial Fornax Aleph Cruzada Mundos sabbat Wikihammer

Typhus se había retirado de Metalica, parecía que hubiese abandonado la zona de guerra Charadon por completo. Las estimaciones indicaban que los herejes podrían haber sufrido más de un 80% de bajas, sin contar las fuerzas abandonadas en la retirada. Los estrategas imperiales más grandilocuentes lo llamaron una victoria para la Humanidad. Qué gran error...

La anarquía que reinaba tras el paso de Typhus paralizó el mundo forja Metalica durante ciclos. Servidores mutantes, plagas malignas y bandas traidoras merodeando seguían en la superficie. Las entidades daemónicas que poseían las Coronae no desaparecerían sin más derramamiento de sangre. La producción mundial se había reducido a menos de un tercio de su estándar preguerra, pero la escasez de materiales puros de los mundos y sistemas cercanos significaba que las consecuencias eran incluso peores. Sin embargo, el peor daño de todos había sido el Gusano Némesis de Typhus, un código de deshecho autorreplicante que hundía a los cúmulos cogitadores en un delirio entrópico y corrompía datos reliquia valiosísimos. Entre los conductos y las tuberías de la zona industrial Primus crecían masas orgánicas nauseabundas que debían eliminarse con fuego constantemente. Pero lo peor de todo era que el Fabricador General Khleng había sido reducido a una parodia de sí mismo. Ahora era una masa biomecánica hinchada cuyos tentáculos supurantes se extendían por la ciberarquitectura del Macrosanctum Primus. Su cuerpo irradiaba calor por la fiebre y desprendía un sudor aceitoso que chorreaba hasta el suelo. No podía ni hablar; alternaba discursos incoherentes con gritos enigmáticos y cantos en un idioma desconocido.

Eliminar la corrupción de la zona industrial Primus llevó miles de horas de exorcismos noosféricos y purgas físicas. Pero, finalmente, fue declarada santificada, aunque con trabajos de reconstrucción que se alargarían durante años, y con la conciencia de que algunas valiosas tecnologías se habían perdido para siempre. El Fabricador General fue la última víctima de la purga. Sus magos leales habían mantenido la convicción, durante demasiado tiempo, de que la pureza de las bendiciones del Omnissiah ayudarían a Khleng a superar toda corrupción empírica y biológica. No fue hasta el 63.er ciclo tras la partida de Typhus que los limpiadores santificados obtuvieron permiso para saturar el sanctum del Fabricador General con un bombardeo radiactivo letal y eliminar todo rastro de su presencia. Incluso entonces, el proceso se llevó a cabo entre grandes lamentos bináricos, puesto que Metalica había pagado ya un precio insoportable para superar la guerra. Los magos supervivientes se consolaron con la creencia de que ya habían pasado por lo peor que los herejes tenían planeado, y podrían reconstruir el mundo más fuerte y puro que nunca.

Siete ciclos después de la destrucción del Fabricador General Khleng y de la última corrupción hereje, se produo un nuevo brote del Gusano Némesis. Nuevos tumores aparecieron en máquinas jamás afectadas, hinchados hasta explotar y esparcir masa infectada. Datovoros daemónicos arrasaban núcleos de información que ya eran antiguos cuando el Emperador ascendió al trono. Los Skitarii se convertían en horrores hinchados y se volvían contra sus congéneres, mientras se escuchaban los gritos de agonía del Fabricador General Khleng. Durante tres ciclos, el mundo forja luchó por purgarse de nuevo. Los tecnosacerdotes se tranquilizaron pensando que quizá habían pasado algo por alto. Esta vez, sí se había purgado toda la enfermedad hereje.

Siete ciclos después de la segunda purga, el Gusano Némesis volvió a aparecer. Y otra vez, y otra, y otra. Poco a poco, los sacerdotes de Metalica se dieron cuenta del daño que Typhus había infligido a su mundo. No, su planeta no había caído una sola vez, el Viajero no había sido tan misericordioso. En vez de ello, y ano ser que pudieran encontrar una cura o un método para anlizar, buscar y erradicar la enfermedad, el mundo forja sufriría una muerte lenta y agónica. Metalica tardaría años en llegar a su inevitable fin. Pero llegaría. Y lo peor de todo, es que a pesar de sus plegarias bináricas y los autoagurios, los sacerdotes del planeta no sabían ni por dónde empezar a buscar la cura...

Typhus no presenció la lenta aparición de su victoria. Se encontraba muy lejos de Metalica, ya planeando cómo recuperar la dotación completa de tropas del Terminus Est y reconstruir su flota de plaga. Sin embargo, Typhus sabía que su victoria había sido total, puesto que su dios le había enviado una señal de su favor. Tras largos meses de dolor y frustración, la herida santa que le había infligido la Canonesa Joghilde había sanado. Typhus volvía a estar completo, y sentía la agitación de las nuevas bendiciones en cuerpo y mente. Si, Nurgle estaba complacido con la ofrenda, y con esa certeza marcada a fuego en el alma, Typhus planeaba su siguiente conquista.

El Destino de la Zona de Guerra[]

La batalla final por el destino de la zona de guerra Charadon tuvo lugar en el mundo oceánico de Braza. Allí, el grupo de batalla Tarsus se había enfrentado durante ciclos en una batalla sangrienta a los herejes de Lord Zeid. Combates aéreos salvajes en cielos de tormenta, escaramuzas violentas sobre repugnantes islas de carne y pus e innumerables batallas encima, bajo y a través de las plataformas y las naves del planeta habían causado cientos de bajas. Algunos campos de batalla se habían hundido por completo en las profundidades sin fondo, llevándose a ejércitos enteros con ellos. Y, en cada uno, la Abadesa Vahl persiguió a Akhorath Zeid con incansable determinación y fervor. En las profundidades de la plataforma de recolección de aqua 794/3, orquestó una emboscada bestial en más de cien ingenios daemónicos y una oleada de engendros del Caos se abalanzaron sobre las Hermanas de la Orden de Nuestra Señora Mártir de Vahl. Las llamas purificadoras quemaron el cielo mientras la lucha se extendía durante casi un ciclo entero. Varios cientos de Hermanas se convirtieron en mártires mientras luchaban en el laberíntico corazón de la plataforma contra monstruos mecánicos y orgánicos. Por fin, la misma Vahl lideró una carga de Exoesqueletos Ejemplares en la que ella y Lord Zeid casi se mataron en un combate cuerpo a cuerpo, y que causó la retirada de la Legión Negra.

Los dos enemigos volverían a enfrentarse poco después. Tras varias victorias difíciles en las plataformas y en los cielos del hemisferio norte de Braza, las fuerzas de la Cruzada Indomitus acumularon un verdadero ímpetu. Lord Zeid buscaba detener las victorias de sus enemigos con un golpe de gracia, así que tendió una trampa en Omnis, un hábitat acuático habitado que había sido el punto de coordinación de las flotas de macroarrastre de Braza. La Abadesa Vahl, que ya conocía bien la predilección obsesiva de su oponente por las emboscadas, atacó con un bombardeo barrido en órbita, que utilizó enormes cargas de profundidad para poner en peligro a Omnis y obligarlo a pasar al modo de supervivencia.

El enorme hábitat salió a la superficie como si fuera una antigua civilización, entre géiseres de un kilómetro de altitud y restos de la atmósfera. Incluso antes de acabar de emerger, miles de soldados imperiales lo abordaron en tanques y lanzaderas apra causar grietas e invadir la megaestructura. Aunque ya había recibido varias heridas, la Abadesa Vahl volvió a la carga, esta vez con la asistencia del Señor del Capítulo Tanielu y sus Atormentadores sobrevivientes, así como un gran número de Vástagos Tempestus y veteranas cohortes Skitarii. La batalla se libró durante horas. Los herejes se vieron obligados una y otra vez aceder terreno, puesto que los vengativos guerreros imperiales sobrepasaban sus defensas y superaban sus ataques, cada vez más frenéticos. Sin embargo, los campeones imperiales no pudieron librar su batalla final con Lord Zeid. Cuando el Señor Discordante dio la orden de que su lanzadera orbital volviera a extraerlo de la situación, la Abadesa Vahl y el Princeps Grevan acordaron rápidamente que no podían permitir tal cosa. Los Caballeros Raven acribillaron la nave hasta que los motores explotaron y el fuselaje en llamas cayó sobre Zeid y sus Elegidos como la espada del Emperador. Más de dos kilómetros cuadrados de Omnis se hundieron bajo la masa ardiente y explosiva de la nave, y aunque se llevaron a cabo búsquedas exhaustivas entre los restos, las tropas imperiales no encontraron señales de vida de Lord Akhorath Zeid.

A medida que se extendían las nuevas de la muerte de Zeid, los herejes abandonaron la lucha. Las bandas de Marines Espaciales del Caos desaparecieron en la Disformidad. Los cultos del Caos y los levantamientos mutantes se hundieron en la desesperación. Se declaró la victoria imperial en todo el sistema, pero quedaba por ver lo pírrico de la misma.

Principio y Final[]

Tras la partida de Typhus, la desaparición gradual de las tormentas disformes alrededor del sistema Metalica y la derrota de Akhorath Zeid, la zona de guerra Charadon por fin fue declarada pacificada. Los informes de las consecuencias tardaron meses en llegar al Mando del Segmentum, y aún más en recibir una respuesta. Para cuando llegó a los subsectores Obolis y Lirac, ya había quedado claro que había sido un espejismo. El mundo forja Metalica estaba cercenado. Su infraestructura dependía de la llegada de una cura que sus magos apenas entendían. Los aliados más cercanos, la Casa Raven, habían perdido su hogar. El Princeps Grevan entendía que declarar a su casa Desarraigados tan solo confirmaría la victoria del enemigo que les había arrebatado Kolossi. Pero no podían ignorarla enorme afrenta, ni el deshonor de tan tremenda pérdida. Así que la Casa hizo un nuevo juramento: viajarían por las estrellas luchando contra los herejes allí donde los encontraran y buscando noticias del destino de Kolossi. Darían caza al poder maligno que había robado o destrozado su mundo, y se vengarían con sangre sin importar el coste. Esta decisión debilitó enormemente al subsector Lirac, pero Obolis había sufrido aún más. Un puñado de sus mundos seguía habitable, sobre todo en el sistema Rhodior, el menos afectado por la guerra. Sin embargo, estaba infestado de refugiados enfermos, y además debía pagar el diezmo imperial. Mientras tanto, los planetas en Brezantius, Feiror, Duralim y Alumax o bien permanecían en una cuarentena indefinida debido a una infestación de nuncamuertos, o bien habían sufrido Exterminatus, o bien estaban en manos de señores de la guerra xenos y herejes. Los grandes tesoros de los Adeptus Mechanicus languidecían en muchos de aquellos mundos, pero muy pocos se atrevían en buscarlos. Tan solo se seguía luchando en Chromyd, hasta que el incansable Lord Thraxoplasmox fue derrotado por las vengativas Cohortes de Deimos. Pero incluso esa victoria no valió de nada, peusto que Thraxoplasmosx escapó junto con varias naves de plaga de sus guerreros, y dejó tras de sí un sistema que nunca más podría albergar vida. Como un soldado herido, enfermo y abandonado, que tan solo podía agotar los recursos de sus camaradas, las tierras de Charadon habían sido destrozadas para siempre. Se necesitarían años y vidas para purgar y reclamar la región, si se podía rescatar, y mientras tanto sería un infierno infestado de plaga en el que se producirían nuevos brotes de una enfermedad nauseabunda cada ciclo. Abaddon se había hecho con una victoria sangrienta en el sector Charadon, y los guerreros de la Cruzada Indomitus tenían poco más que hacer excepto destinar las pocas fuerzas que les quedaran a asistir en la batalla en curso, antes de continuar en busca de conflictos donde pudieran realmente expandir los dominios del Emperador.

Fuerzas del Imperium[]

Mechanicus skitariii avance selva

En la zona de guerra de Charadon confluyeron miles, si no millones, de guerreros del Imperio. Como en todo sector imperial, en el Sector Charadon había apostadas una enorme cantidad de tropas de defensa, aunque durante las últimas batallas el conflicto había reducido a muchos de los primeros defensores a la nada. Sin embargo, un enorme flujo de fuerzas de la Cruzada Indomitus alteró enormemente el carácter de los ejércitos imperiales comprometidos a la zona de guerra. Mientras tanto, los defensores iniciales que habían sobrevivido se vieron forzados a integrarse en nuevas formaciones y alianzas para luchar y sobrevivir.

Sería una simplificación gruesa afirmar que, simplemente por el hecho de que todas luchaban por la defensa de la misma región del espacio imperial, las fuerzas que defendieron las tierras de Charadon estaban unificadas. Al contrario, divididas en castas sociales y dogmáticas, dirigidas por estructuras de mando divergentes, eran poderosas pero carecían de coordinación.

Entre las que más se implicaron están las legiones del propio mundo forja de Metalica. Mostraron una lealtad incuestionable hacia el Fabricador General Khleng y cumplieron con un cometido tan a la perfección que parecían extensiones de su voluntad. Sin embargo, incluso en esas circunstancias había división: Los cohortes Skitarii cumplieron las directivas Khleng del modo más eficiente posible, dirigidos por los Tecnosacerdotes desde sus naves de mando; en comparación, las fanáticas oleadas del Culto Mechanicus que servían en Metalica eran muy difíciles de liderar, pues su fervor religioso les daba gran fortaleza y coraje, pero era un pobre sustituto para su falta de rigor estratégico y, por tanto, los tecno-magos subordinados de Khlen solían concentrar a dichas fuerzas en grandes posiciones de reserva, guarniciones santificadas que pudiesen ser defendidas sin necesidad de coordinarse directamente con otras cohortes o con los no creyentes de los ejércitos Imperiales convencionales, a los que apenas podían tolerar.

Además de eso, estaban los titanes de los Cráneos de Hierro. Con su legión aún mermada debido a las pérdidas sufridas en Armageddon, el Alto Princeps VanKassen se negaba a enviar máquinas de guerra al combate sin tener certeza de la victoria. Esta actitud conservadora permitió a la Legión aguantar en un estado bastante robusto hasta los últimos compases de la guerra, pero costó la derrota en más de un conflicto local debido a fallos inexplicables de las comunicaciones o de los reactores cuando se suponía que los Titanes de los Cráneos de Hierro debían avanzar.

Los más extravagantes de todos eran los magos que capitaneaban el escuadrón de arcas de de erradicación de Metalica. Adoradores de la bendita irradiación, que consideraban la vida biológica como poco menos que una plaga. Estos fanáticos interpretaban sus imperativos de datos de modo que les permitieran lanzar su apocalíptico arsenal y sus oleadas de Skitarii saturados de radiación tanto contra enemigos como contra supuestos aliados.

Estas eran las divisiones en las enrevesadas estructuras de mando del mundo forja Metalica, pero mirando a las fuerzas imperiales en su conjunto, el problema se magnificaba sustancialmente. El teniente Heraldus Sheradane y su potente flotilla de naves de la Armada Imperial tenían su base en Anclaje Solari. Sin embargo, muchos tecnosacerdotes de Heptus Khleng trataban a esos supuestos aliados con una desconfianza paranoide; por eso Sheradane fue apartado de varias reuniones estratégicas clave durante los primeros estadios de la contienda, viéndose obligado a reunir su propia información de inteligencia, y operar de acuerdo a ella. Los comandantes de los regimientos guarnición del Astra Militarum dispersos a lo largo y ancho del subsistema Obolis sufrieron similares experiencias. Más de un ejército de Guardia Imperial quedó expuesto y fuera de posición cuando las fuerzas de Metalica avanzaron o se retiraron sin coordinación estratégica previa. Aún peor, varios oficiales superiores se vieron obligados a elevar quejas al Munitorum - muchas de las cuales siguen pendientes de investigación - después de que sus tropas fueran puestas en peligro por el alto mando de Metalica a fin de preservar a Skitarii, Titanes de los Cráneos de Hierro o incluso santuarios máquina y manufactorums que se consideraban sagrados.

Si a todo eso le sumamos las encorsetadas tradiciones guerreras de las Casas de Caballeros, la autonomía natural de los Capítulos de Marines Espaciales y las estrategias de inspiración divina de las Hermanas de Batalla, es fácil ver que los ejércitos imperiales actuaban más como una coalición laxa que como una fuerza cohesionada. Todo esto se veía agravado por la turbulenta Disformidad y los vastos abismos interestelares que entorpecían las comunicaciones y las coordinación hasta el punto de ruptura. De ese modo, a nivel planetario, la campaña para defender la zona de guerra Charadon consistía en miles de frentes de batalla individuales, cada uno de ellos disputado por las fuerzas imperiales que hubiese disponibles según las últimas órdenes recibidas (si es que habían recibido alguna).

Aún así, los ejércitos imperiales lucharon con valor y determinación para rechazar a los invasores herejes y xenos. Por cada conflicto en el que la desconfianza o los erroes de comunicación hacían temer el desastre, había muchos otros en los que los comandantes imperiales y los del Adeptus Mechanicus lograban formar una combinación más fuerte que la suma de sus partes. La potencia de fuego del Astra Militarum unida a la capacidad de destrucción orbital de los Marines Espaciales, la fe inquebrantable del Adepta Sororitas y el Culto Mechanicus unida a la fuerza bruta de los Caballeros Imperiales; los irreductibles Skitarii combatiendo junto a la élite de la Inquisición. Todas estas alianzas y muchas más lograron alzarse con la victoria en incontables teatros de operaciones.

A continuación se muestra un registro de las tropas imperiales en el frente de Charadon, diferenciando a aquellas presentes al inicio del conflicto y a las aportadas por la Cruzada Indomitus.

Adeptus Mechanicus[]

[Nota: Es imposible conocer el verdadero alcance de las fuerzas de defensa de Metalica, por su complejidad y tamaño, y por el secretismo de los sacerdotes del Omnissiah. Los números a continuación son un cálculo a grosso modo y continuar en el archivo tableta-datos 845.34609]

  • Fabricador General Heptus Khleng y Tecnomagos veteranos del mundo forja Metalica [numeris obscuras].
  • 14 Mariscales Skitarii [subref. Mariscal Decitor Septrax-Tertian].
  • 14 macroclados Skitarii y elementos de apoyo vehicular y servidores [nota: Amplia variedad de subsoldados de esta denominación, subrefs. Serberys / Pteraxii / Sicarianos].
    • Reserva defensiva de Metálica: 1º Macroclado, 2º Macroclado, 5º Macroclado, 6º Macroclado.
    • Fuerza expedicionaria metalicana de élite: 3ª Macroclado > Mariscal Decitor Septrax.
    • Guarnición Tercia de defensa del sistema Metalica: 4ª Macroclado, 7ª Macroclado.
    • Guarnición metalicana de ocupación de Obolis: Macroclados 8ª - 14ª.
  • [numeris obscuras] cónclaves de Electrosacerdotes del Culto Mechanicus y fuerzas de apoyo spiritu-mechani-auxilia.
  • 5 cohortes de la Legio Cibernética.
  • [numeris obscuras] recursos de macroartillería de la Legio Reductor.
  • 37 motores clase Titán de los Cráneos de Hierro [nota: Presencia de 3 ingenios clase Warmaster, entre otros Absolución en el Fuego, ver D-56 <información adicional>].
  • [numeris obscuras] regimientos de infantería, armaduras y artillería Astra Militarum [subref. tableta-datos 120.07].

>> sublista continúa en >64k::2396.

El apartado anterior es una suma general de la fuerza metalicana durante esta campaña. La fuerza operacional exacta y los despliegues de material santificado como el armamento Ordinatus o los arqueorelicarios son información clasificada. El Adeptus Mechanicus es desesperantemente vago y paranoico en cuanto a la exposición de tales datos por motivos prácticos...

Adeptus Astartes[]

Capítulo Atormentadores[]

Elementos de Otros Capítulos[]

  • Fuerza de Choque Epathus de los Ultramarines.
  • Fuerza de Choque Capsilion de los Hijos de Medusa.
  • Fuerza de Choque Vorgha de los Cicatrices Blancas.
  • Fuerza de Choque Sathaliel de los Coruscadores.
  • Fuerza de Choque Lucior de los Dracos Audaces.

>> Sublista continua en >>KH-4<LL>

Grupo de Batalla Primus[]

  • Fuerza de Choque Vorn de los Fulminadores.
    • Capitán Vorn, Fulminadores 4.ª Compañía.
  • Fuerza de Choque Daisu´ka de los Archas Terribles.
    • Capitán Daisu´ka, Archas Terribles 3.ª Compañía.

Questor Imperialis / Questor Mechanicus[]

Casa Raven[]

  • Princeps Grevan, Señor de la Fortaleza Inmaculada, piloto de Ferrus Maximus.
  • Corte gloriosa al mando del Heraldor Exaltos Barón Daklorn, piloto de Furia templada.
  • 1.216 armaduras de Caballero y pilotos, divididos en 102 lanzas operacionales.
  • 46 Cohortes de Tecnoguardias de la Casa Raven.
  • 4.217 Sacristanes con transporte añereo acorazado
  • 16 Arcas macrotransportadoras del Adeptus Mechanicus.

Elementos de otras Casas de Caballeros[]

>>sublista continúa en >>KD-7.4<LV>

Grupo de Batalla Primus[]

  • Casa Griffith, 7 Lanzas.
    • Cazador Maestre Iyap Grothelgaard, Casa Griffith.
  • Casa Draconis, 2 Lanzas.
  • Casa Taranis, 3 Lanzas.

Desarraigados[]

Una simple línea de datos no es tributo suficiente para una banta tan veterana como la Compañía Olvidada. Liderados por Lady Halenna, una Caballera que antaño perteneció a la Casa Terryn, estos descastados errantes se vieron atrapados en el sector Charadon con la llegada de la invasión final de Typhus. Combinando una mezcla poco convencional de Caballeros ligeros, medios y pesados, más une serie de estrategias audaces (según algunos, demenciales), la Compañía Olvidada se enfrentó repetidamente a ingenios de clase Titán de la Legio Morbus en diversos campos de batalla y prevaleció una y otra vez. Sin embargo, ese solo seria el principio de su heroica historia...

Adepta Sororitas[]

Defensoras de Alexistor[]

  • Orden de Nuestra Señora Mártir - 5 Comanderías bajo el mando de la Comandante Canonesa Joghilde.
  • Orden del Halo Irrompible - 2 Comanderías.
  • Orden del Bendito Sufrimiento- 3 Comanderías de milicia Fratrías auxiliares (DATA NUMERIS INCALCULO).

Órdenes / Elementos Adicionales[]

Grupo de Batalla Primus[]

  • Abadesa Sanctorum Morvenn Vahl, Vox Imperator, la Bendecidísima [consultar B34>>82365: información detallada sobre la élite marcial y los elementos de escolta de la Abadesa Sanctorum].
  • Orden de Nuestra Señora Mártir, 11 Preceptorios.
    • Canonesa Preceptora Sigurd Chastrin, Orden de Nuestra Señora Mártir.
  • Orden del Sudario de Plata, 5 Preceptorios.
    • Canonesa Preceptora Merity Khol, Orden del Sudario de Plata.
  • Orden del Cáliz de Ébano, 7 Preceptorios.
    • Canonesa Preceptora Ximena Sandro, Orden del Cáliz de Ebano.
  • Órdenes adicionales (Rosa Ensangrentada, Amuleto de Ónice, Lágrima Carmesí / App: otros:addendus), 23 Misiones.

>>sublista continúa en >>KO-2<LVX >

Astra Militarum[]

Despliegues Regimentales en el Sector Charadon (Continuación de Documento/GH5#K//Yua)[]

>> sublista continúa en >>KUP 10-16.2<JKD2>

Grupo de Batalla Primus[]

  • Cónsul comandante supremo Maximilius Bletch, Astra Militarum [Caballeros de Kostian] y un consejo consolidado de oficiales.
  • 4 Regimientos Vástagos Tempestus [12.ª Centauros délficos, 36.ª Lobos Arcadianos, 41.ª Grigos Kápicos, 19.ª Gorgones Béticos].
  • Potencia estimada: 73 Regimientos del Astra Militarum.
    • [notus inclusor 447.ª Vengadores Cadianos, 117.ª Sepultureros de Ardassi, 79.ª Dragones de Mobrech, 99.ª Sangreazules de Volpone].

Adeptus Custodes[]

Grupo de Batalla Primus[]

Hermanas del Silencio[]

Grupo de Batalla Primus[]

  • Cuerpo Tiburones de Cobalto.

Elementos Navales[]

Elementos de Vacío Metalicanos[]

  • Flotilla de arcas de erradicación - (CLASSIFICATUM IMPREGNA-AJAX)

Navis Imperialis - Flota de Batalla Charadon[]

  • Flotilla del Anclaje Solari bajo el mando del teniente Heraldus-Clase Lihua Sheradane.
  • 4 Naves de vacío clase Crucero.
  • 13 Naves de vacío clase Escolta.
  • 1 Nave capital clase portanaves.

Grupo de Batalla Primus[]

  • Halo del Mártir: nave de batalla personal de la Abadesa Sanctorum Morvenn Vahl, patrón [INFORMUS RECUSIO INTERDICTUM].
  • Corona de Cenizas: Acorazado clase Aniquilador, nave insignia de la capitana Abedwe.
  • Infatigable: Portaflotas clase Némesis.
  • Ira abundante: Crucero Acorazado clase Furioso.
  • 5 naves de la Armada Imperial clase Crucero.
  • 17 naves de la Armada Imperial clase Escolta.
  • 41 naves de la Armada Imperial de transporte.
  • 6 Cruceros clase Piedad del Adepta Sororitas [añadir: archivo/ "El regalo del Archifabricador Nexatin"].
  • 6 Cathedrums de Invasión clase Preceptor.
  • 19 naves de ofrenda del Adepta Sororitas clase Capital [patrones y orígenes variados].
  • 8 capillas de desembarco clase Misión.
  • Ominoso: Crucero de Asalto de los Fulminadores.
  • Azote de Kalestos: Fragata clase Gladius de los Fulminadores.
  • Golpe Mortal: Crucero de Asalto de los Archas Terribles.
  • 4 naves de transporte de los Caballeros clase Macronave de desembarco.
  • 1 nave de desembarco clase Cathedrum [af: Casa Draconis].

>>la lista sigue en >> dogG77F<L13.

Fuerzas del Caos[]

Caos nurgle demonios vs guardia imperial

Las huestes invasoras reunidas por Typhus y Lord Zeid para atacar el Sector Charadon eran tan vastas como variadas. Desde la nociva Guardia de la Muerte hasta los arrogantes Legionarios Negros y muchos otros Astartes Herejes, pasando por máquinas de guerra titánicas, repugnantes naves de guerra, océanos de cultistas mutados e incluso daemons de pesadilla, era como si la Disformidad hubiera abierto sus fauces y vomitado sobre la región todos sus horrores.

Estas fuerzas operaban de manera caótica y anárquica, pero su naturaleza no las hacía menos letales, por supuesto. Para poder organizar estas fuerzas, se necesita un campeón que, por su fuerza y carisma, pueda cimentar algo parecido a una estrategia y alianza. Typhus es uno de estos caudillos, pues su reputación demandaba respeto y obediencia. Además, la presencia de Zeid y, así, la autoridad implícita del Señor de la Guerra Abaddon, no era ninguna sorpresa que Typhus fuera capaz de forjar una flota de invasión de tan aterrador tamaño y poder.

En realidad, Typhus y Zeid reunieron a tres alianzas ya existentes, y coordinaron sus esfuerzos en una terna ritual de fuerzas invasoras. No todos los miembros de la Guardia de la Muerte ven a Typhus con buenos ojos debido a su enfrentamiento con el Primarca Daemónico. No obstante, aquellos campeones de plaga que responden a su llamada le suelen ser sorprendentemente fieles. En esa ocasión, recurrió a dos de dichos aliados, el Capitán de plaga Oghlosmus Bilge y el Señor de la Virulencia Ghulgh Thraxoplasmox. El primero venía de la 6ª Compañía de Plaga, y traía consigo una imponente flota de naves de plaga, más grande incluso que la que tenía Typhus con la Terminus Est. Bilge mantenía además fuertes lazos con la Reina del dolor Lathfyr, la degenerada Princeps de la temible Legio Morbus. Bilge disponía de naves de guerra en las que transportar a los Titanes de la Reina del dolor desde una zona de guerra hasta la siguiente, y a cambio Lathfyr, una criatura de aspecto tóxico y pesadillesco encajonada en un capullo amniótico, ofreció a Bilge una cantidad inigualable de tropas de asalto terrestre. Lord Thraxoplasmox, por su parte, era un azote viviente especializado en extender la miseria y la desesperación de forma metódica. Aportó a la invasión numerosos vectoriums además de una horda de máquinas de guerra acorazadas, y estableció un juramento con Typhus para tomar el Canal de Barlech y desangrar al enemigo en un tercer frente.

Lord Zeid, mientras tanto, lideraba a una hueste más homogénea de Legión Negra|Legionarios Negros. Su banda, y en particular su vasta y temida horda de Ingenios Daemónicos, seguía poseyendo el poder combinado para conquistar mundos enteros. Sin embargo, veía su rol en la invasión más bien como el de un facilitador, para mantener activos en nombre de Abaddon a lo que veía como una colección de aliados apáticos y holgazanes, haciendo que llevasen el peso del combate y enjugasen la mayoría de bajas. Zeid quería provocar la masacre por pura diversión personal, mientras contemplaba el conflicto en su conjunto desde la retaguardia, pendiente de informar a su amo una vez que la victoria hubiese sido asegurada.

Otros Astartes Herejes acudieron a reunirse bajo el fétido estandarte de Typhus, llevando consigo a guerreros de élite, máquinas de guerra corruptas y potentes naves. Entre ellos destacaba la misteriosa alianza que se hacía llamar ¨los Discípulos¨, y que comprendía a miembros de los Portadores de la Palabra y de la Legión Alfa. También había incontables pequeñas bandas de Marines Espaciales del Caos, que se sumaron a la invasión como bestias carroñeras corriendo para destripar a un cadáver. Algunas de dichas bandas seguían a los estandartes de la Legio Morbus, mientras que otras simplemente buscaban superar a las demás en cuanto a hazañas y conquistas, y de ese modo ganarse las recompensas de sus oscuros patrones. Con cada nueva adición, la fuerza invasora ganaba poder marcial, si bien al mismo tiempo se arriesgaba a ir sumando nuevas rivalidades y posibilidades de cismas.

Mientras que los Astartes Herejes, los Titanes del Caos, los Caballeros caídos y sus naves de vacío representaban los elementos más poderosos de la fuerza atacante, no eran ni de lejos los más numerosos. Pues en sus filas había incontables sectarios y herejes menores. Las bodegas de carga de casi cada nave traidora rebosaban de esclavos y cultistas y era raro encontrar un planeta en todo el Sector Charadon que no albergara células del Caos, grupos de insurrectos u hordas de mutantes que sabían que su única esperanza de salvación consistía en abandonar la dudosa protección del Imperio en favor de los Dioses Oscuros.

Seres aún más antinaturales se unieron a la lucha del lado de los invasores. Gracias a las impías enfermedades extendidas por Typhus y sus seguidores, una marea de Plagabundos, Zombis de la Plaga y otros seres deformes y horrorosos barrió los campos de batalla de la zona de guerra Charadon. Oscuros rituales trajeron a grandes hordas daemónicas desde el otro lado del velo, con el infame Rotigus el Pluvioso a la cabeza, esparciendo masacre, pestilencia, mutación y perversiones de todo tipo en los atribulados mundos imperiales.

Para cuando las fuerzas invasoras de Typhus atravesaron la Llaga y llegaron al sistema Metalica, la antaño alianza se había fracturado en múltiples facciones. Un gran número de traidores aún seguían al Viajero, pero muchos otros se habían sometido a Akhorath Zeid o a uno de los señores de la guerra y déspotas de menor importancia. Otros desaparecieron en la sombría estela de Be'lakor.

A continuación se expresa una lista de las fuerzas desplegadas por los siervos del Caos durante la campaña, diferenciando la composición de las mismas antes y después de la campaña, en el caso de haberla.

Guardia de la Muerte[]

Una aclaración sobre los vectoriums: siendo adoradores corruptos de los Dioses Oscuros y, por su propia naturaleza, anatema a todas las formas de raciocinio, las bandas llamadas ¨vectoriums¨en las que se organiza la Guardia de la Muerte no representan valores fijos en cuanto a número de tropas ni fuerza de combate. Algunos vectoriums de los que participaron en esta campaña no contaban más que con un puñado de Astartes Herejes, mientras que otros eran unidades formidables con la potencia y el apoyo acorazado suficientes como para conquistar por si mismo ciudades o estaciones de vacío enteras.

Huestes Invasoras de Typhus[]

Fuerzas iniciales Fuerzas finales
Comandante: Typhus, "el Viajero"
1ª Compañía de plaga 8 vectoriums 5 vectoriums
2ª Compañía de plaga 3 vectoriums 2 vectoriums
4ª Compañía de plaga 2 vectoriums 1 vectorium
5ª Compañía de plaga 1 vectorium Sin presencia
6ª Compañía de plaga Sin presencia 9 vectoriums
Vehículos e ingenios 168 efectivos 117 efectivos
No muertos DATANUMERIS INCALCULO

Flota de Typhus[]

  • Terminus Est, nave capital de Typhus.
  • 7 Naves de plaga: 4 clase capital, 3 clase crucero.

Flota de Plaga de Oghlosmus Bilge[]

  • 2 Macronaves clase Pecio espacial >> Clarión del Apocalipsis >> Flagelonato.
  • 11 Naves de plaga clase capital.
  • 21 Naves de plaga clase Crucero.
  • 49 Naves de plaga clase Escolta.
  • 6ª Compañía de plaga, 21 Vectoriums.
  • Tripulación de chusma cultista/mutante (DATANUMERIS INCALCULO).

Marea de Mugre de Lord Thraxoplasmox[]

  • 3 Naves de plaga, clase capital.
  • 2 Naves de plaga, clase Crucero.
  • 4 Naves de plaga, clase Escolta.
  • 5ª Compañía de Plaga, Vectorium "El Impuro", comandado por Lord Gulgh Thraxoplasmox (NUMERIS FORTIS EXTREMIS).
  • 1ª Compañía de plaga, 4 Vectoriums.
  • 2ª Compañía de plaga, 4 Vectoriums.
  • 3ª Compañía de plaga, 4 Vectoriums.
  • 5ª Compañía de plaga, 3 Vectoriums.
  • 7ª Compañía de plaga, 5 Vectoriums.
  • 210 Vehículos acorazados/Ingenios Daemónicos.

Campeones de Abaddon[]

Bestias Adamantinas de Lord Zeid[]

Fuerzas iniciales Fuerzas finales
Legionarios 4 bandas de guerra 2 bandas de guerra
Militarum Traitoris 32 regimientos 39 regimientos
Ingenios Daemónicos 217 (37 superpesados) 134 (18 superpesados)
Cultistas del Caos DATANUMERIS INCALCULO

Para más información sobre las bandas de Cultistas del Caos [subref.: Hijos de la Aniquilación, Portadores de la Sabiduría, Los Trece Alzados], consultar lista completa en la tableta de datos 19486.

Flota de Lord Zeid[]

Fuerzas iniciales Fuerzas finales
Naves clase Crucero 3 naves 2 naves
Naves clase Escolta 2 naves Sin presencia

Legio Morbius[]

Fuerzas iniciales Fuerzas finales
Comandante: Princeps Lathfyr, "Reina del Dolor". Titán Emperador Desesperación Encarnada
Máquinas de guerra 76 (varias clases) 31 (varias clases)
Cazadores Venatarae (infantería) 144 bandas 49 bandas
Delegación Mechanicum Oscuro REDACTADO, BERMELLÓN

Consultar app.H-777/amendus968<más detalles> sobre las clases de titán desplegadas; y RKX-9 sobre las Bandas Venatarae.

Bandas de Renegados[]

Fuerzas iniciales Fuerzas finales
Questor Traitoris 81 Lanzas 37 Lanzas
Astartes Traidores 189 bandas 36 bandas
Naves de vacío 31 naves Número desconocido

Para más información sobre las Casas Traidoras [subref.: Khamyrin; Abbatrox; Herpetrax; Blisterborn; Parasitis; Repugnor; Noctis], consultar lista completa en >>EXG14-XG4.; para más información sobre las bandas de guerra traidoras [subref.: Bestias de la Aniquilación; Halcones Infernales; Los Divididos; Señores de la Noche; Guerreros de Hierro; Los Tridisformes; Devastadores; Impuros], consultar lista completa en la tableta de datos 3259.

Militarum Traitoris[]

Existe una gran cantidad de informes acerca del enorme número de secciones -incluso regimientos completos del Astra Militarum que cayeron en la herejía durante las últimas etapas de las batallas en la zona de guerra Charadon. Determinar el número exacto y la veracidad es complejo, y [CENSURADO] Ordo Militarum [CENSURADO] solo conjeturas y testimonios de testigos directos, incluida la 77.ª de los Hacedores de Cadáveres Karvossi, la 18.ª de los Artilleros Slarvast y, la mayor sorpresa, el prestigioso regimiento de 1.ª de [CENSURADO].

Los Discípulos de Be'lakor[]

Fieles de Tsorr´Kanath[]

Fuerzas iniciales Fuerzas finales
Equivalente a una Compañía Astartes 3 fuerzas 2 fuerzas
Vehículos acorazados 27 efectivos 16 efectivos

Filos Sutilies de Yarron Thayl[]

Fuerzas iniciales Fuerzas finales
Equivalente a una Compañía Astartes 2 fuerzas 2 fuerzas

Elementos de Flota[]

  • [CENSURADO]

Las Hordas Daemónicas[]

Sellado por la Inquisición.

Otras fuerzas hostiles[]

Ademas de las formaciones militares herejes más coherentes y establecidas aparecidas en toda la zona de guerra Charadon, existen innumerables bandas de almas perdidas y condenadas. Se están realizando enormes esfuerzos para registrar el gran número de sectas religiosas herejes, de soldados traidores del Astra Militarum y Skitarii, insurrecciones mutantes, infestaciones de nuncamuertos y bandas piratas de Astartes Herejes avistados merodeando por los subsectores Obolis y Lirac en la actualidad. A estos elementos herejes se les debe añadir el número de incursores xenos en aumento que se dirigen a la región.

  • Orkos [Kapitán Ezkoria Petakráneoz]
  • Hrud [Warrenbrood el Trimarchito]
  • Vorchik [3 Korps de la Subyugación]
  • Drukhari [sin confirmar]
  • [CENSURADO]

La Alianza Leal[]

Adeptus Mechanicus y Caballeros Imperiales

Los ejércitos y naves imperiales que lucharon en los últimos estertores del conflicto de Charadon estaban separados por enormes distancias estelares, por tormentas disformes y por ideologías enfrentadas. Aun así, en un aspecto estaban más unidos que nunca: todos luchaban por expulsar a los herejes de la región a toda costa.

Ya en la época en la que el grupo de batalla Tarsus se creó en el sector Charadon, las fuerzas imperiales involucradas en el conflicto podían dividirse en dos grupos. Por un lado estaban los defensores, atrincherados y luchando a la desesperada para repeler al enemigo, mientras que otros sufrían el asedio de lo que quedaba de sus fortalezas. Por el otro lado estaban los que lanzaban contraataques virulentos contra los invasores divididos. La Abadesa Vahl y sus fuerzas de la Cruzada Indomitus formaban la mayor parte de esos últimos, pero a medida que la ofensiva los empujaba hacia el interior del subsector Bolis, liberaba a más recursos imperiales para pasar de una estrategia defensiva a una ofensiva.

En cuanto a los defensores, desde lejos los más agresivos eran las fuerzas en el frente de Chromyd. Al contrario que los ejércitos que luchaban en Metalica, las fuerzas en Chromyd gozaban de superioridad numérica y estratégica, y podían permitirse una política de defensa agresiva y avance metódico. Una misión de rescate in extremis de los Sicarianos de Deimos había extraído a casi la mitad de los líderes de las Espadas de Sabhiran de su mundo antes de su destrucción. Su experiencia, y su odio incandescente por Lord Thraxoplasmox, suponían una ventaja considerable para el Criptoemisario L´au, quien formó un consejo de guerra con los comandantes aguerridos y los oficiales imperiales supervivientes de los demás rincones del sistema Chromyd. Gracias a su veteranía y sabiduría, L´au consiguió entender las estrategias de batalla de Lord Thraxoplasmox y sus señores de la guerra. De este modo, pudo enviar imperativas estratégicas adaptadas a la situación a sus Skitarii deimosianos, lo que mejoró su eficiencia en batalla contra la Guardia de la Muerte en casi un 20%. Juntos con los macroclados de Deimos marchaba una alianza maltratada pero determinada de soldados metalicanos y los supervivientes de varias docenas de regimientos del Astra Militarum. Estos últimos habían estado bajo el mando del antiguo Capitán Glaine Kherrus, un oficial savlari que había sido ascendido en batalla por el consejo de guerra de los L´au. Kherrus, que ahora era general, se aseguraba de que las fuerzas a su mando tomaran todas las precauciones posibles contra la corrupción vírica propagada por su enemigo. Fue una ayuda mínima, puesto que las plagas de la Guardia de la Muerte eran metafísicas, pero aun así, cuando Lord Thraxoplasmox luchó para abandonar Chromyd, las regulaciones anticorrupción de Kherrus consiguieron que sus regimientos lucharan con más seguridad y eficiencia que cualquier otra fuerza de los Astra Militarum hasta la fecha.

En cuanto al contraataque, las fuerzas del grupo de batalla Tarsus eran formidables. Habían luchado mucho y con muchos sacrificios hasta alcanzar el Sector Charadon. Muchos de sus elementos habían sido masacrados en varios mundos: los guerreros más débiles habían muerto, mientras que los más hábiles, los más salvajes y, simplemente, los más locos, habían aumentado su lista de trofeos. Habían conseguido refuerzos en Parmidia, en Lorthax II y entra los gigantes de gas y las estaciones del vacío de la Constelación Omnobia, pero incluso los reclutas más recientes habían demostrado sobradamente su valor.

La principal razón por la que estos guerretos eran tan aguerridos era Morvenn Vahl. La Abadesa Sanctorum lideraba un enorme contingente de soldadas de Adepta Sororitas, que formaban el grueso de las fuerzas del grupo de batalla. En efecto, este era el despliegue de Hermanas de Batalla más grande en la Flota Primus, y el fanatismo de las seguidoras de Vahl era patente. Habían luchado con convicción inquebrantable desde el primer día, sin rehuir amenazas, sin atajos, sin acobardarse. La misma Vahl consideraba que cada campo de batalla era un altar en el que realizar ofrendas de sangre al Emperador. Sus Hermanas, mientras tanto, estaban cautivadas por la presencia de la Abadesa y su ejemplar ortodoxia. Luchaban con la ferocidad y la convicción de quienes ya se sabían victoriosas, y gracias a ellas mundo tras mundo fue consagrado. Los elementos ajenos a las Sororitas del grupo de batalla Tarsus tenían una dura elección: mantenerles el ritmo o ser acusados por su pereza y cobardía. La Abadesa Vahl no tenía remilgos a la hora de dar ejemplo a los aliados que la irritaban, al igual que con los enemigos, y una vez que unos cuantos oficiales de la Guardia Imperial de rango medio y unas cuantas brujas habían muerto en la hoguera, el resto luchaba con la determinación de quienes no querían morir pasto de las llamas.

Todo esto es la razón por la que, cuando el grupo de batalla Tarsus apareció en Bolis, lo hizo con una oleada feroz, en competencia perpetua por ofrecer mayor honra al Emperador. Existen rumores de que en ciertos lugares el fanatismo se tornó en violencia contra los defensores y las poblaciones a las que habían ido a salvar. Sí es cierto que más de una fortificación improvisada había sido incendiada o acribillada después de que los defensores fueran declarados corruptos por la enfermedad hereje. Es posible que esas medidas evitaran la contaminación cruzada de los refuerzos en camino, aunque era de poco consuelo para aquellos que habían luchado arduamente durante largo tiempo y que habían perecido bajo la espada de aquellos cuya ayuda habían esperado durante tanto tiempo. Por todo eso, el grupo de batalla Tarsus fue el factor decisivo para eliminar la resistencia traidora que aún quedaba en Obolis.

Servidores de los Dioses Oscuros[]

Oruga Epidémico Guardia de la Muerte 8ª Edición ilustración

Los adoradores de los Dioses Oscuros son anárquicos y sectarios. Los señores de la guerra del Caos más importantes lo entienden, y saben cuáles de sus seguidores les son verdaderamente leales y cuáles lo son por conveniencia. Typhus no se había hecho ninguna ilusión con sus hordas invasoras, y previó la fragmentación a la hora de crear sus planes de batalla.

La fuerza de invasión liderada por Typhus en el sistema Metalica había sido destilada como si fuera un brebaje de los mejores Bilogus Putrefactos. Los vectoriums de la Guardia de la Muerte que habían seguido a Typhus hasta el sector Charadon, y que habían sobrevivido, eran su base. La lealtad de estas bandas, como los Larváceos, el Séptimo Redoble y los Profetas de la Plaga estaba más allá de toda duda, puesto que veneraban a Typhus incluso por encima de su primarca, el daemon Mortarion. Typhus también había incorporado a los supervivientes de la flota de plaga de Oghlosmus Bilge, quienes también eran guerreros de la Guardia de la Muerte, y con el mismo orgullo por la cohesión y la disciplina continuada de su legión que los seguidores de Typhus. Todos pertenecían a la 6.ª compañía de plaga, y aunque quizá no adoraban al Viajero tanto como quienes lo habían seguido desde el primer día, estaban dispuestos a seguirlo hasta la batalla, junto con sus mortales naves del vacío.

A este grupo se le añadían los Titanes de la Legión Morbidus, lanzas de los Caballeros del Caos y bandas de los Astartes Herejes de otras legiones traidoras y poderes renegados. Todos ellos eran fuerzas de élite, letales en la batalla y convencidos de la capacidad de Typhus para llevarlos hasta la gloria y la riqueza. También estaban, por supuesto, las masas de millones de condenados que engrosaban la carne de cañón de Typhus. Plagabundos, mutantes, cultistas y Astra Militarum traidores, desesperados y enfermos: todos seguían al Viajero allí donde iba, todos luchaban por un amo al que le daba igual si morían o vivían. Por supuesto, esta era una única facción, que luchaba en un frente de guerra en el enorme campo de batalla de Charadon. Esta era la hueste que Typhus había amasado para su asalto final, reclutada de entre los más fiables o valiosos de la difícil alianza que lo había seguido hasta la guerra hacía ya tantos ciclos. El resto se había descolgado de su liderazgo y seguía sus propios designios, y mientras sus acciones continuaran perjudicando a la respuesta imperial, Typhus no tenía ningún reparo en que sus antiguos aliados buscasen por su cuenta la gloria y la destrucción.

Muchos de ellos así lo hicieron. Cotinuaron luchando en Chromyd, Brezantius y Duralim, o viajando a subsectores cercanos en incursiones pirata relámpago. La batalla por Impío atraía a más y más fuerzas imperiales cada ciclo. Esto no era porque el antiguo planeta prisión tuviera ningún valor estratégico, sino porque si los mazmocomplejos del planeta, que habían mutado en forma daemónica y estaban anegados de radiación, noeran purgados continuamente, seguirían enviando a los antiguos presos, ahora criaturas pesadillescas, a los mundos cercanos. En el sistema Duralim, el mundo colmena de Resplendis continuó sufriendo batallas masivas a pesar de la incipiente victoria imperial. Una red de cultistas del Caos se había adentrado en las subcolmenas de sus ciudades y seguía librando una guerra de guerrillas, incluso mucho después de que los Astartes Herejes los huvieran abandonado a su suerte. La Flota Espectral infectada de Disformidad; la reina mutante Ghajas y sus hordas; los Caballeros del Caos de la compañía Malevolente, que cazaban soldados imperiales por deporte; los enjambres de millones de zombis de Alexistor, Rosleva y Kapston... Todos seguían asediando a los defensores imperiales y los obligaban a mantener la posición defensiva.

Rumores y Sombras[]

Los rumores sobre el paradero de Kolossi no llegaron a la Inquisición hasta mucho después de que Typhus abandonara Charadon. Solo en santo Ordos sabía de dónde venían los rumores, por qué complicados canales habían viajado o qué peligros habían corrido los mensajeros. El Santo Ordos también era el único que podía certificar su veracidad y su autenticidad. Pero los rumores llegaban, y hablaban de un mundo lóbrego y fracturado que había aparecidode la nada en las profundidades del Imperium Nihilus. Se decía que el planeta era extenso, que estaba envuelto en una niebla y en sombras tan espesas que llegaban hasta el espacio, y que lo convertían más en una mancha negra que en una presencia visible contra el manto estelar. Lo poco que se veía de la superficie sugería abismos inmensos en cuyas profundidades ardían bolas de fuego y trabajaban máquinas mastodónticas.

Se rumoreaba que existían masas terrestres del tamaño de un continente que habían sido arrancadas y ahora flotaban en la atmósfera, atadas con cadenas, cuyos eslabones eran más grandes que una nave imperial. Lo más preocupante de todo era la supuesta ciudad fortaleza rebosante de condenados y almas aullantes, cuyo trono estaba presidido por una presencia taciturna e incorpórea. Se decía que la entidad comandaba ejércitos que luchaban y saqueaban bajo sus órdenes. Había bandas de Portadores de la Palabra y Legionarios Alfa, incontables soldados esclavos y cíborgs mutantes, y lo peor de todo, huestes enormes de Caballeros del Caos deformados que se llamaban a sí mismos la Casa Korvax. No se sabía si los rumores habían alcanzado al Príncipe Grevan y sus barones, pero sí se sabía cómo sería su respuesta, cuando conocieran los hechos...

Fuentes[]

  • Zona de Guerra Charadon: Acto 1, El Libro de la Herrumbre.
  • Zona de Guerra Charadon: Acto 2, El Libro del Fuego.
  • White Dwarf 461 (enero de 2021).
  • White Dwarf 462 (febrero de 2021).
  • White Dwarf 463 (marzo de 2021).

Podcast[]

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